El hombre más adecuado - Carla Cassidy - E-Book
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El hombre más adecuado E-Book

Carla Cassidy

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Beschreibung

El hombre adecuado había aparecido en el momento equivocado... Colette Carson no necesitaba a ningún hombre, pero lo que más deseaba en el mundo era tener un hijo. Así que se dirigió al banco de semen de la ciudad dispuesta a hacer realidad su sueño. Fue entonces cuando apareció el guapísimo ranchero Tanner Rothman y puso su mundo del revés. Colette no dejaba de repetirse que el recién llegado reunía todo lo que no quería en un hombre, y sin embargo no podía negar la increíble atracción que sentía por él. Detrás de su arrogancia, Tanner escondía una personalidad sensible... y muy seductora. Cuando por fin cayó rendida a sus pies, Colette tuvo que enfrentarse a otro problema. ¿Seguiría queriéndola Tanner cuando se enterara de que estaba embarazada de otro hombre?

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2003 Carla Bracale

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El hombre más adecuado, n.º 1845 - junio 2016

Título original: What If I’m Pregnant?

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

Publicada en español en 2004

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-8223-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

Colette Carson entró en el cuarto de baño y sacó el test de embarazo de la bolsa de plástico. Los dedos le temblaron mientras abría la caja y sacaba el test y las instrucciones.

Leyó las instrucciones rápidamente y se miró en el espejo. Tenía los ojos ligeramente hinchados por haber llorado durante la mañana, y su cara pálida reflejaba el sufrimiento que sentía. No debía pensar en ello, se dijo mientras volvía a mirar las instrucciones una vez más. Definitivamente, no podía pensar en él.

Cuatro semanas atrás su único deseo había sido estar embarazada, y había decidido convertirse en madre soltera. Había encontrado una clínica que practicaba la inseminación artificial y se había sometido a ella. Cuatro semanas atrás, todo lo que quería era estar embarazada, pero eso había sido antes de conocerlo, antes de haberse enamorado de él y antes de que el corazón se le rompiera en un millón de pedacitos.

Leyó las instrucciones otra vez. Había comprado el test que le parecía más fácil de usar: en tres minutos aparecería un signo más o un signo menos en la ventanita. El más significaba que estaba embaraza; el menos, que no lo estaba. Así de sencillo y fácil. Pero desde que la habían inseminado artificialmente su vida se había complicado de repente y ya no estaba segura de querer estar embarazada.

Decidida a no esperar más tiempo, hizo el test, lo dejó en la encimera y se preparó a esperar los tres minutos.

–Oh, Dios mío –murmuró–. ¿Y si estoy embarazada?

Capítulo 1

 

Catorce días.

Colette Carson entró en su apartamento, se quitó los zapatos y se dejó caer en el sofá de color beige. Habían pasado exactamente catorce días desde que la habían inseminado artificialmente y cada uno de esos días se había preguntado si su deseo, su sueño, se iba a hacer realidad.

Si todo había salido bien, entonces no sólo sería la propietaria de La Boutique del Bebé, sino que también se convertiría en una de sus mejores clientes. Sonrió con dulzura y se acarició el vientre amorosamente.

Nunca había estado más preparada para tener un bebé. Tenía veintiocho años, la boutique iba mucho mejor de lo que había esperado y confiaba en poder criar a un hijo ella sola. Había tomado la decisión de convertirse en madre porque tenía todo lo demás en su vida. Lo había pensado y planeado cuidadosamente.

Miró el reloj y se dio cuenta de que Gina estaría enseguida en la casa, y le tocaba a Colette preparar la cena. Se levantó del sofá, pensando en la joven que trabajaba para ella en la tienda y que también era su compañera de piso desde hacía tres semanas.

Gina Rothman era una joven dulce y considerada de veintiún años que alquilaba la segunda habitación de Colette hasta que pudiera permitirse vivir sola. Una vieja amiga le había preguntado a Colette si podría aceptar en su casa a la joven y la primera respuesta de Colette había sido «de ninguna manera». Después de una serie de malas compañeras de piso, Colette había decidido que no iba a volver a compartir el apartamento. No necesitaba el dinero, y desde luego que tampoco necesitaba los dolores de cabeza.

Todavía se estaba intentando recuperar de la última compañera, llamada Trina, que practicaba yoga completamente desnuda en el salón de Colette. Pero Margaret Jamison había insistido y le había asegurado que Gina Rothman era una joven muy dulce dispuesta a trabajar duro y a hacerse un lugar en el mundo. Finalmente Colette había cedido, y hasta ese momento el acuerdo había ido bastante bien.

