El médico en casa - Paula Carrete - E-Book

El médico en casa E-Book

Paula Carrete

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Beschreibung

¿Qué hacer cuando descubrimos nuevos síntomas en nuestro cuerpo? Acudir al médico es sin duda el paso imprescindible ante la sospecha de una enfermedad grave, pero muchas veces acusamos un conjunto de manifestaciones más benignas —aunque no por ello menos necesitadas de atención— frente a las que nos asalta la duda de acercarnos o no a un especialista. Ante nuestra falta de información, en ocasiones recurrimos a búsquedas poco acertadas en la red, que pueden conducirnos a informaciones poco rigurosas y que sólo contribuyen a agravar nuestra confusión al respecto. Este libro surge como una herramienta para orientarnos de una forma sencilla y práctica en estos casos. Escrito por profesionales de la medicina de avalada trayectoria, este completo manual nos proporciona un valioso recurso para guiarnos con los problemas de salud de instalación reciente, es decir, aquellos que aparecen en una persona que previamente se sentía bien y que, ante lo que ocurre, puede preguntarse cómo actuar. Una obra destinada a la comunidad, didáctica y accesible, que contribuirá a nuestro conocimiento general de la salud del cuerpo humano y que nos ayudará a sentirnos más serenos y menos solos en estas situaciones de la vida.

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© Paula Carrete, Esteban Rubinstein, Miguel Zárate, 2013

© delhospital ediciones

http://www.hospitalitaliano.org.ar/educacion/editorial

Mail: [email protected]

Diseño: Guillermo Mendizábal para Estudio Thisign

Corrección de estilo: María Isabel Siracusa y Rosa Rodríguez Herranz

Diseño de cubierta: equipo Ned ediciones

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

Primera edición, 2017

© Nuevos Emprendimientos Editoriales S.L.

[email protected]

http://www.nedediciones.com

Preimpresión: Editor Service, S.L.

http://www.editorservice.net

eISBN: 978-84-16737-17-8

Reservados todos los derechos de esta obra. Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, de forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o cualquier otra lengua.

Índice

INTRODUCCIÓN

CÓMO USAR ESTE LIBRO

ACCIDENTE CEREBROVASCULAR (ACV)

ACCIDENTE SEXUAL

ACIDEZ

ACÚFENO (tinnitus)

AFTAS

ATAQUE DE PÁNICO (MIEDO INEXPLICADO)

ATRASO MENSTRUAL

BRONQUIOLITIS

BRONQUITIS AGUDA

CALAMBRES EN LAS PIERNAS

CEFALEA (dolor de cabeza)

CÓLICO RENAL

CONFUSIÓN (síndrome confusional agudo)

CONJUNTIVITIS

CONVULSIÓN

CRISIS ASMÁTICA

DENGUE

DESMAYO (síncope)

DIARREA

DISFONÍA (ronquera)

DISURIA (dolor o ardor al orinar)

DOLOR (medicamentos para aliviarlo: analgésicos y antitérmicos)

DOLOR ABDOMINAL AGUDO (dolor de tripa)

DOLOR ANAL AGUDO

DOLOR DE RODILLA (gonalgia)

DOLOR TESTICULAR

DOLOR TORÁCICO O DE PECHO

DOSIS DE ANTIBIÓTICOSHABITUALES

EDEMA DE MIEMBROS INFERIORES (pies hinchados)

ENFERMEDADES EXANTEMÁTICAS

ERUPCIÓN EN LA PIEL (manchas en la piel, brote, sarpullido, exantema o rash)

ESCABIOSIS (sarna)

ESGUINCE DE TOBILLO (torcedura de pie o de tobillo)

FARINGITIS AGUDA (anginas, dolor de garganta)

FIEBRE

GANGLIO AGRANDADO DE TAMAÑO (adenomegalia)

GOLPE DE CALOR

GRIPE

HEPATITIS VIRAL

HERIDAS CORTOPUNZANTES

HERPES ZÓSTER (culebrilla)

ICTERICIA (coloración amarilla de la piel)

IDEAS SUICIDAS

INFECCIONES DE LA PIEL

INFLAMACIÓN ARTICULAR AGUDA (artritis aguda)

INTOXICACIÓN

MAREO Y VÉRTIGO

METRORRAGIA (sangrado uterino)

MORDEDURAS

NÁUSEAS Y VÓMITOS

NEUMONÍA

OTALGIA (dolor de oído)

