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Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, conocido como monseñor Romero, fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980), célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos y por haber muerto asesinado durante la celebración de la misa.
Como arzobispo, denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país. Su asesinato provocó la protesta internacional en demanda del respeto a los derechos humanos en El Salvador. Dentro de la Iglesia católica se lo consideró un obispo que defendía la «opción preferencial por los pobres». En una de sus homilías, monseñor Romero afirmó: «La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación» (11 de noviembre de 1977).
En Latinoamérica algunos se refieren a él como San Romero de América. Fuera de la Iglesia Católica, Romero es honrado por otras denominaciones religiosas de la cristiandad, incluyendo a la Comunión Anglicana la cual lo ha incluido en su santoral. Él es uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la Abadía de Westminster, en Londres, y fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979.
Monseñor Romero, finalmente beatificado por papa Francisco, en estas homilías nos da su conocimiento teológico, pero sobre todo nos muestra el valor de una iglesia que se encuentra al lado de los pobres, que lucha contra un poder que impide la libertad individual, que se ofrece como un ejemplo de la vida y del testimonio cristiano y plenamente humano.
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Óscar A. Romero
Vaticanoterzo
KKIEN Publishing International
www.kkienpublishing.it
Primera edición digital: 2015
Cover: Giobanny Ascencio y Raul Lemus- Grupo Cinteupiltzin CENAR El Salvador - Mural pintado con acrílico y óleos ubicado en el Edificio Histórico de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador.
ISBN 978-88-99214-449
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Table Of Contents
Monseñor Romero, un mártir de hoy y para hoy
José Maria Tojeria, SJ
Biografía de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez
homilías
homilía en la misa exequial del padre rutilio grande
14 de Marzo de 1977
la misa única
20 de Marzo de 1977
LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU
JUEVES SANTO. MISA CRISMAL
7 de Abril de 1977
MENSAJE DE MONSEÑOR ROMERO, EN EL TRIDUO PASCUAL, DESDE Y.S.A.X.
VIERNES SANTO
8 de Abril de 1977
LA IGLESIA DE LA PASCUA
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA
17 de Abril de 1977
MISIÓN DE LA IGLESIA
QUINTO DOMINGO DE PASCUA
8 de Mayo de 1977
LA IGLESIA FRENTE AL DOLOR Y A LA VIOLENCIA
FUNERAL DEL INGENIERO MAURICIO BORGONOVO
11 de Mayo de 1977
FUNERAL DEL P. ALFONSO NAVARRO OVIEDO
12 de Mayo de 1977
LA IGLESIA ES CRISTO EN NUESTRA HISTORIA
SEXTO DOMINGO DE PASCUA
15 de Mayo de 1977
MARÍA Y LA IGLESIA
SEXTO DOMINGO DE PASCUA
15 de Mayo de 1977
LA VIOLENCIA QUE ENLUTA AL PAÍS
DOMINGO DE ASCENSIÓN
22 de Mayo de 1977
VOCACIONES AL SACERDOCIO
VIGILIA DE PENTECOSTÉS
28 de Mayo de 1977
EL ESPÍRITU DE DIOS EN LA IGLESIA
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
29 de Mayo de 1977
LA IGLESIA, COMUNIÓN DE LOS HOMBRES CON DIOS
SANTÍSIMA TRINIDAD
5 de Junio de 1977
DESAGRAVIO A CRISTO
CORPUS CHRISTI
12 de Junio de 1977
EL MISTERIO DE CRISTO
DUODÉCIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
19 de Junio de 1977
UNA ANTORCHA PUESTA EN ALTO
DUODÉCIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
19 de Junio de 1977
A LOS MAESTROS
22 de Junio de 1977
RESPONSABILIDAD DEL REINO DE DIOS
DÉCIMOTERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
26 de Junio de 1977
LA PAZ
DÉCIMOCUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
3 de Julio de 1977
LA INTERIORIDAD
DECIMOQUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
10 de Julio de 1977
LA VIRGEN DEL CARMEN
16 de Julio de 1977
LA ORACIÓN
DECIMOSEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
17 de Julio de 1977
IGLESIA DE LA ARQUIDIÓCESIS
DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
24 de Julio de 1977
SENTIR CON LA IGLESIA
DECIMOCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
31 de Julio de 1977
LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO EN LA HISTORIA
FIESTA DEL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO
6 de Agosto de 1977
EL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO
DECIMONOVENO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
7 de Agosto de 1977
EL MENSAJE DEL PROFETA
VIGÉSIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
14 de Agosto de 1977
SERVICIO DE LA IGLESIA
FIESTA DE LA ASUNCIÓN
15 de Agosto de 1977
CARACTERÍSTICAS DE NUESTRA IGLESIA
VIGÉSIMOPRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
21 de Agosto de 1977
LA IGLESIA DE LA ALIANZA Y DE LA POBREZA
VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
28 de Agosto de 1977
IGLESIA DEL ESPÍRITU SANTO Y DE LA CRUZ
VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
4 de Septiembre de 1977
LA IGLESIA DE LA VERDADERA INDEPENDENCIA, LA IGLESIA DE LA AUTÉNTICA LIBERTAD
VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
11 de Septiembre de 1977
LA PALABRA DE DIOS, EN EL MUNDO DE HOY
VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
18 de Septiembre de 1977
LA IGLESIA JERÁRQUICA
NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
24 de Septiembre de 1977
EL RECTO USO DE LOS BIENES QUE DIOS HA CREADO
VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
25 de Septiembre de 1977
SAN MIGUEL ARCÁNGEL
SAN MIGUEL
29 de Septiembre de 1977
LA IGLESIA, COMUNIDAD DE FE
VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
2 de Octubre de 1977
LA IGLESIA DE LA PROMOCIÓN INTEGRAL
VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
9 de Octubre de 1977
IGLESIA EN ORACIÓN, IGLESIA MISIONERA
VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
16 de Octubre de 1977
LAS MISIONES
TRIGÉSIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO DOMINGO DE LAS MISIONES
23 de Octubre de 1977
SIGNOS DE LOS TIEMPOS
TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
30 de Octubre de 1977
LOS CAMINOS DE LAS BIENAVENTURANZAS
TODOS LOS SANTOS
1 de Noviembre de 1977
LA IGLESIA ESCATOLÓGICA
TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
6 de Noviembre de 1977
LA PERSPECTIVA ETERNA
TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
13 de Noviembre de 1977
NO A LA VIOLENCIA
FUNERALES DE CARLOS MOLINA
14 de Noviembre de 1977
CRISTO, REY MESIÁNICO
JESUCRISTO REY
20 de Noviembre de 1977
IGLESIA PERSEGUIDA
SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA
25 de Noviembre de 1977
LA IGLESIA DE LA ESPERANZA
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
27 de Noviembre de 1977
A LAS MADRES POR SUS HIJOS DESAPARECIDOS
1 de Diciembre de 1977
CRISTO, CENTRO Y FIN DE TODA LA HISTORIA HUMANA
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
4 de Diciembre de 1977
LA CONFIRMACIÓN
CITALÁ
5 de diciembre de 1977
INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA
LA LIBERTAD
8 de Diciembre de 1977
ORDENACIÓN SACERDOTAL
10 de diciembre de 1977
LA IGLESIA DE LA SALVACIÓN
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
11 de diciembre de 1977
VIRGEN DE GUADALUPE
12 de diciembre de 1977
LA VIDA RELIGIOSA
SAN JOSÉ VILLANUEVA
17 de Diciembre de 1977
DIOS VIENE A SALVARNOS
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
18 de Diciembre de 1977
FESTIVIDAD DE SAN JOSÉ
19 de diciembre de 1977
VIGILIA DE NAVIDAD
24 de Diciembre de 1977
CRISTO, MANIFESTACIÓN DE DIOS Y EL HOMBRE. LA IGLESIA, MANIFESTACION DE CRISTO
NAVIDAD
25 de diciembre de 1977
DIOS ESCOGE PROVIDENCIALMENTE A LOS HOMBRES PARA SUS PLANES DE REDENCIÓN
ANTIGUO CUSCATLÁN
28 de diciembre de 1977
ACCIÓN DE GRACIAS Y SÚPLICA DE PERDÓN.
CELEBRACIÓN DE FIN DE AÑO
31 de diciembre de 1977
SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
1 de enero de 1978
NO A LA VIOLENCIA, SÍ A LA PAZ
EPIFANÍA DEL SEÑOR
6 de enero de 1978
CRISTO, MANIFESTACIÓN UNIVERSAL DE SALVACIÓN
EPIFANÍA DEL SEÑOR
8 de enero de 1978
LA IGLESIA, GERMEN SEGURÍSIMO DE UNIDAD PARA TODO EL GÉNERO HUMANO
PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA BAUTISMO DEL SEÑOR
15 de Enero de 1978.
