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El Rev. Tucker ha escrito un estudio del muchas veces descuidado, pero grandemente necesitado tema del arrepentimiento. Muchas veces el arrepentimiento sólo es considerado necesario para la experiencia inicial de salvación. Sin embargo, el Rev. Tucker muestra que si los Cristianos van madurar hacia el propósito completo de Dios para sus vidas, deben permitir que el Espíritu Santo los guíe continuamente a través de un proceso de revelación de la necesidad de cambiar y responder a Su guía. Esta obra del Espíritu Santo transformará al pueblo de Dios para que puedan entrar en la maravillosa libertad y gozo de ser aquellos que han sido transformados a Su imagen.
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CAMBIADOS
DE
GLORIA
EN
GLORIA
versión 1.2
Título en Inglés: “Changed from Glory to Glory”
Copyright © 1994 by Robert A. Tucker.
Libro de texto de Zion Christian University.
Usado con permiso. Todos los derechos reservados.
Título en Español: “Cambiados de Gloria en Gloria”
Versión 1.2
Traducción: Verónica Lozada de Roque.
Edición y revisión: Equipo de IBJ - Guatemala, 2007,
Versión 1.2, Carla Borges, 2013.
Primera edición en español impresa en julio 2004.
Segunda impresión: febrero 2007.
Tercera impresión: marzo 2011.
Cuarta impresión: versión 1.2, 2013.
Impreso en Los Estados Unidos de América.
A menos que se indique lo contrario,
todas las citas bíblicas fueron tomadas de la versión
Reina-Valera en su revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas.
Para mayor información o copias adicionales,
diríjase a:
Zion Christian Publishers
P.O. Box 70
Waverly, New York 14892
Teléfono: 607-565-2801
Fax: 607-565-3329
www.zcpublishers.com
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
2 Corintios 3:18
Cuando yo tenía siete años, mi padre se graduó de la escuela bíblica. Regresamos a nuestro pueblo y mi padre instaló una carpa para reuniones evangelísticas. Los recuerdos son aún muy vívidos, el olor a aserrín fresco esparciéndose por el aire húmedo y caliente de un atardecer de agosto, las sillas plegables de madera en las que los niños pequeños podían quedar enredados si se sentaban mal, y la música cristiana se tocaba en el órgano. ¡Una emocionante expectación llenaba el lugar! Pero el detalle más memorable fue el resultado de la prédica. El mensaje fue sobre el arrepentimiento. Conforme la reunión avanzaba, la convicción del Espíritu Santo se intensificaba y el temor de Jehová llenaba el corazón de la gente.
Hoy en muchos lugares, las reuniones en carpas pueden parecer una idea que ha pasado de moda y que desde hace mucho ha perdido su utilidad. Tal vez, en la mente de muchos el mensaje del arrepentimiento está fuera de época, es irrelevante e intrascendente; pero ¿realmente podemos darnos el lujo de guardar en el desván esta verdad esencial y fundamental?
Juan el Bautista vino a preparar el corazón de las personas para la venida del Señor Jesús. La voz de Juan resonaba en el desierto:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2).
Cuando Jesús entró en escena, Su mensaje fue el mismo (Mt. 4:17). En el día de Pentecostés, el día del comienzo de la Iglesia, Pedro predicó del arrepentimiento dando como resultado que tres mil personas se volvieran al Señor (Hch. 2:37-38). En su enseñanza y en su prédica, también el apóstol Pablo hablaba con frecuencia sobre el tema del arrepentimiento.
Pablo declaró el propósito de Dios en Romanos 8:29:
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.”
¿Cómo se logra en nosotros la obra de ser hechos conformes a la imagen de Jesús en una manera práctica? Esta transformación ocurre mientras le permitimos a Dios que nos guíe al arrepentimiento y una conversión llega a nuestra vida. Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, el castigo de nuestro pecado se borra instantáneamente. Sin embargo, Dios está interesado en algo más que en el castigo por nuestro pecado. Él también pretende que nuestra naturaleza pecaminosa muera, transformándonos a la imagen y carácter de Jesús mediante un proceso continuo. En 2 Corintios 3:18, Pablo habla del proceso de ser transformados mientras contemplamos al Señor:
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Como veremos más adelante, este proceso va junto con el don del arrepentimiento. Si rechazamos la obra de la gracia de Dios en nuestra vida a través del arrepentimiento, nos descalificaremos nosotros mismos de ser conformados a Su imagen, y nuestros propios caminos nos conducirán al desastre. El profeta Ezequiel, le da al pueblo de Dios este mensaje idéntico:
“Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina” (Ez. 18:30).
