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Había llegado la hora de su venganza… Natalya Montgomery creía que ya había superado su separación de Alexei Delandros, pero volver a trabajar con él despertó en ella el ardor de los antiguos sentimientos y promesas que habían compartido. Sin embargo, ya no ocupaba un lugar en el corazón de Alexei y solo recibía su desprecio… El amor por Natalya estuvo a punto de destruir a Alexei y la pasión que compartieron lo cegó ante la verdad. Sin embargo, el formidable hombre de origen griego no se dejaría engañar otra vez. Natalya tuvo que pagar por su traición de la manera más pasional que Alexei conocía, y su venganza resultó muy dulce…
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Seitenzahl: 175
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2017 Helen Bianchin
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
El placer de la venganza, n.º 2618 - abril 2018
Título original: Alexei’s Passionate Revenge
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9188-124-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
DAME unos minutos y después hazla pasar.
Alexei terminó la llamada, se guardó el teléfono en el bolsillo interior de la chaqueta y permaneció en silencio mientras observaba la escena que ocurría tras la ventana tintada.
Vista desde la planta alta de un edificio parecía la imagen de una postal, con el agua azul del puerto contrastando contra un muro cubierto de vegetación que rodeaba edificios de lujo.
Sídney. La emblemática Opera House, y el gran puente del puerto.
Una enorme ciudad cosmopolita que él había abandonado durante una época oscura de su vida.
Una ciudad a la que había prometido volver en otras circunstancias.
Y lo había hecho.
Con un plan.
Un plan que consideraba todos los escenarios posibles.
Cinco años antes, en ese mismo despacho, el dueño de Montgomery Electronics, Roman Montgomery, lo había acusado de tener una aventura amorosa con su hija, Natalya.
Una joven que había disfrutado de la vida de lujo desde el nacimiento. Inteligente, licenciada en Empresariales con Matrícula de Honor, espabilada y contratada por su padre como asistente personal.
Una vida en la que un don nadie de treinta años, norteamericano de origen griego, nunca podría ser un rival. Y para más ofensa, Roman Montgomery, se había reído de las honorables intenciones de Alexei, le había entregado un cheque y lo había despedido sin previo aviso, añadiendo que Natalya simplemente se había estado entreteniendo con aquella aventura temporal. A partir de ahí, Natalya ignoró todas las llamadas, mensajes de correo y de teléfono que Alexei le envió, y en pocas horas, él descubrió que ella había cambiado todos sus números y direcciones de contacto y que no figuraban en los listados.
Los guardas de seguridad que permanecían a todas horas en el portal del apartamento de Natalya, garantizaban que Alexei no pudiera entrar. En una ocasión, tras un intento, le dictaron una orden de alejamiento.
Una orden que Alexei no acató… Una locura.
Cuando aparecieron dos agentes de la policía en su apartamento con una orden de detención, él se acogió a su derecho de defensa legal, lo que le aseguró que su detención fuera breve.
La necesidad de desfogarse después de lo que él consideraba que había sido una injusticia, se vio ligeramente satisfecha después de una buena sesión con el saco de boxeo en un gimnasio local. Él todavía recordaba el grito de advertencia de un compañero…
–Eh, tío, ¿pretendes matar a ese saco?
Alexei golpeó el saco por última vez, se quitó los guantes y se dirigió a los vestuarios sin decir palabra.
–Mejor golpear un saco que la mandíbula de Roman Montgomery –murmuró él bajo el chorro de agua caliente de la ducha y antes de darse una ducha de agua fría para calmarse física, mental y emocionalmente.
En cuestión de días, Alexei tomó un vuelo a Nueva York y contactó de nuevo con su madre viuda, y sus dos hermanos en Washington. También trabajó duramente para hacer todo lo que la ley le permitiera, y algunas cosas que estaban al margen, para establecer los cimientos de un imperio que pudiera competir con otros en el mundo de la electrónica.
Y lo había conseguido, superando sus propias expectativas, y ayudado por un nuevo invento que había sido muy bien acogido mundialmente y que lo había convertido en billonario.
El éxito y el dinero que había ganado durante los últimos cinco años había proporcionado muchas cosas a Alexei. Tenía propiedades en muchos países, incluyendo un apartamento en París, un viñedo en las montañas del norte de Italia, un apartamento en Washington, y una villa en Santorini que había heredado de su abuelo paterno.
