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¡Una de las refutaciones actuales a la Evolución más poderosa y autorizada! Usando recientes descubrimientos en genética, bioquímica, geología, datación radiométrica y otras disciplinas científicas, el Dr. John Ashton explica capítulo por capítulo, en un lenguaje sencillo, doce poderosas razones por las que la Teoría de la Evolución de Darwin es solo un mito. Llevando las evidencias que refutan la Evolución a un nuevo nivel, con análisis detallados y datos procedentes de una gran variedad de fuentes, este es un libro de lectura obligatoria para estudiantes, educadores cristianos, científicos y todos aquellos que quieren comprometerse con la cosmovisión bíblica respecto de los orígenes.
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Seitenzahl: 137
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Doce razones por las que la Evolución no puede explicar el origen de la vida sobre la Tierra
Dr. John F. Ashton
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Evolución imposible
12 razones por las que la Evolución no puede explicar el origen de la vida sobre la Tierra
John F. Ashton
Título del original: Evolution Impossible: 12 Reasons Why Evolution Cannot Explain The Origin of Life on Earth. Publicado por New Leaf Publishing Group, Inc., P. O. Box 726, Green Forest, Arkansas 76238, U.S.A., 2012.
Dirección: Gabriela S. Pepe
Traducción: Néstor Rivero Rivero
Diseño de tapa: Romina Genski
Diseño del interior: Marcelo Benítez
Ilustración de tapa: Shutterstock
Libro de edición argentina
IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina
Primera edición, e - Book
MMXXI
Es propiedad. © 2012 John F. Ashton y New Leaf Publishing Group.
© 2015, 2021 ACES. © 2015 ADVENTUS. Primera edición en español con autorización de los propietarios del copyright.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-356-2
Ashton, John F.
Evolución imposible : 12 razones por las que la Evolución no puede explicar el origen de la vida sobre la Tierra / John F. Ashton / Dirigido por Gabriela S. Pepe. - 1ª ed . - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana ; Estados Unidos : Adventus, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo digital: Online
Traducción de: Néstor Rivero Rivero
ISBN 978-987-798-356-2
1. Religiones. 2. Biología Evolutiva. I. Pepe, Gabriela S., dir. II. Rivero Rivero, Néstor, trad. III. Título.
CDD 261.55
Publicado el 25 de febrero de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES2-ACES (2237)
E-mail: [email protected]
Website: editorialaces.com
Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.
El objetivo de la investigación científica es descubrir la verdad, y los científicos, de todas las personas, deberían tener la mente abierta y estar dispuestos a considerar todas las evidencias. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que una vez que una idea se ha arraigado, incluso los científicos encuentran difícil aceptar algo que se aparte de ella. Esto es lo que ocurre actualmente con la Teoría de la Evolución. Esta teoría se ha convertido en un dogma o, para citar al profesor Bernard David, en “la Ley de Darwin”; y cuestionarla es “ignorancia y descaro” (Prof. C. D. Darlington).1
A pesar de esto, algunos científicos tienen una actitud abierta y, aunque adhieren a la Teoría de la Evolución, están dispuestos a admitir que presenta dificultades. El Dr. John Ashton ha resaltado estas dificultades en su libro. Debido a la infinitamente pequeña probabilidad de que la vida se forme espontáneamente, y de que las formas de vida simples den lugar a otras más complejas por medio de procesos naturales de mutación y selección, ninguna persona libre de prejuicios puede, con plena conciencia, elevar la Teoría de la Evolución a la categoría de ley, o criticar a quienes se atrevan a cuestionar el proceso evolutivo.
Si uno acepta que el proceso evolutivo presenta dificultades, debería estar dispuesto a considerar otras interpretaciones. En este libro, el Dr. Ashton propone explicaciones alternativas para los datos del mundo natural que comúnmente se interpretan dentro del marco de la Teoría de la Evolución. Lamentablemente, muchas personas mirarán el título del libro y lo desestimarán sin siquiera abrirlo. Y es que esta obra no es para quienes tengan una mentalidad estrecha, sino para aquellos que exhiben una mente abierta y están dispuestos a examinar sin prejuicios distintas posibilidades en su búsqueda de la verdad. Es a este tipo de personas a quienes recomiendo el libro del Dr. Ashton.
