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¿Podría convencer a aquel soltero empedernido de que había llegado la hora de sentar la cabeza? El doctor Caruthers estaba listo para el ascenso de su vida si conseguía esquivar el interés romántico de su jefa. ¿La solución? Pedirle a Bianca Velasquez, madre soltera y su amiga de toda la vida, que se hiciera pasar por su prometida. Sin embargo, enseguida empezó a sentir un amor apasionado más que platónico por la atractiva Bianca. Ella sabía que el compromiso era una farsa, pero viéndolo jugar con su hijo y pasando las noches junto a su imponente cuerpo, lo que había entre ellos parecía auténtico.
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Seitenzahl: 204
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2017 Katherine Garbera
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
El regreso de un amor, n.º 187 - abril 2021
Título original: The Tycoon’s Fiancée Deal
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-391-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Si te ha gustado este libro…
Derek Caruthers era un fuera de serie. Lo sabía él y todos aquellos con los que se cruzaba en el Centro Médico Regional de Cole´s Hill. Era uno de los cirujanos más jóvenes del país, con un historial brillante y una reputación bien merecida, a pesar de algún que otro contratiempo. Ese día se sentía especialmente satisfecho de sí mismo, puesto que había sido invitado a asistir a la reunión de la junta directiva del hospital. Estaba convencido de que iba a ser nombrado jefe de Cardiología coincidiendo con la inauguración de la nueva área de Cirugía Cardiaca.
Entró en la sala de reuniones, sintiéndose flotar. La mayoría de los miembros de la junta ya habían llegado, a excepción del más reciente. El primer punto del orden del día de la reunión era anunciar quién había sido elegido para supervisar la nueva área de cardiología. Derek no tenía ni idea de quién sería, pero teniendo en cuenta que Cole´s Hill era un pueblo y que había oído que el nuevo miembro del consejo estaba vinculado a Cole´s Hill, Derek estaba seguro de que sería alguien que conocía.
–Derek, me alegro de verte –dijo el doctor Adam Brickell, acercándose para estrecharle la mano.
El doctor Brickell había sido su mentor en sus comienzos y seguían manteniendo un fuerte vínculo. Hacía dos años que se había jubilado, y desde entonces era miembro de la junta directiva del centro médico. Él había sido el que había propuesto el ascenso de Derek.
–Doctor Brickell, un placer, como siempre –dijo Derek–. Estaba deseando asistir a esta reunión, algo extraño en mí.
–Espero que no decaiga ese entusiasmo. Puede que haya alguna sorpresa. ¿Y si la nueva miembro de la junta tuviera sus propias ideas respecto al Área de Cardiología?
–Todavía no he conocido a ninguna mujer que no haya podido llevarme a mi terreno –dijo Derek.
No quería que el doctor Brickell percibiera que estaba nervioso o que tenía dudas. Fuera quien fuese la nueva miembro de la junta directiva, Derek se los ganaría a todos.
El doctor Brickell rio y le dio una palmada en la espalda.
–Me alegro de oír eso.
El teléfono de Derek sonó y el doctor Brickell se apartó para permitirle atender la llamada. Teniendo en cuenta que era cirujano, siempre atendía todas las llamadas.
Era de su amiga Bianca. Habían mantenido una amistad muy estrecha desde siempre. La relación se había vuelto un tanto incómoda cuando había empezado a sentir algo por ella en el instituto, pero todo había terminado cuando se había marchado a trabajar como modelo a París, se había enamorado de un piloto de carreras y se había casado con él.
Aquel cuento de hadas con final feliz había sido breve. Después de tres años juntos, su marido se había matado en un accidente de avión, dejándola viuda con un hijo de dos años.
Debido a eso, Derek había vuelto a considerar su amistad con Bianca una prioridad.
Se la veía vulnerable desde que había vuelto a Cole´s Hill, seguramente por la insistencia de su madre de que encontrara a un marido para no estar sola.
Miró a su alrededor y al cruzarse la mirada con el doctor Brickell, le indicó con un gesto que era una llamada que tenía que contestar. El doctor Brickell asintió y Derek salió al pasillo para tener un poco de intimidad.
