El arte de llevar una vida creativa - Frank Berzbach - E-Book

El arte de llevar una vida creativa E-Book

Frank Berzbach

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Sean diseñadores, publicistas, artistas o artesanos 2.0, los profesionales de la creatividad parecen tener trabajos de ensueño donde solo hay espacio para la ideación, la experimentación y la novedad. Pero detrás de esta fachada de cristal se esconden personas que deben aprender a conciliar su yo creativo con el exceso de trabajo, el miedo a la hoja en blanco, las rutinas y las prosaicas exigencias de la vida real. Este libro te enseña a llevar una vida creativa que armonice con éxito tu yo artístico con la cotidianidad. Con la lucidez y el buen humor que ya caracterizaron a su best seller precedente, Psicología para creativos, en este nuevo título Frank Berzbach te ofrece una serie de recursos y técnicas para recuperar la espiritualidad sin que el estrés, el pensamiento negativo y, en definitiva, el lado más tedioso del trabajo hundan en lo más profundo de tu ser el verdadero sentido que te llevó a tomar la decisión de dedicar tu vida a la creatividad. ¡Aprende a llevar una auténtica vida creativa!

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El arte de llevar

una vida creativa

Frank Berzbach

GG®

“El futuro no debería preverse, sino hacer posible”.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

 

Título original: Die Kunst ein kreatives Leben zu führen.

Anregung zu Achtsamkeit, publicado por Verlag Hermann Schmidt,Maguncia, 2013.

Versión castellana: Susana Andrés

Diseño: Toni Cabré/Editorial Gustavo Gili, SL

Ilustración de la cubierta: Sergio Membrillas

Producción del ebook: booqlab.com

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

La Editorial no se pronuncia ni expresa ni implícitamente respecto a la exactitud de la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de responsabilidad en caso de error u omisión.

© Frank Berzbach, 2013

© de la traducción: Susana Andrés

y para esta edición:

© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2017

Esta edición se publica por acuerdo con Verlag Hermann Schmidt.

ISBN: 978-84-252-3045-5 (epub)

www.ggili.com

 

Editorial Gustavo Gili, SL

Via Laietana 47, 2°, 08003 Barcelona, España. Tel. (+34) 93 322 81 61

Valle de Bravo 21, 53050 Naucalpan, México. Tel. (+52) 55 55 60 60 11

ÍNDICE

Introducción

LA VIDA COMO TALLER

El túnel al final de la luz

La frustración como combustible

La lucha del día a día

Los problemas irresolubles del día a día

La vida como arte de vivir

Queremos definir nuestra propia vida

EL ARTE DE TRABAJAR

¿Cómo te ganas la vida?

¡Has de trabajar!

Una visión global del trabajo

Abandonarse al trabajo

El mundo real

El trabajo como conjunto de valores

Una habitación propia

LA CREATIVIDAD ES UN QUEHACER SILENCIOSO

Hablar mucho, no decir nada

La capacidad para estar solo

La prisión interior

Aprender a escuchar

La vida propia de nuestra mente

La conciencia plena

¡No criticar!

La meditación, una tregua para la mente

VIVIR Y SUFRIR

Insatisfecho consigo mismo y con el mundo

Malos tiempos para el buen talante

En el pozo del desánimo

La tristeza como vicio superable

La lógica de los pensamientos negativos

Enfermedades depresivas y ayuda profesional

CREATIVIDAD Y ESPIRITUALIDAD

Alcanzar la felicidad

Venga, no te enfades

Pequeñas historias de la creatividad

La estética zen

Zen y creatividad

El oficio de la creatividad

La creatividad como orden terrenal

¿Qué diseñan los diseñadores?

Razón y sentimiento

Improvisación

UN CUENCO DE TÉ

Vacaciones para el alma

Siempre, por doquier y enseguida

Ganar tiempo para trabajar más

La paz en un cuenco de té

Los efectos del té

La preparación del té

El arte de beber té

Bibliografía

Agradecimientos

Introducción

¿ENTRE CUATRO PAREDES O ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA?

