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Dios deseaba que la vida matrimonial y la vida familiar fueran como el cielo en la tierra. Muy pocas personas experimentan esto en estos días. Independientemente de su edad, su estatus marital, o su herencia cultural, este libro le ayudará a identificar las debilidades y las áreas de mejora en sus relaciones y proveerá soluciones factibles para construir una vida matrimonial y una vida familiar perdurable.
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SI JEHOVÁ NO EDIFICARE LA CASA
Claves de Dios para un matrimonio y vida familiar plenos
Versión 1.2
Título original:
«EXCEPT THE LORD BUILD THE HOUSE»
God’s Keys for Abundant Marriage and Family Life
Título en español:
SI JEHOVÁ NO EDIFICARE LA CASA:
Claves de Dios para un matrimonio y vida familiar plenos
Diseño de portada: ©2008 Zion Fellowship, Inc.
Imagen ©2008 Andrea Laurita, imagen usada con permiso a través de acuerdo de licencia con istockphoto, Inc.
Todos los derechos reservados.
Publicado por Zion Christian Publishers.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida por cualquier vía o bajo ninguna forma —electrónica, mecánica, fotocopiado, grabado o cualquier otra— sin la autorización escrita que exprese el consentimiento del autor.
Traducción al español: Verónica Lozada de Roque.
Edición: Jorge Chacón, Carla Borges, Jorge Chacón 2005.
Primera edición en español impresa en enero 2006.
Segunda impresión: agosto 2008.
Tercera impresión: noviembre 2014.
Revisado en junio 2018, versión 1.2
Todos los derechos reservados.
Publicado por Zion Christian Publishers.
Todas las referencias bíblicas en este libro son tomadas de la versión Reina-Valera1960, a menos que se indique lo contrario.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida por cualquier vía o bajo ninguna forma —electrónica, mecánica, fotocopiado, grabado o cualquier otra— sin la autorización escrita que exprese el consentimiento del autor.
Publicado en formato e-book en [Junio 2018]
En los Estados Unidos de América.
ISBN versión electrónica (E-book) 1-59665-601-8
Para obtener más información comuníquese a:
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P.O. Box 70
Waverly, NY 14892
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Cuando Angeline y yo nos casamos en 1965 conocíamos muy poco acerca de las enseñanzas y material escrito respecto al matrimonio y a la vida familiar. Desde entonces, se han escrito muchos volúmenes sobre diferentes aspectos de este tema tan vasto y vital, y se ha tratado en muchísimos seminarios.
A veces le he preguntado al Señor si otro libro era necesario. La información que presento aquí ofrece una perspectiva diferente a la de otros libros acerca del tema. Abordamos este tema desde el orden escritural establecido por Dios, dando a cada miembro de la familia una aplicación práctica en sus responsabilidades diarias establecidas por Dios para su vida.
Personalmente, Angeline y yo hemos vivido y trabajado en los principios que presentamos. Sabemos que los caminos de Dios son rectos y funcionan para toda generación. Habiendo compartido estos conceptos en seminarios para líderes, en muchos países, sabemos también que la Palabra de Dios trasciende toda cultura, y responde a los problemas básicos del matrimonio y la familia en cualquier grupo humano.
Que usted pueda hallar una bendición para su propio matrimonio y vida familiar en lo que compartimos de nuestra experiencia con la Palabra de Dios. “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Sal. 127:1). Que su familia sea construida según el modelo que Dios nos ha dado para que sea fuerte, perdure hasta el fin, y sea un testimonio efectivo ante el mundo de que los caminos de Dios son justos y perfectos.
Robert A. Tucker
Angeline: Fue exactamente como lo había visto en mis sueños: “CIRUGÍA”. Todo me estaba ocurriendo como lo había soñado varias veces durante más de un año. En el sueño, era conducida a una cirugía, cuando escuché una voz: “si me hubieras buscado, no estarías aquí”.
Ahora todo estaba sucediendo en la realidad. Un año antes el doctor me había diagnosticado la necesidad de una cirugía. Habíamos esperado, buscando al Señor para Su intervención con un milagro de sanidad. A través del consejo de nuestros líderes, Dios nos dejó claro que Él había elegido la cirugía en lugar de Su toque sanador. De algún modo parecía imposible que Dios escogiera esa senda ahora. Anteriormente, Él había obrado milagros de sanidad en nuestra vida, y nosotros pensábamos que Él haría lo mismo esta vez; pero obviamente, eso no ocurrió.
Pero ahora, al ser llevada a la cirugía, las dudas asaltaban mi mente. Cuando vi el letrero “CIRUGÍA” en la puerta, la voz que había escuchado en el sueño hizo eco en mi mente: “Si me hubieras buscado, no estarías aquí”. Entonces la voz del Señor habló con claridad y respondió al torbellino de mis pensamientos. “Debido a que Me has buscado, Yo he escogido esto para ti, y te he traído a este lugar”. La paz de Dios llenó mi mente y espíritu.
