El enigma de Malva Marina: la hija de Pablo Neruda - Bernardo Reyes - E-Book

El enigma de Malva Marina: la hija de Pablo Neruda E-Book

Bernardo Reyes

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Beschreibung

En Indonesia, Sudamérica y Europa están los escenarios donde se desarrolla la trama de este libro, que tienen relación estrecha con el proceso de escritura de una de las mayores obras de la poesía castellana del Siglo XX: Residencia en la tierra. Es la historia de dos seres casi espectrales, estrechamente vinculados con la vida emocional de Pablo Neruda: María Antonieta Hagenaar y su única hija Malva Marina. Sobre ellas se han tejido las más inverosímiles leyendas. Bernardo Reyes, sobrino nieto del poeta, rescata sus vidas de un prolongado olvido biográfico, voluntario o involuntario. La historia parcial y fragmentaria de Malva Marina, de la que aquí se publican fotos desconocidas, es un acercamiento a una época oscura y contradictoria en la vida de Neruda, donde el abandono, la tristeza y la persecución fueron constantes.

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Libro realizado gracias al apoyo del

Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

Beca de Fomento a la Creación Literaria, 2005

El enigma de Malva Marina

RIL editores

bibliodiversidad

Bernardo Reyes

El enigma de Malva Marina

La hija de Pablo Neruda

El enigma de Malva Marina, la hija de Pablo Neruda.

Primera edición: octubre de 2007

© Bernardo Reyes, 2007

Registro de Propiedad

Intelectual Nº 155.598

© Frederik Julsing (Antonio Reynaldos, rep. legal),

por las fotos de Malva Marina

© Fundación Pablo Neruda,

fotos y documentos señalados

© Archivo Universidad de Chile,

foto señalada

©RIL® editores, 2007

Alférez Real 1464

750-0960, Providencia

Santiago de Chile

Tel. (56-2) 2238100- Fax 2254269

[email protected] • www.rileditores.com

Composición: RIL® editores

Diseño de portada: M3ta-Group

Diagramación: Paula Fernández

Fotografía de portada: Archivo de Frederik Julsing

Derechos reservados.

Estoy cansado de una gota,

estoy herido en solamente un pétalo,

y por un agujero de alfiler sube un río de sangre

| sin consuelo,

y me ahogo en las aguas del rocío que se pudre

| en la sombra,

y por una sonrisa que no crece, por una boca dulce,

por unos dedos que el rosal quisiera

escribo este poema que sólo es un lamento,

solamente un lamento1.

Capítulo i

Como cenizas, como mares poblándose2

Es posible que sumido en el sueño, allá en Ciudad de México, campanas lo hubieran despertado, antes del sol y los pájaros. «Campanadas en cruz»3 que se oyen como desde lo alto de los caminos, semejante a alguna guardada en el fondo del señorío de la nada, desde donde los recuerdos se vuelven presagios de pájaros inexistentes, golpeando los badajos tenuemente por la brisa del mar oscuro.

Y en el despertar de ese sueño, quizás un pálpito, un canto de niña, un cascabel que delata a los fantasmas en la noche, le dislocó la esperanza de que la historia fuera diferente.

Malva Marina debió parecerle, en la semivigilia, parte del imaginario creado como el nombre de un alga, de crustáceo color vino, de océano del color de las lilas.

Salvo por el escabroso detalle de ser una persona desdibujada entre sueños y esperanzas, sobreviviendo en un torbellino de acontecimientos y dolores, que no bastaron para apagar su feble y dulce sonrisa, que aún desde su tumba, en la ciudad de Gouda, Holanda, nos sigue iluminando el corazón desde el fondo de la tierra, resistiéndose a ser mueca siniestra, enemiga no declarada del olvido.

El 19 de marzo de 1943, el cónsul general en Ciudad de México, Pablo Neruda recibe desde el Ministerio de Relaciones Exteriores el siguiente comunicado:

Rep. De Chile

MRREE 1349

Embachile De Berna

19 de marzo de 1943

Nº86– Señora Neruda avisa desde Holanda que su hijita falleció dos de marzo sin sufrimientos. Ruega avisar a su padre. Desea reunirse con su marido a brevedad posible–.

Morla

Pocos días después, una nueva comunicación del Ministerio es dirigida a la Embajada de Chile en Washington:

Rep. De Chile

MRREE 1442 Embachile. Washington Nº 83- 22 de marzo de 1943

Para Cónsul Neftalí Reyes.- Se ha recibido de Berna el siguiente telegrama: «Señora Neruda avisa desde Holanda que su hijita falleció dos de marzo sin sufrimientos.-

Desea reunirse con su marido brevedad posible». Ruego US. Comunicar resolución interesado para trasmitirle a su esposa y hacer los trámites necesarios.-

MINIRELACIONES4.

Nada se supo después de este comunicado. Ni por voz de su poesía, ni de sus epístolas a la familia, ni por Delia con quien ya vivía. Seguramente en silencio extendió el cable a Delia y en silencio ambos doblaron el papel que recién fue descubierto por estos días.

Es probable que hubiera recordado los días felices en Madrid, luego de su nacimiento. Tal vez alguna sentida carta a su ex esposa, María Antonia Hagenaar, perdida en alguna habitación olvidada de La Haya, ciudad en donde residía, dio cuenta de un amor no correspondido y de la distancia con su hija.

Pero en definitiva, desde entonces, silencio. O quizás, un poco más que silencio cubriendo una historia o casi un mito, desde el cual se podrían construir reproches mutuos con mayor o menor validez.

Apenas sabemos que este hecho ocurrió a casi un mes de que un juzgado del Estado de Morelos, en México, declarara disuelto el vínculo matrimonial entre la madre de Malva Marina, María Antonia Hagenaar y Neruda, un día 8 de febrero de 1943, sin que por cierto esta se enterara. Tampoco se enteraría de que el 2 de julio del mismo año, a exactos cuatro meses del deceso de Malva, su esposo contraería matrimonio con Delia del Carril en la misma ciudad de Morelos5.

Margarita Aguirre, sin embargo, añade un antecedente adicional, que nos hace dudar de la fecha en que el poeta recibe la noticia, al aclararnos que en febrero de ese año Neruda viajó a Nueva York para asistir a La voz de las Américas, regresando posteriormente a México6, juicio que también comparte el estudioso David Schidlowsky, añadiendo documentos probatorios que sirven para establecer que la noticia fue recibida en Estados Unidos7. Como hubiera sido, creemos que la noticia fue recepcionada emocionalmente en la intimidad de Ciudad de México, lejos del bullicio de la multitud, cuando junto a Delia tuvieron la necesaria serenidad para reflexionar acerca de un período doloroso del cual ambos formaron parte.

• • •

Desde el Estrecho de Singapur hasta el Estrecho de Magallanes los barcos demoraban cerca de dos meses. Es lo que ocurrió en abril de 1932 con la llegada hasta el confín del mundo del carguero «Forafric», según el testimonio de dos pasajeros provenientes de la centenaria isla de Singapur o de la isla de Java, acomodados en un sector del barco habilitado para pasajeros y entre infinidad de productos importados de Oriente a Chile. El primer tramo, que no se sabe si nació en Singapur o en Java, lo hicieron en un barco holandés, el «Pieter Cornelizoon Hooft»8, para luego en Ceilán hacer el trasbordo hasta Chile.

Para ser exactos hablaron de setenta y cinco días9 de viaje hasta llegar a Puerto Montt, esquivando archipiélagos y canales de dudosa reputación navegable en el sur del mundo. El viaje, pues, debió haber comenzado cuando no terminaba la época de los monzones con su azote de lluvias cálidas, a fines de febrero, para llegar en pleno otoño chileno, ya extremadamente frío y con frecuentes lluvias heladas.

Pero el frío aire austral, azotando en el rostro y calando hasta los huesos, no era nada en comparación con el frío de la incertidumbre que, de mirada en mirada, era compartido por el matrimonio del excónsul en Batavia y su esposa, él de todavía frescos 27 años y ella de 32 recién cumplidos el 5 de marzo de ese año, en plena travesía del Atlántico.

