El plan del millonario - Katherine Garbera - E-Book

El plan del millonario E-Book

Katherine Garbera

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Beschreibung

Miniserie Deseo 212 Su plan de venganza no podía fallar. Pero aquel multimillonario también tenía un plan. ¿Por qué el director ejecutivo Nolan Cooper se lo pensó dos veces antes de contratar a Delaney Alexander? Su empresa necesitaba la gran experiencia de Delaney en relaciones públicas y, además, su precoz hija de seis años estaba encantada con ella. Tal vez fuera porque la deseaba. Mantener una relación exclusivamente profesional le resultaba más difícil de lo que había supuesto, a medida que Delaney le enseñaba a confiar de nuevo. Pero cuando los secretos de ella salieron a la luz, Nolan se preguntó si la relación entre ambos no formaría parte de su plan.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2022 Katherine Garbera

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El plan del millonario, n.º 212 - mayo 2023

Título original: The Billionaire Plan

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411417778

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Delaney Alexander no prestó atención a los murmullos y miradas al entrar en la iglesia. Miró a su alrededor en busca de un rostro amistoso. Mucha de la gente que conocía, incluso de su propia familia, no se habría dignado a mirarla. Sabía que, en aquellos momentos, era una apestada. Había leído lo último publicado sobre ella en Wend-Z City.

Puf.

Era lo único que podía decir al respecto.

Había estado apunto de hacer caso a su padre y no acudir a la boda, pero quedarse escondida en casa iba en contra de sus principios. Estaba cansada de intentar pasar desapercibida. Llevaba toda la vida de un sitio a otro, haciendo cosas. Que algunos consideraran su forma de vida una locura le daba igual. Siempre se había guiado por sus propias normas.

Y había sido así hasta que apareció Malcolm Quell. Le dijo que la quería, una mentira. Aquel asqueroso ejecutivo le aseguró que su unión los haría más fuertes, otra mentira. Y le dijo que buscaba inversores para su empresa, lo cual era verdad.

¿Lo peor de todo? Que había declarado al mundo que ella no daba la talla. ¿Tal vez era cierto?

Delaney se enfadó mucho porque había roto con ella públicamente al dejar sus cosas en la puerta de su casa. Se enfadó porque había empezado a salir inmediatamente con otra mujer, cinco años más joven y más guapa. Y estaba muy enfadada porque a Stanley, su adorado perro, le siguiera cayendo bien aquel desgraciado.

Pero las cosas cambiaron cuando se enteró de que tenía negocios turbios, debido a un comentario dicho sin pensar y a que había abierto y saqueado la caja fuerte de su casa. La arrestaron por allanamiento de morada, desde luego, y todos creyeron que era una resentida, incapaz de superar que su exnovio la hubiera dejado.

Sin embargo, no le importaba, ya que ahora conocía los tejemanejes de Malcolm. Y estaba muy cerca de impedir sus ilegales negocios y acabar con aquel asunto como del modo en que deseaba. Había oído decir que la venganza perfecta era una vida bien vivida, lo cual era un estupidez. La venganza perfecta era vengarse de la persona que te había hecho daño y restregárselo por el rostro.

Y eso era precisamente lo que pretendía hacer con Malcolm. Pero antes debía superar aquel día, sonreír y demostrar al mundo que había seguido adelante.

Notó una manita en la suya y miró hacia abajo. Unos ojos castaños de espesas y negras pestañas la miraban. Delaney se agachó para ponerse a la altura de la niña.

–Hola, ¿estás bien? –le preguntó en voz baja.

La niña frunció el ceño.

–¿Eres Pamela? Mi padre me ha dicho que entrará enseguida y que me quede contigo.

–Lo siento, pero no soy Pamela. Me llamo Delaney, ¿y tú? –le sonrió con dulzura. De niña, Delaney había acudido a numerosos acontecimientos sociales con su padre y se había perdido más de una vez.

–Daisey. Papá me ha dicho que busque a la rubia más guapa y te he visto a ti.

A Delaney, la niña comenzaba a caerle muy bien.

–No te preocupes. Voy ayudarte a buscar a Pamela. Hay muchas chicas guapas aquí, incluyéndote a ti.

La niña dio una vuelta sobre sí misma para mostrarle el vuelo del vestido.

–Mi vestido gira como un remolino. Son mis preferidos.

–También los míos. ¿Así que Pamela es rubia?