Ninguno de los dos entendió el propósito de Dios para nuestra situación hasta algunos años más tarde. Cuando pudimos reflexionar sobre nuestra situación, nos dimos cuenta de que efectivamente el médico había realizado la operación, pero lo más importante, que el Señor mismo había iniciado una obra quirúrgica con ese evento. Su cirugía no fue en el cuerpo físico, sino más bien en nuestro matrimonio y en nuestra estructura familiar.
Aunque teníamos siete años de casados, habíamos recibido muy poca instrucción respecto al matrimonio. Ignorábamos lo lejos que estaba nuestra relación de estar en el orden del Señor, y la velocidad con que nos estábamos encaminando al desastre en nuestra vida familiar. En Su gran misericordia, con este evento, Dios comenzó una obra específica en nuestro matrimonio. Él comenzó a instruirnos en Sus caminos y a revelarnos Su orden para el esposo, la esposa y los hijos.
Usted descubrirá que este libro se enfoca en una perspectiva diferente a la de muchos otros libros sobre el mismo tema. La mayoría de las lecciones compartidas aquí fueron comprendidas y obradas en nuestra vida, al experimentar ciertas situaciones personalmente, a medida que nuestro amoroso Padre Celestial nos conducía por sendas específicas para instruirnos.
Estas lecciones a menudo fueron recibidas en valles de angustia y malos entendidos. No quisiéramos pasar por esos valles nuevamente, pero estamos tan agradecidos por los tesoros que obtuvimos allí. Nuestro estudio se centra en el orden que Dios ha designado para las relaciones matrimoniales y el orden en la familia.
Ahora que nuestros hijos están unidos a parejas maravillosas y somos testigos de la manera en que conducen a nuestros nietos, podemos declararles a ustedes firmemente, según nuestra experiencia: ¡LOS CAMINOS DE DIOS SON PERFECTOS Y JUSTOS!
Esperamos que usted sea animado a poner toda su confianza en el Señor y a buscar Sus caminos. Vivimos en un mundo donde las relaciones familiares están cayéndose a pedazos. Muchos hogares son como casas en medio de un violento terremoto, reducidas a escombros. Si buscamos a Dios para que nos ayude a edificar según Su Palabra y Sus Caminos, nuestro hogar permanecerá intacto sobre la Roca sólida, Cristo Jesús. “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Sal. 127:1). Si usted se da cuenta que su matrimonio o su vida familiar no está funcionando correctamente, no se desanime. Deje que el Espíritu Santo sea su guía para poner todo como Dios quiere que sea. Esto puede tomarle más tiempo de lo que usted puede imaginar, pero los resultados bien valen la pena.
“Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra”.
Dt. 11:18-21
Razones para el orden de Dios
El propósito de Dios es traer un tremendo avivamiento en estos últimos días para manifestar Su carácter y naturaleza gloriosa a Su pueblo. Dios ha estipulado un orden para todo lo que ha creado. Cuando se respeta ese orden, Su gloria se establece en medio de la situación.
Este principio lo vemos ilustrado en Éxodo capítulos 25-30, allí Dios dio a Moisés un meticuloso diseño del tabernáculo en el desierto. Esos planos para edificar el tabernáculo fueron seguidos minuciosamente, como se registra en Éxodo 36-40. Vemos allí lo que ocurrió después: “Así acabó Moisés la obra. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo” (Ex. 40:33b-34). Cuando todo fue puesto en orden de acuerdo al modelo de Dios, entonces la gloria de Dios se manifestó en el tabernáculo.
Unos 450 años más tarde, Dios le dio a David el modelo para el templo que se edificaría en Jerusalén, junto con un detallado orden para la adoración. Cuando todo fue completado, incluyendo el orden en el que los sacerdotes y levitas debían adorar al Señor como una sola voz y una sola sinfonía de instrumentos, “entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” (2 Cr. 5:13b-14). Nuevamente, una vez que todo había sido puesto en el orden de Dios, Él llenó la casa con Su gloria.
Antes de la ascensión de Jesús, Él les dijo a Sus discípulos que esperaran en Jerusalén por la promesa del Padre (Hch. 1:4-5). Ellos tuvieron una reunión de oración de diez días en el Aposento Alto (Hch. 1:13-14). Ciertamente, durante esa reunión de oración deben haber puesto muchas cosas en el orden de Dios. Es casi seguro que todos los discípulos se arrepintieron por haber dejado a Jesús en Su prueba. Pedro debe haberse humillado por su negación de Cristo y, con toda seguridad, Jacobo y Juan deben haber tenido un cambio de corazón que debió ser grandioso.
Hechos 2:1 nos dice: “Y cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos”. Dios había hecho una obra para establecerlos según Su patrón. Entonces fueron todos llenos del Espíritu Santo y toda la casa se llenó de la gloria de Dios. Dios quiere llenar la Iglesia con Su gloria en estos días. Él quiere llenar nuestras familias con Su gloria, pero debemos edificar según el modelo que Dios ha establecido para nosotros. La Iglesia no entrará junta en el orden de Dios a menos que las familias de forma individual se establezcan en la senda que Dios ha ordenado.
