Sueños recuperados - Soraya Lane - E-Book

Sueños recuperados E-Book

Soraya Lane

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Beschreibung

De una aventura de una noche… a esposa de un millonario. La ex bailarina Saffron Wells había pasado una noche inolvidable con el magnate Blake Goldsmith, pero no esperaba que aquella velada mágica terminara con una propuesta más que conveniente que le ayudaría a asegurar un trato de negocios. Desde el momento en que había descubierto que no podría ser madre, el ballet se había convertido en el único sueño de Saffron. Una lesión la había obligado a abandonar, pero Blake le estaba ofreciendo todo el apoyo económico que necesitaba para recuperarse si se convertía en su esposa. Sin embargo, Saffron no iba a tardar mucho en descubrir que otro sueño olvidado también estaba a punto de hacerse realidad. Estaba embarazada, pero… ¿cómo iban a seguir adelante con aquel matrimonio falso?

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2016 Linda Susan Meier

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

La única solución, n.º 5493 - diciembre 2016

Título original: Pregnant with a Royal Baby!

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-9316-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

BLAKE Goldsmith tomó un sorbo de whisky lentamente y disfrutó del ardor del licor a medida que descendía por su garganta. Nunca había sido bebedor, pero el whisky con hielo era lo mejor para soportar la tortura de los cócteles y las galas. Bajó la vista y contempló el trozo de hielo que estaba en el fondo del vaso.

«Maldita sea», se dijo.

O se quedaba con las ganas o se aventuraba a atravesar la multitud que se aglutinaba junto a la barra de nuevo, pero ninguna de las dos opciones le resultaba muy apetecible.

Decidió estirar las piernas un poco, así que se dirigió hacia el exterior. Si alguien se cruzaba en su camino siempre podía decir que necesitaba algo de aire fresco. En cuanto terminara la subasta se iría a casa. Añoraba la soledad de estar en el aire, la cercanía de su unidad cuando estaba de servicio. De haber tenido oportunidad, no se lo hubiera pensado dos veces y les hubiera seguido la pista hasta el sitio donde estaban destinados en ese momento, para no regresar.

–Disculpe –murmuró al rozar el codo de una mujer al pasar, con la vista baja para no tener que socializarse con nadie.

Un rato después toda la gente comenzó a parecerle igual. Aquello era un mar de trajes negros y camisas blancas, mezclados con rutilantes vestidos. A esas alturas ya debería haberse acostumbrado, pero hacer el papel de la oveja negra que había vuelto al redil jamás había formado parte de sus planes, y lo de las fiestas de sociedad tampoco.

Blake se detuvo en seco de repente y se incorporó ligeramente, escudriñando a través de la multitud. Ella estaba sola, junto al enorme ventanal que estaba al final de la sala y que ofrecía las mejores vistas de las luces de Nueva York por la noche. El cabello, de color rojo cobrizo, le caía sobre los hombros y llevaba un labial brillante que hacía un contraste drástico con su pálido tono de piel. Era como una muñeca, postura perfecta, una copa de champán en una mano y un pequeño bolso de fiesta en la otra… En aquella sala, donde las mujeres comenzaban a parecer todas iguales, con sus recogidos impecables y sus vestidos de gala, aquella joven era como un soplo de aire fresco, ese que tanto había anhelado unos segundos antes.

Blake no perdió el tiempo. Estaba sola, lo cual solo podía significar dos cosas. O bien estaba esperando a que volviera su acompañante, o de lo contrario había acudido sola al evento. Fuera como fuera, sin embargo, Blake quería llegar hasta ella antes de que lo hiciera otra persona. A lo mejor conseguía que la noche se animara un poco después de todo.

Se abrió paso entre la gente ofreciendo disculpas por los empujones y avanzó con decisión, sin quitarle los ojos de encima. Se aclaró la garganta y esbozó su mejor sonrisa cuando unos ojos marrones se clavaron en él.

–Te preguntaría que si quieres algo más de beber, pero veo que apenas has tocado esa bebida –le dijo–. A menos que no te guste el champán…

La pelirroja se rio. El cabello se le movió ligeramente, revelando la piel perfecta de su cuello.

–Me encanta el champán. Es que…

Blake se rio también.

–¿Estás aburrida?

Ella hizo una mueca que le hizo encandilarse aún más.

–Sí. Digamos que sí.

–Soy Blake –extendió una mano–. Blake Goldsmith.

Ella extendió la suya y le dio un buen apretón.

–Saffron Wells.

–Bueno, ¿qué está haciendo una chica como tú sola en un sitio como este?