¡Qué bien que estés en este mundo! Aunque, en realidad, se trata de un acontecimiento bastante improbable. Dos personas se encontraron y tuvieron relaciones sexuales coincidiendo con el breve período mensual de fertilidad femenina. El espermatozoide del que procedes fue más rápido que los otros millones restantes. Dios te agarró por el pescuezo y te expulsó del Paraíso. A cambio, ahora eres capaz de distinguir el bien del mal; pese a la atrocidad de haberte comido la manzana del árbol del conocimiento, estás hecho “a imagen y semejanza” de Dios. Desde el punto de vista de la reencarnación del lejano Oriente, razón de más para alegrarse: Buda hizo hincapié en que es sumamente inverosímil volver a nacer como ser humano. Así que en tu última vida debiste ser estupendo, de lo contrario ahora estarías ocupando tu hueco en un jaula enana junto a otras gallinas ponedoras o serías uno de los protagonistas del documental Earthlings. Sin embargo, estás justo aquí, leyendo este libro en uno de los países ricos del planeta, y es posible que tengas una buena profesión en este mundo próspero, una con la que te ganas más o menos bien la vida gracias a tu creatividad.

Con frecuencia y desde casi todos los puntos de vista, la vida es también un regalo. Independientemente de dónde busques su origen —en la biología, en el azar, en Dios o en otra vida anterior—, el caso es que en ese hecho tú no jugaste un papel protagonista. Nadie te preguntó si querías vivir esta vida. Andy Warhol escribió en su diario: “Cuando te paren es como si te raptasen”. No guardamos ningún recuerdo de los primeros dos a tres años de nuestra vida, y si otros no hubiesen cuidado de nosotros, no habríamos sobrevivido. Seguimos en este mundo gracias a la ayuda de otros, de nuestros padres en la mayoría de los casos. Lo que ahora hagas con tu vida, bien sea creativa o no, ¡depende de ti! Claro que no es solo asunto tuyo, pero sí que también es asunto tuyo. Si bien no siempre eres tú el responsable de forjar tu propio destino, tampoco eres solo una víctima de las circunstancias. Sea como fuere, este libro se dirige a las partes de la vida, la creatividad y el trabajo sobre las cuales puedes influir, que son más de las que eres consciente.

Resulta todo tan evidente que, por desgracia, nos olvidamos de ello en el día a día; volvemos a los análisis básicos cuando nos vemos confrontados con la curiosidad de los niños o caemos en crisis existenciales. Siempre que nuestra vida no nos satisface o que ya no puede seguir siendo como antes, surge la pregunta: ¿cómo debemos vivir? Los seres humanos han intentado dar respuesta a esta pregunta desde hace milenios. Hartmut von Hentig distingue a los seres humanos inteligentes por el hecho de que hacen lo que deben. ¿Cómo debemos vivir? Este libro, por el contrario, se dirige a las personas para las que la creatividad es una forma de vida fundamental, un tipo de personas distinto de aquel al que se refiere Von Hentig: las que hacen lo que quieren. De ahí que una de las preguntas esenciales de este libro sea: ¿cómo queremos vivir? Plantéate esta pregunta y ya solo con esto cambiarás de actitud. Esta pregunta es más provocadora, más inteligente y más edificante que la de plantearse “el sentido de la vida”. Las páginas siguientes tratan acerca de qué experiencias pueden servir de ayuda a las personas creativas. Para ello citaremos a filósofos, científicos no convencionales, místicos y escritores de diversas religiones, y te garantizamos que todos ellos son personas creativas. La creatividad no es tanto un proceso productivo como espiritual, y en el espíritu (del latín spiritus) surge lo que llamamos creatividad.

¿cómo queremos vivir?

Pese a todo el conocimiento científico del que disponemos, nadie puede explicar de una manera convincente de dónde procede la creatividad. Teniendo en cuenta todo esto, no podemos prometerte una receta o un manual de instrucciones ¡y tampoco vamos a convertirte a ninguna religión!

