9,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 8,99 €
"A veces, incluso, para llegar al centro de uno mismo se necesita del GPS. Este libro es ese perfecto "navegador" que andabas buscando" Santiago Segura Puedes cambiar el rumbo de tu vida, y este libro te ayudará a conseguirlo. Emprende tu viaje más importante: a tu interior Cambiar de vida es posible, dar un paso adelante para que todo sea como siempre habías soñado está en tu mano. Cuando parece que todo se desmorona y no hay salida, cuando no sabes cómo seguir adelante ni qué camino elegir o estás perdido, este libro te ofrece las claves para encontrar la solución. Luis Álvarez te invita a que le acompañes en este mágico recorrido que puede cambiarlo todo. Un viaje a tu interior en el que reconocerás los valores y lo que realmente importa. A través de los lugares más sorprendentes de Tierra Santa descubrirás cada uno de los 12 mandamientos que pueden darle un nuevo rumbo a tu manera de vivir: "Disfruta", "ama" o "sueña"… Una fascinante historia, basada en la propia experiencia del autor, que no te dejará indiferente y que cambiará tu visión de la felicidad. ¿Qué se siente? Se siente que entiendes lo incomprensible, que ves la simpleza de las cosas, que ves lo que antes no veías con los ojos de la certeza. Entonces empieza el despertar que te va a acompañar el resto de tu vida. Es un viaje al centro de ti que nunca terminará y que, una vez lo empieces, jamás lo podrás dejar. Sentir la verdad de tu ser y de tu existencia, sentir la paz es tan reconfortante que después de conocerla no querrás abandonarla. Es posible que en ocasiones te salgas de la senda, ya sabes que el mundo de lo físico tiene suficientes distracciones para desviarte, pero de algún modo, por mucho que te alejes, terminarás regresando al camino que va a tu interior. No hay viaje más gratificante y duradero que este.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 232
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
Viaje al centro de ti. Los 12 mandamientos del siglo XXI
© 2020, Luis Álvarez Martín
© 2020, para esta edición HarperCollins Ibérica, S.A.
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Diseño de cubierta: Rudesindo de la Fuente
Imágenes de cubierta: Shutterstock
Ilustración de interior: Luis Doyague
I.S.B.N.: 978-84-9139-564-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Dedicatoria
Nota del autor y agradecimientos
El despertar
Introducción
1. El viaje que cambió mi vida
2. El vuelo
3. Llegada a Israel
4. Primer mandamiento. Tú eres tu propio Dios
5. Segundo mandamiento. Visualiza
6. Tercer mandamiento. Sé humilde
7. Cuarto mandamiento. Disfruta
8. Quinto mandamiento. Aprovecha tu vida al máximo
9. Sexto mandamiento. Aprende a relajarte
10. Séptimo mandamiento. Sé feliz
11. Octavo mandamiento. Ama
12. Noveno mandamiento. Deja el mundo mejor que cuando viniste
13. Décimo mandamiento. Sueña
14. Undécimo mandamiento. Sé autosuficiente
15. Duodécimo mandamiento. Contesta los mails «calientes» al día siguiente
16. Ya de regreso en Madrid
En la actualidad
Profetas del siglo XXI
Quiero dedicar este libro a tres mujeres:
A mi madre en el cielo, la Virgen de la Macarena, por iluminarme cada día y ser Ella la que ha contado esta historia.
A mi madre en la tierra, Beatriz, por plantar en mí la semilla de lo espiritual. ¡Graciasss por ser la mejor madre del mundo mundial!
A mi hija Daniela, por hacer que esa semilla creciera dándole un sentido precioso a mi vida y ser el motivo por el que levantarme todos los días, sobre todo aquellos en los que menos me apetece. ¡Graciasss por ser la mejor hija del mundo mundial!
Este libro está basado en hechos reales. Algunos de los pasajes, personajes y fechas se han ficcionado, y algunas personas que me acompañaron en este maravilloso viaje no aparecen. Me gustaría agradecérselo a todas ellas y mencionarlas.