–Bianca, ¿qué pasa?
–Me alegro de haber dado contigo. ¿Todavía no ha empezado la reunión, verdad?
–Así es. ¿Qué pasa? –volvió a preguntar.
–Mamá me ha organizado una cita para esta noche. ¿Hay alguna posibilidad de que estés libre?
No, y aunque la hubiera, no estaba dispuesto a pasar por aquello. Eran amigos y no quería correr ningún riesgo saliendo con ella. Era miércoles y todos en Five Families, donde ambos vivían, sabían que los miércoles los hermanos Caruthers cenaban en el club y después jugaban al billar.
–Hoy es el día que quedo con mis hermanos.
–Vaya. Bueno, tenía que intentarlo.
–Lo siento. ¿De quién se trata esta noche?
–Un compañero de su canal. Es productor o algo así.
La madre de Bianca presentaba un programa informativo en un canal local de televisión. No había parado de organizarle citas a Bianca desde que había vuelto a Cole´s Hill.
–Parece… interesante –dijo Derek.
–Mi madre no tiene ni idea de lo que me gusta en un hombre.
Aquel era un melón que Derek no quería abrir en ese momento.
–Tengo que irme. Creo que ya han llegado todos.
–De acuerdo. Que tengas buena suerte. Estarían locos para no elegirte.
–Adiós, Bianca.
–Adiós.
Colgó la llamada y se guardó el teléfono en el bolsillo. Se ajustó la corbata mientras buscaba un espejo en el pasillo para mirarse y oyó el sonido de unas pisadas con tacones. Volvió la cabeza dispuesto a sonreír, pero se quedó con la boca abierta.
La mujer que se dirigía hacia él era Marnie Masters. Llevaba su cabello rubio perfectamente peinado, enmarcando su rostro angular, y le dirigió una mirada penetrante. Parecía una leona a punto de saltar sobre su presa y, para pesar de Derek, se sentía su presa.
–Marnie, siempre es un placer verte –dijo, a pesar de que había estado evitando sus llamadas, sus mensajes y sus invitaciones a fiestas durante los últimos dieciocho meses.
Así que llamarlo placer era un poco exagerado.
–Lo creería si no me hubiera visto obligada a formar parte de la junta y dejar mi puesto en Houston para encontrarme contigo.
–¿Has vuelto a Cole´s Hill? –preguntó, sobresaltado.
Tenía que comportarse y mostrarse amable.
–Bueno, es mi nuevo yo. Mi padre donó los fondos para esta nueva área de Cardiología, a propuesta mía, y la junta directiva estuvo de acuerdo con su sugerencia de contratarme para supervisarla. Acabo de hacer algo parecido en Houston y mi padre estaba deseando que volviera a casa. Así que parece que tú y yo vamos a trabajar juntos una temporada –dijo Marnie.
–Me alegro de saber que la junta ha contratado a alguien con tu cualificación.
–Ahora que voy a trabajar aquí, vamos a poder conocernos mucho mejor. Podremos pasar tiempo juntos y ponernos al día.
Derek sabía que no podía negarse, pero no estaba dispuesto a volver a tener algo con ella.
–Me temo que eso es imposible.
–¿Por qué? No hay ninguna regla que lo prohíba –dijo ella y le guiñó el ojo–. Ya lo he comprobado.
–Por supuesto que no hay ninguna regla. Es solo que estoy comprometido –dijo Derek–. No quisiera que mi prometida se hiciera una idea equivocada.
–¿Comprometido? –dijo Ethan Caruthers esa noche, antes de pedir otra ronda en el club de campo de Five Families–. ¿Por qué dijiste una cosa así?
–Ya conoces a Marnie, no aceptaba un no. Así que me asusté y…
–Dijiste una tontería. Derek, es una locura. Creo que cuando se descubra que no estás comprometido, te saldrá el tiro por la culata.