PALPITACIONES

PARÁLISIS FACIAL PERIFÉRICA

PARASITOSIS (gusanos en la materia fecal)

PEDICULOSIS (piojos)

PETEQUIAS Y PÚRPURA

PICADURA DE INSECTOS

QUEMADURAS

REACCIÓN ALÉRGICA

RECOMENDACIÓN PARA VIAJEROS

REGISTRO ALTO DE LA PRESIÓN ARTERIAL

RESFRIADO

RESULTADO ANORMAL DE UN ESTUDIO COMPLEMENTARIO

RETENCIÓN URINARIA AGUDA (no poder orinar)

SANGRADO NASAL (epistaxis)

SANGRE EN LA MATERIA FECAL (sangrado digestivo)

SANGRE EN LA ORINA (hematuria)

SENSACIÓN DE FALTA DE AIRE (disnea)

SINUSITIS AGUDA

SORDERA SÚBITA

TOS

TRAUMATISMOS

URETRITIS

VARICELA

INTRODUCCIÓN

Elmédico en casa es un manual práctico para orientarse ante problemas de salud de instalación reciente. Está destinado al público en general y lo hemos escrito tres médicos de familia que trabajamos en el Hospital Italiano de Buenos Aires. En esta introducción desarrollamos algunos aspectos de la concepción del libro, así como nuestros objetivos.

Un problema de salud de instalación reciente es aquel que sobreviene en una persona que previamente se sentía bien y que, ante lo que ocurre, puede inquietarse y preguntarse si tiene sentido solicitar la ayuda de un médico. Uno de nuestros principales objetivos ha sido tratar de ubicarnos en ese momento en el que un individuo (o una familia) debe tomar decisiones que no suelen ser fáciles, tales como: acudir a las urgencias de un hospital o de un centro de salud, llamar a un médico a domicilio, solicitar una cita previa con un médico, consultar en una farmacia, acudir sin cita previa al consultorio del médico, ir a una sala de atención primaria, preguntarle a un vecino, familiar o amigo, llamar al médico por teléfono (o escribirle un correo electrónico, o un mensaje de texto), utilizar un tratamiento que otras veces dio resultado, buscar diagnósticos, consejos y eventuales tratamientos en Internet, o bien no hacer nada y esperar a que el problema se resuelva solo. Como podemos ver, las opciones son muchas y dependerán del problema de salud en cuestión y del contexto en el que ocurren. Ante la imposibilidad de abarcar todas las opciones, bien podríamos haber desistido de adentrarnos en los vericuetos de esos momentos complejos en los que las personas deben tomar decisiones en relación con un problema de salud de instalación reciente, pero hemos hecho el intento y he aquí, finalmente, este libro, que esperamos pueda ser útil para ayudar a los lectores/usuarios a sentirse menos solos en estas circunstancias.

La locución que hemos elegido: problemas de salud de instalación reciente no es azarosa. Nos gustaría contar con un término más simple, una única palabra que todos entendiesen y utilizasen, pero no la hemos encontrado.

Definir “problema de salud” no es sencillo; el término abarca todas las enfermedades, pero es un concepto más amplio, que incluye también condiciones habitualmente consideradas “menores”,1 que no solemos incorporar al universo de las enfermedades, tales como el resfriado, o las picaduras de mosquitos, así como síntomas2 y signos3 que pueden deberse a múltiples causas, como el dolor de pecho, el mareo, la tos o las erupciones cutáneas. Es importante dejar claro que el concepto problema de salud no da cuenta de su gravedad: cuando una persona sufre un infarto agudo de miocardio o descubre piojos en la cabeza de su hijo está, en ambos casos, ante un problema de salud, y cuando alguien tiene un dolor de cabeza (un problema de salud definido por el síntoma) éste puede deberse a una migraña (entidad de buen pronóstico, que no pone en peligro la vida) o a una rotura de un aneurisma cerebral (entidad muy grave, que pone en peligro la vida).