–¿Una chica aburrida?

Blake arqueó una ceja.

–No, una chica preciosa.

Ella esbozó una sonrisa dulce.

–Le prometí a una amiga que vendría, pero esto no es para mí –Saffron se encogió de hombros–. Es artista. Una de sus obras va a ser subastada esta noche, así que no podía decirle que no. Además, no salgo mucho.

Tal vez se sintiera fuera de lugar, pero parecía encajar a la perfección en el evento. Blake bajó la vista cuando ella apartó la mirada y no pudo evitar fijarse en su vestido azul de satén hasta llegar a sus espléndidas piernas. Era corto, sin tirantes, y hacía falta mucha fuerza de voluntad para no mirarla de forma indiscreta.

–Bueno, ¿a qué te dedicas?

–Ahora mismo me estoy tomando un poco de tiempo libre –le dijo ella. Su sonrisa se borraba por momentos–. Solo me estoy dedicando a hacer café y a…

Blake se encogió por dentro. ¿Por qué le había preguntado algo tan invasivo? No había querido hacerla sentir incómoda.

–Me encanta el café. El camarero de la cafetería que está al lado de mi casa es mi persona favorita.

–¿Qué me dices de ti?

Blake comenzó a arrepentirse seriamente de la conversación que él mismo había iniciado.

–Negocios familiares. Estoy aquí esta noche porque nadie podía venir en mi lugar.

–Pobre.

–Sí. Algo así.

Blake odiaba hablar de sí mismo y le encantaba la idea de que aquella mujer tan increíble no pareciera tener idea de quién era él.

En ese momento ya no se creía capaz de soportar la experiencia de ver otro tabloide más con su cara impresa junto a un jugoso titular de «soltero más codiciado». Y como si todo eso fuera poco, además tenía que aguantar las mentiras acerca de la muerte de su padre, esas que le estaban convirtiendo en un alcohólico. Charlar con una mujer como Saffron sin tener que entrar en esos temas era, cuando menos, refrescante y saludable.

Un camarero pasó en ese momento y Blake levantó una mano. Sonrió y colocó su vaso de whisky vacío sobre la bandeja. Tomó otra copa de champán y la puso en la mano de Saffron al tiempo que le quitaba la otra. La expresión de ella fue de protesta, pero el gesto no le duró más que una fracción de segundo.

–Estaba encantada con esa copa.

–Bueno, no hay nada peor que el champán tibio –le dijo Blake–. ¿Quieres salir a respirar algo de aire fresco?

La sonrisa de Saffron fue tímida, pero estaba ahí.

–Claro. Cualquier excusa es buena para salir de aquí.

Blake le devolvió la sonrisa y la condujo hacia la puerta, poniendo la mano al final de su espalda al tiempo que ella se daba la vuelta. Había un enorme balcón, repleto de fumadores, pero la sala se había convertido en un contenedor asfixiante, así que Blake siguió adelante.

–Disculpen… –una voz estridente se oyó de repente por los altavoces–. Un momento de atención, por favor.

Blake soltó el aliento. Habían estado a punto de escapar…

–¿Nos damos prisa? –le preguntó a Saffron, susurrándole al oído.

Su cabello olía a perfume y le hacía cosquillas en la mejilla.

–Creo que tenemos que quedarnos –le susurró ella–. Me encantaría irme de aquí, pero…

Blake se encogió de hombros. En ese momento solo deseaba salir de allí cuanto antes, pero no iba a dejar a la mujer más interesante que había visto en toda la velada. Su pelo, de un color rojizo intenso, destacaba entre la marea de cegadores tonos rubios y negros profundos. Era un color sutil, pero cautivador. Además, en aquella sala llena de mujeres espagueti, ella parecía tan pequeña, pequeña, pero no escuálida. Blake se había fijado en su pose en cuanto la había visto. Tenía las extremidades largas, pero bien tonificadas, y su silueta parecía muy bien esculpida. Estaba intrigado.

–Muchísimas gracias a todos por estar aquí esta noche para recaudar fondos para los niños más desfavorecidos de la ciudad de Nueva York –dijo el anfitrión.

Blake era alto, así que podía ver perfectamente lo que estaba ocurriendo al otro lado de la sala, pero ella no debía de ver nada. Casi le sacaba una cabeza completa.

–Los fondos que recaudemos esta noche serán destinados a un programa de asistencia invernal para niños menores de doce años que no tienen lo básico para pasar los meses más fríos. Se les dará un abrigo, zapatos, sombrero, pijamas y muchas otras cosas que nosotros damos por sentado.

