Tu corazón en la boca - Natasha Campbell-McBride - E-Book

Tu corazón en la boca E-Book

Natasha Campbell-McBride

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Beschreibung

Si paras a cualquier persona en la calle y le preguntas sobre las causas de las enfermedades cardíacas, ¿sabes cuál será su respuesta?: la mantequilla, los huevos, la carne y las grasas. Esta infame hipótesis de la dieta y el corazón se propuso en 1953, y mientras científicos de todo el mundo comenzaban a poner en duda sus principios básicos, esa teoría estaba dando lugar a una poderosa campaña publicitaria contra el colesterol y las grasas. En este libro, la doctora Campbell-McBride aborda las enfermedades cardiacas causadas por la aterosclerosis —una enfermedad de la pared arterial que provoca el estrechamiento y la obstrucción de las arterias— y explora cómo prevenirla y revertirla. La autora esclarece el mito de la hipótesis de la dieta y el corazón, y explica que el colesterol no es el enemigo, sino una parte integral e importante de nuestras membranas celulares.

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Tu corazón en la boca

Qué son realmente las enfermedades cardiovasculares y qué podemos hacer para prevenirlas e incluso revertirlas

Dra. Natasha Campbell-McBride

Título original: Put Your Heart in Your Mouth. What Really is Heart Disease and What can we do to Prevent and even Reverse it.

Publicado por primera vez en el Reino Unido en 2007, por Medinform publishing, edición revisada 2016.

Acuerdo de publicación con Dra. Natasha Campbell-McBride (Natalya Nailyevna Campbell-McBride) de Medinform publishing.

© De esta edición:

Editorial Diente de León, S.L.U. 2024

Calle Santa Engracia, 17

28010 Madrid

www.editorialdientedeleon.com

Primera edición: mayo 2024

© del texto: Natasha Campbell-McBride, 2016

© de la traducción: Carmen Itamad Cremades Romero, 2024

ISBN eBook: 978-84-123669-2-1

La editorial Diente de León está comprometida con la ecología y la salud, lo que significa reducir al mínimo nuestro impacto medioambiental.

Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitido la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial.

La editorial agradece todos los comentarios y observaciones: [email protected]

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

I.LOS MITOS

1.La hipótesis de la dieta y el corazón

2.El colesterol: ¿amigo o enemigo?

II.¿QUÉ ES LA ATEROSCLEROSIS?

3.La aterosclerosis es un trastorno inflamatorio

4.¿Qué causa la aterosclerosis?

III.¿QUÉ HACEMOS?

5.¿Qué hay que hacer para prevenir la aterosclerosis, los ataques cardiacos y los ictus?

Primera medida. ¡Deja de comer alimentos procesados!

6.¿Qué deberíamos comer para prevenir la aterosclerosis y sus complicaciones letales?

Segunda medida. ¡Deja de contaminar tu cuerpo!

IV.ASUNTOS RELACIONADOS QUE DEBES CONOCER

7.¡Todas las enfermedades comienzan en el intestino!

8.¡No existe mayor ciego que un doble ciego!

CONCLUSIÓN

SELECCIÓN DE RECETAS

LECTURAS RECOMENDADAS

ÍNDICE ANALÍTICO

ÍNDICE DE RECETAS

NOTAS

INTRODUCCIÓN

Una nueva verdad científica no triunfa convenciendo a sus opositores […], sino más bien porque sus opositores terminan muriendo y una nueva generación familiarizada con ella madura.

MAX PLANCK,

médico alemán y Premio Nobel

Todos conocemos a alguien que padece enfermedades cardiacas o que ha muerto a causa de ellas. Las enfermedades cardiovasculares son la peste moderna. Oímos hablar de ellas en los medios de comunicación, cada vez que visitamos al médico y cada vez que conversamos con amigos. Se han convertido en un rumor de fondo y no nos detenemos a pensar qué demonios son las enfermedades cardiacas y si deberían preocuparnos.

Las personas pueden padecer problemas cardiacos muy diferentes, como fiebre reumática, defectos cardiacos congénitos, infecciones, tumores, cardiomiopatías, lesiones, daños causados por fármacos y otras toxinas y fallos cardiacos. Sin embargo, cuando la gente habla de «enfermedad cardiaca» se refiere a la enfermedad de las arterias coronarias (EAC). ¿Por qué? Porque es la asesina número uno del mundo occidental: más de un tercio de la población de los países desarrollados muere a causa de la EAC1,2. Pese a que la ratio de muertes provocadas por la EAC se ha reducido un poco en los últimos quince años, el número de individuos que contrae esta enfermedad continúa creciendo. Y, sin embargo, a comienzos del siglo XX la EAC resultaba tan extraña que los principales manuales de Medicina no la describían, porque los médicos prácticamente nunca la habían visto. Hoy se estima que unos diecisiete millones de personas mueren al año en todo el mundo a causa de enfermedades cardiovasculares, y el mayor incremento se produce en los países en desarrollo, donde las enfermedades cardiacas están adquiriendo proporciones epidémicas3.

SE CREE QUE LA ATEROSCLEROSIS ES LA CAUSA DE LA EAC

¿Qué es la aterosclerosis? Es una enfermedad de la pared arterial que conduce al estrechamiento y la obstrucción de la arteria. El estrechamiento se debe a la deformación esclerótica de la arteria y al desarrollo de parches en relieve, llamados «placas de ateroma», en el recubrimiento interior de la pared arterial4. En función del órgano que la arteria alimente, la aterosclerosis en sus paredes impedirá que la sangre fluya a él.

Hagamos un repaso de los órganos más afectados:

1.La aterosclerosis en las arterias que alimentan el corazón (las llamadas «arterias coronarias») da lugar a nuestro motivo de fallecimiento más común: la enfermedad de las arterias coronarias (EAC), la enfermedad sobre la que trata este libro.

2.Los daños que la aterosclerosis provoca en las arterias que alimentan el cerebro causan apoplejías*: nuestro tercer motivo de fallecimiento más común (tras el cáncer).

3.La aterosclerosis en las arterias periféricas desencadena la enfermedad vascular periférica, asociada a síntomas como dolores musculares, extremidades frías, úlceras y gangrena.

4.Los daños de la aterosclerosis en las arterias renales pueden derivar en presión arterial alta (hipertensión) y fallo renal.