Este libro no trata ni de técnicas para estimular la creatividad ni de supuestos conocimientos procedentes de la investigación del cerebro. Al igual que mi primer libro, Psicología para creativos, gira en torno a una forma de conocimiento que ya ha resistido a algunas modas y tendencias. También intento aquí renovar el interés por temas “que no son modernos”. Por una parte, esto debería serte útil en tu forma de vivir y de trabajar, y, por otra, debería invitarte a reflexionar. “Muchos son tenaces respecto al camino elegido, pocos en lo que respecta a la meta”, escribió Friedrich Nietzsche en Humano, demasiado humano. Quiero que conozcas nuevos caminos —que en ocasiones pueden ser antiguos y pueden haber caído injustamente en el olvido— para que te acerques más al objetivo de una vida creativa.

“Muchos son tenaces respecto alcamino elegido, pocos en lo querespecta a la meta.”

FRIEDRICH NIETZSCHE

Hacer una pausa en el camino es importante para la creatividad; de lo contrario, esta solo tiene cabida entre las cuatro paredes de tu despacho. La creatividad consiste en mucho más que solucionar problemas laborales. La vida en general y la vida laboral se desarrollan entre el cielo y la tierra, espacio suficiente, pues, para el diseño. Tal vez Franz Kafka tuviera razón: “Hay una meta, pero no un camino. Lo que llamamos camino es titubeo”.

La vida

como taller

EL TÚNEL AL FINAL DE LA LUZ

Los motivos por los que a menudo titubeamos a la hora de diseñar nuestra propia vida son varios: miedos inconfesados, desidia, pesimismo. Basta con echar un vistazo al periódico para pensar que este planeta en el que vivimos no tiene remedio. Sin embargo, también en este caso somos víctimas de la obsesión de los medios de comunicación por los escándalos y las desgracias. Lamentablemente, gran parte de lo que sabemos sobre el mundo procede de los medios de comunicación. Si bien la situación real ha mejorado, el pesimismo tiende a acrecentarse con la edad. Las obras tardías de muchos artistas a menudo son más sombrías. Los últimos cuadros de Henri Matisse, resplandecientes de color y llenos de alegría de vivir, son una agradable excepción. Sus obras se vuelven más concentradas y esenciales, y rebosan creatividad. Pablo Picasso, quien por regla general solía expresar opiniones más bien desfavorables sobre sus coetáneos, consideraba a Matisse el pintor vivo más importante de su época. ¡Algo debió de hacer bien en la vida! Pero ¿por qué muchos solo ven el túnel al final de la luz?

“Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo.” Así comienza la angustiosa novela El proceso, de Franz Kafka, autor que plasmó con un rigor casi científico el estado anímico más sombrío de la cultura burguesa, que se siente siempre culpable y, por tanto, parece estar en decadencia. La cultura occidental cristiana está marcada por la idea del pecado original, y las religiones oficiales se han aprovechado de ello durante mucho tiempo para torturar moralmente a los seres humanos y provocar en ellos inseguridad. (El director de cine Michael Haneke lo muestra sin tapujos en su obra maestra La cinta blanca.) Esta impronta cultural afecta a toda nuestra vida cotidiana, a menudo incluso en el caso de personas que se consideran ateas. Muchas de estas personas solo han cambiado de dioses —poco importa si creen en la razón, en el dinero o en el rendimiento—, y al final del día se sienten culpables y acaban teniendo mala conciencia. Una vez más, no hemos hecho lo suficiente o hemos ganado poco dinero; una vez más, no hemos alcanzado los objetivos que nos habíamos propuesto, y una vez más nos falta tiempo para leer. “Los sentimientos de culpa son una reacción ante una pena sin aliviar y constituyen, en no pocas ocasiones, el sustrato donde arraigan horribles agresiones que, más tarde, se racionalizan de forma totalmente distinta”, sostiene el teólogo Michael von Brück. Los sentimientos de culpa son agresiones dirigidas hacia nosotros mismos.

Quien se siente culpable, incluso si no ha hecho nada malo, ya no se moverá de ahí. Al principio de la novela El proceso de Kafka, su protagonista empieza, pese a todo, luchando contra la injusticia; sin embargo, a medida que avanza la historia se dirige voluntariamente al cadalso: es absurdo luchar contra la culpa, incluso si esta no está probada. La psicología llama a este tipo de fenómenos “indefensión aprendida”: quien no ve ninguna perspectiva de mejora renuncia a defenderse, y ya puede seguir consumiendo energía nuclear, comiendo carne barata y mala o conduciendo todoterrenos. Mucho se debe a los medios de comunicación, que nos sugieren que no podemos cambiar las cosas, y no cabe duda de que resulta muy cómodo creérselo. Se califica sarcásticamente de “idealistas” a quienes no se dejan contagiar por el pesimismo y, sin embargo, son precisamente ellos quienes toman las riendas de su propia vida y salvan al mundo de la ruina.

