El amor siempre vuelve - Maureen Child - E-Book

El amor siempre vuelve E-Book

Maureen Child

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Beschreibung

¿Tendría Serena que elegir entre su estabilidad emocional y su ex? Serena Carey, divorciada y con una hija, tenía que conseguir que la gala benéfica de los Carey saliera a la perfección. Y ese fue precisamente el momento en el que Jack Colton volvió a entrar en su vida. Después de siete años de ausencia, el hotelero estaba más guapo que nunca y la química entre ambos aún era latente. Jack le ofreció un acuerdo al que no pudo negarse. Por su parte, ella le hizo una invitación irresistible. Serena decidió que aquella era su oportunidad de dictar las reglas y cambiar las condiciones del juego. ¿Sería capaz de jugar y ganar en aquella ocasión?

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2021 Maureen Child

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El amor siempre vuelve, n.º 2159 - mayo 2022

Título original: Ways to Win an Ex

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1105-481-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

–Así es como lo hemos hecho siempre, Serena.

Candace, la madre de Serena Carey, estaba en el umbral de la puerta del despacho, mirándola.

–Estás haciendo tantos cambios que no sé cómo va a salir todo. Dios sabe que no quiero interferir…

«Pero vas a hacerlo», pensó Serena. Todos los años, el Carey Center celebraba una fiesta para recaudar fondos para sus asociaciones benéficas, para los niños. Era el evento más importante del año y los invitados acudían desde todos los rincones del país.

Hasta aquel año, Candace Carey había estado al mando, pero, en teoría, le había cedido el testigo a Serena hacía seis meses. En aquellos momentos, parecía que la matriarca se estaba arrepintiendo.

–Mamá –dijo Serena con mucha paciencia–. Todo está controlado. Tienes que confiar en mí.

Candace entrelazó los dedos y empezó a andar arriba y abajo por el despacho con elegantes pasos.

–Por supuesto que confío en ti, Serena. Sin embargo, no me habías comentado que fueras a hacer tantos cambios. Música, comida, flores… Todo ha cambiado y no sé si es lo correcto –comentó mientras se retorcía las manos ligeramente.

–Los cambios no siempre son malos, mamá –comentó–. Por ejemplo, esas mechas color canela que llevas en el cabello son fabulosas.

Candace se animó un poco y se pasó una mano por el elegante cabello corto.

–Estás tratando de hacerme la pelota, lo sé. Se te da muy bien, pero, cariño, esa fiesta es el evento más importante del año. Esos niños cuentan con el dinero que podamos conseguir de nuestros benefactores…

Serena se puso de pie, rodeó el escritorio y tomó las manos de su madre entre las suyas.

–¿De verdad crees que si las flores son diferentes la gente no dona su dinero a obras benéficas?

–La tradición también cuenta, sabes… –replicó su madre sin responder la pregunta–. Por ejemplo, siempre hemos contratado a los Swing Masters para que se ocupen de la música y…

–Mamá… los Swing Masterstienen más de setenta años ya…

–¿Y qué tiene eso que ver?

El tema de la edad era un asunto espinoso, dado que los padres de Serena también se estaban aproximando rápidamente a los setenta. Sin embargo, decidió no arredrarse.

–Mamá, están jubilados. Solo se reúnen para tocar en la fiesta benéfica.

–Exactamente.

Serena apretó suavemente las manos de su madre y luego se las soltó.

–La nueva orquesta puede tocar los temas de siempre, pero también música más moderna. Creo que a los invitados les gustará.

–No estoy yo tan segura…

Serena abrazó a su madre y sonrió.

–Confía en mí.

–Claro que confío en ti, pero tantos cambios a la vez… –murmuró Candace sacudiendo levemente la cabeza–. ¿Y también has contratado un fotógrafo itinerante?

–Sí y te va a encantar –le aseguró Serena tratando de contener su impaciencia.

