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"Comprar unos vaqueros caros para vestir simplemente puede no ser lógico, pero realmente quiere que Nathan vea lo guapo que es. Quiere sentir los ojos de Nathan acariciando su cuerpo y seducirle mostrando algo de piel, la suficiente para saborear sus labios en un beso".Kit sirve copas cuando conoce a Nathan y durante la velada se entera de que Nathan es el responsable de la demolición del edificio donde se encuentran su estudio y su casa. Después de que Kit derrame cerveza sobre Nathan y le cuente la situación en la que se ha visto metido, Nathan se siente culpable y le ofrece algo que no puede rechazar.Amor con clase forma parte de la serie Queerlequin, erótica consciente que incluye a todo el mundo.-
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Seitenzahl: 90
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Noam Frick
Translated by Osvaldo Rocha
Lust
Queerlequin: Amar con clase
Translated by Osvaldo Rocha
Original title: Älska med klass
Original language: Swedish
Copyright ©2017, 2023 Noam Frick and LUST
All rights reserved
ISBN: 9788726933567
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Tú me haces flotar sobre las palabras y sentir que tiembla la base que me sostiene.
Malmö, enero de 2016
La luna se refleja en las tranquilas aguas del barrio de Västra Hamnen. Dentro del restaurante Glasklart los candeleros de cristal brillan con velas tan blancas como tiza. Kit vierte diestramente copa tras copa de champán auténtico.
«Uno quisiera tener suficiente inteligencia para beber al menos una de estas botellas al mes», se dice para sí mismo y deja la botella en el reciclaje con una mano mientras levanta la bandeja con la otra.
Entre las mesas hay hombres en traje repartiendo frases aduladoras a mujeres que llevan vestidos negros ajustados. Al pasar junto a un grupo numeroso, Kit ve de repente a alguien al otro lado de la habitación: una persona bien vestida y muy atractiva. Kit zigzaguea a través de los hombres de negocios, políticos ingenieros y llega rápidamente al apuesto hombre. Se ve seguro de sí mismo, con una chaqueta sexy en color gris claro y unos pantalones bien planchados, rodeado de una multitud de admiradores. Kit reparte todas las copas y, astutamente, le entrega la última a él.
—La última para mi amigo —dice.
—Qué amable, gracias.
—No hay problema, guapo —responde Kit, acariciándole el culo lentamente.
Kit respira hondo y despacio, aspira su aroma y se aleja con la bandeja vacía hacia la barra y luego hacia la cocina. Piensa que ha recuperado algo de su confianza en sí mismo y que se ha vuelto cada vez más valiente al acercarse a las personas. No volvería a confiar en alguien en este mundo, pero eso no significa que no pueda jugar un poco con ellos. Y, sobre todo, disfrutar sorprendiéndolos. Sin embargo, no contaba con que su pulso le estaría golpeando los pantalones con tanta fuerza. Respira y piensa que tiene que buscar la oportunidad de volver a disfrutar del atractivo aroma del hombre bien vestido lo antes posible.
Estaba callado, pero luego los hombres de negocios a su alrededor se habían reído y él se había reído con ellos. «Quién no ha sido manoseado por un camarero», piensa y continúa hablando sobre su última idea: un complejo residencial y de oficinas de veinte pisos de altura donde toda la planta baja consistirá en una enorme galería de arte. Todos a su alrededor parecen interesados y asienten con la cabeza mientras él intenta localizar al camarero con el champán entre los demás invitados.
Kit baja la bandeja y piensa que el tipo del traje gris debe de ser un pez gordo, pero todavía no sabe quién es él. El primer camarero pasa y Kit le sonríe alegremente y lo acaricia por encima del brazo.
—¿Quién es el pibón que pide bandejas de champán sin parar? —pregunta Kit.
—Es un arquitecto, uno de los principales… comensales habituales del restaurante. Sírvele como si fuera una diosa, ¿vale?
—Sí, claro. Es solo que quisiera imaginarme acostado junto a uno de esos tipos ricos y secos.
—¡Kit, ponte a trabajar, tío! ¡En dos minutos quiero verte trabajando otra vez!
Kit sale del bar, abre otra botella con velocidad y alcanza las copas. De repente nota que Nathan está chasqueando los dedos frente a su nariz.
—¿Puedes traerme algo de comer, guapo?
—Por supuesto, cariño —contesta Kit, que inclina la cabeza y escribe en silencio la palabra «bobo» antes de darse la vuelta para ir a la cocina.
A medio camino, gira la cabeza y le guiña un ojo a Nathan, que lo sigue con la mirada fija en sus ajustados vaqueros negros.
Luego de pedirle al chef que prepare un plato sencillo, Kit sale al muelle de carga para coger un poco de aire. Cierra el puño y piensa que de verdad necesita controlarse. El rebelde Kit tiene permiso de descansar en el trabajo y usar el estudio como una segunda casa. Se sienta un momento en las frías escaleras de cemento. Las estrellas brillan y no puede evitar reírse para sí mismo. Se ríe de que está siempre obligado a rebelarse contra los que tienen poder y dinero, obligado a desafiar y coquetear.
De repente, un automóvil aparece de la nada y se acerca al muelle. Un mal presentimiento atraviesa a Kit, que se levanta al mismo tiempo que un hombre sale del coche con rapidez. Hace un gesto en silencio mientras camina decididamente hacia Kit y este retrocede hacia la puerta.
—Tranquilo, tranquilo, no te haré daño. ¿Trabajas aquí?
—Sí, ¿qué coño quieres?
—Pues escucha. ¿Sabes quién es ese cerdo adinerado que solo hace que gruñir, el que ha organizado la fiesta?
—El arquitecto.