DIOS SALVA A TODOS LOS HOMBRES COMO PUEBLO
TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
22 de enero de 1978
LA IGLESIA DE LAS BIENAVENTURANZAS
CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
29 de Enero de 1978
LA IGLESIA CUYA DEBILIDAD SE APOYA EN CRISTO
QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
5 de Febrero de 1978
LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN ENCUENTRA SU CULMINACIÓN EN CRISTO PERO TUVO SU ORIGEN EN ADÁN Y TIENE SU PROLONGACIÓN DE ADÁN Y DE CRISTO EN NOSOTROS
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
12 de febrero de 1978
DISCURSO DE MONSEÑOR OSCAR A. ROMERO EL DÍA DE SU INVESTIDURA ACADÉMICA COMO DOCTOR EN LETRAS HUMANAS HONORIS CAUSA, EN LA CATEDRAL METROPOLITANA
14 de febrero de 1978
LA IGLESIA, ISRAEL ESPIRITUAL
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
19 de febrero de 1978
LA REDENCIÓN, INICIATIVA DE DIOS, CRISTO LA TRAE A LOS HOMBRES
TERCER DOMINGO DE CUARESMA
26 de febrero de 1978
EL BAUTISMO, VOCACIÓN Y PARTICIPACIÓN EN LA VIDA DIVINA PROVOCA UNA CRISIS
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
5 de marzo de 1978
PRIMER ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL P. RUTILIO GRANDE
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
5 de marzo de 1978
LA ENTRADA DE CRISTO A JERUSALÉN: ALEGRÍA Y PASIÓN
DOMINGO DE RAMOS
19 de marzo de 1978
EL ESPÍRITU SANTO UNGE AL PRESBITERIO Y AL PUEBLO DE DIOS
MISA CRISMAL DE JUEVES SANTO
23 de marzo de 1978
LA CENA PASCUAL
CENA DEL SEÑOR
23 de marzo de 1978
LA HUMILLACIÓN-EXALTACIÓN DEL HIJO DE DIOS, REDENTOR DE LOS HOMBRES
OFICIOS DEL VIERNES SANTO
24 de marzo de 1978
EL MISTERIO PASCUAL SE HACE NUESTRO POR EL BAUTISMO
VIGILIA PASCUAL– SÁBADO SANTO
25 de marzo de 1978
¡CRISTO HA RESUCITADO!, ¡CRISTO VIVE!
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
26 de marzo de 1978
EL RESUCITADO VIVE EN SU IGLESIA
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA
2 de abril de 1978
EL MISTERIO PASCUAL
TERCER DOMINGO DE PASCUA
9 de abril de 1978
EL BUEN PASTOR
CUARTO DOMINGO DE PASCUA
16 de abril de 1978
LA IGLESIA, RETORNO DE CRISTO EN EL ESPÍRITU
QUINTO DOMINGO DE PASCUA
23 de abril de 1978.
LA IGLESIA, RETORNO DE CRISTO EN EL ESPÍRITU
QUINTO DOMINGO DE PASCUA
23 de abril de 1978.
CRISTO VIVE, CRISTO HA RESUCITADO. LO VERÁN Y VIVIRÁN
SEXTO DOMINGO DE PASCUA
30 de abril de 1978
LA HORA DE LA GLORIFICACIÓN
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
7 de mayo de 1978
PRIMER ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL PADRE ALFONSO NAVARRO
11 de mayo de 1978
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN
VIGILIA DE PENTECOSTÉS
13 de Mayo de 1978
PENTECOSTÉS, CUMPLEAÑOS DE LA IGLESIA
PENTECOSTÉS
14 de mayo de 1978
EL DIOS DE NUESTRA FE
SANTÍSIMA TRINIDAD
21 de mayo de 1978
CRISTO, EL PAN VIVO QUE DA VIDA AL MUNDO
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
28 de mayo de 1978
MISTERIO DE SALVACIÓN EN CRISTO
NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
4 de junio de 1978
LA JUSTIFICACIÓN Y LA FE
DÉCIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
11 de junio de 1978
EL PAPA, CORAZÓN DE LA IGLESIA
DÉCIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
2 de Julio de 1978
LA SALVACIÓN, INICIATIVA DE DIOS
DECIMO CUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
9 de julio de 1978
LA SIEMBRA DE LA PALABRA DEL REINO
DÉCIMO QUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
16 de julio de 1978
EL ESPÍRITU DE DIOS ENTRE LOS HOMBRES
DÉCIMO SEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
23 de julio de 1978.