A mi hermana Ana; mi hermana Rocío y su hija Álex; mi sobrino Koke; mi sobrina Estrellita; mi hermana/sobrina Aja; Sara, nuestra amiga del colegio; y mi hija Daniela.
También a las que han compartido mi vida: Alicia, Miriam y Cristina.
A los hombres y las mujeres que se han cruzado en mi camino de cualquiera de las maneras, a todos con los que he compartido una mirada, una charla, un escenario, un montaje, una sala de reunión, una negociación, un abrazo, unas risas y algunas lágrimas.
Y a los que me empujaron para avanzar y a los que me empujaron para caer, porque me enseñaron a levantarme.
A todas y cada una de las personas que han dedicado su tiempo, por pequeño que fuera, a realizar mis sueños, a compartir mi tiempo, a cuidarme, a escucharme, a trabajar a mi lado. A las que han pasado por mi vida, porque gracias a ellas estoy hoy aquí. Porque de lo bueno disfruté y de lo malo aprendí.
A los ángeles que Dios ha puesto en mi camino para hacer realidad mis sueños, fuera cual fuera el color de sus alas, blancas o negras. Y a mis ángeles más cercanos: Ana, Miriam, Cristina, Celia, Carolina, Milena, Estrella, Estrellita, Álvaro, Jesús, Fernando, Paloma, Belén, Gema, Eva, Cardona, Cris de Santiago y todos los equipos del teatro.
A Gal, Luna, Elliot, Arancha y Tere.
A mi editora Olga, a Luis, a Guillermo y a mi editorial HarperCollins, porque gracias a ellos mis «mandamientos» llegan a ti.
Y por supuesto a mi maestro y mentor, mi padre. ¡Gracias!
Son muchas las personas que se preguntan por el despertar, por ese paso a la iluminación, por ese estar más conectado con la vida, con la verdad.
En este libro te invito a que me acompañes a un viaje en el que recuerdo cómo fue mi experiencia. Cómo pasé de la nada al todo. Cómo una situación negativa me llevó a conocer la verdad. A ese lugar donde están todas las respuestas.
Comparto contigo un despertar que tuvo lugar en el momento menos esperado y de la manera más inesperada. Comparto contigo enseñanzas que me llegaron y que cambiaron mi vida, aunque en ese momento ni siquiera sabía lo que estaba recibiendo. Buscamos vivir el despertar como si fuera una gran película y a veces es tan sencillo como prestar atención a lo que ves, incluso con los ojos cerrados. Es mirar más allá de lo que tu vista alcanza, es mirar dentro de lo que ves.
Este libro narra mi viaje al centro de mí.
Recorreremos diferentes ciudades: Belén, Jerusalén, Betania y muchos otros lugares únicos, fascinantes de la geografía y la historia del mundo, aunque te aseguro que el viaje más importante es el que vas a realizar a tu interior, el de tu geografía personal, porque entenderás que no importa dónde estés, siempre que estés contigo. El segundo es el de la geografía espiritual y el tercero, Israel, el epicentro del escenario donde una persona cambió el rumbo de la humanidad hace dos mil años.
A lo largo de este viaje también descubrirás los mandamientos de tu éxito personal. Cumpliendo cada uno de ellos comprenderás un nuevo significado de la palabra éxito y te darás cuenta de que tú tienes muchísimo más cerca de lo que crees la posibilidad de conseguir lo que necesitas para ser plenamente feliz. Es más, te aseguro que a las personas a las que transmitas estos mandamientos les ayudarás a conseguir un gran nivel de conciencia.
Después de la publicación de mis anteriores libros, El éxito y Cómo hacer posible lo imposible, durante mucho tiempo, cada vez que me entrevistaban o iba de invitado a una conferencia, algunas de las preguntas que más me hacían eran: ¿Cuándo llega el despertar? ¿Cómo te llegó a ti? ¿Qué hay que hacer para estar siempre en ese estado de conciencia?