Solo llevaba dos años trabajando en el Carey Center, por lo que sabía que se iba a tener que ganar el respeto y la confianza de su familia.

Cuando era una niña, Serena nunca se había sentido interesada en tener una carrera. En realidad, jamás había sabido lo que hacer con su vida. Lo único que había deseado siempre había sido encontrar el amor y una familia propia. No había tenido mucha suerte. En aquellos momentos, su matrimonio estaba roto y estaba intentando descubrir qué era exactamente lo que quería para su vida. Estaba aprendiendo poco a poco a hablar por sí misma y a reafirmarse. A lo largo de toda su existencia, Serena se había limitado a dejarse llevar sin oponerse porque, en realidad, nada le había importado lo suficiente como para presentar batalla.

Se estaba enseñando a mantenerse firme porque, en aquellos momentos, no había nada que le importara más que construir una vida para su hija y para sí misma. Trabajar para la familia estaba bien, pero hacerse su propio hueco en el mundo de los negocios era duro. Adoraba a su familia, pero no estaban acostumbrados a ver cómo ella daba su opinión. Comprendió que aquello había sido culpa suya por haberse mostrado siempre tan conformista. No obstante, seguía prefiriendo la paz y la serenidad, algo que nunca había podido experimentar con los Carey.

El pensamiento la hizo sonreír. No se podría decir nunca que su familia fuera tranquila. Serena no los cambiaría por nada del mundo. Lo que tenía que hacer era saber manejarlos y, por fin, lo estaba aprendiendo.

Aún le costaba expresar lo que pensaba, aunque estaba mejorando. En aquellos momentos, estaba consiguiendo abrirse camino. Y nadie le había prometido nunca que aquello sería fácil.

–Será divertido, mamá. El fotógrafo tiene unas ideas estupendas y una reputación fantástica. A los invitados les va a encantar.

Al menos, eso esperaba Serena. Su propio futuro dentro del negocio familiar dependía del éxito de aquel evento. Había realizado cambios porque, en su opinión, la fiesta resultaba demasiado seria, sin brillo. Aunque la gente seguía asistiendo, a Serena le parecía que la fiesta debería ser más… divertida.

–El fotógrafo va a ir andando entre la gente, tomando fotos al azar y luego, las proyectaremos sobre dos pantallas que se colocarán frente a frente, a ambos lados del salón.

Serena había contratado al mejor fotógrafo de Orange Country en California. Confiaba en que cumpliera todo lo que le había prometido.

Candace se mordió el labio inferior. Serena siguió hablando. Cuanto más lo hacía, mejor se sentía.

–A todos los asistentes a la fiesta les encantará verse en las pantallas, al igual que ver a sus amigos y familiares. Y si alguien quiere adquirir una copia, podrán hacerlo directamente en la fiesta. Después del evento, todas las imágenes irán directamente a nuestra página web, lo que será una publicidad directa sobre lo bien que se lo ha pasado todo el mundo. Eso aumentará las donaciones para el año que viene.

Candace inclinó la cabeza hacia un lado y estudió a su hija durante un largo instante antes de volver a tomar la palabra.

–Veo que has pensado mucho en todo esto.

–Así es, mamá. Te prometí que no te defraudaría cuando me pediste que me ocupara de la fiesta. Va a ser espectacular.

Al menos, eso esperaba Serena. Si la fiesta era un fracaso, su familia no le dejaría olvidarlo nunca. Bennett, su hermano mayor, estaba cuestionando desde el principio todos los cambios que estaba realizando.

En cuanto a su madre… Candace se había ocupado del evento durante décadas. Solo le había cedido las riendas a su hija porque creyó a su esposo cuando él le prometió que iba a jubilarse. Sin embargo, dado que Martin estaba empezando a mostrarse reacio, Candace quería recuperar el control. Serena iba a mostrarse inflexible.