ESPERANZAS DE REDENCIÓN Y CORONACIÓN DE GLORIA
DÍA DEL SALVADOR DEL MUNDO – DÉCIMO OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
6 de agosto de 1978
EL DIVINO SALVADOR Y EL PAPA, SEÑAL DE DIOS CON NOSOTROS
DÉCIMO NOVENO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
13 de agosto de 1978
EL DINAMISMO DE LA IGLESIA
VIGÉSIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
20 de agosto de 1978
EL PAPA, LUGARTENIENTE DE CRISTO EN SU IGLESIA
VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
27 de agosto de 1978
LA CRUZ DE LA VIDA
VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
3 de septiembre de 1978
LA IGLESIA, COMUNIDAD PROFÉTICA, SACRAMENTAL Y DE AMOR
VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
10 de septiembre de 1978
LA IGLESIA, COMUNIDAD DE AMOR
VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
17 de septiembre de 1978
LAS CRISIS DEL REINO DE DIOS
VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
24 de septiembre de 1978
LA IGLESIA DE JUAN PABLO
VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
1 de octubre de 1978
LA IGLESIA, VIÑA DEL SEÑOR
VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
8 de octubre de 1978
FESTÍN DE DIOS CON LOS HOMBRES
VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
15 de octubre de 1978
LA RESPUESTA DE DIOS AL MUNDO ACTUAL
FUNERAL DE JUAN PABLO I
22 de octubre de 1978
LA IGLESIA COMUNIÓN DE VIDA, DE CARIDAD Y DE VERDAD PARA SALVACIÓN DEL MUNDO
TRIGÉSIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
29 de octubre de 1978
LA IGLESIA SANTA, PERO NECESITADA DE PURIFICACIÓN
TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
5 de noviembre de 1978
LA IGLESIA, ESPOSA DE CRISTO
TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
12 de noviembre de 1978
LA IGLESIA, UNA COMUNIDAD EN ESPERA ACTIVA DEL RETORNO DE CRISTO
TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
19 de noviembre de 1978
SU REINO NO TENDRÁ FIN
CRISTO REY
26 de noviembre de 1978
HOMILÍA DEL FUNERAL DEL PADRE ERNESTO BARRERA MOTTO
29 de noviembre de 1978
ADVIENTO, EL TIEMPO DE LA ALEGRE ESPERANZA
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
3 de diciembre de 1978
EL SEÑOR VIENE, PREPARÉMOSLE EL CAMINO
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
10 de diciembre de 1978
EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
17 de diciembre de 1978
MARÍA, SIGNO DE LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
24 de diciembre de 1978
LA FAMILIA: EPIFANÍA DEL AMOR DE DIOS
Domingo Infraoctava de Navidad
31 de diciembre de 1978
CRISTO, EPIFANÍA DEL AMOR SALVÍFICO DE DIOS
EPIFANÍA DEL SEÑOR
7 de enero de 1979
EL BAUTISMO. EPIFANÍA DE LA REALIDAD MESIÁNICA
SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO BAUTISMO DEL SEÑOR
14 de enero de 1979
UN ASESINATO QUE NOS HABLA DE RESURRECCIÓN
TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
21 de enero de 1979
RETORNO DE PUEBLA
16 de febrero de 1979
CRISTO, LA PALABRA SIEMPRE NUEVA DE LA IGLESIA
SÉPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
18 de febrero de 1979
CRISTO, EL NOVIO DE LA IGLESIA
OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
25 de febrero de 1979
CUARESMA. RENOVACIÓN DE NUESTRA ALIANZA CON DIOS
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
4 de marzo de 1979
CUARESMA, TRANSFIGURACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
11 de marzo de 1979
CUARESMA, RETORNO A LA LEY DE DIOS
TERCER DOMINGO DE CUARESMA
18 de Marzo de 1979
CUARESMA. LLAMAMIENTO A LA VERDADERA RECONCILIACIÓN
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
25 de Marzo de 1979
CUARESMA, PREPARACIÓN PARA CELEBRAR LA ALIANZA PASCUAL
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
1 de Abril de 1979
HOY VIENE EL MEDIADOR DE LA NUEVA ALIANZA
DOMINGO DE RAMOS
8 de Abril de 1979
EL ESPÍRITU SANTO ALMA DE LA NUEVA ALIANZA
JUEVES SANTO - MISA CRISMAL
12 de Abril de 1979
EL AMOR, LEY DE LA NUEVA ALIANZA
JUEVES SANTO LA CENA DEL SEÑOR
12 de Abril de 1979
LA MUERTE DE CRISTO, PRECIO DE LA NUEVA ALIANZA
VIERNES SANTO ADORACIÓN DE LA CRUZ
13 de Abril de 1979
EN LA PASCUA NACE EL PUEBLO DE LA NUEVA ALIANZA
VIGILIA PASCUAL
14 de Abril de 1979
LA RESURRECCIÓN, SELLO Y CLAVE DE LA NUEVA ALIANZA
DOMINGO DE PASCUA
15 de Abril de 1979
PASCUA, CELEBRACIÓN DE LOS BIENES DE LA NUEVA ALIANZA
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA
22 de Abril de 1979
MENSAJE DE MONSEÑOR ROMERO A LOS TRABAJADORES
San Salvador, 1º de mayo de 1979.
