Trampa para un corazon - Helen Brooks - E-Book

Trampa para un corazon E-Book

Helen Brooks

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Beschreibung

Julia 1018 Hawk Mallen no sólo asumió la dirección de la empresa en la que trabajaba Joanne, sino que también quisó tomar las riendas de la vida de ésta. Ahora que tenía el poder, daba la impresión de que quería que la relación con su nueva ayudante fuera más allá de lo estrictamente laboral… Joanna se negaba a tener una aventura con su arrogante y atractivo jefe; aunque en su nuevo puesto estaría a las órdenes de Hawk día y noche. ¡Y las noches resultaban cada vez más tentadoras!

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 1999 Helen Brooks

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Trampa para un corazón, JULIA 1018 - agosto 2023

Título original: MISTLETOE MISTRESS

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo, Bianca, Jazmín, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411801270

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

A QUÉ vienen esas caras tan largas? No habrá pasado nada mientras he estado fuera —preguntó Joanne, cuya amplia sonrisa inicial se desvaneció al captar el ambiente de descontento que reinaba en la oficina.

—¿No… no te has enterado?

—Enterarme, ¿de qué? —quiso saber Joanne—. ¿De qué, Maggie?

—De lo que ha pasado.

—Maggie…

—De la absorción, y de lo del señor Brigmore… y de todo —Maggie dio media vuelta sobre su silla giratoria y miró a los otros seis compañeros, ninguno de los cuales parecía dispuesto a ayudarla, convencidos de que Maggie podía terminar de explicar ella sola lo que ya había comenzado.

—¿Qué absorción? Maggie, no tengo ni idea de qué me estás hablando —dijo Joanne con paciencia, sabedora de que la rudeza no servía de nada con Maggie—. ¿Y qué pinta el señor Brigmore en todo esto?

—No pinta nada, ya no —respondió Maggie con expresión seria—. El señor Brigmore ya no trabaja… le han dado la jubilación anticipada, o algo así. Todo pasó el jueves pasado, cuando anunciaron la absorción. Te dejé un mensaje en el contestador…

—Todavía no me he acercado a casa. He pasado la noche con una amiga… —Joanne se quedó sin palabras al asimilar la trascendencia de las palabras de Maggie—. ¿Me estás diciendo que lo han despedido? Porque si es eso lo que me estás diciendo, no me lo puedo creer. ¿A quién han puesto en sustitución?

—A un familiar del magnate que ahora es dueño de la empresa — respondió Maggie con tono despectivo. ¿De modo que el nepotismo empezaba a funcionar en Concise Publications? ¿Y todo eso había sucedido durante el mes en el que había estado viajando alegremente por Europa, en un encuentro con viejos amigos de la universidad?

Había oído hablar del espíritu de esas grandes empresas que absorbían a otras más pequeñas y se quitaban de en medio a los trabajadores mayores sin piedad; pero nunca lo había vivido de cerca en los nueve años que llevaba trabajando. Y el hecho de que Charles fuera la víctima…

Joanne se sintió indignada. Charles era esa figura paternal que le había dado la oportunidad que ella había estado buscando desde que se había licenciado, al elegirla antes que a otros candidatos más cualificados, ansiosos por obtener el puesto de ayudante editorial del director general de Concise Publications.

Él había sido su tutor, su modelo y, sobre todo, su amigo… él y su esposa Clare, la cual le había dado la bienvenida y la había tratado como si formara parte de la familia. ¿Y lo habían despedido? Seguro que por algún joven arribista que no sabría hacer ni la o con un canuto.

—¿Hombre o mujer? —preguntó por fin.

—Hombre —respondió Maggie, que sabía lo mucho que Joanne apreciaba al ya ex director general—. Se llama Mallen, Hawk Mallen.

—¿Hawk Mallen? —repitió Joanne con furia, sin advertir las señas que Maggie le estaba haciendo—. ¿Qué tipo de nombre es ése?