Aquello era algo nuevo para ella. Un psiquiatra gozaría tratando de encontrar sus motivaciones. No había sido capaz de hacer nada cuando el hombre que amaba le rompió el corazón. Prefería no recordar cómo se había quedado de brazos cruzados mientras él se alejaba de su lado.

Lo peor era que había permitido que el dolor le impidiera ver las carencias del hombre con el que se casó después. No le gustaba saber que había tardado una eternidad en enfrentarse a Robert. Cuando por fin lo hizo, consiguió el divorcio y la custodia de Alli. Aprendió que no tenía por qué seguir siendo el felpudo de nadie.

No estaba segura de si quería seguir en Carey Corporation durante el resto de su vida, pero allí era donde estaba en aquellos momentos. Iba a dejar su impronta para que todo el mundo se enterara de que Serena Carey ya no era una muñeca.

–Tengo algunas ideas sobre el catering…

Serena apretó rápidamente la mano de su madre y mintió. Se sentía un poco culpable, pero necesitaba un respiro.

–Sabes, igual que yo, que tengo una reunión con Margot Davis dentro de unos minutos para volver a repasar el menú.

–Ah, estupendo. Estaré encantada de ayudaros –dijo Candace.

–Creo que Amanda quería hablarte de uno de los actos del programa de Sensación de Verano –repuso Serena. Debería sentirse culpable por poner a su hermana pequeña de excusa, pero no fue así. Solo era una mentira piadosa, necesaria, por la que Serena terminaría pagando cuando viera a su hermana.

–Oh –replicó Candace. Sonrió–. En ese caso, voy a ver a tu hermana, pero me gustaría también repasar el menú de la fiesta contigo, Serena. ¿Te parece después de almorzar?

–Claro, mamá –respondió ella conteniendo un suspiro.

Cuando su madre se hubo marchado Serena rodeó su escritorio y tomó asiento. Hizo que la butaca de piel color crema girara y miró por la ventana. A lo lejos, se veía el océano Pacífico. En aquellos momentos, le habría gustado estar junto al mar, sintiendo cómo la brisa marina le peinaba el cabello y sin escuchar otro sonido que no fueran las olas del mar rompiendo contra la arena.

–Dado que no es así…

Se cuadró con la mesa y tomó el teléfono para llamar a Margot.

–Hola –dijo cuando ella respondió–. ¿Podrías venir aquí ahora para hablar sobre el menú? Sé que habíamos quedado esta tarde, pero me gustaría tenerlo bien decidido antes de que el resto de la familia lo vea.

–Por supuesto –contestó Margot–. Puedo estar dentro de media hora.

–Estupendo. Hasta ahora entonces.

Serena colgó y se aseguró de que todo estaba saliendo como debería. Tenía una estupenda orquesta, una maravillosa chef, una florista que iba a decorar el salón con gusto y elegancia… Lo tenía todo controlado. Nada podía salir mal.

Su asistente la llamó por el intercomunicador.

–¿Qué ocurre, Kelly?

–Un tal Jack Colton quiere verte.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, aquel día tan maravilloso dejó de serlo.

Serena frunció el ceño y dijo:

–Dile que me he ido a Tahití.

Si lo hubiera sabido con la suficiente antelación, aquello sería exactamente lo que habría hecho con tal de no volverse a encontrar con Jack.

El hombre del que había estado enamorada y con el que había esperado casarse. El hombre que la había abandonado. El hombre que seguía apareciéndosele en sueños, asegurándose de que ella se despertara caliente y deseosa, furiosa por el hecho de que, incluso dormida, Jack pudiera seguir afectándola de aquella manera. La respiración se le aceleró. Respiró profundamente y trató de calmarse. No lo consiguió. Solo pensar que él estaba al otro lado de la puerta… se echaba a temblar.

Con suerte, se marcharía al ver que ella no quería recibirlo.

Sin embargo, un instante después, la puerta del despacho se abrió y Jack se presentó frente a ella. A Serena no le sorprendió. Nada podía detener a Jack cuando estaba decidido a algo. Resultaba irritante y admirable al mismo tiempo. En aquel momento, Serena se inclinaba por considerarlo irritante.