LA GRACIA, EL DON DIVINO DE LA PASCUA QUE LA IGLESIA DISTRIBUYE A LOS HOMBRES
QUINTO DOMINGO DE PASCUA
13 de Mayo de 1979
EL DON MÁS GRANDE DE LA PASCUA: EL DINAMISMO DEL AMOR
SEXTO DOMINGO DE PASCUA
20 de Mayo de 1979
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, PROCLAMACIÓN DE LA TRANSCENDENCIA HUMANA
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
27 de Mayo de 1979
PENTECOSTÉS, VENIDA DEL ESPÍRITU QUE VIVIFICA LA NUEVA ALIANZA
PENTECOSTÉS
3 de Junio de 1979
POR SU ALIANZA DIOS NOS ADOPTA EN SU MISMA FAMILIA
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
10 de Junio de 1979
LA EUCARISTÍA, PRESENCIA VIVA Y VIVIFICANTE DE CRISTO EN LA HISTORIA
EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
17 de Junio de 1979
HOMILÍA EN EL FUNERAL DEL PADRE RAFAEL PALACIOS
21 de Junio de 1979
SER MAESTROS A PESAR DE LA VIOLENCIA
Mensaje del Arzobispo de San Salvador a los maestros
San Salvador, 22 de junio de 1979
JUAN BAUTISTA, PARADIGMA DEL HOMBRE COMPROMETIDO CON EL REINO DE DIOS
NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
24 de Junio de 1979
HOMILÍA DEL FIN DE NOVENARIO DEL PADRE RAFAEL PALACIOS
30 de junio de 1979
CRISTO, VIDA Y RIQUEZA DEL HOMBRE
DÉCIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1 de Julio de 1979
EL PROFETA, PRESENCIA DE DIOS EN LA SOCIEDAD
DÉCIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
8 de Julio de 1979
CRISTO NOS HA CONFIADO UNA MISIÓN PROFÉTICA
DÉCIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
15 de Julio de 1979
CRISTO, VERDADERO REY-PASTOR DE TODOS LOS PUEBLOS
DÉCIMOSEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
22 de Julio de 1979
EL DIVINO SALVADOR, SOLUCIÓN DE TODOS NUESTROS PROBLEMAS
DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
29 de Julio de 1979
EL DIVINO SALVADOR, PAN QUE BAJA DEL CIELO Y DA LA VIDA AL MUNDO
DÉCIMOCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
5 de Agosto de 1979
MISIÓN DE LA IGLESIA EN MEDIO DE LA CRISIS DEL PAÍS
FIESTA PATRONAL DEL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO
6 de Agosto de 1979
EL DIVINO SALVADOR, CARNE PARA LA VIDA DEL MUNDO
DÉCIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
12 de Agosto de 1979
EL DIVINO SALVADOR PERSONALMENTE PRESENTE EN NUESTRA EUCARISTÍA
VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
19 de Agosto de 1979
EL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO TIENE PALABRAS DE VIDA ETERNA
VIGÉSIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
26 de Agosto de 1979
JESÚS, MAESTRO DE LA VERDADERA RELIGIÓN
VIGÉSIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
2 de Septiembre de 1979
SOLO DE CRISTO PUEDE VENIR LA VERDADERA INDEPENDENCIA
VIGÉSIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
9 de Septiembre de 1979
JESÚS ES EL VERDADERO MESÍAS
VIGÉSIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
16 de Septiembre de 1979
EN CRISTO SE REVELAN LAS TRES DIMENSIONES DE LOS VERDADEROS GRANDES
VIGÉSIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
23 de Septiembre de 1979
LO QUE DIOS DA, ES PARA TODOS LOS HOMBRES
VIGÉSIMOSEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
30 de Septiembre de 1979
LA FAMILIA, FUENTE DE PAZ PARA LA SOCIEDAD
VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
7 de Octubre de 1979
LAS TRES CONDICIONES PARA ENTRAR EN EL REINO DE DIOS
VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
14 de Octubre de 1979
MISIÓN DE LA IGLESIA EN MEDIO DE LA CRISIS DEL PAÍS
VIGÉSIMONOVENO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
21 de Octubre de 1979
EL PROYECTO DE DIOS PARA SALVAR AL PUEBLO
TRIGÉSIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
28 de Octubre de 1979
EN LA IGLESIA SE PROLONGA LA LIBERACIÓN SACERDOTAL DE CRISTO
TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