Ethan tenía razón. Su mentira había supuesto un giro inesperado a la posibilidad de ser ascendido a jefe de Cardiología. A Marnie no le había agradado enterarse del compromiso y le había dicho a la junta que había otros candidatos a los que considerar. El doctor Brickell se había puesto del lado de Derek, diciendo que la decisión había que tomarla cuanto antes, pero Marnie se había mantenido firme. Había insistido en que tenían dos meses para tomar la decisión final y había conseguido el suficiente apoyo por parte de los otros miembros para hacer valer su argumento.
La reunión se había levantado y Derek había vuelto al trabajo. Durante las dos intervenciones que había llevado a cabo, se había olvidado del asunto de la prometida hasta que había llegado allí. Ethan era el único de sus hermanos que estaba esperando cuando había llegado.
–Ni que lo digas –dijo Derek–. Si pudiera encontrar una mujer… alguien que quisiera tener un hombre a su lado unos cuantos meses.
–¿Vas a decirle a Marnie que alguna de tus amigas es tu prometida? ¿Crees que se lo creerá? –preguntó Ethan.
–Le dije que era alguien especial y que por eso lo había mantenido en secreto.
Ethan dio otro trago a su whisky y sacudió la cabeza.
–Vaya, chico, siempre tuviste un don para contar mentiras.
–Lo sé. ¿Qué voy a hacer?
–¿De qué? –preguntó Hunter, uniéndose al grupo.
Hacía poco que Hunter había vuelto a Cole´s Hill después de pasar los últimos diez años jugando en la Liga Nacional de Fútbol y viajando por todo el país mientras eludía el escándalo de ser acusado de matar a su novia de la universidad. No hacía mucho que el verdadero asesino había sido arrestado y acusado del crimen, lo que había permitido que Hunter se liberara de toda sospecha. Se había comprometido recientemente y estaba planeando la boda del siglo, según su madre y Ferrin, su prometida. Al parecer, había una fiebre de bodas en Cole´s Hill.
–Necesita una prometida –dijo Ethan con una sonrisa maliciosa.
Derek se acercó y le dio una palmada a su hermano. Con una diferencia de edad de once meses, se consideraban casi gemelos. Ethan era el mayor y siempre había sido un poco arrogante.
–¿Puedo saber por qué? –preguntó Hunter, pidiéndole por señas una copa a la camarera mientras tomaba asiento.
–Marnie Masters.
Hunter echó la cabeza hacia atrás y rompió a reír.
–Creía que habías roto con ella hace años.
–Han pasado dieciocho meses.
Había roto con ella dos años atrás, pero había caído en sus redes seis meses más tarde, cuando había estado en Houston y se había vuelto a acostar con ella. Eso había hecho pensar a Marnie que todavía sentía algo por ella y que debían volver a estar juntos. Desde entonces, había estado evitándola.
–¿Para qué necesitas una prometida? –preguntó Hunter.
–Marnie es el nuevo miembro de la junta y se va a encargar de supervisar el desarrollo de la nueva área quirúrgica del hospital. Me asusté al verla y, cuando sugirió que pasáramos tiempo juntos, le dije que estaba comprometido.
–Vaya –dijo Hunter–. ¿Y ya has pensado en alguien?
–Lo cierto es que no –contestó, aunque no era cierto.
En su mente se dibujaba constantemente el mismo rostro. Era morena de piel, con el pelo largo y negro, y tenía los ojos de un profundo marrón oscuro. Tampoco tenía interés en casarse y le vendría bien un respiro de su madre casamentera. Podía darle una buena coartada. Pero tenía que estar loca para aceptar la idea.
Y no lo estaba.
Era una madre soltera que necesitaba tener a un buen amigo cerca y no para que aprovechara la oportunidad de cumplir su sueño de hacer suya a Bianca Velasquez.
Aunque fuera solo por dos meses, tres como mucho.
Justo en ese momento, Derek la vio entrar con un tipo que era un par de años mayor que ellos. Ella sonreía cortésmente, pero conocía su rutina. Lo había llevado al club para cenar y, cuando se despidieran, poder volver andando a la casa de sus padres, que estaba cerca.
Era elegante y se movía con gracia, la clase de mujer de la que se enamoraban los triunfadores y no la que accedería a fingir un compromiso falso.
