Decir el silencio. Aproximación a la poesía de Alejandra Pizarnik - Santiago Vizcaíno - E-Book

Decir el silencio. Aproximación a la poesía de Alejandra Pizarnik E-Book

Santiago Vizcaíno

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Beschreibung

Santiago Vizcaíno es uno de esos raros escritores que transitan sin dificultad de un género textual al otro, componiendo una escritura particular. Su nombre suena en poesía, novela, cuento y ensayo. En este último ámbito es donde se puede encontrar un agudo ejercicio en su búsqueda en torno al lenguaje y el pensamiento. Y es justo desde allí desde donde el autor nos propone ingresar a la obra de Alejandra Pizarnik. Pero sus reflexiones pronto toman el matemático camino de la música —potencia múltiple del lenguaje— para rastrear un «movimiento del espíritu» que tiene lugar en la poesía en general y en la obra de Pizarnik en particular. Su conocimiento del campo filosófico, literario y cultural le permite conectar diversos referentes que abren significados sobre cómo leemos y comprendemos esta poesía. Tal es la apuesta por una forma particular de aprehender el quehacer poético y las formas de sentido que irradian hacia el campo cultural pero, sobre todo, hacia la vida. Cuando el lector se adentra en Decir el silencio descubre tanto a Pizarnik como a Vizcaíno, tanto a la poeta como al ensayista, en un viaje lleno de hallazgos.

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Prólogo a la segunda edición

Introducción

Capítulo I Del lenguaje al silencio: el problema histórico

Capítulo II Alejandra Pizarnik o el espacio del silencio: una visión crítica

Capítulo III El tema del silencio en la poesía de Alejandra Pizarnik

Capítulo IV El universo pizarnikiano en tres poemas

Conclusiones

Bibliografía

Poemas

Extracción de la piedra de locura

Endechas

En esta noche, en este mundo

Silencio es palabra de mi vocabulario.ALEJO CARPENTIER, Los pasos perdidosextraordinario silencio el de esta nocheALEJANDRA PIZARNIK, En esta noche, eneste mundo

Prólogo a la segunda edición

Hace veinte años, la figura de Alejandra Pizarnik aparecía en el universo literario como una voz de culto, marginal, apenas revisada por un canon poético latinoamericano de mirada patriarcal. Aún así, como digo en la introducción de este libro, su influencia en su generación es decisiva. Sin embargo, pocos estudios se habían realizado sobre su obra y su poesía completa había sido publicada por Lumen en 2001, lo cual significó un alivio para quienes habíamos leído sus libros de forma parcial en el también incipiente mundo de la virtualidad de esos años.

En Ecuador parecía imposible desarrollar un estudio sobre un autor que no fuera ecuatoriano, y en las facultades de Letras abundaban disertaciones y tesis sobre poetas y narradores de la primera mitad del siglo XX. Nada o poquísimo se investigaba sobre autores latinoamericanos, y los docentes preferían dirigir tesis de literatura nacional antes que arriesgarse a acompañar proyectos que dialogaran con autores latinoamericanos o con escritores de otras lenguas.

Así, un poco por rebeldía y con la idea de abrir paso a nuevas perspectivas, una vez terminada mi carrera de Comunicación y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, me surgió la idea de estudiar la poesía de Alejandra Pizarnik como proyecto de disertación de pregrado. Se lo planteé al poeta y docente de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura César Eduardo Carrión, quien empezaba su carrera como profesor universitario, y aceptó gustoso dirigir este proyecto. Ahora puedo agradecerle esa deferencia.

Tardé más o menos tres años en la escritura de este trabajo, con no pocas dificultades. Los trabajos previos en torno a la obra de la poeta argentina eran escasos y se remiten a dos ensayos importantes: el de Florinda Goldberg, Alejandra Pizarnik: este espacio que somos (1994), y el de María Negroni, El testigo lúcido: la obra de sombra de Alejandra Pizarnik (2033); un capítulo de libro de Clelia Moure, «Alejandra Pizarnik: una grieta en la cultura universal» (1997); y una biografía de César Aira, Alejandra Pizarnik (1998). Quizá había más, pero para el año 2004 eran inconseguibles en Ecuador. De hecho, debo agradecer, en esta segunda edición, a Florinda Goldberg, quien tuvo la generosidad de enviarme dos ejemplares de su libro desde Israel, donde residía en ese momento.

Me gradué en el año 2007 con una disertación denominada «El espacio del silencio en la obra de Alejandra Pizarnik» y pensé que ese trabajo permanecería guardado en los repositorios de tesis de la biblioteca de la universidad hasta que alguien decidiera revisarlo para posteriores estudios. Los repositorios digitales no existían y las tesis se empastaban y pasaban a formar parte del catálogo de las bibliotecas de las universidades.