—Sí, es un maldito cerdo. Compra a todos sin importarle una mierda. Soborna a todo el mundo, es un verdadero hijo de puta. Debes tener cuidado con él.
—No tengo nada que ver con él.
—No, no, colega. Solo quiero advertirte.
—Bueno, pero, ¿por qué me lo dices a mí?
—Escucha, ¿puedes hacerme un favor? Algo sencillo y te ganas quinientas coronas.
—No —contesta Kit con seguridad.
—¿Puedes poner esto en el servicio?
El hombre se apresura hacia el coche de la misma manera que antes y coge un par de folios A4. La hoja muestra una foto del hombre sexy y bien vestido. Kit sonríe divertido, recibe las hojas y vuelve a sentarse en las escaleras de cemento.
—Nathan Stjärnman, ¿así se llama? ¿Y qué te hizo?
—No, nada. Simplemente es un puto cerdo y no se le debería permitir hacer lo que hace. Su nombre es ese. Ahora pon esto donde te he dicho. Y promete que lo harás. Aquí tienes el dinero.
—No necesito dinero.
El hombre vuelve al coche, se despide con la mano y desaparece. Kit se levanta y mira al agua durante unos segundos antes de sacudir la cabeza y sonreír. Dobla las hojas y las guarda en el bolsillo trasero de sus pantalones. Vuelve a la cocina, coge el plato con dos tostadas de queso de cabra y sale directo al bar, donde Nathan está tamborileando con los dedos en la barra.
—Sí que ha tardado. ¿Qué estabas haciendo?
—¿Que qué estaba haciendo?
—Sí. Tengo que dar una presentación y tengo una tremenda rescoldera.
—He tenido que ir al muelle de carga. Sorry.
—¿Al muelle de carga?
La música se silencia, una de las mujeres extremadamente bien vestidas sube al escenario y comienza a hablar por el micrófono. Nathan se ajusta la chaqueta y da un bocado a la tostada. Se estira y cierra los ojos. Kit lo mira y escucha cómo alguien menciona el nombre de Nathan en el escenario. Justo antes de que se levante, Kit le dice:
—Es solo que había un tipo fuera que quería que colgara un mensaje de advertencia sobre ti en el servicio.
Si las miradas pudieran matar, la mirada de Nathan destruiría a Kit en una fracción de segundo. Kit simplemente sonríe y siente que su corazón late con fuerza. Con la espalda recta, Nathan sube al podio y le sonríe a la multitud que lo mira con admiración. Se pasa una mano por el cabello mientras sostiene el micrófono con la otra. Kit está en el bar, escuchando con los codos apoyados en el mostrador. Los rayos de luz con todos los colores del arco iris se desvanecen a medida que los candelabros se apagan poco a poco y la luz sobre el escenario se vuelve más fuerte. Nathan carraspea y disfruta del silencio.
—Amigos, colegas y demás personas distinguidas aquí presentes. ¡Bienvenidos! Me alegro de que seamos tantos, de que haya tanto interés en todo lo que pasa en esta zona. Como sabéis, ha habido bastante actividad aquí en el antiguo puerto industrial desde el cambio de milenio. Y habrá más.
El público aplaude, pero Kit bosteza en el bar y vuelve a la botella de vino. Vierte copa tras copa y solo reacciona de nuevo cuando escucha las palabras «taller de submarinos» desde el podio. El recuerdo de su estudio se le pasa por la cabeza y vuelve a dirigir toda su atención a Nathan. Se pregunta qué tiene que ver este tipo con el estudio. Kit se da la vuelta en el bar e intenta escuchar, pero se ve obligado a acercarse al escenario, donde ve las imágenes proyectadas detrás de Nathan.
—Skanska es el contratista principal y mi empresa es la propietaria única de todo el inmueble. Tiene un contrato de arrendamiento para las propiedades de Wihlborg y estará a cargo de su operación durante los próximos quince años.
«¡¿Qué carajo tiene que ver este gilipollas con mi estudio y mi casa!?», piensa Kit mientras se acerca al escenario y a la maqueta que se exhibe al borde del mismo. Ve una especie de torre que sobresale de la parte izquierda del edificio que le es tan familiar. La torre se conecta a un gigantesco rascacielos y el edificio antiguo, que hoy alberga su amado estudio, está renovado y tiene ventanas, césped, muebles de exterior y otras cosas. La mirada de Kit pasea entre la maqueta y el hombre bien vestido en el escenario que continúa presentando sus planes.
—Una construcción única y sin duda una combinación que hará que toda la propiedad sea única. En el lado este se encuentra la entrada para empresas, donde se puede alquilar un piso por empresa. Pero para mayor eficiencia y una combinación única, también podemos ofrecer la entrada desde el lado oeste, hacia el muelle, donde se busca que los estudiantes alquilen de manera sencilla y económica. Uno de cada dos pisos es para estudiantes, y todos los demás son empresas, para crear bienestar y una atmósfera apacible. Una combinación de trabajo y vivienda, pero sin mezclarse.
—Hijo de puta —murmura Kit y desaparece en la cocina mientras Nathan sigue presentando con entusiasmo sus planes para inaugurar el antiguo taller de submarinos en tres meses, habilitado para funcionar como lugar de encuentro.
Kit se dirige al muelle de carga, pateando y resoplando, poseído por el enfado. Piensa en la rescisión y en cómo había roto tanto el sobre como la información, tal y como había hecho el año pasado y también el anterior.
Lo habían contratado para la demolición y lo habían despedido, pero le habían dado una extensión.
—Este maldito bastardo me ha arruinado la vida, ahora que finalmente había comenzado a tener algo de control sobre la situación —murmura Kit.