Luego de cumplir la primera etapa del viaje, quedaba un último tramo de poco más de trescientos kilómetros que había que cubrir en un día en tren, desde Puerto Montt hasta la casa de su familia en Temuco, que ya estaba enterada de que este camino de regreso era producto de un completo colapso económico. Es lo que se desprende de una carta enviada a su hermana Laura Reyes Candia desde Batavia, el 23 de marzo de 1931:

Mi querida hermanita: supongo que ya habrán recibido hace tiempo la carta y las fotografías de mi matrimonio. Espero que todo les habrá parecido bien, no puede ser de otro modo si ustedes saben que soy feliz.

Pero las cosas nunca parecen estar bien del todo, ya me han caído dos calamidades. Mi mujer ha estado muy enferma y he tenido que llamar una cantidad de doctores y especialistas en enfermedades de señoras, pero por suerte no la operaron. Aquí un doctor cuesta $100 la visita. Todo es muy caro. La otra calamidad es una rebaja de sueldo, me han dejado la mitad de lo que tenía, y esta es una desgracia muy grande, porque con el sueldo que tenía no era bastante. Como ustedes no saben ni conocen lo que es la vida fuera de Temuco les parecerá que mi sueldo era mucha cosa, pero no es así, y ustedes tienen que creerme. Mi sueldo de antes era ridículo para un blanco (porque los indios de aquí viven con muy poco) pero uno no puede comer en el suelo como ellos, ni mucho menos un cónsul. Así es que estaba empezando a pagar mis deudas cuando la mala noticia ha llegado. Ahora no tenemos ni con qué comer, y no sé qué hacer. Pedí pasaje de vuelta a Chile para mí y mi mujer, pero me lo negaron. Ella es muy buena y me da valor pero la situación es desesperante.

Con eso han de saber que las esperanzas que tenían de verme este año las pueden olvidar tal vez para siempre, ya que mi bendito Gobierno me niega hasta el pasaje a Chile, después de haber trabajado por años en este clima que ni las bestias pueden soportar.

No sé qué hacer, a menos que me consigan un traslado, pero si mi padre quiere hacer algo es mejor no mover ni un dedo sino cuando se tenga seguridad de conseguir algo. Las diligencias que no tienen éxito son más bien perjudiciales. Creo que podrán consultarle a Rudecindo y decirle a él que lo único que me salvaría sería un Consulado de Profesión en cualquier parte, y en caso contrario una licencia por cuatro meses con pasajes para mí y mi mujer, porque si yo voy a Chile las cosas cambiarían y podría conseguir algo.

Ahora no puedo pensar en un viaje a Chile que costaría por lo menos $9.000 de aquí a Valparaíso, y no tengo un centavo, y todavía las deudas de mi casamiento. De más está decirles que cuando me casé no me imaginé que podría suceder tal cosa.

Les ruego que en caso mi padre o Rudecindo consigan algo me pongan un telegrama, ya que vivo en la ansiedad más grande. Un cable se puede dirigir en esta forma:

Cónsul Chile

Batavia

Esto basta.

Saludos a los veteranos y muchos abrazos míos y de mi mujer para todos.

Tu hermano Ricardo10

En efecto, el cónsul Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto se había casado en Batavia, Java, el 6 de diciembre de 1930 con María Antonia Hagenaar, holandesa criolla, nacida en Yakarta, ciudad centro de operaciones de la denominada Compañía Holandesa del Este de India que había arribado a Java a finales del siglo XVI, construyendo una ciudad amurallada, Batavia, cerca de la Bahía de Yakarta, donde los holandeses permanecieron por los siguientes tres siglos.

De aquella travesía, de aquel regreso, quedaría el testimonio tumefacto de imágenes generadas en hastíos y desesperanzas:

Distancia refugiada sobre tubos de espuma,

sal en rituales olas y órdenes definidos,

y un olor y rumor de buque viejo,

de podridas maderas y hierros averiados,

y fatigadas máquinas que aúllan y lloran

empujando la proa, pateando los costados,

mascando lamentos, tragando y tragando distancias,

haciendo un ruido de agrias aguas sobre las agrias aguas,

moviendo el viejo buque sobre las viejas aguas.

Bodegas interiores, túneles crepusculares,

que el día intermitente de los puertos visita:

sacos, sacos que un dios sombrío ha acumulado

como animales grises, redondos y sin ojos,

con dulces orejas grises…

Mira el mar el fantasma con su rostro sin ojos:

el círculo del día, la tos del buque, un pájaro

en la ecuación redonda y sola del espacio

y desciende de nuevo a la vida del buque

cayendo sobre el tiempo muerto y la madera,

resbalando en las negras cocinas y cabinas,

lento de aire y atmósfera y desolado espacio11.

Pero la historia se inicia cinco años antes de este doloroso regreso, en que debido a la crisis económica mundial de 1930, Chile decide cerrar varios de sus pequeños consulados en Oriente, provocando la cesantía y suspensión de su cargo.

En 1927, el poeta Neftalí Reyes Basoalto había sido nombrado cónsul ad honorem en Rangún, puerto y capital de Birmania, situada junto al río Rangún, justo al este del delta del río Irrawadhy, frente al Golfo de Bengala. Hoy Birmania se denomina Myanmar y tiene fronteras con India, China, Bangladesh, Tailandia y Laos.

Se dice que el rey Alaungpaya, gobernante birmano del siglo XVIII, desarrolló la ciudad como puerto para reemplazar Syriam, y que en 1852 la ciudad se convirtió en el centro administrativo de la Baja Birmania y en la capital en 1886.

Es probable que su nombre provenga de la palabra birmana «Yangún» que significa «fin de la querella». Algunos estudiosos, sin embargo, creen que el nombre está vinculado con Dagon, el dios cuya enorme pagoda Shwei Dagon de noventa y nueve metros de altura domina la ciudad.

La ciudad fue reorganizada con un trazado cuadriculado después de que Inglaterra colonizó el sur de Myanmar en 1824, convirtiéndose en una espaciosa capital colonial, asiento del gobierno y principal salida para las exportaciones de arroz del delta del Irrawadhy.

Un puñado de mezquitas y templos hindúes permanecen en la zona norte de la ciudad, legado de los indios que manejaron gran parte de la administración bajo el dominio británico, pero los indios mismos, en su mayoría, comenzaron a irse a partir de 1948.

El flamante cónsul recordaría con intensidad la llegada, un 28 de septiembre de 1927, en sus memorias:

Desde la cubierta del barco que llegaba a Rangoon, vi asomar el gigantesco embudo de oro de la gran pagoda Swei Dagon. Multitud de trajes extraños agolpaban su violento colorido en el muelle. Un río ancho y sucio desembocaba allí, en el golfo de Martabán. Este río tiene el nombre de río más bello entre todos los ríos del mundo: Irriwadhy.

Junto a sus aguas comenzaba mi nueva vida12.

El cargo que ocuparía, luego de este ansiado viaje al sur de Asia, era denominado por aquel entonces como Cónsul de Elección cuyo sueldo eventual dependía del intercambio comercial que existiera en el país de destino con Chile. Este sueldo no podía superar los 166,66 dólares mensuales. El cargo se diferenciaba del de Cónsul de Profesión, que tenía una regularidad en el pago de sus haberes, como cualquier empleado del Estado.

Neruda y María Antonia, Java. El matrimonio fue celebrado el 6 de diciembre de 1930. Esta fotografía corresponde a ese día. (Archivo Fundación Pablo Neruda).

