Una propuesta sospechosa - Helen Brooks - E-Book

Una propuesta sospechosa E-Book

Helen Brooks

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Beschreibung

Essie conoció a Xavier Grey en una boda. Ella era la dama de honor de la novia y él un pariente lejano del novio. No se conocían de nada, pero por alguna extraña razón, Xavier parecía desaprobar la conducta de Essie. Esta, por su parte, estaba decidida a no darle la mayor importancia. Coquetearía con él, y después de la boda no volvería a verlo nunca. Pero Xavier se dedicó a perseguirla. Un hombre rico y atractivo como él, estaba acostumbrado a conseguir cuanto quería… ¡Y había decidido que quería a Essie!

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 2000 Helen Brooks

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Una propuesta sospechosa, n.º 1139- agosto 2022

Título original: A Suspicious Proposal

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1141-082-3

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Essie pocas veces se había encontrado peor. Aquello era un desastre. ¿Por qué diablos habría tenido que terminar aquel cóctel de gambas cuando desde el primer bocado se había dado cuenta de que no sabía bien? Era una estúpida. Una perfecta estúpida.

—Y tú, Christine Harper, ¿tomas a Enoch Charles Brown por esposo?

¿Enoch? Por un momento, Essie dejó de preocuparse por el estado de su estómago para concentrarse en la pareja que estaba en el altar. Así que el bueno de Charlie se llamaba Enoch. Al parecer había decidido mantener oculto aquel dato cuando estudiaba veterinaria. Y realmente no podía culparlo por ello. ¿Pero sabría ya Chris que aquel era el primer nombre de Charlie?

Justo en ese momento, Christine miró con adoración al que estaba a punto de convertirse en su marido y Essie concluyó que daba lo mismo que lo supiera o no. Su amiga había estado perdidamente enamorada de aquel veterinario desde la primera vez que había posado sus ojos en él.

Mientras el vicario continuaba la ceremonia, Essie rezaba para que terminara cuanto antes. Las pastillas que la madre de Christine le había dado habían conseguido detener el efecto del marisco en mal estado en su estómago, pero después de haber pasado la noche en vela y no haberse atrevido a desayunar, comenzaba a sentirse de forma extraña.

Habría dado cualquier cosa por poder quitarse los zapatos de tacón. La apretaban con locura. Intentó aliviar el dolor subrepticiamente, moviendo los dedos, pero estuvo a punto de perder el equilibrio en el proceso. Solo la mano rápida de Janice, la prima de Christine, evitó que terminara abalanzándose sobre la pareja de novios.

Y fue precisamente cuando estaba sonriéndole a Janice para agradecerle su ayuda cuando se fijó por primera vez en él. Estaba mirándola atentamente desde uno de los primeros bancos. Era un hombre alto y tan musculoso que Essie dudaba de que tuviera un gramo de grasa en todo su cuerpo. Su pelo, negro como el azabache, y su piel bronceada, realzaban el azul plateado de sus ojos.

Y fueron sus ojos los que hicieron que Essie se tensara. Porque reflejaban desaprobación. No, más que eso, se corrigió a sí misma en silencio: aquella mirada era, definitivamente, mordaz.

¿Cómo se atrevería a mirarla de esa forma?, se preguntó furiosa. Era la primera vez que veía a aquel hombre. Estaba completamente segura. Porque en caso contrario, no habría podido olvidarlo.

Pero los nervios no iban a ayudarla a mejorar ni el estado de su estómago ni el mareo, así que intentó concentrarse en la escena que estaba teniendo lugar ante ella. En ese momento, el sacerdote les estaba indicando a los novios, a sus respectivos padres y al padrino, que lo siguieran a la sacristía, así que Essie aprovechó para sentarse y descansar sus temblorosas piernas, bendiciendo en silencio que la sacristía fuera demasiado pequeña para que cupieran también las damas de honor.

¿Quién sería aquel tipo que la miraba? Aprovechando que una de las cantantes del coro estaba cantando Love Found a Way a un volumen capaz de hacer temblar las vidrieras, Essie le susurró a Janice:

—No mires, Jan, pero hay un hombre en el segundo banco… uno muy alto. ¿Lo conoces?

—¿Te refieres a Xavier Grey? —Janice ni siquiera lo dudó—. Es magnífico, ¿verdad? No es exactamente guapo, pero tiene algo que lo hace especial.