Daisy asintió.

Llegó más gente al vestíbulo de la iglesia. Ahora que no estaba sola, Delaney decidió entrar, sin importarle la censura de los presentes.

–¿Conoces a los novios? –preguntó a la niña, mientras avanzaban buscando a Pamela.

–Al novio. Trabaja con mi padre.

Delaney no conocía al novio. La novia era su prima, pero no estaban muy unidas. En realidad había ido a conocer a uno de los invitados, Nolan Cooper, un empresario que competía con Quell Aerospace para conseguir un contrato gubernamental. Y que constituía la clave para acabar con la historia de Malcolm.

Delaney esperaba tropezarse con él y transmitirle la información que había obtenido de los documentos de la caja fuerte de Malcolm, para echar una mano a Cooper Aeronautical, porque, por lo que había visto, era imposible que Nolan Cooper ganara a Malcolm de forma legítima.

Al llegar a la nave de la iglesia, el padrino les preguntó si eran invitados del novio o de la novia. La iglesia estaba adornada con más flores rosas de las que Delaney había visto en su vida. Su prima se había excedido.

–Una por cada uno. Estoy ayudando a la niña a buscar a su familia. Ella viene de parte del novio –dijo Delaney.

–Si quiere ir a echar un vistazo, la familia del novio está sentada a la derecha.

–Gracias –contestó Delaney abarcando la abarrotada iglesia con la mirada.

–¿Las acompaño? –se ofreció el padrino.

Delaney miró a Daisey, que negó con la cabeza. Parecía que el hombre y la iglesia llena de gente la asustaban, por lo que apretó con fuerza la mano de Delaney.

–Ya la buscaremos nosotras –dijo Delaney echando a andar por la nave.

Daisey la detuvo, tirándole de la mano. Delaney la miró.

–¿Conoces a la novia? –preguntó la niña.

Delaney asintió mientras echaba una ojeada a las filas de bancos buscando a una mujer rubia. Había varias, pero no estaba segura de quién sería Pamela. Se percató de que su padre la había visto y que fruncía el ceño. Se volvió a agachar para ponerse a la altura de la niña.

–Hay tres mujeres rubias, pero no sé cuál es Pamela. Vamos hasta el final de la nave y allí esperaremos a tu padre.

La niña asintió y le susurró:

–Todos nos están mirando.

Delaney miró a su alrededor y se dio cuenta de que su padre no era el único que la había visto.

–Se debe a que eres muy guapa y quieren saber quién eres.

Daisey soltó una risita.

–Es lo que me dice papá.

–Debe de ser muy inteligente. Lo mejor será que finjamos que no nos damos cuenta y que vayamos a esperar a tu padre –dijo Delaney mientras se incorporaba y daba media vuelta con la mano de la niña agarrada a la suya.

Al hacerlo se tropezó con un hombre alto que llevaba una colonia que olía de maravilla. Tenía un hermoso rostro, el ceño fruncido y las mismas pestañas que Daisey.

–¿Es usted el padre de Daisey?

–Por supuesto, y usted, ¿quién es?

–Una rubia guapa, según su hija –contestó Delaney con ironía.

–¡Papá! –exclamó la niña abrazándose a sus piernas–. Delaney ha estado buscando a Pamela, pero aquí hay muchas rubias.

–Es culpa mía, Pip –dijo él tomándola en sus grandes y fuertes brazos–. Gracias, Delaney.

–De nada.

No podía dejar de mirarlo. Sus ojos eran intensos, de un marrón oscuro que la seducía. No sabía qué decirle. Quería seguir mirándole el rostro, que era fascinante.

–Te debo una –dijo él con una profunda voz que a ella le produjo escalofríos.

–No ha sido nada. Me ha gustado tener a Daisey conmigo –inclinó la cabeza para sonreír a la pequeña.

–¡Nolan! ¡Estamos aquí! –gritó una mujer.

¿Nolan? ¿Nolan Cooper? Tenía que ser él. ¿Cuántos hombres con ese nombre habría en la boda?

Se percató de que seguía mirándolo y él enarcó una ceja como para indicarle que se había dado cuenta.

Delaney vio que la mujer era Pamela Donahue, propietaria de la galería Donahue y artista gráfica. Delaney tenía un litografía de ella colgada en el salón.

–Parece que ya has encontrado a quien buscabas, Daisey. Adiós. Encantada de conocerte, Nolan.