Y cautivador, maldita sea.

No podía apartar los ojos de él. Parecía incluso más alto de lo que lo recordaba. Medía mucho más de un metro ochenta y tenía el cabello negro, algo largo, que se le rizaba por encima del cuello de la camisa. Sus ojos eran tan profundos y hermosos como un zafiro.

Jack le dedicó a Serena una media sonrisa. Cerró la puerta del despacho y, antes de meterse las manos en los bolsillos, las deslizó por los bordes de la americana del traje negro que llevaba puesto.

–Tahití ha cambiado, pero tú no. Estás tan guapa como siempre, Serena.

–¿De verdad? –replicó ella con una carcajada. Se negaba a permitir que él la engatusara–. ¿Hace siete años que no te veo y lo primero que me dices es ese cumplido tan manido?

–No es manido en absoluto. Sigues estando muy hermosa.

–Y a ti se te sigue dando igual de bien adular a la gente. No soy tonta, Jack. Con eso no vas a llegar a ninguna parte.

Él se encogió de hombros y esbozó otra media sonrisa que hizo que el ingenuo corazón de Serena diera un vuelco.

–No se trata de adulación si es sincero.

Serena se sintió muy enojada consigo misma. Habían pasado siete años desde la última vez que lo vio y, con solo una mirada, Jack había conseguido acelerarle el pulso a pesar del modo en el que terminaron las cosas entre ellos. Por aquel entonces, Serena había sido tan… tímida. No había sido capaz de decirle una sola palabra cuando él la abandonó. No había podido decirle que él le había arrancado el corazón ni había sido capaz de plantarle cara. Sin embargo, había cambiado. Ya no era la Serena que Jack recordaba. No significaba nada que su cuerpo estuviera teniendo una reacción desproporcionada.

–Vete, Jack.

–Pero si acabo de llegar…

Serena se puso de pie. No podía permanecer sentada cuando Jack seguía de pie, tan alto como un gigante. ¿Por qué no estaba cubierto de verrugas o granos? ¿Por qué tenía que estar tan guapo?

–¿Qué es lo que quieres, Jack?

–Bueno, gracias por preguntar –dijo él mientras se sacaba las manos de los bolsillos y recorría muy despacio la sala, como si tuviera todo el tiempo del mundo–. Este despacho refleja tu personalidad.

–Crees que me conoces, ¿verdad?

–Siempre lo he hecho –murmuró, provocando un escalofrío en Serena que ella se negó a reconocer. La estudió durante un largo instante antes de seguir hablando–. Aunque ahora… también hay algo diferente en ti.

–Vaya, que sorpresa –dijo ella con desprecio–. He cambiado en estos siete años. Vamos a ver. Matrimonio, un hijo, un divorcio, pasar a formar parte de la empresa familiar… Sí –añadió asintiendo firmemente–. Supongo que he cambiado.

–Touché –observó él mientras inclinaba la cabeza ligeramente, a modo de reconocimiento.

–Mira, Jack, no tengo tiempo para esto –afirmó ella–. ¿Por qué estás aquí?

–Directa al grano. Eso también es diferente. No recuerdo que te interesara la empresa familiar.

–Como ya te he dicho, he cambiado.

–Está bien, hablemos del motivo de mi presencia aquí. Para empezar, quiero reservar una mesa en la gala benéfica.

Aquello sí que fue una sorpresa. Hacía años que Serena no veía a Jack. La última vez fue la noche en la que ella le había confesado el amor que sentía por él. Jack se marchó del país a la mañana siguiente para «concentrarse en la cadena hotelera del Grupo Colton». O tal vez mejor para huir y esconderse de ella.

–¿Por qué quieres reservarla?

–¿Para apoyar a los niños necesitados? A mí me parece una buena causa.

–¿Ahora te interesa el altruismo?