Gina no parecía tener vicios ocultos y estaba ansiosa por aprender todo lo que Colette pudiera enseñarle sobre llevar un negocio y vivir en la ciudad.

Ya en la cocina Colette abrió el frigorífico y miró el interior, intentando decidir si prefería hacer espaguetis o tacos. Oyó que se abría la puerta principal y que se cerraba de golpe. Salió de la cocina y entró en el salón, donde vio a Gina echando la cadena a la puerta.

–¿Espaguetis o tacos? –le preguntó a su guapa compañera de piso.

Gina se giró para mirar a Colette con unos grandes ojos azules que reflejaban pánico.

–¡Tienes que esconderme! –exclamó tomando la mano de Colette–. Tienes que decirle que no vivo aquí y que no sabes quién soy ni dónde estoy –dijo rápidamente mientras miraba la puerta con el rabillo del ojo.

–Cálmate –contestó Colette alarmada–. ¿Qué está pasando? ¿De quién te estás escondiendo? –genial. Sabía que Gina era demasiado perfecta para ser verdad. ¿Se le había olvidado mencionar a algún antiguo novio loco?

–Es Tanner. Me ha encontrado –dijo Gina con lágrimas en los ojos.

–¿Quién es Tanner? –preguntó Colette empezando a preocuparse al ver la angustia de Gina.

–Mi hermano –las lágrimas empezaron a resbalarle por las mejillas–. Y sé por qué ha venido, para llevarme de vuelta a ese estúpido rancho. ¡Es miserable y odioso y no está dispuesto a dejarme crecer!

Colette se tranquilizó un poco al saber que la amenaza venía de un hermano, no de un maníaco.

–Lo único que tienes que hacer es explicarle que te va bien y que no quieres volver al rancho –le dijo suavemente.

Gina sacudió la cabeza con fuerza, haciendo revolotear el cabello de color oscuro.

–Tú no conoces a Tanner. No me escuchará… Nunca la hace, pero siempre consigue lo que quiere –soltó la mano de Colette, corrió a su dormitorio y cerró la puerta.

Inmediatamente después llamaron a la puerta. Colette dudó antes de responder, intentando asimilar lo que Gina le había dicho. Cuando había admitido a Gina en su casa, sabía que era la primera vez que la joven vivía sola.

Gina había salido de su casa paterna en el oeste de Kansas y se había instalado en Kansas City para comenzar a ser independiente. Así que el hermano mayor había llegado a la ciudad para controlarla, pensó Colette.

Todo lo que tenía que hacer era convencer a Tanner Rothman de que Gina no se había corrompido y de que se sabía manejar ella sola con madurez y sentido común.

Le quitó el seguro a la puerta y la abrió. Todos los pensamientos racionales se desvanecieron durante un momento al ver al hombre alto y de hombros anchos con seductores ojos azules. Llevaba unos vaqueros desteñidos y ajustados, una camisa azul y botas. Su cabello era del mismo color oscuro e intenso que el de Gina, pero lo llevaba corto, lo que acentuaba sus facciones pronunciadas. Gina no le había dicho que su hermano era un monumento de primera calidad.

–Buenas tardes –dijo él con voz agradable–. Me llamo Tanner Rothman y he venido para hablar con mi hermana.

Tanner sonrió y Colette se relajó un poco. Gina se lo había descrito como un auténtico ogro, pero parecía respetuoso y razonable… Un hombre razonable increíblemente atractivo.

–Hola, soy Colette Carson, la compañera de piso de Gina. Por favor, entre –abrió un poco más la puerta para dejarle pasar. Cuando pasó junto a Colette ella pudo apreciar su aroma masculino y fresco, un aroma muy agradable–. Siéntese, por favor –dijo señalando el sofá.

–No, gracias –contestó él–. Si pudiera hablar con Gina… –la miró con sus ojos de color azul oscuro y después le echó un vistazo a la habitación. Colette se preguntó si estaría buscando algo vergonzoso o pecaminoso, cualquier cosa que pudiera usar a su favor para que Gina volviera con él.

Colette sonrió mientras iba a buscar a Gina. A Tanner le costaría mucho encontrar algo así. El apartamento era un reflejo de la vida de Colette: estaba bien organizado y era práctico y limpio.

–Gina –dijo llamando a la puerta de la joven.

Gina abrió un poco la puerta y miró a Colette.

–¿Se ha ido? –preguntó.

–No, pero dice que sólo quiere hablar contigo –le contestó.

–No quiero hablar con él –dijo en voz baja–. Me dirá que haga algo que no quiero hacer. Y ganará… siempre gana.