4 de noviembre de 1979
LAS TRES FUERZAS CRISTIANAS QUE FORJARÁN LA LIBERACIÓN DE NUESTRO PUEBLO
TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
11 de noviembre de 1979
LA ESPERANZA CRISTIANA, CLAVE Y FUERZA DE NUESTRA VERDADERA LIBERACIÓN
TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
18 de noviembre de 1979
CRISTO REY, CLAVE Y ORIENTACIÓN DE NUESTRA HISTORIA
TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
25 de noviembre de 1979
Homilía de Mons. Oscar A. Romero, Arzobispo de San Salvador, en la convivencia de catequistas y responsables de las comunidades neocatecumenales en el Instituto Rinaldi
22-25 de Noviembre de 1979
DIOS VIENE A SALVAR EN LA HISTORIA Y CON LA COLABORACIÓN DE LOS HOMBRES
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
9 de Diciembre de 1979
DIOS TRAE LA ALEGRÍA DE SU LIBERACIÓN PARA TODOS LOS HOMBRES. CONVIRTÁMONOS A ÉL
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
16 de diciembre de 1979
POR MARÍA QUIERE DIOS SALVAR EN LA HISTORIA
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
23 de Diciembre de 1979
NAVIDAD DEL SEÑOR
24 de Diciembre de 1979
LA FAMILIA, ENCARNACIÓN Y EPIFANÍA DE DIOS
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
30 de Diciembre de 1979
CELEBRACIÓN DE FIN DE AÑO
31 de Diciembre de 1979
EPIFANÍA, REVELACIÓN Y DONACIÓN DE DIOS A TODOS LOS PUEBLOS
EPIFANÍA DEL SEÑOR
6 de enero de 1980
EL BAUTISMO, EPIFANÍA DE LAS RIQUEZAS MESIÁNICAS
BAUTISMO DEL SEÑOR
13 de Enero de 1980
CRISTO MANIFIESTA SU GLORIA EN LA FELICIDAD DE LOS HOMBRES
SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
20 de Enero de 1980
LA HOMILÍA, ACTUALIZACIÓN VIVIENTE DE LA PALABRA DE DIOS
TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
27 de Enero de 1980
DIOS NOS LLAMA A CONSTRUIR CON ÉL NUESTRA HISTORIA
QUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
10 de Febrero de 1980
LA POBREZA DE LAS BIENAVENTURANZAS, FUERZA DE VERDADERA LIBERACIÓN DEL PUEBLO
SEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
17 de Febrero de 1980
CUARESMA, TRIUNFO DEL PROYECTO SALVADOR DE DIOS EN LA HISTORIA
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
24 de Febrero de 1980
HOMILÍA DE MONSEÑOR ROMERO EN LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE JAIME PAREDES OSORIO EN LA BASÍLICA DEL SAGRADO CORAZÓN
1 de Marzo de 1980
LA CUARESMA, PLAN DE DIOS PARA TRANSFIGURAR A LOS PUEBLOS DESDE CRISTO
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
2 de Marzo de 1980
LA CONVERSIÓN PERSONAL, REQUISITO INDISPENSABLE DE LA VERDADERA LIBERACIÓN
TERCER DOMINGO DE CUARESMA
9 de Marzo de 1980
LA RECONCILIACIÓN DE LOS HOMBRES EN CRISTO, PROYECTO DE LA VERDADERA LIBERACIÓN
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
16 de Marzo de 1980
LA IGLESIA, UN SERVICIO DE LIBERACIÓN PERSONAL, COMUNITARIA, TRASCENDENTE
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
23 de Marzo de 1980
HOMILIA DEL PRIMER ANIVERSARIO DE LA SRA. SARA DE PINTO (ULTIMA HOMILIA DE MONSEÑOR OSCAR A. ROMERO)
San Salvador, 24 de Marzo de 1980, a las 17'00 horas, en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia
Publicado: El Faro, febrero 2015
La actualidad de un santo contemporáneo
Hay muchas maneras de acercarse a la actualidad de Mons. Romero. Viendo lo que se escribe sobre él, asistiendo a las celebraciones que sin falta se repiten cada año, puede ser el modo más normal. Pues las manifestaciones de devoción a su persona no cesan. Sin embargo, un acercamiento más importante consiste en medir el influjo que su figura puede tener en la historia contemporánea. Sin exagerar su aporte, sabiendo que otros como él han contribuido profundamente a dibujar una figura de cristiano, de profeta y de pastor, pero apreciando también el peso de su contribución.
