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Oráculo manual y arte de prudencia, del jesuita Baltasar Gracián, es un tratado práctico. Fue concebido para que el pensamiento y los principios abstractos se supediten a la situaciones de la vida, en una mezcla equilibrada entre ingenio cotidiano y saber filosófico. Publicado en 1647, además de ser fiel a su título lleno de respuestas prácticas, es un prodigio de clarividencia proclive al pesimismo. El estilo de sus 300 máximas es denso y de un laconismo conceptista que acude a la antítesis, a la anáfora, a la paronomasia y, sobre todo, a la elipsis. Este libro consigue un efecto tan brillante como enigmático, que resalta un pesimismo desolador. Las definiciones de Gracián al respecto afirman que el escritor debe mezclar lo complejo y lo breve con precisión aforística. La filosofía de Gracián, a medio camino entre lo ascético y lo mundano, describe las emociones como accesos abiertos. Estos permiten entender los secretos y las voluntades ajenas, manteniendo a la vez cerrado el paso a las propias emociones. Estas emociones encubiertas como afectos, podrán emplearse para ejercer influencia sobre aquellos entornos jerárquicos en que el individuo se vea obligado a convivir. El hombre social graciano es equiparable a un actor o actriz capaz de construir uno o varios personajes emocionales con el objetivo de interpretar con éxito su papel social. En Oráculo manual y arte de prudencia, Gracián intenta mostrar un término medio entre el anhelo de una vida significativa y dichosa y la necesidad de tener éxito y afirmarse en un mundo lleno de intrigas. Muchos de sus aforismos comentados resultan sorprendentemente modernos: - pensar positivamente, - utilizar las propias capacidades, - construir relaciones, - distribuir bien el tiempo.Estos consejos también podrían provenir de textos normativos de nuestra época. La obra de Gracián está lejos de ser anticuada, pues tiene mucho que decirle al lector actual.
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Baltasar Gracián
Oráculo manual y arte de prudencia
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Oráculo manual
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño cubierta: Michel Mallard
ISBN tapa dura: 978-84-1126-151-7.
ISBN rústica: 978-84-96428-89-8.
ISBN ebook: 978-84-9816-895-2.
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Créditos 4
Brevísima presentación 15
La vida 15
Oráculo manual y arte de prudencia 17
1 19
2 19
3 19
4 20
5 20
6 20
7 21
8 21
9 21
10 22
11 22
12 22
13 22
14 23
15 23
16 24
17 24
18 24
19 24
20 25
21 25
22 25
23 26
24 26
25 26
26 26
27 27
28 27
29 27
30 28
31 28
32 28
33 29
34 29
35 29
36 30
37 30
38 30
39 31
40 31
41 31
42 32
43 32
44 32
45 33
46 33
47 33
48 33
49 34
50 34
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53 35
54 35
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56 36
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69 40
70 40
71 41
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185 77
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190 79
191 79
192 80
193 80
194 80
195 80
196 81
197 81
198 81
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231 92
232 92
233 92
234 93
235 93
236 93
237 94
238 94
239 94
240 95
241 95
242 95
243 95
244 96
245 96
246 96
247 97
248 97
249 97
250 97
251 98
252 98
253 98
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255 99
256 99
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258 100
259 100
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277 105
278 106
279 106
280 107
281 107
282 107
283 107
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287 108
288 109
289 109
290 109
291 110
292 110
293 110
294 110
295 111
296 111
297 111
298 111
299 112
300 112
Libros a la carta 115
Baltasar Gracián (Belmonte, Zaragoza, 1601-Tarazona, Zaragoza, 1658). España.
Se educó en Toledo con un tío clérigo. A los dieciocho años ingresó en la Compañía de Jesús, más tarde fue profesor de teología moral y filosofía en colegios de Valencia, Lérida, Gandía y Huesca.
En Zaragoza fue confesor del virrey de Aragón y luego predicador en Madrid y Valencia. Después ocupó una cátedra de Sagrada Escritura, pero fue destituido por publicar El criticón (1651).
Oráculo manual y arte de prudencia (1647) es un tratado práctico, concebido para que el pensamiento y los principios abstractos se supediten a la situaciones de la vida en una mezcla equilibrada entre ingenio cotidiano y saber filosófico.