–Oh, oh –dijo Ethan.
–¿Qué pasa? –preguntó Hunter.
–No es divertido –comentó Derek.
–Un poco sí –señaló Ethan.
–Esta noche no –dijo Derek.
–Sigo sin enterarme. ¿Dónde está Nate? –preguntó Hunter.
Nate era el hermano mayor y el último de los tres en llegar. Hacía poco que se había casado con la madre de su hija de tres años, Penny. Derek disfrutaba viendo a su hermano mayor en el papel de marido y padre.
–Se le ha hecho tarde. Tenía que sacar a Penny de paseo antes de venir –intervino Ethan–. Ser padre lo ha cambiado.
–Le ha aportado estabilidad –dijo Hunter–. Deberíais probarlo vosotros.
–De alguna manera, a mí me pasa lo mismo –declaró Derek.
La idea de sentar la cabeza y casarse no le entusiasmaba. Estaba casado con su trabajo. Como cirujano, necesitaba estar muy centrado y la mayoría de las mujeres, incluso Marnie, no se daban cuenta. Querían un hombre que les prestara tanta atención como a su trabajo.
–Lo que estás haciendo no cuenta –dijo Hunter–. Bianca se merece algo más que un compromiso falso.
–Es lo más que puedo ofrecer –admitió Derek.
Sabía que Ethan sentía algo por la esposa de uno de sus amigos, así que tampoco era candidato a sentar la cabeza en un futuro cercano.
–Gracias a nosotros, corren cotilleos en Cole´s Hill. Nos consideran los Caruthers juerguistas, algo que no podríamos ser si estuviéramos casados.
–¡Bebamos por eso! –dijo Ethan.
Derek brindó con su hermano y, por suerte, cuando Nate se les unió unos minutos más tarde, el tema de conversación había cambiado. Derek siguió bebiendo y comiendo con sus hermanos sin quitar ojo a la zona de la barra, donde estaban Bianca y su acompañante. Solo quería ayudarla, como buen amigo que era. Hunter tenía razón: ninguna mujer sensata aceptaría un compromiso falso.
No estaba siendo un buen año para Bianca Velasquez. Había pasado Nochevieja sola, en el balcón de un palacete en Sevilla, mientras José viajaba a su encuentro. Su avión había tenido un accidente y había sido… devastador. No había tenido oportunidad de solucionar lo suyo con José. Se había enfadado con él y había tratado de convencerse de que lo odiaba, pero lo cierto era que había sido su primer amor. Tenían un hijo en común y, a pesar de las muchas mujeres con las que se acostaba aprovechando sus viajes alrededor del mundo en el circuito de carreras de la Fórmula 1, ella… Bueno, no estaba preparada para quedarse sola tan precipitadamente.
Se frotó la nuca mientras su acompañante, como fuera que se llamase, le hablaba de una nueva afición que había descubierto. Lo cierto era que no tenía ni idea de qué le estaba contando. Hacía un buen rato que había desconectado. El caso era que parecía un buen tipo, la clase de hombre que se merecía que una mujer conversara con él en vez de estar pendiente de la hora y de darse prisa en comer como estaba haciendo Bianca.
–Te estoy aburriendo.
Ella le sonrió. Era guapo y atento. Tenía todo lo que le gustaba en un hombre.
–Lo siento, no es por ti, sino por mí. Estoy…
Él sacudió la cabeza.
–Lo entiendo. Tu madre me advirtió que iba a ser difícil, pero no pude resistirme a conocerte en persona para comprobar si eras tan guapa como en fotos.
Bianca se sonrojó. Con dieciocho años había conseguido un contrato como modelo que la había llevado a París, donde había empezado su carrera como supermodelo. Había sido en París donde había conocido a José y se había enamorado de él. Ya era más madura y no se parecía a aquella joven despreocupada.
–Esas fotos son de hace mucho tiempo.
–¿Qué fotos? Me refiero a las del despacho de tu madre.
–Vaya, esto es muy embarazoso. Esta noche no doy una –dijo–. Siento estar haciéndote perder el tiempo.