El viaje se inició en la ciudad de Valparaíso un día de junio de 1927 en la casa de la familia de su amigo Álvaro Hinojosa Silva –en calle Deformes esquina Victoria–, con quien lo unían enormes lazos afectivos y literarios: Hinojosa, junto a Homero Arce y Alberto Rojas Jiménez, fue testigo de la operación comercial más jocosa de la que se tenga memoria en las primeras ediciones de Neruda: la venta a perpetuidad de los derechos de su libro Crepusculario en quinientos pesos de 1924, que eran algo así como cinco dólares de aquellos días, que rápidamente fueron consumidos en el restaurant La Bahía, acto más o menos habitual en una inacabable bohemia cotidiana de los jóvenes poetas en ciernes de aquella generación del 20.

El poeta Jorge Teillier, tiempo después, reseñó con pulcra exactitud documental esos años:

Extraños fantasmas entregó la noche santiaguina a la llamada Generación del Año 20. El más típico fue Alberto Valdivia, más conocido como «el cadáver», precoz y extraordinario poeta consumido por la morfina, que recorría los bares con su violín al brazo. Homero Arce, en un reciente artículo sobre el poeta Rosamel del Valle, recuerda los cenáculos de la que fue (tal vez) la más bohemia de las generaciones: «El Jote», donde había buenos platos por solo cuarenta centavos, «El Hércules», «La Bahía», los bares alemanes con orquestas de ciego de San Pablo y Esmeralda, un poco más tarde el «Black and White». Y la «Ñata Inés» de calle Eyzaguirre en donde, según se cuenta, el adolescente Neruda, llegado de la noche oceánica poblada de ladridos y de coigüillas de Temuco, dejaba en prenda de pago su capa heredada del padre ferroviario. Coetáneamente, transnochaban también –pero solo tomando café con leche– en «Los Inmortales»: Manuel Rojas, González Vera, Silva Castro y otros no devotos al más popular entre los chilenos de los dioses olímpicos13.

Pero con Álvaro Hinojosa no solo compartirían aquellos tumultuosos y difíciles días de sobrevivencia en Santiago desde que Neruda llegara de Temuco en 1921. También fue su compañero de viaje a Oriente, luego de que salieran en tren desde la casa del amigo en Valparaíso, para luego en la Estación Mapocho de Santiago hacer trasbordo al Transandino, que se encaramaba en la Cordillera de los Andes, para finalmente, en la ciudad de Mendoza, Argentina, en un tercer trasbordo, tomar otro convoy que los llevaría hasta Buenos Aires. En esa ciudad cambiaron el pasaje de primera clase para el poeta y cónsul destinado por la Cancillería por dos de tercera, y se embarcaron en el navío alemán Baden. Julio Gálvez precisa:

El poeta cumplió veintitrés años (12 de julio de 1927) en Portugal, el mismo día que bajó del trasatlántico Baden y puso pie por primera vez en Europa. Habían desembarcado en Oporto, luego de veinticuatro días de excelente navegación, con comodidad y sin contratiempos. Los viajeros se trasladaron por tren a Madrid, donde estuvieron tres días, para luego seguir a París14.

Permanece en Rangún oficialmente hasta el 24 de noviembre de 1928, algo así como un año y dos meses, en medio de una soledad y un tedio que se acrecientan por el desconocimiento del idioma local y de la indiferencia que le provoca su relación con los representantes diplomáticos de países colonialistas, refocilados en un gheto que les permite vivir a espaldas de la pobreza y la ignominia a que son sometidos los colonizados, los dueños de la tierra:

Mi vida oficial funcionaba una sola vez al mes cada tres meses, cuando arribaba un barco de Calcuta que transportaba parafina sólida y grandes cajas de té para Chile. Afiebradamente debía timbrar y firmar documentos. Luego vendrían otros tres meses de inacción, de contemplación ermitaña de mercados y templos. Esta es la época más dolorosa de mi poesía.

La calle era mi religión. La calle birmana, la ciudad china con sus teatros al aire libre y sus dragones de papel y sus espléndidas linternas… Las calles ensortijadas por las que transitaban las birmanas con un largo cigarro en la boca. Todo eso me absorbía y me iba sumergiendo poco a poco en el sortilegio de la vida real»15.

Luego, el 5 de diciembre de 1928, mediante decreto Nº 13.580, el poeta recibe el comunicado oficial de su trasladado a la isla de Ceilán, a la que arriba el 25 de febrero de 1929 como Cónsul de Elección, en Colombo16, una ciudad metropolitana, capital comercial de la ahora llamada Sri Lanka. Entre los muchos lugares de interés está la fortaleza, el viejo parlamento (actualmente la secretaría presidencial), los templos budistas, las viejas iglesias, los templos hindúes y los jardines zoológicos.

Sin embargo este traslado se convirtió en una verdadera tabla de salvación por ciertas dificultades en su vida privada, en su vida amorosa para no ocupar eufemismos:

Me adentré tanto en el alma y la vida de esa gente, que me enamoré de una nativa. Se vestía como una inglesa y su nombre de calle era Josie Bliss. Pero en la intimidad de su casa, que pronto compartí, se despojaba de tales prendas y de tal nombre para usar su deslumbrante sarong y su recóndito nombre birmano…

La dulce Josie Bliss fue reconcentrándose y apasionándose hasta enfermar de celos. De no ser por eso, tal vez yo hubiera continuado indefinidamente junto a ella. Sentía ternura hacia sus pies desnudos, hacia las blancas flores que brillaban sobre su cabellera oscura. Pero su temperamento la conducía hasta un paroxismo salvaje. Tenía celos y aversión a las cartas que me llegaban de lejos; escondía mis telegramas sin abrirlos, miraba con rencor el aire que yo respiraba.

A veces me despertó una luz, un fantasma que se movía detrás del mosquitero. Era ella, vestida de blanco, blandiendo su largo y afilado cuchillo indígena. Era ella paseando horas enteras alrededor de mi cama sin decidirse a matarme. Cuando te mueras se acabarán mis temores, me decía. Al día siguiente celebraba misteriosos ritos en resguardo a mi fidelidad.

Acabaría por matarme. Por suerte recibí un mensaje oficial que me participaba mi traslado a Ceilán. Preparé mi viaje en secreto, y un día, abandonando mi ropa y mis libros, salí de la casa como de costumbre y subí al barco que me llevaría lejos.

Dejaba a Josie Bliss, especie de pantera birmana, con el más grande dolor. Apenas comenzó a sacudirme en las olas del golfo de Bengala, me puse a escribir el poema «Tango del viudo», trágico trozo de mi poesía destinado a la mujer que perdí y me perdió porque en su sangre crepitaba sin descanso el volcán de la cólera. ¡Qué noche tan grande, qué tierra tan sola!17.

• • •

En la milenaria Isla de Ceilán aún lo acompaña su amigo Álvaro Hinojosa con quien se radica en Wellawatha, un distrito de la ciudad de Colombo, a orillas del mar. Los primeros europeos que se establecieron en esta hermosa isla fueron los portugueses, que en 1505 fundaron factorías en su costa occidental y meridional. A mediados del siglo XVII se apoderaron de estas posesiones los holandeses, y en 1795 el gobierno inglés las anexó a la presidencia de Madrás. En 1801 la isla de Ceilán fue erigida como colonia separada y en 1815 quedó sujeta al régimen de colonia del gobierno británico. En 1948 obtuvo la independencia dentro de la Comunidad Británica. En 1972 se erigió en república con el nombre de Sri Lanka.

Pero la historia de esta isla se pierde en la oscuridad de los siglos y las leyendas. Hace más de 2.500 años, alrededor del siglo quinto a.C., llegaron a la isla inmigrantes indo-arios procedentes del norte de la India que poco a poco desplazaron a los primeros habitantes, que probablemente eran parientes de las tribus predravídicas que vivían en las montañas del sur de la India, y que se conocen con el nombre de Veddahs.

Con la llegada de estos indo-arios, que dieron origen a la cultura cingalesa, pronto surgieron varios reinos de los cuales el más importante era el que tenía como capital Anuradhapura, ciudad que fue fundada en el siglo IV a.C. por el rey Pandukabhaya.

