De soldado a papá - Soraya Lane - E-Book
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De soldado a papá E-Book

Soraya Lane

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Beschreibung

La misión más dura fue recuperar a su familia El militar de elite Luke Brown estaba acostumbrado a enfrentarse a la guerra. Qué pena que no lo hubieran entrenado para ser padre y esposo. Tras dos años fuera de casa, no pensaba que su mujer lo estuviera esperando con los brazos abiertos, pero tampoco que lo esperara con los papeles del divorcio. Cuando lo vio en la puerta, ataviado con su inmaculado uniforme militar, Olivia se murió de ganas de que su marido la estrechara entre sus brazos, pero le había costado mucho criar a su hijo sola y le aterrorizaba la idea de que el pequeño Charlie se encariñara con su padre, que se podría volver a ir en cualquier momento.

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2013 Soraya Lane. Todos los derechos reservados.

DE SOLDADO A PAPÁ, N.º 2526 - octubre 2013

Título original: Mission: Soldier to Daddy

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2013

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Jazmín son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-3821-5

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

Capítulo 1

Olivia sintió que se estremecía. Había pasado mucho tiempo y le daba miedo volver a ver a su marido, le daba miedo enfrentarse a la realidad, al hombre que la había abandonado, le daba miedo la reacción de su hijo. ¿Habría acertado al no acudir al aeropuerto a recibirlo?

–¿Ya está aquí, mamá?

Olivia miró a su hijo. Sus rizos dorados y sus dedos manchados de pintura la enternecieron y sintió que la preocupación le cerraba el estómago.

–No, pero no falta mucho, cariño. Estará a punto de llegar –le dijo acercándose a él y apretándole la manita.

–¿Me va a caer bien?

–¿Tu padre? ¡Claro que sí! Te va a encantar, Charlie.

El niño asintió e intentó sonreír.

–¿Y yo le voy a caer bien a él?

Olivia se rio.

–¿Acaso hay alguien en el mundo que no te adore?

Charlie dio un respingo con los ojos abiertos como platos.

–¿Has oído eso?

Olivia cerró los ojos un momento. Sí, lo había oído y, de no haber sido por su hijo, seguramente habría salido corriendo. Cuando volvió a abrir los ojos, estaba sentada en la mesa. Sola. La pancarta de bienvenida estaba extendida frente a ella, veía las letras borrosas.

Bienvenido, papá.

Había llegado el momento.

En menos de treinta segundos, su marido habría vuelto a su vida y estaría viendo a su hijo por primera vez.

–¡Ya está aquí!

El grito de emoción de Charlie la sacó de sus pensamientos. Olivia echó los hombros hacia atrás, decidida a permanecer fuerte. Llamaron a la puerta y se acercó al vestíbulo justo en el momento en el que Charlie corría hacia allí para abrir.

El teniente coronel Luke Brown había vuelto oficialmente a casa.

Olivia se quedó mirando a su hijo, que se había quedado agarrado al pomo de la puerta, y se secó el sudor de las palmas de las manos en los vaqueros. Aunque no le apeteciera mucho lo que iba a suceder, era evidente que a Charlie, sí.

El niño se había quedado paralizado, mirando al desconocido que había en el umbral. Se trataba del mismo hombre que llevaba dos años sonriéndoles desde una fotografía, la misma fotografía que besaba todas las noches antes de acostarse. Sí, el mismo hombre, en persona, estaba en la puerta de su casa, tan moreno, fuerte y guapo como en la foto. La única diferencia era que, en esta ocasión, iba de uniforme de campaña.

Sí, definitivamente, era él. Llevaba el pelo rubio cortado muy corto, tenía la piel dorada como si se hubiera pasado una semana de vacaciones en una isla y la miraba con sus ojos marrón oscuro, aquellos ojos que Olivia no podía olvidar nunca aunque quisiera.

–¡Papá!

Aquel grito hizo que Luke dejara de mirarla a ella y se centrara en su hijo. Olivia observó atentamente cómo reaccionaba Charlie la primera vez que veía a su padre, observó cómo se agarraba a los pantalones de camuflaje como si no se quisiera soltar jamás.

–¿Charlie?

Qué poco le gustó decirlo en tono interrogativo. Luke contó hasta cinco para no tomar a su hijo en brazos y apretarlo como a un limón. Llevaba tanto tiempo esperando aquel momento… y ahora su hijo, que tenía el mismo pelo que él, estaba ahí delante, esperando como si su padre supiera lo que había que hacer cuando, en realidad, no tenía ni idea, no sabía siquiera cómo saludarlo.

Pero había vuelto y eso era lo que contaba.