¿Mujeres? Se había acostado con varias… Y a algunas todavía les tenía cariño. No obstante, ninguna le había robado el corazón.
La hija de Roman Montgomery, entraba en otra categoría.
Durante cinco años, todo lo que había planificado y negociado tenía un único objetivo en mente. Apropiarse de Montgomery Electronics a través de la filial australiana de su empresa ADE Conglomerate.
No había escatimado nada para montar la moderna planta de equipos electrónicos situada en uno de los polígonos industriales de Sídney, ni tampoco en la reforma de las oficinas que tenía en la ciudad y que antes estaban arrendadas a Montgomery Electronics.
La prensa había especulado acerca de la identidad del propietario, y atribuía la quiebra de Montgomery Electronics al delicado estado de salud de Roman Montgomery, a la mala gestión y a la recesión en general.
Se habían revisado los currículums de los empleados y, Marc Adamson, el consejero legal de Alexei estaba preparando todo lo necesario para realizar los contratos.
Entre las empleadas, se encontraba Natalya, la hija de Roman Montgomery.
¿Era una venganza contra el padre de Natalya? Sin duda.
¿Natalya?
La decisión era algo personal.
Muy personal.
DESPUÉS de salir del despacho del Marc Adamson, Natalya decidió que la reunión con el Director Ejecutivo era una mera formalidad y recorrió el pasillo con sus rincones estratégicamente situados y decorados con arreglos florales. También había asientos de piel y obras de arte en las paredes.
Una gran mejora si se comparaba con el estilo que su padre había favorecido.
Natalya sonrió. «Nuevo dueño, nuevo ambiente».
Se sentía orgullosa de que le hubieran ofrecido el puesto de asistente personal del nuevo propietario de la empresa. Y, además, el salario era muy generoso.
Le parecía interesante descubrir con cuántos empleados de los que habían trabajado para su padre se habían quedado.
Todavía no habían informado de la identidad del nuevo propietario, pero se rumoreaba que era un millonario que vivía en Norteamérica.
De ser así, ella lo imaginaba mayor de cincuenta años, o quizá más. Suponía que el dinero lo habría heredado de su familia, que sería alto como la media, que posiblemente tuviera barriga y llevara peluquín.
¿Sería alguien dispuesto a cambiarlo todo? ¿O quizá alguien dispuesto a delegar y a pasar tiempo codeándose con la élite de la sociedad?
Fuera lo que fuera, las primeras impresiones eran claves, y ella trató de no ponerse nerviosa mientras se acercaba al despacho del Director Ejecutivo.
–Hasta el lunes no vamos a estar operativos. Llama a la puerta y entra sin más –eran las órdenes que Marc Adamson le había dado.
De acuerdo, no había problema.
Ella tenía un contrato que mostraba que el puesto era suyo. Solo tenía que sonreír, comportarse como una profesional y relajarse.
¿Qué podía salir mal?
Natalya vio que la puerta del despacho estaba abierta, pero llamó de todos modos. Se fijó en que había muebles de alta calidad, y estanterías a lo largo de una pared.
También había una mesa grande con un ordenador portátil y varios equipos electrónicos. Delante, cuatro sillas de piel colocadas en semicírculo.
Era evidente que aquello reflejaba dinero, buen gusto y poder.
Fue entonces cuando ella se fijó en la silueta masculina que estaba contra una pared de cristal. Era un hombre de anchas espaldas, mentón prominente y cabello oscuro.
Un ejecutivo de unos treinta y tantos años, vestido con pantalones vaqueros de color negro, camisa blanca con el cuello desabrochado y una chaqueta de piel negra, no era la imagen que ella se había hecho del nuevo director ejecutivo.
Alexei tenía ventaja y la empleó sin pensárselo dos veces. Se volvió para mirar a la mujer joven con la que una vez compartió parte de su vida.
Dirigió la mirada de sus ojos negros hacia ella y esperó a que lo reconociera.
Cuando ella lo reconoció, segundos más tarde, Alexei disfrutó al ver que ella abría bien los ojos, separaba los labios y tragaba saliva, tratando de disimular su expresión.
«¿Alexei está aquí?», pensó ella.
Se sentía incapaz de hablar con coherencia y se sentía como si le hubieran dado un puñetazo en el pecho.