En 247 a.C., el emperador trajo el budismo a la isla, lo que significaría un hecho de gran trascendencia para la historia de Sri Lanka. Anuradhapura se convertiría en una ciudad esplendorosa con grandes dagobas y palacios, así como sofisticadas construcciones hidráulicas y fue también la ciudad donde se guardaría, a partir del siglo IV, el Diente del Buda, la reliquia más sagrada para los budistas.

Al encontrarse en las rutas marítimas que atravesaban el Océano Indico, Sri Lanka ya era conocida por los navegantes de la antigüedad. Los griegos y los romanos la llamaban Taprobane, mientras para los árabes era la isla de Serendib. Pero fue la llegada de los portugueses, holandeses e ingleses –las tres naciones coloniales que se sucedieron en la isla a partir del siglo XVI y que la llamaban Ceylán– lo que en mayor grado marcaría la historia de Sri Lanka después del largo apogeo de los reinos cingaleses.

Reflejo de estas influencias es la mezcla de culturas y razas que existe en el Sri Lanka de hoy: cingaleses, tamiles, moros (moors) y malayos, así como burghers –descendientes de los portugueses y holandeses– con sus respectivas religiones: budismo, hinduismo, islam y cristianismo.

La belleza y diversidad paisajística en una isla que tan solo mide unos 400 kilómetros desde la punta norte hasta la punta sur, y unos 200 de este a oeste, es otro aspecto que impacta: sus playas, sus junglas, sus montañas y valles; sin contar sus ciudades antiguas, varias de las cuales han sido declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO. La «Perla de Oriente» siempre ha ejercido una gran fascinación sobre aquellos que la han visitado. No en vano el nombre actual de Sri Lanka le ha añadido al antiquísimo nombre de «lanka» el título de «resplandeciente».

En Ceilán, Neruda permaneció hasta el 16 de mayo de 193018, pese a que oficialmente el Ministerio de RR.EE. le había propuesto el 10 de abril su traslado a Singapur y Batavia con jurisdicción en las posesiones holandesas del archipiélago de la Sonda.

Ya trasladado a Singapur y habiendo dado término a su cargo consular en Colombo, deja un testimonio epistolar de gran elocuencia mediante carta fechada el 30 de julio de 1930 dirigida a su amigo, el periodista y crítico chileno, Raúl Silva Castro, seguramente escrita en Ceilán y despachada posteriormente:

Quiera Ud. perdonar esta larga insistencia epistolar, que a nadie a hecho excepciones, y que hoy, con energía rechazo, dando y pidiendo noticias, naturalmente no todas las mejores, que hay tanto espacio entre nosotros, y accidentes, y tiempo, que muchas cosas parecen marchitas. Ya estoy sepultándome yo mismo con esta introducción de estilo, necesaria, sin embargo en esta solemne ocasión.

En la casa vecina mis amigos cingaleses han comenzado a tocar un órgano de música durmiente, narcótica; hace calor y fresco intermitentemente, son las 5 del día. Le escribo envuelto en una bata de baño, vivo a la orilla del mar, en el barrio de Wellawatha: en veinte minutos si consigo finalizar esta comunicación me envolveré de olas y trataré de nadar haciendo un verdadero escándalo. Luego me sentaré en mi verandah y tomaré a su salud, Fernando Ossorio, un whisky y soda, otro, tres. Luego comeré, habrá una lujosa noche tropical, saldré for a walk, y volveré.

Estoy solo, desde hace seis meses vivo solo en mi casa con un sirviente. Álvaro Hinojosa estuvo en Ceylán sólo algunos días, luego regresó a la India, y luego a N. York…

…Ya no hay lecciones para mí: he aprendido y olvidado por propósito lo que en la juventud es necesario conocer: estoy solo y si no conozco por completo el camino delante de mí, ningún otro lo habrá recorrido antes que yo…19.

Luego de haber puesto término a su consulado en Ceilán el 10 de abril de 1930, como se ha sostenido, permanece al menos hasta mayo de 1930, en donde ahonda en las circunstancias que rodean la escritura de su obra y lo que será su nuevo destino consular:

Su carta de hace un tiempo me produjo un vivo placer, y voluntariamente diferí el contestarle hasta poder darle noticias de mi libro, que hace tiempo envié a España. Me parecía importante hablarle en esa ocasión de mis ideas literarias, y quería rogarle que si algún trabajo suyo Ud. destinaba a algún examen de mis «cosas», esperara hasta ver nuevas sustancias de que mi libro está hecho. El tiempo ha pasado, ha sido necesario que le escriba, otra carta llenará aquel objeto. Hasta ahora no sé nada de España ni de mi libro.

El 16 de este mes me marcho a Singapur, adonde he sido trasladado. Mi nombramiento le parecerá fantástico: Cónsul de Chile en Malaya, Java e Islas Sonda. Era mi deseo moverme hacia Occidente, sin embargo me marcho con alegría, alegría de irme a otra parte. He vivido más de un año de gran soledad en esta tierra, con felicidad y descontento, mezclados tan apasionadamente que no sé si he vivido bien o mal, sino que he vivido. Con esta carta va una fotografía de un día feliz.

Le envío un viejo poema inédito para su revista. Aún no recibo dinero de «Juntos nosotros» y «Nuevos poemas», no me explico la causa de tal cosa. Es tan fácil remitir el giro a través de cualquier banco. Tanto atraso me parece culpable, por lo menos de olvido. Le ruego a ud. me envíe el giro a Singapur, muy pronto. La vida es muy cara en este lado, la vida es difícil, y necesito libros y otras cosas.

En la publicación de este poema le ruego guarde mi convención, de empezar los versos iniciales en la misma línea que los otros, sin «sangría», cosa que yo hago desde mis primeras cosas, aun en mis cartas. En los últimos versos que usted me publicó no se respetó este asunto, y la página aparece fea, llena de blancos.

Esta carta no contesta a la suya, pero escríbame entretanto, le escribiré largamente desde Java.

Abrazos largos,

Pablo Neruda20

Neruda consigna un par de cosas que considera de interés personal. La primera es la de constatar que en Ceilán se mantiene la misma estructura colonial que en Birmania y que en la India en general. Los ingleses, encasillados en sus clubes y una muchedumbre de esclavos de plantaciones o monjes rindiéndoles culto a inmensos dioses que le resultan ajenos.

Su gran compañero en el suburbio de Wellawatha, luego, que Hinojosa, su amigo y compañero de viajes y correrías, se dirigiera al parecer a Nueva York, era el mar, rompiendo sus olas y creando la música marina, compañera entrañable de toda la vida, como consta en su obra.

En sus memorias recuerda con ternura a su perro y su mangosta y deja el testimonio de su asombro frente a la tropa de elefantes dispuestos a ejecutar las más diversas tareas. Sigue a los gigantescos pa-quidermos y sus guías, los mira cómo toman su baño con regocijo: es la mirada del niño de pueblo, atento y excitado cuando al sur del mundo llegaban desvencijados camiones trayendo decrépitas bestias del trópico, entumidas y hambreadas, uno que otro cóndor medio sarnoso junto a los infaltables monos de mirada triste, azuzados por viejos payasos bochincheros.