–¿Eres tan dura con todos tus benefactores? –le preguntó él con una leve sonrisa.

–No. Tú eres especial. Has estado desaparecido siete años, Jack. ¿Cómo sabes lo de la fiesta?

–Por favor… La Gala Carey lleva siendo uno de los eventos más importantes del año desde hace más de treinta años. Y Bennett me dijo que seguía celebrándose.

–Por supuesto que te lo dijo –repuso Serena con una seca sonrisa.

Jack se echó a reír y se acercó un poco más.

–Sí, vine a verlo para decirle que voy a regresar a los Estados Unidos permanentemente.

–¿Es eso cierto?

–Sí –contestó Jack mirándola fijamente–. Tendré que ir a Europa por negocios, pero mi hogar estará aquí.

Genial. El hecho de que Jack se marchara a Londres hacía siete años ayudó mucho a Serena a olvidarse de él. Sabía que Jack estaba lejos de California y que no había posibilidad alguna de que se encontrara con él. Así consiguió apartarlo de sus pensamientos y de su corazón. Entonces, conoció a Robert y se casó con él, con lo que casi consiguió dejar de pensar en Jack…

Y, de repente, él volvía a casa. Dado que Bennett y él eran amigos, probablemente se encontraría con Jack en muchas ocasiones.

–Creo que cincuenta mil por una mesa en tu fiesta es una buena manera de anunciarlo.

Reservar una mesa entera era muy generoso por su parte, pero Serena no estaba dispuesta a facilitarle las cosas. Era tan propio de Jack Colton presentarse así y esperar que todo saliera tal y como él deseaba…

En aquella ocasión no se iba a salir con la suya.

–Efectivamente, ese es el precio para una mesa completa, Jack, pero ya es muy tarde. Solo faltan dos semanas para la fiesta.

Jack entornó la mirada. Serena estuvo a punto de sonreír. Solo a punto.

–¿Me estás diciendo que el precio de la mesa ha subido?

Serena sonrió con ganas en aquella ocasión. Estaba a punto de descubrir lo mucho que Jack deseaba presentarse en la fiesta.

–Setenta y cinco mil.

El silencio se extendió entre ambos durante unos segundos antes de que Jack asintiera.

–Está bien, Serena. Tienes razón. Es tarde y es para una buena causa.

–Por supuesto.

Tuvo que admitir que aquello la sorprendió. Jack ni siquiera había pestañeado cuando ella decidió subir el precio. ¿Significaba eso que quería impresionarla? ¿Era aquello parte del plan o simplemente deseaba tanto volver a la vida que había abandonado que el precio no era obstáculo alguno?

Jack dio un paso al frente y la miró fijamente.

–En ese caso, reserva una mesa para el Grupo Colton. Haré que mi asistente personal te haga llegar el dinero esta misma tarde.

Serena se sentó de nuevo en su silla y lentamente, como si él no la afectara, cruzó las piernas.

–Te reservaré la mesa en cuanto hayamos recibido el dinero.

–¿Acaso no confías en un viejo amigo? –preguntó él con una seca carcajada.

–¿Es eso lo que somos?

Serena lo miró a los ojos y pensó en todas las cosas que podía decir. Que nunca habían sido amigos. Que lo que había habido entre ellos era tan tórrido y apasionado que era como tratar de vivir en el sol. Que se habían convertido en amantes a las pocas horas de conocerse y que no se habían separado hasta que ella había pronunciado aquellas dos fatídicas palabras. Que Jack había hecho pedazos la confianza que había entre ellos cuando le rompió el corazón y la abandonó. Serena le podría haber dicho todo eso y mucho más, pero prefirió guardar silencio.

–¿Amigos? Claro, si eso es lo que quieres, por supuesto.

–Tengo muchos amigos.

–Qué raro –susurró eso–. Yo también –añadió dando otro paso al frente–. Entonces, ¿qué hacemos?