–Gina, ¿cómo vas a convencerlo de que estás preparada para vivir sola si te escondes en tu habitación como una niña?

Gina frunció el ceño pensativa.

–Muy bien. Saldré y hablaré con él, pero sólo si te quedas conmigo.

–No creo que deba involucrarme…

–Por favor –le pidió Gina–. No tienes que decir o hacer nada. Solo siéntate a mi lado, eso me dará fuerzas para no decir algo de lo que después me arrepienta.

–De acuerdo –consintió Colette.

Las dos mujeres volvieron al salón, donde Tanner Rothman estaba mirando por la ventana del piso octavo, que ofrecía una vista del rascacielos de enfrente.

Se volvió al oírlas entrar, y de nuevo Colette se sorprendió al ver lo atractivo que era. Sus labios sensuales se curvaron en una sonrisa mientras miraba a su hermana con evidente cariño.

–Hola, Gina.

Gina se dejó caer en el sofá, y Colette se sentó a su lado.

–¿Cómo me has encontrado, Tanner?

–Eso no importa ahora –respondió con suavidad–. ¿Cómo estás? Han pasado ya tres semanas y no has llamado ni escrito.

Gina fijó la vista en la pared que estaba a la izquierda de Tanner.

–He estado ocupada.

–Y yo he estado preocupado –contestó Tanner.

Colette deseó estar en cualquier sitio menos en ese. Quería irse a otra habitación y dejarles algo de intimidad.

Gina se sonrojó.

–No hay nada por lo que preocuparse. Como puedes ver, me va bien.

–Me preguntaba si podría invitarte a cenar esta noche.

–No tengo hambre –respondió Gina desafiante.

Colette miró a los hermanos. El ambiente se estaba volviendo cada vez más tenso.

–Son casi las siete y sé que acabas de salir de trabajar –continuó Tanner–. Debes de tener hambre. Venga, Gina, solo te estoy pidiendo que me dejes invitarte a cenar.

Gina dudó y miró a Colette, cuyos rasgos no reflejaban ninguna emoción. Luego volvió a mirar a su hermano.

–De acuerdo. Cenaré contigo, pero sólo si Colette viene con nosotros.

Colette se quedó sorprendida.

–No creo que…

–Bien –contestó Tanner sin hacer caso de la objeción de Colette. Se apartó de la ventana y se dirigió a la puerta–. Mientras venía he visto en la siguiente manzana un restaurante de barbacoas que parecía muy agradable. ¿Por qué no quedamos allí dentro de media hora? Así tendréis tiempo para refrescaros o lo que sea.

Aunque Colette quería protestar ante cualquier plan que la incluyera a ella, antes de que pudiera hacerlo Tanner ya se había ido, dejando el aroma de su colonia masculina flotando en el aire.

–Gina, creo que tu hermano y tú deberíais hablar solos. Yo me prepararé una ensalada y tú quedas con él.

–Colette, por favor, ven conmigo –contestó Gina mirándola con ojos suplicantes.

–Eres mayor de edad, Gina. No puede llevarte de vuelta a la fuerza. No me necesitas.

–Si tú no vas, yo tampoco iré. Y entonces él volverá aquí. Por favor.

Colette miró a su joven compañera de piso y se sintió incapaz de decirle que no. Sabía lo que era tener un sueño y estar rodeada de gente que pensaba que no era capaz de conseguir nada.

–Muy bien, cenamos esta noche. Pero después te quedas sola en lo que se refiere a tu hermano.

–Gracias –dijo Gina aliviada.

–Voy a cambiarme de ropa –contestó queriendo ponerse algo un poco más informal que el traje que se había puesto para trabajar.

Mientras entraba en su cuarto, se juró a sí misma que cenaría y mantendría la boca cerrada. No tenía ninguna intención de meterse entre el atractivo vaquero y su hermana pequeña.

 

 

Tanner se sentó en el restaurante a esperar a su hermana y a Colette. Estaba irritado porque Gina había invitado a su compañera de piso. Por la información que tenía de la atractiva rubia, tenía la sensación de que era una mala influencia para su dulce e inocente hermana.

Pero se había sorprendido de la atracción repentina que había sentido hacia ella cuando le abrió la puerta. Su cabello rubio corto y rizado destacaba sus rasgos delicados y sus ojos del color del whisky. Vestida con un traje azul marino, le había parecido la mujer fría y profesional que sus fuentes le habían dicho que era.

Él había querido estar a solas con Gina, porque sabía que así podría convencerla de que lo que había hecho al dejar la universidad y mudarse a Kansas City no la beneficiaba. Pero no parecía que pudiera estar a solas con ella… al menos no esa noche.