Creo que la mayoría de las personas sienten una necesidad imperiosa de llegar a ese despertar, sienten curiosidad por saber qué se experimenta una vez que uno está, lo que llamamos, «conectado», «despierto» o «iluminado». Veo almas perdidas deseando encontrar ese despertar que les saque de la tormenta en la que viven o que les calme ese estado de guerra con el que batallan día a día.
Me hacen estas preguntas y en sus ojos veo esa necesidad de respuesta, de unas que les sean válidas. Me miran como miran las crías a sus madres, me miran deseando que les abra las puertas a ese despertar que lo cambiará todo. Imagino que ellos piensan lo mismo que pensaba yo: que existe una forma mágica que de repente llega y que lo cambia todo; que sucede algo que hace que las tormentas desaparezcan; que, como si de un truco de magia se tratase, se produce un chasquido que hace que los males pasen a mejor vida.
Algo parecido al hada de Cenicienta, que con un golpe de varita mágica consiguió transformar calabazas en carrozas y a una simple sirvienta en una bella princesa. Y puede que estas cosas ocurran, pero no olvides que a las doce de la noche ese hechizo terminó y la carroza volvió a ser lo que era, una calabaza, y Cenicienta regresó a sus cenizas. Cierto es que hubo un final feliz, hasta donde conocemos, pero que ese final llegó a través de un duro camino. No sirvió un golpe de varita para arreglar todo. Lo hizo por una noche, pero no para el resto de la vida.
El despertar es algo parecido. Hay momentos, normalmente duros, en los que uno se siente perdido, en los que nada tiene sentido, y es en esos en los que aparece en tu vida el hada madrina.
Tu hada puede aparecer en forma de amigo, de un viaje, un trabajo, una frase, un algo que de repente hace que empieces a ver las cosas de otra manera. Y ese es tu golpe de varita, pero tan solo es el principio de un largo viaje a tu interior, a tu verdad, a tu despertar, que está donde nunca habías mirado: dentro de ti. Pero es cierto que hace falta que algo o alguien te dé ese toque maravilloso. Y normalmente llega cuando menos te lo esperas y de la forma más inesperada.
Se siente que entiendes lo incomprensible, que ves la simpleza de las cosas, que ves lo que antes no veías con los ojos de la certeza. Entonces empieza el despertar que te va a acompañar el resto de tu vida. Es un viaje al centro de ti que nunca terminará y que, una vez lo empieces, jamás lo podrás dejar.
Sentir la verdad de tu ser y de tu existencia, sentir la paz es tan gratificante que después de conocerla no querrás abandonarla. Es posible que en ocasiones te salgas del camino, ya sabes que el mundo de lo físico tiene suficientes distracciones para desviarte, pero de algún modo, por mucho que te alejes, terminarás regresando a él, el que va a tu interior. No hay viaje más gratificante y duradero que este.
Por eso, cuando me preguntan que cuándo fue mi despertar, me río, sonrío, porque es cada mañana, a cada momento, pues mi despertar no ha terminado. Cada día la vida me ofrece ocasiones para despertar más, para hacerme regresar a mi camino.
Por la profesión que tengo te confieso que muchas veces me he distraído, he abandonado mi viaje al interior de mi ser para perderme en trayectos llenos de muchas cosas y a la vez de tanto vacío. Me he perdido, pero siempre he sabido regresar. ¿La razón? Como te decía antes, una vez que inicias el viaje a tu interior, es complicado dejarlo a medias.
Cuando sabes lo que es la paz, es difícil vivir en la guerra. Cuando sabes lo que es estar despierto, es difícil quedarse dormido. Cuando disfrutas de la verdad, es difícil vivir en la mentira. Cuando consigues ver, no tiene sentido estar a oscuras.
Tuve la suerte de recibir, hace años, mi golpe de varita mágica, de vivir ese chasquido que me hizo ver que la vida es otra cosa, que detrás de las maravillas que nos han enseñado, el tener propiedades, una familia, dinero, fiestas, etc., que detrás de todo eso hay algo mucho mejor y muy desconocido para la mayoría de las personas, y en ese golpe de varita me di cuenta de que algo me estaba perdiendo, y ese algo era yo mismo.