Hoy, es desesperadamente necesario un avivamiento por toda la Tierra. Sin embargo, si el avivamiento ha de producir algún resultado perdurable, el arrepentimiento tiene que ser su principal piedra de fundamento. El capítulo uno de Joel ilustra la terrible condición del pueblo de Dios cuando el profeta les suplica a todos que invoquen al Señor. Debido a los juicios espantosos que vendrían; Joel clama:
“Ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid; ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios” (Jl. 1:13).
Más adelante, en el capítulo dos él invoca:
“Perdona, oh Jehová, a tu pueblo” (Jl. 2:17).
En el recordatorio del capítulo dos, Joel profetiza un tremendo derramamiento del Espíritu Santo. Sin embargo, este avivamiento está precedido por un sincero arrepentimiento. Este patrón puede verse también en los grandes avivamientos que ocurrieron en la época de varios reyes de Judá. Después de un tiempo de arrepentimiento y de poner las cosas en orden con Dios, Josafat, Ezequías y Josías experimentaron un maravilloso avivamiento y la bendición del Señor. ¡Cuán importante es que el espíritu de arrepentimiento prepare al mundo para el avivamiento!
La Iglesia de los últimos tiempos necesita el poder y la presencia de Dios conocidos por la Iglesia primitiva. Dios quiere que la Iglesia del fin de esta era sea llena con Su poder y Su gloria. Con frecuencia vemos que, en lugar que la Iglesia se mueva hacia los propósitos de Dios, lo que está obrando es algo diferente. Jesús dijo:
“Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12).
Este versículo podría traducirse de la siguiente manera: “Y por haberse multiplicado el desorden, el amor y el celo por el Señor se enfriarán, así como se enfría una cucharada de sopa caliente cuando se le sopla”. Hay muchos que no están persiguiendo de cerca al Señor, y que han perdido ese vehemente deseo de hacer la voluntad de Dios. Esa condición se da, debido a que la gente no ha sido libre de la iniquidad en su vida. Jesús pagó el precio para que fuésemos libres de todas nuestras iniquidades (Tit. 2:14). Esta libertad viene cuando el don del arrepentimiento obra en nosotros.
En Joel capítulo 1, en un día similar de degradación y rebelión, el profeta habló de los juicios de Dios sobre Su pueblo. Hordas de insectos devoraron el producto de la tierra. Los árboles frutales y las cosechas del campo se secaron. Toda su economía fue grandemente empobrecida. Los enemigos hormigueaban alrededor del pueblo de Dios. La miseria remplazó las bendiciones que habían conocido cuando anduvieron en los caminos de Dios. ¿No hay sobre la tierra juicios similares por parte de Dios, mientras le pide a Su pueblo que se vuelva a Él? ¡Las recientes devastaciones por inundaciones, huracanes y terremotos hacen que nos demos cuenta que Dios está tratando de llamar nuestra atención! En Isaías 42:24-25 Dios dice:
¿Quién dio a Jacob en botín, y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue Jehová, contra quien pecamos? No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley. Por tanto, derramó sobre él el ardor de su ira, y fuerzas de guerra; le puso fuego por todas partes, pero no entendió; y le consumió, mas no hizo caso.”
¿No está la Iglesia de hoy en una situación similar? Los cristianos están experimentando problemas que son el resultado de haber dejado los caminos de Dios. Sin embargo, ¡el profeta Joel nos da esperanza!
“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo... Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?” (Jl. 2:12-13, 17).
En medio de este sonar de la trompeta y del llamado al arrepentimiento, Dios comenzó a mostrar lo que haría por ellos si se arrepentían:
“Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Jl. 2:23-28).
Esta promesa de restauración y bendición permanece para la Iglesia hoy, si cumplimos las mismas condiciones de arrepentimiento, y nos volvemos al Señor en las áreas de nuestra vida en las que somos contrarios a Él. Tiene que haber un avivamiento del don de arrepentimiento si queremos experimentar el derramamiento del Espíritu de Dios sobre toda carne.
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9).
Ahora es el tiempo para que el mensaje de arrepentimiento venga a estar al frente en la Iglesia. Al estudiar las siete fiestas principales de Israel en Levítico 23, uno puede ver el orden y propósito de Dios para la Iglesia. Estas fiestas son las siguientes: La Pascua, los Panes sin Levadura, Las Primicias, Pentecostés, Trompetas, Día de Expiación y Tabernáculos.
Las primeras cuatro fiestas se celebran en la primavera, al comienzo del nuevo año religioso. Cuando uno estudia el origen de estas fiestas en el libro de Éxodo, se hace evidente que representan los propósitos de Dios que habían de venir después en la Iglesia Primitiva. Aún más, estas fiestas son un tipo de experiencias personales a las que Dios quiere conducirnos. Por ejemplo, consideremos la fiesta de la Pascua:
“Porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Co. 5:7).