—¿Entonces lo conoces?

—He oído hablar de él. Por lo visto es el primo de Charlie —le dio un codazo en las costillas y se echó a reír—, o quizá debería decir de Enoch. Primo segundo o una cosa así. Tía June, la madre de Christine, me contó que hubo una pelea familiar hace años y que esta boda ha sido como una especie de reconciliación.

—Ya —Essie asintió y se acercó un poco más a su amiga, para escuchar lo que continuaba diciéndole—. ¿Qué dices?

—Te decía que ya me había fijado en que estaba sentado con los parientes más cercanos. ¿Sabes? Ese tipo es apestosamente rico, supongo que es por eso.

—¿Qué tiene eso que ver?

—Bueno, a mí me parece obvio —musitó Janice suavemente—. Los padres de Charlie quieren estar a buenas con él ahora que todo el mundo ha hecho las paces: a nadie le viene mal un millonario en la familia.

—¿De verdad es millonario?

—Claro que es millonario —Janice suspiró con nostalgia—. No es justo. Alguna mujer con suerte se quedará con todo: podrá disfrutar de una vida cómoda y confortable sin hacer absolutamente nada y todos los días al despertarse encontrará a Xavier Grey en su cama.

—A lo mejor es un tipo repugnante.

—A un hombre con su aspecto y con tanto dinero estoy dispuesta a perdonárselo todo —replicó Janice sonriente. Justo en ese momento, terminó la canción y la pareja de recién casados salió de la sacristía.

La siguiente hora consistió en una interminable sesión fotográfica bajo los cerezos florecidos que rodeaban la iglesia. Aunque Essie se encontraba un poco mejor, le suponía un gran esfuerzo sonreír y comportarse con normalidad cuando el estómago no paraba de rugirle como un oso herido. Pero por lo menos, para cuando llegó el momento de montar en el coche que iba a llevar a las dos damas de honor al lugar de la recepción, el aire fresco de mayo le había quitado el mareo.

Nada más llegar al hotel, Essie se sentó y se quitó los zapatos.

Pero no pudo relajarse prácticamente ni un segundo. Porque casi inmediatamente, sus ojos se cruzaron con la penetrante mirada que había conseguido evitar durante la última hora. Y entonces se dio cuenta de que desde que lo había visto por primera vez, en todo momento había sido consciente de Xavier Gray. Este había estado observándola y la calidad de su escrutinio no había variado, continuaba mirándola con desprecio.

¿Qué diablos le pasaba a aquel tipo? Se comportaba como si la conociera y supiera que había hecho algo terrible. ¿La estaría confundiendo con otra persona? Desde luego, aquella era la única explicación posible para justificar su conducta.

A pesar del despliegue de lujo que los rodeaba, la comida fue mediocre, pero Essie consiguió probar varios bocados de cada plato, los suficientes para no llamar la atención. Estaba sentada al lado del padrino, el hermano de Christine, cuya mujer, a la que adoraba, estaba en estado. Durante la mayor parte de la comida, él la estuvo entreteniendo con todo tipo de detalles sobre las clases para la preparación del parto y los libros de bebés que había leído. Tenía tanta gracia al contarlo que los dos terminaron riendo a carcajadas. Y Essie tenía la absoluta seguridad, sin mirarlo siquiera, de que Xavier Gray no dejaba de mirarla.

Una vez cortada la carta y hecho el brindis por los recién casados, los novios salieron a bailar. Al cabo de unos minutos, Essie se descubrió a sí misma mirando emocionada a su amiga.

Se alegraba de que todo le hubiera salido bien, pensó con emoción. Se alegraba de verdad. Charlie era un tanto inestable cuando estaba en la universidad y Essie había llegado a temer que estuviera jugando con su amiga. Pero allí estaba, completamente entregado a su resplandeciente esposa. Christine había visto así cumplido su más intenso deseo: había llegado a convertirse en la señora Brown. El clásico final feliz, clásico y poco frecuente en aquella época. Essie apartó inmediatamente aquel cínico pensamiento de su mente y dio un largo sorbo a su tónica.

—Yo tendría cuidado con eso en tu lugar.