Definir el concepto de instalación reciente tampoco es fácil, y no hemos encontrado una única palabra para expresarlo. En medicina existe el término “agudo”, pero su definición es: una enfermedad grave y de duración corta. Corta podría equivaler a de instalación relativamente reciente, pero agudo da una idea de grave, o al menos de cierta gravedad, y también de enfermedad; en ese sentido, no podemos decir que un resfriado sea un problema de salud agudo. Hay palabras equivalentes a de instalación reciente, como súbito, repentino, inesperado, imprevisto, brusco, inopinado e impensado. Todas ellas incluyen ideas que queremos transmitir, pero ninguna nos satisface del todo. Otra opción podría ser “emergente”, en el sentido de una condición nueva que nace, sale, emerge, aparece o sobreviene. Es un término preciso, que se acerca bastante a nuestra idea, pero no podemos utilizarlo porque en medicina la palabra emergente está asociada a las emergencias médicas, y los temas que desarrollamos en este libro no representan emergencias médicas (aunque algunos de ellos lo son). Tampoco sería correcto utilizar la palabra “urgente”, ya que la urgencia es la sección de los hospitales donde se atiende a los enfermos y heridos graves que necesitan cuidados médicos inmediatos, y los problemas de salud urgentes deberían atenderse en un médico de urgencias (o emergencias), lo que no sucede con gran parte de los temas de nuestro libro. Como veremos, justamente el desafío que nos hemos planteado en este libro es ayudar al lector/usuario a discriminar lo urgente de lo que puede esperar; en ese sentido, si bien muchas personas concurren a urgencias por una faringitis, nosotros intentaremos explicar por qué esta conducta no es imprescindible (sobre todo si la persona cuenta con un sitio más idóneo que urgencias para consultar). En resumen, podríamos decir que de instalación reciente implica una condición nueva, que ocurre en una persona que no tenía ese problema antes.

El tiempo en el que se instala el problema es variable: generalmente son situaciones que sobrevienen (emergen) en minutos u horas, pero a veces pueden instalarse a lo largo de días e incluso semanas, y también entrar en nuestra definición. No podemos ser tan taxativos; la subjetividad y el contexto influyen mucho y no queremos obviar estas variables. Por ejemplo, una persona puede sentir acidez de estómago hace varios meses, y un determinado día asustarse, o preocuparse, y preguntarse si debe consultar al médico. En este caso, más allá de que no se trata aquí de un problema nuevo, esa persona encontrará el tema “acidez” en este libro porque nosotros lo hemos incluido como un problema de instalación reciente; sin embargo, si una persona tiene episodios de diarrea y estreñimiento hace varios meses y alguien le dice que eso puede ser “colon irritable”, no encontrará dicha entidad en este libro ya que se trata de un problema de salud “crónico” (que dura mucho tiempo) y en este libro no desarrollamos esos problemas, tanto si se trata de enfermedades “mayores”, tales como el fallo renal crónico, o “menores”, como el acné. En relación con este último punto, vale la pena mencionar que existen problemas de salud crónicos que pueden exacerbarse, o bien manifestarse en forma de crisis, como, por ejemplo, el asma; en ese sentido, siguiendo con la línea de centrarnos en los problemas de instalación reciente, en este libro desarrollamos la crisis asmática pero no hablamos del asma como enfermedad crónica. Otro ejemplo podría ser la diabetes: se trata de una enfermedad crónica y frecuente y, si bien existen “crisis”, éstas son poco frecuentes y no forman parte de los objetivos de este libro; por eso, la diabetes no está desarrollada aquí.

Ahora bien. Existen muchísimos problemas de salud de instalación reciente. Nosotros hemos elegido desarrollar aquellos que consideramos más frecuentes e importantes, y también aquellos en los que creemos que podemos ser más útiles para ayudar al eventual lector/usuario. Para ello, hemos intentado imaginarnos a nuestro lector/usuario. Hemos imaginado la situación en la que una persona (o su hijo, o un familiar o un amigo) tiene tos, fiebre, ardor al orinar, o dolor abdominal, hace unas horas, o hace uno o dos días, y consulta nuestro libro. También hemos imaginado la situación de una persona a quien, en urgencias, le acaban de diagnosticar una neumonía, o una hepatitis, y vuelve a su casa y lee nuestro libro. Hemos excluido condiciones muy graves o complejas, tales como el politraumatismo o el fallo renal agudo, porque nos resulta imposible y sin sentido desarrollarlas aquí.

