Con aroma a flor - Rogelio León - E-Book

Con aroma a flor E-Book

Rogelio Leon

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Beschreibung

Con frecuencia, negocios considerados prometedores no logran despegar. Suelen operar un tiempo, pero cierran o mueren sin haber llegado al punto en que empiezan a crecer y ser rentables. ¿Cuál es la razón? En Con aroma a flor, Rogelio León desarrolla el concepto de "la ecuación del éxito" --que, como él dice, tiene poco de ciencia y mucho de sentido común-- a partir del análisis de una de las industrias más impresionantes del sector agrícola en tres países referentes en su producción a nivel mundial. Según el autor, los negocios exitosos comparten ciertas características que los hacen viables y, además, les imprimen elevados niveles de competitividad; identificarlos es el trabajo que todo emprendedor debe realizar. Si los factores mínimos de la ecuación no pueden encontrarse, entonces es mejor no avanzar más. La puerta del fracaso puede estar más cerca que la del éxito, y no hay nada más peligroso que apasionarse por una idea creyendo que el optimismo puede reemplazar lo que el "ecosistema" no es capaz de ofrecer. Para Rogelio León, la "ecuación del éxito" en la industria de las flores de corte está compuesta por los siguientes factores: clima favorable, bajos costos de producción, infraestructura de soporte, activa participación del gobierno en la creación de clusters y la cercanía a mercados de alta demanda. Al terminar de leer el libro, el lector podrá realizar este mismo análisis para la actividad en la que opere o desee incursionar. Se sorprenderá de la información que podrá construir.

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© Rogelio León Guzmán, 2016

© Universidad ESAN, 2017

Av. Alonso de Molina 1652, Surco, Lima-Perú

www.esan.edu.pe

[email protected]

Primera edición

Lima, junio del 2017

ISBN: 978-612-4110-70-2

Digitalizado y Distribuido por Saxo.com Perú S.A.C.

http://yopublico.saxo.com

Telf: 51 1 221 9998

Dirección: Calle Dos de Mayo 534 Of. 304,

Miraflores - Lima – Perú

CUIDADO DE EDICIÓN

Ada Ampuero

Carmen Santisteban

CORRECCIÓN DE ESTILO

Óscar Carrasco

Ada Ampuero

DISEÑO DE CARÁTULA

Erik Chiri

DISEÑO DE INTERIORES Y DIAGRAMACIÓN

Ana María Tessey

ÍNDICE

Introducción

Una necesaria aclaración: ¿floricultura?, ¿flores de corte?

1. Sudamérica: el emprendimiento colombiano

2. África: las flores, el motor del desarrollo de Kenia

3. Asia: el despertar del gigante chino

4. La ecuación del éxito: coincidencias y diferencias en la industria en estos tres países

Epílogo

Bibliografía

INTRODUCCIÓN

En las próximas líneas quiero compartir con ustedes, un viaje temporal y geográfico por Colombia, Kenia y China, tres países en tres continentes distintos que, a su manera, vienen desarrollando una interesante industria de flores de corte. Casos de éxito que nos demuestran que las distancias culturales y geográficas no son traba ni excusa para el desarrollo de un negocio común. A lo largo del libro verán cómo se han presentado, en diferentes momentos, más coincidencias que diferencias en el desarrollo de una industria que en poco tiempo pasó de ser una actividad prometedora a un pilar estratégico para la generación del dinamismo económico y el desarrollo social tan añorado en sus ámbitos de influencia.

En el análisis de estos casos, encontramos que las industrias actuales y los negocios del futuro tienen una regla implícita, un patrón de coincidencias. Rubros específicos con un carácter global obtienen resultados similares en diferentes partes del mundo porque comparten variables comunes que se articulan conformando la «ecuación del éxito» que les permite alcanzar elevados niveles de competitividad. En la industria de las flores de corte, estas variables comunes parecen ser las óptimas condiciones agroclimáticas, la disponibilidad de recursos, la cercanía a mercados de alta demanda, un sector empresarial pujante y la activa participación de un gobierno visionario, convertido en socio estratégico para la creación de clústeres diversificados y con mucho dinamismo.