Te digo que quizás no es lo que esperas, no hay luces a tu alrededor, no hay música de fondo, tu entorno no cambia, todo sigue igual. Tal vez leer esto te decepcione, pero es la verdad. Lo que cambia es algo dentro de ti, se enciende una luz, una esperanza de que hay algo más, aparece una claridad que hace que veas las cosas tal y como son, no como tu cabeza las inventa. Aparece una fe en que todo va a ir bien, que todo puede ser mejor, que hay otra manera de vivir sin tanto sufrimiento y aquí empieza el despertar, la búsqueda, el camino al centro de ti. Y esto no sucede en un día, sucede en un viaje.
Mi respuesta a esta pregunta es cada día. Cada mañana sigo conectando con mi ser, sigo buscando, sigo regresando al camino cuando veo que me desvío.
Despierto cada día que la vida me pone a prueba.
Despierto cada vez que vienen a visitarme mis sombras.
Despierto cada vez que tengo que convencer a mi ego de que no tiene razón.
Despierto cada vez que mi mente empieza a quedarse dormida.
Conecté con lo que yo llamo divinidad en 2004. Este fue el año que tuvo lugar mi golpe de varita, en un momento en el que todo se vino abajo, en un momento en el que pasé de tenerlo todo a no tener nada, en un momento en el que me sentí hundido, en el que no veía salida.
Siempre he sido un luchador incansable, siempre he sido muy trabajador, muy tenaz, y siempre me había ido bien. Digamos que ir bien es cuando las cosas, a pesar de lo que cuestan, salen como tú quieres que salgan, y así era yo. Hasta entonces todo había ido rodado. Tenía lo que quería, no sin esfuerzo, pero lo había conseguido todo. A mis treinta años podría decirse que era lo que la sociedad conoce como un triunfador.
Tenía una empresa, pareja, casa, coches, una vida social envidiable, era popular en mi profesión. En mi trabajo todo iba como la seda, pasé de hacer infantiles en colegios con mi familia a grandes musicales como 101 dálmatas, con una actriz de primera que se convirtió en mi pareja, conseguí grandes patrocinadores, hacer exitosas giras, lo que siempre había deseado. Después vino El Zorro, otra gran producción, y aún faltaba por venir lo mejor: el musical de Queen, WeWill Rock You. Me codeaba con los componentes del grupo, la obra fue la estrella de la temporada y su estreno, de los mayores acontecimientos de entonces. Creí, algo que tú también habrás pensado muchas veces cuando las cosas te van bien, que nada podía cambiar y que ese éxito era para siempre. Me sentía imparable.
Había trabajado duro, me había sacrificado para conseguir todo aquello, había perdido cosas por el camino para obtener mis metas y por fin las había logrado. Estaba en la cima.
No nos preguntamos por el despertar cuando la vida nos sonríe porque pensamos que son cosas místicas de gente que tiene tiempo que perder.
Estaba on fire y sin saber que la vida me había preparado algunos interrogantes para los que no tenía respuesta y cerrojos para los que no tenía salida. ¿Para qué desperdiciar momentos reflexionando sobre quién era yo en realidad si me encantaba el Luis en el que me había convertido? No me interesaba nada la persona porque disfrutaba con el personaje. Las preguntas llegan cuando la vida te golpea y te sientes tan hundido o perdido que buscas dónde agarrarte.
Ocurrió algo que nadie podía controlar ni esperar. España se vio golpeada por los atentados del 11-M. El país se quedó congelado ante las imágenes que no paraban de repetirse por televisión, los ciudadanos se asustaron, vieron que lo imposible era posible y que, quizás, les podía tocar a ellos también, que quizás lo peor no estaba tan lejos. Hechos terroríficos que cambian la vida de un país y de todos nosotros en cuestión de un segundo, y así fue.