Gracián y Quevedo son las figuras más relevantes del conceptismo. Las definiciones de Gracián al respecto afirman que el escritor debe mezclar lo complejo y lo breve con precisión aforística.
Gracián pretendió establecer asociaciones conceptuales a través del contraste de dos términos en una misma imagen. Creía que estas relaciones entre signos son semejantes a las que se dan entre las cosas reales.
Aprobación del Padre M. fray Gabriel Hernández, catedrático de Teología de la Universidad de Huesca, de la Orden de San Agustín
Aprobación del Doctor Juan Francisco Andrés, Cronista del Reino de Aragón
o [Al lector]
o Oráculo manual y arte de prudencia,
Sacada de los Aforismos que se discurren en las obras de Lorenzo Gracián
Oráculo manual y arte de prudencia
Baltasar Gracián
Oráculo manual y arte de prudencia, sacada de los aforismos que se discurren en las obras de Lorenzo Gracián.
Publícala Don Vincencio Juan de Lastanosa, y la dedica al Excelentísimo Señor Don Luis Méndez de Haro, Conde Duque.
Con licencia. Impreso en Huesca, por Juan Nogués. Año 1647
Aprobación del Padre M. fray Gabriel Hernández, catedrático de Teología de la Universidad de Huesca, de la Orden de San Agustín
Visto he, por mandado del Ilustre Señor doctor Jerónimo de Arasqüés, canónigo de la Santa Iglesia de Huesca, Oficial Eclesiástico y Vicario General de su Obispado, este libro intitulado Oráculo manual y arte de prudencia, sacada de las Obras de Lorenzo Gracián, que publica don Vincencio Juan de Lastanosa. He admirado en tan poco cuerpo tanta alma. Es una quinta esencia de la más recóndita prudencia, que ya no se alimentan de otro los entendidos. Vense aquí de una vez todas las obras deste Autor, y, si cada una de por sí es un prodigio, todas aquí en delecto harán una cifra de ellos. Siempre tuve por dificultosa el Arte de Prudencia, pero quien supo hallar reglas a la Agudeza pudo encargar preceptos a la Cordura. No tiene cosa contra nuestra Santa Fe; antes, es un espejo de la razón, moderna maravilla de aciertos. Ni es escollo de las cristianas costumbres, sino un discreto realce de las acciones, en quien el Ingenio admire lo que el Juicio logre. Éste es mi parecer. En el Convento de Nuestro Padre San Agustín de Huesca. Marzo, a 11 de 1647.
Fray Gabriel Hernández.
Vista la Aprobación del Padre M. fray Gabriel Hernández, damos licencia que se imprima el Oráculo manual y Arte de Prudencia.
El Doctor Jerónimo Arasqüés, Oficial Vicario General.
Aprobación del doctor Juan Francisco Andrés, cronista del Reino de Aragón
Leí atentamente, por orden del muy Ilustre Señor don Miguel Marta, del Consejo de su Majestad, y su Regente en la Real Chancillería de Aragón, los aforismos que publica don Vincencio Juan de Lastanosa de las obras, impresas y manuscritas, de Lorenzo Gracián, diligencia que merece no solamente la permisión de la estampa, pero aplausos y admiraciones. Por esto, y porque no se oponen a las regalías del Rey Nuestro Señor, pueden darse a la prensa. Así lo siento, en Zaragoza, 24 de marzo, 1647.
El Doctor Juan Francisco Andrés.
Imprimatur.
Marta R.
Excelentísimo Señor:
No tanto solicita este Oráculo prudencial el amparo de Vuestra Excelencia cuanto su autoridad; no la fortuna, aunque grande, sino el merecimiento, que es mayor. Pretende no parecer imposible en copia de preceptos, a vista de su original en ejecuciones. Cifra todo un Varón de prendas, y descifra las que en Vuestra Excelencia veneró, y de la que fue primero admiración hace Arte. Sea excusa de su altivo destino a los pies de Vuestra Excelencia la que fue lisonja ya al grande Macedón. Presentábanle privilegio de Ciudadano suyo los de la Culta Corinto, y pareciendo ridículo el servicio al Conquistador de todo el mundo, doraron el hecho con este dicho: que con ninguno avían usado de aquel género de obsequio, sino con Hércules y con él. Séame excusa que estas Obras a nadie las he consagrado, sino al Rey Nuestro Señor, al Príncipe y a Vuestra Excelencia, a quien depreco con propiedad el Católico. Vale.