–Nolan Cooper –dijo él tendiéndole la mano.

Ella se la estrechó y notó que un cosquilleo le subía por el brazo.

–Delaney Alexander.

–Lo sé –contestó él guiñándole el ojo–. Gracias otra vez.

Él se dirigió a su asiento y ella siguió mirándolo.

«Contrólate, Delaney».

Dio media vuelta y se fue hacia el fondo de la iglesia. No iba a sentarse con su padre, así que lo hizo en el primer banco libre que encontró. A pesar de todo, estaba muy contenta de haber acudido a la boda, y no solo por hacer enfadar a su padre. Necesitaba que el encuentro con Nolan pareciera fortuito, y lo había conseguido. Por primera vez desde que la habían detenido por allanamiento de morada, pensó que iba por el buen camino.

Nolan no era lo que se esperaba. Era enorme, alto y musculoso. Delaney se había dado cuenta a pesar de que llevara un traje hecho a medida. Tenía la mandíbula cuadrada, el cabello y las cejas negros y había algo inquietante en él. Irradiaba un intenso magnetismo animal, pero era algo más que eso.

La había mirado como si de verdad la viera. Poca gente lo hacía. Y eso podía ser un problema. Porque si, justo al conocerse, se había dado cuenta de cómo era, no iba a poder manipularlo para que hiciera lo que deseaba. No iba a cambiar de planes, pero lo cierto era que debería obtener más información sobre él.

Claro que Delaney no conocía a ningún hombre al que no pudiera convencer de hacer lo que ella quería; ni siquiera su autoritario padre ni los hombres con los que había salido se habían librado. Y, desde luego, no iba a consentir que Nolan Cooper fuera el primero que la desviara de su camino.

 

 

Pamela Donahue no se quedó al banquete de boda y, a decir verdad, Nolan se alegró. Se habían conocido a través de un amigo mutuo. Era innegable que era guapa, inteligente y divertida. Sin embargo, que no hubiera esperado a Daisey en la entrada, como le había dicho, la hacía menos atractiva.

Daisey tenía seis años y era el centro de su vida. Dedicaba mucho tiempo al trabajo, pero lo más importante era ser el padre de su hija. Merri, su esposa, había muerto en el parto, por lo que siempre habían estado solos los dos.

No solía dejar que las mujeres formaran parte de su vida, pero, como se trataba de una boda, se había saltado sus propias normas. No volvería a hacerlo. No daba segundas oportunidades.

El banquete se celebró en un gran salón decorado en blanco y rosa. Daisey le dijo dos veces que, cuando se casara, quería llevar una corona de flores como la de la novia. Él estuvo de acuerdo.

Daisey se puso a dar vueltas en torno a todas las mesas, en vez de elegir una y sentarse. Los novios habían decidido que quien no fuera de la familia se sentara donde quisiera. Nolan tardó unos segundos en darse cuenta de que buscaba a alguien, y pensó que era a Delaney Alexander, sobre todo porque la niña no había dejado de hablar de ella desde que se habían montado en el coche para ir al banquete.

–Pip, hay que elegir una mesa.

–Ya lo sé, papá. Esperaba que…

–¿Qué? –preguntó Delaney.

Padre e hija se volvieron y Delaney se les acercó. Daisey lanzó un grito y se le abrazó a las piernas. Delaney la abrazó. Llevaba un vestido azul con falda de tul y cuerpo ajustado, el rubio cabello suelto y una diadema incrustada de pequeños diamantes con un colgante a juego.

–¿Os importa que me siente con vosotros?

–¡No! –exclamó la niña.

–Claro que no –Nolan estuvo de acuerdo con su hija–. ¿Te parece bien esta mesa?

Le indicó una que había detrás de ellos. Delaney asintió.

–Me parece perfecta.

Daisey se acercó a una silla y Nolan la separó de la mesa y la ayudó a sentarse. Se volvió hacia Delaney. Había oído hablar de ella. ¿Quién no?

La pobre chica rica, la heredera de una rica familia y la escandalosa dama de la alta sociedad. Por eso, básicamente, no sabía nada de la verdadera mujer, ya que solo había oído rumores y habladurías.

Pero sabía que se había portado amablemente con su hija dos veces. Muchas otras no lo habrían hecho. No sabía si lo había hecho de corazón, por lo que la vigilaría. Una cosa era segura: dada la fortuna de que disponía, excluía que deseara algo de él.