Los sentimientos de culpa sonagresiones dirigidas hacia nosotrosmismos.

Quien desea participar en el diseño de su propia vida debe ocuparse, en primer lugar, de tener una visión objetiva. La parcialidad nos hace titubear. “Algunas personas tienden a negar totalmente el lado oscuro, a eliminarlo, no quieren percatarse de él. Otros solo ven el lado negativo. El pesimista dice: ‘Todas las cosas tienen dos caras, y las dos son oscuras’. Entonces, todo es negro”, señala Karl Obermeyer, calígrafo, profesor zen y párroco católico. “Estaba totalmente convencido de que el mundo ocupaba el carril de adelantamiento camino del infierno”, escribe el músico punk y autor Brad Warner, uno de los maestros zen actuales más poco convencionales de Occidente. Sin embargo, en el epílogo de su libro Hardcore Zen añade:

El mundo se transforma… Las cosas van a mejor […]. ¿Acaso desprenderte de tu pesimismo arraigado significa ignorar lo que no marcha bien en el mundo? No. Ni mucho menos. Ver lo que está mal y señalarlo desempeña una importante función a la hora de mejorar las cosas […]. Puedes cambiar tu vida, y es indispensable que lo hagas tú, pues eres el único capaz de hacerlo. Ningún gurú puede enderezar tu vida. Ningún maestro zen puede mostrarte el camino. Solo tú tienes el poder de transformar el lugar donde vives en un lugar maravilloso, tanto que ni el mismo Dios habría sido capaz de imaginar algo mejor.

“Solo tú tienes el poder detransformar el lugar donde vivesen un lugar maravilloso.”

BRAD WARNER

LA FRUSTRACIÓN COMO COMBUSTIBLE

Quien a menudo se siente insatisfecho o frustrado debería cambiar de vida, pues de lo contrario se convertirá en un plasta para el resto y para sí mismo. Los creativos han incorporado esta insatisfacción a su vida real: solo es creativo quien no se conforma con las soluciones actuales, las encuentra feas, perniciosas o ineficientes. Esta lógica también puede aplicarse a la vida, aunque en este caso el espacio que hay que diseñar ya no solo se limita a la pantalla, la cámara o los productos. No podemos encontrar las herramientas para cambiar la vida en una barra de menús. A menudo las razones de la insatisfacción son totalmente triviales: tener poco tiempo, poca libertad, poco dinero o problemas con otras personas (y con uno mismo). A veces es imposible saber las razones de esta sensación de insatisfacción, o dónde se encuentran exactamente sus causas. Si abordamos el problema con mayor detenimiento, el problema no existe, o está en nuestras manos solucionarlo: lidiar de otro modo con uno mismo y con el tiempo antes de caer enfermo. Buscarse otro trabajo, reflexionar sobre el significado del dinero y sobre aquello que deseamos o rodearnos de otras personas. En la vida siempre hay períodos difíciles, con alteraciones y conflictos de los que salimos con cicatrices, pero, a menudo, también renovados. Si algo nos aflige, en ocasiones —y a posteriori, por supuesto— puede acabar resultando muy provechoso. “Quién sabe, algo tendrá de bueno”, suele decir la gente mayor. Ni queremos hacer caso ni tampoco nos parece de gran ayuda, pero esa frase tan manida se basa en una larga experiencia vital. Lo esencial de la expresión reside en que a veces nos tomamos demasiado en serio nuestras propias valoraciones, aunque nunca podemos abarcar con la vista la situación general de nuestra vida. Un relato chino, que se incluye en el libro de Michael von Brück Wie können wir leben? [¿Cómo podemos vivir?], ilustra bien este fenómeno:

En una aldea china vivía un anciano que tenía un caballo precioso, y hasta los príncipes lo envidiaban por ello. El hombre vivía con estrecheces, pero no vendía su caballo, pues consideraba que era su amigo. Cuando una mañana el animal desapareció, todo el pueblo se dijo:

—Siempre habíamos sabido que algún día le robarían el caballo. ¡Qué desagracia para el pobre viejo!