¿Qué tuvo que ver esto conmigo? Nada y a la vez todo. El miedo se apoderó de los seres humanos, el pánico, la tristeza, la rabia, el desanimo, la desilusión. España cayó en depresión y lo último en lo que pensaba la gente era en salir a divertirse.
El teatro cayó en picado, la taquilla se paralizó y empezamos a dar pérdidas. Unas pérdidas que me obligaron a cerrar un musical, que tenía previsto estar en cartel unos cinco años, a los seis meses del estreno.
En aquel momento, como me creía Superman, pensé que estaba por encima de cualquier circunstancia. En vez de tomar medidas rápidas para contener las pérdidas de la empresa, me quise hacer el salvador de todos los marineros que había en el barco, trasmitiéndoles que no pasaba nada y que yo podría soportar cualquiera de los problemas a los que nos enfrentábamos. Está claro que el hombre propone, pero es la vida quien dispone.
Y mientras salvaba a los marineros, cuando me quise dar cuenta el barco se había hundido. Fue lo que se conoce como un fracaso total. De repente el glamour que me rodeaba desapareció. El dinero que seguía llegando se fue mucho más rápido de lo que pensaba. Aprendí en horas que en el mundo del espectáculo se gana en pesetas, pero cuando se pierde salen los euros a gran velocidad.
La vida social se esfumó y el teléfono dejó de sonar. Peor aún, dejaron de cogerlo.
Ya no estaba de moda.
Ya no tenía el musical de la temporada.
Ya no podría recuperar la inversión que se hizo.
Puede parecer que no es tan grave, pero para mí fue mi ruina y lo que eso conllevaba. De tenerlo todo, como digo, a no tener nada, solo problemas, deudas, incertidumbre sobre el futuro y con ello la perdición.
Es fácil saber dónde ir cuando las cosas van bien, pero cuando se tuercen, de pronto los caminos se ocultan, las caras amables ya no están y lo único que te acompaña día y noche es la angustia. Conoces esa sensación, ¿verdad?
Entonces surgieron las preguntas, esas que hasta ahora no conocía. ¿Por qué me ha pasado esto? ¿Por qué ahora? ¿Por qué solo me ocurre a mí? ¡Qué injusto!Seguro que también te suenan, todos las hemos pronunciado en algún momento, y yo en aquella época empecé a decirlas muchísimo. No entendía nada. ¿Cómo podían cambiar las cosas tanto de un día para otro? En solo un segundo. Sentía que después de lo que había trabajado no me lo merecía.
Las preguntas estaban todo el tiempo en mi cabeza, les daba vueltas y más vueltas. Los problemas crecían a la misma velocidad que lo hacía mi incapacidad para pensar cómo solucionar la avalancha que arrastraba de acreedores. A diario me llegaban amenazas de los bancos con embargarme mi casa. Y la de mis padres, las de mis hermanas que, las pobres, en su afán de ayudarme, firmaron el aval del préstamo para poder acometer mis sueños.
Hasta ese momento parecía que lo entendía todo porque todo me salía más o menos como yo quería. Como te he dicho antes, cuando las cosas van bien, cuando suceden como uno quiere o espera, es raro que te hagas ciertas preguntas. ¿Para qué? Pero cuando la vida cambia los planes, cuando no entendemos que ella tiene otros y que no siempre coinciden con los nuestros, es cuando llegan las preguntas, porque entendemos lo bueno, nunca lo difícil.
Y ahí estaba yo, justo en esa situación. Explorando los caminos de lo desconocido, rutas incómodas que en situaciones así te ves obligado a descubrir. Es la única manera de avanzar. Me veía en una posición totalmente nueva, despidiendo personal, cerrando el teatro, buscando maneras de conseguir dinero. Me vine abajo. ¡Me rendí! Mi ánimo se desplomó.
Llegar hasta donde lo había hecho había sido duro, es verdad que todo había fluido, pero, como digo, con mucho trabajo y mucho sacrificio. Una vida entregada a mi profesión y, este momento, el estreno de We Will Rock You, era el premio. Por fin había llegado a mi meta, el trabajo había merecido la pena. Aunque si este era el final, tal vez nada lo habría merecido.