–¿Dónde está Pamela?

–Tenía un compromiso –contestó él.

–Qué pena. Quería hablar con ella. Me encantan sus litografías. Pero me alegro de haberos conocido. Hoy no me apetecía hablar de cosas intrascendentes.

Nolan no entendió lo que quería decir.

–¿Es que no vas a hablar conmigo?

–¿Qué? Ah, sí, perdona. Me refería a desconocidos. Tú y yo ya somos viejos amigos –dijo guiñándole el ojo.

Era guapa, aunque eso ya lo sabía por la fotos que había visto, pero su personalidad… Le sorprendía que una mujer supuestamente obsesionada por su exnovio fuera tan jovial y divertida.

–¿Ah, sí?

–Por mi parte, sí. Claro que tampoco hay muchos rostros amistosos en el salón.

Él enarcó una ceja, perplejo.

–La novia es tu prima. La mitad de tu familia está aquí y hace unos minutos he hablado con tu padre.

–Precisamente, eso es lo que quiero decir.

Él se echó a reír, pero después se dio cuenta de que, a pesar de su alegre sonrisa, estaba un poco nerviosa.

–Entonces, ¿por qué has venido?

–No voy a dejar que ese canalla… –Delaney se interrumpió al mirar a Daisey–. Bueno, no voy a consentir que me desanimen.

Él tenía la misma actitud ante la vida.

–A mí me pasa igual, aunque, generalmente, en mi caso las situaciones suelen relacionarse con el trabajo, no con bodas.

–Dos mundo distintos. ¿A qué te dedicas?

–Papá nos va a mandar a Marte –afirmó Daisey–. ¿Verdad?

–Ese es el plan . ¿Te traigo algo de beber del bar? –preguntó Nolan a Delaney.

–Una copa de champán.

Nolan se dirigió a su hija.

–¿Un Shirley Temple para ti?

–Sí. Delaney y yo te guardaremos el sitio.

–Gracias –dijo él alborotándole el cabello antes de ir a por las bebidas.

Conocía a muchos de los invitados. El novio, Jay Park, era uno de los ingenieros más importantes de Cooper Aeronautical. El resto del equipo de ingenieros se hallaba sentado en distintas mesas. Hablaría con todos ellos antes del final de la velada.

Había también mucha gente de la alta sociedad, como la novia, Hana Mallory, que estaba emparentada con los Alexander.

Hizo cola para las bebidas mientras se preguntaba por qué Delaney no se sentía bien recibida por su familia. ¿Por la detención? Había oído que la habían arrestado en julio por allanamiento de morada, pero, como Malcolm Quell no la había denunciado, el asunto había perdido importancia.

Al volver a la mesa, Daisey hablaba a toda velocidad con Delaney, que, con la cabeza inclinada hacia ella, la escuchaba atentamente. Nolan se detuvo unos instantes sin saber si le gustaba la intimidad que se estaba desarrollando entre su hija y aquella desconocida, que poseía una belleza etérea en la que no dejaba de pensar.

El vestido que llevaba le recordaba el de Daisey, pero Delaney era toda una mujer. Se le ajustaba a los senos y a la cintura y le caía hasta debajo de la rodilla. Aunque fuera tan guapa, no la conocían ni, probablemente, la volverían a ver. No sabía cómo reaccionaría Daisey. Últimamente se mostraba sorprendentemente dependiente de él, que lo atribuía a que hubiera cambiado de escuela. Pero ¿habría algo más?

La madre de Nolan había muerto tres años antes de que naciera Daisey. Nolan tenía un ama de llaves y una niñera para ayudarle en casa, pero, en general, su hija y él se las apañaban solos. Era lo que le gustaba a él. No quería arriesgarse a confiar en nadie más, para que después le fuera arrebatado.

–¿Por qué estás tan serio, hombre? Se supone que esto es una fiesta.

Nolan sonrió a uno de sus empleados y asintió.

–Estaba intentando recordar si el barista ha mezclado las bebidas correctamente. Ha sido una bonita ceremonia, ¿verdad?

El empleado habló con él y luego se despidió porque su acompañante lo llamaba. Nolan pensó que debía ser más precavido. Trabajaba demasiado innovando e intentando descubrir nuevas tecnologías que posibilitaran la vida en Marte y la hicieran agradable, que no fuera solamente una experiencia de supervivencia, sino también placentera.