—¡Vais demasiado lejos! —replicó el anciano. Es cierto que el caballo ya no está en su establo, pero todo lo demás son juicios. Nadie sabe si es una desgracia o una bendición.

Dos semanas más tarde regresó el caballo blanco, que solo se había escapado para unirse a una manada de caballos salvajes.

—Tenías razón, anciano —dijo todo el pueblo—, ¡ha sido una bendición, no una desgracia!

A ello respondió el viejo:

—Volvéis a ir demasiado lejos. El hecho simplemente se limita a que el caballo ha vuelto.

El anciano tenía un hijo que por entonces estaba empezando a trabajar con el animal. Justo unos días después, se cayó del caballo y se rompió ambas piernas. En el pueblo se decía entonces:

—Tenías razón, anciano, fue una desgracia, pues tu único hijo, quien debería cuidarte en la vejez, ya no puede valerse.

El hombre les contestó:

—Volvéis a ir demasiado lejos. Decid simplemente que mi hijo se ha roto las piernas. ¿Quién sabe si eso es una desgracia o una bendición?

Poco después estalló una guerra en la región. Todos los jóvenes fueron llamados a filas, y solo el hijo del anciano se quedó en casa porque estaba cojo. Los habitantes del pueblo comentaban:

—El accidente fue una bendición, estabas en lo cierto.

A lo que replicó el hombre:

—¿Por qué estáis tan cargados de juicios? El caso es que vuestros hijos han sido llamados a filas, y mi hijo no. ¿Quién sabe si esto es una desgracia o una bendición?

El suceso en sí no suele ser nibueno ni malo, simplemente es.

Nuestra percepción sigue tres etapas: la captación de lo acontecido a través de los sentidos, su interpretación y, finalmente, los sentimientos que surgen de ello. El suceso en sí no suele ser ni bueno ni malo, simplemente es (por ejemplo: llueve). A partir de ahí, se dan distintas interpretaciones de ese hecho indiscutible: uno puede alegrarse porque no tiene que regar las plantas del jardín, mientras que otro puede disgustarse porque no puede tomarse el té fuera. Nuestros sentimientos son consecuencia de nuestra interpretación del suceso, no del suceso en sí. El anciano del cuento mantiene la calma porque es capaz de no evaluar precipitadamente los acontecimientos. Puesto que las tres fases de la percepción se suceden muy deprisa, solemos buscar la causa de nuestro disgusto en los propios hechos, que, sin embargo, son solo lo que son: acontecimientos sin intención. El mundo no siente el menor interés por nosotros, no se refiere a nosotros personalmente. “¡No hay que tomarse nada personalmente!” es una regla del budismo zen. ¡El tren no llega tarde porque la compañía ferroviaria tenga ganas de fastidiarte el día; por otro lado, ¡te alegrarías de que esto ocurriera el día que llegas tarde a la estación y consigues coger el tren!

¡No hay que tomarse nadapersonalmente!

LA LUCHA DEL DÍA A DÍA

El relato chino anteriormente citado se refiere a unos acontecimientos especiales, pero a menudo unos sucesos ordinarios no bastan para poner en cuestión toda nuestra infelicidad. El escritor Antón Chéjov lo explicaba muy claramente: “Cualquier idiota puede sufrir una crisis. Lo que nos preocupa es el día a día”. Cuando reflexionamos acerca de nuestra vida y queremos cambiarla, esto afecta sobre todo al día a día. “Lo cotidiano es la excepción convertida en regla”, dice el filósofo Wilhelm Schmid. Los creativos suelen saber muy bien qué tipo de trabajo diario no quieren: trabajar en un ambiente funcionarial rígido con horario de entrada y de salida, vacaciones de verano, hacer un poco de deporte en las horas libres, ir a ver una película de éxito el fin de semana, ver la televisión a diario y amoldarse a un reparto tradicional de roles de género, con el hombre como única fuente de ingresos y la mujer al cuidado de la casa y de los hijos. Esta no es la forma de vida deseada de los creativos. Sin embargo, ha aparecido una alternativa absurda que se está convirtiendo en una pesadilla: una pareja sin hijos que trabaja a tiempo completo con horarios de trabajo ilimitados (de ahí que no tengan ni tiempo libre ni vacaciones), que cultivan las redes sociales en lugar de las amistades, que coleccionan arte por prestigio, sin ningún otro interés más allá del trabajo y sin ningún sentimiento de responsabilidad social. Así viven, más o menos, los creativos de hoy en día, siempre con el temor continuo de cometer errores.