Aunque existe una «ecuación del éxito» general para la industria, cada país se ha encargado de agregar sus particularidades a este patrón común y ha desarrollado su propia ecuación. Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Colombia, Kenia y China han tenido que lidiar con retos que nos demuestran que nunca existen situaciones perfectas. Todo nuevo negocio enfrentará escenarios de estrés y factores negativos que restan en la ecuación. No obstante, las industrias del futuro no pueden vivir de las quejas, deben entender el verdadero rol que cumplen en su macroecosistema y la trascendencia que deben alcanzar en él. Por tanto, sus esfuerzos no deberían concentrarse solo en la reducción de las externalidades del momento, sino, más bien, en dar los pasos sólidos que se necesitan para continuar en la vanguardia del sector.

En la era del conocimiento, con una población de millennials en aumento, las tendencias empiezan a cambiar a un ritmo acelerado, y la competitividad lograda en muchos años de trabajo puede perderse en un abrir y cerrar de ojos. En este sentido, otra palabra poderosa aparece en escena: la sostenibilidad, entendida como la visión y los hechos concretos que permiten transformar un emprendimiento en un acontecimiento duradero en el tiempo. La competitividad sin un claro enfoque orientado a lograr una sostenibilidad integral (económica, social y ambiental)… simplemente ¡no funciona! Ambos son requisitos complementarios e imprescindibles para construir los negocios del futuro. Esta visión es a veces difícil de lograr con productos que llegan a cegar a las empresas por su éxito de corto plazo y una demanda que solo obedece a una «moda» y no a la creación de una necesidad duradera.

La ecuación del éxito puede entenderse, entonces, como el resultado de combinar las ventajas naturales con aquellas desarrolladas por el hombre para la generación de una industria competitiva, perfectible y, sobre todo, sostenible en el tiempo.

Estén donde estén y sin importar el rubro al que se dediquen, siempre habrá espacio para innovar, avanzar y soñar en grande. Kenia y China son jugadores relativamente nuevos que prosperaron con rapidez porque no tuvieron que asumir la misma cuota de aprendizaje que Colombia. Con esto quiero decirles que para ser exitosos, «innovar» no necesariamente significa «inventar la pólvora». Aprender de los mejores y ajustar el conocimiento a la realidad local es también una estrategia válida para despegar. Sin embargo, solo será sostenible a medida que el impulso inicial se fortalezca con inversión en valor agregado y la incorporación constante de suficientes diferenciadores para crear espacios propios de crecimiento. Los negocios del futuro deben manejarse con alta responsabilidad, pero también con una dosis de sana ambición por mejorar la versión anterior en ciclos continuos de reinvención.

Los tres primeros capítulos de este libro muestran el panorama general del negocio de las flores de corte en cada país, y cerramos el viaje con un capítulo final que analiza la ecuación del éxito en esta industria a partir de las coincidencias y diferencias encontradas entre ellos. Aunque el libro trata sobre las flores de corte, también podría haberse empleado otra actividad o industria para encontrar las variables comunes que forjan la ecuación del éxito. En realidad, ese es el análisis que me gustaría que desarrollen al terminar de leer este libro.

Investigar sobre la magnitud de este negocio ha sido toda una odisea. Un reto que asumí con el objetivo de brindarles algo distinto, de romper los patrones de un libro académico tradicional, evitando el uso de demasiados tecnicismos y puntos de vista parciales. En vez de ello, les ofrezco tres casos de estudio reales narrados a modo de historias, para que a través de una lectura amena puedan hacer su propia interpretación de la ecuación del éxito que mueve a los negocios del futuro. Las flores de corte y su desarrollo en estos países ha sido una buena excusa y ha servido, además, para mostrarles lo apasionante que puede ser el sector agrícola. No obstante, muchas veces no aparece en el mapa de los buenos negocios en el mundo por falta de información. Bueno… para que decirte tantas cosas más e intentar convencerlos, si pueden empezar la aventura pasando a las siguientes páginas.

UNA NECESARIA ACLARACIÓN

¿FLORICULTURA? ¿FLORES DE CORTE?

La floricultura es un pujante sector de la agricultura cuya participación en el comercio internacional ha mostrado en los últimos quince años, una notable expansión. Al cierre del año 2015, sus intercambios comerciales en el mundo se valorizan entre 17,500 y 19,000 millones de dólares. Estas cifras, sin embargo, no consideran la producción y el comercio local de estos productos, que, al no cruzar fronteras, no participan en el comercio internacional. Diversos especialistas señalan que, de incluirlos, la floricultura generaría transacciones de hasta diez veces los valores señalados.

La floricultura es un negocio sui generis en la agricultura, porque sus productos no se destinan a la alimentación, sino más bien al mercado del bienestar y la expresión de sentimientos. Un nicho comercial pudiente, pero también muy exigente y sofisticado.