Pensando en ello, decidí enviar el manuscrito corregido ya como un ensayo al Premio Proyectos Literarios Nacionales convocado a finales de 2007 por el Ministerio de Cultura del Ecuador. Para mi sorpresa, meses después, el ensayo que ahora se reedita resultó ganador de la categoría Ensayo, con un jurado compuesto por Cecilia Ansaldo Briones, Fernando Balseca y Hernán Rodríguez Castelo, y se publicó en 2008 bajo el sello del Ministerio.

Quince años después, ve la luz esta edición cuidada por La Caracola, un grupo de editores con amplia experiencia en el trabajo editorial y a quienes agradezco sobremanera por su impecable trabajo, sobre todo a Andrés Cadena, por sus observaciones en cuanto al estilo, y a Juan Carlos Arteaga, por su decisión infranqueable de publicar nuevamente este trabajo.

Va esta edición que pretende llegar a nuevos lectores y, sobre todo, quiere servir de pretexto para otros estudios y debates alrededor de una de las poetas más importantes de la lírica hispanoamericana.

Santiago Vizcaíno Armijos

Quito, 2023

Introducción

La poesía de Alejandra Pizarnik se inscribe en el panorama literario latinoamericano como una de las voces femeninas más influyentes de su generación. Junto a las obras de Alfonsina Storni, Olga Orozco, Amelia Biagioni, Susana Thènon, Juana Bignozzi, entre otras, su poesía traza una línea y un estilo poéticos que marcarán definitivamente la manera de concebir el acto de la escritura en lo posterior. Su lírica, entre el silencio y la procacidad, es una interrogante irresoluble, un sumergirse en las hendiduras del lenguaje, por ello nos obliga a reflexionar insistentemente sobre los límites de la creación desde la sensibilidad contemporánea.

Los clichés que han signado su obra por la repetición hasta el hastío de ciertas imágenes no han podido aplacar su voz, sino que han acentuado el mito de una ceremonia lírica en constante alusión a sí misma, en reconstrucción y destrucción. Su obra poética propone una manera de ver el mundo en la que este se resquebraja y muestra sus máscaras, su deformidad. Marcada por esa «disolución lingüística» que surge del surrealismo, hace suyo el «cadáver del lenguaje» y lo puebla de sentidos múltiples; lleva hasta el extremo su discurso en un movimiento que se aproxima a un gran vacío, a una fosa común donde se sepultan el yo, el mundo y el lenguaje. Esa tumba es el espacio del silencio.

Este análisis realiza una lectura llevada por esos bordes filosos de su escritura, por la paradoja que funda su poesía: la de nombrar el silencio. Dicho tema es recurrente —fundamental— en la poesía de Alejandra Pizarnik y ya algunos críticos lo han tratado desde distintas perspectivas,1 entre las que la más recurrente ha sido el psicoanálisis freudiano, por esa idea del surrealismo de juntar vida y obra, y que siempre ha devenido en una labor crítica que no deslinda el aspecto biográfico de la obra como un universo imaginado.

Esta perspectiva parte, precisamente, de marcar al silencio como uno de los temas esenciales —sino el más evidente— de su obra, fuera de las circunstancias existenciales que vivió Alejandra Pizarnik como escritora. Esa distinción es cardinal para poder valorar su poesía en toda su riqueza, y nuestra lectura procura no confundir estos dos aspectos que han empañado su obra por un exceso de devoción a su figura. Solo al final de su vida, como una suerte de metáfora llevada a la acción, vemos que esos polos se diluyen en un mismo mar: el silencio, la muerte. Por lo demás, la obra de Pizarnik funciona por sí misma de manera coherente dentro de sus límites posibles.

Partamos de esta idea: el silencio en la poesía de Alejandra surge de una circunstancia histórica particular. Lo que hace ella es poner en evidencia, a través de sus textos, la crisis del lenguaje y de las formas poéticas que se manifiesta en su época. Por ello, dedicamos un primer capítulo al esbozo somero de la «decadencia del espíritu del lenguaje» que se inicia en el siglo XVI y que a finales del siglo XIX adquiere conciencia, como dice George Steiner en Lenguaje y silencio. Este autor junto a Roland Barthes (El grado cero de la escritura) y Franco Rella (El silencio y las palabras) nos proveen de un marco teórico absolutamente pertinente para acercarnos de manera objetiva a una poesía compleja y dinámica como la de Alejandra Pizarnik, porque nos aproximan al pensamiento literario contemporáneo a través del proceso histórico del lenguaje.

Luego, nuestro interés se centra en la labor crítica medianamente reciente que de su poesía se viene haciendo. Los trabajos de María Negroni (El testigo lúcido: la obra de sombra de Alejandra Pizarnik), César Aira (Alejandra Pizarnik), Clelia Moure (Alejandra Pizarnik: una grieta en la razón occidental) y Florinda Goldberg (Alejandra Pizarnik: este espacio que somos) despliegan una lectura verdaderamente analítica que se inició con la biografía de Cristina Piña sobre Alejandra Pizarnik.2 El enfoque de Goldberg, sobre todo, resulta medular para establecer ciertos parámetros espaciales en esta obra, dado que nuestro análisis plantea el silencio, precisamente, como un lugar, un espacio al que el poema se acerca inevitablemente. La obra de Goldberg elabora argumentos teóricos que se conjugan con nuestra lectura, aunque difiere en que nuestro interés no es específicamente formal.