Blake miró a Saffron. Ella se llevó la copa a los labios y bebió un sorbo. Blake hizo lo mismo, aunque el champán no fuera su elección habitual en cuanto a bebidas espirituosas.

–Esta es la obra de mi amiga –le dijo ella, mirándole a los ojos durante un segundo–. Ha estado trabajando en esta pieza durante todo un año. Es parte de su última colección.

Blake se sacó del bolsillo el folleto y contempló el primer cuadro que aparecía en el papel arrugado. No era de los que se conmovían mucho ante el arte, pero la obra no le desagradaba. Según decía la reseña, la amiga artista de Saffron Wells era un talento emergente, una joven promesa.

–Abrimos la puja en quinientos dólares –dijo el subastador.

Blake levantó la mano todo lo que pudo para asegurarse de que le vieran. La puja no tardó en subir hasta cinco mil dólares, y Blake continuó pujando por la pieza, asintiendo con la cabeza cada vez que era necesario, consciente de que todo el mundo le observaba. No le gustaba ser el centro de atención, pero en esa ocasión era necesario.

Cuando la puja terminó por fin, un poco más allá de los diez mil dólares, la expresión de Saffron era de absoluta incredulidad, y ni siquiera se había dado cuenta todavía de que era él quien había hecho incrementar las cifras.

Blake estaba comprando en nombre de la empresa y para él esos números no eran más que calderilla, pero seguramente esa subasta tan exitosa sería de lo más emocionante para una joven promesa del arte que trataba de hacerse un nombre.

–¡Se va a quedar de piedra! –exclamó Saffron, entusiasmada, mirándole con unos ojos que resplandecían–. Todos los otros artistas son muy conocidos, y… –de repente aguzó la mirada y Blake se rio.

–¿Qué?

–¿Por qué sonríes así?

Blake esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

–Yo lo he comprado. A lo mejor un día se hace muy famosa, y yo tendré una buena historia que contar y una inversión decente de la que presumir en mi despacho.

Saffron levantó la copa y la hizo chocar contra la suya.

–Estás loco.

–No, solo me siento generoso hoy.

Ya había hecho su buena obra del día y era hora de irse a casa. El subastador comenzó con otra puja y Blake puso una mano al final de la espalda de Saffron para reclamar su atención.

–¿Nos vemos fuera? Tengo que firmar para que me hagan entrega del cuadro –tenía intención de adquirir dos piezas, pero decidió hacer una donación con la compra en vez de pujar por otra obra.

Ella asintió con la cabeza.

–Claro.

Blake se detuvo un instante. Solo esperaba que ella no fuera a marcharse… Fuera como fuera, no obstante, ese era un riesgo que tendría que correr.

–Nunca me dijiste en qué cafetería trabajas.

Ella se limitó a sonreír.

–No. Creo que no.

Al ver que no le decía nada más, Blake dio unos pasos hacia atrás, sin quitarle los ojos de encima durante unos segundos. Finalmente dio media vuelta y se dirigió hacia el estrado. Estaba acostumbrado a esas mujeres que se arrojaban a sus pies, esas que codiciaban su dinero y cuyas intenciones eran tan obvias. Saffron Wells era distinta, y eso le gustaba. No había desesperación en sus ojos, ni ambición, y eso le hacía querer conocerla mejor. Si realmente no sabía quién era él, entonces podía ser él mismo por una vez, y ese era un papel que no había podido hacer durante mucho, mucho tiempo.

 

 

Saffron observó a Blake mientras se alejaba, rumbo al otro extremo de la sala. Ese día no tenía ganas de salir. Lo último que quería en esos momentos era tener que enfrascarse en conversaciones banales, que la gente le preguntara por su lesión… Afortunadamente, no obstante, hasta ese momento nadie la había molestado, nadie… excepto Blake. No sabía quién era, pero había comprado el cuadro de Claire como si ese dinero no fuera nada para él, así que solo había dos opciones. O bien tenía mucho dinero, o de lo contrario trabajaba para una empresa y había acudido a la gala en representación de la misma. Todo aquello no tenía por qué importarle, pero no podía evitar sentir curiosidad.

La brisa nocturna le refrescó la piel cuando salió al exterior. El enorme balcón estaba casi vacío. Había una pareja, besándose en un rincón, al abrigo de las sombras. Saffron dio unos pasos adelante y se acercó al borde para contemplar las vistas. Jamás se cansaría de Nueva York; ese ambiente vibrante, las luces que parpadeaban… Era la ciudad que nunca dormía. Había algo en ese lugar que no había encontrado en ningún otro sitio del mundo y, por primera vez en su vida, sentía que pertenecía a algún lugar. Sentía que estaba donde debía estar.