5.La aterosclerosis en las arterias intestinales puede conducir a dolores abdominales severos y anomalías digestivas; también puede desembocar en la gangrena del intestino.

Dondequiera que la aterosclerosis se desarrolle, impide la circulación sanguínea y, por consiguiente, el funcionamiento de las órganos y los tejidos alimentados por esa arteria.

Las dos manifestaciones principales de la enfermedad de las arterias coronarias (EAC) son la angina de pecho y el infarto de miocardio (ataque al corazón).

La angina de pecho se produce cuando el lumen (el espacio interior) de la arteria coronaria se estrecha pero no se cierra. Así pues, cuando la persona está en reposo, el corazón puede lidiar con el suministro de sangre reducido. Sin embargo, cuando el individuo realiza alguna actividad física y la musculatura cardiaca tiene que emplearse a fondo, la arteria con aterosclerosis no es capaz de suministrarle la sangre suficiente. El resultado es un muy típico dolor opresivo en el pecho, detrás del esternón, que suele irradiarse al cuello y al brazo izquierdo, rara vez al brazo derecho*. En los estadios iniciales el dolor desaparece con el reposo. A medida que la enfermedad avanza, el afectado tiene que ingerir medicamentos (nitroglicerina u otros nitratos) para que las arterias se dilaten, la circulación sanguínea mejore y, por consiguiente, cese el dolor5.

El ataque al corazón o infarto de miocardio se produce cuando la arteria coronaria se cierra por completo y el suministro de sangre al corazón se detiene. Como resultado, la zona del corazón alimentada por esa arteria concreta muere. Puede sucederle a alguien que jamás ha experimentado síntomas cardiacos o a una persona que ha padecido angina de pecho durante años. Los ataques al corazón suelen manifestarse mediante un dolor de pecho agudo sin relación con actividad física alguna y que los nitratos no alivian. Generalmente el dolor viene acompañado por un miedo intenso, sudores fríos, náuseas y shock. En casos extraordinarios, los ataques al corazón pueden resultar silenciosos y producirse sin dolor. Casi la mitad de las personas que sufren un ataque al corazón mueren en las primeras dos o tres horas. Quienes logran superar las primeras horas tardan semanas en recuperarse. La cicatriz que les queda en el corazón puede derivar en arritmia, fallo cardiaco y otras complicaciones. La arritmia es una anomalía en la frecuencia cardiaca provocada por una perturbación en el sistema eléctrico del corazón. Tanto la angina de pecho como el infarto pueden desembocar en arritmia.

La medicina moderna ha desarrollado un arsenal de medios para ayudarnos a sobrevivir a la enfermedad de las arterias coronarias: diversos medicamentos, el baipás coronario, la angioplastia con balón e incluso el trasplante de corazón. En consecuencia, las muertes por enfermedades cardiacas se han reducido algo en los últimos quince años. Sin embargo, la medicina no tiene una cura que ofrecernos. Así pues, si padeces la EAC puede que necesites ayuda médica durante el resto de tu vida. Por consiguiente, la verdadera pregunta es cómo se previenen las enfermedades cardiacas. Para entenderlo, necesitamos saber cómo evitar caer presa de la auténtica peste moderna: la aterosclerosis.

La aterosclerosis se conoce desde hace siglos; Hipócrates y Galeno describieron sus síntomas. Rembrandt retrató con destreza a un anciano con aterosclerosis avanzada: venas recias y retorcidas visibles bajo la piel, un anillo de grasa amarillento alrededor del iris*, signos de una circulación pobre en la nariz y las mejillas, cúmulos de grasa amarillentos alrededor de los ojos (llamados «xantelasmas»), caída del cabello y piel seca.

Los estudios de autopsias han revelado que, en torno a los sesenta años, el cien por cien de las personas muestra algunos signos de aterosclerosis. Cuanto mayores nos hacemos, más características de la aterosclerosis acumulamos. Por consiguiente, la pregunta es si la aterosclerosis es una enfermedad o simplemente una parte normal del proceso de envejecimiento. Quizás sea una parte normal del envejecimiento, pero lo cierto es que cada vez más jóvenes sufren esta enfermedad, y esto es un signo de que algo no marcha bien, está sucediendo algo que la naturaleza no pretendía.

La medicina convencional desconoce las causas de la aterosclerosis y cómo curarla. Han identificado factores de riesgo, y creen que contribuyen al desarrollo de la aterosclerosis. Sin embargo, solo son factores de riesgo; no causas de la enfermedad. Entre ellos figuran fumar, la obesidad, la diabetes, la presión arterial alta, el sedentarismo, la pertenencia al sexo masculino, los antecedentes familiares de enfermedades arteriales, el estrés y las personalidades ansiosas y agresivas. Existen unos doscientos factores de riesgo, y la lista continúa creciendo.

No obstante, los factores de riesgo de los que más se oye hablar son el colesterol y las grasas. Los medios de comunicación masivos, los médicos, los farmacéuticos, las entidades gubernamentales y la industria alimentaria continúan diciéndonos que el colesterol y las grasas «provocan» las enfermedades cardiacas y todas las demás manifestaciones de la aterosclerosis. Nos dicen que no consumamos grasas naturales ni alimentos naturales que contienen colesterol, y que los remplacemos por aceites vegetales y margarina. Nos dicen que eliminemos la carne y los huevos de nuestra dieta y que los sustituyamos por carbohidratos. Iniciaron y siguen promoviendo la paranoia por las grasas entre la población. Emplean poderosos fármacos y otros procedimientos para reducir nuestro nivel de colesterol en sangre. Llevan en guerra contra el colesterol y las grasas los últimos cuarenta o cincuenta años. Sin embargo, las ratios de aterosclerosis y enfermedades cardiacas continúan avanzando con paso firme6. En todo el mundo se siguen produciendo tantos ataques al corazón e ictus como antes, pese al seguimiento de dietas «saludables para el corazón», a que se haga deporte y a que se consuman «pastillas para el colesterol». Es innegable que somos menos los que morimos de ataques al corazón e ictus porque la medicina cuenta con mejores herramientas para salvar nuestras vidas cuando llega el momento. Pero las enfermedades cardiacas y otras manifestaciones de la aterosclerosis no muestran señales de declive. Los esfuerzos de nuestra medicina, nuestros gobiernos y de nuestras industrias farmacéutica y alimentaria no suponen ninguna diferencia. Están perdiendo la «guerra contra las enfermedades cardiacas» que declararon hace décadas. ¿Estamos haciendo algo mal?