“Lo cotidiano es la excepciónconvertida en regla.”

WILHELM SCHMID

Por decirlo de algún modo, lo cotidiano se percibe como algo casi impuesto por la naturaleza. En la mayor parte de los casos, crece con los años hasta convertirse en una esfera dominante y absorbente. Sin embargo, también necesitamos la monotonía y la rutina para pautar la vida, para poder volver al campamento base tras la lucha del día a día. “En la amenazadora complejidad del mundo, lo cotidiano es el refugio protector, enfundado en la confianza de lo habitual, ocasionalmente interrumpido por lo inusual, que se busca o irrumpe de manera espontánea, pero que irremisiblemente se convierte en algo cotidiano gracias a la repetición y la regularidad”, sostiene el filósofo del arte de vivir Wilhelm Schmid. De cuán amenazador resulta el mundo a los individuos de la sociedad del bienestar dan muestras las modas que inspiran miedo psicológico, como el cocooning o, en su forma más drástica, el síndrome de Hikikomori en Japón (adolescentes que se pasan años en casa de sus padres sin abandonar su habitación, evitando el contacto con otras personas y sin valerse por sí mismos).

LOS PROBLEMAS IRRESOLUBLES DEL DÍA A DÍA

Lo cotidiano se caracteriza por fenómenos ante los cuales fracasan incluso la sociedad posmoderna y la técnica y la medicina más avanzadas. Un resfriado dura una semana, y si uno toma medicamentos dura siete días. Uno puede limpiar la casa a diario, pasar el aspirador una vez a la semana, poner una lavadora tras otra e ir a hacer la compra una y otra vez, que la nevera enseguida se vacía, las camisas se ensucian y la casa vuelve a llenarse de polvo. De nuevo cogemos un resfriado y otra vez compramos pañuelos de papel. La vida consiste en ir resolviendo problemas, dijo en una ocasión un filósofo, pero no había contado con el día a día: “El cocinero zen no cree en utopías. Siempre surgirán problemas, tanto en la vida del individuo como en la sociedad. Hay gente que piensa que lavando los platos se resuelve el problema de los platos sucios. Pero no es cierto, al cabo de poco tiempo, la vajilla volverá a ensuciarse”, escribe Bernard Glassman, trabajador social, maestro zen y fundador de una red interreligiosa de activistas por la paz. El día a día es el reino de los imperativos ajenos, incluso en el mundo ilustrado. “El hogar no es el imperio de la autonomía, sino el de la heteronomía, dominado por la accidental constelación de las cosas [...] entre cuya confusión intentamos construir con esfuerzo islas de ocio y de actividad definida por nosotros mismos”, escribe Wilhelm Schmid. Quizá el hecho de que vayamos al cine y leamos novelas se deba a que los personajes de la pantalla y los que aparecen en las páginas del libro están liberados precisamente de eso: se limitan a comer, pero no lavan los platos; van a trabajar como si eso fuera algo sin importancia, y, como los protagonistas de las películas, nunca van al baño ni tampoco lo ensucian. Puesto que en el cine hasta los acontecimientos más triviales se acompañan con una música dramática, todo se carga de glamur. Los concursos de talentos y las revistas ilustradas se inventaron para dar un brillo aparente a la trivialidad.