—Mi tipo de nombre, señora…

Una voz profunda sonó en un tono que le dejó la sangre helada. Joanne tardó varios segundos en darse la vuelta y, cuando por fin lo hizo, sabía que había metido la pata hasta el fondo. No porque le importara que la despidieran de un trabajo que le había encantado hasta esos momentos, sino porque a Joanne le habría gustado ser ella la que dimitiera, para marcharse con la cabeza bien alta.

—Crawford —respondió con altivez, mirando enojada al hombre moreno que tenía ante sí—. Y es señorita.

—Ah… sí, por supuesto. Usted es la antigua ayudante de Charles. Encantado de conocerla —dijo él en un tono frío, autoritario y amenazante—. ¿Le importa acompañarme para que le ponga al corriente de los últimos cambios en la empresa?

—¿Por qué se toma la molestia? —preguntó Joanne con desabrimiento, incapaz de mostrarse respetuosa con su superior.

Aquel hombre llevaba un traje que debía de haber costados varios meses del sueldo de Joanne, muestra evidente de sus aires de superioridad. Apestaba a dinero y poder; le transpiraba por cada poro de su piel y cada gesto que hacía. Se trataba, sin duda, de un hombre acostumbrado a que lo obedecieran sin encontrar oposición… Pues ella no estaba dispuesta a dejarse intimidar por el culpable de que hubieran expulsado a la única persona del mundo por la que sentía verdadero afecto; aparte de Clare, por supuesto. Pero Charles era Charles…

—¿Por qué no iba a tomármela? —replicó Hawk, quien la agarró por un brazo y tiró de Joanne hacia su despacho.

—¿Se puede saber qué hace? —explotó Joanne, su cara se estaba enrojeciendo de cólera, adquiriendo un color a juego con su cabello pelirrojo—. ¿Cómo se atreve a ponerme la mano encima?

—Estoy intentando que no haga el ridículo más de lo que ya lo ha hecho —contestó Hawk en tono insultante.

—Oiga usted…

—¡No, maldita sea! ¡Oiga «usted»! —la interrumpió Hawk con autoridad, al tiempo que la obligaba a sentarse frente a su mesa de trabajo. Luego se sentó sobre la superficie de ésta y la miró con sus penetrantes ojos azules—. Estoy intentando hacer esto por las buenas…

—¿Igual que con el pobre Charles? —atajó Joanne.

—¡Señor, qué paciencia! —Hawk cerró los ojos un segundo, se pasó una mano por su corto y negro cabello y prosiguió con voz firme—. ¿Es que voy a tener que amordazarte?

—No te atreverás —le respondió Joanne, con el mismo tuteo irrespetuoso que Hawk había empleado con ella.

—Ponme a prueba y verás. Tú abre esa boca tan linda una sola vez más antes de que termine de decir lo que tengo que decir y te aseguro que lo haré encantado.

Joanne abrió la boca con intención de contraatacar, pero al ver el pañuelo azul que Hawk estaba sacándose del pantalón, decidió cerrarla. ¡El muy cerdo y arrogante!

—Me hago una idea de los calificativos que estarán pasando por tu cabeza en estos momentos —prosiguió Hawk—; pero lamento decirte que tendrás que guardártelos para cuando yo no esté delante. Y ahora, ¿dónde estábamos? Ah, sí, intentaba evitar que hicieras el ridículo: Charles te ha dejado mensajes por media Europa, y cuando vayas a tu casa, encontrarás una carta en la que te explica con detalle la absorción de Concise Publications por parte de Mallen Books. Porque después del bochornoso número que has montado ahí fuera, supongo que no la habrás leído todavía, ¿verdad? —añadió, enarcando ambas cejas y esbozando una sonrisa burlona.

Joanne no supo qué responder, pero tampoco parecía que Hawk hubiera esperado respuesta alguna, pues no tardó en proseguir con su monólogo:

—Te sugiero que vayas a casa y leas esa carta. Date una vuelta y habla un rato con Charles, haz lo que sea necesario para que te calmes y después ya hablaremos con tranquilidad.

—¿Me estás despidiendo? —preguntó con odio.

