Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Tenderenda el soñador es una rareza encantadora, espejo roto de los años 1914-1920, una excéntrica Bildungsroman. En forma de episodios surrealistas, se cuenta la historia de Laurentius Tenderenda, un caballero de naturaleza divino-danzante y traje quijotesco. Hugo Ball es una de las figuras fundadoras del dadaísmo junto con Emmy Hennings, Hans Arp, Sophie Taeuber, Tristan Tzara y Marcel Janco. Algunos de los textos que conforman este libro fueron parte de sus performances en el Cabaret Voltaire y la Dada Galerie de Zurich. La obra habilita diversas lecturas desde el paralelismo entre Tenderenda y Hugo Ball: la figura del poeta y artista; el tránsito de su escritura con la historia misma del dadaísmo –Ball comenzó en 1914 con el libro y no fue hasta 1920 que lo terminó–; incluso como testimonio espiritual de un hombre que después de abandonar al movimiento dadaísta en 1916 se dedicó al misticismo medieval.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 58
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Hugo Ball
Ball, Hugo
Tenderenda el soñador / Hugo Ball.
1a ed.–Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Buchwald Editorial, 2022
Libro digital, EPUB
Traducción de: Enrique Salas
ISBN 978-987-47682-7-8
1. Dadaísmo. 2. Novelas. 3. Narrativa alemana
I. Salas, Enrique, trad. II. Título.
CDD 833
Título original: Tenderenda der Phantast
© Buchwald Editorial, 2022
Buenos Aires / Argentina
www.buchwaldeditorial.com
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto 451
O vous, messeigneurs et mes dames,
Qui contemplez ceste painture,
Plaise vous prier pour les âmes
De ceulx qui sont en sepulture.
Saint Bernard
[Oh, mis señores y señoras,
Que contemplan esta pintura,
Les pido recen por las almas
De aquellos que están en sepultura.
San Bernardo]
Una ciudad imaginaria en plena agitación. Se espera a un nuevo Dios. Cabeza de trueno (que en la novela no volverá a aparecer) trasladó su domicilio a una torre y desde allí pone en circulación boletines coloridos que pretenden informar sobre el progreso del asunto. Cae una tibia noche. En la plaza central aparece un charlatán que promete la Ascensión al Cielo. Tiene su propia doctrina y la expone detalladamente. Sin embargo, fracasa a causa del escepticismo del público. Las consecuencias que trae eso.
Hoy Cabeza de trueno no pudo asistir a las festividades. Se dedicó a divulgar desde la torre, entre estatuas de Atlas e instrumentos de medición, la sabiduría de las esferas superiores. Lanzaba largos rollos de papiro cubiertos de símbolos y dibujos de animales que alertaban al pueblo, escondido debajo de nidos, sobre las legiones de ángeles chillones que volaban furiosos alrededor de la torre. Pero alguien trasladaba por la ciudad un palo largo en cuyo extremo había un cartel que decía:
Talita kumi, levántate doncella.
Eres tú, tú serás la elegida.
Hija de la perversión, madre de la alegría,
los colgados y los expulsados
los presos y los quemados
claman por ti.
Libéranos, bendícenos.
Inexplorada,
¡emerge!
Con ayunos y purgaciones, la ciudad se estaba preparando para la aparición de un nuevo Dios, y en las multitudes ya había quienes creían haberse cruzado con él en el tumulto. Se emitió un decreto que anunciaba que quien visitara o se acercara sin autorización a los campanarios y a las torres sería entregado vivo a la muerte. La causalidad había sido cebada y ofrecida ante la mirada de todos como alimento a las arañas sagradas. Las fervientes procesiones de súplicas y café de artistas y académicos avanzaban acompañadas por cascabeles y gaitas. Pero de todas las ventilaciones y agujeros, colgaban las filigranas y se veían las inyecciones de vidrio.