Una voz, grave, sensual y con un marcado acento canadiense, hizo volver a Essie la cabeza. Al descubrir a su interlocutor, la sonrisa se le quedó helada en el rostro.

De cerca, Xavier Gray era mucho más grande de lo que había pensado. Debía de medir cerca de dos metros, pero no fue su altura, sino la dureza que de él emanaba lo que la dejó prácticamente sin respiración.

—¿Cuidado con…?

Xavier señaló hacia el vaso que la joven tenía en la mano y dijo con voz fría y apremiante.

—Se supone que el champán se debe beber poco a poco, no como si fuera un refresco.

¿Champán? ¿Había confundido la tónica con champán? ¿Cómo se atrevía a hacer una suposición de ese tipo? Y, en cualquier caso, no era asunto suyo lo que ella bebiera o dejara de beber.

—Lo siento, pero…

—Ya sé que la fiesta de despedida de la boda fue divertidísima. Pero terminar bailando encima de la mesa en un pub es una cosa y hacerlo durante la celebración de una boda otra muy distinta. En la iglesia era evidente que estabas bajo los efectos de la resaca. ¿No crees que, aunque solo fuera por Christine, deberías intentar comportarte adecuadamente el día de su boda?

Essie se quedó mirándolo fijamente. Estaba demasiado estupefacta para decir nada. Había sido Janice la que había bebido demasiado durante la despedida de soltera la noche anterior; pero, como la propia Janice había dicho alegremente mientras se vestían aquella mañana, tenía un estómago de hierro y jamás se levantaba con resaca.

Xavier Gray sonrió y dijo en un tono odiosamente condescendiente.

—Tengo entendido que estás estudiando teatro, Janice. ¿Tienes ganas de subir al escenario? —fijó la mirada en los rizos dorados que enmarcaban el cremoso rostro de Essie.

Essie abrió la boca para advertirle de su error, pero la cerró al comprender lo que las palabras de Xavier Grey indicaban. Xavier había sido informado de las travesuras de la noche anterior por uno de sus parientes y cuando las había visto a ella y a Janice, inmediatamente le había colgado la etiqueta de frívola estudiante universitaria que trabajaba media jornada como camarera. ¿Pero por qué? Essie estudió las facciones marcadas del hombre que tenía frente a ella. La respuesta era evidente. Al igual que otros muchos, Xavier Gray la veía como a la típica rubia atractiva que tenía que ser necesariamente tonta.

Durante toda su vida, había estado luchando contra aquella mentalidad de un cierto sector del sexo opuesto. Era algo que la irritaba, la irritaba de forma insoportable. Pero nunca la había irritado tanto como en ese momento. Algunos hombres, cuando descubrían que era más inteligente que ellos, se lo tomaban como una especie de insulto personal. Pocos se imaginaban que tras aquella fachada se escondía una veterinaria con un currículum que muchos envidiarían.

—¿Subir a un escenario?

—Bueno, a lo mejor tienes miras más altas. ¿Como Hollywood quizá?

Oh, sí, definitivamente la había catalogado como una jovencita atractiva que aspiraba convertirse en estrella. Lo próximo que le iba a decir era que conocía a un productor en Hollywood y le propondría que salieran algún día para hablar sobre ello.

—¿A Hollywood? —preguntó con voz tan melosa que por un momento pensó que estaba exagerando. Pero al parecer, Xavier Gray se lo tragó—. ¿Yo? —hizo un puchero, convirtiendo sus labios en una invitación tan vieja como el mundo—. Te estás burlando de mí.

—En absoluto —contestó él caballerosamente—. Estoy seguro de que con un poco de determinación se puede conseguir todo lo que se desea.

No era precisamente determinación lo que a ella le faltaba, pensó Essie, decidida en ese momento a darle a Xavier Gray una lección que jamás olvidaría.

—¿De verdad lo crees? —pestañeó varias veces antes de alzar hasta su rostro sus profundos ojos violetas.

—Claro que sí. Mira a Christine y a Essie —dijo Xavier quedamente, mientras se sentaba en el asiento que el hermano de Christine había dejado vacío para ir a bailar con su esposa—. Hace unas décadas, una mujer veterinaria era una excepción, pero ahora son cada vez más las mujeres que estudian esa carrera y la ejercen. Por supuesto, hay otras que se de deciden por carreras… menos peligrosas, físicamente —añadió suavemente, deslizando la mirada por las delicadas curvas de Essie.