En este libro trataremos de entender qué es exactamente la aterosclerosis y qué la provoca realmente. Haremos un repaso de lo que todos y cada uno de nosotros puede hacer para prevenir, e incluso revertir, el desarrollo de las aterosclerosis en nuestro cuerpo. Pero antes de llegar a este punto, tenemos que desarmar algunos mitos tan integrados en nuestra sociedad que ya ni siquiera los cuestionamos. «Estar con el corazón en la boca» es una vieja expresión que hace referencia a experimentar ansiedad o miedo ante algo, tal ansiedad que sentimos como si el corazón nos latiera a través de la garganta y la boca. Esta expresión supone un buen indicativo de la actitud global hacia las enfermedades cardiacas en nuestro mundo moderno. En el año 1700 Sir Robert Walpole dijo: «Cuando las personas no cultivan y podan sus mentes, son susceptibles de que las invada la maleza». Así pues, limpiemos el camino de maleza para que podamos contemplar sin obstáculos la realidad tras nuestra epidemia de enfermedades cardiacas.

* Conocidas como accidente cerebrovascular (ACV), derrame cerebral o ictus. [N. de la E.].

* En la actualidad existe abundante literatura médica sobre las diferencias de los síntomas de un infarto en el hombre y en la mujer. Los que describe la autora son los masculinos habituales. [N. de la E.].

* Se refiere al llamado «arco senil». [N. de la E.].

ILOS MITOS

1. LA HIPÓTESIS DE LA DIETA Y EL CORAZÓN

La hipótesis de la dieta y el corazón es el mayor engaño científico de este siglo, quizás de cualquier siglo.

GEORGE MANN,

médico y científico estadounidense

Todo el mundo ha oído que el colesterol y las grasas «obstruyen las arterias» y «provocan enfermedades cardiacas». Incluso a los niños se les ha dicho que el colesterol y las grasas son «malos». Durante décadas hemos sido educados en esta dirección por los medios de comunicación, los anuncios y etiquetas en los alimentos como «bajo en grasas», «sin grasas», «sin colesterol», «reduce el colesterol» o «protege el corazón». Los médicos también están convencidos: los medicamentos para reducir el colesterol son los fármacos que más se prescriben en el mundo tras los analgésicos. Actualmente el poder farmacéutico trabaja con mucho esmero en un objetivo mayor: que todo el mundo —incluidos nuestros hijos— consuma tratamientos preventivos para reducir el colesterol.

¿Cómo se las ha apañado la humanidad para verse envuelta en esta situación? Ha sido gracias a la hipótesis de la dieta y el corazón, propuesta por primera vez en 1953 por Ancel Keys, director del Laboratory of Physiological Hygiene de la Universidad de Minnesota. Su hipótesis sostenía que las grasas, incluido el colesterol, provocan enfermedades cardiacas y que prescindiendo de estos alimentos podemos evitar desarrollarlas1. Para apoyar su idea, Ancel Keys elaboró un diagrama que ilustraba la correlación entre el consumo de grasas y las muertes debidas a enfermedades cardiacas en seis países, cuidadosamente escogidos entre los veintidós acerca de los cuales existían datos disponibles. Este diagrama mostraba una correlación perfecta: cuanto mayor consumo de grasa, más muertes debidas a enfermedades cardiacas. No obstante, cuando los países descartados se incluyen en el diagrama, la correlación desaparece. De hecho, en este caso el diagrama muestra que no existe una correlación entre el consumo de grasa y las muertes causadas por enfermedades cardiacas.

Con el método de Ancel Keys uno puede demostrar lo que le venga en gana. Por ejemplo, digamos que queremos demostrar que la causa del acné es… ser propietario de un secador de pelo. Para lograrlo, recopilaremos información procedente de tantos países como resulte posible sobre el número de propietarios de un secador de pelo y el número de personas que padecen acné. Volcaremos todos los datos en un diagrama donde el eje horizontal representa los secadores y el vertical el número de personas con acné. Terminaremos obteniendo una gran cantidad de puntos, cada uno de los cuales representa a un país concreto. A continuación escogeremos aquellos puntos que encajen perfectamente con una línea ascendente de izquierda a derecha y borraremos el resto. Y, ¡bingo!, ya tenemos un diagrama que demuestra que tener un secador provoca acné. Así es como Ancel Keys elaboró su diagrama. Resulta absolutamente desconcertante comprender por qué demonios la comunidad científica del momento aceptó este tipo de evidencia. ¡Por alguna razón lo hizo! De esta manera comenzó la prolongada vida de la hipótesis de la dieta y el corazón: con un engaño.

Un proverbio ruso dice: «Si no hay peces cerca, una gamba servirá». Por aquel entonces la epidemia de las enfermedades cardiacas se estaba convirtiendo en un asunto importante en Estados Unidos y las autoridades estaban desesperadas por ofrecer alguna explicación al público para demostrar que se hacían cargo del problema. Así pues, cuando Ancel Keys propuso su hipótesis, inmediatamente atrajo a los políticos y al establishment médico, y el dinero empezó a llegar a raudales. Fundaron instituciones y laboratorios dedicados a la hipótesis de la dieta y el corazón, contrataron a miles de personas y concedieron subvenciones a los científicos para su demostración. Acto seguido los medios celebraron el nuevo descubrimiento. Una vez que los políticos y el público compraron la idea, los investigadores tuvieron que elaborar estudios a su medida. Así que se pusieron manos a la obra. ¡Ninguna otra hipótesis médica se había investigado tanto! Para demostrar que las grasas y el colesterol causaban las enfermedades cardiacas se realizaron cientos de estudios en todo el mundo. Un antiguo proverbio chino dice: «Hay que cortar el pie para que el zapato calce». Esto fue exactamente lo que se hizo con una gran cantidad de estudios para que apoyaran la hipótesis de la dieta y el corazón. Los ponentes usaron los datos selectivamente: ignoraron los que no apoyaban la hipótesis e inflaron y promocionaron los que sí lo hacían. Mientras tanto, por cada estudio que intentaba defender la idea, en diferentes países surgían otros, honestos, que demostraban el error. No obstante, la maquinaria política y comercial se encontraba en movimiento, y no estaba dispuesta a detenerse.