El corazón de Serena palpitaba con fuerza. De repente, empezó a costarle respirar, pero, a pesar de todo, siguió mirándolo a los ojos.

–Nada, Jack. No vamos a hacer nada.

Él volvió a meterse las manos en los bolsillos del pantalón y comenzó a pasear por el despacho. Observó las fotos enmarcadas y Serena sintió como si él estuviera examinando su vida. No le gustó.

–Eso no es cierto, Serena –dijo Jack por fin mientras se volvía para mirarla–. Tal vez no seamos amigos, pero, por el momento, vamos a trabajar juntos.

–¿De qué estás hablando?

–Como te he dicho, he estado hablando con Bennett sobre una idea que he tenido y que nos podría ayudar a ambos a crear verdaderas expectativas sobre las donaciones.

–¿Expectativas? –repitió Serena con una seca carcajada mientras se apartaba el rubio cabello del rostro–. La gala ya levanta suficientes expectativas por sí misma. Los Carey llevamos ocupándonos de nuestras fiestas y eventos mucho tiempo. No creo que necesitemos ninguna idea que tú puedas darnos.

Aparentemente, su hermano mayor sí que lo pensaba. ¿Cómo era posible que todos los miembros de su familia pensaran que era incapaz de organizar la fiesta y conseguir que esta fuera un éxito? Parecía que Bennett había empezado a meter las narices donde no lo llamaban y estaba animando a Jack a que hiciera lo mismo.

–No lo desprecies tan rápidamente, Serena –insistió él–. Al menos, podrías escuchar la propuesta que tengo para ti antes de descartarla. Lo que te voy a proponer va a hacer que todo el mundo hable de la fiesta. Te ayudará a recaudar mucho más dinero de lo habitual.

Serena tenía que admitir que sentía curiosidad. Si la fiesta recaudaba más dinero que nunca mientras ella estaba al mando, su familia tendría que admitir que estaba haciendo bien su trabajo. Por fin podría poner su sello en Carey Corporation y convencería a la familia, incluso a sí misma, de que era capaz de hacer lo que se propusiera. Desgraciadamente, para ello, tendría que trabajar con Jack Colton.

No. Tendría que encontrar otro modo de demostrarle a su familia lo que era capaz de hacer.

–Vaya, resulta fascinante que Bennett y tú queráis ayudarme –dijo ella mientras se levantaba y rodeaba el escritorio–, pero no es necesario, muchas gracias.

Jack cruzó los brazos sobre el amplio torso y separó los pies como si fuera a entrar en batalla. Perfecto. Si eso era lo que quería, Serena estaba dispuesta a proporcionársela.

–A Bennett le gusta mi idea. Y mucho –señaló él.

–Bennett no está al mando.

Jack arqueó una ceja.

–Deberías decírselo a él.

–Lo haré –le prometió ella.

–Genial –dijo Jack mientras dejaba caer los brazos para meterse de nuevo las manos en los bolsillos–, pero, primero, deja que te cuente la idea para que sepas a lo que te estás oponiendo.

Serena le dedicó una mirada de desaprobación. Lo único que quería era que Jack se marchara. Sin embargo, sabía perfectamente que no sabría qué decirle a su hermano Bennett si Jack no le contaba todos los detalles de su extraordinaria idea.

–Está bien. Cuéntame esa idea tan brillante.

Él levantó un dedo.

–Yo no he dicho que sea brillante. He dicho que es una buena idea. Además, beneficiará a Carey Corporation y al Grupo Colton. Te proporcionará a ti más donaciones y más dinero para los niños desfavorecidos. De eso se trata, ¿no?

–Está bien. Tú dirás –observó ella con un suspiro.

–Voy a regalar estancias en los hoteles del Grupo Colton en una rifa que tú vas a celebrar.

–¿Cómo has dicho? ¿Regalar habitaciones de hotel? ¿Rifa? ¿Y ese es tu estupendo plan?

Jack frunció el ceño antes de responder.