Canto a mí mismo - Walt Whitman - E-Book

Canto a mí mismo E-Book

Walt Whitman

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Beschreibung

Walt Whitman, padre de la poesía estadounidense moderna, es el poeta que puso la vida, la respiración, el cuerpo y el deseo en el centro de sus poemas desafiando las convenciones de su época. Rechazó la limitación de la métrica fija para dar rienda suelta a la sonoridad y para ampliar las posibilidades de la expresión poética con el verso libre: la forma ya no encorsetaría más el sentido, sino que este desbordaría todos los límites de la tradición.En Canto a mí mismo, el profeta del sí incondicional a la vida invita al hombre y la mujer común, a aquellos que trabajan con las manos y sienten en el pecho, a la heroicidad de la alegría, epopeya en la que, al final, todos los corazones laten al unísono. No se trata de un destino de superficial dicha y mera igualdad, sino que consiste en el gozo del esfuerzo, de la energía vital, del hacer de la vida misma un espacio donde quepamos todos.

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Akal / Básica de Bolsillo / 370

Walt Whitman

CANTO A MÍ MISMO

Prólogo y paráfrasis de León Felipe

Walt Whitman, padre de la poesía estadounidense moderna, es el poeta que puso la vida, la respiración, el cuerpo y el deseo en el centro de sus poemas desafiando las convenciones de su época. Rechazó la limitación de la métrica fija para dar rienda suelta a la sonoridad y para ampliar las posibilidades de la expresión poética con el verso libre: la forma ya no encorsetaría más el sentido, sino que este desbordaría todos los límites de la tradición.

En Canto a mí mismo, el profeta del sí incondicional a la vida invita al hombre y la mujer común, a aquellos que trabajan con las manos y sienten en el pecho, a la heroicidad de la alegría, epopeya en la que, al final, todos los corazones laten al unísono. No se trata de un destino de superficial dicha y mera igualdad, sino que consiste en el gozo del esfuerzo, de la energía vital, del hacer de la vida misma un espacio donde quepamos todos.

Diseño de cubierta

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original: Song of Myself

© Finisterre Editores, S. A., 1974

© Ediciones Akal, S. A., 1990, 2024

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-5462-7

Prólogo

Habla el prólogo

«Y aquel que camina una sola legua sin amor

camina amortajado hacia su propio funeral».

Walt Whitman

I¿ES INOPORTUNA ESTA CANCIÓN?

Ahora…

cuando el soldado se afianza bien el casco en la cabeza,

cuando el arzobispo se endereza la mitra,

cuando el retórico saca de nuevo el cartabón para medir su madrigal;

ahora…

cuando el político y el sociólogo,

el filósofo y el artista

viran hacia la derecha porque parece que va a ganar el tirano,

muchos pensarán que acuñar este poema en español es un mal negocio,

una hazaña sin gloria,

un gesto inoportuno y peligroso.

No sé si será peligroso,

pero no es inoportuno.

¿Es inoportuna esta canción?

«Con estrépitos de músicas vengo,

con cornetas y tambores.

Mis marchas no suenan sólo para los victoriosos

sino para los derrotados y los muertos también.

Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.

Pues yo digo que es tan glorioso perderla.

Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan.

¡Hurra por los muertos!

Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre por ellos.

¡Hurra por los que cayeron;

por los barcos que se hundieron en el mar

y por los que perecieron ahogados!

¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes vencidos!

Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes más grandes de la historia».

¿Quién ha dicho que esta no es la hora?

Sí, esta es la hora.

Esta es la hora de transbordar las consignas poéticas eternas;

de trasvasar de un cuenco a otro cuenco las genuinas esencias de los pueblos;

con vinos de otras cepas y de otros lagares,

con vinos del norte y del sur…

La mejor hora para brindar por el hombre con canciones de otras latitudes, trasladadas a nuestro discurso.

Y ¡qué alegría cuando sentimos que estos zumos extraños son nuestros también,

que nada le viene áspero ni amargo a nuestro paladar!

(¡Qué alegría cuando yo averiguo que en mi pentagrama cabe la canción del cuáquero y del chino,

y que el amplio sombrero tejano me sienta tan bien como el viejo chambergo de Castilla,

que es el mismo sombrero, con más órbita!).