Él tiene un modelo definido para el matrimonio y la familia. El Salmo 127:1 nos dice: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Dios revela su lugar de responsabilidad a cada miembro de la familia. A medida que cada uno alberga los propósitos de Dios y recibe la gracia para funcionar de esa manera en su vida diaria, Dios entonces llenará esa casa con Su gloria.
Angeline: La limpieza general de la casa es una aplicación muy clara de esto. Este es el tiempo en el que se limpia la casa de toda suciedad acumulada y todo desorden. En el proceso de esta limpieza, las cosas siempre parecen mucho peor que al principio, todo está fuera de su lugar. Pero debe tenerse en mente la meta final ya que, de otro modo, viene un desánimo tremendo. Yo siempre tengo ante mí la visión de la obra terminada, y eso me da fuerza para continuar el trabajo hasta el fin. Solamente me hago cargo de una habitación por día, para no abrumarme excesivamente. Pero pasar por este proceso siempre es difícil para toda la familia.
Esto mismo ocurre en nuestra vida espiritual. Cuando Dios hace una limpieza general, a veces sentimos que estamos en un estado de caos. El propósito final de Dios es limpiarnos y poner en orden las cosas en nuestra vida. Muchas veces atravesamos por esto en nuestra vida privada, pero Dios también hace esto en nuestro matrimonio y en nuestra familia; Su finalidad no es destruirnos, sino limpiarnos de la levadura que entra a nuestra vida como consecuencia de vivir en un mundo corrupto y en una generación perversa.
¿Recuerda usted cuando sus hijos llegaban de fuera y estaban todos sucios? Aunque usted los amara mucho, era más fácil abrazarlos cariñosamente una vez recibían el beneficio del poder limpiador de un baño. Así es Dios con nosotros; debemos someternos a Él para que nos limpie. Primero, Él trata con nosotros en forma individual, y después, Él quiere tratar con nuestro matrimonio y nuestra familia. Su deseo es tener en orden todas las áreas de nuestra vida para poder llenar nuestra vida y hogar con Su gloria, para ser Sus testigos.
Antes del retorno del Señor Jesucristo, tiene que haber un avivamiento en estos últimos días. Sin embargo, primero tienen que haber preparativos en nuestras familias. Malaquías profetizó de los problemas que tenían que ser corregidos en los corazones de la gente antes de la primera venida del Señor. El primer asunto al que él se refirió fue a la actitud de ellos hacia Dios.
El siguiente problema que identificó fue la actitud de ellos hacia sus esposas. Dios deja muy claro que la forma desleal en que un hombre trata a su esposa y la abominable práctica del divorcio estaban afectando a sus hijos (Mal. 2:13-16). Siempre que la pareja no está funcionando correctamente, los hijos sufren enormemente, y a veces no continúan siguiendo al Señor. Dios busca una simiente santa.
Cuando estudiamos la vida de algunos de los reyes de Judá, podemos ver el impacto de la vida de los padres sobre sus hijos. Hubo un avivamiento maravilloso en los días del rey Josafat. Muchos se volvieron al Señor, pero debido a que su familia no estaba en el orden de Dios, los efectos del avivamiento no se extendieron a su hijo, Joram.
Ezequías fue otro rey de Judá que vio un gran avivamiento en sus días. Hubo una gran limpieza en la tierra. Dios había hecho grandes cosas por medio de Ezequías. Sin embargo, 2 Reyes 20:17-19, nos muestra que Ezequías no tuvo la visión para que las cosas que Dios había hecho en su reino continuaran con sus hijos. Su hijo, Manasés, fue uno de los reyes más impíos de Judá.
Vemos también que el rey Josías tuvo una visitación del Señor durante su reinado (2 Cr. 34-35). Pero sus hijos, Joacaz y Joacim, se apartaron del Señor. El avivamiento por sí mismo no produjo la “descendencia para Dios” de la que habló Malaquías (Mal. 2:15). El propósito de Dios es preparar el camino en el avivamiento para establecer a cada familia en el modelo que Él ha ordenado.
Angeline: No solamente es necesario enseñarles con palabras y comunicar por medio de nuestras acciones a nuestros hijos para instruirlos en el camino de Dios, sino que también es imperativo orar por ellos. Hace unos años, estábamos en una reunión donde el Espíritu del Señor se estaba moviendo en una manera maravillosa de convicción. La esposa del pastor estaba orando en el altar, y yo sentí que Dios quería que orara con ella.
En ese tiempo su hijo, que andaba por los veinte años, estaba luchando en su caminata con el Señor. Cuando estábamos orando su hijo pasó al altar con gran convicción, buscando al Señor en una manera nueva. Ella no se había percatado de lo que estaba pasando.
El Señor me dio una visión de esta mujer en labor de parto, lista para dar a luz. En esta visión, yo estaba ahí como su partera, hablándole y animándola a no desmayar hasta completar la labor de parto. Ella continuó en oración con dolores de parto y le dije que su tiempo de dar a luz estaba cerca: “ya está aquí; el alumbramiento está ocurriendo”. Ella continuó clamando con angustia.