—Tú crees que Essie es ideal para ese trabajo, ¿verdad? —preguntó Essie con fingida inocencia, abriendo los ojos de par en par—. Es muy fuerte.

—Estoy seguro —Xavier miró hacia Janice, que en ese momento bailaba un enérgico foxtrot con uno de los invitados—. Y encaja perfectamente con la profesión que ha elegido, al igual que tú con la tuya.

E igual que él encajaba perfectamente en el molde de un cerdo machista. Essie tuvo que bajar la mirada para que Xavier no advirtiera la rabia en sus ojos.

—¿Quieres que bailemos?

Evidentemente, había interpretado aquel desvío de la mirada como un gesto de coquetería. Essie echó sus rizos rubios hacia atrás y dijo con una sonrisa radiante:

—Me encantaría, gracias.

—Gracias a ti.

El coqueteo era obvio, pero circunspecto, pensó Essie con cinismo, mientras se levantaba. Tenía que admitirlo, a pesar de su dureza, aquel hombre era endiabladamente dulce cuando se lo proponía.

Mientras salían a la pista de baile, advirtió que algunas invitadas la miraban con envidia y se preguntó qué dirían aquellas mujeres si supieran lo que se proponía. Pero no lo sabían. Y, lo más importante, tampoco lo sabía Xavier Grey. Por supuesto, bastaría con que cualquiera la llamara por su nombre para descubrirla, pero con un poco de suerte, la farsa iba a poder continuar un rato más.

Pocos invitados la conocían. Pensó en ello mientras Xavier la abrazaba para empezar a bailar. Era amiga íntima de Christine casi desde que habían empezado la carrera, pero Essie solo había ido a ver a la familia de Christine en un par de ocasiones durante todos los años de universidad. Ella, al contrario que Christine, no tenía parientes ricos que pudieran apoyarla. Necesitaba trabajar durante los fines de semana y las vacaciones para pagarse los innumerables gastos que entrañaba aquella carrera que la apasionaba. Así que todavía tardarían algún tiempo en descubrirla.

Essie sonrió fríamente y le preguntó:

—Todavía no me has dicho cómo te llamas.

En los ojos de su acompañante apareció un repentino brillo de sorpresa que Essie consideró como un pequeño triunfo. Era evidente que pensaba que todo el mundo lo conocía, pensó con desagrado, antes de que él respondiera:

—Lo siento, no sé cómo he podido ser tan descuidado. Supongo que debo haber asumido que tus tíos te habrían dicho los nombres del nuevo contingente que acaba de sumarse a la familia de Enoch —hablaba en tono irónico—. Me llamo Xavier Gray y estoy a tu entera disposición.

Essie sonrió dulcemente.

—Hola, Xavier.

—Hola, Janice —parecía estar intentando seducirla con aquella voz intencionadamente sensual. Y Essie se habría echado a reír si no hubiera sido por las repentinas campanadas de alarma que comenzaron a sonar en su cabeza. Xavier era un experto en seducción, ese era el problema, se dijo rápidamente. El calor de su voz, la dureza de sus facciones y el delicioso aroma de su colonia hacían de él un lobo disfrazado de cordero. Bueno, quizá su colonia no tuviera nada que ver, se dijo Essie casi al instante. Probablemente el problema fuera el mismo Xavier.

Se apoyó contra él, intentando ignorar lo perfectamente que encajaban sus cuerpos y lo bien que se sentía entre aquellos fuertes brazos.

—¿Cuántos años tienes, Janice?

En aquella ocasión, había un deje en su voz que Essie no era capaz de identificar. Inclinó la cabeza para mirarlo a los ojos:

—¿Quiere eso decir que esta familia de chismosos no te ha puesto al tanto de todo? Hace un momento habría jurado que conocías hasta el último detalle de la familia.

Xavier entrecerró los ojos y a Essie le dio un vuelco el estómago que en aquella ocasión no tuvo nada que ver con el cóctel de gambas.

—Los chismorreos de las familias son lo peor del mundo —susurró suavemente—. Pero gracias a ellos sé que tienes veinte años, estás soltera y decidida a introducirte en el terrible mundo del espectáculo, esta última apreciación es de ellos, no mía —añadió precipitadamente.