Profesor Emérito Warren Grubb, PhD
Facultad de Ciencias Biomédicas, Universidad de Curtin,
Perth, Australia Occidental.
1 Hugh Montefiore, The Probability of God (London: SCM Press Ltd., 1985), p. 75.
Hace algún tiempo, tuve una reunión con varios profesores de una universidad australiana muy respetada. Estaban investigando sobre cruzamiento y selección de cultivos, y existía la posibilidad de colaborar con ellos en un proyecto para integrar rasgos de resistencia a enfermedades en un nuevo tipo de cereal recién desarrollado. Las técnicas de mejora incluían tratar las semillas con productos químicos que dañaban su ADN. Las semillas mutantes se germinaban, y se estudiaban en busca de cualquier rasgo beneficioso que pudiera haber resultado de los cambios.
El nuevo tipo de cereal, del que estábamos hablando, poseía una disparidad favorable causada por la destrucción de parte de un gen. Esta pérdida de material genético hacía que la “nueva” planta produjera un grano con almidón menos digerible, que al ser incorporado en la elaboración de alimentos podía, potencialmente, ser beneficioso para la prevención y el control de la diabetes tipo II.
Durante el almuerzo, estuve pensando en el papel de las mutaciones en relación con la Teoría de la Evolución. Para que una nueva especie evolucione a partir de un antepasado común, debe surgir información genética nueva, presumiblemente a partir de algún tipo de mutación favorable. Así que, mientras estábamos sentados alrededor de la mesa, pregunté al investigador en jefe del proyecto: “¿Alguna vez las mutaciones han originado nueva información genética significativa?”
Su respuesta fue inmediata: “¡Por supuesto que sí!”
“¿Podría darme un ejemplo?”, le pedí a continuación.
Pensó por un momento y respondió alargando las palabras: “Hmmm... No puedo recordar ahora mismo ningún ejemplo específico, pero pregúntele a nuestro genetista… él será capaz de darle un ejemplo”.
Horas después, esa tarde, me encontré con el investigador superior de Genética del Departamento de Producción Vegetal de la Universidad, y le planteé la misma pregunta.
Su respuesta fue tan rápida como la anterior, pero completamente opuesta: “¡Nunca!”
Sorprendido, continué presionando. Me explicó que las mutaciones siempre causan daños en el ADN, lo que generalmente resulta en una pérdida de información genética. Dijo que no conocía ningún caso de una mutación, natural o provocada, que hubiera dado lugar a nueva información genética significativa.
Pensé en las dos respuestas. El científico de más edad y experiencia creía efectivamente que las mutaciones pueden producir información genética nueva. Ya que ninguno corrigió su respuesta, me atrevería a afirmar que los demás investigadores presentes en el almuerzo, biólogos especialistas en diferentes campos, creían exactamente lo mismo. Más aún, es muy probable que la mayoría de los científicos actuales que defienden la validez de la Teoría de la Evolución piensen también que las mutaciones pueden producir nueva información genética, que dará lugar a nuevos rasgos, de entre los cuales la selección natural escogerá los más favorables para crear nuevas especies. Pero si el genetista estuviera en lo cierto y las mutaciones no pudieran producir nueva información genética significativa, la “evolución” sería imposible y no podría haber ocurrido.
Cuando pensé en esto, decidí comenzar a investigar y escribir este libro.
Desde principios de los años ‘70, cuando era investigador en el Departamento de Química de la Universidad de Tasmania, he estado estudiando las evidencias a favor y en contra de la evolución. En aquella época, un amigo mío estaba terminando su doctorado en Geoquímica. Un día me mostró los resultados de una datación radiométrica hecha con la prueba del carbono 14, relacionada con la investigación de un fragmento de madera de una pala europea, parcialmente fosilizada, encontrada en una vieja mina de oro. Los resultados del análisis de laboratorio estimaron una edad de 6.600 años. Sin embargo, la actividad minera de la zona databa de fines del siglo XIX, y era improbable que el mango de la pala estuviese hecho de una madera que tuviera más de unos pocos cientos de años.