Podemos decir, entonces, que hemos escrito un libro subjetivo ya que surge de nuestras ideas, experiencias y perspectivas como médicos de familia. Hemos buscado y elegido cada tema y, si bien sabemos que esa elección puede tener errores, hemos pensado y discutido cada uno de ellos a lo largo de varios años de trabajo de intercambio clínico y editorial. En cuanto a nuestro contexto, si bien ejercemos en la ciudad de Buenos Aires, hemos intentado ponernos en el lugar de un lector/usuario que también puede estar en una ciudad más pequeña, o en un pueblo, o en un sitio alejado de un centro de salud (aunque no nos resultó fácil), pero no hemos incorporado problemas con los que no tenemos experiencia alguna como, por ejemplo, la picadura de una víbora.

Como hemos mencionado, los tres autores somos médicos de familia que trabajamos en el Hospital Italiano de Buenos Aires. Tenemos un número de pacientes y/o familias a cargo, de quienes somos los médicos de cabecera, y a muchos de ellos los hemos ido conociendo a lo largo de los años. Cuando un paciente de nuestro hospital tiene un problema de instalación reciente puede ir a urgencias o a un “consultorio de demanda espontánea” o de consultas no programadas (un ámbito similar a urgencias, pero donde los motivos de consulta suelen ser menos graves y el paciente concurre por sus propios medios). También puede pedir una cita previa para vernos (que habitualmente se consigue dentro de los 15 días), puede enviarnos un mensaje (que intentamos contestar dentro de las 48 horas siguientes), puede acudir a nuestro consultorio sin turno (si coinciden los horarios), puede llamar a un médico a domicilio, puede no hacer nada, ir a la farmacia, consultar con un amigo, etcétera.

Nos pareció importante explicar nuestra modalidad de trabajo porque sabemos que en cada contexto esta situación es muy distinta. Hay personas que viven en un pueblo y cuando tienen un problema de instalación reciente van a la casa de su médico, que ha atendido a toda su familia a lo largo de varios años, y hay personas que ante estas situaciones tienen que ser atendidos por médicos a quienes no han visto nunca y probablemente no vuelvan a ver; todo esto determina que las variables para incorporar en este libro sean muchas, pero hemos intentado imaginarnos ciertas pautas (o situaciones) generales válidas para cualquier lugar, ya que nuestro objetivo es que el lector/usuario pueda tener una idea acerca de si determinada condición clínica exige concurrir de forma rápida a urgencias, o a un consultorio de demanda espontánea, o si puede esperar y resolverse mediante una llamada telefónica al médico, o mediante la solicitud de una cita previa, o bien no es necesario consultar si se resuelve solo, etcétera. Nos ha interesado ofrecer algunas recomendaciones teniendo en cuenta estas variables, pero conocemos nuestras limitaciones y comprendemos que cada lector/usuario deberá adaptarlas a su contexto. Por ejemplo, en el capítulo de “Bronquitis aguda” decimos: “Más allá de esto, una visita programada (con cita) con el médico de cabecera puede ser útil ya que existen algunos medicamentos que pueden utilizarse para mejorar los síntomas (tratamiento sintomático)”. Este consejo puede ser imposible de seguir para muchos lectores/usuarios, pues sabemos que son pocas las personas que tienen un médico de cabecera; nosotros, sin embargo, preferimos dejar clara nuestra postura en cuanto a que consideramos que el tratamiento (y sobre todo el seguimiento) de los problemas emergentes es más eficaz si la persona puede contactar con un médico que la conoce, ya que en esos momentos suele sentirse vulnerable y necesitar el vínculo con un médico que le brinde confianza.

Independientemente de esta consideración, y más allá de los diferentes contextos, en el libro será habitual que aparezcan, ante un determinado problema de salud, recomendaciones del tipo: consultar de forma urgente (generalmente en urgencias), consultar lo más pronto posible (en urgencias o en un consultorio de demanda espontánea, en una sala de espera, mediante una visita sin cita al médico o llamándolo por teléfono, etcétera), consultar solicitando una cita previa con un médico, o bien incluso la explicación de que si el problema se resuelve solo no es necesario consultar.

Hemos mencionado que cuando aparece un problema de salud de instalación reciente la pregunta que surge, invariablemente, es ¿cuán peligroso es dicho problema para la salud? A lo largo del libro, hemos intentado responder a esta pregunta. Para ello, utilizamos términos médicos cuyo significado es importante que expliquemos detalladamente aquí. Por ejemplo, la frase “se trata de un cuadro común” implica que el problema es frecuente, pero también da una idea de cierta baja peligrosidad para la salud; en realidad, el término que más utilizamos para indicar que una condición es de baja peligrosidad es “benigno”. Por ejemplo, un resfriado es siempre benigno, mientras que un dolor de pecho puede deberse a una entidad benigna, como un dolor muscular, o a un cuadro más peligroso para la salud, como un infarto agudo de miocardio (en este caso, no utilizamos la palabra “maligno”, ya que en el lenguaje oral este término está relacionado casi exclusivamente con los tumores).