Más tarde aprendí que todo acababa bien, y si no ha acabado bien, es que todavía no ha terminado, pero, obviamente, en ese instante no lo veía. Buscaba salidas y no encontraba puertas. Hacía preguntas y no llegaban respuestas. Me encerré en mí mismo. Me volví arisco. Me sentía fracasado, hundido, tanto esfuerzo para qué. Continué buscando respuestas. ¿Por qué me había pasado esto a mí? Y cada día que no recibía soluciones me volvía peor persona. Lo que no sabía era que las respuestas, a veces, están en sitios inesperados. Y lo que tampoco sabía era que mi golpe de varita estaba a punto de llegar, de una manera y en un lugar al que nunca hubiese ido si la vida no me hubiese puesto en esta situación.
He escrito este libro esperando que te dé respuestas a tus preguntas y para que confíes en que las soluciones están más cerca de lo que piensas, aunque quizás no estés escuchando con atención. Tengo que confesar que he tardado bastante en hacerlo porque, a pesar de mi toque de varita, de mi despertar diario y del viaje que estoy realizando desde hace tiempo a mi interior, el mundo de lo físico me absorbe en ocasiones con intensidad y me aparta de lo realmente importante.
Estoy tan ocupado con toda la nada que tengo que hacer que confundo lo urgente con lo importante.
Aun así, como siempre regreso a mi camino, por fin lo he escrito. Es curioso porque he conseguido terminarlo en otro golpe, esos que no entendemos pero que tenemos que aceptar. He aprendido que con la vida es mejor no discutir, siempre gana.
Mientras escribo esto estamos en estado de alarma, confinados entre cuatro paredes, viviendo una pandemia mundial. Llevamos sesenta días encerrados en casa padeciendo una gran crisis sanitaria. Un momento que solo ha visto una generación.
Tú y yo podremos decir que hemos crecido en una sociedad completamente distinta a la que nacimos y que hemos conocido una revolución industrial tecnológica y un confinamiento sin precedente. Eso solo puede decirlo una generación en la historia: la nuestra.
Imagino que habrás adivinado que hablo de la COVID-19, de ese bicho que tanto daño está haciendo al mundo entero. De ese bicho que ha destrozado familias y que ha instalado el miedo entre los humanos. No voy a desarrollar este tema porque me llevaría otro libro, pero es importante que sepas que estas páginas las concebí en los días de confinamiento.
Llevaba en mi cabeza mucho tiempo y pensaba escribirlo una vez inaugurase mi último proyecto, la rehabilitación de la antigua estación de Príncipe Pío para convertirla en teatro. Proyecto que me ha llevado seis años de obra y de duro trabajo, pero que por fin conseguí estrenar el 1 de marzo del 2020. Ocho días después me cerraron el teatro por la COVID-19, otro revés de la vida. De nuevo, cierre de shows, despidos… Parece la misma historia que la del 2004, ¿verdad?, pero no lo es, ¿y sabes por qué? Porque después del golpe de varita, después del despertar y después de realizar el viaje al centro de mí mismo, las situaciones negativas ya nunca se viven igual; y los problemas, por muy duros que sean, se ven diferentes. Y mira que ahora estamos en una situación mucho peor, ya que no hay fecha para abrir de nuevo los teatros. Y no se sabe en qué condiciones se abrirán y no sabemos si el público, invadido por el miedo, querrá regresar a un sitio cerrado.
Hasta que se tenga una vacuna la cosa pinta bastante mal; sin embargo, mi manera de llevar las cosas es muy distinta a la de hace dieciséis años. Ahora veo con claridad y siento de dentro hacia fuera y no de fuera hacia dentro, y, créeme, todo cambia.
