Espada de los Dioses (Edición en Español) - Anna Erishkigal - E-Book

Espada de los Dioses (Edición en Español) E-Book

Anna Erishkigal

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Beschreibung

En los albores del tiempo, dos antiguos adversarios lucharon por el control de la Tierra. Un hombre se puso de pie al lado de la humanidad. Un soldado cuyo nombre recordamos hasta el día de hoy...


El Coronel de las Fuerzas Especiales Angelicales, Mikhail Mannuki'ili, despierta, herido mortalmente en su nave estrellada. La mujer que salvó su vida tiene habilidades que le parecen familiares pero, sin recuerdos de su pasado, ¡no puede recordar por qué!


Las profecías del pueblo de Ninsianna describen a un campeón alado, una Espada de los Dioses que defenderá a su pueblo contra un Maligno. Mikhail insiste en que no es ningún demi-dios, pero su extraña habilidad para matar dice lo contrario.


El mal susurra a un príncipe malhumorado. Una especie agonizante busca evitar la extinción. Y dos emperadores, atrincherados en sus antiguas ideologías, no pueden ver la amenaza más grande en este relato de ciencia-fantasía de la historia más épica de la humanidad sobre la batalla entre el bien y el mal, el choque de imperios e ideologías y el superhéroe más grande en caminar por la Tierra, El Arcángel Mikhail.


¡BONO ESPECIAL! Incluye la novela que relata el origen de la historia, Héroes de la Antigüedad, Episodio 1x01.


¡Este libro NO es ficción religiosa!


Orden de lectura "Espada de los Dioses"
—Héroes de la antigüedad: Episodio 1x01
—Espada de los dioses (contiene "Héroes de la antigüedad")
—No hay lugar para los ángeles caídos
Fruto prohibido (próximamente)


Lengua española - Spanish language

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Table of Contents

Title Page

Sinopsis

Dedicatoria

Tabla de contenido

Una nota sobre el tiempo en esta historia...

LIBRO I: Héroes de la Antigüedad

Prólogo

Capítulo

Capítulo

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

LIBRO II: Espada de los Dioses

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

EPÍLOGO

AVANCE: Libro 3 - No hay lugar para los ángeles caídos

Sinopsis: No hay lugar para los ángeles caídos

Una nota de Anna:

Un momento de tu tiempo, por favor...

Las Piezas de Ajedrez

Lista de Especies

Únete a mi grupo de lectores

Sobre la autora

Acerca del Traductor

Otros libros de Anna Erishkigal

Avance: Un Ángel Gótico de Navidad

Avance: El Califato

Avance: La Subasta trilogía

Derechos de autor

ESPADA DE LOS DIOSES

por

Anna Erishkigal

.

Libros 1 y 2

de la

saga “Espada de los Dioses”

Edición en Español

Traducido por Alfonso Yañez

Derechos de Autor 2012, 2017

Todos los derechos reservados

Sinopsis

En los albores del tiempo, dos antiguos adversarios lucharon por el control de la tierra. Un hombre se puso de pie al lado de la humanidad. Un soldado cuyo nombre recordamos hasta el día de hoy...

.

El Coronel de las Fuerzas Especiales Angelicales, Mikhail Mannuki'ili, despierta, herido mortalmente en su nave estrellada. La mujer que salvó su vida tiene habilidades que le parecen familiares pero, sin memorias de su pasado, ¡no puede recordar por qué!

Las profecías del pueblo de Ninsianna describen a un campeón alado, una Espada de los Dioses que defenderá a su pueblo contra un Maligno. Mikhail insiste en que no es ningún demi-dios, pero su extraña habilidad para matar dice lo contrario.

El mal susurra a un príncipe malhumorado. Una especie agonizante busca evitar la extinción. Y dos emperadores, atrincherados en sus antiguas ideologías, no pueden ver la amenaza más grande en este relato de ciencia-fantasía de la historia más épica de la humanidad sobre la batalla entre el bien y el mal, el choque de imperios e ideologías y el superhéroe más grande en caminar por la Tierra, El Arcángel Mikhail.

.

*BONIFICACIÓN ESPECIAL: Incluye la novela que relata el origen de la historia, “Héroes de la Antigüedad: Episodio 1x01”.

.

¡Este libro NO es ficción religiosa!

Dedicatoria

Dedico este libro a cada valiente hombre y mujer que sirve en las Fuerzas Armadas. A ti, te dedico al mejor y más asombroso superhéroe que alguna vez caminó sobre la tierra, el Arcángel Miguel. Un soldado... tal como tú.

Eres el viento bajo nuestras alas.

.

¡Gracias!

Tabla de contenido

Sinopsis

Dedicatoria

Tabla de contenido

.

Una nota sobre el tiempo en esta historia...

Las piezas de ajedrez

Lista de especies (personajes)

.

LIBRO I: Héroes de la Antigüedad

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

.

LIBRO II: ESPADA DE LOS DIOSES

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

EPILOGO

.

AVANCE - LIBRO III: No hay lugar para los ángeles caídos

Sinopsis: No hay lugar para los ángeles caídos

.

Una nota de Anna

Un momento de tu tiempo, por favor...

Únete a mi grupo de lectores

Sobre la autora

Acerca del Traductor

.

OTROS LIBROS de Anna Erishkigal

Avance: Un Ángel Gótico de Navidad

Avance: El Califato

Avance: La Subasta - trilogía

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Derechos de autor

Una nota sobre el tiempo en esta historia...

Todos los periodos de tiempo en esta novela ocurren cronológica o simultáneamente, a menos que específicamente se indique lo contrario (por ejemplo, “hace tres horas” o “tiempo presente”). Debido a que la historia se relata a través del punto de vista de diferentes personajes, en ocasiones puede haber una superposición de tiempo para mantener al lector atrapado.