Otra pregunta que surge invariablemente ante un problema de salud emergente es: ¿cambia algo si voy al médico? Responder a esta pregunta ha sido nuestro principal desafío y podemos asegurarles que no ha sido fácil. Lo más sencillo sería simplificar y responder: “consulte siempre al médico”; sin embargo, nos parece que podemos aportar algo más. Ante entidades que pueden ser peligrosas para la salud, nuestra recomendación va a ser siempre la de consultar con un médico (puede ser de forma urgente, lo más pronto posible, o en el curso de unos días), mientras que, ante problemas benignos, surge siempre el dilema de la necesidad de consultar ya que éstos se curan solos y, en consecuencia, uno podría pensar que no tiene sentido consultar al médico. Sin embargo, ante algunas entidades benignas, el médico puede ayudar a mejorar la calidad de vida, mientras que ante otras no tanto. En cada caso, intentamos dar cuenta de esto.

En relación con la utilización de terminología médica cuyo significado nos parece importante explicar detalladamente, creemos necesario comentar aquí el significado del concepto “tratamiento sintomático”, un concepto que los médicos utilizamos mucho y que a veces no es fácil comprender. Básicamente, podríamos decir que el tratamiento sintomático se utiliza para aliviar el síntoma. Otra implicación de este término es que no está dirigido a tratar o a eliminar la causa del problema. Hay ocasiones en las que lo único que le ofrecemos a una persona es un tratamiento sintomático, como, por ejemplo, ante una tos por una bronquitis aguda en la que, al tratarse de un cuadro viral, solamente indicamos un tratamiento para aliviar la tos y no damos nada para “matar” al virus. En otros casos, puede usarse un tratamiento sintomático en forma conjunta con otro dirigido a resolver la causa del problema, como en la sarna, por ejemplo, en la que podemos indicar un medicamento para matar el parásito y también otro (sintomático) para aliviar la picazón. Algunas personas piensan que el tratamiento sintomático no es imprescindible; que si se da es mejor, pero que si no se da, no pasa nada, ya que el cuadro igualmente va a resolverse solo. En principio, esta idea es correcta, pero también es relativa: por ejemplo, cuando una persona tiene un cólico renal, el tratamiento para aliviar el dolor es sintomático, pero resulta fundamental.

Siguiendo con la explicación de la terminología médica utilizada en el libro, quisiéramos detenernos un poco más en el uso que hacemos de la palabra “agudo”. Como hemos mencionado más arriba, su definición formal es “una enfermedad grave y de duración corta”. Esa definición puede aplicarse perfectamente para el infarto agudo de miocardio o la apendicitis aguda; sin embargo, veremos que también utilizamos el adjetivo “agudo” para algunos problemas de salud de instalación reciente de baja peligrosidad (benignos, o que no son graves), tales como la bronquitis aguda, la diarrea aguda, la sinusitis aguda, etcétera. Esto es así porque dichas entidades tienen su correlato “crónico” (bronquitis crónica, diarrea crónica, sinusitis crónica, etcétera) por lo que, en estos casos, el término agudo se utiliza solamente para dar cuenta de la duración, no de la gravedad.

Por último, y en relación con el uso de la terminología médica, en la medida posible intentamos evitar los tecnicismos; sin embargo, quisiéramos pedirle disculpas al lector/usuario ya que sabemos que puede encontrarse con dificultades que no hemos podido eludir. Por ejemplo, “mal estado general” aparece numerosas veces a lo largo del libro; para los médicos, se trata de un término habitual y muy sencillo de comprender, y, si bien sabemos que es una jerga, preferimos dejarlo porque no encontramos otro modo de expresar ese concepto. Lo mismo nos ha ocurrido con otras palabras técnicas, tales como la “mucosa” (véase “Sinusitis aguda”), etcétera.