Justo cuando ella sintió que ya no podía más, su hijo, que estaba orando en el altar, clamó a gran voz. Yo le dije a ella: “Mira, en el Espíritu tú acabas de darlo a luz en el reino de Dios. ¿Lo oyes llorar? Está vivo”. Ella comenzó a regocijarse cuando el espíritu de parto se levantó y ella pudo ver a su hijo clamando a Dios. Al día siguiente ella vino a mí y me dijo que toda la noche Satanás le había estado diciendo que su hijo había nacido muerto, que no tenía vida. Yo la reafirmé diciéndole: “tú lo escuchaste clamar al encontrarse con Dios”.
Cuando mi propio hijo de dieciséis años asistió a un campamento juvenil, yo sabía que él necesitaba un encuentro fresco con Dios. Ya que yo conocía el programa del campamento, cada día durante el servicio en la capilla, yo iba a su recámara en casa, me acostaba en su cama, y clamaba a Dios que mi hijo tuviera un encuentro significativo con Dios. Conforme oraba cada día, yo sentí que la oración con labor de parto vino sobre mí. Entonces hubo una libertad, y un enorme gozo fluyó de mi espíritu. Mientras eso me ocurría, nuestro hijo (que se encontraba a unos noventa y tres kilómetros) estaba orando. En ese momento él tuvo una experiencia real de un mayor compromiso con los propósitos de Dios.
Siempre he sentido que después de dar a luz a nuestros hijos en lo natural, Dios quería también que experimentara el nacimiento espiritual de ellos. Esto es algo que enseño con gran vigor a las esposas y madres: que se involucren en la oración para dar a luz los propósitos de Dios en la vida de sus hijos. Los reyes mencionados anteriormente no se preocuparon de que sus hijos tuvieran un encuentro vital con Dios y que caminaran en justicia.
Juan el Bautista tuvo un ministerio único como precursor para preparar el camino en los corazones de la gente, antes de la primera venida del Señor Jesucristo a esta tierra. Él predicó el arrepentimiento. En Lucas 3:11-14, Juan se refirió a cosas tales como: la codicia, la benevolencia, la honestidad, la violencia, el hablar la verdad y el contentamiento. Su mensaje, según Lucas 3:4-6, fue para preparar el camino (una vía rápida) para que todo lo áspero pudiera ser removido rápidamente a las cosas de Dios en los días del avivamiento que estaba por venir. Toda carne vería la salvación de Dios debido a esta obra de preparación.
Otro aspecto del mensaje de Juan lo encontramos en Lucas 1:17: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”. Aún para el avivamiento que Jesús mismo traería, fue necesario hacer una obra en la familia. Al estudiar los Evangelios y el libro de Hechos no podemos sino observar cuán a menudo las familias fueron afectadas por el mover de Dios. En el Antiguo Testamento, vemos que José fue enviado por Dios antes que sus hermanos a Egipto para preparar el camino para que ellos fueran preservados de la hambruna que vendría. Dios también quiere preparar familias para manifestar la gloria de Dios y hacer Su camino llano, para que otros puedan ser atraídos al Señor en el avivamiento venidero.
Estos días son ciertamente los “últimos días”, los “tiempos peligrosos” descritos en 2 Timoteo 3:1-8. Todas las señales que la Escritura nos da aquí están claramente manifestadas a plenitud en nuestros días. En Isaías 60:1-2, el profeta describe lo que previó en términos similares. En el versículo 2 nos dice que: “tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones”. Sin embargo, en el versículo 1 se nos da esta esperanza en contraste a las tinieblas: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”, y continúa en versículo 2: “mas sobre ti amanecerá Jehová y sobre ti será vista su gloria”.
Cuando consideramos las diversas maldiciones que hay sobre la tierra en estos últimos días, debemos considerar también la importancia de la restauración piadosa en los hogares. “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal. 4:5-6).
Muchas de estas maldiciones están directa o indirectamente relacionadas con el abandono del orden de Dios en la familia. Dios ha establecido a la familia para transferir la santidad, la verdad y la justicia de una generación a otra. A menos que los caminos de Dios sean establecidos en nuestra familia, nos perderemos grandemente de lo mejor de Dios en el avivamiento venidero de estos últimos días.
Al estudiar las escrituras de Apocalipsis, es imposible pasar por alto el hecho que se avecinan tiempos de intensa dificultad. Cuando anhelamos lo mejor de Dios, tenemos que poner atención a los detalles del orden de Dios. En 2 Timoteo 2:5 leemos: “y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente” (según el patrón de Dios). Ha venido una presión tremenda sobre la familia, pero los caminos de Dios hacen fuerte a la familia y capaz de mantenerse en pie contra los ataques del reino de las tinieblas. El tiempo de Satanás es muy corto. Él está haciendo todo lo posible para destruir los hogares a fin de desviar a la gente de los propósitos de Dios.