—¿Es que nunca escuchas lo que se te dice? —preguntó Hawk, exasperado. Tomó aire y denegó con la cabeza—. Eres una mujer muy inteligente, Joanne Crawford. Lo sé por tu expediente y por lo bien que Charles me ha hablado de ti. He visto parte de tu trabajo y es realmente impresionante; así que no me explico qué demonios le ha pasado a tu inteligencia durante esa gira que has dado por Europa. ¿Es que estás dispuesta a renunciar a tu trabajo, y a su estupendo sueldo, por un simple arrebato?, ¿porque no estabas presente cuando todo ha sucedido? Sé que Charles te respeta como empleada y como persona; pero tuvo que tomar una decisión rápida acerca de nuestra oferta y, simplemente, tú no estabas localizable para consultar contigo. ¿Está claro?

¿Es que ese hombre pensaba que estaba resentida porque no le habían pedido su opinión acerca de la absorción? Joanne lo miró asombrada, incapaz de creer lo que estaba oyendo.

—¿Está claro? —insistió Hawk.

—Me importa un rábano que tu empresa haya absorbido la nuestra — replicó enojada—. No se trata de eso en absoluto.

—¿De veras? —Hawk esbozó una sonrisa que no tenía nada de sonrisa.

—Sí, de veras. Lo único que me molesta es cómo os habéis deshecho de Charles. Esta empresa era toda su vida y no me digas que no sé de qué estoy hablando —lo advirtió Joanne, al ver que Hawk hacía ademán de intervenir—. Conozco a Charles mucho mejor que tú, y dejar esta empresa sería como abandonar a su propio hijo. Él fundó Concise Publications y consagró toda su vida a ella; y ahora llegas tú y te lo quitas de en medio como si nada.

—No entiendes nada…

—Por favor, no me cuentes historias —atajó Joanne—. Te has librado de Charles y estoy segura de que no será el último en marcharse. Pues te lo voy a poner fácil: dimito. No tengo la menor intención de seguir trabajando para la nueva administración, ¿está claro? — preguntó ahora ella.

—No puedo creerme esta conversación —dijo Hawk, empujando a Joanne para que ésta no se levantara—. Y quédate sentada, maldita sea. Todavía no he terminado de hablar —añadió furioso.

—Pero yo sí —replicó Joanne, la cual volvió a levantarse, sin hallar oposición esta vez.

—¿Cómo es posible que alguien que parece tan frágil sea tan intratable? —se preguntó Hawk en voz alta—. Me he encontrado con mujeres difíciles en alguna ocasión, pero lo tuyo no tiene nombre —añadió, poniéndose firme. Joanne lo miró de pie, todo recto, y se sintió diminuta frente a aquel hombre de espaldas anchas y mucho más alto que el metro sesenta y siete de ella. Claro que también sintió un magnetismo indefinido formidable.

—¿Has terminado ya? —preguntó Joanne con insolencia.

—¿De verdad vas a tirar la toalla porque crees que le hemos dado la patada a Charles? —replicó en un tono sospechoso—. Me pregunto qué tipo de relación tenías con tu jefe…

—No pienso dignarme a responder a ese comentario —contestó Joanne, y lo miró como si estuviera frente al mismísimo diablo. Luego salió del despacho de Hawk Mallen sin decir una palabra más.

Le gustó su estilo. Y, desde luego, era evidente que esa mujer tenía mucho carácter, pensó Hawk mientras la miraba salir de la oficina, en dirección al ascensor.

—¿Estás bien? —le preguntó, tres pisos más abajo, el portero del edificio.

—Sí, gracias —respondió Joanne, cuyo rostro reflejaba la tensión interior que estaba soportando.

Una vez en su pequeño coche rojo, permaneció sentada durante un minuto, tratando de encajar el giro tan brusco que acababa de dar su vida.

Debería haber llamado a Clare y a Charles la noche anterior; pero su vuelo de Francia había salido con retraso, de modo que había llegado demasiado tarde para hacerlo. Además, no había querido abusar de la hospitalidad de su amiga Melanie y tener una larga conversación telefónica desde la casa de ésta.