Volviendo a los objetivos que nos hemos planteado al escribir este libro, quisiéramos detenernos en uno de los puntos que nos parecen más importantes: la tensión que existe siempre en medicina entre tranquilizar al paciente y alertarlo sobre los eventuales peligros. En este caso, no hay un paciente, sino un lector/usuario, y esa tensión es aún más difícil, ya que desconocemos en qué medida un libro puede tranquilizar a una persona que está asustada ante la aparición de un problema de salud; sin embargo, hemos hecho un intento genuino por no soslayar este punto. Reconociendo que muchas veces la literatura médica dirigida al público general (y sobre todo la hiperabundancia de información que existe en Internet) se dedica sobre todo a alertar sobre los peligros, hemos intentado hacer un esfuerzo por tranquilizar, siempre que nos pareció posible. La tarea no ha sido fácil y la hemos abordado utilizando diferentes recursos editoriales, entre ellos: a) desarrollar un problema comenzando siempre por la descripción de las causas más frecuentes que pueden originarlo, no por las más graves y b) que la extensión del desarrollo de un problema se relacione más con la frecuencia con la que éste ocurre que con su gravedad. En este intento por brindar tranquilidad y contención tal vez podamos haber cometido errores, y, si es así, pedimos disculpas. El lector/usuario podrá encontrar en el libro frases como “en principio no es necesario (o imprescindible) consultar al médico”; entendemos que en un determinado contexto esta recomendación puede resultar soberbia, pero nuestro objetivo ha sido siempre el de tranquilizar si es posible. Lo mismo podríamos decir acerca de la automedicación. No somos partidarios de la automedicación y somos fervorosos defensores del papel del médico en el proceso de atención de la salud. Valoramos la relación médico-paciente-contexto y la importancia del vínculo en las acciones relacionadas con el cuidado de la salud y del cuerpo, pero debemos reconocer que en la vida real muchas personas utilizan medicamentos por su cuenta y consideran que esa posibilidad está relacionada con la autonomía. En tal sentido, valoramos en forma positiva la autonomía y, si una persona va a tomar decisiones por su cuenta y decide no consultar con un médico, preferimos que esté lo mejor informada posible acerca de lo que va a hacer. Es por eso que nos hemos permitido recomendar determinadas conductas que tal vez algunos lectores o colegas crean que no corresponde explicitar en un libro y que deberían ser de manejo exclusivo del médico. Sabemos que es un tema complejo pero, nuevamente, hemos partido de la base de que hoy en día el problema no es el acceso a la información, sino su utilización, y que, ya que las personas acceden, es preferible sugerir un uso racional, asumiendo los riesgos que esto implica.

Siguiendo con la línea de la abundancia actual de la información, El médico en casa podría considerarse un texto “postvirtual” ya que, en rigor, hoy en día la mayoría de las personas buscan los temas que abarca este libro en Internet. Justamente por eso creemos que es un buen momento para escribir un libro como éste, porque sobra información; nuestro objetivo no ha sido abundar en ella, sino mesurarla y acotarla para que pueda brindar cierta contención y tranquilidad al lector/usuario.

Por último, quisiéramos hacer un comentario acerca de nuestra práctica y su relación con las recomendaciones brindadas en este libro. Actualmente conviven diferentes teorías para el abordaje de los problemas de salud; hay personas que utilizan la acupuntura, la homeopatía, la medicina china, la antroposofía, etcétera. Nosotros no tenemos una postura definida en cuanto a esto, ya que no las conocemos con detalle. Simplemente, en el libro abordamos las diferentes entidades desde la perspectiva que nosotros utilizamos y estudiamos, pero de ningún modo pensamos que es la única. Algunos llaman a la medicina que practicamos nosotros alopatía, medicina oficial, tradicional, científica, o académica. Nosotros creemos que ninguno de esos nombres es correcto: simplemente se trata de la medicina que se practica en la mayoría de los hospitales y centros de atención de los países occidentales. Y volvemos sobre el párrafo anterior: como médicos de familia, consideramos que el efecto terapéutico se ejerce principalmente mediante una buena relación médico-paciente-contexto y mediante el apoyo, el examen físico y la escucha; pero éste es un libro, no es un médico a domicilio, y repetimos: es imposible reemplazar al médico, pero a veces éste no está disponible, o la persona tiene dudas acerca de qué hacer, o no es posible (o no desea) consultar al médico, y para eso hemos escrito este libro.