Con las herramientas que nos provee esta labor crítica, establecemos un primer acercamiento que tiende a subrayar el tema del silencio en la obra de Pizarnik, porque creemos que su poesía está en constante descendimiento —o ascenso— a ese fin —u origen— que representa el silencio. En sus textos hay una acogida y un inmediato abatimiento del lenguaje, es decir, un juego lingüístico de atracción y repulsión entre el silencio y la palabra. Se trata, además, de marcar las líneas conceptuales que devienen de la paradoja del lenguaje.

Un siguiente capítulo se dedica al análisis de tres poemas escogidos de la obra de Pizarnik: «Extracción de la piedra de locura», del poemario del mismo nombre; «Endechas», de El infierno musical; y «En esta noche, en este mundo», de Los pequeños cantos. Nos parece que en ellos se condensan las temáticas esenciales que atraviesan el universo de su obra y ofrecen matices diversos sobre la manera de concebir el acto poético, tan propio de esta escritura que hace del texto un espacio poblado de alusiones a la relación palabra-mundo.

Esta lectura opera sobre poemas complejos dado que la tensa paradoja que los anima impide acceder de manera directa a su designación, es decir que toda lectura de su poesía no puede hacer más que aumentar su complejidad, acrecentar la disolución a la que nos remite, con la que nos atrapa en su juego de ambigüedades. El objetivo es establecer los rasgos textuales que erigen al silencio como tema esencial de la poética pizarnikiana.

Por otra parte, una obra que alude al fracaso del lenguaje no acalla su posibilidad comunicativa sino que testimonia, desde los límites de la palabra, un universo pleno, una experiencia lírica que reflexiona y pone en evidencia las contradicciones del acto de la escritura; de una literatura, en última instancia, que no puede dejar de hablar de sí misma.

La visión de la poesía contemporánea de Carlos Bousoño en Teoría de la expresiónpoética nos provee de los argumentos necesarios para reafirmar nuestra hipótesis inicial; además, los fundamentos sobre lo lírico de Wolfgang Kayser en Interpretación y análisis de la obra literaria, junto con el texto Iniciación a la lírica, de Manuel Corrales, son de vital importancia en nuestra lectura, porque no pretendemos anunciar una obra que anule las relaciones entre el yo poético y el mundo, sino que es producto de una experiencia límite, de una intensa búsqueda de verdad poética en el lenguaje y sus «hendiduras».

Para el presente análisis atendemos a la Poesía completa editada por Ana Becciu (Barcelona, Lumen, 2001) y a ciertos textos —entrevistas, prólogos, etc.— que se recogen en la Prosa completa (Barcelona, Lumen, 2002), a cargo de Becciu y Ana Nuño. De hecho, el último poema de nuestro análisis, «En esta noche, en este mundo», es parte del conjunto de piezas líricas llamado Los pequeños cantos, publicado por primera vez en la revista Árbol de Fuego (1971), y que en esta edición se recoge en el apartado «Poemas no recogidos en libros».

_____________________________________

1 Ver Cristina Piña, Alejandra Pizarnik, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1991; Susana Reisz, Voces sexuadas: género y poesía en Hispanoamérica, Asociación Española de Estudios Hispanoamericanos, 1996; Sylvia Molloy, «De Safo a Bafo. La diversión de lo sexual en Alejandra Pizarnik», en Sexo sexualidades en América Latina, Buenos Aires, Paidós, 1998; entre otros.

2 Ob. cit.

Capítulo I Del lenguaje al silencio: el problema histórico

En ciertas metafísicas orientales como el budismo o el taoísmo, dice Steiner,3 se dimensiona al alma como si ascendiera desde lo material hasta un lenguaje más puro, «hacia un silencio cada vez más profundo». El acto más penetrante es aquel que ha dejado atrás el lenguaje, que está más allá de las dimensiones de la palabra. El entendimiento del mundo se encuentra en esos márgenes.

En la tradición occidental también se ha hecho presente esa articulación, pero «este orden de experiencias tiene inevitablemente un sabor a misticismo».4 En realidad, la primacía del lenguaje ha sido característica de la visión occidental desde el pensamiento griego antiguo, que se había esforzado por ordenar la realidad bajo los cánones del lenguaje:

La literatura, la filosofía, la teología, el derecho, el arte de la historia, son empresas para encerrar dentro de los límites del discurso racional el total de la experiencia humana, el registro de su pasado, su condición actual y sus experiencias futuras.5

El eje de la cultura ha sido el lenguaje. Los postulados de los grandes pensadores estaban articulados en discursos ordenados cuya dinámica pertenecía a él. Desde Platón, Pitágoras, Aristóteles, la cultura occidental asimilaba el mundo y el orden por medio de la palabra.