Una oportunidad para evaluar ésto nos lo ofrece un documento papal contemporáneo. Se trata de la Exhortación Apostólica “Pastores gregis“. En este extenso documento, en el capítulo VII, se reflexiona sobre el papel del obispo ante los retos del mundo de hoy. Y en los textos de este apartado encontramos profundas semejanzas con lo que Mons. Romero vivió y representó. En primer lugar se nos presenta una situación social muy semejante a la que a nuestro obispo en cuestión le tocó vivir. ... la guerra de los poderosos contra los débiles ha abierto profundas divisiones entre ricos y pobres“. Y todo ello “en el seno de un sistema económico injusto, con disonancias estructurales muy fuertes“.{1}
En estas situaciones, el documento papal menciona una serie de actitudes y compromisos que competen al obispo en general: Padre de los pobres, defensor de los derechos del hombre, afianzado en el radicalismo evangélico, capaz de desenmascarar las falsas antropologías y de discernir la verdad. Debe ser además “profeta de justicia“ y asumir “la defensa de los débiles, haciéndose la voz de los que no tienen voz para hacer valer sus derechos“. Indudablemente no han sido muchos los obispos que respondan con claridad a este tipo de perfil en medio de esta situación tan generalizada en el mundo de “guerra“ de los poderosos contra los débiles. En el primer mundo ha dominado la prudencia episcopal, sin ni siquiera atreverse a decir, con cierta dureza profética, que es un crimen brutal, aunque sea por omisión, el no llegar al 0.7% del PIB en la ayuda de los países ricos al mundo en vías de desarrollo. En el tercero se ha oscilado con frecuencia entre el miedo y la prudencia, sin que sea la “parresía“, que también se cita en el documento, y la profecía, las virtudes dominantes. Que ha habido obispos valientes y arriesgados, afianzados en el radicalismo evangélico para defender a los pobres es un hecho. Pero que no constituyen la mayoría, también se puede decir sin faltar al criterio de realidad.{2}
En este contexto la figura de Mons. Romero es probablemente una de las más conocidas eclesialmente, y de las que posibilitan desde hace un cuarto de siglo que la Iglesia pueda anunciar con veracidad este perfil que el Papa recomienda para todos los obispos. Profeta de justicia y voz de los sin voz han sido títulos atribuidos a este nuestro mártir salvadoreño y universal, incluso durante su propia vida. Es difícil pensar que sin la existencia de Mons. Romero, y sin la reflexión que siguió sobre su vida, obra y testimonio, se pudieran acuñar esos términos en un documento pontificio. Sólo una vida tan sólidamente cristiana y evangélica, y una reflexión tan difundida sobre su persona puede abrir campos en el pensamiento universal de la Iglesia. Y puede influir, junto con otras experiencias tal vez menos difundidas, pero muy semejantes, para que a nivel eclesial se aspire en la actualidad, a que comportamientos y actitudes que en tiempos de Mons. Romero fueron juzgados como ajenos a la práctica episcopal incluso por un buen número de sus hermanos en el episcopado, sean ahora la norma y el ideal para la misión episcopal. ¿Se inspira el documento pontificio, al hablar de los retos frente a la actualidad, en la vida y muerte de Mons. Romero? A mi juicio, la repetición de calificativos como los de profeta de justicia y voz de los sin voz aplicados desde hace 25 años de un modo sistemático a Mons. Romero, hacen pensar que hay una clara referencia a su persona.{3}
El hecho de que la causa de su beatificación esté introducida, y todavía más, que haya dificultades “políticas“ para su beatificación, muestran una vez más su actualidad. El Cardenal Silvestrini, en 1989, tras la muerte de los jesuitas, decía en una Misa celebrada en la sede de la comunidad de San Egidio: “Tenemos que llamarles mártires ya. No podemos esperar 50 años“. Porque el reconocimiento de cierto tipo de martirio relativamente atípico en la Iglesia, que contiene elementos de justicia que a su vez poseen componentes políticos, tiende a retrasarse. Con Mons. Romero pasa, efectivamente, algo de eso. Su muerte es tan actual en El Salvador, a pesar de los 25 años transcurridos, y dice tantas cosas concretas frente a la realidad, que el proceso de beatificación tiende a caminar más lento de lo que la propia incidencia del mártir en la vida eclesial podría hacernos esperar.
Testigo creíble de la resurrección
Mons. Romero es actual porque es un testigo no sólo creíble de la resurrección de Jesús, sino de alguna manera un sujeto actualizador de la misma. En 1985, celebrando la Eucaristía del Domingo de Pascua en un campamento de refugiados salvadoreños, preguntaba a los participantes cómo era que sentían ellos la resurrección del Señor. Y una mujer, campesina, humilde, utilizaba la muerte de Mons. Romero para explicar ese sentimiento. Decía que cuando mataron a este obispo ejemplar, ella cayó en una profunda depresión. El Salvador no tenía solución porque mataba a lo mejor de sus hijos. Sin embargo, en la medida en que trascurrían los primeros días, empezó a darse cuenta de que en medio de sus dificultades el recuerdo de Mons. Romero la animaba. Empezó a sentir que ese recuerdo le hacía pensar que Monseñor estaba vivo y que la ayudaba en medio de sus desgracias, le infundía esperanza en medio de su huida como refugiada, y le daba consuelo en medio de la pérdida de seres queridos en la represión. “Así debió ser como les pasó a los apóstoles“ concluía la campesina, “y así también me ayudó Mons. Romero a mi para que la resurrección del Señor me diera esperanza entre tanto dolor“.