Referencias:

1) En inglés existe una palabra ailement, que, si bien significa “enfermedad, achaque, dolencia, afección e indisposición”, también da una idea de una enfermedad que no es muy seria. Los anglosajones dicen minor ailements cuando se refieren a enfermedades “menores”, o poco peligrosas para la salud, pero nosotros no tenemos un término equivalente en español.

2) El síntoma es un concepto subjetivo, es algo que una persona “siente” (o comenta) en relación con su salud, como, por ejemplo, el mareo, el dolor, la picazón, la angustia. Un determinado síntoma puede deberse a muchas enfermedades o problemas de salud. Hay algunos síntomas que una persona puede comentar que tiene, como la tos, y que el médico puede detectar al escucharla toser espontáneamente.

3) El signo es un concepto objetivo, es algo que la persona “tiene”, en el sentido de que se puede ver, oír o tocar, como, por ejemplo, una erupción cutánea, la fiebre, un ganglio inflamado. En general, es algo que el médico puede constatar en el examen físico. Un determinado signo puede deberse a diferentes enfermedades o problemas de salud.

CÓMO USAR ESTE LIBRO

El médico en casa es un manual de consulta y orientación ante problemas de salud de instalación reciente. Los temas están desarrollados en capítulos. Algunos capítulos también tienen otro título entre paréntesis que a veces es técnico, como en “Sangrado nasal (epistaxis)”, y otras es más explicativo, como en “Dolor abdominal agudo (dolor de tripa)”.

El índice general está presentado sobre un esquema de la figura humana donde los capítulos se ordenan alfabéticamente y por región corporal.

Al final del libro, hay un índice analítico en el que aparecen algunos términos que no tienen jerarquía de capítulo, pero que igualmente están desarrollados. Por ejemplo: la apendicitis aguda se explica brevemente dentro del capítulo “Dolor abdominal agudo (dolor de tripa)”.

Cuando aparece un término con asterisco significa que se desarrolla con mayor profundidad en otra parte del libro. Por ejemplo: en el capítulo “Acidez” hay un párrafo que dice: “La acidez también puede deberse a otras enfermedades como la gastritis* y la úlcera* de estómago o de duodeno”. Esto significa que gastritis y úlcera se desarrollan con mayor profundidad en otra parte y que, si el lector está interesado, le sugerimos buscar el término en el índice analítico. Un mismo término puede llevar asterisco en unas ocasiones y en otras no, y el criterio que utilizamos es clínico y, a veces, subjetivo.

En la introducción hemos mencionado que no incentivamos la automedicación. No obstante, hemos incluido en el texto algunas dosis de ciertos medicamentos de uso muy frecuente y en determinadas circunstancias. Hemos evitado utilizar nombres comerciales, salvo algunas excepciones.

Por último, queremos mencionar que el libro da cuenta de nuestra opinión, basada en la revisión de la literatura médica y en nuestra experiencia, pero la información aquí brindada no es taxativa, puede tener errores y no puede reemplazar nunca al criterio médico.

ACCIDENTE CEREBROVASCULAR (ACV)

Una señora mayor, previamente sana, que de golpe siente debilidad en la cara, pierde la fuerza de un brazo y arrastra una pierna porque no puede levantarla, o un señor que súbitamente comienza a hablar mal y cuyas palabras resultan incomprensibles son ejemplos cotidianos de lo que los médicos llamamos accidentes cerebrovasculares (ACV). En ambos casos, el déficit se mantiene durante un período prolongado de tiempo. Para refererirse a ellos, popularmente se utilizan otros términos como hemiplejia, derrame cerebral, infarto cerebral, apoplejía e, incluso, ataque de presión (término que, como explicamos en el capítulo “Registro alto de la presión arterial”, es erróneo y ocasiona confusiones inadecuadas).

Los accidentes cerebrovasculares (ACV) se producen cuando una parte del cerebro no recibe suficiente irrigación sanguínea y se produce una lesión en esa parte del cerebro que determina la muerte de esas células (neuronas). Esto puede ocurrir por dos razones: 1) porque una arteria cerebral se tapona e impide la llegada de la sangre (los médicos llamamos isquémico a este tipo de ACV y corresponde a lo que popularmente se conoce como infarto cerebral) o 2) porque una arteria se rompe y se produce una hemorragia cerebral (este tipo de ACV se llama hemorrágico o, en forma popular, derrame cerebral). Ya sea isquémico o hemorrágico, en el ACV se altera la circulación sanguínea y las células cerebrales sufren y mueren porque no les llegan el oxígeno y los nutrientes que necesitan.

