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Memorias De Un Gigoló - Volumen Quinto
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Memorias de un Gigoló - Volumen Quinto
Livia Ellis
––––––––
Traducido por Cinta Garcia de la Rosa
“Memorias de un Gigoló - Volumen Quinto”
Escrito por Livia Ellis
Copyright © 2015 Livia Ellis
Todos los derechos reservados
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por Cinta Garcia de la Rosa
Diseño de portada © 2015 Livia Ellis
“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.
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Página de Copyright
Memorias de un Gigoló | Volumen Cinco | LIVIA ELLIS
Prólogo
1 Secretos y Mentiras
2 Odiseo
3 Fiesta
4 ¿Coitiōn o Coito?
5 ‘El triple pilar del mundo transformado en el bufón de la meretriz...’
6 Carnaval en el Mar
7 De fiesta como si fuera el año 31 a.C.
8 Pompeya
9 Excursión a Kioto
10 Las Ruinas de Cartago
11 Celos
12 Hogar
13 1001 Noches
14 Momentos Incómodos
15 Colegial
16 Travesuras de Colegial
17 Limbo
18 Aceptable
19 La verdad sobre Harold
20 La historia se repite
21 Primeras Veces
22 Es sólo un almuerzo
23 Comedor de loto
24 Disparos Finales
25 Hotel California
26 Una Última Oportunidad
27 Feliz Halloween, Oliver
28 Posdata: París
Tus comentarios y recomendaciones son fundamentales
¿Quieres disfrutar de más buenas lecturas?
––––––––
Livia Ellis
Copyright © 2013 Livia Ellis
Traducido del Original por Cinta García de la Rosa
Todos los derechos reservados.
ISBN: 1481139398
ISBN-13: 978-1481139397
Si tuviera que pensar en el cuento que estoy intentando contar como si fuera una obra de tres actos, podría decir con seguridad que estamos llegando al final del primer acto. He presentado a los actores principales y he resumido mis diferentes y variados problemas. He llegado a un punto decisivo en este momento. Las preguntas que deben ser respondidas han sido formuladas. ¿Salvaré mi hogar? ¿Me casaré por amor? ¿Me casaré por dinero? ¿Repeleré el violento ataque de mi anterior prometida?
Sospecho en este momento que mi anterior prometida es cómplice de mi caída. Así es como ella y su padre funcionan. Eran el definitivo equipo de relevos. Un par de luchadores con máscaras preparados para saltar al ring contra cualquiera que se atreva a joderles. No la condeno por eso. Esa fortaleza suya es una de las cosas que admiraba en ella. Simplemente yo no le tenía el miedo suficiente a su poder... No, no es eso. Es más que yo nunca creí que ella cogería esa determinación y aniquilación y la volvería contra mí hasta que sucedió. Yo era yo después de todo. Y ella me amaba. El que ella se escondiera detrás de su padre sólo podría haberse supuesto. No soy un genio, pero pensé que al menos era inteligente. ¡Qué equivocado estaba!
La historia continúa. Entramos en el segundo acto. Estoy comprometido con mi búsqueda. He viajado hasta una tierra desconocida. Mi mentora está a mi lado. Ella me apoya tanto si lo desea como si no. Ella es tan parte de mi viaje como yo.
Esta asombrosa criatura se pone de pie delante de mí. Ni un hombre ni una mujer. Sino algo completamente diferente. Un hermoso híbrido. Una hermosa rosa de té. Dos cosas unidas para crear algo completamente perfecto a mis ojos. Ella es la representación física de todo lo que más deseo. Ni una cosa ni la otra. Sino ambas. Todo lo que físicamente deseo en un cuerpo.
Su kimono abierto, sus órganos sexuales expuestos.
Se me ha concedido un favor especial. Se me permite conocer este secreto tan cuidadosamente guardado contra el escrutinio público.
Miro, pero no toco.
Su piel es la de una perfecta muñeca de porcelana. Ella no tiene marcas o pecas. Caderas esbeltas, piernas como una jirafa bebé, pequeños pechos redondeados. Un pene ni más largo ni más grande que mi pulgar. Sin testículos. Sólo una vulva perfectamente rosa abierta con sus dedos e invitándome a mirar más de cerca.