Mientras, muchos médicos de renombre e investigadores honestos, formados para analizar las evidencias científicas que ellos mismos habían acumulado, se oponían y criticaban la hipótesis de la dieta y el corazón y los supuestos estudios científicos realizados para apoyarla.

El doctor Reiser, exprofesor de Bioquímica en la Universidad de Texas, llevó a cabo una exhaustiva revisión de casi todos los experimentos sobre la influencia de los ácidos grasos en el colesterol en sangre. Su conclusión fue que la mayoría de los experimentos eran «parciales debido a carencias serias» y escribió: «Hay que ser alguien realmente atrevido para intentar persuadir a amplios segmentos de la población mundial de que cambien su dieta habitual […] en función de los resultados de semejantes investigaciones ensayo-error, descontroladas, primitivas»2.

El fallecido George Mann, exprofesor de Medicina y Bioquímica en la Universidad Vanderbilt de Tennessee, se refirió a la hipótesis de la dieta y el corazón como «el mayor engaño científico de nuestro tiempo». A propósito de los investigadores que promovían la hipótesis escribió: «Temerosos de perder la financiación indirecta, académicos que deberían pronunciarse y detener este desperdicio anticientífico se encuentran extrañamente silenciosos. Su silencio ha retrasado una generación el hallazgo de una solución para la enfermedad de las arterias coronarias»3.

El doctor Paul J. Rosch, presidente del American Institute of Stress, profesor colaborador de Medicina y Psiquiatría del New York Medical College, vicepresidente de la Stress Management Association y director de su rama estadounidense, escribió: «Se ha urdido una cruzada colosal para “disminuir nuestros niveles de colesterol” mediante una estricta reducción del consumo de grasas, aparejada con agresivos tratamientos farmacológicos. En gran medida este ímpetu procede de la especulación, más que de pruebas científicas sólidas […]. El cartel del colesterol de las farmacéuticas, los fabricantes de alimentos bajos en grasas, los de dispositivos para analizar la sangre y otros inversores con importantes intereses financieros ha llevado a cabo una campaña publicitaria de enorme éxito. Su poder es tan grande que se han infiltrado en agencias reguladoras médicas y gubernamentales que normalmente deberían protegernos de semejantes dogmas carentes de sustancia»4.

La fallecida doctora Mary Enig, experta internacional en la bioquímica de los lípidos, presidenta de la Maryland Nutritionists Association y editora independiente del Journal of the American College of Nutrition y de muchas otras publicaciones científicas, escribió: «La idea de que las grasas saturadas provocan enfermedades cardiacas es completamente errónea, pero la afirmación se ha “publicado” en tantas ocasiones durante al menos las últimas tres décadas que resulta muy difícil convencer a las personas de lo contrario, a menos que estén dispuestas a tomarse el tiempo para leer y aprender sobre todos los factores económicos y políticos que intervinieron en la creación de la agenda anti-grasas saturadas»5.

El doctor William E. Stehbens, profesor en el Departamento de Patología de la Wellington School of Medicine y director del Malaghan Institute of Medical Research en Wellington, Nueva Zelanda, llevó a cabo una rigurosa revisión de estudios sobre la hipótesis de la dieta y el corazón y escribió: «La hipótesis de los lípidos ha disfrutado de una longevidad y un respeto inmerecidos. Los lectores deberían estar al corriente de la naturaleza acientífica de las afirmaciones empleadas para sustentarla y contemplarla como poco más que un consejo pernicioso […]. El uso indiscutido y continuo de datos poco fiables ha conducido a conclusiones prematuras y al sacrificio de la verdad. El grado de imprecisión de estadísticas vitales para la enfermedad de las arterias coronarias es de una magnitud tan incierta que, cuando esta se superpone con otras deficiencias indicadas, la noción de un incremento y una disminución de la epidemia de la enfermedad en muchos países debe concebirse como falta de pruebas, y las políticas gubernamentales y sanitarias basadas en datos poco fiables se convierten en absolutamente indefendibles […]. La perpetuación del mito del colesterol y de supuestas medidas preventivas en este y otros países está resultando muy dañina para las industrias láctica y cárnica, además del peligro potencial que supone para unos niveles de nutrición óptimos y para la salud de la población en general»6.

El doctor Ray Rosenman, cardiólogo, director de Investigación Cardiovascular retirado del Programa de Ciencias de la Salud del SRI International en Menlo Park, California, y asociado jefe de Medicina en el Mount Zion Hospital and Medical Center de San Francisco, le ha dedicado un amplio número de publicaciones a las enfermedades cardiovasculares. He aquí su conclusión sobre todos los estudios científicos relacionados con la hipótesis de la dieta y el corazón: «Estos datos conducen a la conclusión de que ni la dieta, ni los niveles de lípidos, ni sus cambios pueden explicar las amplias variaciones nacionales y regionales en las tasas de enfermedades cardiacas, ni tampoco las cambiantes subidas y bajadas de la mortalidad causada por la enfermedad de las arterias coronarias a lo largo del siglo XX […]. Los efectos preventivos de los tratamientos dietéticos y farmacológicos se han exagerado debido a la tendencia en informes, reseñas y otros artículos a mencionar e inflar resultados convenientes, mientras que los datos discordantes se suprimen, y se citan muchos de esos ejemplos»7.

El fallecido doctor Russell Smith, un psicólogo experimental estadounidense, participó en la publicación de dos rigurosas revisiones de las evidencias científicas existentes sobre la hipótesis de la dieta y el corazón que incluían más de tres mil referencias. Su conclusión fue: «La actual campaña para convencer a cada uno de los estadounidenses de que cambie de dieta y, en muchos casos, de que comience un “tratamiento” farmacológico de por vida se basa en invenciones, interpretaciones erróneas y/o burdas exageraciones de hallazgos y, muy importante, en la ignorancia de cuantiosas evidencias contrarias […]. No parece posible que científicos objetivos sin intereses particulares puedan jamás interpretar la literatura como favorable […]. Resulta deprimente comprobar que miles de millones de dólares y un sistema de investigación médica de gran sofisticación se están desperdiciando para perseguir molinos de viento»8.