–En absoluto. Si te apetece volver a salir en otra ocasión, llámame.
Se levantó y se marchó, y Bianca se quedó sentada, mirando por los ventanales que daban al campo de golf. Hacía rato que el sol se había puesto. Debería irse a casa, pero su hijo ya estaba acostado y su madre la freiría a preguntas sobre su cita.
Así que llamó al camarero y le pidió que retirara los platos del postre y le llevara un Martini.
–¿Quieres compañía?
Alzó la mirada y vio a Derek Caruthers de pie junto a su mesa. Llevaba el pelo corto por detrás y más largo por arriba, cayéndole ligeramente por la frente. De niño, siempre llevaba aquella mata de pelo castaño y ondulado revuelta. En la actualidad era un cirujano de reconocido prestigio.
–Creo que esta noche no soy buena compañía.
Derek tomó la silla que su acompañante había dejado libre unos minutos antes y se sentó.
–Sí, claro.
–Es cierto. Ha sido una cita terrible. Me siento fatal.
Derek pidió por gestos al camarero una bebida y al momento apareció con una copa de whisky para él y un Martini para ella.
–Por los viejos amigos –propuso él.
–Por los viejos amigos –dijo ella, y chocó su copa con la de él–. ¿Qué tal te ha ido la reunión de hoy?
Envidiaba a Derek. Su vida tenía sentido. Sabía lo que quería, siempre lo había sabido y, a diferencia de ella, parecía feliz estando soltero.
–No como esperaba.
Bianca dio un sorbo a su bebida y luego lo miró frunciendo el ceño.
–Eso no es propio en ti. ¿Qué ha pasado?
–Una vieja amiga apareció. Le gusta crear problemas y tuve que pararle los pies –contestó Derek, dando cuenta de su whisky de un trago.
–¿Cómo? –preguntó Bianca–. Cuéntame todo y te ayudaré a resolver cualquier problema.
Le venía bien concentrarse en los problemas de Derek y olvidarse de los suyos. A pesar de haber cumplido ya los treinta, había vuelto a vivir con sus padres. Sabía que había muchos cotilleos en Cole´s Hill sobre eso. En cuestión de meses, había pasado de formar parte de la jet-set a ser una perdedora. Apartó su Martini, consciente de que se estaba poniendo melancólica.
–De hecho, creo que puedes ayudarme –dijo Derek, echándose hacia delante y tomando una mano entre las suyas.
–Tú dirás. Eres uno de mis mejores amigos y sabes que por ti haría cualquier cosa.
–Esperaba que dijeras eso.
Ella sonrió. Por supuesto que estaba dispuesta a ayudar a Derek. Siempre había sido una amiga incondicional. Cuando soñaba con dejar Texas e irse a París a trabajar como modelo, había escuchado sus sueños y la había ayudado a alcanzarlos. Durante el primer año se había sentido sola y había estado mandándole correos electrónicos y mensajes de texto cada día.
–¿Qué quieres que haga?
–Necesito que seas mi prometida.
Prometida.
¿Acaso había perdido la cabeza?
Sacudió la cabeza y rompió en carcajadas. Una vez empezó a reír, no pudo parar y sintió que el ataque de pánico que pensaba había superado volvía a tomar fuerza.
–Gracias, lo necesitaba –dijo ella–. No sabes qué semana llevo.
Derek se recostó en su asiento y se cruzó de brazos, haciendo resaltar los músculos bajo la camisa. Distraída, no pudo evitar reparar en cómo se marcaban sus bíceps bajo el tejido. En sus años de amistad, una de las cosas que se le hacía hecho más difícil había sido ignorar lo atractivo que era Derek. Sabía que se cuidaba. En una ocasión le había dicho que un cirujano necesitaba ser una máquina precisa y que todo, cada parte de su cuerpo y de su cabeza, tenía que estar en condiciones excepcionales.
–No estoy bromeando.
–¿Sobre qué?
Estaba cansada. La vida no estaba yendo según sus planes y si alguna vez había pensado que a su edad lo tendría todo resuelto, se había equivocado.