Don Vincencio Juan de Lastanosa.
Fe de erratas.
[Al lector]
Ni al justo leyes, ni al sabio consejos; pero ninguno supo bastantemente para sí. Una cosa me has de perdonar y otra agradecer: el llamar Oráculo a este epítome de aciertos del vivir, pues lo es en lo sentencioso y lo conciso; el ofrecerte de un rasgo todos los doce Gracianes, tan estimado cada uno, que El Discreto apenas se vio en España cuando se logró en Francia, traducido en su lengua e impreso en su Corte. Sirva éste de memorial a la razón en el banquete de sus sabios, en que registre los platos prudenciales que se le irán sirviendo en las demás obras para distribuir el gusto genialmente.
Oráculo manual y arte de prudencia,
Sacada de los Aforismos que se discurren en las obras de Lorenzo Gracián
Todo está ya en su punto, y el ser persona en el mayor. Más se requiere hoy para un sabio que antiguamente para siete; y más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los pasados.
Genio e ingenio. Los dos ejes del lucimiento de prendas: el uno sin el otro, felicidad a medias. No basta lo entendido, deséase lo genial. Infelicidad de necio: errar la vocación en el estado, empleo, región, familiaridad.
Llevar sus cosas con suspensión. La admiración de la novedad es estimación de los aciertos. El jugar a juego descubierto ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más donde la sublimidad del empleo da objeto a la universal expectación; amaga misterio en todo, y con su misma arcanidad provoca la veneración. Aun en el darse a entender se ha de huir la llaneza, así como ni en el trato se ha de permitir el interior a todos. Es el recatado silencio sagrado de la cordura. La resolución declarada nunca fue estimada; antes se permite a la censura, y si saliere azar, será dos veces infeliz. Imítese, pues, el proceder divino para hacer estar a la mira y al desvelo.
El saber y el valor alternan grandeza. Porque lo son, hacen inmortales; tanto es uno cuanto sabe, y el sabio todo lo puede. Hombre sin noticias, mundo a oscuras. Consejo y fuerzas, ojos y manos; sin valor es estéril la sabiduría.
Hacer depender. No hace el numen el que lo dora, sino el que lo adora: el sagaz más quiere necesitados de sí que agradecidos. Es robarle a la esperanza cortés fiar del agradecimiento villano, que lo que aquélla es memoriosa es éste olvidadizo. Más se saca de la dependencia que de la cortesía: vuelve luego las espaldas a la fuente el satisfecho, y la naranja exprimida cae del oro al lodo. Acabada la dependencia, acaba la correspondencia, y con ella la estimación. Sea lección, y de prima en experiencia, entretenerla, no satisfacerla, conservando siempre en necesidad de sí aun al coronado patrón; pero no se ha de regar al exceso de callar para que yerre, ni hacer incurable el daño ajeno por el provecho propio.
Hombre en su punto. No se nace hecho: vase de cada día perfeccionando en la persona, en el empleo, hasta llegar al punto del consumado ser, al complemento de prendas, de eminencias. Conocerse ha en lo realzado del gusto, purificado del ingenio, en lo maduro del juicio, en lo defecado de la voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, fáltales siempre un algo; tardan otros en hacerse. El varón consumado, sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aun deseado del singular comercio de los discretos.
Excusar victorias del patrón. Todo vencimiento es odioso, y del dueño, o necio, o fatal. Siempre la superioridad fue aborrecida, ¡cuánto más de la misma superioridad! Ventajas vulgares suele disimular la atención, como desmentir la belleza con el desaliño. Bien se hallará quien quiera ceder en la dicha, y en el genio; pero en el ingenio, ninguno, ¡cuánto menos una soberanía! Es éste el atributo rey, y así cualquier crimen contra él fue de lesa majestad. Son soberanos, y quieren serlo en lo que es más. Gustan de ser ayudados los príncipes, pero no excedidos, y que el aviso haga antes viso de recuerdo de lo que olvidaba que de luz de lo que no alcanzó. Enséñannos esta sutileza los Astros con dicha, que aunque hijos, y brillantes, nunca se atreven a los lucimientos del Sol.