Antes de que le diera tiempo de dejar su macuto en el suelo, Charlie se abalanzó sobre él y se abrazó con fuerza a sus piernas. A Luke apenas le dio tiempo de volver a establecer contacto visual con Ollie para ver su reacción.

Bienvenido a la paternidad.

–No eres tímido, ¿eh? –le pregunto al niño poniéndole la mano sobre la cabeza–. Creía que ya ibas a ser lo suficientemente grande como para saludarte con un apretón de manos.

Charlie se echó atrás y saludó a su padre al estilo militar, con una gran sonrisa. El rostro de Luke se tornó serio.

–Veo que has cuidado bien del soldadito –comentó mirando a su esposa.

Olivia estaba en el vestíbulo, apoyada en la pared. Luke la miró de arriba abajo, deleitándose en su cabello largo del color de la miel, que le caía sobre los hombros, en sus brazos delgados cruzados sobre el pecho y en la tristeza que reflejaban sus ojos azules. No le gustaba nada verla así porque sabía que aquella tristeza la había ocasionado él.

–¡Ahhhhhh! ¡La pancarta! –gritó Charlie corriendo por el pasillo y desapareciendo de la vista.

Luke aprovechó para entrar y cerrar la puerta tras él.

–¿Cómo estás, Ollie?

Estaba de pie ante ella, con las manos metidas en los bolsillos, observando aquellos preciosos y enormes ojos azules, que lo miraban fijamente.

–Me alegro de que hayas vuelto, Luke.

Lo había dicho muy seria. Luke intentó ignorar su voz cansada y forzada, pero le impresionó. Llevaba mucho tiempo imaginando aquel día, pensando en lo que diría y en cómo le pediría perdón, pero, ahora que estaba allí, no le estaba resultando tan fácil expresarse como había creído.

–Me alegro de estar de vuelta en casa –comentó preguntándose si debería abrazarla y besarla, acercarse y decirle que lo sentía.

Estuvo a punto de echarse a reír a carcajadas ante la posibilidad, pues, ¿por cuál de todas las mentiras le iba a pedir perdón? ¿Por haberse ido cuando le había prometido que no lo haría? ¿Por haber sido el peor marido del mundo o por haberse convertido en un padre ausente?

–Está muy contento de verte –comentó Olivia mientras se oían pasos de nuevo por el pasillo–. Apenas ha dormido en toda la noche.

Luke comprendió que su hijo estaba encantado de que su padre volviera a casa, pero su mujer no sentía lo mismo. Sabía que se lo merecía, pero le dolió.

–Desde luego, se ha convertido en un chico muy especial.

–¡Bienvenido a casa! –exclamó el niño poniéndose junto a su madre y extendiendo una pancarta ante él.

Luke miró a Olivia y luego a Charlie, y deseó que las cosas hubieran sido diferentes. Ojalá hubiera estado fuera unos meses, seis como mucho, ojalá la familia que lo esperaba en casa fuera una familia de verdad, ojalá su mujer siguiera queriéndolo, ojalá tuviera la familia que siempre había querido, desde niño.

–Me encanta –comentó agachándose para ver bien la pancarta–. Está fenomenal.

Charlie sonrió con felicidad y lo agarró de la mano.

–Ven, papá –le dijo tirando de él hacia el salón.

Luke miró a Ollie y casi deseó no haber vuelto. Aquello estaba resultando más duro de lo que había previsto. Había vuelto a casa para conocer a su hijo, pero ver así a su mujer le hizo comprender que tendría que haber actuado de otra manera con ella y deseó haberlo hecho mejor.

Cuando Luke la miró y le sonrió de aquel modo tan particular suyo con el que solía sonreírle, Olivia estuvo a punto de derrumbarse, pero estaba decidida a no llorar. Tenía que ser fuerte por su hijo, que era el único que importaba en aquel instante.

Después de haber pasado por momentos en los que lo único que deseaba era que Luke volviera a casa y por momentos en los que prefería no volver a verlo jamás, ahora estaba allí, había vuelto y tenía que lidiar con ello.

Los primeros meses habían sido los peores, pero luego se había acostumbrado a no tener a su marido cerca, había conocido a otras mamás, había hecho nuevas amigas, había encajado como nunca hubiera creído posible hacerlo, había desarrollado una vida nueva, como una viuda. Y se había arrepentido por haber alzado la voz a su marido en muchas ocasiones cuando lo que tendría que haber hecho era intentar escucharlo.

Se había preparado a conciencia para la posibilidad de que nunca volviera. Hasta aquel momento. Luke era un hombre completamente dedicado al ejército, algo de lo que sentirse orgullosa, pero le había hecho mucho daño.