¿Cómo aportar creatividad a este infierno de imperativos impuestos?, ¿cómo mantener la fortaleza sin desesperarnos? Cada día tenemos que vérnoslas con la gestión doméstica. Como las mujeres y los hombres llevan ritmos distintos, continuamente nos peleamos con nuestra pareja o con otros compañeros de piso. Y, sin embargo, pensamos pocas veces en la gestión del hogar. No admitimos que en su momento aprendimos a organizar la casa, aunque muchos hombres no lo aprendiéramos realmente. Es sorprendente que se hable tan poco de algo que nos quita tanto tiempo y que causa tantos problemas, como si lo cotidiano simplemente fuera molesto. Sin embargo, está ahí. Notamos nuestro fuerte apego a él o que lo necesitamos cuando nos falta o está en peligro: mudarse de casa, independizarse o tener hijos son supuestamente los mayores accidentes en la gestión doméstica. Y puesto que vivimos en una sociedad distinta a la de nuestros padres, ni siquiera podemos hacerlo como lo hicieron ellos.

Puede que la mística española santa Teresa de Jesús, fundadora de la orden de las carmelitas descalzas, entendiera en qué consistía lo cotidiano. Mientras otros religiosos planeaban ostentosas catedrales o discutían sobre sutilezas teológicas, santa Teresa veía lo que nos consume a diario: “Dios anda entre las ollas y las sartenes, y te auxilia en las tareas internas y externas”. En general, el budismo se refiere más al día a día, y algunos califican el zen como la “religión de lo cotidiano”. El maestro zen vietnamita Thích Nhát Hanh recomienda tomarse el trabajo doméstico como un ejercicio de conciencia plena: “Cuando estéis fregando, a lo mejor pensáis en el té de después e intentáis acabar lo antes posible para poder sentaros y bebéroslo. Pero esto significa que durante el tiempo que fregáis no vivís. Cuando freguéis, fregar debe ser lo más importante de vuestra vida. Y cuando bebáis té, beber té debe ser lo más importante del mundo”.

Las tareas se convierten en un suplicio cuando las consideramos un obstáculo en el camino para alcanzar otra cosa, pero cuando hemos llegado a esa otra cosa, ya estamos pensando en la próxima. Mientras tomamos el desayuno pensamos si el tren llegará a su hora, en el tren pensamos en lo primero que tenemos que hacer en la oficina, una vez allí pensamos en el descanso del mediodía… al salir del trabajo pensamos en la mañana siguiente. Andreas Knuf, especialista en

Las tareas se convierten en unsuplicio cuando las consideramosun obstáculo.

terapia cognitivo-conductual, escribe al respecto: “El estrés significa que deseamos estar en otro sitio distinto del que nos encontramos en ese momento”. A menudo el carácter imprevisible del quehacer cotidiano conduce a que sus desafíos sean mayores que el propio trabajo en sí. También el tiempo libre viene determinado por listas de cosas pendientes y por la agenda. Esto se debe solo en menor grado a que el mundo es cada vez más complejo y las posibilidades de elección aumentan cada vez más. En los días buenos disfrutamos de la libertad exterior porque nos hemos dado el día libre en nuestro interior, pero “cuando empieza a haber ‘barullo’ en nuestra cabeza, acabamos notándolo. No dejamos de pensar en todo lo que todavía nos queda por hacer. Si ya hemos resuelto algunas tareas, se nos empiezan a ocurrir aquellas que no admiten dilación. Con frecuencia creemos erróneamente que estamos estresados porque tenemos muchísimas cosas que hacer, pero si observamos más atentamente constatamos que padecemos de un espíritu demasiado activo al que continuamente se le ocurren nuevas ideas que supuestamente deben realizarse. Nos sentimos alterados, agitados, intranquilos y no conseguimos descansar. Nos atolondramos, iniciamos una cosa que enseguida dejamos para empezar con la siguiente. Nuestros quehaceres cotidianos transcurren de modo totalmente automático, mientras nosotros estamos como ausentes”, escribe Andreas Knuf en su libro Ruhe da oben! [que quiere decir algo así como: ¡Relaja tu mente!], donde describe “modos de sosegar el espíritu”.

Pero volvamos al trabajo doméstico. Bernard Glassman otorga un significado central a las tareas domésticas. Se ciñe a un clásico del budismo zen y titula su ya famoso libro: Cocina zen: enseñanzas de vida