Los ACV tienen un rasgo característico: ocurren de forma súbita y ocasionan un déficit (si la persona no se muere) que puede durar mucho tiempo. La persona está bien y de repente comienza a mostrar algún síntoma neurológico: tiene dificultades para hablar o para comprender lo que se le dice, nota debilidad en la cara, un brazo o una pierna, pierde la sensibilidad de alguna parte de su cuerpo, se siente muy mareada y no puede caminar correctamente, pierde la visión de uno de los ojos, etcétera.

Cualquier adulto puede sufrir un ACV; sin embargo, hay quienes están más expuestos: el factor de riesgo más importante es la edad. Esto significa que así como es muy raro que una persona menor de 60 años lo tenga (los jóvenes y los niños casi nunca tienen un ACV), es un evento que puede presentarse en los ancianos. Además de la edad, fumar tabaco durante muchos años y tener la tensión alta (hipertensión arterial) de forma continua durante mucho tiempo representan factores de riesgo importantes. La diabetes y el colesterol alto también son factores de riesgo. La mejor forma de prevenir los ACV es hacer actividad física regularmente (por lo menos dos veces por semana). También es muy importante no fumar tabaco y mantener controlados la presión arterial, el colesterol y la glucemia. Es común que la gente (y muchos médicos y farmacéuticos) asocie los accidentes cerebrovasculares con tener la tensión alta en un determinado momento de ahí proceden los términos “pico de tensión” o “ataque de presión”, lo que determina que muchas personas se asusten sin sentido, pensando, erróneamente, que tienen que bajar la tensión de forma urgente porque de lo contrario pueden desarrollar un ACV. En este punto, queremos aclarar que los ACV no se producen porque la tensión esté alta una vez o suba de golpe un día (recomendamos leer el capítulo “Registro alto de la presión arterial”), sino que pueden ser el resultado de años y años de tener la presión arterial alta, no haberla detectado y no haberla tratado.

Cuando una persona tiene un ACV o un síntoma que haga sospecharlo, es imprescindible llevarla a urgencias inmediatamente. Allí será evaluada. Si el médico coincide en la sospecha del ACV, solicitará estudios (habitualmente una tomografía de cerebro) e indicará su hospitalización para iniciar un tratamiento y controlar cómo evoluciona el cuadro. La recuperación de un ACV es mejor cuanto antes se inicia el tratamiento; por eso, es preciso consultar lo más rápido posible. La evolución de los ACV es variable: hay personas que fallecen, otras se recuperan del todo al cabo de un tiempo y otras quedan con secuelas neurológicas (no pueden hablar bien o tienen dificultades para caminar o para mover un brazo, etcétera). A veces, con un tratamiento farmacológico y terapias ocupacionales y kinésicas, la persona que ha sufrido un ACV y tiene secuelas puede recuperarse totalmente o casi totalmente. Las familias en las que un integrante acaba de sufrir un ACV deben prepararse para una hospitalización y/o rehabilitación prolongadas.

Existen algunos casos en los que un individuo tiene un cuadro similar al ACV, pero que dura solamente algunos minutos o unas horas y después la persona se recupera totalmente. En estos casos, se habla de accidente isquémico transitorio (AIT). El AIT puede ser el paso previo a un ACV; por eso, si una persona tiene un cuadro parecido a un ACV que se cura solo, igualmente es imprescindible consultar de forma rápida en urgencias, ya que si se inicia un tratamiento adecuado puede evitarse que se instale un ACV.

ACCIDENTE SEXUAL

Utilizamos el término “accidente sexual” para toda aquella situación en la que la relación sexual determina un riesgo, ya sea de embarazo no deseado o de una infección de transmisión sexual. No vamos a hablar aquí de la agresión sexual ya que, en este caso, además de los riesgos citados, está la compleja situación psicológica y legal en la que se encuentra la víctima, situación que excede los objetivos de este libro.

Los accidentes sexuales no violentos más habituales por los que una persona puede pensar en consultar con un médico ocurren cuando mantuvo relaciones sexuales sin utilizar un método anticonceptivo o cuando usó preservativo o diafragma, pero éste se rompió, se pinchó o se desplazó.

En ambos casos, para evitar un embarazo no deseado, la pareja puede recurrir a la anticoncepción de emergencia