Olivia avanzó hacia el salón y miró a su hijo, que estaba enseñándole todos sus juguetes a su padre. Luke se había quitado la chaqueta y se había tumbado en el suelo. Olivia se moría por acercarse a él y tocarlo, aunque se hubiera odiado por ello, pero estaba tan guapo… y los recuerdos que tenía de él eran tan buenos… era como si necesitara tocarlo para convencerse de que había vuelto, de que estaba allí, vivo, en casa.

Pero volver a ser su esposa no entraba dentro de las posibilidades. El dolor todavía la acompañaba de manera constante y el hecho de que hubiera vuelto solo lo hacía más real. No podía volver a serlo, no ahora que había reconstruido su vida y que sabía que, si volvía a perderlo, jamás se recuperaría.

Tenía los papeles del divorcio en el bolso, lo único que tenía que decidir era cuándo se los daba. Estaba segura de que él habría dado por terminado su matrimonio mucho antes que ella, solo quedaba hacerlo oficial.

–Bueno, me gustaría que me dejaras hablar con tu madre, ¿de acuerdo? –le dijo Luke a Charlie poniéndose en pie.

–¿Te apetece un café? –le preguntó Olivia dirigiéndose a la cocina a prepararlo para tener algo que hacer.

Luke asintió y fue tras ella. Olivia sabía que la estaba mirando mientras ponía café instantáneo en dos tazas, añadía azúcar en la suya y ponía el agua a hervir. Una pena no tener nada más que hacer para poder seguir evitando su mirada.

–Está muy bonito este sitio.

Olivia se paró y lo miró.

–Me tuve que cambiar de casa. No tenía sentido quedarnos en la otra –comentó con una brusquedad que no pretendía.

Luke levantó las manos.

–No lo he dicho por nada en especial, no me tienes que dar explicaciones.

Olivia se sonrojó y se giró para servir el agua hirviendo en las tazas. Sabía que Luke no lo había dicho con mala intención y que su reacción había sido desproporcionada porque estaba nerviosa.

–Luke, yo… –le dijo dejando una taza delante de él mientras intentaba encontrar las palabras.

Luke la agarró de la muñeca y Olivia se apresuró a retirar la mano, pero se dio cuenta de que aquel breve contacto la había hecho volver a desearlo porque lo cierto era que nunca había dejado de hacerlo, por mucho que hubiera intentado convencerse de lo contrario.

–No hace falta que digas nada. Para mí, esto también es muy duro, Ollie.

A Olivia le hubiera gustado gritarle que no, que no tenía ni idea de lo que ella sufría, que no tenía ni idea de lo sola que se había sentido y de que algunas noches había deseado que estuviera muerto para poder seguir adelante con su vida. Sí, luego se sentía culpable por pensarlo, pero no podía evitarlo. La manera en la que habían terminado las cosas entre ellos, lo mal que se sentía por lo que había dicho y por lo que había hecho, el dolor que le había acarreado la forma de actuar de Luke, todo ello la había puesto al borde del precipicio.

Olivia probó el café. Le temblaba la mano. Luke también comenzó a beber el suyo, pero no volvió a mirarla, bajó la mirada hacia el líquido negro y allí la mantuvo. Olivia rezó para que no le hubiera leído el pensamiento.

–¿Mamá?

La voz de Charlie la devolvió a la realidad y rompió la tensión que se había instalado entre Luke y ella.

–¿Salimos?

Olivia miró a Luke, que asintió, se bebió el café rápidamente y se puso en pie.

–¿Damos unas cuantas patadas al balón? –le propuso a su hijo.

Olivia observó que agarraba a Charlie de la mano y se quedó mirándolos mientras salían, padre e hijo. Luke era todo músculo, delgado y tonificado, guapo y fuerte, y su cuerpo seguía anhelándolo y también su corazón, pero las cosas habían cambiado. Luke había roto su promesa y la había abandonado, y jamás se lo perdonaría. Ahora, tenía que proteger a su hijo y tenía que protegerse a sí misma.

Olivia era una mujer patriota, pero lo primero para ella era su familia. Un soldado no puede abandonar a su familia como si tal cosa, no como lo había hecho Luke. ¿Podía confiar en que nunca abandonaría a Charlie?

–Qué frío hace.

Luke se sirvió otra copa de vino. Apenas bebía más que una cerveza de vez en cuando, pero el vino lo estaba ayudando a sobrellevar la situación.

Olivia lo miró. Se moría por acariciarla, por recordar lo que había habido una vez entre ellos. Sabía que era mucho pedir, que ya no estaban juntos, que si vivían bajo el mismo techo era para ponérselo fácil al niño.