Termino este libro justo el día que se ha levantado el estado de alarma, el 20 de junio de 2020. Imagino que tenía que ser así y espero de corazón que mi viaje te ayude si has salido de esta crisis con preguntas sin respuesta. Hay situaciones difíciles de entender, no podemos cambiarlas, pero sí podemos, por muy difícil que parezca, cambiar lo que pensamos o cómo actuamos sobre ellas. Espero que lo disfrutes. Quizás este libro sea el golpe mágico que estabas esperando.
Es fundamental empezar con una advertencia.
Debo avisarte de que vas a leer hechos que te parecerán increíbles, pero por eso son milagros. Seguro que si en vez de vivirlos en primera persona me los hubieran contado, no los habría creído.
Los consideres milagros o no, te recomiendo que los leas porque no son relatos que me haya inventado, son revelaciones que te voy a transmitir tal y como a mí me llegaron de quienes yo llamo mis maestros espirituales. A su vez seguro que ellos los recibieron de otros maestros anteriores y así sucesivamente. Imagino que todo partiría de algún Ser Superior o de otra dimensión. ¿Cuál? No lo sé, y además no creo que tengamos la capacidad de entenderlo. Las limitaciones que tenemos como humanos no nos dejan ver con claridad a los seres y energías diferentes, aunque al leer este libro verás cómo puedes alcanzar un mayor nivel de conciencia que te permita sentirte conectado con algo superior en todo momento.
Pues bien, regresemos a 2004. Después de los atentados del 11-M que antes te contaba, me hundí en lo que se puede llamar una depresión. No encontraba sentido a nada, no sabía cómo salir de la situación y no veía luz al final del túnel.
Desde hacía tiempo tenía la costumbre de preguntarme cada mañana si era feliz. Y hasta hacía poco la respuesta solía ser siempre ¡sí! Estaba consiguiendo lo que deseaba, estaba llegando a la cima de la montaña que me había creado. Por supuesto que era feliz, de eso se trababa la felicidad, ¿no? O por lo menos eso me habían enseñado desde la infancia. Pero después del golpe que me dio la vida, mi repuesta empezó a ser no, no y no.
Fueron pasando los días y la respuesta continuaba siendo la misma, y así seguiría si no tomaba una acción inmediata. De hecho, sabía que solo la necesidad de tener que repetirme esa pregunta significaba que no era feliz.
Ahora sé que cuando uno es feliz no necesita preguntarse nada, simplemente lo es. Al igual que no necesita preguntarse si está respirando. Simplemente respira.
Recuerda esto: cuando tengas dudas sobre si hacer algo o no, si la pregunta existe es porque no lo quieres hacer. Cuando uno quiere de verdad hacer algo, lo hace. La verdad nunca duda.
Volvamos a mi relato. Me empezaba a preguntar si alguna vez había sido feliz. En aquel momento me lo cuestionaba todo y no sabía si ser feliz era en realidad lo que la sociedad identificaba como tal, pero ¿qué tipo de felicidad era esa que podía desaparecer de la noche a la mañana? ¿Es felicidad aquello que está condicionado por situaciones que no puedes controlar? Es como si hablar dependiese de que otra persona te dejara la voz.
Si la felicidad no depende de ti, es imposible que seas feliz.
Comencé a pensar que quizás la verdadera felicidad era aquella que recordaba de la infancia, donde siempre estaba alegre. Porque solo el hecho de saber que en cualquier momento la puedes perder, independientemente de lo que hagas, hace que tus instantes de felicidad mueran de inmediato por el miedo a que desaparezcan en un segundo. Esta reflexión me hacía pensar que no estaba donde siempre me habían dicho. Y, si no estaba allí, ¿dónde se escondía?
Como ves, mi cabeza era un hervidero de preguntas y reflexiones sobre absolutamente todo. Llegaba a dudar de mi propia existencia, aunque entendía que esa pregunta ya la tenía resuelta hacía cuatrocientos años gracias a Descartes: «Pienso, luego existo». Aunque hoy yo diría esta máxima al revés: existo, luego pienso. Porque ahora tengo claro que el ser está por encima del pensamiento, pero por aquel entonces de lo único que tenía absoluta certeza era de que estaba pensando, así que pasaría al siguiente peldaño.