–¿Quiere beber algo mientras espera? –la camarera le dedicó una sonrisa seductora.

A Tanner le habría encantado tomar un whisky escocés con hielo, pero sabía que tenía que estar despejado.

–Un vaso de té helado, por favor.

La camarera se alejó y él volvió a pensar en su hermana. No comprendía a Gina, y sospechaba que la decisión repentina de irse a la ciudad había sido un gesto de rebeldía.

Le había dado tres semanas para que recapacitara, pero eso no había ocurrido. Ahora tenía que arreglar la situación rápida y eficientemente, y eso era precisamente lo que iba a hacer.

Se levantó al ver a las dos mujeres entrando al restaurante. Les hizo señas para que se acercaran a la mesa, dándose cuenta de que Colette se había puesto unos pantalones de color marrón oscuro y un suéter marrón y beige. Tenía un aspecto informal, aunque fríamente elegante. Una señal de alarma se encendió en su cerebro al ver que su hermana llevaba una ropa muy parecida.

–Buenas tardes –las saludó con una sonrisa.

Colette le devolvió la sonrisa, pero Gina no. Eligió una silla frente a Tanner, dejando que Colette se sentara junto a su hermano. Cuando Colette se deslizó en la silla de su izquierda, Tanner percibió un rico aroma floral que le recordó inmediatamente a la primavera en el rancho.

–Espero que le guste la barbacoa –le dijo a Colette–. Sé que es una de las comidas favoritas de Gina.

–Ya no lo es –contestó Gina enfurruñada.

El comportamiento infantil de su hermana le confirmó a Tanner su creencia de que no estaba lista para el salto que había dado.

–La barbacoa está bien –dijo Colette mientras agarraba una de las cartas. Gina hizo lo mismo, manteniendo la carta en alto para que Tanner no le pudiera ver la cara.

Tanner sonrió para sus adentros. Conocía a su hermana muy bien. Estaba enfadada y a la defensiva, y eso significaba que sabía que estaba equivocada. No tendría ningún problema para convencerla de que volviera al rancho con él.

En ese momento apareció la camarera y les tomó nota. Cuando se hubo ido, Tanner miró a su hermana.

–Bugsy ha tenido cachorros hace una semana –dijo, y se volvió a Colette–. Bugsy es la perra labrador de Gina.

Durante un momento los ojos de Gina brillaron mientras se inclinaba hacia delante.

–¿Cuántos?

–Cuatro, dos machos y dos hembras –contestó él.

–¿Y Bugsy está bien?

–Ya sabes que es una campeona –hizo una pequeña pausa–. Te echa de menos.

–No pienso volver –replicó Gina y volvió a recostarse en la silla, cruzando los brazos.

–Gina, sólo te lo estaba contando, no trataba de manipular tus sentimientos.

Entonces se dio cuenta de que tendría que ser más astuto de lo que había pensado. Tal vez lo que necesitaba era la ayuda de alguien más… y esa persona estaba sentada a su izquierda. Gina no lo iba a escuchar, pero tenía la sensación de que sí escucharía a la encantadora Colette.

Se giró para mirarla, preguntándose si podría ponerla de su parte. Era evidente que estaba incómoda y que habría preferido no ir al restaurante. Estaba jugueteando con la servilleta y parecía haberse quedado fascinada con una planta cercana.

–Señorita Carson, tengo entendido que tiene una tienda de artículos de bebé –dijo él.

Ella sonrió y Tanner no pudo evitar fijarse en sus labios sensuales, unos labios perfectos para besarlos.

–Sí, La Boutique del Bebé. Abrí oficialmente hace dos años.

La camarera llegó con la comida y les sirvió mientras hablaba del tiempo y de lo lleno que estaba el restaurante desde que había llegado la primavera. Después se fue.

–Supongo que el llevar su propio negocio requiere mucho tiempo y energía –dijo Tanner mientras cortaba un trozo de su chuleta.

–Es verdad. Por eso me alegré de contratar a Gina. Ha sido una bendición y es una vendedora maravillosa –sonrió con afecto a Gina, que le devolvió la sonrisa mirándola con adoración.

–Gina es muy inteligente –dijo Tanner. Demasiado inteligente como para trabajar de vendedora en una tienda de bebés por el salario mínimo, pensó.

Tanner no sólo temía que Gina no estuviera a la altura de su potencial intelectual, sino que algún tipo de la ciudad se aprovechara de ella, le rompiera el corazón y la dejara no sólo trabajando en La Boutique del Bebé, sino también comprando allí. Entonces nunca cumpliría el futuro que Tanner había previsto para ella. Todo lo que había hecho por ella habría sido en vano.