Lars Werko, profesor de Medicina retirado en el Sahlgren’s Hospital de Gotemburgo, Suecia, y jefe del Swedish Council on Technology Assessment in Health Care, criticó con dureza los amplios estudios epidemiológicos que apoyaban la hipótesis de la dieta y el corazón, sobre los cuales concluyó: «Ningún estudio ha demostrado nada. En lugar de formular nuevas hipótesis, los partidarios de la dieta y el corazón se refieren a la actual como la verdad más probable, y han intervenido en la vida de las personas sin esperar a una prueba definitiva»9.

El doctor Edward Pinckney, excoeditor del Journal of the American Medical Association, resumía en su libro The cholesterol controversy[La controversia del colesterol]: «Si has llegado a creer que puedes librarte de morir a causa de una enfermedad cardiaca alterando tu nivel de colesterol en sangre, ya sea a través de la alimentación o de medicamentos, estás siguiendo un régimen que en realidad aún carece de una base. Más bien has sido arrastrado como consumidor por ciertos intereses comerciales y grupos sanitarios más preocupados por tu dinero que por tu vida»10.

La revisión profesional más completa de todos los estudios científicos disponibles sobre este tema ha sido llevada a cabo por el médico y doctor Uffe Ravnskov y se publicó en el año 2000 en su revolucionario libro The cholesterol myths [Los mitos del colesterol]. Su conclusión fue: «Llegado este punto, las cantidades masivas de evidencias científicas válidas deberían haber destruido la hipótesis de la dieta y el corazón. Sin embargo, como la antigua Hidra griega, un monstruo mitológico al que le nacían nuevas cabezas cada vez que se le cercenaba una, la Hidra del colesterol sigue viva como si no pasara nada […]. Los científicos que apoyan la hipótesis de la dieta y el corazón y son honestos pecan de ignorancia, ya sea porque no comprenden lo que leen, ya sea porque, siguiendo ciegamente a las autoridades, han fallado a la hora de evaluar la precisión de los estudios elaborados por ellas. Pero, sin duda, algunos científicos se habrán percatado de que la hipótesis de la dieta y el corazón constituye una imposibilidad y, pese a ello, por diversos motivos han optado por mantener la idea viva».

Muchos os formularéis las preguntas lógicas: ¿Por qué los médicos no son más sabios? ¿Por qué mi médico me dice que evite el consumo de grasas y colesterol y quiere que tome medicamentos para reducir su nivel? El doctor Paul J. Rosh tiene una muy buena respuesta: «Los médicos que ejercen obtienen la mayoría de la información de las farmacéuticas. En comparación con sus colegas de hace medio siglo, la mayoría de los médicos carece del tiempo o la destreza para evaluar críticamente los informes, muy pocos saben algo de investigación, como tampoco sabía la generación que los formó». Así pues, los médicos no saben más ni entienden mejor la hipótesis de la dieta y el corazón que cualquier otro miembro del público general, porque su información deriva de las mismas fuentes: las empresas comerciales, que generan miles de millones con esta idea.

Para apoyar su hipótesis, el doctor Ancel Keys inventó el concepto «dieta mediterránea» y proclamó que era la mejor para el corazón. Así es como la describió: «El núcleo de lo que ahora consideramos la dieta mediterránea es principalmente vegetariano […]. Muchas variedades de pasta, hojas rociadas con aceite de oliva, toda clase de verduras de temporada y muchas veces queso, todo ello rematado con fruta y a menudo regado con vino». Cualquiera que haya viajado a los países mediterráneos te dirá que su dieta no guarda ninguna relación con la descrita por el doctor Keys. Ya estés en España, Francia, Italia, Croacia, Chipre, el norte de África o cualquier otro lugar del Mediterráneo, te servirán carne en abundancia, pescado, queso, huevos, mantequilla y nada bajo en grasas. Si les dices que son vegetarianos, es probable que se mueran de risa.

También es un mito que la población de los países mediterráneos no padece enfermedades cardiacas: existen grandes variaciones en el interior de cada país y entre ellos, con independencia de la cantidad de grasa que consuman11.

PERO ¿QUÉ OCURRE CON TODOS LOS ESTUDIOS CIENTÍFICOS?

Existen reglas internacionalmente aceptadas para el desarrollo de un estudio científico fiable.

El doctor Uffe Ravnskov, médico, explica: «Si una hipótesis científica es sólida, debe concordar con todas las observaciones. Una hipótesis no es como un acontecimiento deportivo donde el equipo con más puntos gana el partido. Los defensores de una hipótesis científica cargan sobre sus hombros la responsabilidad de la prueba. El detractor no tiene que presentar una idea alternativa: su única tarea es detectar un punto flaco en la hipótesis. Si existe una sola prueba en su contra, una prueba que no puede refutarse y que se basa en observaciones científicas fiables, la hipótesis ha de ser rechazada. Y la hipótesis de la dieta y el corazón está plagada de detalles que se han demostrado falsos en repetidas ocasiones».

¡Una sola observación debería bastar para refutar una hipótesis! No obstante, ¡disponemos de cientos de estudios que nos proporcionan gran cantidad de evidencias que demuestran que la hipótesis de dieta y el corazón es un gran error! Los defensores de la dieta y el corazón han escondido estas evidencias bajo la alfombra durante años. Hagamos un repaso.

1.En Gran Bretaña el consumo de grasa se ha mantenido estable desde 1910, mientras que el número de ataques al corazón se multiplicó por diez entre 1930 y 1970. Así pues, en Gran Bretaña padecer un ataque al corazón no guarda relación con la cantidad de grasa que consumas12.

2.Desde la Segunda Guerra Mundial los japoneses consumen más y más grasas animales, mientras que cada vez mueren menos por culpa de un ataque al corazón. Y, por si fuera poco, en Japón la mortalidad causada por la mayoría de las enfermedades ha disminuido a medida que el consumo de grasas animales se ha incrementado13,14.

3.En Suiza la ingesta de grasas animales se incrementó en un 20 por ciento tras la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, la tasa de muertes debidas a enfermedades cardiacas ha disminuido de manera constante. Así pues, se puede decir que en Suiza un mayor consumo de grasa ayuda a combatir las enfermedades cardiacas15.