—¿Eso es lo que te han contado de la pequeña Janice Beaver? —preguntó con voz tentadora.

—Ajá.

—Entonces supongo que no tengo nada más que decir.

Xavier asintió lentamente y al cabo de unos segundos, le preguntó:

—¿Y tú, cuántos años crees que tengo yo?

—No sé, ¿treinta? ¿Treinta y uno? —sugirió con una simpática sonrisa. En realidad parecía estar más cerca de los cuarenta, pero decirlo no le hubiera beneficiado en nada.

—Estás mintiendo —le sonrió y, una vez más, Essie sintió que su cuerpo respondía al encanto letal de aquel hombre—. Tengo treinta y tres —dijo suavemente—, pero sé que parezco algo mayor.

A Essie no se le ocurría nada qué decir, así que pestañeó nuevamente y se encogió suavemente de hombros.

—Yo no le doy mucha importancia a eso de la edad —dijo al fin con coquetería. En ese momento, cambiaron las luces de la pista de baile y comenzó a sonar una animada melodía—. Prepárate —le advirtió a Xavier—. Christine se ha resignado a que los tres primeros bailes fueran piezas lentas, pero a partir de ahora es ella la que elige, así que no te esperes nada más suave que un rock and roll.

—Magnífico. En ese caso, creo que ha llegado el momento de tomar una copa —se separó de ella, pero le tendió la mano para que lo siguiera hacia el bar donde, para espanto de Essie, estaban el hermano de Charlie y su esposa, junto a un pequeño grupo de amigos.

—Te esperaré aquí —se apartó a una pequeña alcoba.

—De acuerdo. Antes has ido un poco lejos, ¿no crees?

—¿Perdón? —se quedó mirándolo fijamente, sin comprender lo que pretendía decirle.

—Con Edward —señaló disimuladamente al hermano de Charlie—. Durante la comida he visto que os lo estabais pasando muy bien. Supongo que su mujer se ha quejado, ¿no?

—¿Qué? —lo de aquel hombre era realmente increíble. No solo la había tomado por la típica coqueta sin una gota de cerebro en la cabeza, sino que pensaba que se dedicaba a robarles el marido a las demás. Aquel tipo era un obseso. Sabía que debía estar roja como la grana, el genio siempre la afectaba de aquella manera, pero justo cuando abrió la boca para decirle a Xavier lo que realmente pensaba de él, una visión vestida en malva y rosa brillante, descendió sobre ellos. Se trataba de una mujer con los labios pintados de rojo intenso que ya le estaba explicando efusivamente a Xavier lo maravilloso que había sido encontrarlo allí.

Xavier fue educado con ella, pero acompañó su voz con un tono de frialdad y sarcasmo que alejó rápidamente a la recién llegada. Aun así, aquella interrupción le proporcionó a Essie unos segundos valiosísimos para dominar su lengua. Ya se las pagaría Xavier por lo que acababa de decirle. Pero todavía no; quería llevar su farsa todo lo lejos que pudiera. ¿Qué derecho tenía aquel tipo a juzgar a nadie? Estuvo a punto de pedirle un whisky doble o algo parecido que se ajustara a la imagen que aquel millonario se había hecho de ella, pero su estómago no resistiría nada más fuerte que una tónica.

Cuando Xavier regresó a su lado, se sentaron en una mesa vacía y ella se despachó a gusto entreteniéndolo con algunas de las anécdotas que la propia Janice había contado la noche anterior sobre su vida en la universidad, especialmente las más provocadoras.

Aun así, no consiguió desencadenar la reacción que esperaba, admitió al cabo de un rato. El gesto de desaprobación de Xavier era inconfundible.

—Si sigues jugando con fuego, terminarás quemándote —dijo con dureza.

Curiosamente, era lo mismo que la propia Essie le había dicho a Janice la noche anterior. De modo que Essie aprovechó para repetir la frívola contestación que Janice le había dado a ella.

—La vida es para vivirla y quiero disfrutar cada minuto.

—Creo que eso ya lo has dejado claro.

—¿Y tú? —se inclinó hacia delante, lo suficiente para que Xavier pudiera apreciar su perfume. Una carísima fragancia que Christine y Charlie les habían regalado a las damas de honor—. ¿Qué me dices de ti? ¿Tú no crees en la diversión?