Negó con la cabeza. Iba a interponerse entre Daisey y Delaney y a cortar aquella amistad de raíz. A su hija no le hacía falta la amistad de una celebridad escandalosa. Debía protegerla a toda costa.

–Siéntate en la otra silla, Pip. Yo lo haré al lado de Delaney.

La niña frunció el ceño y él enarcó las cejas.

El silencio entre ambos duró más de lo que se esperaba, ya que su obstinada hija siguió mirándolo con el ceño fruncido. Él negó con la cabeza. Ella suspiró y se cambió de sitio.

–Gracias –dijo Nolan besándola en la cabeza al tiempo que le colocaba la bebida frente a ella. Le dio la copa de champán a Delaney y se sentó entre ambas.

–Hola, Nolan, ¿podemos sentarnos?

Eran su secretaria, Perri, su esposo y Thom, su hijo de seis años.

Thom se sentó al lado de Daisey y se pusieron a hablar. Nolan presentó a Delaney a Perri.

–Estás en la lista de personas a las que tengo que llamar por teléfono el lunes –dijo esta.

–¿Por qué? –preguntó Nolan.

–Porque forma parte de IDG, la empresa que gestiona marcas que el consejo de dirección ha decidido contratar para lanzarnos al mercado.

–¿Trabajas ahí? –preguntó Nolan a Delaney. No se esperaba que trabajara.

–Sí. ¿No creerás que soy solo una rica heredera? –bromeó ella.

–No, también he oído otras cosas sobre ti.

–¿Como cuáles? ¿Que me dedico a acosar a mis antiguos novios?

A Nolan le sorprendió su capacidad para bromear sobre el asunto, pero también lo dejó admirado.

–Sí. Conozco las habladurías porque Perri enciende el audio del ordenador cuando trabaja, así que lo oigo.

Pensó que debía cambiar de tema.

–Entonces, ¿qué puedes hacer por mi empresa?

–El lunes te mandaré información, pero conseguiré que tu empresa parezca lo mejor que le ha ocurrido a los viajes espaciales desde que Armstrong y Aldrin aterrizaron en la luna.

–¿En serio? –preguntó él, sin creerse que pudiera cumplir semejante promesa, pero dispuesto a darle una oportunidad.

Ella enarcó las cejas y le guiñó el ojo.

–A eso me dedico.

Antes de que pudiera hacerle más preguntas, el maestro de ceremonias les pidió que se levantaran para recibir a los señores Park. El banquete resultó más divertido de lo que Nolan se esperaba, y cuanto más hablaba con Delaney, más curiosidad sentía por la mujer que había detrás de los escándalos.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Mientras cenaban y la conversación fluía entre los comensales, Nolan se percató de que, a pesar de la aparente aversión de Delaney hacia la charla insustancial, se le daba muy bien. Perri y su esposo estaban encantados con ella, así como todos lo que se acercaban a la mesa. Todos, salvo su padre.

Observó que H. Baxter Alexander la miraba con el ceño fruncido cada vez que se reía. Al principio, Nolan no supo si ella se daba cuenta, pero después comprendió que se reía muy alto a propósito y que disfrutaba sacando de quicio a su padre.

–¿Qué os pasa a tu padre y a ti?

–¿Qué?

–No te hagas la tonta, porque te insultas y me insultas.

Ella le sonrió y él sintió algo que no estaba dispuesto a reconocer. Se pasaba de lista, pero le resultaba encantadora, a pesar de que no se fiaba de ella.

–Me ha dicho que trate de pasar desapercibida hasta que la prensa deje de interesarse por mí y que no acudiera a la boda. Yo no reacciono bien ante ese comportamiento.

–¿Qué comportamiento?

–Ante un ultimátum. Estoy segura de que todo el mundo reacciona igual.

–No todos.

Ella enarcó una ceja.

–¿Es que tú haces lo que otros te dicen?

–No, pero…

–No vayas a decirme que lo tuyo en distinto porque eres un hombre –lo previno ella.

–No iba a hacerlo –contestó él, a pesar de que lo había pensado–. Iba a decirte que me lo pensaría, si mi padre viviera.

–¿Estabais muy unidos?

Nolan se dio cuenta de que a la rica heredera se le daba bien desviarse del tema. Contestaba más o menos a una pregunta y hacía otra. Era inteligente. Era mucho más que un cuerpo sexy y un bello rostro.