¡Qué alegría cuando nos damos cuenta de que los pueblos están tan cerca unos de otros al través de sus poetas!

¡Que sólo la política separa a los hombres:

los cabildos y los concejos!

Un día, cuando el hombre sea libre, la política será una canción.

El eje del universo descansa sobre una canción, no sobre una ley.

Cantan las esferas.

¿No habéis oído hablar de la canción de las esferas?

Y ¿es inoportuna ahora esta canción?

IIWALT WHITMAN

¿Es inoportuno, amigos y poetas americanos y españoles, que yo os congregue aquí ahora y os traiga conmigo al viejo camarada de Long Island?

No. Esta es la hora mejor.

Ahora…

cuando avanza el trueno para borrar con trilita la palabra libertad, de todos los rincones de la tierra,

cuando el hombre ha perdido su airón y su bandera

y todos somos reses marcadas entre vallados y alambradas,

quiero yo presentaros a este poeta de cabaña

sin puerta frente al camino abierto,

a este poeta de halo, de cayada y de mochila;

ahora…

cuando reculan frente al odio el amor y la fe

quiero yo presentaros con verbo castellano, y en mi vieja manera de decir,

a este poeta del amor, de la fe y de la rebeldía.

Aquí está. ¡Miradlo!

Se llama Walt.

Así lo nombran

el viento,

los pájaros

y las corrientes de los grandes ríos de su pueblo.

Walt es el diminutivo de Walter (Gualterio en castellano).

Más bien es la poda del patronímico hasta el monosílabo simple, onomatopéyico y gutural: Walt.

IIIDIOS LE LLAMA WALT

Se apellida Whitman.

Pero Dios le llama Walt.

No tiene familia.

Es hijo de la tierra más que de la sangre, como todo norteamericano legítimo. Que en esto se diferencia del europeo. Y en esto se diferencia también el pionero del conquistador.

No tiene genealogía.

Y en esto se diferencia del hebreo.

No acarrea su sangre desde Adán, por una tarjeta de nombres empalmados, pero es tan adánico como Isaías.

«Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí, de esta tierra y de estos vientos.

Me engendraron padres que nacieron aquí,

de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,

de padres, hijos de esta tierra y de estos vientos también».

No dice el nombre de sus padres ni de sus ancestrales.

Le basta con saber que todos fueron hijos, como él, de la tierra y el viento,

de esta tierra y de este viento de América.

Ahora es necesario señalar esto bien.

Su nombre telúrico y adánico es Walt.

Walt, Walt, Walt…

le dicen el gavilán,

la tempestad,

y las olas del mar entre las rocas de la playa…

Llamadle Walt vosotros también.

Yo le llamo Walt…

Dios le llama Walt.

IVCANTARÁ SU CANCIÓN Y SE IRÁ

No tiene otro título ni rótulo a la puerta.

No es doctor,

ni reverendo

ni maese…

No es un misionero tampoco.

No viene a repartir catecismos ni reglamentos,

ni a colgarle a nadie una cruz en la solapa.

Ni a juzgar:

ni a premiar

ni a castigar.

Viene sencillamente a cantar una canción.

Cantará su canción y se irá.

Mañana, de madrugada, se irá.

Cuando os despertéis vosotros, ya con el sol en el cielo, no encontraréis más que el recuerdo encendido de su voz.

Pero esta noche será vuestro huésped.

Abridle la puerta,

los brazos,

los oídos

y el corazón de par en par.

Porque es vuestra canción la que vais a escuchar.

VOS TRAE UNAS LLAVES

No os trae nada nuevo.

Sabe que sois ricos y os lo viene a recordar.

Y a los que han olvidado su tesoro viene a abrirles

el granero,

el palomar

y las puertas de la torre.

Os trae unas llaves.

Viene a derribar murallones,

a destruir cercas y vallados…

y los portones, con trancas, del corral.

Os trae también una piqueta.

Y otras cosas más. Anotad:

«unas botas recias,

un báculo,

y un capote para la lluvia».

¿Qué esperabais?

¿Una cinta de medir

y vuestras leyes jurídicas y municipales, empastadas en cuero de becerro, con tejuelos dorados?