Angeline: Es interesante observar en Mateo 24:43, en el contexto de la enseñanza de Jesús sobre los últimos días de esta edad, que Él advirtió sobre el ladrón que viene y mina la casa. En esta porción Dios tiene mucho que decir respecto a la “casa”. En el griego, se refiere a “la casa familiar”, nuestro hogar, donde habita nuestra familia. Lo que sucede en nuestro hogar, la forma en que criamos a nuestros hijos y cómo se desarrollan, determina en gran parte quiénes serán parte del Reino de Dios. Muchas veces, vemos esta “casa” como referencia a la iglesia, pero en este pasaje está claro que la casa se refiere al hogar de la familia. Los que hacen bien con su propia casa son los que velan para que el ladrón no pueda penetrar o irrumpir en ella y robarlos, o a sus hijos de las cosas que les han enseñado. Como padres, siempre debemos saber dónde están nuestros hijos y en qué están involucrados. Debemos ser cuidadosos de quiénes son sus amigos, para que de ninguna manera les sean robadas las verdades que hemos plantado en ellos. Dios está buscando una descendencia para Si (Mal. 2:15), pero el reino de las tinieblas está tratando de devorar esta simiente santa (Ap. 12:4). Nuestro hogar tiene que ser como un arca de seguridad contra el mundo y contra el diablo. Debe ser una política familiar de todos los padres hacer que sus hijos sientan que su hogar es el lugar más feliz del mundo. Si usted quiere que el mundo sea un mejor lugar, debe empezar por su propia casa.
En Mateo 7:24-27, Jesús usó otra analogía, en la conclusión del Sermón del Monte; aquí Él indica que se avecina una tormenta sobre cada uno. La manera en la que estemos establecidos sobre el firme fundamento de Su verdad, determinará si nuestra casa ha de permanecer o no, bajo la intensa presión de la tormenta satánica que ha de venir al final de esta era.
En nuestras relaciones de familia, debemos establecer fundamentos firmes construidos sobre la Roca, Cristo Jesús. Es más fácil y rápido construir sobre la arena, pero los cimientos firmes no se logran sino con mucho esfuerzo en aplicar los caminos de Dios en nuestra vida. Sin embargo, el esfuerzo definitivamente vale la pena. ¡Podemos tener cimientos para nuestra casa que garanticen su permanencia contra el engaño del Anticristo, e incluso despojen al reino de las tinieblas!
En Génesis 18 encontramos un hermoso cuadro de la relación entre Dios y Abraham. Debido a que Dios conocía a Abraham (Gn. 18:16-22), Él le reveló Sus planes de destruir a Sodoma y Gomorra. Abraham entonces comenzó a interceder hasta que Dios estuvo de acuerdo en no destruir a esas ciudades si hubiera diez justos allí. Así como Abraham, sólo aquellos que tienen una relación cercana con Dios pueden ser intercesores efectivos.
Lot y su familia vivían en Sodoma. Dios habló de Lot como un justo que fue librado de la ira sobre esta ciudad (2 P. 2:6-8). De haber guiado Lot a su familia en los caminos rectos de Dios, él habría podido librar a las ciudades de la ira de Dios. Según la advertencia del ángel a Lot de sacar a su familia de Sodoma, habrían sido por lo menos diez de ellos (Gn. 19:12):
De haber sido justos, estos diez habrían podido salvar a Sodoma y a Gomorra. Lot fue justo, pero no guió a su familia en la justicia de Dios. Más bien, permitió que la codicia de sus ojos lo atrajera a Sodoma donde los corazones de los miembros de su familia se apartaron de Dios. ¡Con cuánta frecuencia se repite esta escena en nuestros días!
Que amemos al Señor y Su justicia y guiemos a nuestra familia en Sus caminos para que ellos le amen a Él y a Su justicia. Tal vez Dios pueda usar nuestros hogares para hacer que muchos se vuelvan a la justicia y salgan de la ira de Dios.
Los pactos que Dios hizo con el hombre contienen a menudo promesas que alcanzan a las siguientes generaciones. En el primer pacto que Dios hizo en el huerto del Edén, Él dijo que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). Más tarde, después del Diluvio, Dios le prometió a Noé y a su descendencia que nunca más destruiría al hombre por un diluvio (Gn. 9:9-11).
Dios hizo promesas a Abraham respecto a su posteridad. En Génesis 15:18, Dios le dio la tierra por heredad. Dios sabía que Abraham obedecería a Dios y mandaría a sus hijos y a su familia en los caminos de Dios. Debido a la fidelidad de Abraham con su familia, Dios pudo cumplir las promesas que le dio. “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. (Gn. 18:19). Dios le prometió a David que sus hijos reinarían sobre su trono y que les mostraría misericordia a ellos (Sal. 132:10-12; 89:29-34). Muchas de las promesas de Dios son ligadas a nuestra posteridad.
Por esta razón debemos ser fieles en guiar a nuestros hijos en los propósitos de Dios. Es verdad que cada cual recibirá recompensa por sus propias obras. Pero también es verdad que nuestra herencia es completada en nuestros hijos y las siguientes generaciones. Invertir nuestra vida para guiar a nuestra familia en los caminos de Dios tendrá recompensas eternas para nuestra simiente y para nosotros mismos. Isaías 58:12 nos da una promesa maravillosa del potencial de nuestra simiente para “edificar las ruinas antiguas” y traer restauración a las ruinas de generaciones pasadas.