Ella me ha inflado a beber sake y me ha desprovisto de la habilidad para responder.
La miro a la cara tras un cuidadoso escrutinio de su cuerpo. Está claro que ella está preocupada, temerosa incluso de como podría reaccionar. Cuando esté sobrio de nuevo recordaré este momento y me preguntaré lo que pasó de verdad con Harold.
¿Puedo tocarla?
No.
La bata es cerrada y atada. El secreto está escondido una vez más. Se me deniega el acceso a lo que más deseo y aún lo quiero más.
Ella deja la habitación deslizándose por una puerta escondida detrás de un biombo.
El Criado entra un momento después.
Se me despide. Debo regresar a mi habitación.
Olga se sienta en la cama. Envuelta en su bata. Una de las tres docenas de revistas que insistió que absolutamente tenía que tener abierta en sus manos.
¿Y qué? ¿Se ha vuelto pervertido El Samurai conmigo?
No quiero oírlo. Le quito la revista, la tiro contra la pared, y luego caigo sobre ella.
Ella instantáneamente responde a la brusquedad de mis manos, la insistencia de mi boca, y el deseo que ella asume está dirigido a ella.
Rodamos por la cama como dos bestias en celo. Follamos como si fuera el fin del mundo. Somos los dos únicos supervivientes en un páramo post-apocalíptico. La humanidad depende de nuestra habilidad para corrernos.
Levanto sus piernas sobre su cabeza. La giro sobre su estómago y la penetro desde atrás. Escribo un nuevo capítulo para ser escrito en el Kama Sutra. Soy una máquina de follar. Hago que Nacho Vidal parezca un aficionado con mi destreza. Si follar fuera un deporte olímpico, yo me habría llevado la medalla de oro para Inglaterra.
Cuando estuvimos exhaustos y marginalmente saciados, me tumbo de espaldas sólo por un momento. Entonces el sake reaparece. Borbotea en mi estómago hasta que surge como una fuente. Al menos me da tiempo de llegar al váter.
Olga coloca un paño frío sobre mi frente mientras vacío el contenido de mi estómago.
¿Estoy bien?
Como respuesta me da otra arcada. La odio, odio su amabilidad, odio que ponga ese paño sobre mi frente, y odio que me ame principalmente.
¿Qué cojones me ha hecho El Samurai?
Nada. Simplemente he bebido demasiado y demasiado rápido con el estómago vacío. Eso es todo.
Ella me ayuda a levantarme del suelo y a volver a la cama. Una colcha es colocada sobre mí, ella llama por teléfono para pedir comida, y luego ordena sus revistas después de tirar a la papelera los condones usados. El bullicio y el ajetreo me molestan más allá de la razón. Pero mantengo mi enfado a raya. Me guste o no, la necesito. He aprendido por las malas que las mujeres de mi vida realmente tienen un límite en lo que se refiere a las gilipolleces que me aguantarán antes de que me denieguen su amor y compasión.
Sopa de miso, tamagoyaki, y arroz son traídos junto con té. Mis favoritos. Perfecto para un estómago vacío.
Como despacio, aún digiriendo lo que he aprendido.
¿Cuántas veces ha tenido ella sexo con el Samurai? Y por sexo me refiero a sexo cuando un pene entra en una vagina.
Nunca.
¿Nunca?
Nunca. Siempre es sólo tocar y mirar. Raro.
No. No es raro. En realidad es muy comprensible.
¿Y eso?
No importa.
No, de verdad. Ella lo quiere saber.
Ella es muy hermosa. ¿Quién no querría tocarla y mirar su cuerpo?
Eso hace que me gane un beso en la mejilla. ¿Aún estamos enfadados?
Nunca he estado enfadado con ella. Ella era la que no me estaba hablando.
Porque yo no tenía razón. ¿Admito que no tenía razón?
Claro. Yo no tenía razón. (¡NO! ¡Oh, esas pequeñas mentiras que decimos para mantener la relación a flote!)
