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Libro de poemas de Leopoldo Lugones publicado en 1910, año que corresponde al centenario de la independencia argentina. El poeta se convierte en el rapsoda de su nación y centra sus poemas en los temas de la patria y el heroísmo. -
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Seitenzahl: 65
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Leopoldo Lugones
Saga
Odas seculares
Copyright © 1910, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726641981
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Las montañas del Oro (versos)
La Reforma Educacional (polémica
Los Crepúsculos del Jardin (versos)
El Imperio Jesuitico
La Guerra Gaucha
Las fuerzas extrañas
Lunario Sentimental (versos)
Piedras Liminiares
*
Un Proscripto del Sol
Didáctica
Di probos mores docili juventae,
Di senectuti placidae quietem,
Romulae genti date remque prolemque
Et decus omne.
.......................................
Jam Fides, et Pax, et Honor, Pudorque
Priscus, et neglecta redire Virtus
Audet; apparetque beata pleno
Copia cornu.
HOR. Carmen Saeculare.
Patria, digo, y los versos de la oda
Como aclamantes brazos paralelos,
Te levantan Ilustre, Unica y Toda
En unanimidad de almas y cielos.
Visten en pompa de cerúleos paños
Su manto de Andes tus espaldas nobles,
Y sobre ellas encumbran tus Cien Años
Su fresca fuerza de leales robles.
Corcel azul de la eterna aventura,
Sobre la playa que se ablanda en seno,
Con su crin derramada en suave holgura
Se alarga el mar como á pedirte freno.
Y la nube del cielo, y la severa
Nieve del monte, y la marina espuma,
En su elemento azul te dan bandera,
Con símil que la gloria al Bello suma.
Sea en tu cielo y todo lo serene,
Tu Buena Voluntad estrella suave;
Y el Sol la brasa de tu hogar que tiene
Del lado de venir puesta la llave.
Brinda á los oprimidos tu regazo
Con aquel ademán largo y seguro,
Que designa en la estética del brazo
Una serenidad de mármol puro.
Prolongando en justicia tu honra de antes,
Cimenta así tus seculares torres,
Y sea tu aderezo de diamantes
El tesoro de lágrimas que ahorres.
A hombro de monte carga el riel; su acero
Audaz, evoque con alegre asombro,
La epopeya en que el sable granadero,
Barra de luz viríl cruzaba en tu hombro.
Abre al peñasco su opulenta entraña
Donde mismo sangró el heroe recio,
Para acendrar en oro de montaña
Aquella sangre que no tiene precio.
En fraternal progreso ese oro entrega
Más allá de tus lindes soberanos,
Cual corona la parra solariega
El muro medianil de los hermanos.
Enfrena al mar cruzándole tu escuadra
En la boca de plata de tu río,
Y al raudo hervor que el hélice taladra
Dá tu escolta al pacifico navío.
Para henchir de riqueza el buque ufano,
Cuadra la ceba sus compactas reses,
Y el calor germinal de tu verano,
Hecho sólida luz se logra en mieses.
Dando su prez al laborioso empeño,
Te aduerme con eclógicos olores
La profunda pradera, en fértil sueño
De humedad, de luciérnagas y flores.
Y en sencillez de juventud, serena
Con Ia perennidad que te atestigua
El linage solar, eres morena
Como la grave Libertad antigua.
Salta en ese color temple de raza.
Previa ante el Sol natal como una proa,
La Libertad tu eterno rumbo traza
Y al verso exíge su sonora loa.
Así puesto á la forja de mis fraguas
Que estallarán su cántico en centellas,
Honraré, sean hombres, montes ó aguas,
Tus Personas mejores y más bellas.
Y tú entre todas, si, genial maestro,
Digno de tí, formárate, divina,
La estatua que concibo, hija de mi estro,
En tu metal epónimo, Argentina .
A mis hermanos en tu amor la entrego,
Transubstanciando en líricos caudales
Mi tesoro filial, al hondo fuego
Que sintetiza fuerzas primordiales.