Angeline: Al paso de los años he escuchado de muchos que ya sea que deseaban hijos u otros que les resultó una contrariedad descubrir que tendrían un hijo. La situación ideal es buscar al Señor y preguntarle acerca de esto, teniendo Su opinión sobre el asunto. Cuando descubrimos que íbamos a ser padres, el Señor nos enseñó por medio de Su palabra, lo importante que es el tiempo que pasan en el vientre. Podemos aprender mucho de las ilustraciones de las diferentes mujeres embarazadas de la Biblia.
Génesis 25:21-26 contiene el relato de Rebeca que estaba preñada de Esaú y Jacob. Antes que todo, Isaac suplicó al Señor por su esposa, ya que era estéril. Dios le respondió y Rebeca concibió. Hubo una gran conmoción en el vientre de Rebeca, y se describe una lucha dentro de ella. Rebeca buscó al Señor y Él le habló que dos naciones estaban en su vientre. ¡Qué revelación tuvo ella como madre! El indicio de sus vidas se manifestó desde el mero principio. Esto fue lo que se le dijo a ella: “dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas: El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”. ¿Puede usted imaginar la lucha que ella debe haber sufrido no sólo durante el embarazo sino también al ver lo que estaba ocurriendo en la vida de sus hijos? Rebeca necesitó la gracia de Dios para soportar todo lo que venía por delante al criarlos.
Otro embarazo sobresaliente fue el de Elisabet. En Lucas 1:41-48, leemos que el bebé saltó en el vientre de ella y fue llena del Espíritu Santo al oír la salutación de María. No solamente el bebé, sino también la madre que llevaba al niño fueron afectados. Esto nos ilustra que este es un tiempo en el que el espíritu de la mujer está abierto y ella debe guardarse, cuidando su ambiente y sus actividades, no solo por ella sino también por el bienestar del bebé.
El apóstol Pablo, dirigido por el Espíritu Santo, usa la relación matrimonial para ejemplificar la relación que debe ser desarrollada entre Cristo y Su Esposa, la Iglesia. Si un esposo y su esposa tienen dificultades para relacionarse el uno con el otro, a menudo tendrán las mismas dificultades para relacionarse con Cristo. Cuando el matrimonio fluye en unidad en los propósitos de Dios, tenemos un cuadro de nuestra relación con Cristo (Ef. 5:31-32).
Los niños son en gran medida afectados por la relación entre sus padres, especialmente en la relación de ellos con su padre. Los hijos siempre buscan un héroe a imitar. Proverbios 17:6 nos dice: “la honra de los hijos son sus padres”. El concepto que los hijos tienen de Dios Padre es determinado en gran parte por sus padres terrenales. En consejería a las personas, a menudo sale a relucir que sus conceptos y actitudes presentes hacia Dios han sido formados, no por el verdadero carácter y naturaleza de Dios, sino a través de sus padres terrenales muchos años atrás.
Cierto hombre estaba enfrentando gran dificultad para confiar en que Dios podía suplir sus necesidades; pero el Espíritu Santo reveló que este concepto erróneo de Dios era realmente el resultado de un padre que no fue diligente en suplir las necesidades de la familia. Dios llevó a este hombre a través de una larga serie de eventos para enseñarle Su fidelidad.
En otra situación, una joven batallaba con cierta amargura y disgusto hacia Dios. Esto fue a causa de un padre alcohólico que había roto sus promesas muchas veces y la había decepcionado. El padre piadoso tiene una influencia positiva al mostrar la verdadera naturaleza y carácter de Dios a sus hijos.
En 1 Tesalonicenses 2, Pablo nos muestra el balance de influencia que un padre y una madre tienen en la vida de sus hijos. Aunque habla de la variedad de su ministerio a los Tesalonicenses, Pablo extrae este ejemplo del papel correcto de un padre. En el versículo 7, leemos: “antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”. Esto nos muestra el toque especial de amor de una madre. En el versículo 11 leemos: “así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros”. En este versículo se resalta la función del liderazgo del padre. Cuando ambos padres cumplen sus responsabilidades delegadas por Dios, los hijos tienen la mejor oportunidad de ser establecidos en los caminos de Dios.
Un factor en la iglesia local es la fortaleza del liderazgo de dicha iglesia. Uno de los propósitos de Dios es tener hombres que sean como columnas en la casa de Dios (Ap. 3:12). Las columnas o pilares sostienen el peso y la estructura del edificio.
Un hombre jamás podrá ser un líder fuerte en la iglesia si no es un líder fuerte en su familia. “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)” (1 Ti. 3:4-5). Si un hombre no puede guiar correctamente a un pequeño grupo de gente, ¿cómo será efectivo su liderazgo con un grupo más grande en la iglesia? El liderazgo en la iglesia comienza justo en el hogar.