Las flores de corte constituyen tan solo un rubro dentro de la floricultura, pero es el que más destaca en el comercio internacional, pues representa entre el 46% y el 48% de todas las exportaciones globales del sector. Las plantas vivas en macetas, los follajes de corte y los bulbos cierran el pool de productos de la floricultura.

Las flores de corte comprenden una variedad de especies, de las cuales la rosa es la flor bandera y el caballo de batalla del comercio mundial del sector. Otras especies relevantes son el clavel, el crisantemo, la azucena, así como el complejo grupo conocido como flores de verano.

Es posible que las flores de corte sean los productos agrícolas más perecibles. Una vez cortadas pueden marchitarse en apenas cuestión de horas; así pues, para poder llegar a su destino final manteniendo su calidad y duración, entran en una carrera contra el reloj. Este condicionante ha permitido desarrollar en torno a ellas, una de las cadenas logísticas más eficientes. Por otro lado, la producción misma es un reflejo de la otra cara de la agricultura: una agroindustria moderna con niveles de automatización tales que no tienen nada que envidiar a cualquier otra considerada high tech.

Debido a la relación del producto con el nivel económico de sus clientes, esta industria nació comercialmente en países desarrollados del hemisferio norte; sin embargo, Colombia, Kenia y China han alcanzado en la actualidad un notable protagonismo y se han convertido en grandes productores a nivel mundial. ¿Qué tienen en común estos países? ¿Es solo cuestión de suerte la posición de liderazgo que en la actualidad ocupan en el sector? ¿O existe algo más?

1.SUDAMÉRICA

EL EMPRENDIMIENTO COLOMBIANO

Desde la década de los noventa, Colombia es el segundo exportador de flores de corte en el mundo (el primer lugar lo ocupan los Países Bajos) y el principal referente de esta industria en el continente americano. La importancia del producto es tal que, pese a utilizar tan solo el 0.2% de los terrenos agrícolas del país, genera un valor de transacciones que lo catapultan como el principal producto de las agroexportaciones no tradicionales colombianas y la cuarta industria generadora de divisas, después del petróleo, la minería y el café.

Aunque la producción de flores cortadas destinada a la exportación tiene más de cincuenta años, ha sido recién en las últimas tres décadas cuando despegó con un fuerte dinamismo, en concordancia con el crecimiento económico de sus principales mercados en la escena mundial. Para Colombia, las flores de corte no constituyen un éxito económico aislado: el negocio se ha integrado con fuerza en la identidad nacional y es motivo de orgullo para sus ciudadanos.

Por otro lado, en las últimas décadas han aparecido en el mundo nuevos competidores dispuestos a quitarle cuotas de participación en el mercado. Los años de experiencia, sin embargo, capitalizan el liderazgo que, construido inicialmente sobre las ventajas geográficas, agroclimáticas y sociales de Colombia, hoy se sostienen gracias a las constantes innovaciones incorporadas en todos los eslabones de su cadena de valor.

Sin embargo, producir flores ya no es tan barato, ni los márgenes de utilidad son tan amplios como hace veinte años. Por esta razón, la eficiencia es el patrón dominante en el esfuerzo de la industria por mantenerse vigente, competitiva, y generando expectativa constante en sus clientes. Si bien la fotografía actual es exitosa, ¿cuál es el camino que la floricultura colombiana tuvo que recorrer para lograrlo?

El nacimiento de la industria de las flores de corte en Colombia

Emprendimiento sería la palabra más precisa para esbozar la historia de la floricultura en Colombia. Corrían los años sesenta y, por coincidencia, concurrieron varias situaciones que fueron claves para el desarrollo y la configuración futura del sector.

A comienzos de dicha década, un reducido grupo de empresarios locales iniciaba la producción comercial de flores en la sabana de Bogotá (región que comprende varios municipios del departamento de Cundinamarca) con las miras puestas en la exportación.

En 1965, Edgar Wells, Miguel de Germán Ribón, Germán Restrepo y otros empresarios pioneros marcaron un hito al convertirse en los primeros exportadores colombianos de flores de corte hacia Estados Unidos, con transacciones que en ese año alcanzaron cerca de 20,000 dólares. Si bien este hecho marcaba un futuro auspicioso, mostró, al mismo tiempo, un conjunto de limitaciones que debían ser superadas si se quería continuar en esta aventura, entre ellas, la falta de transporte aéreo especializado y las dificultades de distribución en el país de destino.