Para que como signo de fortuna,
Que inicia y colma las empresas francas,
Te evoquen, cincelada por la Luna,
En plata colosal de nubes blancas.
¡ Salud, Padre y Señor! A tu linage,
Como en la gloria mágica de un cuento,
Ser habitantes del Pais de Plata
Con orgullo magnífico debemos.
Capitán colosal, tienes el mando
De las aguas feraces, claro ejército
Que espejeando sus líquidas espadas
Abre fronteras y dilata pueblos.
Hijos de las montañas esos ríos
Forman en la blandicia de tu seno,
El vínculo ancestral que ellas te aducen
Con la médula misma de sus huesos.
Interioriza lánguidos murmullos
De selva cálida el raudal sereno,
Y entre los dientecillos de la arena
Recuerda los peñascos sempiternos,
Donde infantil brotara un bello día,
Del pálido castillo de los hielos.
El tranquilo Uruguay te narra bosques
Y el feliz Paraná soles inmensos.
Uno te trae en numerosa música
Su tributo de rey que tiene un reino
De cristal y de pájaros. El otro,
Con la expansión de su caudal soberbio,
El brindis imperial de sus cascadas
En copa de basaltos gigantescos.
Palabra de florestas y de montes
Prolongan tus corrientes. En sus ecos,
Sentimos las dulzuras paraguayas,
El arrogante verbo brasileño,
Y la voz oriental que nos recuerda,
Como es de hermano, tu paterno acento.
Corazón de la patria que palpitas
Heroicamente en ella, á flor de pecho,
Como si desbordaras en la noble
Quimera de endulzar el mar entero.
El magnífico abrazo que te crea
Es nudo de concordias y de afectos
Que al vasto mundo envías con las barcas
De riqueza y de paz. Eres el verso
Que en nuestro canto dice: ¡Oid mortales!
Tu permanente cuerda de agua y viento,
Con latitud de mar, y con dulzura
De fuente, está cantando al extrangero,
Una alegre amistad de alma argentina
Como salutación de hogar abierto.
Moreno como un Inca, la excelencia
De la raza solar te impone el cetro.
Y formas con el Ganges de los dioses,
Con el Danubio azul de los Imperios,
La noble tribu de aguas que penetra
De cara al sol en el Oceano intérmino,
Como mueren los héroes antiguos
En la inmortalidad de un canto excelso.
Enorme riel en que la gloria puso
Al eje de su carro turbulento,
Una rueda de plata y otra de oro
Con la luna y el sol que van saliendo,
Desde que en días de victoria ó muerte,
Hermanas ya, mezcláronse en tu seno,
Nuestra sangre y tus aguas encarnando
La substancia vital de un mismo cuerpo.
Encorvado en clarín, canta á la oreja
Del vasto mar tu mundo de recuerdos.
Cántale la poesía de tus ondas
Cuando de patria te colora el cielo;
Cuando vuelcas la plata de la luna
En sombría expansión de cofre abierto,
O fraguas, por el sol metalizado,
En barra colosal, fuego de fierro.
Dile de la belleza que en tus ondas
Ilustra la gentil Montevideo;
Y de la Buenos Aires gigantesca
Que te corona de sauzal porteño.
Y cómo ambas unidas para siempre
Por el lazo común de su derecho,
Te aclaman capitán de nuestras aguas,
El dulce, el grande, el valeroso, el bueno.
Moles perpetuas en que á sangre y fuego
Nuestra gente labró su mejor página:
Sois la pared fundamental que encumbra,
Como alta viga la honra de la raza.
Cuéntela el pico matinal en donde
Sacude el viento sus glaciales sábanas,
Y el vuelo de sus cóndores filiales
Déle expansiones de palabra alada,
Dilatando con párrafos enormes,
Hasta el sol una sombra de montaña.
Vuestra grandeza azul es una oda,
Cuando en la magestad de la distancia,
Dijérase que el cielo cristaliza
En el zafiro de las cumbres claras.
Graves y un poco torvas como ellas
Serían ciertamente aquellas almas,
De los héroes que un día las domaron
A posesivo paso de batalla.