Os trae unas llaves,

pero no os trae ninguna ganzúa.

VIOS TRAE UNA CONSIGNA

No es el poeta de los que trabajan en la sombra

ni de los escarabajos que arrastran su bola de estiércol…

Y más que el poeta de la democracia

es un poeta místico y heroico.

El Canto a mí mismo

no es más que una invitación al heroísmo que se le hace al average man, al hombre de la calle.

No es una invitación ni a la igualdad ni a la dicha.

Yo he traducido la palabra happiness por alegría.

No hay más que alegría, no hay felicidad.

Y no hay otra alegría legítima en el mundo que la del esfuerzo.

(Sobre esto ya me he puesto de acuerdo con Walt).

Que no gruñan ni me salgan al paso los escribas pragmáticos

y los honrados lebreles eruditos;

que no se solivianten los defensores de los sagrados

derechos de la letra;

que se callen aquí

los scholars,

los arqueólogos

y el intérprete del hotel.

Porque ¿a quién fue, a vosotros o a mí, a quien Walt le dejó encomendada esta nota?

«Poets to come, arouse! for you must justify me».

«Poetas de mañana, ¡levantaos! porque sólo vosotros debéis justificarme».

Entre Whitman y Nietzsche no hay más que unas cuantas leguas de distancia.

Se encontrarán enseguida.

Nietzsche parte primero y arranca de una selección natural;

Whitman se detiene un momento antes de partir para preparar a los atletas.

(Después, en los dos casos y como siempre, la selección la seguirá haciendo el camino).

Porque en el arranque del alba, al comenzar la jornada ¿quién se atreve a detener a nadie?

¿Quién es capaz de decir: «Tú no eres bastante fuerte para venir conmigo»?

Las fuerzas de la fe ¿quién las puede medir?

Y no hay test para calcular el entusiasmo.

Walt dice: «Yo soy el profesor de los atletas».

No dice nunca: «Yo soy el profesor de las masas».

Dice:

«lo que yo tengo, lo tienes tú»

y donde yo suba puedes subir tú.

Pero «yo no conduzco a los hombres

ni al casino

ni a la biblioteca

ni a la Bolsa…

Los llevo hacia aquellas cumbres altas».

Y luego:

«La mesa está puesta para el hombre.

Aquí está la carne para el apetito natural.

Siéntate.

Que se sienten todos:

el malvado

y el justo.

No desdeño a ninguno.

Que nadie se quede a la puerta.

La manceba,

el parásito

y el ladrón

están invitados;

y el negro cimarrón

y el sifilítico también.

No habrá diferencias

ni privilegios para nadie».

Luego más tarde. Oíd esto bien:

«Ven, hijo mío,

aquí tienes pan, come,

y leche, bebe.

Pero después de que hayas comido y renovado tus vestidos te besaré, te diré adiós y te abriré la puerta para que salgas.

Nadie, ni yo ni nadie, puede andar tu camino por ti;

tú mismo has de recorrerlo.

No está lejos, está a tu alcance.

Tal vez estás en él, sin saberlo, desde que naciste: acaso lo encuentres de improviso en la tierra o en el mar…

Largo tiempo has soñado sueños despreciables.

Ven, que te limpie los ojos…

y acostúmbrate ya al resplandor de la luz».

Esta es la consigna:

«Y acostúmbrate ya al resplandor de la luz».

VIIOS TRAE TAMBIÉN UNA SEÑAL

Y esta es la señal: «Salut au monde».

«La mano alta y perpendicular

(no el brazo oblicuo ni el puño cerrado)

la mano alta y perpendicular».

«En todas las ciudades donde penetren la luz y el fuego del sol, penetra mi canción;

y en todas las islas donde canten los pájaros, canta mi canción».

Porque después de que yo me vaya, quede la luz encendida en todos los albergues y en todos los hogares de los hombres,

hago la señal: «Salut au monde».

Antes de que los signos infamantes que ha enseñado el odio a la mano del hombre, levantó este poeta la suya, alta y perpendicular, para saludar al mundo en nombre del amor: «¡Salut au monde!».

Walt es un poeta totalitario.

Contra el totalitarismo del odio

no hay más que el totalitarismo del amor.