Sin embargo en sus intermitentes memorias además deja el testimonio de su afecto por el amigo:

…Diablo de hombre este Álvaro… Ahora se llama Álvaro de Silva… Vive en Nueva York… Lo imagino comiendo naranjas a horas insultantes, quemando con el fósforo el papel de los cigarrillos, haciendo preguntas vejatorias a medio mundo…

…Era en 1925… entre las violetas que se escapaban de la mano cuando corría a llevárselas a una transeúnte desconocida, con la cual quería acostarse de inmediato, sin saber ni cómo se llamaba, ni de dónde era, y sus interminables lecturas de Joyce, me reveló a mí, y a muchos otros, insospechadas opiniones, puntos de vista de gran ciudadano que vive dentro de la urbe, en su cueva, y sale a otear la música, la pintura, los libros, la danza…

Si yo he visto escritores, continuos, indefectibles, prolíficos, es este el mayor… Casi nunca publica… No comprendo…

…Pero lo sabe todo, lo mira todo a través de los continentes con esos ojos azules intrépidos, con ese tacto sutil que deja sin embargo que se escurra entre sus dedos la arena del tiempo…21

La figura de Álvaro Hinojosa con los años se ha transformado en una leyenda, quizás por la casi nula presencia de sus artículos escritos bajo los más variados seudónimos. Uno de ellos, mencionado fugazmente, es el de Ricardo D. Acuña, existente más entre los corrillos de escritores que en la realidad. Es lo que se puede constatar al hurgar en los archivos de la Biblioteca Nacional de Chile. Un estudioso sugería que era probable que hubiera ocupado el apellido de su hermana Sylvia Thayer, quien fue una actriz destacada y vinculada estrechamente con el mundo del arte, tanto así que se consigna su cercana amistad con el escritor Augusto D’Halmar, primer Premio Nacional de Literatura, fallecido en su casa de Valparaíso en 1950. Incluso, como se ha señalado, es el propio Neruda el que le conoce el seudónimo de Álvaro De Silva.

Pese a todas las referencias y relaciones con el mundo intelectual de la época, la obra de Hinojosa es totalmente desconocida y sus artículos seguramente han quedado ocultos en los más intrincados nombres con los que firmaba sus colaboraciones a periódicos chilenos y de otros países.

Quizás lo único tangible que quede de Álvaro Hinojosa sea la presencia de un epistolario de este misterioso escritor sin escritura, con distintos destinatarios, donde deja el testimonio del Oriente que vive junto a Neruda. Aún permanece inédito22.

Pero hay un hecho policial y amoroso que casi termina en tragedia de proporciones en la estadía de Neruda en Ceilán, luego de que su amante birmana, Josie Bliss, en un arranque de pasión y furia llega desde Rangún, atravesando el Golfo de Bengala:

Algo vino a turbar aquellos días consumidos por el sol. Inesperadamente, mi amor birmano, la torrencial Josie Bliss, se estableció frente a mi casa. Había viajado hasta allí desde su lejano país. Como pensaba que no existía el arroz sino en Rangún, llegó con un saco de arroz a cuestas, con nuestros discos favoritos de Paul Robeson y con una larga alfombra enrollada. Desde la puerta de enfrente se dedicó a observar y luego a insultar a cuanta gente me visitaba. Josie Bliss, consumida por sus celos devoradores, al mismo tiempo que amenazaba con incendiar mi casa, recuerdo que atacó con un cuchillo a una dulce muchacha euroasiática que vino a visitarme.

La policía colonial dijo que su presencia incon-trolada era un foco de desorden en la tranquila calle. Me dijeron que la expulsarían del país si yo no la recogía. Yo sufrí varios días, oscilando entre la ternura que me inspiraba su desdichado amor y el terror que le tenía23.

1925. Santiago, Chile. Neruda y Álvaro Hinojosa. En el reverso, con letra de Neruda, dice: «para Laurita Reyes llamada coneka por mal nombre este recuerdo. Pablo». Además firma Alvaro Hinojosa. (Archivo Bernardo Reyes).

Todo se resuelve finalmente en un momento de lucidez en que Josie, abatida por su amor no correspondido, resuelve volver a Birmania ahogada en un mar de llantos y súplicas, ante un confundido cónsul que no resuelve en su fuero interno si partir con ella y abandonar todo, o quedarse para seguir con su destino.

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Una turba de quinientos elefantes se había propagado en algún distrito de la isla de Ceilán, causando el pavor por la destrucción de este rebaño gigante asolando casas y plantaciones. Los campesinos, por espacio de un mes, día y noche persiguen, intimidan a las bestias. Era, dice el poeta, como un lento río hacia el noreste de la isla24.

Luego ocurre el acorralamiento de las bestias embravecidas, cuidando con furia a sus crías y un comando de machos enfrentados a una empalizada potente en medio de la selva, hasta que se desata finalmente la defensa y organización: las bestias quieren retroceder de la enorme empalizada casi circular, pero se lo impiden las miles de lanzas, pese a que, en un último intento desesperado, algunos árboles arrancados de cuajo van a estrellarse con el ejército de campesinos, conocedores de todas las artimañas para someter a los nobles animales.

Una furia resuena en otra furia, como timbales gigantescos y sus ecos, hermanados en el abismo: el recuerdo sin faz de su Temuco fundado sobre el dolor y la sangre de los habitantes originarios y un poeta desde las antípodas, casi formando parte del pavor y la ira de los enormes paquidermos, extendiendo la dimensión de sus pupilas hasta contener todo el dolor, toda la impotencia, toda la rebeldía, como un océano de espanto sin medida ni control, hasta que la furia quede flotando sobre las aguas doblegadas de la paz: hasta que solo la sobrevivencia sea la única forma de existir en el naufragio inaugural de los silencios, una selva en la que ni las serpientes se atreven a reptar.

Quinientos elefantes debe medir el corazón de vuelo desmesurado del poeta, que en su tierra de origen se traduce al lenguaje local como orgullo fundacional establecido sobre el despojo y luego el repliegue hacia el interior de la selva mapuche, de aquellos que tienen la misión de conservar por milenios la llama encendida alimentada por el misterio.

Sin embargo, esto no lo sabe aún el joven cónsul en ese, su primer Ceilán. Pero algo se mueve en su corazón, aunque no sepa cómo nombrarlo, algo primigenio que acuna la dimensión de su rebelión, pero también de su mansedumbre:

El elefante prisionero rechaza el alimento por muchos días. Pero los cazadores conocen sus debilidades. Los dejan ayunar un tiempo y luego les traen brotes y cogollos de sus arbustos favoritos, de esos que, cuando estaban en libertad, buscaban a través de sus largos viajes por la selva. Finalmente el elefante se decide a comerlos. Ya está domesticado. Ya comienza a aprender sus pesados trabajos25.

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El 10 de abril de 1930, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile le propone al Cónsul Ricardo Reyes Basoalto trasladarlo a las islas de Singapur y Java con jurisdicción en posesiones holandesas del archipiélago de la Sonda además con derecho a retención separada, vale decir por el doble del sueldo. De 166,66 dólares a 333,32 dólares.

Ante el cambio de expectativas tan significativas, el joven cónsul, de veinticinco años, acepta la sugerencia y se traslada el 16 de mayo de Ceilán a Singapur, donde llega a alojarse al elegante hotel Raffles fundado en 1887. El recinto, ubicado en el Distrito colonial, todavía existe, ahora transformado en un hotel de cinco estrellas de 103 habitaciones. En sus inicios fue un bungalow con todas las comodidades «occidentales».

Desde un comienzo, el hotel fue centro de atención de muchos visitantes ilustres, como Joseph Conrad en 1888, quien había obtenido la nacionalidad británica en 1886 cambiando su nombre polaco –Teodor Józef Konrad Korzeniowski– para que sonara más inglés. Es presumible que parte de su obra basada en su experiencia como marino y sus recorridos por Sudamérica y especialmente en el archipiélago Malayo, hubiese sido escrita en ese hotel. Somerset Maugham también está consignado entre las visitas ilustres y se registra su primera estancia en 1921, retornando posteriormente en 1929 y 1959.

En ese mismo año se registran las visitas de Charlie Chaplin y Maurice Chevalier, y en 1953 llegan a la exótica isla las actrices Ava Gardner y Elizabeth Taylor.

Sin embargo, la estadía en el hotel Raffles para el cónsul Reyes duró muy poco tiempo, quizás un par de días, al descubrir con estupor que el consulado, que en el papel tenía diez años de existencia, sencillamente no existía. De manera que tomó inmediatamente el vapor que lo había traído hasta la idílica Singapur y que aún se encontraba en la rada, para dirigirse hasta la isla de Java, a la ciudad de Batavia, su paralela y simultánea destinación consular, donde sí existía un consulado. Previamente y mientras ubica la dirección consular, se aloja en hotel Nederlanden.