4.En Estados Unidos, entre 1930 y 1960, la mortalidad causada por las enfermedades cardiacas se multiplicó por diez, mientras que el consumo de grasas animales decayó. Partiendo de este único dato, se puede elaborar la hipótesis de que la reducción del consumo de grasa animal provoca enfermedades cardiacas16.

5.En Yugoslavia, entre 1955 y 1965, el número de ataques al corazón se multiplicó por diez, mientras que la ingesta de grasa se redujo un 25 por ciento. Puede concluirse que en Yugoslavia consumir menos grasa causa enfermedades cardiacas.

6.En Kenia, los guerreros de las tribus indígenas samburu y masái subsisten largos periodos a base de carne, grasa, leche y sangre, y consumen una escasa cantidad de materia vegetal. El profesor George Mann, de la Universidad Venderbily de Nashville, y otros investigadores han estudiado a esta población durante muchos años y han descubierto que no padecen ninguna enfermedad moderna, incluidas las enfermedades cardiacas. Su colesterol en sangre era muy bajo a pesar de que se atiborraban de grasa y colesterol a diario. No obstante, cuando estas mismas personas se trasladaban a la ciudad de Nairobi y adoptaban un estilo de vida moderno y una dieta baja en grasas, se volvían propensas a las enfermedades cardiacas como cualquiera de nosotros. El solo ejemplo de esta población basta para demostrar que la hipótesis de la dieta y el corazón es errónea17.

7.En la India, los estudios del doctor S. L. Malhotra, de Bombay, han demostrado que la población de Madrás, que come muy poca grasa y ninguna grasa animal, muere siete veces más y a una edad más temprana que la población de Punjab, donde tradicionalmente se consume una gran cantidad de grasa animal. Así pues, de nuevo parece que la grasa animal protege el corazón18.

8.En diferentes países se han llevado a cabo docenas de estudios para determinar si las personas con enfermedades cardiacas consumen más grasas y colesterol. Todos los estudios demuestran que estas ingieren cantidades de grasa y colesterol semejantes a las personas sin enfermedades cardiacas19,20,21. Hacia 1998 se habían realizado treinta estudios que demostraban con claridad que el consumo de grasas animales no guarda ninguna relación con las enfermedades cardiacas. Sin embargo, esos mismos estudios demostraban que los aceites vegetales y la margarina se encuentran estrechamente relacionados con ellas.

9.Un estudio tras otro han demostrado que la población con un nivel de colesterol normal fallece por culpa de las enfermedades cardiacas tan a menudo como quienes tienen un nivel de colesterol elevado, y que el nivel de colesterol en sangre no permite predecir un ataque al corazón22,23.

10.Muchos estudios demuestran con claridad que los niveles de colesterol reducidos se asocian con una mayor mortalidad causada por las enfermedades cardiacas y otros trastornos24,25.

11.Desde la aparición de la hipótesis de la dieta y el corazón, diversos estudios han demostrado que el colesterol elevado no constituye un factor de riesgo para las mujeres26. De hecho, se ha demostrado que el colesterol bajo resulta peligroso para ellas. Investigadores franceses descubrieron que las mujeres mayores con un nivel de colesterol elevado son más longevas y disfrutan vidas más sanas, mientras que las mujeres con el colesterol bajo tienen cinco veces más probabilidades de morir antes27,28. Los investigadores franceses advirtieron del peligro de una reducción del colesterol en las mujeres, en especial de edad avanzada, cuando se había demostrado que este protegía la salud. Por consiguiente, las mujeres deberían dejar de preocuparse por su nivel de colesterol. Y, sin embargo, los médicos parecen no estar al corriente de este hecho, pues les siguen prescribiendo medicamentos para reducir el colesterol tanto como a los hombres, y por norma general realizan estas prescripciones a las mujeres mayores. La verdadera razón por la que las mujeres deberían preocuparse es el cáncer, ya que mata a casi el doble de mujeres menores de setenta y cinco años que las enfermedades cardiacas.

12.Según muchos estudios, en el caso de los hombres no existe relación entre el colesterol elevado y las enfermedades cardiacas29. De hecho, la mayoría de los estudios demuestra que los hombres, al igual que las mujeres, mueren más a causa de enfermedades cardiacas y otros problemas de salud cuando sus niveles de colesterol son bajos. Y, sin embargo, los médicos andan enfrascados en la prescripción de medicamentos para reducir el colesterol a hombres de todo el mundo.

13.En Rusia han demostrado que el colesterol bajo se asocia con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiacas. De nuevo, parece que el colesterol protege el corazón.

14.Muchos estudios han demostrado que a una edad avanzada el colesterol nos protege: las personas mayores con el colesterol alto viven más que aquellas con un colesterol bajo. De hecho, la reducción del colesterol en los ancianos resulta peligrosa30,31.

15.En numerosos países un estudio tras otro han demostrado que resulta imposible reducir el colesterol en sangre o la tasa de fallecimientos causados por las enfermedades cardiacas mediante una dieta baja en grasa y en colesterol. De hecho, las grasas animales y el colesterol que contienen los alimentos que consumimos de manera habitual prácticamente no ejercen ningún efecto sobre nuestro nivel de colesterol en sangre32. ¿Por qué? Porque todos los órganos y células de nuestro cuerpo son capaces de producir colesterol. Cuando consumimos grandes cantidades de colesterol, el cuerpo produce menos; cuando lo consumimos en menor medida, el cuerpo produce más. Por supuesto, no es del gusto de la industria alimentaria que conozcas este dato.

16.Al menos el 60 por ciento de las personas que sufren ataques al corazón presentan unos niveles de colesterol en sangre normales.

17.Los niños que siguen una dieta baja en grasas experimentan problemas y retraso en el crecimiento y dificultades de aprendizaje. A propósito, en los niños no se ha identificado ninguna conexión entre la alimentación y los niveles de colesterol en sangre33,34,35,36,37.

18.La población de Francia, Alemania, Austria y Luxemburgo presenta unos niveles de colesterol elevados y, sin embargo, en estos países la ratio de muertes a causa de enfermedades cardiacas es muy baja38.