Mientras tanto, en Estados Unidos la industria de las flores de corte vivía un periodo de transición. En este país, el invierno y el verano son estaciones marcadas, lo que afecta la temperatura y la duración del día. Tal situación no garantizaba una continuidad sostenible de la cadena de producción de flores a lo largo del año, originándose ventanas de desabastecimiento que afectaban el desarrollo de una oferta sostenida.

Ante la necesidad, los invernaderos se convirtieron en una alternativa que resolvía el problema de la disponibilidad de flores, pero no el de los márgenes de utilidad, que, pese a los mejores precios de venta, no compensaban los gastos adicionales en tecnología y energía requeridos por dichos sistemas de producción. Por este motivo, la industria empezó a mostrar interés en el reordenamiento de su mapa productivo, con la migración de sus fincas hacia zonas productoras de clima más favorable.

Por otro lado, como parte de su política internacional, el Gobierno de Estados Unidos asumía el reto de acercarse más a América Latina, proponiendo el «progreso» como alternativa para frenar lo que consideraba «un peligroso avance del comunismo en la región». En 1966, la USAID1, junto con las fundaciones Kellogg y Ford, puso en marcha un ambicioso programa de asistencia técnica para la agricultura colombiana a través de transferencia tecnológica, extensión agrícola y desarrollo de proyectos de investigación, con el apoyo de un consorcio técnico conformado por las universidades estatales de Colorado, Iowa, Kansas, Oklahoma y Missouri.

En ese mismo año, y como parte del mencionado programa, David Cheever, entonces estudiante de posgrado de la Universidad de Colorado, llegó a Colombia y desarrolló su tesis Colombia como un exportador de flores cortadas para el mundo. En esta concluye que la sabana de Bogotá contaba con condiciones agroclimáticas ideales para la producción de flores de alta calidad, así como con una excelente ubicación geográfica para abastecer al mercado estadounidense. Casi de inmediato, dicha investigación se convirtió en el sustento técnico que esta promisoria industria necesitaba para que expectantes empresarios colombianos y estadounidenses decidan ingresar al negocio.

Floramérica y Sunburst Flowers: su legado en la floricultura colombiana

En 1969, tres años después de la publicación de su tesis, David Cheever regresó a Colombia junto con el empresario Thomas Kehler, el productor florícola Harmond Brown y el economista William Penn Mott. Los cuatro crearon Floramérica Ltd., empresa que se estableció en la sabana de Bogotá con la intención de producir claveles para el mercado estadounidense. Tras instalarse, con pocos recursos económicos, pero con mucha confianza en el negocio y una visión moderna de este, la empresa logró demostrar, en tan solo unos años, que la industria florícola en Colombia también podía convertirse en un negocio de alto vuelo.

Las innovaciones a nivel productivo y de gestión que Floramérica trajo consigo permitieron la generación de una tecnología local a través de la adaptación que esta y otras empresas pioneras empezaron a realizar, convirtiendo al «mestizaje tecnológico» en el cimiento que generaría el círculo virtuoso impulsador del espectacular avance que la industria mostraría en los años siguientes.

En poco tiempo, la sabana de Bogotá empezó a transformar su rostro, al cubrirse con el plástico de los invernaderos terrenos que antes se dedicaban a la ganadería y a la agricultura de subsistencia. El uso de esta tecnología rompió el esquema agrícola tradicional del país y, en cierta manera, debido a las excelentes condiciones climáticas naturales, también transformó el concepto del objetivo de los invernaderos, que pasaron de ser «estructuras para la modificación y el control del clima» a espacios de optimización para producir «el mayor número de flores de calidad en el menor espacio posible».

El éxito temprano de Floramérica se basó en un conjunto de aciertos. El primero, ubicar el proyecto en un territorio donde ya se estaba gestando un embrionario clúster florícola. El segundo, la oportuna decisión de producir en la ventana de desabastecimiento para inundar el mercado estadounidense con flores de alta calidad y bajos precios. El tercer acierto —y quizás el más estratégico para Colombia— surgió como respuesta a la necesidad de establecer una eficiente cadena de distribución en Estados Unidos. Para tal fin, la empresa creó en Miami Sunburst Flowers Ltd., especializada en la importación y distribución de flores en dicho país. La estrategia de integración vertical fue una jugada maestra que indirectamente creó dos polos de desarrollo complementarios: la producción de flores en la sabana de Bogotá y la comercialización de aquellas en Miami.