Hombre inapasionable, prenda de la mayor alteza de ánimo. Su misma superioridad le redime de la sujeción a peregrinas vulgares impresiones. No hay mayor señorío que el de sí mismo, de sus afectos, que llega a ser triunfo del albedrío. Y cuando la pasión ocupare lo personal, no se atreva al oficio, y menos cuanto fuere más: culto modo de ahorrar disgustos, y aun de atajar para la reputación.
Desmentir los achaques de su nación. Participa el agua las calidades buenas o malas de las venas por donde pasa, y el hombre las del clima donde nace. Deben más unos que otros a sus patrias, que cupo allí más favorable el Cenit. No hay nación que se escape de algún original defecto: aun las más cultas, que luego censuran los confinantes, o para cautela, o para consuelo. Victoriosa destreza corregir, o por lo menos desmentir estos nacionales desdoros: consíguese el plausible crédito de único entre los suyos, que lo que menos se esperaba se estimó más. Hay también achaques de la prosapia, del estado, del empleo y de la edad, que si coinciden todos en un sujeto y con la atención no se previenen, hacen un monstruo intolerable.
Fortuna y Fama. Lo que tiene de inconstante la una, tiene de firme la otra. La primera para vivir, la segunda para después; aquélla contra la envidia, ésta contra el olvido. La fortuna se desea y tal vez se ayuda, la fama se diligencia; deseo de reputación nace de la virtud. Fue, y es hermana de Gigantes la Fama; anda siempre por extremos, o monstruos, o prodigios, de abominación, de aplauso.
Tratar con quien se pueda aprender. Sea el amigable trato escuela de erudición, y la conversación, enseñanza culta; un hacer de los amigos maestros, penetrando el útil del aprender con el gusto del conversar. Altérnase la fruición con los entendidos, logrando lo que se dice en el aplauso con que se recibe, y lo que se oye en el amaestramiento. Ordinariamente nos lleva a otro la propia conveniencia, aquí realzada. Frecuenta el atento las casas de aquellos Héroes Cortesanos, que son más teatros de la Heroicidad que palacios de la vanidad. Hay Señores acreditados de discretos que, a más de ser ellos oráculos de toda grandeza con su ejemplo y en su trato, el cortejo de los que los asisten es una Cortesana Academia de toda buena y galante discreción.
Naturaleza y arte; materia y obra. No hay belleza sin ayuda, ni perfección que no dé en bárbara sin el realce del artificio: a lo malo socorre y lo bueno lo perfecciona. Déjanos comúnmente a lo mejor la naturaleza, acojámonos al arte. El mejor natural es inculto sin ella, y les falta la mitad a las perfecciones si les falta la cultura. Todo hombre sabe a tosco sin el artificio, y ha menester pulirse en todo orden de perfección.
Obrar de intención, ya segunda, y ya primera. Milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre, pelea la sagacidad con estratagemas de intención. Nunca obra lo que indica, apunta, sí, para deslumbrar; amaga al aire con destreza y ejecuta en la impensada realidad, atenta siempre a desmentir. Echa una intención para asegurarse de la émula atención, y revuelve luego contra ella venciendo por lo impensado. Pero la penetrante inteligencia la previene con atenciones, la asecha con reflejas, entiende siempre lo contrario de lo que quiere que entienda, y conoce luego cualquier intentar de falso; deja pasar toda primera intención, y está en espera a la segunda y aun a la tercera. Auméntase la simulación al ver alcanzado su artificio, y pretende engañar con la misma verdad: muda de juego por mudar de treta, y hace artificio del no artificio, fundando su astucia en la mayor candidez. Acude la observación entendiendo su perspicacia, y descubre las tinieblas revestidas de la luz; descifra la intención, más solapada cuanto más sencilla. Desta suerte combaten la calidez de Pitón contra la candidez de los penetrantes rayos de Apolo.
La realidad y el modo. No basta la sustancia, requiérese también la circunstancia. Todo lo gasta un mal modo, hasta la justicia y razón. El bueno todo lo suple: dora el no, endulza la verdad y afeita la misma vejez. Tiene gran parte en las cosas el cómo, y es tahúr de los gustos el modillo. Un vel portarse es la gala del vivir, desempeña singularmente todo buen término.