Aquí, Pablo expone claramente la idea de que la muerte de Jesús en el Calvario fue el cumplimiento literal de la fiesta de Pascua. En Juan 1:29, Jesús es descrito como el Cordero de Dios:
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
Claramente, Juan reconoció a Jesús como el Cordero Pascual que había de ser sacrificado por la nación de Israel. La muerte de Cristo en el Calvario es el cumplimiento de la fiesta de la Pascua. Trasladando esto a nuestra experiencia personal, la Pascua habla de la salvación provista para nosotros por medio de la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo.
La fiesta de Pentecostés fue instituida en el monte Sinaí cincuenta días después que Israel cruzó el mar Rojo. Allí, en el monte Sinaí, Dios le habló a la nación de Israel. Les dio Sus leyes básicas. Su intención original fue que Israel siempre respondiera a Su voz. Sin embargo, vemos que el pueblo se rehusó a oír la voz de Dios (Dt. 5:22-27). Entonces, debido a que rechazaron escuchar Su voz y entrar a una relación más cercana y personal con Él, Dios le dio a Israel una gran cantidad de leyes para dirigirlos.
Cincuenta días después que Jesús fue resucitado de la muerte, los discípulos se reunieron en el aposento alto. El Espíritu Santo se derramó sobre ellos y todos fueron bautizados en el Espíritu Santo, con la evidencia de hablar en otras lenguas. El propósito de Dios era escribir Sus leyes sobre las tablas de carne de sus corazones, para tener hijos que respondieran a Su voz (Ez. 36:27; He. 3:7-10).
Nuevamente, trayendo el concepto de la fiesta de Pentecostés a nuestra propia experiencia, Dios quiere bautizar a cada creyente en el Espíritu Santo. Quiere enseñarnos a ser sensibles a oír Su voz, responderle a Él, y obedecer Sus leyes.
Las primeras cuatro fiestas son un tipo de la salvación, santificación, bautismo en agua y bautismo en el Espíritu Santo. Estas fueron cumplidas al comienzo de la Era de la Iglesia. (Para mayor explicación y estudio, vea por favor la tabla del Apéndice). Las últimas tres fiestas se celebran en el otoño, y aún no han sido cumplidas en la Era de la Iglesia.
Israel había vagado por el desierto cerca de treinta y ocho años, hasta que se muriera la generación incrédula. La fiesta de las Trompetas apuntaba a un tiempo en el cual Dios proclamaba un nuevo comienzo. Había llegado el tiempo para que ellos comenzaran a entrar a la tierra de Canaán y poseer su herencia.
El Día de Expiación señalaba el tiempo en que Israel cruzó el Jordán y llegó a Gilgal, en donde fueron circuncidados. Era también un tiempo de profundo arrepentimiento. Ésta, la más solemne de las fiestas, se celebraba con ayuno y oración, permitiendo que Dios escudriñara su corazón. Antes de seguir y poseer su herencia, tenían que poner todo en orden.
Por último venía la fiesta de Tabernáculos. Era la más grande fiesta del año. ¡Qué tiempo tan maravilloso era celebrar la tremenda cosecha que se recogía! ¡Durante la fiesta de Tabernáculos, Israel se llenaba de gran gozo!
Hace varios años, mi esposa y yo regresábamos en un vuelo desde París, pues veníamos de un seminario para líderes cristianos celebrado en Nepal. Tuve el privilegio de sentarme junto a una mujer judía de Israel. Al preguntarle acerca de la vida, costumbres y conceptos de los israelitas modernos, entablamos una conversación muy interesante, la cual duró varias horas. Al finalizar nos invitó a visitarla algún día. Cuando le pregunté cuál era el mejor tiempo para visitarla, contestó enfáticamente: “¡Oh, ustedes tienen que venir para la fiesta de Tabernáculos. No hay mejor tiempo de gozo y celebración que éste!” Hasta este día, la fiesta de Tabernáculos es reconocida como la más grande de todas las fiestas, y representa el gozoso avivamiento que Dios quiere derramar por toda la tierra al final de la Era de la Iglesia.
Es de notar que los días de arrepentimiento deben preceder a este tiempo de gran gozo después de la cosecha. Parece que el tiempo para que las tres últimas fiestas se hagan una experiencia real para la Iglesia es al final de esta era. Ciertamente, es tiempo de seguir caminando en una nueva visión y propósito con Dios. Aún queda mucho territorio espiritual por poseer. ¡La trompeta ha sonado! Dios espera derramar el don de arrepentimiento a un pueblo que esté listo para moverse con Él y experimentar la fiesta de Tabernáculos. Está por brotar sobre nosotros el más grande avivamiento que la tierra jamás haya visto. El Día de Expiación, que es un día de arrepentimiento, debe preceder a este avivamiento.