«Respira», se dijo en silencio mientras las emociones la invadían por dentro al pensar en la de veces que había tratado de olvidar las imágenes del pasado que habían compartido.
Demasiadas.
Lo peor eran las noches sin dormir.
Porque era cuando los recuerdos regresaban para cautivarla… La manera en que su sonrisa afectaba a todo su cuerpo, las caricias que le había hecho en la mejilla, provocando que le temblaran los labios. El sabor de su boca y su manera de acariciarla hasta volverla loca de deseo. El calor del brillo de su mirada antes de una relación íntima.
Cinco años más tarde su actitud no mostraba nada de ternura, solo una inflexibilidad que la hacía estremecer.
«¿Qué esperabas? ¿Una reunión romántica?»
«¿En serio?»
«Después de cinco años… ¿Estás loca?»
¿Y cómo era posible que Alexei Delandros hubiera acumulado tanto dinero en cinco años? ¿Tanto como para comprar la empresa que había pertenecido a su padre?
Llevaba una barba de varios días bien recortada que le daba un toque provocador, y su apariencia de hombre duro no encajaba con el hombre que una vez había conocido… Y amado.
Natalya lo miró a los ojos y trató de no desviar la mirada. ¿Un acto de desafío o de orgullo y autocuidado?
Ambas. Decidió.
Alexei miró a Natalya y se fijó en las curvas de su cuerpo, en su cintura y sus caderas estrechas cubiertas por un traje de negocios negro. También en sus piernas esbeltas y en sus zapatos de tacón alto.
Iba ligeramente maquillada, de forma que se resaltaban las facciones de su rostro, sus ojos negros y su boca sensual.
Llevaba el cabello recogido en un moño y él deseó soltárselo para que cayera alrededor de su rostro.
Tenía el aspecto de una mujer profesional.
¿Y dónde estaba la mujer divertida y dinámica que estaba dispuesta a comerse el mundo? La curva de su boca al reír… el brillo de humor de su mirada. El roce de sus labios, algo mágico y sensual.
Alexei arqueó una ceja.
–¿No tienes nada que decir, Natalya?
–Si esto se trata de un juego… –dijo ella, con calma–. Me niego a participar.
Él no esperaba menos, teniendo en cuenta que se había esforzado para ocultarle a los medios la identidad del dueño de la empresa.
Ladeó la cabeza y comentó:
–Prefiero las estrategias deliberadas.
Natalya sintió que la rabia la invadía por dentro, le robaba la capacidad de hablar y provocaba que sintiera ganas de darle una bofetada.
–¿Qué se podía esperar de un hombre como tú?
–No sabes nada acerca del hombre en el que me he convertido.
Era muy diferente al Alexei que ella había conocido. Las imágenes invadieron su cabeza, y eran tan reales que Natalya podía recordar su cuerpo bajo el de él, volviéndose loca de deseo.
Por él, solo por él.
«¡Basta!»
–Siéntate –dijo él.
–Prefiero quedarme de pie
Él ladeó la cabeza y esperó.
–En el contrato que me presentó tu asistente no se mencionaba tu nombre.
–¿Asistente, Natalya? Marc Adamson es el asesor legal de ADE –se apoyó en el escritorio y continuó–. Alexei Delandros Electronics.
–En el contrato que firmé no figuraba claramente –sacó el documento de la cartera y lo rompió antes de tirarlo sobre el escritorio de Alexei.
Deseaba hacerle daño. Igual que él le había hecho daño a ella al desaparecer de su vida. Días en los que apenas podía funcionar, noches donde no podía dormir hasta el amanecer.
Semanas preguntándose por qué podía haberse marchado sin avisar.
Un acto inexplicable que se agravó cuando una mañana ella se despertó con náuseas y tuvo que correr al baño. El segundo día que sintió náuseas descartó que le hubiera sentado mal la comida. Al final, la prueba de embarazo le confirmó la realidad. Habían utilizado protección en todo momento, entonces, ¿cómo había podido ser? Ella recordó que una noche el deseo había anulado al sentido común. No podía ser cierto.
Aunque tres pruebas de embarazo después, ya no tenía ninguna duda.
Las imágenes del tiempo que habían compartido, la alegría del amor y los planes de futuro… Después, nada. Era como si Alexei hubiera desaparecido sin más.
La energía que ella había invertido en buscarlo sin éxito. Su carpeta como empleado en Montgomery Electronics había sido borrada, pero ella no sabía por qué.