En la plaza central, como si llegara a una cita, caminaba el profeta de cara violeta; se ofreció a las casas, a las estrellas, a la luna y a la multitud, y habló:
“Amarillo limón está el cielo. Amarillo limón están los campos del alma. Hemos apoyado de lado la cabeza en la tierra y hemos escuchado atentamente. Hemos tendido los delantales y los hábitos, y nuestra espalda de delicada porcelana brilla en el conjunto.
De cierto os digo: mi humildad no es de su incumbencia, sino de DIOS. Todos buscan una felicidad de la que no son dignos. Nadie tiene tantos enemigos como podría tener. El ser humano es una quimera, un milagro, una aproximación divina, está lleno de alevosía y astucia crepuscular.
Un día no me reconocí de tanta ansiedad y desconfianza. Escuchen, entonces di media vuelta y medité. Escuchen, una vela encendida pendía sobre mí y su cera caía sobre mi cabeza. Mi primera visión fue: pequeño y grande, es locura. Grande y pequeño, es relativismo. Escuchen, entonces levanté mi dedo y se quemó con el sol. Escuchen, entonces las manecillas del reloj de la torre rajaron las calles. Ustedes creen sentir, pero son sentidos”.
Hizo una pausa para limpiarse la oreja y miró hacia el quinto piso del cuarto edificio. Allí se distinguía en la ventana la pierna de seda rosa de Lünette. Sobre ella reposaban dos seres alados. Chupaban sangre. El profeta continuó:
“De cierto os digo, las cosas no son lo que parecen. Todas están poseídas por un duende que permanece quieto mientras uno lo mira. Pero si uno lo descubre, se transforma en algo enorme. Durante años llevé la carga de las cosas que esperaban liberarse. Hasta que tuve una iluminación y vi su dimensión. Entonces el éxtasis me elevó. ¡Atroz existencia! Abrí de par en par los brazos para resistirme y volé, volé derecho como una flecha sobre los techos”.
En ese momento se pudo ver que el profeta, seducido por sus propias palabras, no hacía falsas promesas. Aleteando ruidosamente con sus dos manos, se elevó, voló un buen tramo por el cielo nocturno como si estuviera haciendo una demostración, hizo una curva y, después de unos saltitos en la tierra, volvió tranquilamente a estar quieto.
El populacho –hasta con medio cuerpo colgando de las ventanas de los edificios que están alrededor del mercado– estaba asustado, pero movía la cabeza, escéptico, pues el espectáculo había sido extraño. Agitaron como locos las trompetas de sal y las lámparas de papel que llevaban consigo y gritaron: “¡La lupa! ¡La lupa!”.
Ya se había esparcido el rumor de que, en sus apariciones, el profeta utilizaba una lente, y se pensaba que todo era un truco suyo y que tramaba con esos instrumentos sus charlatanerías. También hubo un intermezzo, en el que una mujer que colgaba del asta de una bandera ondeando violentamente fue arrastrada por el viento nocturno hacia el oeste. Ítem: un gallo con la cola desplumada voló sobre los abanicos de las señoras, y el suceso fue interpretado como un perfecto símbolo de vanidad.
Efectivamente, el profeta, consternado y desmoralizado, sacó la lupa de su bolsillo. Una lente que, casualmente, era del tamaño de una vuelta al mundo como en los parques de diversiones. Estaba excepcionalmente bien pulida, con un marco de plata y elegantemente sujetada a un mango de madera. En actitud trágica, levantó la lupa y la dejó caer con violencia haciendo estallar la lente. Las torres temblaron y el profeta desapareció en los mares amarillos de la noche.
Pero los trozos de vidrio de la lupa mágica cortaron las casas, cortaron a las personas, a los animales, a los trapecistas, a las minas y a todos los infieles, de modo que el número de castrados aumentaba día a día.
Verano de 1914. Una comunidad extravagante de poetas presiente un ominoso porvenir y toma a tiempo la decisión de poner a salvo a su insigne caballo de calesita Johann. De cómo Johann primero se niega y después