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¿Quereis que vayamos a Lyove, señor? -me propuso un dia Jermolai-. Alli vamos a encontrar muchos patos.Accedi, a pesar de que no me atraia mucho tal clase de caza.Lyove es una importante aldea de la estepa, dominada por la cupula de su vieja iglesia, y tiene dos molinos a la orilla del Rossola, riachuelo que corre no lejos del camino y atraviesa grandes pantanos.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
IVÁN TURGÉNEV
-¿Queréis que vayamos a Lyove, señor? -me propuso un día Jermolai-. Allí vamos á encontrar muchos patos.
Accedí, a pesar de que no me atraía mucho tal clase de caza.
Lyove es una importante aldea de la estepa, dominada por la cúpula de su vieja iglesia, y tiene dos molinos a la orilla del Rossola, riachuelo que corre no lejos del camino y atraviesa grandes pantanos.
A cierta distancia de la aldea, este riachuelo forma un estanque, en medio del cual hay islotes formados por junqueras. Viven y se multiplican allí patos salvajes de todas las especies. Vuelan en pequeñas bandas por encima de sus abrigos vegetales, y el cazador más perezoso no resiste las ganas de dispa-rarles un tiro al vuelo.
Como el pato, en su prudencia, no se aproxima a la orilla y los perros no se arries-gan a meterse en las aguas cenagosas y lle-nas de vegetación, fuimos a proveernos de un bote. Volvíamos a la aldea, cuando en un rodeo del camino hallamos un perro de as-pecto bastante mísero. Le seguía un cazador que ?levaba su escopeta en bandolera.
Se olieron los perros, como acostumbran, y el hombre nos saludó cortésmente. Tenía unos veinticinco años. Largos cabellos alisa-dos con "kwass" pendían en mechas tiesas alrededor de su cara y llevaba atada una pa-
ñoleta, como si tuviese dolor de muelas. Con un tono muy insinuante me dijo:
-¿Queréis aceptar mis servicios? Me llamo Vladimiro y soy cazador en estos parajes.
Supe vuestra llegada y me apresuré a venir.
-Aceptado. Venga usted con nosotros.
Me refirió su historia en seguida. Había si-do "dworoin", pero obtuvo su libertad. Sirvió como camarero, sabía leer y escribir y hasta había leído algunas novelas. Desgraciada-mente, lo mismo que muchos en su caso, no trabajaba y no tenía un "kopeck". Aunque se hubiese visto obligado a contar solamente con el maná del desierto, no habría sido más pobre. Se escuchaba y quería tener un conti-nente distinguido, lo que dejaba suponer que procuraba gustar al bello sexo y que sus con-quistas eran fáciles, porque las muchachas rusas adoran a los que hablan bien.
Me hizo entender, afectando que no tenía tal intención, que le recibían muchos propietarios de los alrededores, que solía jugar a los naipes en casas de su ciudad y que conocía a personas de la capital.
Tenía varias sonrisas a su disposición.