Nuevo contratiempo: el cónsul Víctor Mansilla se encuentra representado por un furibundo holandés al que se le adeuda dinero de meses, ya que Mansilla pasaba sus días en un lugar infinitamente menos inhóspito, como es París.

Fui comprobando que el tal Mansilla nunca desempeñó su puesto de cónsul en Batavia; que vivía en París desde hacía mucho tiempo. Había hecho un trato con el holandés para que este ejerciera sus funciones consulares y le enviara mensualmente los papeles y el dinero de las recaudaciones. Él se comprometía a pagarle por sus trabajos una suma mensual que nunca le pagó. De ahí la indignación de este holandés terrestre que cayó sobre mi cabeza como el derrumbamiento de una cornisa26.

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Un extraño estigma persigue persistentemente al poeta en este período de estancia por alrededor de cinco años de Oriente, llamado por él mismo como de «Soledad Luminosa»: tras cada nueva destinación, primero en Birmania (Myanmar), luego en Ceilán (Sri Lanka) y posteriormente en la Isla de Java, ocurre un proceso de hundirse por los meandros de historias milenarias, muchas de ellas desconocidas o reinterpretadas gracias a ciertas formas de la mitología, de representaciones religiosas, o de una mezcla de ambas, relacionadas con el origen mismo del hombre.

Por azar o causalidad Neruda llega apenas 39 años después de ser descubierto el Hombre de Java, en 1891, en unos depósitos de arenisca del Valle del Río Solo, en Trinil, lugar situado en la región central de dicha isla. El hallazgo fue realizado por Eugène Dubois quien era un lector entusiasta de Darwin, Wallace y Haeckel, y tenía la idea fija de que el antepasado del hombre debió perder su revestimiento piloso, lo que lo empujó a vivir en regiones tropicales, calientes.

En 1888, tras persistentes solicitudes Dubois logró que lo destinasen a las Indias Holandesas, como médico de la armada holandesa, con su esposa y su hijo recién nacido. Primero empezó a excavar en Sumatra donde no halló nada, excepto un ataque de malaria. Luego se enteró de que habían encontrado un cráneo en Java y se fue allá (1890). Encontró un segundo cráneo y un trozo de mandíbula en Wadjak. En 1891 excava en Trinil, junto al río Solo, donde entre otros restos óseos de animales halló una calota craneal aplanada. Más tarde encontró un fémur con aspecto de moderno y llamó a este conjunto Pithecanthropus erectus. Lo de erectus fue por lo rectilíneo del fémur. No se volvería a excavar en Java hasta 1936, año en que Von Koenigswald realizó múltiples descubrimientos, entre ellos el cráneo del Niño de Modjokarto, en la región oriental y otros numerosos en Sangiran, no lejos de Trinil. Koenigswald llamó a la mandíbula de Sangiran Meganthropus palaeojavanicus, nombre que a Le Gros-Clark pareció inútil. Todos los restos de Java eran en realidad, según este autor, de Pithecanthropus erectus. Todos estaban datados en el Pleistoceno inferior. La Isla de Java ha sido por estos hallazgos un punto de enorme interés paleontológico y los descubrimientos han tenido gran repercusión en la historia de la evolución humana, con precedentes científicos irrefutables que se relacionan desde hace millones de años con la Isla de Java, Sumatra y Malasia, parte del sudeste asiático.

1931, Singapur (presumiblemente). Neruda cuando ocupaba su cargo consular. (Archivo de Bernardo Reyes)

Dubois (1858-1940) fue un anatómico y paleontólogo holandés, con estudios de medicina en la Universidad de Amsterdam, donde, en 1881, llegó a ser lector de anatomía y tenía la convicción de que en el archipiélago Malayo los depósitos del plioceno y del pleistoceno contenían huesos del hombre primitivo. Esto le indujo a destinar su tiempo como cirujano militar en el ejército de las Indias Holandesas (1886) y durante la década siguiente, en sus ratos de ocio, se dedicó a practicar excavaciones en Java y Sumatra. Desde 1898 Dubois fue catedrático de geología y paleontología en la Universidad de Ámsterdam.

Sin embargo, el poeta era completamente ajeno a estos hallazgos que palpitaban en la tierra que circunstancialmente habitaba. Lo reflejan sus escritos de la época y fundamentalmente una de sus obras cumbre Residencia en la tierra (1925-1931). Pero quizás, aunque sea fugazmente, sería necesario hacer un recorrido por todo el proceso creativo de Oriente a partir del término de su lírica amorosa, comenzada precozmente en sus Veinte poemas de amor y que junto a Crepusculario le permiten el reconocimiento entre sus pares, entendiendo que tal reconocimiento no es algo arraigado en lo profundo de su ser. Por el contrario: su obra tendrá fundamento si la reverberación de sus sentidos es posible trasvasijarla al papel. Su búsqueda será parte de una totalidad globalizadora, como si el individuo tuviese la necesidad de concurrir a un rito donde se cercione de su finitud tanto como de su infinitud.

Es así como nacen una secuencia de textos, relacionados de alguna manera uno con otro y que parten precisamente por una tentativa de hombre infinito:

En el título presuntuoso de este libro se puede ver cómo esta motivación vino a poseerme muy temprano. Tentativa del hombre infinito fue un libro que no alcanzó a ser lo que quería, no alcanzó a serlo por muchas razones en que ya interviene la vida de todos los días. Sin embargo, dentro de su pequeñez y de su mínima expresión, aseguró más que otras obras mías el camino que debía seguir27.

En esta especie de viaje, en el tren de catorce cantos o vagones unidos apenas por un hilo imaginario para el destino desmedido, careciendo de puntuaciones, de mayúsculas y solo reservándose ciertas características básicas de su anterior poesía romántica, finalmente publicado en Santiago en 1925, muchos creyeron ver con mayor o menor razón como parte de lo que era ya casi una estética orden perentoria proveniente de André Bretón y su Primer Manifiesto, recién dado a conocer en 1924. Este tuvo su repercusión en las diversas manifestaciones literarias de los artistas chilenos, aficionados profesionales a cuantos ismos se dictaran en las escuelas de París. Entre ellos, y para nombrar a tan solo uno de sus cercanos, su amigo del alma, Alberto Rojas Jiménez, quien había creado con Martín Bunster una escuela que, como lo sugiriera su nombre, no pasara de su primera manifestación expresiva, pues se denominó, para mala fortuna de sus creadores, como «Agú», palabra primera pronunciada antes de todas las palabras. Imbuido en este vanguardismo, en que la relación de su alma y su mundo onírico intentan fundirse aunque sea en las formas más que en el fondo, persiste una vez más en la realización de lo que denominó su «novela» El habitante y su esperanza, escrita inmediatamente después de su desbordante tentativa. Se trató de una novela o de prosa poética con los ropajes algo estrechos de la poesía, como la de un niño que sorpresivamente creció y hay que alargarle las mangas y las bastas. Nunca pudo determinarse cuáles fueron las causas de aceptar este desafío, que es probable tuviera en sus orígenes una motivación económica, cumpliendo para ello con la escritura por «encargo» de su editor Carlos George Nascimento, también habrían existido motivaciones emocionales, al no querer claudicar en sus inciertos proyectos escriturales, que en lo personal y práctico lo llevan incluso a romper las relaciones con su padre, el que había suspendido toda ayuda económica desde Temuco, tras el descubrimiento de que el poeta había abandonado en forma definitiva sus estudios de pedagogía en francés, y con ello el anhelo de verlo convertido en un hombre de bien. El hecho fue que el habitante de Cantalao, que se hunde en el paraje húmedo y lluvioso, del sur del país, en la isla de Chiloé, está habitado por personajes que se rigen por sus propias leyes, delincuentes confusos que coinciden con lo que es la particular visión del hombre que en su personal búsqueda cree descubrir una estética, que es esperanza y desesperanza. El habitante y su esperanza lo escribe en el Hotel Nilsson de Ancud, donde viaja acompañado por su amigo Rubén Azócar, a la sazón profesor designado en la isla. Pero, curiosamente, ya terminada la entrega a su editor, se lanza a un tercer proyecto que también guarda semejanza en cuanto a sus dosis de experimentación. Se trata del libro Anillos escrito a cuatro manos con su amigo Tomás Lago, con quien vive en un tugurio de calle García Reyes Nº 25, en el sector de Santiago Centro. Esto ocurre después de su regreso desde la isla de Chiloé, presumiblemente en marzo de 1926.