Este resultado, aparentemente incorrecto, estimuló mi interés por los métodos de datación radiométrica, y por las implicaciones asociadas para la datación de la columna geológica y la evolución. A medida que continuaba mi investigación, me convencí de que la Teoría de la Evolución presentaba problemas obvios, que estaban siendo percibidos por prominentes científicos como Sir Fred Hoyle, un reconocido astrónomo británico,2 y el profesor E. H. Andrews, Jefe del Departamento de Materiales en la Universidad de Londres.3
A finales de los años ‘90, después de un seminario sobre evidencias a favor de la Creación, dictado en la Universidad de Macquarie, en Sídney, Australia, decidí ponerme en contacto con científicos que defendían una visión creacionista de los orígenes y preguntarles por qué elegían aceptar la Creación, en oposición a la evolución. Encontré sus argumentos tan reveladores y convincentes que edité algunas de las respuestas, y estas se convirtieron en el libro In Six Days: 50 Scientists Explain Why They Believe in Creation [En seis días: Cincuenta científicos explican por qué creen en la Creación],4publicado originalmente en 1999. Desde entonces, la obra ha sido reimpresa numerosas veces, incluyendo ediciones en alemán, italiano, español y coreano; además, es citado frecuentemente en Internet, en el contexto del debate creación/evolución.5
La creación es un acto de Dios –él es la Inteligencia suprema– y, por eso, decidí escribir también a profesores de universidades seculares que se autodefinían como creyentes, pidiéndoles que me explicaran por qué creían en Dios, en los milagros y en las respuestas a las oraciones. Estos académicos me proporcionaron abundantes evidencias de un Dios personal que interactúa con su creación. Una vez más, edité algunas de las respuestas que recibí, y el conjunto se publicó en 2001 bajo el título The God Factor: 50 Scientists and Academics Explain Why They Believe in God [El factor divino: 50 científicos y académicos explican por qué creen en Dios].6 También esta obra ha sido reimpresa varias veces.
El presente libro es una continuación de los anteriores, “In Six Days” y “The God Factor”, y resume las evidencias científicas en contra de la evolución como mecanismo responsable de la diversidad de la vida en la Tierra. En él se detallan las evidencias que apoyan la afirmación de aquel genetista sobre la incapacidad de las mutaciones para producir nueva información genética significativa, junto con datos de muchas otras investigaciones que también se oponen a las explicaciones clásicas de la Teoría de la Evolución. Muchos lectores encontrarán esta perspectiva nueva y desafiante; no obstante, espero que sirva, al menos, para estimular un debate mejor informado sobre el tema de los orígenes.
2 Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe, Evolution from Space (London: J.M. Dent & Sons, 1981), pp. 23-33.
3E. H. Andrews, God, Science and Evolution (Homebush West, New South Wales: ANZEA Books, 1981).
4 John F. Ashton, ed., In Six Days: 50 Scientists Explain Why They Believe in Creation (Green Forest, AR: Master Books, 2001).
5 Ver referencias a In Six Days... en, por ej.: C. Groves, “The Science of Culture. Being Human: Science, Culture and Fear”, The Royal Society of New Zealand, Miscellaneous Series, Nº 63 (2003); E.C. Scott y G. Branch, “Antievolutionism: Changes and Continuities”, BioScience, vol. 53, Nº 3 (2003), pp. 282-285.
6John F. Ashton, ed., The God Factor: 50 Scientists and Academics Explain Why They Believe in God (Australia: HarperCollins Publishers, 2001).
Cuando empiece a leer este libro, usted probablemente reaccionará de la misma manera que muchos otros lo han hecho antes: “Yo pensaba que estaba bien establecido científicamente que toda vida sobre la Tierra, incluyendo a los seres humanos, evolucionó a partir de células primitivas muy simples, a lo largo de cientos de millones de años. Eso es lo que me enseñaron en las clases de Biología. ¿Cómo un científico en ejercicio, profesor universitario, puede escribir ahora un libro que afirme que existen evidencias de que la Teoría de la Evolución es imposible?”