.

LIBRO I: Héroes de la Antigüedad

Cuando comenzaron los hombres a multiplicar

se sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas,

Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres

eran hermosas, tomáronse mujeres,

escogiendo entre todas […]

había gigantes en la tierra en aquellos días,

y también después que entraron los hijos de Dios

á las hijas de los hombres, y les engendraron hijos:

éstos fueron los valientes que desde la antigüedad

fueron varones de nombre.

.

Génesis 6: 1-6

Prólogo

Reinos Ascendidos

Emperador Shay’tan

SHAY'TAN

Los dos viejos dioses se inclinaron sobre la brillante galaxia plateada que giraba en el espacio, contemplando su siguiente movimiento. Así lo habían hecho desde tiempos inmemoriales. Dios y el diablo, dos antiguos adversarios atrapados eternamente en un juego de ajedrez.

La más grande de aquellas dos deidades, un enorme dragón rojo, movió un peón negro bloqueando el camino de una torre blanca.

—¡Se te acabaron los peones! —Shay'tan murmulló.

¡Las piezas de la corte valen más que los peones! —dijo su adversario vestido de blanco, contrarrestando su movimiento fácilmente—. Pueden superarlos.

—Ahh... —el hocico de Shay'tan formó una sonrisa depredadora—. No tienes suficiente respeto por tus peones. No importa lo poderosas que sean tus piezas de la corte —movió un segundo peón negro para adelantar a la torre—, nunca tendrás suficientes de ellas, sobre todo si sigues desperdiciándolas con movimientos triviales.

Dejó caer la desgraciada torre en su creciente pila de conquistas que yacían esparcidas por su trono como juguetes rotos. El Eterno Emperador Hashem fingió una expresión indignada.

—¡Estoy usando piezas superiores para emplear una estrategia superior! —dijo—. De verdad, Shay’tan, ¡piensas demasiado a corto plazo como para comprender las sutilezas!

—Ganar se basa en números! —Shay'tan se echó a reír—. Quien tiene más piezas de ajedrez, gana.

Las espesas cejas del Emperador se juntaron en un gesto de concentración máxima. Examinó una torre negra que orbitaba un planeta, en la profundidad de unos inexplorados territorios.

—¿Qué estás tramando, viejo diablo?

Shay'tan fingió su más inocente sonrisa, con su larga cola roja temblando como un gato acechando a un ratón. Hashem recogió un caballero blanco y consideró su siguiente movimiento. La sonrisa de Shay'tan desapareció al reconocer la pieza de ajedrez que su oponente pretendía poner en juego. Sus alas de cuero se abrieron mientras Hashem movía al caballero blanco hacia su premio mayor.

—Caballero blanco a Sector Zulu Tres...

—¡Oh, no, no lo hagas!

Shay'tan agarró su torre negra y la estrelló contra la galaxia, sacando al caballero blanco del cielo.

La habitación se convulsionó.

El techo desapareció, inundado bajo un haz de una cegadora luz blanca.

—Shay'tan! —gritó una voz de mujer—. ¡Se suponía que debías esperar tu turno!

Una vaga forma dorada se hizo visible en los cielos, asomándose sobre las deidades como si ellas mismas fueran piezas de ajedrez en un tablero mucho más grande. Con un giro de su muñeca, Ella-Quien-Es los despojó de sus conocimientos previos y los arrojó hacia la galaxia para ver cómo sus manipulaciones se desenvolvían en los imperios galácticos que ambos gobernaban.

Capítulo 1

Después que entraron los hijos de Dios

á las hijas de los hombres, y les engendraron hijos:

éstos fueron los valientes que desde la antigüedad

fueron varones de nombre.

.

Génesis 6:4-6

.

Febrero – 3,390 a.C.

.

Dolor.

El metal perforó su carne en una bola de chispas que giraba, ardía y chillaba. Él agonizaba mientras una varilla de acero empalaba su pecho, fijándolo a la cubierta de su nave como una mariposa atrapada. La sangre brotaba de sus pulmones. Su dulce y cobrizo olor llenaba el aire; el olor de su propia muerte inminente.

Trató de recordar su nombre, pero no había recuerdos, sólo la sensación de caer sin parar.

—¿Así que esto es todo? ¿Este es el fin?

Derramó una lágrima cuando la nave golpeó la atmósfera y comenzó a arder; su dolor era como tener un puñado de sal sobre un corte agudo que ni se comparaba al calor y el dolor de sus otras lesiones. Solo. Siempre supo que moriría solo.

La nave emitió una señal de advertencia.

Cerró los ojos y rezó para pasar tranquilamente al vacío y sentir su vida resbalar de su cuerpo, lo que pondría fin a su inmensurable dolor. Pero incluso cerca de la muerte, la parte suya que recordaba quien era él le susurraba:

—¡Lucha!

¡Sobrevive!

Vive un día más.

Apretó el puño alrededor de la estatuilla pequeña y oscura que siempre guardaba junto a su corazón. Él completaría la misión. Devolvería la mano a aquellos que habían hecho esto, a pesar de que no tenía recuerdos sobre a quién estaba combatiendo o por lo que estaba luchando.

A pesar de que debería haber dejado este mundo hace bastante, continuó luchando durante cada respiración.

Capítulo 2

Febrero – 3,390 a.C.

La tierra

12 horas antes

NINSIANNA

El desierto que descansaba entre los dos grandes ríos era un lugar inhóspito, incluso durante las épocas de lluvia. No había mucho donde esconderse ahí. Sólo escombros y los ocasionales restos de matorrales resecados, los remanentes esqueléticos de los arroyos muertos desde hace bastante tiempo y una lejana montaña que sus enemigos consideraban como “la arcilla sagrada de su dios”.