…cuando Pablo regresó de Chiloé nos juntamos tres amigos de escasas entradas y decidimos arrendar en conjunto una habitación. Encontramos una en la calle García Reyes 25, cerca de la Alameda, en el segundo piso del puesto de frutas de doña Edelmira, y allí nos instalamos por varios meses Pablo, Tomás Lago y yo… esto era en 1926. En esa misma pieza de García Reyes 25 yo vi cómo Pablo y Tomás planearon y dieron forma al libro Anillos28.

El conmovedor testimonio de Orlando Oyarzún resulta mayor cuando se hace el peregrinaje por el barrio que por aquellos años difícilmente debe haber contado con iluminación callejera, junto a la precariedad que todavía acompaña a gran parte del sector. Se trata del poeta que ya ha publicado sus Veinte poemas de amor, Crepusculario, Tentativa del hombre infinito, El habitante y su esperanza y ahora persistiendo en la búsqueda de su propia identidad, se hunde en la escritura de Anillos, junto a su amigo Lago, pieza que resultó de un elocuente lirismo que da cuenta de las secuencias cíclicas de la vida, en las cuales los poetas Reyes y Lago se sumen como quien se sumerje en los juegos inacabables de las plazas públicas: mareas, estaciones, ausencias y regresos forman una unidad armoniosa entrañable. Lluvias, viento que reseca las almas, o simple otoño fresco y mortal, son elementos siempre presentes en estos Anillos que no acaban, que no comienzan.

Sin embargo existió otro libro, El hondero entusiasta, escrito alrededor de 1923, cuando apenas terminara de escribir sus Veinte poemas de amor y que no fuera publicado hasta 1933, a su regreso de Oriente. Este libro que fuera escrito en un arrebato, en un creador frenesí nocturno en su casa en Temuco, había permanecido por muchos años oculto, por el evidente conflicto que causaría su publicación luego de que su amigo Alirio Oyarzún descubriera o al menos sospechara de cierta influencia con el poeta uruguayo Carlos Sabat Ercasty. Ante tal duda Neruda decide enviarle al poeta uruguayo una de cuatro cartas en las que aclara dolorosamente el asunto:

Lea este poema. Se llama El hondero entusiasta. Alguien me habló de una influencia de usted en esto. Cree Ud. eso? Lo quemaré entonces. A usted lo admiro más que a nadie, pero qué trágico esto de romperse la cabeza contra las palabras y los signos y la angustia, para dar después la huella de una angustia ajena con signos y palabras ajenas29.

La digna y delicada respuesta del poeta uruguayo fue contundente y clara:

Pocas veces he leído un poema tan bien logrado, tan magnífico, pero tengo que decírselo: sí, hay algo de Sabat Ercasty en sus versos.

Neruda en sus memorias recordaría este golpe de cordura y angustia:

Fue un golpe nocturno, de claridad, que hasta ahora agradezco. Estuve por muchos días con la carta en los bolsillos hasta que se deshizo. Estaban en juego muchas cosas. Sobre todo me obsesionaba el estéril delirio de aquella noche. En vano había caído en esa sumersión de estrellas, en vano había recibido sobre mis sentidos aquella tempestad austral. Estaba equivocado. Debía desconfiar de la inspiración. Tenía que aprender a ser modesto. Rompí muchos originales, extravié otros30.

Paralemente a estos inequívocos antecedentes literarios, habría que agregar que esta búsqueda estética tiene también otras expresiones, un poco menos conocidas, como son la publicación de al menos cuatro poemas en revistas chilenas de un total aproximado de unos diez poemas escritos, pertenecientes a Residencia en la tierra, de acuerdo con lo que se puede determinar en las publicaciones siguientes, antes de iniciar su viaje a Oriente en 1927:

Serenata, en Zig Zag, 12 diciembre de 1925; Madrigal escrito en invierno (bajo el nombre de Dolencia), en Atenea, el 5 de julio de 1926; Galope Muerto, en Claridad, en agosto de 1926 y Fantasmas (bajo el nombre de Tormentas) también en Atenea, en diciembre de 192631.

No es exacto por tanto concluir que todo el proceso de escritura de las Residencias proviniera de un proverbial vanguardismo, que de alguna medida calce o coincida con el surrealismo o con el creacionismo o el ultraísmo, pese a que existe semejanza en cierta forma de escritura automática o imágenes crípticas que unen a los versos en un libre albedrío en los que queda finalmente el sedimento de una sensación. Por eso resulta evidente el nexo, el puente que une toda la poesía de Neruda y en particular la antes descrita, con su poesía anterior y la que se sucede después. No es un dato menor observar –como el propio poeta lo sostiene– que la influencia recibida de Oriente proviene de su relación con el hombre despojado de toda su dignidad por medio de las distintas colonias, en donde con diversas variantes hace suyo el dolor, escribiendo casi siempre en primera persona, como un protagonista más: llega incluso a detestar explícitamente toda forma de exotismo. Por lo mismo no puede tampoco mirarse a Oriente como una determinante absoluta en la creación de los poemas de Residencia en la tierra. En buenas cuentas, no hay un molde que calce a la perfección a la hora de definir esta poesía, que muchos han querido ver como la que inaugura el surrealismo latinoamericano, y otros como la tendencia natural de un plagiario profesional, que se suma por descaro y modas a tendencias líricas de vanguardias y otros, a un poeta que da rienda suelta a cierta expresión existencialista debido a la soledad o la angustia de la incomunicación. Incluso no son pocos los que vieron en esta poesía al hombre que ha caído en las redes del misticismo oriental, al que le da forma en sus textos mediante la exacerbación de lo críptico y el desarrollo de imágenes oníricas, en las que otros tantos vieron la expresión preclara del hombre que altera sus sentidos mediante la ingesta de sustancias alucinógenas. Creemos que todos tienen una dosis de razón y también ninguno: la expresión lograda en la poesía residenciaria es, pese a los infructuosos intentos por desmenuzarla como pez de agua profunda que casi se desintegra con la luz, una forma de entender y habitar el abismo del ser hasta en sus más retorcidas o lúcidas formas. Y las palabras que broten de este acto no serán sino la invitación para señalar el camino hacia lo desconocido, más que signos descifrables por códigos conocidos. Giuseppe Bellini, amigo, traductor al italiano de casi toda la obra de Neruda, hombre destacadísimo como estudioso de la literatura hispanoamericana y española, nos proporcionó un vivísimo testimonio que tiene completa coincidencia con lo que se ha sostenido:

…cuando yo estaba traduciendo las tres residencias que se publicó como un solo libro, con el nombre de Tre Residenze Sulla Terra editado por Sansoni-Accademia Editori en 1969 (Milán), señalaba en el estudio introductorio el estrecho contacto de la primera Residencia en la tierra (1925-1931) con la obra inmediatamente anterior de Neruda, especialmente con los Veinte poemas. Recuerdo que Pablo me comentó que efectivamente yo tenía razón al poner de relieve esta especie de continuación de la atmósfera que tenían relación en ambas unidades y que varios de los poemas ya los había escrito antes de salir de Chile… también destacaba el papel que había jugado la soledad vivida en Asia…32.

