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Hace muchos años, en una aldea de la que no queda más que este cuento, se mandó construir un pozo… Ahí, dice la gente, habita una sirena que siempre tiene sed. "Ella cumple deseos, pero a cambio exige un recuerdo." ¿Quién es Leteo? ¿Cuál es el precio de un capricho? ¿Cuánto estarías dispuesto a olvidar a cambio de hacer realidad tus sueños? Estas son algunas de las preguntas que surgen a lo largo de esta historia que busca dimensionar el valor de la memoria.
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Seitenzahl: 24
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El pozo de Leteo
o la triste historia de los recuerdos perdidos
© D.R. 2020, Alexandra Campos Hanon
© D.R. 2020, Gratia Ediciones
Calz. de las Águilas 94 int. 501 Col. Los Alpes, c.p. 01010
Diseño editorial y portada: David López Soria
Ilustraciones: Anabel López
ISBN: 978-84-17303-97-6
Reservados los derechos
Queda prohibido bajo las sanciones establecidas por las leyes escanear, reproducir total o parcialmente esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público sin previa autorización.
O LA TRISTE HISTORIA DE LOS RECUERDOS PERDIDOS
Alexandra Campos Hanon
Ilustraciones de Anabel López
La felicidad está en la memoria.
Cristina Sánchez-Andrade, Bueyes y Rosas Dormían
Yo sólo soy memoriay la memoria que de mí se tenga.
Elena Garro, Los Recuerdos del Porvenir
Hace muchos años, en una aldea de la que no queda más que este cuento, se mandó construir un pozo. Si bien es cierto que nadie recuerda por mandato de quién, se sabe que ese pozo fue, precisamente, lo que dio nombre a la población: Villa Leteo.
Aunque los fundadores de la villa soñaban con plazas, palacios y ciudadelas, la repentina contaminación de su pozo y la cercanía con una próspera ciudad llamada Inverness, terminó por dar lugar a la paulatina pero inevitable migración de su gente.
Poco a poco la villa perdió sentido y con el tiempo, incluso los habitantes que habían nacido ahí,se cuestionaron el propósito de permanecer en ese pequeñísimo pueblo fantasma del que, sospechaban, pronto no quedaría ni el nombre.
La precariedad de sus calles, sus escasas viviendas y la falta de proyección al exterior, hicieron que plantas, arañas y árboles tomaran por completo el lugar. Cuando la vegetación sepultó la villa, solo quedó lo que la gente de Inverness conocería como el Pozo de Leteo: un pozo situado en el claro del bosque. Un bosque, decían, de senderos movedizos.
Al margen del pozo y la desaparición de Villa Leteo, Inverness creció en población y riqueza.Los comerciantes buscaban lugares de fácil acceso para establecerse, y eso, precisamente, ofrecía la nueva ciudad. Por si fuera poco, las familias encumbradas de la región apostaron por la construcción de estancias permanentes o veraniegas a orillas de su río frío y de aguas profundas.
En el centro de Inverness vivía un panadero de nombre Kean. El panadero era famoso por sus recetas, también por su horno. Un horno de leña fabricado por él mismo a modo de los utilizados en la famosa capital francesa. Su esposa había muerto hacía tiempo. Ahora el buen Kin, como lo llamaban, dedicaba sus días a perfeccionar el oficio y consentir los caprichos de su hija Sorcha.