Ninsianna, cuyo nombre quiere decir “la-que-sirve-a-la-diosa”, se agazapó detrás de un montón de rocas, con su corazón palpitando, mientras tres guerreros vestidos con un tipo de antiguas faldas escocesas se acercaban peligrosamente a su escondite, recolectando trozos secos de hierba para hacer una fogata.

—¿Por qué habría venido por aquí? —preguntó Tirdard.

—Quería alejarse de él —dijo Dadbeh.

—No dejes que te oiga decir eso —dijo Firouz—. Está obsesionado con ella y su amor.

—¡Espero que estén juntos! —dijo Tirdard—. Se supone que deben casarse en el solsticio de verano.

—No si no puede atraparla —dijo Firouz.

—Si me lo preguntas —respondió Dadbeh—, creo que huyó con otro hombre.

Ninsianna puso su mano en su boca para apagar su deseo de gritar:

—¿No pueden entender que simplemente no quiero casarme con él?

Había expresado esa misma protesta, vociferante, muchas veces, pero nadie se preocupaba por los anhelos de una mujer.

«Sólo piensa, ¡qué hijos más finos tendrás!», su Padre le había dicho, burlándose de su vacilación. «Ella-Quien-Es mira favorablemente a esta unión. Es el hijo de un Jefe. ¿No puedes pensar en el prestigio que nos traerá el unir nuestros hogares?».

Bueno, ¡ella no quería ser la sirvienta de nadie! Ni para el pueblo, ¡ni siquiera para Ella-Quien-Es!

La conversación se interrumpió cuando Jamin caminó de regreso al campamento llevando una gacela muerta sobre sus musculosos hombros. Era un hombre hermoso, de tez morena, nariz fina y recta, y los ojos más negros que ella jamás había visto. Cada mujer de la aldea se desmayaba ante su atractivo sexual.

Todas las mujeres, excepto ella...

¡Ninsianna era la única presa que nunca había podido atraer a su cama!

Su mejor amigo, Siamek, un hombre alto y fuerte, dejó sus lanzas con punta de obsidiana y la capa de Jamin en el suelo.

—¿Ves alguna señal de ella? —preguntó Firouz.

—Sólo huellas... —señaló Jamin hacia el noreste—, unos miles de codos en esa dirección.

—¿Por qué se dirigiría directamente hacia nuestros enemigos? —preguntó Firouz—. ¿No se da cuenta de que los Halifianos la harán su esclava sexual?

—Porque es una mujer —Jamin rió—, sólo los dioses saben lo que revolotea en su torpe cabeza.

Ninsianna cogió una piedra, resistiendo el impulso de arrojarla a la arrogante cabeza de aquel hijo de… Jefe. ¡Si no fuera por sus "facultades especiales", aquel hombre estaría muerto desde hace bastante tiempo!

—Eso es lo que lograste por perseguir a la hija del chamán —dijo Firouz.

—Todos te advertimos —dijo Siamek—. Ninsianna es una mujer altamente volátil.

Dadbeh se echó a reír.

—¡Oh, Jamin! ¡Te quiero! —aquel pequeño hombre dijo, con una voz aguda tipo falsete.

—¡No, no te quiero! —volteó su cabeza, fingiendo ser su otro yo.

—¡Sí, te quiero! —volteó su cabeza de nuevo.

—¡No, no te quiero! —lo hizo por última vez.

Tirdard se puso la mano en la boca, tratando de no reír.

—Todo es producto —Firouz se unió, meneando las caderas imitando el caminar de una mujer—, de la magia de su padre.

—¡Shazam! —Dadbeh chasqueó los dedos—. ¡Y Jamin cayó bajo su hechizo!

—¿Caí en un hechizo? —Jamin resopló—. Mi papá está a favor de la ceremonia —miró la roca donde Ninsianna se escondió—. Típica mujer, demasiado tonta para conocer lo que hay en su propia mente.

Se arrodilló junto a la gacela muerta, sacó su odre y roció unas gotas de agua sobre su cabeza.

—Gracias, hermano —murmuró—, por el regalo de tu vida.

—De nada, hijo predilecto... —el viento se levantó y respondió con una voz que sólo Ninsianna podía oír.

Cortó en su vientre con una cuchilla de obsidiana, separando expertamente los órganos internos de las entrañas que dejarían para que las hienas comieran.

Siamek se agachó junto a él y señaló la cicatriz presente en el vientre de Jamin.

—Te parecías a esta gacela cuando te llevé de vuelta con tus tripas colgando aquella vez durante la caza de uros —habló en voz baja para que los otros hombres no pudieran oírlo—. Si ella no te hubiera cosido, estarías muerto. ¿Quizás confundiste sus cuidados con demostraciones de amor?

Detrás de la roca, Ninsianna contenía su aliento.

—¿Por favor? ¿Puedes hacerle entender?

Jamin apuñaló su cuchillo en la gacela muerta.

—¡Por eso necesitamos traerla de vuelta! —dijo—. Assur necesita a su curandera aprendiz.

Removió una pierna y entregó su carne a Siamek. Sus ojos negros se posaron en su segundo hombre al mando.

Siamek asintió. Nunca contradecía a Jamin frente a los otros hombres, pero habían sido amigos el tiempo suficiente como para dialogar a menudo en privado. Siamek se acercó y colocó la carne en el fuego.

Jamin se levantó y miró hacia la lejana montaña, con una expresión vulnerable, mientras el sol corría hacia el horizonte.

—¿Dónde estás? —murmuró.

Colocó su pie envuelto en cuero sobre la roca en la cual Ninsianna se escondía detrás, estudiando el horizonte, y abrochó su capa usando un alfiler de hueso elaboradamente tallado.