El testimonio de Bellini resulta especialmente importante, debido a que, por una parte, siempre se ha visto a Residencia en la tierra como el comienzo de una lírica por completo diferente, y a que, por otro lado, es el propio poeta el que da cuenta de que parte significativa de estos poemas son escritos en Chile y que el Oriente tiene por tanto influencia sobre algunos de estos textos en tanto nostalgia o soledad. Pero solo en aquellos que fueron corregidos de sus primeras versiones o escritos en su totalidad en Asia.

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Mientras resuelve sus diferencias consulares con el holandés que no quería entregar el consulado al nuevo cónsul, y viviendo aún en el hotel Nederlanden, acompañado de su boy Brampy y de su mangosta Kiria, que lo acompañaron desde Ceilán, ocurre el extravío de su mascota, lo que provocó una gran conmoción, al punto de llegar a poner avisos en los periódicos. Dice el poeta que Brampy, avergonzado, decide entonces volver a su país.

La cuota de soledad se vio incrementada en su nueva residencia en la calle Probolingo en Batavia, donde llega el cónsul Reyes casi finalizando el mes de mayo de 1930. Se trataba de un dormitorio, una sala, una cocina y un baño. En esta ciudad al menos sí existía un consulado, con el escudo de Chile dispuesto en la fachada de lo que era una especie de decrépita compañía de navegación, en un descuidado y enorme edificio, que llega a ocupar luego de una disputa que le deja como legado un timbre de goma y algunas carpetas.

De cuando en cuando firmaba facturas consulares y les aplicaba el desquiciado sello oficial. Así llegaban a mí los dólares que, transformados en gulders, alcanzaban estrictamente para sostener mi existencia: el alojamiento y la alimentación para mí, el sueldo de Brampy y el cuidado de mi mangosta Kiria, que crecía ostensiblemente y se comía tres o cuatro huevos al día. Además tuve que comprarme un smocking blanco y un frac que me comprometí a pagar por mensualidades. Me sentaba a veces, casi siempre solo, en los repletos cafés al aire libre, junto a los anchos canales, a tomar la cerveza o el ginpahit. Es decir, reanudé mi vida de tranquilidad desesperada33.

Instalado en su pequeña casa de Probolingo, contrata una cocinera y un boy javanés para resolver sus asuntos domésticos, al tiempo que termina de escribir su libro Residencia en la tierra, que como se ha consignado ya había comenzado en 1925 en Chile.

Pero ciertamente por estos aspectos que recubren la anécdota de frondosas y bullentes imágenes, que nos hablan más del entorno que de los verdaderos sentimientos que animan al poeta, se hace necesario explorar, releer los hechos desde una perspectiva diferente, más pausada. Pidiéndole consejos a la distancia para lograr cierta objetividad.

Para ello hay que establecer que los poemas que componen Residencia en la tierra (1925-1931) son treinta y tres, subdivididos en cuatro unidades. De estos poemas se sabe a ciencia cierta que al menos cuatro o cinco de ellos fueron publicados en Chile antes de viajar a Oriente, como precedentemente se ha señalado. Y se presume, por los comentarios de varios estudiosos, que al menos ya había escrito unos diez o quince poemas, y que quizás se trató de primeras versiones aún sin corregir.

Es decir, el itinerario poético comenzado con El hondero entusiasta, siguiendo por Tentativa del hombre infinito, continuando por El habitante y su esperanza y culminando con Anillos –todo esto entre 1925 y 1926, excepto El hondero, que es anterior– fue un acto de repliegue, de indagación en las fuerzas expresivas, en donde son puestas a prueba todas las capacidades creadoras las que, como ya se sostuvo, pese a mantener ciertas estructuras propias del vanguardismo de moda, más bien siguen el camino del autoconocimiento que culmina con el término de la escritura de Residencia en la tierra, inserto dentro del mismo proceso escritural. Ciertamente, cuando se nombra la palabra autoconocimiento hay todo un universo de acepciones expectantes, unas más etéreas que otras, siendo las que tienen relación con la sensualidad, con los sentidos alertas y atentos, las que calzan ahora y siempre para el modelo estético nerudiano y no la elucubración con mayor o menor sentido filosófico o intelectual, cuestión por la que, está de más decir, el poeta siente un profundo desdén, un bostezo con cicatriz antigua y perenne.

Aquí, en este punto, de nuevo hay que sacar algunas cuentas, usar las elementales matemáticas parvularias, para que florezcan en forma natural algunas interrogantes: si el poema «serenata» fue publicado el 12 de diciembre de 1925 por la revista Zig Zag, en Chile y luego el año siguiente otros cuatro o cinco poemas, y partimos de la premisa de creer que gran parte de los poemas de Residencia en la tierra (al menos la mitad) fueron escritos en Chile, ¿qué ocurrió entre 1927 (fecha en que sale hacia Oriente) y 1932, cuando regresa a Chile? ¿Es posible pensar que en casi cinco años escribió apenas unos quince poemas (o menos), o que su labor literaria estuvo centrada en once artículos enviados desde Oriente y publicados en el diario La Nación en 1927?34.

Es pues necesario remontarnos a los testimonios más afectivos que literarios, algunos llevados al formato de libros que. Con mayor o menor complacencia o rigor, dieron cuenta de un proceso en donde se gesta esta etapa de soledad luminosa que ya hemos visto, comienza en los años 20 y no tuvo en forma exclusiva relación con Oriente, sin que signifique que esta experiencia deba ser excluida, para una comprensión cabal.

En una obra del escritor Diego Muñoz, Memorias, recuerdos de la bohemia nerudiana35, amigo cercano de Neruda, encontramos sorprendentes claves, que nos arrojan luces no solo por lo que dicen sino también por lo que omiten en forma involuntaria, tal vez resguardando el legado afectivo de quien fue su hermano y compañero de luchas y de letras.

Escrito en primera persona, el libro es un testimonio de una época, de una amistad que se arrastra desde los años en que ambos escritores son compañeros del mismo viejo liceo de Temuco. Las circunstancias de la vida a veces los separaron por períodos, pero también permitieron el reencuentro. El libro comienza a estructurarse a partir de una larga conversación que tienen los amigos durante quince días en el verano de 1973, a pocos meses de la muerte de Neruda, en una forma de reencuentro con aquellos que ya se fueron pero que los habitan, cubriéndolos de una sensación de ser algo naúfragos, algo supervivientes.

Más que ser ellos mismos los protagonistas centrales de estas remembranzas, lo son un grupo de contertulios, todos relacionados con las letras y las artes en general, las luchas estudiantiles y de una forma de supervivencia de estudiantes pobres avecindados en Santiago, en los años posteriores a 1920, con el propósito de procurarse títulos universitarios para ser hombres de bien. En el caso de Neruda, su padre estaba empeñado en verlo convertido en un flamante profesor de francés. En el caso de Diego Muñoz, en abogado, cuyos estudios completó en Guayaquil alrededor de 1931, al tiempo que dedicó gran parte de su vida al periodismo.

Sin embargo, pese a ser un relato fluido, escrito en una prosa ágil propia de quienes ejercen el oficio de periodista, siendo al mismo tiempo escritor avezado, pasa por alto muchos aspectos que no dejan de tener importancia por cuanto no ahondan en el ánimo de los poetas en ciernes, luchando contra la pobreza y la búsqueda de sus propias posibilidades expresivas. Dicho de manera más directa: pese a que se pasa revista a hechos en donde el autor es un protagonista, estos hechos se leen trivializados al cotejarlos con otros antecedentes ajenos a lo literario.

Por ejemplo, Muñoz da cuenta al pasar de ciertos hábitos de muchos amigos comunes que murieron por razones que excedían lo que eufemísticamente podía denominarse una bohemia, con abundancia de trasnoche, de juergas, mujeres y sobre todo conversaciones acerca de los poetas emergentes de París, que tenía capitalizados todos los ismos existentes.

Es el caso conmovedor de Alirio Oyarzún, quien dirigía la revista Dionysios, donde Neruda publicara tres o cuatro poemas de su para entonces fallido libro El hondero entusiasta