–¿Por qué no nos has llamado más a menudo? Llamar una vez cada tres o cuatro meses no es suficiente.

Luke bajó la cabeza. Había sido un mal marido y un peor padre y sabía que no tenía excusa. Aquella pregunta lo hizo sentirse fatal. Bebió un poco más de vino y la miró a los ojos.

–No era fácil –contestó Luke, que era consciente de que podría haberlo intentado con más ahínco.

–¡Tonterías! –exclamó Olivia golpeando la mesa y poniéndose en pie–. No me mientas, Luke. Tu hijo lloraba todas las noches. Deberías haber hecho el esfuerzo de llamar más a menudo. Ha tenido que crecer sin recordarte y sin saber quién eres.

Luke se quedó sentado, no pensaba discutir con ella la primera noche. No quería volver a discutir como solían hacer todos los días antes de que se fuera. Lo cierto era que, cuando se encontraba fatal, lo que deseaba era que Charlie lo olvidara para que no sufriera la pérdida.

–No grites, Ollie. Lo vas a despertar

–¿Cómo te atreves? –le gritó–. Lo único que he hecho en este tiempo ha sido cuidar de nuestro hijo. Es mi vida. Mientras tú luchabas por nuestro país, yo luchaba por nuestro hijo, por mí y por nuestra familia –añadió mirándolo de frente–. Mientras a ti te importaba muy poco.

Tenía los ojos llenos de lágrimas y Luke no pudo soportarlo y apartó la mirada. No podía soportar su tristeza y el vacío de sus ojos y, sobre todo, no podía soportar que tuviera razón.

–Sé que ha sido difícil para ti…

Ollie tampoco se había comportado como si quisiera que se quedara y Luke no lo había olvidado.

–No te puedes imaginar lo difícil que ha sido, Luke. No te lo puedes ni imaginar. Me quedé sola con un niño pequeño que no tenía padre –recordó con emoción–. No me abandonaste a mí, abandonaste a nuestro hijo –declaró con la voz quebrada.

Luke se puso en pie y se paseó por la cocina. No podía seguir escondiéndose detrás de la excusa de que era soldado. Olivia tenía razón. Su hijo no se merecía crecer sin padre y él lo sabía por experiencia propia porque había crecido así. Por eso, precisamente, había vuelto a casa, para que la historia no se repitiera.

Ahora, su hijo lo conocía.

–Olivia, lo siento. De verdad.

–Olvidas que muchas de mis amigas también están casadas con militares –contestó Olivia con voz apenada–. Sus maridos las llamaban todos los meses, e incluso todas las semanas, pedían permisos y venían a casa aunque solo fueran unos días. Con tu rango… bueno, ya da igual, Luke, pero creo que podrías haber hecho algo más.

Luke miró a su esposa avergonzado. Huir había sido lo fácil, la manera más rápida de terminar con una situación insoportable. Cuando las cosas se habían puesto difíciles, cuando el bebé no quería dormir, cuando su mujer creía que no se hubiera casado con ella de no haberse quedado embarazada, aún a sabiendas de que podía morir en acto de servicio dejando a su hijo huérfano, había decidido irse…

–Me resultaba demasiado difícil hablar contigo, Ollie. Era más fácil no hacerlo –confesó–. No te puedes imaginar cuántas veces levanté el teléfono para llamar a casa y hablar con vosotros y no pude hacerlo.

–Tendrías que haberlo hecho.

Cuando Luke elevó la mirada, Olivia se había ido.

Luke dejó caer la cabeza entre las manos y cerró los ojos. A lo mejor, si no se hubiera quedado embarazada tan pronto, si no se hubieran casado tan rápido, las cosas habrían sido diferentes. A lo mejor, no tendrían que haberse casado, pero lo único que importaba en aquellos momentos era su hijo, demostrarle que podía contar con él, que quería ser su padre.

Porque, en esta ocasión, no tenía ninguna intención de irse.

Capítulo 2

De repente, vio la cara de Charlie junto a la cama y miro la hora que era. Las dos de la madrugada.

–Hola, pequeño –lo saludó revolviéndole el pelo.

No sabía qué más hacer. Lo cierto era que jamás había tenido mucho contacto con niños, ni siquiera con el suyo.

Su hijo parpadeó y lo miró con sus enormes ojos castaños. Luego, se acercó.

–¿Me puedo meter en la cama contigo? –le preguntó.

–Eh, sí, supongo que sí –contestó Luke apartando las sábanas.

No le hacía ninguna gracia no saber qué hacer. ¿Debía mandarlo a su cama? ¿Debía abrazarlo? ¿Qué debía hacer?