Ninsianna se agazapó como un animal de presa, escondida entre las rocas. El viento cambió hacia su dirección, llevando consigo el olor delicioso de la carne tostada, condimentada con ajo silvestre y un poco de comino. Su estómago gruñó, recordándole que no había ingerido más que bastirma, carne seca y salada, durante los últimos tres días.

¿Dónde podría vivir una mujer sin pueblo?

Ninguna otra tribu se atrevería a aceptarla.

El viento susurraba: «¿Será realmente tan malo ser la esposa de un futuro jefe?».

Se aferró a la bastilla de su vestido, desgarrada con indecisión. Siempre se había resistido a la seducción y regalos de Jamin; la forma en que siempre la había buscado, como un león acechando a su presa. Pero después de haber resultado herido, surgió un nuevo y vulnerable lado de aquel hombre. Cada día, cuando iba a cambiar sus vendas, le contaba historias sobre todos los lugares por los que había viajado, la gente que había conocido y las cosas salvajes y hermosas que había visto.

Él había prometido que, si ella se convertía en su esposa, lo acompañaría en sus viajes.

Finalmente ella le dio el sí.

¡Pero posteriormente se recuperó, y volvió a ser el mismo de antes!

Cuando ella decidió ponerle fin a su compromiso, Jamin se lo tomó de una forma terrible. ¿Y si le explicaba que huyó por estar asustada? ¿Acaso aprendería la lección?

Todo lo que tenía que hacer era levantarse y decir: «aquí estoy».

—¿Hey, Jamin? —Firouz gritó—. ¿Qué vas a hacer con ella una vez que la atrapemos?

—Sentarla en mis rodillas y darle de nalgadas —dijo Jamin—, como su padre debería haber hecho hace mucho tiempo.

Los guerreros se rieron.

Las dudas de Ninsianna se congelaron dentro su pecho. ¡Típico hombre! Dice una cosa para cortejar a una mujer, y otra cosa enteramente distinta para impresionar a sus amigos. Había dejado que la dominara una vez. ¡No sucumbiría nuevamente!

Esperó a que todos se sentaran a comer y luego, muy cuidadosamente, comenzó a gatear hacia atrás. Una pequeña piedra se deslizó y golpeó otra.

¡Crack!

Ninsianna se quedó inmóvil.

Los cinco guerreros miraron en su dirección. El corazón le latía con fuerza. Presionó su cuerpo en el suelo.

—¡Por favor, no me vean!

Si se hubiesen puesto de pie, ella habría quedado expuesta.

Imaginando la fogata del solsticio que encendían dos veces al año, susurró la oración que su padre usaba cada vez que necesitaban encender una fogata y la madera estaba húmeda. El fuego se encendió en una gran ráfaga de llamas, haciendo que la carne chisporroteara. Los hombres se apresuraron a contenerlo antes de que la carne se convirtiera en carbón.

—¡Gracias, Madre!

Esperó hasta que se sentaron a comer, y luego se deslizó hacia atrás hasta llegar a un wadi, un arroyo desértico seco que sólo llevaba agua después de la lluvia más torrencial. En la parte inferior había un agujero oscuro y húmedo donde Dadbeh y Firouz habían cavado para buscar agua. Aquí, en el desierto, el agua se había evaporado rápidamente. No sólo el agujero ya se había secado, sino que el suelo tenía un aire enfermo y maloliente.

Ese sentimiento de ver más allá que había heredado de su padre le advirtió de la presencia de espíritus malignos. Cualquiera que bebiera esta agua sufriría de dolor de vientre y una explosiva diarrea.

Ninsianna rio entre dientes. ¿Tal vez eso disuadiría a Jamin y a sus hombres?

Se apresuró hacia el oeste, lejos del territorio de la tribu Ubaid, lejos de Assur, lejos de sus padres que hablaban de deberes y obligaciones. Aquí en el desierto, un viajero solitario podría pasar desapercibido, pero un grupo de guerreros despertaría la atención de sus enemigos.

¡Ni siquiera Jamin se atrevía a arriesgarse a pelear una guerra con la fiera tribu de los Halifianos!

El sol se sumergía detrás de la montaña que los Ubaid llamaban "Diente de Hiena", la cual la tribu de los Halifianos consideraba como sagrada. Si Jamin se inmiscuía ahí, no escaparía fácilmente, lo que sin duda ayudaría a Ninsianna.

El wadi se oscureció a medida que la tierra era cubierta por la oscuridad, pero esa sensación de ver más allá que había heredado de su padre chamán iluminó su camino. Cada cosa viviente comenzó a emitir una débil luz espiritual, desde la más pequeña de la hierba hasta los escorpiones que se deslizaban entre las rocas. Su padre decía que las mujeres no tenían tales habilidades, pero ella podía sentir mucho más de lo que él creía.

Se tropezó con una roca.

Con un grito, se encontró boca abajo en el suelo. Hiperventilada, se levantó de nuevo y sacudió el polvo amarillo ocre de su vestido. Necesitaba refugio. En este punto del desierto, apenas había luz espiritual.

¡Vaya! ¡Cómo odiaba la oscuridad!

Para obtener un sorbo de agua, apretó su rustica cantimplora, hecha de piel de cabra, ahora flácida. Si no encontraba agua pronto, no tendría más remedio que regresar al río.

Cerró los ojos y levantó las palmas hacia el cielo.

—Gran madre, ¿me oyes? Estoy sedienta…

Justo a su izquierda, el suelo comenzó a brillar, emitiendo un débil indicio de vida. ¿Agua subterránea? ¡Si no se hubiera caído, probablemente no la habría visto!

Siguió el wadi lateral directamente hacia la montaña sagrada. Un olor débil y terroso transportado por el viento. Ninsianna se detuvo a oler.