19.A menudo los partidarios de la hipótesis de la dieta y el corazón señalan a Japón para afirmar que su alimentación baja en grasas da como resultado una baja mortalidad a causa de las enfermedades cardiacas. En Japón, tradicionalmente se ha considerado vergonzoso morir de una enfermedad cardiaca, por lo que los médicos rara vez anotan en un certificado de defunción un diagnóstico de este tipo. Por dicho motivo, en Japón los registros de la mortalidad debida a las enfermedades cardiacas suelen ser bajos. Los japoneses que emigran a países occidentales generalmente se ven afectados por una mortalidad a causa de las enfermedades cardiacas semejante a la población occidental. A propósito, los emigrantes japoneses que mantienen su dieta baja en grasas mueren de ataques al corazón el doble de ocasiones que quienes adoptan una dieta occidental con un alto contenido en ellas.

20.Extensos ensayos clínicos donde a los pacientes se les indicó el seguimiento de una dieta vegetariana baja en grasas y colesterol y rica en carbohidratos dieron como resultado un incremento drástico del riesgo de padecer enfermedades cardiacas39. El doctor L. Gould, autor de uno de los estudios en la Harvard Medical School y uno de los cardiólogos más destacados de Estados Unidos, concluyó: «No recomiendo una dieta vegetariana estricta con un alto contenido en carbohidratos porque entraña un riesgo sustancial de problemas coronarios».

21.Un estudio tras otro han demostrado con claridad que existe una correlación entre el nivel de colesterol en sangre y el grado de desarrollo de la aterosclerosis: las personas con el colesterol bajo pueden ser tan esclerósicas como quienes lo tienen alto40.

22.Un ensayo que intervino sobre factores de riesgo múltiples a gran escala realizado en Estados Unidos descubrió que quienes consumen menos grasas animales y colesterol presentan un nivel de colesterol en sangre más elevado. Este hallazgo ha sido discretamente olvidado por los partidarios de la hipótesis de la dieta y el corazón. El hecho de que cuando consumimos menos colesterol el cuerpo lo produce en mayor cantidad porque no puede vivir sin él nos brinda la explicación. El director de otro proyecto gigantesco —el Framingham Heart Study— concluyó: «En Framingham, cuantas más grasas saturadas, colesterol y calorías se consumen, menor es el nivel de colesterol en sangre que presenta el individuo […]. Hemos descubierto que quienes consumen más colesterol, grasas saturadas y calorías pesan menos y son personas físicamente más activas». Por consiguiente, se demostró que el consumo de grasas animales y colesterol resulta esencial para ser una persona delgada, en forma y activa.

23.Comenzando por Framingham, numerosos estudios a gran escala han descubierto que las personas con niveles de colesterol bajo son propensas al cáncer. Un importante número de estudios determinó que el colesterol tiende a la baja durante un buen número de años antes de que el cáncer se diagnostique41,42. Así pues, tener un nivel de colesterol bajo es peligroso, y en capítulos posteriores de este libro veremos por qué. No obstante, el público es conducido a creer que el colesterol resulta tan nocivo que mientras más bajo, mejor.

24.La intervención sobre factores de riesgo múltiples, el Lipid Research Clinics Programme43 y muchos otros estudios han demostrado que el colesterol en sangre no se puede reducir mediante la dieta. La única forma de lograrlo es a través del consumo de medicamentos44.

25.La mayoría de los estudios donde el colesterol se redujo empleando medicamentos como gemfibrozilo, colestipol y colestiramina demostraron que, a pesar de su descenso, las personas que seguían el tratamiento fallecían a causa de enfermedades cardiacas tan a menudo como quienes no lo hacían45. No obstante, entre los sujetos medicados se reportó un incremento drástico de los casos de muerte violenta y suicidio. Y, por si no bastara, estos medicamentos causan efectos secundarios muy desagradables: dolor abdominal, náuseas, vómitos, acidez, úlceras estomacales, estreñimiento y diarrea.

26.Otro capítulo aterrador de la saga de la dieta y el corazón es una operación donde una sección completa del intestino, el íleon, se extirpa quirúrgicamente. Esta parte del sistema digestivo absorbe la bilis y el colesterol para que el organismo reutilice ambas sustancias vitales. Cuando el íleon se extirpa, el nivel de colesterol en sangre desciende drásticamente. Esta brillante idea se le ocurrió en 1963 a un cirujano de la Universidad de Minnesota, el doctor H. Bushwald, que realizó el procedimiento en cientos de ocasiones. Algunos cirujanos de otros países lo imitaron. El resultado de su actividad fueron numerosos efectos secundarios digestivos, operaciones recurrentes para corregirlos, malabsorción, un aumento de los casos de piedras en el riñón, problemas de vesícula, obstrucciones intestinales… y prácticamente la misma incidencia de la mortalidad debida a las enfermedades cardiacas entre las personas operadas y los grupos de control. Las operaciones reducían el colesterol, pero los sujetos operados morían víctimas de las enfermedades cardiacas con la misma frecuencia que las personas sin operar46. Así pues, este procedimiento mutilador no proporciona ninguna protección frente a las enfermedades cardiacas.