–¿Interrumpo?

Una voz profunda la sacó de sus pensamientos y la hizo darse la vuelta. Blake estaba a unos metros, con su copa de champán en una mano, casi vacía ya. La pajarita se le había torcido un poco y el último botón de la camisa se le había desabrochado.

–No. Solo estaba admirando la ciudad.

–No eres de por aquí, ¿no? –le preguntó él, acercándose un poco hasta detenerse junto a ella para contemplar la ciudad.

Saffy le miró un momento.

–¿Todavía se me nota el acento? –Saffron frunció el ceño.

Llevaba casi diez años viviendo en Nueva York. Había llegado a la ciudad con dieciséis años y sus propios oídos le decían que ya sonaba más como una neoyorkina que como una chica de un pequeño pueblo de Kentucky.

–De vez en cuando noto un pequeño deje. No consigo identificarlo muy bien, pero… –Blake se rio–. ¿Pequeño pueblo?

Saffy le dedicó una mirada afilada y entonces se echó a reír.

–Soy de un pequeño pueblo llamado Maysville, en Kentucky. Pero no he vuelto en… –Saffy suspiró–. Mil años. La chica sale del pueblo, pero el pueblo no sale de la chica, ¿no es así?

Blake se inclinó contra la barandilla del balcón y la miró fijamente. Una sonrisa apareció en sus labios. Saffy podría haberse encogido ante esa mirada, pero no lo hizo, sino que se enfrentó a ella. Había pasado tantos años bailando, toda la infancia, la adolescencia y más allá… No había tenido mucho tiempo para tener novio. Pero flirtear con Blake era divertido, y no tenía nada que hacer, ni otro sitio donde estar.

–Bueno, ¿entonces qué hace una chica de Maysville en Nueva York?

Saffy levantó su copa y bebió un sorbo. Se preguntaba cuánto debía contarle.

–Es una larga historia.

La sonrisa de Blake fue contagiosa. Iluminaba sus ojos oscuros y hacía que se le formaran unos pequeños hoyuelos a ambos lados de la boca. Era un hombre espectacular, una belleza masculina de libro, con su pelo oscuro y sus rasgos perfectos.

–Bueno, pues resulta que tengo toda la noche –le dijo él con esa voz profunda y seductora.

–Yo preferiría saber de ti –le dijo ella, aclarándose la garganta y tratando de no perderse en esa mirada cautivadora.

–Me parece que a ti te gusta hablar de ti misma tanto como a mí me gusta hablar de mí –le dijo Blake, riéndose.

Saffron volvió a levantar su copa, consciente de que estaba bebiendo más de lo habitual. Normalmente estaba demasiado ocupada entrenando como para socializarse. Exceptuando las veces que salía con otros bailarines, apenas estaba en contacto con otra clase de gente, y tenía que ser muy cuidadosa con las calorías, así que el alcohol casi siempre estaba descartado para ella. Esa noche, sin embargo, se sentía llena de energía, vibrante por dentro, aunque solo fuera por el champán que se había tomado y el buen conversador que la acompañaba.

–¿Qué tal si dejamos a un lado las preguntas personales? No tengo ganas de hablar de mi trabajo, o de mi vida –le dijo a Blake finalmente.

Su profesión como bailarina se había convertido en su vida entera, pero cada noche, cuando flexionaba la pierna, miles de agujas de dolor se clavaban en sus músculos, recordándole lo que había ocurrido. Muy pronto ya no estaría en esa ciudad que tanto amaba. Su sueño había terminado demasiado rápido.

–Bueno, pues resulta que yo tampoco quiero hablar del trabajo –le dijo Blake–. ¿Quieres que vayamos a algún sitio menos…?

–¿Aburrido?

–Sí. Aburrido –le dijo Blake, terminándose la copa de champán de un trago–. Odio esta clase de fiestas.

–Yo siempre pensé que sería increíble ser invitado a estas fiestas lujosas, codearse con la flor y nata de las élites de la ciudad –le dijo Saffron–. Pero no tardé en darme cuenta de que la parte que me gustaba era arreglarme para ello. Una vez asistí a unas cuantas, me di cuenta de que no eran tan divertidas como parecían por fuera.

–Entonces, ¿preferirías estar en otro sitio más divertido?

–Ah, sí. Supongo que se podría decir así.