¿Agua?

Se precipitó hacia una roca tan grande que el wadi se había visto obligado a rodearla. Goteando hacia abajo de una grieta, una pequeña fuente filtraba vivificantemente el vital elemento.

—¡Gracias Madre! —cogió un poco y ofreció su primer sorbo a la tierra antes de sumergir su mano en la pequeña piscina que se formaba en su base. Estaba fría y dulce, sin el olor turbio que era señal de malos espíritus.

Sacó una manta de lana de su morral de cuero. Aquí en el desierto, un hombre podía morir por calor durante el día y de frío por la noche, pero encender una fogata era el modo más seguro de llamar la atención no deseada. Se apoyó contra la roca, contemplando su afligida situación.

¡Era la prometida de un hombre a quien no amaba!

La noche se puso fría. Ninsianna empezó a temblar. Un grupo de hienas se acercó con su desconcertante y ronca risa. Sacó su cuchilla de obsidiana y la afirmó contra su pecho. Una serpiente salió de su madriguera haciendo ruido al moverse por el suelo. De fondo, un animal dio un grito terrorífico.

—¿Madre? —su voz se agitaba—. Sé que te agrada Jamin, pero tiene un temperamento terrible. ¿No podrías hacer que se enamore de alguien más?

¿Qué haría que la diosa despreciara a su hijo favorito? Miró las estrellas.

¡Shazam! Ninsianna realizó la magia de su padre ...

¿Fue así? Había dedicado tiempo de su vida dándole cuidados, lo que al final se convirtió en un abismo insufrible para ella.

¿Tal vez?

—¿Podría hacerle un ritual de amor?

Ninsianna rio mientras rebuscaba en su morral las reliquias sagradas que había robado a su padre. Un saco de huesos para adivinar el futuro. Parrotia pérsica seca para simbolizar el espíritu. Un pedazo de lapislázuli para simbolizar la Tierra. Su mano tembló al tocar el último objeto, un pequeño frasco de arcilla que contenía una tintura de bayas de belladona y vainas de amapola. Su padre había afirmado que, si una mujer bebía la poción, se perdería en un estado de sueño interminable. Pero sin ella, ni siquiera él podía oír los mensajes de los dioses.

—¿Por qué deben los hombres dictar el destino de las mujeres cuando fue una diosa quien creó todo lo que es?

Sacó el tapón del frasco y le dio un olfateo cauteloso. Pellizcando su nariz, bebió toda la botella.

¡Ugh! Sabía cómo orina de cabra!

Apretó su mano sobre su boca para no vomitar la vil sustancia.

Un sonido como de agua rugiente creció dentro de sus oídos. Se arrastró hasta la fuente sagrada y tragó puñados de agua, tratando de hacer más agradable el sabor en su boca, pero el rugido se hizo más fuerte a medida que el mundo alrededor de ella giraba. Se acurrucó en una bola, apretando su estómago. ¿Por qué, oh por qué, había hecho magia prohibida?

Por fin el ruido empezó a calmarse. No. No estaba todo completamente en silencio. Los pensamientos fluían alrededor de ella como un río de información. Sostuvo sus palmas hasta el cielo y comenzó a cantar una oración:

.

¡Oh, Gran Madre!

Tú que alteras el destino.

En vuestras benevolentes manos,

Lo malo se hace bueno.

A tu derecha está la Justicia,

A tu izquierda está la Bondad.

A ti, me dirijo a suplicar.

.

Mientras cantaba, la luz espiritual que fluía a través de cada ser viviente comenzó a brillar mucho más. Gerbilinos comenzaron a hablar. Escorpiones hacían sonar sus pinzas. Incluso los escarabajos tenían algo importante que decir. Cogió su cuchilla de obsidiana para hacer un corte en su palma.

Apretando, hizo salir tres gotas de sangre hacia el pequeño frasco de arcilla; luego lo recogió y lo sostuvo apuntando hacia el cielo.

—¡Oh, Gran Madre! —gritó—. ¡Encuéntrale a Jamin una compañera lo suficientemente fuerte como para ponerlo de nuevo en su lugar y tráeme a alguien lo suficientemente poderoso como para hacerle retroceder!

En el desierto, una jauría de chacales aulló, pero esta vez sin sonar amenazantes. Se sentía como si se hubiese hecho una con la manada.

Un entumecimiento paralizante se deslizó por sus extremidades. El “chirp-chirp-chirp” de los insectos adoptó la percusión misteriosa de un sonajero chamánico. La hierba y los arbustos resplandecían brillantemente, rodeados de un verde fosforescente. Hilos delgados de luz espiritual se estiraron entre todo lo que vio, revelando que todo estaba conectado. Incluso las rocas brillaban con una luz soñolienta, llena de vida.

En el cielo, las estrellas giraban en una danza lenta y elegante. Lágrimas corrían por las mejillas de Ninsianna mientras cantaban una canción sin palabras.

¡Hermana! Únete a nosotras…

Alzó la mano para tocarlas.

—Tan hermosas —susurró—. ¿Cuándo podré unirme a ustedes?

El tiempo y el espacio dejaron de tener sentido mientras imágenes flotaban hacia la chica en el vasto y ancho río. En ellas, se divisaba a un hombre de túnica blanca sentado en un trono. Detrás de él, se alzaba un magnífico árbol en un exuberante jardín verde, rodeado por una ciudad con tres soles dorados. Dentro y fuera de la ciudad, extrañas criaturas paseaban entre las estrellas en extrañas canoas espaciales.

La canción cambió.

Una oscuridad aterradora comenzó a inundar el ambiente desde el centro.

—¡Madre! ¡Ayúdanos! —las estrellas gritaron.

El viento se levantó.