Y ya era demasiado tarde. Le resultaba irónico que todo hubiese sucedido durante las únicas vacaciones que se había tomado desde hacía años, pensó mientras arrancaba.

Decidió acercarse a casa de Charles antes que a la suya, para lo cual tuvo que atravesar el tráfico londinense bajo el amable sol de un día de septiembre.

A las diez había llegado a casa de su antiguo jefe, y cinco minutos después estaba sonándose la nariz con un pañuelo que Clare le había ofrecido.

—Lo siento, no pretendía romper a llorar delante de vosotros…

—Ha sido culpa nuestra, Joanne —dijo Clare mientras se la acercaba al regazo en un gesto maternal—. Tiene que haber sido una sorpresa muy grande para ti; pero no sabíamos cómo ponernos en contacto contigo. Cada vez que recibíamos una postal tuya era de un sitio diferente… Por cierto, ¿lo has pasado bien? —preguntó con desenfado.

—De maravilla.

—¿Y no te has enterado de lo de la absorción hasta esta misma mañana?

—¿No te lo ha explicado Hawk Mallen? —intervino Charles—. No podía negarme, Jo. Era una oferta muy buena. Además… últimamente no me encontraba muy bien; pensé que era el momento de retirarme para poder disfrutar con mi mujer unos años antes de hacernos demasiado viejos.

—¿Qué es eso de que no te encontrabas muy bien? —preguntó Joanne, alarmada.

—No te lo habíamos dicho por lo mismo que no se lo hemos dicho a nuestros hijos. No queríamos que os preocuparais. Pero hace tres meses, cuando Charles faltó una semana al trabajo, no tuvo una gripe, como dijimos, sino un pequeño infarto —reveló Clare.

—¿Por qué no me avisasteis? —insistió Joanne.

—Ya tuve bastante con soportar a Clare —bromeó Charles.

—¿Hace cuánto que recibiste la oferta? —acertó a preguntar Joanne, que no salía de su estupor.

—Dos meses —contestó Charles—. Aunque no terminó de tomar cuerpo hasta una semana después de que te fueras a Europa. No pude rechazarla, Joanne. Hawk Mallen sabe todo lo que hay que saber en el mundo de la publicidad y, además, es un empresario muy brillante. Él representa el futuro, yo soy el pasado. Yo no habría hecho más que interferir en sus nuevas estrategias y habría sido perjudicial para los dos —añadió.

—Entiendo —dijo Joanne, a quien se le cayó el corazón a los pies, al comprender que había sido Charles el que había insistido en dejar la empresa. De pronto era consciente del ridículo tan espantoso que había hecho con Hawk Mallen, que debía de estar riéndose de ella todavía.

Después de charlar un rato más con Charles y Clare, se fue a su casa, mucho más tranquila que una hora antes. Tenía veintinueve años y, después de todo, quizá era un buen momento para introducir algún cambio en su vida. El viaje por Europa le había hecho darse cuenta de que había todo un mundo por descubrir, y quizá su actual situación se lo permitiría.

Se había sentido protegida y contenta durante los anteriores años, acogida en el seno familiar de Charles y Clare; pero Joanne sabía que de esa forma no lograría nunca nada más. Y ella era ambiciosa.

No quería casarse ni tener una pareja formal, perspectiva cuya sóla idea la espantaba; pero le hacía ilusión viajar, conocer nuevos sitios, nuevas culturas, trabajar en ambientes diferentes. Y ahora podía hacerlo; ahora que había roto con Concise Publications nada volvería a ser igual.

Desde su espacioso estudio abohardillado se veían una miríada de tejados. Abrió la puerta y la luz que iluminaba el cielo se coló por las ventanas para darle la bienvenida. ¿Sería capaz de abandonar esa casa, el primer hogar en el que se había sentido feliz y segura?

Abrió las puertas correderas y salió a una terracita en la que solía comer durante la primavera y el verano. Notó que las flores de las macetas estaban vivas, lo cual debía agradecérselo a su vecina de abajo, que le había prometido regarlas todas las noches durante su ausencia.