Saffron le entregó su copa de champán. Ya no quería beber más. Le gustaba mantener el control en todo momento, y si iba a ir a algún sitio con un hombre al que no conocía, no iba a emborracharse. Blake tomó su copa y se volvió un momento para dejarla en algún sitio.

Saffron aprovechó para sacar el teléfono y mandarle un mensaje de texto a Claire.

 

Oye. Muy bien lo de esta noche. ¡Voy a salir con el hombre que compró tu cuadro! Si no tienes noticias mías por la mañana…

 

Saffy sonrió de oreja a oreja y presionó el botón de enviar. Claire se iba a quedar perpleja, o a lo mejor simplemente la animaría a seguir adelante. Su amiga siempre le decía que tenía que divertirse más, que debía empezar a tomarse la vida menos en serio, pero no era ella la que corría el riesgo de tener que hacer la maleta para regresar a Maysville si no conseguía recuperar su trabajo. Saffron era seria porque su profesión así se lo exigía, y nunca se había arrepentido de hacer que su trabajo se convirtiera en su vida.

Su móvil sonó casi de inmediato.

 

Que te diviertas. Le seguiré la pista si es necesario. Un beso.

 

–¿Nos vamos?

Saffron guardó el teléfono.

–Claro.

Blake le ofreció el brazo y Saffron enroscó el suyo alrededor. La velada había resultado de lo más singular después de todo. Ella no era de las que salían con extraños, o de las que desaparecían en medio de una fiesta, pero nada había salido según sus planes en los seis meses anteriores, así que no tenía nada que perder.

–¿Te gusta bailar? –le preguntó Blake mientras rodeaban a la multitud.

La estaba haciendo bordear la sala para llegar a la salida y Saffron podía sentir las miradas sobre ellos. Solo había dos explicaciones posibles. O bien se estaban marchando demasiado pronto, o de lo contrario él debía de ser alguien muy famoso… o tal vez solo era producto de su imaginación.

Bailar… ¿Acaso había habido algún momento en su vida en el que no le había gustado bailar?

–Algunas veces –contestó finalmente.

Si la pierna no empezaba a dolerle, entonces bailaría encantada.

–Pensaba que ibas a decir que no.

Saffron se rio.

–Es un «no», por esta noche.

–Entonces, ¿por qué no vamos a mi casa?

Él debió de ver la vacilación escrita en su cara porque se detuvo y la miró fijamente.

–Lo siento. Eso ha sonado muy mal.

–No es que no quiera… –en realidad Saffron ni siquiera sabía qué estaba pensando, pero no iba a meterse en la cama con él.

¿Acaso él estaba acostumbrado a eso? Solo podía esperar no haberse equivocado del todo.

–Solo quería decir que, si no vamos a bailar, y nos aburrimos aquí, a lo mejor sería una buena opción pasarlo bien tomando algo, sin agobios. O podemos buscar un bar tranquilo en algún sitio. No quería que sonara así.

Saffy contempló esos ojos oscuros, profundos, y no vio nada alarmante en ellos.

–¿Por qué debería confiar en ti?

Él se aclaró la garganta.

–Oficial de la Armada de los Estados Unidos, Blake Goldsmith –le dijo, haciéndole un rápido saludo militar–. Una de las pocas cosas que se me dan bien en la vida es mantener segura a la gente, y esa es la única buena razón que puedo darte.

Saffron se sorprendió más al oír esa respuesta de lo que se había sorprendido antes, cuando la había invitado a su casa.

–¿Estás en el ejército?

–Estaba –Blake hizo una mueca–. Bueno, parece que ya se me acabó eso de no hablar de mi vida, ¿no? Pero sí. Puedes confiar en mí.

Que fuera del ejército no le hacía necesariamente más digno de confianza, pero no era Blake lo que le preocupaba en realidad. Sentía que podía tomar en serio cualquier cosa que le dijera. Era un hombre que hablaba de frente.

Lo que la tenía inquieta, en cambio, era la reacción que él estaba generando en ella. Nunca había tenido una aventura de una noche con nadie, pero la sola idea de que pudiera pasar la hacía sentir un cosquilleo inesperado.

–Bueno, ¿qué me dices? Tengo un coche esperando, así que podemos irnos a mi casa, o buscar un bar.

Saffron entregó una ficha y recogió su abrigo. Antes de salir al frío de la noche se lo puso.

–El tuyo. Será mejor que sea bien grueso –le dijo, notando el inclemente frío de Nueva York en esa época del año.

Blake sostenía una bufanda negra. Se la enroscó alrededor del cuello y entonces su mano fue a descansar al final de la espalda de Saffron.

–Lo es –le dijo, avanzando.