Esta es una pregunta válida, y trae a colación los temas abordados en este libro. La mayoría de los científicos y educadores creen que la evolución es un hecho, simplemente porque eso es lo que les fue enseñado en todos los niveles del sistema educativo. La mayoría de los libros de texto, las academias de ciencias, los museos y los autores de divulgación científica afirman, sin vacilar, que la evolución es un hecho demostrado por la ciencia. Por ejemplo, en un libro de texto universitario sobre evolución ampliamente utilizado en 2007, puede leerse el siguiente encabezamiento destacado en negrita: “La teoría evolutiva explica el hecho de la evolución”.7 Los autores van aún más allá, y afirman que actualmente los científicos comprenden el funcionamiento de todos los procesos evolutivos y, en muchos casos, los mecanismos por los cuales estos procesos han generado adaptación y divergencia en las especies.
En una “declaración de postura” sobre la evolución publicada en el año 2008, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos afirmó que la evolución se considera un hecho. La Academia sostiene que la Teoría de la Evolución está respaldada por tantos experimentos y observaciones que los científicos están convencidos de que los componentes fundamentales de la teoría no serán refutados por nuevas evidencias científicas.8 La Sociedad Geológica de Londres afirma que ha quedado establecido más allá de toda duda que nuestro planeta tiene, aproximadamente, 4.560 millones de años, y sostiene que la vida ha evolucionado hasta su forma actual durante un período de miles de millones de años, a causa de la variación genética combinada con la selección natural.9
La Academia de Ciencias Australiana publicó un punto de vista similar, afirmando que existe un vasto cuerpo de conocimientos “factuales” (basados sobre hechos) que respalda la teoría de que los procesos naturales de la evolución han inducido la complejidad biológica que encontramos hoy sobre la Tierra.10 De hecho, la mayoría de las academias de ciencias del mundo adhieren firmemente a la Teoría de la Evolución. El Interacademy Panel, o IAP, red global de academias de ciencia, publicó en 2006 una declaración sobre la enseñanza de la evolución firmada por 67 de las academias miembros, afirmando que múltiples observaciones y experimentos independientes han establecido como ciertos los siguientes “hechos” sobre la evolución de la vida en la Tierra:
Que la vida apareció en la Tierra hace, al menos, 2.500 millones de años;Que la vida ha continuado evolucionando desde que apareció por primera vez, lo cual está confirmado por la Paleontología, la Biología y la Bioquímica modernas;Que la estructura del código genético de todos los seres vivos indica su origen primigenio común.11En esta misma línea, la mayoría de los museos de historia natural del mundo, en sus exhibiciones, presentan la evolución como un “hecho” de la ciencia. Por ejemplo, el Instituto Smithsonian, en su exposición de 2009 “Desde Darwin: La evolución de la evolución”, declaraba lo siguiente: “La evolución de los seres vivos ha estado ocurriendo durante miles de millones de años, y es responsable de la deslumbrante diversidad de la vida sobre la Tierra. Eso es un hecho” (énfasis añadido).12
Cuando la institución científica más preeminente del mundo afirma rotundamente que la evolución es un hecho, es razonable que los visitantes y los medios de comunicación lo crean. Expertos evolucionistas bien conocidos reafirman esta posición. El eminente paleontólogo Stephen J. Gould, de la Universidad de Harvard, escribió que no negaba el “hecho” de la evolución,13 y el profesor Richard Dawkins, de la Universidad de Oxford, afirma que el propósito de su libro sobre evolución, publicado en 2009, es mostrar que esta es un “hecho ineludible”.14
No obstante, cuando revisamos más atentamente estas declaraciones acerca de la evolución, descubrimos que muchas de ellas son meras afirmaciones hechas sin citar evidencias demostradas. Incluso cuando se citan evidencias, estas no confirman realmente la aseveración. Por ejemplo, se afirma que la vida apareció espontáneamente sobre la Tierra hace muchos millones de años, pero no he encontrado ningún artículo científico acreditado que explique un mecanismo plausible por el cual una célula podría surgir de manera natural a partir de sus moléculas constituyentes (un proceso llamado “abiogénesis”). Sin embargo, sí he encontrado muchos hallazgos científicos que demuestran que la abiogénesis no puede ocurrir, según explico detalladamente en el capítulo 3.