–Necesito una novia –dijo Derek–. La nueva miembro de la junta directiva que tiene el destino de mi carrera en sus manos. Resulta que es una mujer obsesiva con la que estuve saliendo hace algún tiempo. La única manera de quitármela de encima es que crea que estoy fuera de mercado.
–¿Y yo qué pinto en todo esto?
Derek ladeó la cabeza y se quedó estudiándola.
–A ti también te vendría bien tener un novio.
Seguía sin entenderlo. Estaba agotada y, siendo sincera, aquello le dolía. Derek era uno de sus mejores amigos y aquello le olía mal.
–¿Por qué?
–Así tu madre dejaría de organizarte citas a ciegas. Eres demasiado buena como para decirle que no estás preparada para salir con nadie. Si nos hacemos pasar por pareja, nos dejarán en paz. Así podré concentrarme en ganarme a los miembros de la junta y que no les quede otra opción que nombrarme jefe del área. Tú podrás decidir qué quieres hacer sin la presión de tus padres.
Bianca apoyó los codos en la mesa y se echó hacia delante. Viéndolo así, sería tonta si se negara.
–¿Estás seguro?
–Sí.
¿Cuándo no estaba Derek seguro de algo? Debería haber imaginado su respuesta.
–Si estuviéramos comprometidos, ¿qué sentido tendría haberlo mantenido en secreto? –preguntó.
–Para no robarles protagonismo a Hunter y a Nate. La boda de Hunter nos está dejando a todos sin fuerzas.
–Cierto, y Kinley está organizándola. Le va a extrañar que no le haya comentado antes que estábamos saliendo.
Bianca y Kinley eran amigas íntimas. Ambas habían sido madres solteras y tenían hijos de la misma edad. Kinley ya no estaba sola y había encontrado la felicidad al lado de Nate, el hermano de Derek.
La tomó de la mano y Bianca sintió un cosquilleo en el brazo.
–Dile que te pedí que no lo contaras.
–Bueno, tal vez funcione. Déjame que lo piense hasta mañana.
Derek asintió. Ella retiró la mano y se apoyó en el respaldo, entrelazando los dedos sobre su regazo. Todavía sentía el hormigueo en su brazo. Sabía que lo más sensato era aceptar, pero ¿y su hijo? Benito no entendería que aquello era una farsa, teniendo en cuenta que solo tenía dos años. Jugaba mucho con la hija de Kinley, así que últimamente había estado preguntando por su padre. Apenas recordaba a José.
–Sería ideal, pero vivimos en el mundo real.
–¿De veras? No me paré a pensar en eso antes, mientras estaba operando a dos pacientes.
Sabía que la ironía era uno de sus mecanismos de defensa y no podía culparlo por ello. Estaba asustada. El último hombre en el que había confiado había sido José, y su palabra apenas tenía valor.
–Tengo un hijo y no lo digo por complicar las cosas. Me refiero a que no entenderá por qué formarás parte de nuestras vidas y, después, desaparecerás –comentó Bianca–. Ya no tenemos veinte años, Derek, y las cosas no son como cuando venías a Mónaco y estábamos todo el día de fiesta. Soy madre y tú estás a punto de convertirte en jefe de Cardiología. Ya somos… personas adultas.
–Maldita sea. Somos adultos, pero podemos seguir siendo nosotros mismos. Me conoces, Bianca, no voy a desaparecer de tu vida cuando esto se acabe. Seguiremos siendo amigos y estaré ahí para Benito. Es tu hijo y es tan importante para mí como tú.
Derek se puso de pie.
–Vamos, vayamos a dar un paseo. Así podremos hablar sin que nos oigan.
Bianca miró a su alrededor y advirtió que los estaban observando. Debería haberse dado cuenta antes.
–¿Y la partida de billar?
–Los chicos se las arreglarán sin mí. Esto es más importante.
Su mirada era sincera y quería creer en él. Pensaba que era inmune al encanto de los hombres guapos. Claro que aquel era Derek, no algún playboy que sus padres no conocieran.