–Gina me ha dicho que lleva un gran rancho en Kansas, así que también tiene que saber lo que es trabajar durante horas y gastar mucha energía –dijo Colette.

Tanner asintió con la cabeza.

–Sí, requiere mucho trabajo y muchas horas… especialmente durante esta época del año.

–Entonces estoy segura de que estás deseando volver –dijo Gina.

Tanner se rió ante la falta de sutileza de su hermana.

–Ya me conoces, Gina. Para mí la familia siempre ha sido lo más importante –se volvió a Colette de nuevo–. ¿Tiene familia, señorita Carson?

–Mi familia consiste únicamente en mi madre y yo. Pero por favor, llámame Colette –contestó.

–¿Vive en la ciudad?

–Sí, pero desafortunadamente no estamos muy unidas –ella dirigió su atención a Gina–. La ensalada está estupenda, ¿verdad?

Tanner frunció el ceño y cortó otro trozo de filete. No estaba muy unida a su madre. Según el punto de vista de Tanner, esa era otra razón para que Gina no estuviera bajo su influencia.

Tanner sabía la importancia que tenía una familia. Colette Carson no tenía ni idea de lo afortunada que era al tener madre. Pero Tanner sabía lo que era vivir sin padres y que era muy importante estar unido a la familia que quedaba. Y su familia era Gina.

–¿Y qué tipo de rancho tiene, señor Rothman? –preguntó Colette.

Él sonrió.

–Llámame Tanner. Criamos ganado. Tengo una manada de vacas Charolais y otra de Hereford.

–Oh. ¿Una es para leche y la otra para carne?

Tanner y Gina se rieron.

–Las dos son vacas de carne –explicó Gina.

–No te preocupes –le dijo Tanner a Colette al ver que se había ruborizado–. Yo no sabría distinguir nada de la ropa de los bebés.

Ella se rió con una risa dulce y musical.

–Me temo que no sé mucho de vacas.

–Tanner también cría caballos –dijo Gina–. Dos Corazones ya ha criado varios caballos campeones.

–Dos Corazones… ¿Es el nombre del rancho? –preguntó Colette.

–Sí. Gina se lo puso –explicó Tanner recordando el día en el que habían bautizado el rancho. Habían pasado dos días después del funeral de sus padres y Gina y él estaban de pie en el porche observando los pastos y los campos que rodeaban el rancho.

–A Tanner no le gustaba –replicó Gina–. Pensó que sonaba demasiado femenino –miró a Tanner y sonrió–. Pero dijo que si Dos Corazones era lo que yo quería, entonces eso sería.

–Siempre te he mimado demasiado –contestó Tanner.

Terminaron de cenar hablando de cosas menos personales: el maravilloso tiempo primaveral, las últimas películas que habían visto y el escándalo político más reciente.

Tanner miraba constantemente a Colette y estaba enfadado consigo mismo por encontrarla tan atractiva. Cuando sonreía se le hacía un hoyuelo en una de las mejillas, y cuando estaba pensativa fruncía la boca en un gesto que parecía una invitación para explorar su textura cremosa.

No sólo era guapa, sino que también parecía ser inteligente, y tuvieron una conversación animada y sorprendentemente estimulante. Pero Tanner no estaba allí para disfrutar de la compañía de Colette, se recordó mientras terminaban de cenar y pedían café.

Tanner agarró con las dos manos la taza de café y decidió que era hora de renovar sus esfuerzos para que Gina volviera al rancho al que pertenecía.

–Gina, estoy preocupado por ti –dijo sabiendo que las frases autoritarias no iban a funcionar. Tendría que conseguirlo de otra manera.

–No tienes nada por lo que preocuparte –protestó–. Me va muy bien.

–En la ciudad hay muchos peligros y tú has estado muy protegida durante toda tu vida. No estás preparada para esto, Gina –alargó el brazo para tomarle una mano–. Sabes que no estaría aquí si no estuviera muy preocupado por ti.

Gina apartó la mano con una expresión apenada en sus rasgos. Miró a Colette como si buscara algún tipo de ayuda.

–Me parece que está manejando su nueva independencia muy bien –dijo Colette–. A su edad yo ya vivía sola y me las arreglé bien.

Tanner se obligó a sonreír, esperando que no se notara su irritación.

–Pero tú no eres Gina. Además, me he dado cuenta de que tu apartamento no está en la mejor zona de la ciudad y no hay mucha seguridad.

Aunque Tanner se había esforzado por ocultar sus sentimientos, vio el brillo de la irritación en los ojos de Colette.