En Mateo 7:15-20, Jesús da la prueba de los verdaderos líderes: “por sus frutos los conoceréis”. Ciertamente la esposa y los hijos son parte del fruto del liderazgo. Si el liderazgo no puede producir buenos resultados en su familia, ¿cómo podrá ser de otro modo en la iglesia? Muchos hombres poderosos de Dios, con grandes ministerios, han caído debido a que no pusieron los fundamentos apropiados para sus hogares. Uno no sólo debe escuchar el mensaje que predican o enseñan, sino también debe observar la vida familiar de los líderes. Jesús nos advierte a probar el verdadero liderazgo debido a que hay muchos falsos profetas.
Angeline: Al ser la esposa de un pastor, yo siempre observaba a la familia del pastor cuando visitábamos algún lugar. Siempre hacía el “reconocimiento del fruto”. ¿Estuvieron la esposa y los hijos sentados como familia? ¿Tenían rostros alegres, o sólo se estaban soportando el uno al otro? Si nosotros nos llegábamos a relacionar con estos pastores, yo estaba preparada para saber más de cómo vivían ellos. Quería aprender por el ejemplo, pero muchas veces lo negativo era lo más evidente.
Cuando mi esposo tomó su primer pastorado, yo estaba aterrorizada de que mis hijos pudieran volverse como los “HP’s” (Hijos del Predicador), o los “HM’s (Hijos del Misionero) que yo había observado; así que oré y busqué al Señor respecto a este temor. Yo amaba a mis hijos y no quería los mismos resultados como las muchas frustraciones que había visto. Él me aseguró que si yo leía el “recetario” que era la Biblia, y lo buscaba a Él en los problemas, me sentiría feliz con los resultados.
Cuando conocíamos a la familia de algún pastor que tenía hijos amables, amorosos, bien portados y piadosos, yo escuchaba al pastor y su esposa compartir con nosotros las cosas que ellos habían aprendido y practicado, para tener los resultados deseados. No éramos gente plástica o una familia plástica. Tuvimos que pasar situaciones de la vida real que nos formaron. Nuestros hijos tuvieron los mismos problemas que cualquier otro hijo. Pero Dios fue fiel y Él nos dio las respuestas.
Una vez una anciana me dijo: “sólo espera a que tus hijos se conviertan en adolescentes; entonces sabrás todo lo que es la rebelión”. Nuestros hijos tenían entonces dos y cinco años de edad. Nuestro rebaño no tenía mucho para juzgarnos. Fue como si el Señor nos arreglara para que nuestro entendimiento fuera más allá de lo que veían nuestros ojos.
Dios nos dio muchas oportunidades de las que pudimos aprender. Terminamos de criar a las dos hermanas menores de mi esposo. Una se mudó con nosotros y terminó el bachillerato, un año después, la otra también se mudó con nosotros y consiguió empleo. Las dos jovencitas habían crecido en la escuela dominical, pero jamás habían tenido una experiencia transformadora con el Señor. Fue difícil debido a que, de algún modo, el molde había sido vaciado. Pero Dios fue fiel para ayudarnos a ponerlas en el camino de vida mientras nos daba este trabajo de aprendices.
También tuvimos hijos adoptivos (por un tiempo). Queríamos estar abiertos para que Dios nos usara y nos madurara en situaciones de la vida real. Él fue fiel para darnos respuestas y ayudarnos con algunos hijos que de otra forma no podrían haber conocido al Señor. Durante los años de crianza de los hijos, crecimos con ellos y aprendimos muchas lecciones valiosas.
Convertirse en padres es un aprendizaje. Si no tenemos el Espíritu Santo que nos ayude, nos encontramos en serios problemas. El Salmo 89:28-34 nos habla del pacto que Dios hizo con David. Dios le dijo que obraría en la vida de sus hijos y los corregiría y expondría a la luz las cosas escondidas que ellos hacían en secreto.
En ocasiones, cuando los hijos niegan sus acciones o palabras, simplemente podemos decir: “Oraremos y le pediremos al Espíritu Santo que exponga lo que está ocurriendo”. Él es tan FIEL. El Señor desea que tengamos éxito con nuestras familias, para que nuestro fruto pueda ser un buen fruto, como en Isaías 61:9: “Y la descendencia de ellos será conocida entre las naciones, y sus renuevos en medio de los pueblos; todos los que los vieren, reconocerán que son linaje bendito de Jehová”. Queremos tener una simiente bendecida por el Señor. ¡Es posible!
“Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán;
y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.
Eclesiastés 4:12
La constitución del matrimonio
El matrimonio fue establecido por Dios. No fue idea del hombre. Gn. 2:18 dice: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Dios en su infinita sabiduría, puso a Adán y Eva juntos para que pudiesen complementarse uno con el otro. Adán tuvo que “adherirse” a su esposa, para ser precisos, “pegarse, unirse” (Gn. 2:21-24).
Cuando dos pedazos de madera se unen cara con cara, y luego se pegan sujetándolos bajo presión hasta que seca el pegamento, se forma una unión que no puede separarse. Una unión hecha conjunta con el pegamento adecuado no puede separarse. Generalmente la madera se partirá en algún otro lugar que no es donde se hizo la unión. Este es el cuadro que Dios nos da del matrimonio. Jesús dijo: “Así que ya no son más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:6). El matrimonio es algo muy serio y santo a los ojos de Dios. La pareja no debe tomar con ligereza lo que Dios ha establecido. El propósito de Satanás es menospreciar, degradar, mofarse y destruir lo que Dios ha establecido para ser santo, puro, duradero y de honra a Su nombre.