Ella deja caer otro beso en mi mejilla. Ella coge el ejemplar de Vogue Italiano (en contraposición al francés, americano, ruso, o británico que ella absolutamente tuvo que comprar en el quiosco del aeropuerto. Yo probablemente no me quejaría tanto si no me hubiera tratado como a su jodida mula de carga) y lo hojea. Ella me enseña un vestido. Se amolda al cuerpo de la modelo como plata líquida.
¿Me gusta?
Sí.
¿Creo que ella se vería hermosa con él?
Sí. ¿De verdad necesita preguntarme eso? Honestamente, ¿tiene dudas de lo guapa que es? ¿Ha tenido alguna vez un momento en el que se haya cuestionado si otro ser humano la encontraría atractiva o se sentiría atraído por ella?
En realidad no. ¿Qué pienso de este vestido?
El segundo vestido es rojo brillante y apropiadamente con pinta de fulana para Olga.
No me gusta.
¿De verdad? ¿Qué no me gusta de él?
Creo que es de puta.
¿De verdad? Ella cree que es bonito.
Es un fracaso de armario esperando a suceder.
Ella cree que se lo va a comprar para la boda de su hermana.
No. Ella puede llevar el vestido plateado, pero el rojo es simplemente demasiado.
¿De verdad? ¿Desde cuándo sé algo sobre moda femenina?
Nunca dije que supiera. Sólo reconozco el look de fulana cuando lo veo, y ése es un vestido de puta. No iré a ninguna parte con ella cuando estemos siendo nosotros mismos, en vez de James y Anastasia, las prostitutas viajeras, si no parece algo menos que una adecuada y propia jovencita. Y para que lo sepa, las jovencitas no caminan por ahí enseñando las tetas y el culo. Ella me molesta. Estoy molesto con ella. ¿No entiende que algunas veces yo sé lo que es lo mejor?
Eso hace que se calle. Su mente aún está funcionando – Puedo verlo en sus ojos. Esos ojos azules que me asesinarían con una mirada si tuvieran el poder de hacer eso. Otra vez no nos estamos hablando. Bien. Me termino la cena y luego leo La Odisea.
El libro es más viejo que yo o incluso que mi abuelo. Lo cogí de la biblioteca antes de marcharme de casa. Es el libro con el que recibí mis primeras clases de Latín. Mi abuelo de pie mirando por encima de mi hombro mientras yo leía despacio y tartamudeando. Me corregía cuando lo necesitaba y me alababa con la misma frecuencia.
El lenguaje es encantador. Todos esos vuesa merced. He leído la traducción de Fagles. Es claramente más accesible para nuestra época, pero me gustaba el modo en que la traducción del siglo dieciocho se deslizaba sobre mi lengua.
Hay marcas de lápices en los márgenes. No eran mías. Eran las notas de mi bisabuelo. El Oliver Adair que se casó con la heredera americana. La americana que gobernó Wold Hall como un mayordomo durante ochenta años. Que Dios la bendiga - ¡la vieja pájara vivió hasta los ciento dos años! Yo tenía diecisiete años cuando ella murió. Maggie Smith no podría haberle hecho justicia a esta mujer. Lady Charlotte. La constante carga de mi abuela Lady Helen. Al menos hasta que mi madre llegó. Entonces encontraron una causa común.
Es la época más calurosa de las vacaciones de verano, pero aquí me siento con un traje de tweed completo con pantalones cortos (¡PANTALONES CORTOS! ¡TOTALMENTE INHUMANO! ¿QUÉ MONSTRUO HACE QUE UN NIÑO DE DIEZ AÑOS LLEVE PANTALONES CORTOS? Mi abuela Lady Helen, ésa es. De algún modo es una cuestión de orgullo para ella el hacerme vestir la ropa vieja de mi padre. Ni siquiera mencionaré como mi abuela ha peinado mi pelo de tal modo que las líneas de los dientes del peine se distinguían imperturbables a través de las ondas castañas. Si yo fuera cualquier otro niño, me daría una paliza por principios), camisa y corbata mientras mi abuelo se cierne sobre mí mientras yo lucho por complacerle.
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
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