—Ninsianna... —Ella-Quien-Es susurró—. Necesito tu ayuda.

La diosa dirigió los ojos de Ninsianna a una canoa espacial de color plateado. Un hombre completamente diferente a cualquier otro luchaba contra un terrible cáncer, hermosamente mortal, que borró las estrellas. Un relámpago golpeó la canoa espacial del hombre, haciéndolo caer a través de los cielos, directo hacia una piedra redonda y azul que ella entendía representaba a su hogar.

—¿Lo ayudarás? —Ella-Quien-Es preguntó.

Una emoción de excitación subió a través del cuerpo de Ninsianna.

¿Podría ella ver los cielos?

—Sí, Gran Madre —juró con animosidad—. Lo ayudaré.

El viento se hizo más vivo, recogiendo su cabello y echando su frío aliento sobre su piel. En el cielo del este, una estrella fugaz iluminó el desierto mientras descendía. Se hizo cada vez más estrecha, tan grande que dominaba el horizonte.

—¿Madre?

La estrella, un objeto terrible, ardiente e infernal, se abalanzó sobre ella.

Se hizo más y más grande.

Un gemido agudo dividió el aire.

—¡Ack!.

La tierra se estremeció cuando la bola de fuego pasó directamente por encima de ella. Ninsianna se lanzó al suelo.

¡¡¡WHAM!!!

La estrella fugaz se estrelló contra la tierra, originando un pilar de fuego que comenzó a cubrir todo con rocas y escombros. Rocas del tamaño de unos puños llovieron como granizo lanzado por un dios enojado. Su corazón latía tan rápido, que temía que saliera de su pecho.

Ninsianna se cubrió la cabeza y gritó.

Poco a poco las rocas se convirtieron en polvo. La chica se levantó y dirigió su mirada hacia aquel rojo y brillante resplandor. ¿Estaba en el cielo, o en una extraña dimensión infernal?

—Ve —Ella-Quien-Es susurró—, y haz lo que acordamos.

Ninsianna cogió su morral y se dirigió hacia aquel misterioso y brillante objeto. Llegó a un lugar donde un deslizamiento de tierra había bloqueado el wadi. Justo más allá, el arroyo retrocedió hasta formar un oasis. Dos caminos de fuego se extendían a través de un valle en forma de cuenco hacia una forma resplandeciente incrustada en el pie de la montaña sagrada.

El primer rayo de la luz del sol apareció por encima del horizonte.

—Aquí —susurró Ella-Quién-Es—. Aquí enseñarás a nuestro campeón a convertirse en mortal.

Capítulo 3

Febrero 3,390 a.C.

.

Las chispas crujían en medio del humo, dándole a todo un aspecto sobrenatural e infernal. La vara arañaba su pecho, amenazando con ahogarlo en su propia sangre. Jadeando como un pez, daba pequeñas y dolorosas respiraciones, tratando de obtener suficiente oxígeno para su cerebro y así despejar la niebla. No podía recordar su nombre, pero si no se liberaba de toda esa chatarra, ¡sería un hombre muerto!

Los rayos crepusculares de la dorada luz solar irrumpieron a través de una grieta en el techo, iluminando un hermoso espíritu de pelo oscuro. La luz se reflejaba en su piel mientras ella se arrodillaba junto a él, vestida como una criatura legendaria.

¿La Raza Fuente?

Una sensación de temor reverberaba en la mente del hombre, la cual terminó antes de que tuviera tiempo de contemplar lo que significaba "Raza Fuente".

—O-kim-oldugunu yardim etmek icin beni buraya gonderdi ise—dijo el espíritu—. Ben sana zarar demek.

Comprendió la naturaleza de la mano que le tocaba la mejilla y la mirada comprensiva en sus ojos dorados. No había sobrevivido una herida de ese tipo. Aquel femenino espíritu había venido para guiarlo hacia el eterno mundo del sueño.

Una abrumadora sensación de alivio inundó su cuerpo.

No estaba solo.

A pesar de su dolor, sonrió, mientras colocaba su destino en las manos de aquel misterioso espíritu.

Capítulo 4

Febrero - 3,390 a.C.

Tierra: Lugar del impacto

NINSIANNA

A medida que se acercaba a la misteriosa estrella caída, lo que al principio parecía ser una roca ardiente se convirtió en una punta de lanza. Incluso estando medio enterrada, reconoció la canoa espacial que había visto en su visión. Brillaba como un montón de carbón, pero la canoa misma no ardía, excepto por el humo que salía de una de sus dos chimeneas. Si bien no podía encontrar una puerta discernible, una enorme grieta dividió la canoa desde el suelo, directo hasta el techo, justo donde desaparecía en un derrumbe.

—¡Date prisa! —Ella-Quien-Es- susurró.

Ninsianna atravesó la grieta hacia un espacio rebosante de humo. La única luz provenía de cientos de chispas que salían de telarañas colgando del techo. El sol naciente irradiaba a través de la grieta, iluminando a un hombre sangrando que yacía sepultado bajo un montón de escombros. Había sido empalado con una lanza, la cual había atravesado su pecho.

—¡No!

Los bordes afilados causaban leves heridas en sus manos y rodillas mientras se dirigía hacia el moribundo. Un hedor de cobre, el olor de la muerte inminente, le llenó las fosas nasales.

El hombre la llamó. La sangre le salía de la boca y la nariz.

—¿An rás fhoinse? —dijo.

Puso una mano sobre la mejilla pálida del hombre, rezando para que no viera su propio terror. Sus ojos se encontraron en la luz oscura: una criatura aterrorizada, moribunda y una total extraña. Su expresión se volvió agradecida.

—¿Neo-aonar?

Sus ojos se cerraron.