Charlie se había acurrucado contra él y Luke se dio cuenta de que ya no había marcha atrás, así que le pasó el brazo por los hombros y se sintió incómodo porque no sabía qué decirle aunque era su propio hijo.

–Papá…

Luke tragó saliva. Papá. Llevaba dos larguísimos años soñando con oír aquella palabra, pero ahora no sabía cómo comportarse. Cuando se fue, Charlie no era más que un bebé. Cuánto lo había echado de menos.

–Dime.

–Te quiero.

–Vaya, eh, yo también te quiero, claro –contestó Luke tragando saliva de nuevo.

–No te vas a volver a ir, ¿verdad, papá?

–No, claro que no –le aseguró Luke abrazándolo y haciendo un gran esfuerzo para que no se le saltaran las lágrimas.

Lo cierto era que no sabía cuándo le tocaría volver a irse, pero no quería ni pensar en ello en aquellos momentos. Era militar y, cuando lo llamaban, no tenía más remedio que acudir. A veces, se le había pasado por la cabeza cambiar de trabajo, pero lo único que le gustaba en el mundo era ser militar y, además, se le daba muy bien. Ahora, tenía por delante unos cuantos meses de descanso. Luego, le tocaría volver a irse y no sabía cómo iba a dejar las cosas por casa.

–Me gusta tener un papá.

Luke se sintió culpable por haber abandonado a su hijo y por saber que, tarde o temprano, le tocaría volver a hacerlo. Había permitido que su hijo tuviera que pasar por lo mismo que él había pasado: crecer sin su padre, deseando que su vida fuera diferente.

Llevaba muchos años en el ejército sin llorar, intentando no pensar en el padre que había conocido y al que había perdido, pero ahora estaba a punto de estallar.

–¿Vas a volver a dormir en la cama de mamá? –le preguntó Charlie.

Aquello le hizo sonreír.

–Eso espero, pequeño –contestó, aunque sabía que no iba a ser posible porque Ollie no estaba por la labor de invitarlo de nuevo a su cama.

Aunque pensar en volver a estar bajo las sábanas con ella era muy tentador, no había vuelto por eso. Había vuelto a casa por su hijo, para conocerlo, no con la ilusión de volver a acostarse con su mujer. Las cosas entre ellos se habían terminado.

–¿No tienes lamparita de noche?

¿Quién le habría enseñado a su hijo a preguntar tanto?

–¿Dormimos un poco? –le propuso Luke atrayéndolo contra su cuerpo.

No se le estaba dando tan mal aquello de ser padre. Ojalá hubiera sabido ser mejor marido.

Ollie se apoyó en la puerta e intentó evitar las lágrimas, pero ya le caían por las mejillas. Debería haberse alejado y haber dejado que padre e hijo hablaran a solas, pero se había quedado y había escuchado la conversación.

Se había levantado, acostumbrada a hacerlo en cuanto oía que su hijo se despertaba por la noche. Por una parte, le encantaba que Charlie hubiera ido a buscar a su padre, pero, por otra, no le hacía ninguna gracia, pues era la primera vez que el pequeño buscaba a otra persona y no se metía en la cama con ella. Habían pasado más de dos años juntos, ellos dos solos, y ahora las cosas habían cambiado y se le hacía difícil aceptarlo.

Ollie volvió en silencio a su habitación y se metió en la cama. No podía olvidar la pregunta de Charlie. «¿Vas a volver a dormir en la cama de mamá?». Aquel hombre la había vuelto loca, se había enamorado de él perdidamente y ahora era como si no se conocieran de nada. ¿Habría vuelto de no existir Charlie? ¿Habría vuelto por ella? Porque, dijera lo que dijera, parte de la culpa en la ruptura de su matrimonio había sido suya y ya iba siendo hora de que lo asumiera.

Ollie cerró los ojos e intentó conciliar el sueño, pero tuvo la sensación de que no le iba a resultar fácil.

Unos ruidos procedentes del salón la despertaron antes de lo previsto. ¿Qué estaba sucediendo? Olivia se levantó justo en el momento en el que Charlie iba a buscarla a la carrera.

–¡Mamá!

Había trozos de vías de tren por todas partes, una locomotora y varios vagones en el suelo.

–Buenos días –la saludó Luke desde la cocina.

Solo llevaba puesto el pantalón del pijama, así que su torso bronceado quedaba al descubierto. Olivia se pasó los dedos por el pelo. Maldición. Se le había olvidado lo bien que estaba aquel hombre.

Ollie se apresuró a desviar la mirada.

–¿Quieres desayunar? –le preguntó el padre de su hijo mirando hacia la mesa.