En Juan 17:20-23, Jesús oró por aquellos que lo siguen. Él oró que podamos ser uno con el Padre, así como ellos estaban en completa unidad. Es muy difícil entender de qué manera la Santa Trinidad es uno solo. Es similar a la unidad que Dios pone entre un esposo y su esposa pese a que ellos son diferentes el uno del otro, pero ambos son uno. Cada uno de los miembros de la Santa Trinidad tiene funciones diferentes, pero están en perfecta unidad.
Después de un tiempo que la pareja ha contraído matrimonio, cada uno de ellos empieza a darse cuenta de cuántas diferencias hay entre ellos. Antes del matrimonio, y durante la luna de miel (por mucho que pueda durar), ¡ellos hablan mucho acerca de cuán afines son! El hecho de que uno es hombre y la otra es mujer debería ser un indicio de que hay muchas diferencias entre ellos.
Hace algunos años, vimos un ejemplo de esto en un espectáculo en Disney World, en Orlando, Florida. En un programa infantil llamado “Country Bear Jamboree”, una escena animada mostraba a un oso y a un pulpo que supuestamente estaban casados. Ellos cantaban una vieja canción de amor “Vivimos en dos mundos diferentes”. Algunas parejas se sienten así de mal emparejadas. A veces la pareja puede sentir que su unión fue un error y que jamás podrán llegar a realizarse juntos. Dios quiere que entendamos la manera en que tenemos que estar unidos. Él es poderoso para obrar en cada vida a fin de que en la pareja cada uno complete al otro más de lo que alguna vez soñaron.
También ayuda el entender que las diferencias entre un esposo y su esposa son normales. Tal vez usted sienta algunas veces que su matrimonio es el único que afronta esas diferencias, pero Dios ha creado esas desigualdades entre un hombre y una mujer para que ambos puedan complementarse el uno al otro y no para estar en conflicto.
Los hombres y las mujeres ven las situaciones y las circunstancias desde perspectivas diferentes. Los hombres tienden a reunir la información o los hechos de un incidente y ponerlos en orden para sacar una conclusión lógica. Las mujeres ven la misma situación a través de sus emociones. Ellas no se preocupan demasiado por los hechos, sino más bien por cómo se sienten personalmente, o cómo esas circunstancias hacen que otros se sientan. Esta es la razón por la que una esposa siente que su esposo es insensible o descuidado. Obviamente, ambas perspectivas son importantes.
La manera en que los hombres y las mujeres cuentan las historias revela otra diferencia interesante entre los sexos. Generalmente, los hombres aportan suficientes datos de respaldo para dar la idea general de lo que está ocurriendo. Las mujeres en cambio, tienden a formar un laberinto de detalles y ángulos de la historia, hablando vez tras vez de cómo se sintieron acerca de todo lo que ocurrió. Cuando los hombres escuchan a una mujer narrar un suceso, a menudo encuentran tedioso el esfuerzo por aclarar lo que ocurrió, y tratar de separar lo necesario de las partes adyacentes. Cuando comparto algo con Angeline, ella siempre me pide más detalles. ¡Las mujeres aman los detalles!
Para un hombre ir de compras se vuelve una expedición de cacería: perseguir, cazar y regresar a casa. Esto nunca sería así para una mujer. Para ella, ir de compras es una experiencia, todo un evento, sentir el ambiente de las tiendas, tocar la mercancía, curiosear y llenar sus sentidos. A menudo, Angeline regresa de compras diciéndome cuánto ha ahorrado, cuando yo sólo quiero saber cuánto ha gastado. Los hombres se encienden sexualmente por lo que ven, las mujeres responden más por lo que oyen. El Cantar de los Cantares, demuestra la forma en la que un esposo habla a su esposa para provocar su respuesta hacia él (Cnt. 2:14; 4:1-7).
Mi esposa disfruta de armar rompecabezas. Es un tiempo de quietud en el que Dios le habla con frecuencia. A veces ella se vuelve el “rompecabezas”, y empieza a creer que faltan piezas o que se revolvieron con otro rompecabezas. Cuando se tranquiliza, se aparta del lugar por un momento, para después regresar al rompecabezas y entonces las piezas empiezan a encajar perfectamente una al lado de la otra de la forma que fueron diseñadas. De la misma manera, algunas diferencias en las parejas parecen ser irreconciliables, pero Dios puede obrar para que sus puntos fuertes y débiles se complementen perfectamente el uno al otro, así como un difícil rompecabezas en el que finalmente todo encaja a la perfección. Es verdad que si tratamos de hacer funcionar esas diferencias en nuestra propia fuerza, llegaremos a frustrarnos y desanimarnos. Debemos entender la importancia de “buscar primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mt. 6:33). Él puede hacer que aquello que nos parece que son diferencias irreconciliables funcione para que nos complementemos perfectamente el uno con el otro.