Parecía como si él hubiese querido desaparecer, pero ¿por qué motivo?
Ella había pasado noches enteras sin dormir, en busca de una respuesta… Cualquier respuesta. Y únicamente para encontrarse con algunos escenarios que no encajaban con el hombre que ella pensaba que conocía tan bien.
¿Estaba desesperada por encontrar al padre de la criatura que llevaba en el vientre cuando él había hecho lo posible por desaparecer? ¿Y si ella conseguía retomar el contacto? ¿Querría luchar con él por la custodia compartida?
Después de buscar confirmación médica acerca del embarazo, decidió llevarlo a término. La única persona en la que podía confiar era su madre, aunque debía encontrar las palabras adecuadas y el momento adecuado.
Todo eso para que a las seis semanas de embarazo sufriera un aborto no deseado.
El feto no estaba desarrollándose de forma adecuada.
Según la opinión del médico, en caso de que tuviera un segundo embarazo tendría que hacerse pruebas de sangre durante el primer trimestre y estar muy controlada. Al ver que Natalya no encajaba muy bien la noticia, Ivana decidió comprar unos billetes para pasar diez días de vacaciones en Queensland’s Hamilton Island.
Compartieron un apartamento con vistas al mar, disfrutaron de los restaurantes y tuvieron tiempo para relajarse con todo lo que el lugar tenía que ofrecer. Incluyendo masajes, y tratamientos terapéuticos en el spa.
El sol, la brisa cálida, las playas idílicas. Unas vacaciones curativas que fortalecieron la relación madre-hija.
–Te quiero, cariño –Ivana abrazó a su hija mientras el taxista sacaba la maleta del maletero–. ¿Estás segura de que no quieres que entre contigo?
–Estoy bien. De verdad –le había asegurado Natalya, consciente de que cuando retomara su trabajo, su vida volvería poco a poco a la normalidad.
Y así había sido.
Los recuerdos la invadieron provocando que sintiera rabia. Se puso en pie y señaló los papeles rotos que estaban en el suelo del despacho de Alexei.
–Ni un sueldo de un millón de dólares me convencería para trabajar para ti.
Su expresión era indescifrable. Al cabo de unos instantes, Alexei arqueó una ceja y preguntó:
–¿Has terminado?
Alexei reconocía que tenía mucho valor.
–Sí.
Natalya se volvió para marcharse y él esperó hasta que llegó a la puerta para decir.
–Te sugiero que cambies de opinión.
Se fijó en que se ponía tensa, respiraba hondo y se volvía para mirarlo.
Natalya se percató de que estaba muy sexy. Sus ojos oscuros reflejaban frialdad, y no ternura, como ella los recordaba. Las líneas de vida de sus mejillas parecían un poco más profundas y los labios que la habían besado de forma apasionada, estaban apretados y con expresión seria.
Su espalda… ¿Siempre había sido tan ancha? Su cabello era tan sedoso que ella deseaba alborotárselo. Recordaba la promesa de sus ojos, y la manera en que él había capturado su boca, su corazón… Su alma.
En el pasado.
No obstante, le costaba admitir que todavía le resultaba doloroso.
Lo había superado. Por supuesto.
Alexei Delandros pertenecía a una etapa pasada de su vida. Una etapa a la que no pensaba regresar. El único motivo por el que seguía frente a él era el orgullo. Todo su cuerpo le indicaba que se marchara, entonces, ¿por qué no lo hacía?
Porque era la salida fácil. Y eso no le gustaba.
Natalya alzó la barbilla y lo fulminó con la mirada.
–Por lo que a mí respecta, puedes tirar el contrato.
–A lo mejor prefieres dejar abiertas las opciones.
Natalya no dejó de mirarlo a los ojos.
–Por favor, no dudes en explicarme por qué debería hacerlo.
Los valores familiares siempre habían sido su punto fuerte. Y él lo había admirado, hasta que investigó en el negocio del padre de Natalya y en su vida privada y descubrió varias discrepancias que confrontaban la imagen que Roman Montgomery trataba de ofrecer.
¿Natalya era consciente de las actuaciones de su padre? Probablemente no, teniendo en cuenta que Roman siempre buscaba cobertura.
No tenía sentido disfrazar los hechos, y tampoco tenía ganas de suavizar sus palabras.