De repente sonó el teléfono y Joanne fue corriendo a su dormitorio. Descolgó el auricular y respondió casi sin aliento, segura de que sería Clare, que la llamaba para asegurarse de que había llegado a casa sin contratiempos.

—¿Señorita Crawford? —preguntó una voz tan profunda como inconfundible—. Soy Hawk Mallen.

—Sí… ¿Hawk Mallen? —repitió Joanne. Tomó aliento y trató de serenarse para que la voz no le temblara tanto como las piernas. Decidió sentarse.

—¿Está ya al corriente de los detalles de la absorción de Concise Publications por parte de mi empresa? —le preguntó de usted, quizá por la distancia del teléfono.

—Creo… creo que sí. Sólo quiero decir que no sabía… Bueno, soy consciente de que me precipité y…

—Señorita Crawford, no he llamado para exigirle disculpas, si eso es lo que piensa; aunque tomo nota y las acepto.

Joanne parpadeó y sintió un cosquilleo inquietante en el estómago. Era un hombre increíble: a pesar de los kilómetros de distancia que los separaban, su aura se había colado en su habitación y le ponía los nervios de punta.

Después de que Charles hubiera aceptado que Joanne no estaba dispuesta a volver a su antigua empresa, él le había contado diversas anécdotas sobre Hawk Mallen. Y a medida que ella las escuchaba, había comprendido que nunca habría podido trabajar para ese hombre implacable. Era el típico adicto al trabajo, frío, imperturbable, cuya fama se debía en exclusiva a sus méritos y esfuerzos, pues no había aceptado ayudas de sus familiares. De hecho, Charles estaba convencido de que Joanne debía de haber sido la primera persona que le había hablado en aquel tono tan cortante.

—Señorita Crawford, ¿sigue ahí?

—Sí, sí —respondió ella, tras salir de un estado de trance—. Gracias por…

—Me gustaría verla en privado. Creo que los empleados ya se han divertido bastante con el espectáculo de antes —dijo con una voz sedosa que la pilló por sorpresa—. Y, a ser posible, antes de mañana. ¿Le parece bien esta noche?

—¿Esta noche? —repitió con un grito de alarma—. No creo. Acabo de volver de vacaciones y tengo que hacer unas cuantas cosas. De veras, no puedo…

—¿Digamos a las ocho en punto? —la interrumpió, con una mezcla de delicadeza, intimidación y arrogancia en su tono de voz.

—Francamente, no creo que tenga sentido, señor Mallen —replicó Joanne, con firmeza en esta ocasión—. Puedo pasarme por la oficina cuando le convenga, recoger el finiquito y solucionar algunos asuntos pendientes para los que pueda necesitarme. Estoy dispuesta a ayudar…

—En tal caso, vendrá a verme esta noche —insistió Hawk—. No le estoy pidiendo una cita; sólo quiero que discutamos unas cuestiones de negocios mientras cenamos.

—Pero…

—Entonces, hecho. La espero a las ocho —zanjó Hawk, justo antes de colgar.

Joanne se quedó un minuto mirando el auricular. Luego lo colgó y trató de comprender lo que había oído: ¿es que el señor Mallen la estaba invitando a cenar? No podía creérselo. De ninguna manera. Tenía que consultarlo con Charles.

—¿Charles Brigmore? —respondió éste.

—Charles, no te imaginas lo que ha pasado —arrancó ella—. ¿Charles? Di algo —añadió, al ver que su amigo guardaba silencio.

—Hawk Mallen te ha llamado para que cenes con él y tú has aceptado, no me digas más —respondió Charles—. Pero, ¿por qué lo has hecho?

—En realidad no he aceptado nada. Más bien, me lo ordenó.

—Pues da marcha atrás —contestó él con sencillez—. No sabes dónde te estás metiendo, Jo.

—Me hago una idea —respondió Joanne—. Pero por eso te llamo. No entiendo por qué quiere verme después del número que le he montado. No parecía muy contento cuando lo dejé plantado.

—Ya me imagino.