27.A finales de la década de 1980 se introdujeron unos nuevos medicamentos para reducir el colesterol llamados «estatinas». Algunos de los más habituales son la simvastatina, la atorvastatina, la fluvastatina y la pravastatina. Estos fármacos inhiben la capacidad del organismo para producir colesterol y, como resultado, el nivel de colesterol en sangre desciende eficazmente. La consiguiente lista de efectos secundarios es extensa. Las estatinas incrementan el riesgo de padecer cáncer —en especial, de mama— en animales y humanos47. Entre sus efectos secundarios también se incluyen lesiones hepáticas y nerviosas, temperamento explosivo, deterioro cognitivo, pérdidas de memoria y conducta violenta48,49,50. El consumo de estatinas durante el embarazo puede provocar malformaciones en el feto más graves que las observadas tras la exposición a la talidomida51. Estos fármacos pueden causar fallos renales, lo cual ya les ha costado la vida a varios cientos de personas y ha supuesto la retirada del mercado de una de las estatinas, la cerivastatina. Las lesiones musculares pueden ser un efecto secundario muy grave, en especial cuando afectan al corazón, pues pueden conducir al fallo cardiaco52,53. Las estatinas bloquean la síntesis de la coenzima Q10, una sustancia química esencial para la producción de energía en el organismo. Las estatinas son la principal fuente de beneficios de la industria farmacéutica: se han convertido en el medicamento más prescrito en el mundo occidental tras los analgésicos. En palabras del doctor Malcolm Kendrick, médico británico: «Nos encaminamos como sonámbulos hacia lo que podría ser un desastre médico de primer nivel, pues las estatinas pronto se venderán sin receta». La pérdida de memoria es una consecuencia muy seria de la terapia con estatinas54. De hecho, es posible que una parte considerable de las pérdidas de memoria epidémicas (demencia) entre nuestra población en proceso de envejecimiento se deba a la extendida prescripción de estatinas. El cerebro humano está hambriento de colesterol; emplea el 25 por ciento del total presente en el cuerpo para llevar a cabo numerosas funciones vitales. Las estatinas le roban el colesterol al cerebro, que, por consiguiente, no puede funcionar como es debido55. Las estatinas se han relacionado con el desarrollo del párkinson. El doctor Xuemei Huang, de la Universidad de Carolina del Norte, comentó: «A causa del uso extendido de las estatinas podría producirse un aumento inminente en la incidencia del párkinson»56.

28.El colesterol nos protege de las infecciones. Las personas con el colesterol bajo son más propensas a ellas57,58 y, cuando las contraen, afrontan un mayor riesgo de fallecimiento que la población con el colesterol alto59,60,61. Cuando quienes tienen el colesterol bajo y sufren de inmunosupresión consumen alimentos ricos en colesterol su capacidad de combatir las infecciones mejora sustancialmente. Durante siglos, antes del descubrimiento de los antibióticos, la tuberculosis se trató con una mezcla de yemas de huevo crudas y nata muy rica en colesterol. En estudios realizados en laboratorio, el colesterol contribuye a la respuesta inmune desactivando las toxinas microbianas y asistiendo a diversas partes del sistema inmune en la lucha contra la infección62,63.

29.Desde el comienzo, en los ensayos clínicos donde se reduce el colesterol se ha registrado un incremento de las muertes violentas y los suicidios. Tradicionalmente los estudios en animales y humanos han mostrado que un colesterol en sangre bajo se asocia con conductas agresivas y suicidas64,65. El registro de un nivel de colesterol bajo resulta habitual en los criminales que comenten asesinatos y otros delitos violentos, los individuos con personalidades agresivas y violentas, las personas propensas al suicidio y la población con un comportamiento social agresivo y un escaso autocontrol. El fallecido profesor de Oxford David Horrobin nos advertía en una de sus publicaciones: «La reducción del nivel de colesterol entre la población a gran escala podría desembocar en una transformación generalizada hacia patrones de conducta más violentos. En su mayor parte, este incremento de la violencia no causaría muertes, sino más agresiones en el trabajo y la familia, más casos de abuso infantil, violencia de género y una mayor infelicidad en general».

30.La intervención sobre factores de riesgo múltiples, el estudio dedicado a los japoneses y otros ejemplos han demostrado que un colesterol en sangre bajo se asocia con un alto riesgo de hemorragia cerebral o ictus. Cuanta más edad, mayor riesgo de ictus supone un colesterol bajo, mientras que se ha demostrado con claridad que un índice elevado de colesterol protege a los ancianos de los ictus, los ataques al corazón, las infecciones y muchos otros problemas de salud. Uffe Ravnskov plantea una pregunta: «¿Quizás deberíamos tomar medidas para aumentar el colesterol en las personas mayores y no para reducirlo?». En lugar de ello, nuestro sistema sanitario está empeñado en recetar medicamentos a la práctica totalidad de las personas mayores para reducir su nivel de colesterol.

31.Los defensores de la hipótesis de la dieta y el corazón y los artífices de las políticas públicas nos cuentan que nuestros hijos, a partir de los dos años, deberían seguir un plan para reducir su colesterol en sangre basado en evitar las grasas naturales y remplazarlas por margarina. Los gigantes farmacéuticos trabajan con entrega en la creación de nuevos medicamentos para reducir el colesterol infantil. Estas peligrosas directrices se proporcionan «por si las moscas», sin ninguna evidencia científica que las soporte. Cuando se han contemplado todos los peligros de una dieta baja en grasas y de la reducción del colesterol, es sencillo observar que, de hecho, las consecuencias de esta política pueden resultar muy graves para nuestros hijos: comportamiento agresivo, dificultades de aprendizaje, escasez de memoria y una repuesta inmune y una salud física pobres, combinadas con el riesgo futuro de padecer cáncer, enfermedades cardiacas, ictus e infertilidad.

32.Puesto que los defensores de la hipótesis de la dieta y el corazón le han contado al mundo que hay que evitar las grasas animales, resulta necesario remplazarlas por algo. Así pues, ellos apuestan por los aceites vegetales, como el de maíz, soja, colza, cacahuete y semillas de girasol, y por las grasas sólidas fabricadas a partir de ellos: las margarinas y las mantecas vegetales. Cuando la madre naturaleza concibió a los seres humanos, nos proveyó de todos los alimentos adecuados para nuestra fisiología. No obstante, debemos consumirlos en la forma que la naturaleza los produjo. Las semillas, los frutos secos y otros ejemplos de materia vegetal contienen ácidos grasos polinsaturados muy frágiles: el calor, la luz, la exposición al oxígeno y otros factores los dañan con mucha facilidad. Cuando masticamos las semillas en su estado natural, extraemos sus aceites en el mismo estado, sin adulterar y en pequeñas cantidades. Cuando estos aceites se extraen de las plantas a escala comercial, se emplean disolventes y altas temperaturas que dañan su estructura química. En toda la historia de la humanidad, nuestros cuerpos jamás habían estado expuestos a cantidades de aceites vegetales químicamente alterados semejantes a las de estas últimas décadas, como ha sucedido gracias a la hipótesis de la dieta y el corazón. Nuestro organismo no ha sido diseñado para emplear este tipo de grasas. Hemos acumulado evidencias científicas en abundancia que demuestran que estas grasas químicamente alteradas provocan cáncer, enfermedades cardiacas, diabetes, lesiones neuronales, anomalías inmunitarias y otros problemas de salud66,67,68,69,70