Tener ingenios auxiliares. Felicidad de poderosos; acompañarse de valientes de entendimiento que le saquen de todo ignorante aprieto, que le riñan las pendencias de la dificultad. Singular grandeza servirse de sabios, y que excede al bárbaro gusto de Tigranes, aquel que afectaba los rendidos Reyes para criados. Nuevo género de señorío, en lo mejor del vivir hacer siervos por arte de los que hizo la naturaleza superiores. Hay mucho que saber y es poco el vivirlo, y no se vive si no se sabe. Es, pues, singular destreza el estudiar sin que cueste, y mucho por muchos, sabiendo por todos. Dice después en un Consistorio por muchos, o por su boca hablan tantos sabios cuantos le previnieron, consiguiendo el crédito de Oráculo a sudor ajeno. Hacen aquéllos primero elección de la lección, y sírvenle después en quintas esencias el saber. Pero el que no pudiere alcanzar a tener la sabiduría en servidumbre, lógrela en familiaridad.
Saber con recta intención. Aseguran fecundidad de aciertos. Monstruosa violencia fue siempre un buen Entendimiento casado con una mala voluntad. La intención malévola es un veneno de las perfecciones y, ayudada del saber, malea con mayor sutileza: ¡infeliz eminencia la que se emplea en la ruindad! Ciencia sin seso, locura doble.
Variar de tenor en el obrar. No siempre de un modo, para deslumbrar la atención, y más si émula. No siempre de primera intención, que le cogerán la uniformidad, previniéndole, y aun frustrándole las acciones. Fácil es de matar al vuelo el ave que le tiene seguido, no así la que le tuerce. Ni siempre de segunda intención, que le entenderán a dos veces la treta. Está a la espera la malicia; gran sutileza es menester para desmentirla. Nunca juega el tahúr la pieza que el contrario presume, y menos la que desea.
Aplicación y Minerva. No hay eminencia sin entrambas, y si concurren, exceso. Más consigue una medianía con aplicación que una superioridad sin ella. Cómprase la reputación a precio de trabajo; poco vale lo que poco cuesta. Aun para los primeros empleos se deseó en algunos la aplicación: raras veces desmiente al genio. No ser eminente en el empleo vulgar por querer ser mediano en el sublime, excusa tiene de generosidad; pero contentarse con ser mediano en el último, pudiendo ser excelente en el primero, no la tiene. Requiérense, pues, naturaleza y arte, y sella la aplicación.
No entrar con sobrada expectación. Ordinario desaire de todo lo muy celebrado antes, no llegar después al exceso de lo concebido. Nunca lo verdadero pudo alcanzar a lo imaginado, porque el fingirse las perfecciones es fácil, y muy dificultoso el conseguirlas. Cásase la imaginación con el deseo, y concibe siempre mucho más de lo que las cosas son. Por grandes que sean las excelencias, no bastan a satisfacer el concepto, y como le hallan engañado con la exorbitante expectación, más presto le desengañan que le admiran. La esperanza es gran falsificadora de la verdad: corríjala la cordura, procurando que sea superior la fruición al deseo. Unos principios de crédito sirven de despertar la curiosidad, no de empeñar el objeto. Mejor sale cuando la realidad excede al concepto y es más de lo que se creyó. Faltará esta regla en lo malo, pues le ayuda la misma exageración; desmiéntela con aplauso, y aun llega a parecer tolerable lo que se temió extremo de ruin.
Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos, aunque le tuvieron, no acertaron a lograrle. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso. Pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno; y si este no es su siglo, muchos otros lo serán.
Arte para ser dichoso. Reglas hay de ventura, que no toda es acasos para el sabio; puede ser ayudada de la industria. Conténtanse algunos con ponerse de buen aire a las puertas de la fortuna y esperan a que ella obre. Mejor otros, pasan adelante y válense de la cuerda audacia, que en alas de su virtud y valor puede dar alcance a la dicha, y lisonjearla eficazmente. Pero, bien filosofado, no hay otro arbitrio sino el de la virtud y atención, porque no hay más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia.
Hombre de plausibles noticias. Es munición de discretos la cortesana gustosa erudición: un plático saber de todo lo corriente, más a lo noticioso, menos a lo vulgar. Tener una sazonada copia de sales en dichos, de galantería en hechos, y saberlos emplear en su ocasión, que salió a veces mejor el aviso en un chiste que en el más grave magisterio. Sabiduría conversable báliales más a algunos que todas las siete, con ser tan liberales.