Ninsianna apretó sus dedos contra su garganta. ¡Por favor, no mueras! Sollozos agolpaban sus pulmones cuando un débil latido de su corazón se agitó contra las yemas de sus dedos.

—¡Acá! —un susurro de intuición llamó su atención hacia la lanza que lo clavaba hacia el suelo—. Hazte cargo del objeto más peligroso en primer lugar.

Llevaba un traje peculiar sujeto a su pecho, ni una capa ni un manto. Usó su cuchilla de obsidiana para cortar la tela y sacarla de la lanza. Una vez hecho esto, se dio cuenta de que el hombre había sangrado considerablemente, por lo que tenía que trabajar rápido.

Revisando en su morral, sacó una aguja de hueso y un mechón de cabello arrancado de la cola de un caballo salvaje. Había ayudado a Mamá a tratar muchas heridas terribles, incluyendo las de Jamin, pero nunca había tratado una lesión tan grave sin el beneficio de la mano guía de su progenitora.

Se enjuagó las manos con agua del odre y luego colocó los pies a cada lado de su torso. Cantó la canción que Mamá cantaba cuando necesitaba fuerza, por lo general cuando una banda entera de guerreros llegaba herida de una escaramuza.

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Ella llama los poderes divinos,

Anuncia los ritos sagrados.

Trabaja con habilidad intrincada,

Mientras asiste a los heridos.

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Imaginó que una luz blanca fluía desde la parte superior de su cabeza hasta sus dedos, y luego hacia sus pies profundamente arraigados en el suelo. Estaba prohibido que una mujer usara la magia para cualquier cosa menos la curación, pero había espiado a Papá siempre que los chamanes se reunían y hablaban. La energía fluía alrededor de ella, con un hormigueo estimulante, como agua siendo derramada en una urna hasta llenarse de poder.

—¡¡¡Hiyah!!! —afirmó ambos puños alrededor del pozo y gritó.

El hombre gimió, pero la lanza no se soltó.

Ella empujó más fuerte, rezando y cantando, hasta que la energía se hizo tan poderosa que su cuerpo empezó a emitir zumbidos. Lo hizo tan fuerte que su torso se levantó del suelo. La lanza emitió un horrible sonido de succión cuando se deslizó de su pecho.

Ninsianna cayó de rodillas, todavía cantando:

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Ella toma las vendas y las limpia;

Trata las vendas con embrocación,

Limpia la sangre y la supuración,

Y coloca una mano cálida sobre la horrible herida.

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Ese río de información que había visto en su visión fluía a su alrededor ahora, más claro y poderoso que los tentativos hechizos que había lanzado lejos de los desaprobadores ojos de su padre.

El aliento del hombre se volvió más trabajoso. Justo a la izquierda de su corazón, la carne se hundía en su caja torácica, justo donde la punta del arma había destrozado varias de sus costillas. Ella presionó dos dedos en el agujero hasta que golpeó una cavidad hueca. Su corazón se hundió. La punta había perforado un pulmón.

Pasó los dedos dentro de su pecho, midiendo la extensión del daño. Algo pulsaba contra la punta de sus dedos. Ninsianna hizo una pausa, asombrada mientras el corazón del hombre revoloteaba a través del delicado tejido pulmonar.

—¡Oh, Gran Madre! —exclamó, sorprendida—. Ni siquiera Mamá ha tocado un corazón aún latiente.

¿Era esto lo que se sentía ser una diosa?

Cogió la aguja de hueso que había enhebrado momentos antes. Esta no era la primera vez que había cosido un pulmón perforado, aunque en ambos casos, el paciente había muerto. Cosió dentro y fuera de la tierna carne, sintonizándose con ese susurro de información que le decía qué hacer. Empujando la carne como un antiguo zapato de cuero sin curtir, cortó el hilo, y luego cosió la capa exterior de músculo y piel.

Mientras cosía, continuó cantando:

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Ella reúne los poderes divinos,

Toma su vida en sus manos.

Los ata a la gran prenda,

Mientras habla palabras favorables.

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Prueba la lanceta quirúrgica;

Mientras afila el bisturí.

Perfecciona los poderes divinos de la medicina,

Y los pone en mis manos.

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El desconocido volvió a abrir los ojos.

Observó su puntada, con una expresión extrañamente tranquila, a pesar del hecho de que los dedos de la mujer estaban enterrados profundamente dentro de su pecho.

—¿An bhfuil tú spiorad, teacht a chur mé go harm an réimse an aisling? —dijo.

—No tengas miedo, Ella-Quien-Es me ha enviado aquí para ayudarte.

Como ambas manos estaban ensangrentadas, le besó la mejilla, esperando que entendiera el gesto de consuelo. Ató el hilo. Él le habló en un lenguaje que sentía que debía reconocer.

—Ní raibh mé riamh eagla bás, ach go bás ina n-aonar. Tá áthas orm tú ag teacht a thabhairt dom ar an aistear —dijo.

Escalofríos hormiguearon por todo su cuerpo. Pero cada palabra que pronunciaba venía con un sonido terrible y sibilante.

—Creo que la punta perforó hacia el otro lado —señaló su propia espalda—. Tengo que darte la vuelta, ¿de acuerdo?

Hizo un gesto con las manos para que él lo entendiera.

El hombre asintió con la cabeza.

Trató de empujarlo de lado, pero un gabinete pesado había caído sobre sus piernas. Trató de levantarlo, pero sus pies se deslizaban sobre el piso resbaladizo y sangriento. Sujetó un pedazo de escombros debajo del gabinete. Si él mismo pudiese sacar sus propias piernas, ¿podría rodarlo para ver qué había pasado en su espalda?

Se arrastró a su lado. Su mano se apoyó en un montón de plumas ensangrentadas.