–Mi departamento de contabilidad ha descubierto un plan elaborado que engloba varias cuentas ficticias en paraísos fiscales que creó tu padre para transferir de manera ilegal los fondos de la empresa Montgomery.
Alexei se fijó en que lo miraba con incredulidad.
–No es posible que mi padre cometiera fraudes.
–¿Estás segura?
–Daría mi vida por ello –comentó Natalya, ignorando la carpeta que Alexei extendía hacia ella.
–Te sugiero que examines los documentos.
–¿Y si decido no hacerlo?
Alexei la observó mientras pasaba un dedo por encima de la carpeta. Se fijó en sus mejillas sonrosadas y en el brillo de su mirada defensiva y casi sintió lástima por ella.
Casi.
–El informe detalla las fechas, los números de cuenta y todo lo que hizo para evitar que lo pillaran.
Natalya lo miró y dejó el informe sobre la mesa.
–No hablas en serio.
Se hizo un tenso silencio mientras ella se negaba a desviar la mirada. En el caso de que realmente el informe fuera muy preciso, la pregunta era qué pretendía hacer Alexei con él.
Con suerte, los detalles revelarían que los fraudes se habían cometido sin el conocimiento de su padre.
Y si no… No estaba preparada para darle credibilidad a esa idea.
–Lee el informe.
Ella agarró el informe y lo abrió. Lo primero que vio fue el nombre de la empresa que había recopilado la información y reconoció que era una de las más conocidas y con mejor reputación del mundo.
Sintió un nudo en el estómago y respiró hondo antes de ponerse a mirar las cifras y las fechas, y a medida que pasaba las páginas, su nerviosismo aumentaba. Estaban detalladas todas las entradas de una elaborada red de cuentas bancarias.
Un camino iniciado bajo las instrucciones de Roman Montgomery.
Y que ascendía a millones de dólares.
Natalya necesitaba sentarse. Era como si se le hubiera detenido el corazón al tratar de asimilar la realidad.
Si el informe llegara a manos de las autoridades, su padre sería acusado de evasión de impuestos y, probablemente, condenado a pena de cárcel.
Era increíble.
Ella levantó la cabeza y miró a Alexei con incredulidad.
–Hay más.
Natalya lo miró con fuego en los ojos.
–¿Cómo es posible que haya más?
Alexei se giró, recogió otra carpeta y se la dio.
Ella se puso tensa y miró los detalles. Las fotos indicaban que Roman Montgomery había llevado una doble vida desde hacía años.
Tenía un apartamento en París donde vivía una amante. Otro apartamento en Londres, donde vivía una segunda amante. A ambas mujeres las mantenía Roman, y las visitas que les había hecho coincidían con los viajes de negocios que había hecho a ambas ciudades.
Las escrituras de ambas propiedades se ocultaban bajo una lista de empresas subsidiarias, que al final terminaban señalando a un hombre… su padre.
La incredulidad, el asco y la rabia, la invadieron por dentro.
La pregunta era por qué Alexei Delandros había contratado detectives para ahondar en la vida personal y de negocios de Roman Montgomery.
¿Para qué invertir tanto tiempo, esfuerzo y dinero?
¿Para hacer qué?
¿Chantaje?
¿A su padre? ¿A ella?
Natalya tuvo que esforzarse para mantener la calma a pesar de que deseaba lanzar las carpetas sobre el escritorio, salir al ascensor, dirigirse al aparcamiento y salir de allí con un chirriar de ruedas.
No era la mejor idea, pero resultaría satisfactoria. Suponiendo que fuera capaz de mantener el control y de no estrellarse.
–¿Qué pretendes hacer con esta información?
Alexei la miró pensativo.
–Eso depende de ti.
La única reacción aparente fue que Natalya entornó los ojos y que en la base de su cuello comenzó a notársele el pulso.
Alexei recordó las numerosas ocasiones en las que él le había besado la base del cuello antes de besarla en la boca de forma apasionada. Natalya solía responder con un gemido que provocaba que él comenzara a mordisquearla con delicadeza.
De pronto, notó que su cuerpo reaccionaba. Blasfemó en silencio y se cambió de postura, aprovechando para sacar un documento y un bolígrafo del escritorio y acercárselo a ella.
Natalya lo miró con furia al reconocer una copia del contrato que ella acababa de destruir.