–Sí –seguía echándolo de menos. Reconocerlo le había costado años. Estaba enfadado con él por realizar un trabajo arriesgado y no haber vuelto a casa tras el último encargo. Pero cuando fue lo bastante mayor para entenderlo, se había sosegado.

–Lo siento. ¿Cuándo falleció?

–Cuando yo tenía doce años –de pronto se dio cuenta de que solo hablaba él–. He leído que tu madre murió cuando eras un bebé, así que, ¿te criaste solo con tu padre?

Ella se humedeció los labios con la lengua, agarró la copa de champán y la apuró.

–Sí, más o menos. Básicamente me crie con niñeras y en un internado, por supuesto. Espero que no hagas lo mismo con Daisey.

–No lo haré –contestó él, aunque no era asunto de ella.

–Las niñas pequeñas necesitan que alguien escuche sus sueños e historias. Para ser justos, también los niños –dijo Delaney con voz triste.

Él pensó que era el momento en que estaba siendo más ella misma desde que se habían conocido. Delaney era como el reflejo que devuelve un espejo y, de vez en cuando, él veía más allá del glamour que ella utilizaba como armadura para defender a la verdadera mujer que había en su interior.

–Papá, Thom y yo queremos tarta –dijo Daisey apoyándole la cabeza en el hombro y sonriendo a Delaney.

–Voy a por ella. ¿Quieres tú, Delaney?

–Sí, gracias. Y otra copa de champán.

–Desde luego. ¿Otro Shirley Temple, Pip?

–Sí. ¿Y le traes a Thom una cola de cereza?

–Hay que preguntárselo a sus padres –contestó Nolan.

Thom se volvió para preguntarles a sus padres y Delaney se levantó.

–Te acompaño. Aunque tienes las manos grandes, te va a costar trabajo traerlo todo.

–Gracias.

–Mamá me ha dicho que me puedo tomar la cola –afirmó Thom.

–¡Estupendo! –se volvió hacia Perri–. ¿Te importa vigilar a Daisey hasta que vuelva?

–En absoluto –contestó ella sonriendo.

–Quiero hacerte dos preguntas –dijo Delaney, mientras hacían cola para la tarta.

–¿Solo dos?

–De momento –contestó ella con una sonrisa.

–Adelante.

–¿Por qué llamas Pip a Daisey?

Nolan se dijo que aquella pregunta, aunque personal, no era muy reveladora.

–Era tan minúscula cuando nació y la tomé en brazos, que se me ocurrió llamarla así, con el nombre inglés que significa «pepita». Y con él se ha quedado.

–¡Me encanta! Es una niña muy dulce.

–Ahora sí, pero, cuando está cansada, es muy obstinada –miró hacia la mesa, donde su hija hablaba muy seria con Thom. Era toda su vida, y no iba a fingir lo contrario.

–¿Y la segunda pregunta?

–¿Por qué dejaste sola a Daisey en la iglesia? Sé que estaba a salvo, pero por lo que he visto, no me parece propio de ti.

A él le sorprendió la pregunta.

–Porque, debido a la posición social de tu prima, sabía que habría paparazis, y no quiero que su foto aparezca en los periódicos.

Ella esbozó otra de esas encantadoras sonrisas que conseguían que le resultara difícil recordar que no se fiaba de ella.

–Lo entiendo. Eso no lo hizo mi padre conmigo. ¿Cómo iba a hacerlo? Mi foto se utilizó para lanzar la línea de jabones naturales para bebé. Después, mi madre murió… Te felicito por tener a tu hija apartada de la prensa. Voy a por las bebidas, mientras tú sigues esperando que te sirvan la tarta. ¿Jack Daniels con Coca-Cola?

–Sí –contestó él. Y antes de que pudiera añadir nada más, ella se perdió entre la multitud. Y él no pudo dejar de pensar en lo que le había dicho. Había salido en los periódicos desde su nacimiento. Su vida había discurrido ante las cámaras y en las webs que se dedicaban a difundir habladurías.

Y recordó lo que ella le había dicho sobre acosar a sus exnovios. Delaney era demasiado astuta para que la pillaran desprevenida. ¿A qué había ido realmente a casa de Malcolm Quell? ¿Buscaba algo del propio Nolan? Al fin y al cabo, Malcolm y él eran las dos únicas opciones a considerar en el campo de los viajes espaciales.