—¿Qué es esto? —jaló las plumas—. ¿Alguna capa?

La “capa” dio un aleteo, esparciendo algunos escombros.

—¡Ack!

Ninsianna retrocedió sorprendida.

Una oscura forma apareció en la ahora también oscura canoa espacial. Vagamente en formas de cuña, cientos de pequeños objetos con forma puntas de lanza se asomaban por el borde mientras ésta aleteaba. Ninsianna se acomodó en el suelo, temblando. Miró con incredulidad las enormes plumas marrones que ahora reposaban en su pie.

—¿Tienes alas?

Tocó las plumas ensangrentadas y las rastreó hasta su origen bajo la espalda. Miró al techo.

—¿Me enviaste a salvar a un dios viviente?

Las cejas del hombre se juntaron en un gesto de confusión, como queriendo averiguar por qué la mujer ahora querría herirlo. Miró el puñado de plumas oscuras que acababa de arrancar de su carne viva.

—¡Oh, lo siento!

Le tocó la mejilla para decirle que no había querido causarle ningún dolor. Su piel se sentía fría, inundada con la palidez de la muerte. Con su visión aumentada, pudo ver su luz espiritual flotando a medio camino entre el mundo de los vivos y los muertos. Con cada aliento, su luz espiritual se hacía más tenue.

Ella tocó el lugar donde sus piernas desaparecían bajo la pesada chatarra.

—Eres demasiado pesado para poder rodarte por mí misma —movió las manos para comunicar lo que tenía que hacer.— Voy a empujar —hizo un gesto con ambas manos—, pero debes sacar tus piernas. ¿Bueno?

—Is ea —el desconocido asintió.

La chica se arrodilló detrás de su cabeza y acomodó los antebrazos a través de sus axilas.

—¡Ahora!

Ninsianna empujó con cada onza de su fuerza. El hombre movió las piernas lo suficiente para liberarlas antes de perder la conciencia. Luego lo puso de lado.

Saliendo de su espalda, un par de enormes y musculosas alas marrones quedaron atrapadas bajo los escombros. El ala que se había abalanzado hacia arriba parecía estar intacta, pero la otra ala se inclinó hacia atrás en un ángulo ominoso.

—Cuando me enviaste una visión de un hombre con alas —le dijo a la diosa—, ¡nunca pensé que estuvieras siendo tan literal!

Cosió la herida en la cual la punta había salido por el otro lado, y luego procedió a atender la siguiente lesión más crítica, su ala rota.

Una vez, cuando era pequeña, Mamá había salvado un halcón. Los rapaces eran sagrados para los Ubaid, ya que significaban presagios favorables. Papá aseguraba que los rapaces eran los ojos de Ella-Quien-Es. Sintió a lo largo de los huesos escondidos debajo de las plumas. Justo debajo de la articulación de la rodilla, un hueso delgado había sido roto, perforado a través de su piel.

—Es bueno que no estés despierto —dijo— o no creo que me dejarías hacer esto.

Deslizó el delicado hueso hacia atrás bajo su piel y se estremeció al colocarlo en su lugar. Acostado junto a ella, la lanza que acababa de arrancar de su pecho podría servir como una buena, aunque rústica, tablilla ortopédica. Ahora sólo necesitaba algo para atar. ¿En qué lugar, en este templo, podría haber algo de cuerda?

Decenas de telarañas de colores colgaban del techo como raíces dentro de una cueva, que sin duda se destruyeron cuando la canoa espacial se había estrellado contra la pared del valle. Rasgó varios de esos largos y coloridos hilos. Aunque más delgados que una cuerda, los peculiares hilos se doblaban y mantenían su forma. Los envolvió alrededor de la lanza y su ala rota.

—¿Qué sigue? ¡Madre! ¡El hombre está desangrado y roto!

Su muñeca izquierda se inclinaba en un ángulo antinatural. Esta lesión le era por lo menos familiar. Apoyó sus pies contra su costado para ganar fuerza y apretó su codo entre sus rodillas, jalando hasta que su muñeca emitió un crujido.

—Mamá haría un trabajo mejor —murmuró para evitar que su espíritu de luz intentara escapar de su cuerpo—, pero es un viaje de regreso de dos días a mi aldea. Si te dejo solo, el sueño de la muerte te llevará.

Por fin había hecho todo lo posible. O viviría, o elegiría pasar al reino de los sueños. Lo único que podía hacer era animarlo a que se quedara.

La carne del hombre estaba pálida y húmeda; su corazón latía de manera desigual y demasiado suave. Para defenderse del sueño de la muerte, necesitaba mantenerlo cálido. Agarró la manta que había traído con ella en su morral y lo cubrió.

El hombre se estremeció.

Ella se encogió contra su lado para compartir su calor.

Exhausta, se quedó dormida.

Capítulo 5

Fecha Galáctica Estándar: 152,323.02 DE

Órbita Terrestre: ARS “Jamaran”

Teniente Kasib

Tte. KASIB

El ARS Jamaran orbitó el planeta azul de recursos al que Shay'tan (mil bendiciones sobre su nombre) lo había enviado en misión de protección. El Teniente Kasib de la Armada Real Sata'anica miró fijamente a la consola de comunicaciones de la nave, una pantalla plana en blanco y negro sin fisuras, igual que las otras que rodeaban el centro de mando, sintiendo el aire con su larga y bifurcada lengua mientras examinaba los informes de la superficie del planeta que se mostraban en la pantalla.

En la silla del comandante detrás de él, cuya forma era similar a un pedestal de una torre negra, la afilada cresta dorsal del general Hudhafah se alzó en irritación.

—¿Alguna palabra sobre esa nave de exploración Angelical? —preguntó.

Kasib observó los informes con sus ojos de serpiente color verde-dorado.