—Oh, sí, Janice, claro que creo en la diversión —dijo con voz peligrosamente seductora.

Las campanas de alarma volvieron a sonar. En aquel momento era ella la que estaba jugando con fuego. Y como no tuviera cuidado, iba a quemarse. Un escalofrío, que no pudo distinguir si era de miedo, excitación o deseo, le recorrió la espalda, a la vez que se encendía un fuego extraño en su corazón.

—Entonces eres como yo —dijo con una ligera ronquera que en aquella ocasión no fue fingida. Janice tenía razón cuando había dicho que Xavier Grey tenía algo. Y ese «algo» era, sencillamente, letal. Podía llamársele sex appeal o magnetismo animal, pero el caso era que sabía cómo utilizarlo, pensó Essie. Pasaba de ser un hombre frío y distante a convertirse en el más fascinante y encantador en cuestión de décimas de segundo.

—Mira, creo que voy a dar una vuelta —se levantó bruscamente, sin querer admitir que era debido al pánico—. Hemos estado hablando cerca de una hora y una dama de honor tiene ciertos deberes con los que cumplir.

—Por supuesto —Xavier se levantó y asintió educadamente—. Solo una cosa…

—¿Sí?

—Vuelve conmigo —susurró con una voz suave y profunda que avivó el calor que ya anidaba en el interior de Essie.

Lo cual era completamente ridículo, se dijo con fervor. Xavier Grey era un hombre de mundo, un soltero millonario que estaba acostumbrado a que las mujeres lo acosaran y un encuentro como ese no significaba nada para él, se decía nerviosa, mientras se acercaba al lugar en el que Janice estaba sentada.

—Ya veo que has hecho una conquista —comentó Janice divertida—. No ha apartado los ojos de ti en todo el día.

—No —Essie miró a Janice y, tras unos segundos de vacilación, se dejó caer a su lado—. En realidad, Jan, esto no es lo que parece.

—¿De qué estás hablando?

—De mí y de Xavier. Él cree que yo soy tú.

—¿Qué? ¿Y cómo diablos ha llegado a esa conclusión? ¿Y por qué no le has explicado quién eres?

—Bueno, el caso es… —en cuanto comenzó a explicárselo, a Janice comenzaron a brillarle lo ojos y, para cuando terminó su relato, la joven ya estaba riéndose abiertamente.

—Se lo merece. Y además, si piensas en su actitud, en realidad está ofendiéndome. Es posible que no sea un dechado de belleza, pero te aseguro que los chicos no se me dan nada mal.

—No lo he dudado ni por un segundo —Essie sonrió y ambas empezaron a reír a carcajadas.

—¿Y cuándo piensas decirle la verdad? —preguntó Janice cuando las risas se apaciguaron.

—No lo sé —se encogió de hombros—. Supongo que alguien me descubrirá tarde o temprano.

—Mira, Essie —Janice la miró a los ojos, con expresión extrañamente seria—, tienes que tener cuidado. Ese hombre tiene una fama terrible. Es el típico seductor que se olvida casi inmediatamente de sus conquistas. Jamás se vincula seriamente a nadie y le gusta jugar siempre con sus propias normas. Según tía June, sale constantemente con mujeres, pero en cuanto tiene la sensación de que la cosa empieza a ponerse seria, corta bruscamente. No es un hombre con el que te convenga tontear.

—No pretendo hacerlo, Janice. Por lo menos en ese sentido. Es un hombre arrogante, rudo, avasallador y…

—Maravilloso —la interrumpió Janice divertida—. Tienes que admitirlo, Essie. Xavier es sencillamente magnífico. Esa mezcla de frío control y rudeza es dinamita pura y si a eso le añades su aspecto y que está cargado de dinero… ¡se convierte en un auténtico afrodisíaco!

—Jan, eres terrible —la regañó Essie, pero no fue capaz de contener la risa. Janice era realmente original, una joven cariñosa, amable y divertida. Aunque la conocía desde hacía muy poco tiempo, le gustaba mucho. Y Janice tenía razón, era tan ofensivo para ella como para sí misma el que la etiquetara por su aspecto, pensó. Quizá Janice no fuera Marilyn Monroe, pero eso no significaba que no pudiera dedicarse al teatro.