Esta experiencia individual se multiplica al contemplar la figura concreta del obispo salvadoreño. Su actitud frente a la realidad humana de su época siempre fue de servicio y de amor. Incluso cuando reprendía a verdaderos criminales de lesa humanidad, utilizaba un leguaje que en muchos aspectos incluso desconcertaba a sus amigos. Al hablar a los militares y pedirles un cambio radical frente a las violaciones a los Derechos Humanos, no dudaba en insistir en el amor que sentía por ellos: “Conviértanse. No pueden encontrar a Dios por esos caminos de torturas y de atropellos. Ustedes que tienen las manos manchadas de crimen, de tortura de atropello, de injusticia, ¡conviértanse! Los quiero mucho. Me dan lástima porque van por camino de perdición“. No es la de Mons. Romero la actitud del desesperado ante el dolor ajeno, la del político fogoso, o la del profeta apocalíptico. Al contrario, en su voz domina la compasión, la solidaridad, la apertura a todos, la llamada a la conversión y al perdón. “Cómo quisiera yo, hermanos, que un día todos los que hoy van sembrando el terror como Saulo por Jerusalén y la Tierra Santa se convirtieran“.{4}{5}
Esta priorización del amor en su actitud profética le identifica con la pasión del Señor y con su resurrección. Sobre todo porque tras esta prioridad está la convicción de que la muerte en servicio y por amor al prójimo tiene una enorme eficacia histórica. Al igual que otro obispo perseguido, y famoso también por sus homilías, San Juan Crisóstomo, Mons. Romero cree en el amor como fuerza triunfante, resucitadora. El obispo y doctor de la Iglesia decía: “En la guerra, caer el combatiente es la derrota; entre nosotros eso es la victoria. Nosotros no vencemos jamás haciendo el mal, sino sufriéndolo. Y la victoria es justamente más brillante, pues sufriéndolo podemos más que quienes lo hacen. Con ello se demuestra que la victoria es de Dios, como que es una victoria contraria a la del mundo. Y esa es la mejor prueba de fuerza“. Mons. Romero por su parte, reflexionando sobre la violencia, aseguraba que la mejor violencia que existe es la que se hace uno a sí mismo aceptando pacíficamente la muerte en servicio de los demás: “Sepan que hay una violencia muy superior a la de las tanquetas y también a la de las guerrillas; es la violencia de Cristo: Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen“. Y en otro lugar recalca la victoria a la larga de “la violencia del amor, la de la fraternidad, la que quiere convertir las armas en hoces para el trabajo“.{6}{7}
Ambos obispos fueron excelentes oradores y ambos recibían sistemáticamente aplausos a lo largo de sus homilías. Pero el interés de ellos estaba en otro lado. En el de ser testigos de un modo de ver la vida y la historia que trascendiese modos comunes de entender la existencia en sus respectivas culturas. Frente a la idolatría del dinero, del poder o de la propia organización política, Mons. Romero ponía siempre por delante la fuerza del servicio y del amor, con la seguridad de que incluso cuando estos valores fracasaban ante la represión o la fuerza bruta, se manifestaba de un modo misterioso, pero real, una nueva victoria del Señor Jesús. Cuando Mons. Romero decía su famosa frase, “si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño“ no estaba alardeando ni atribuyendo un valor especial a su vida. Sino manifestando una profunda convicción de que la muerte por la verdad, y en servicio de los pobres, multiplica la vida, llena de ánimo a muchos otros y manifiesta la eficacia de la cruz. Esa eficacia de la que ya hablaba Tertuliano cuando decía: “Nos multiplicamos cada vez que somos segados por vosotros; la sangre de los cristianos es una semilla“.{8}
Un obispo perseguido y discutido
Aunque hoy todo parece evidente, en su momento incluso algunos de sus hermanos obispos le acusaron de “dividir al país y confundir a la nación“. Los ataques en periódicos de la época fueron innumerables. Sin embargo, la situación de represión que el país vivía era impresionante. Y los estudios más equilibrados de la muerte y destrucción de aquellos momentos, tendían a decir que los atentados contra la vida se repartían en una escala de diez a uno en responsabilidad del Estado. Aunque no faltaban las interpretaciones políticas sobre la situación de El Salvador, lo cierto era que la falta de equidad y la injusticia se habían vuelto enormemente patentes a lo largo de los años setentas. Años de crecimiento económico, pero que no crecían en desarrollo social. Las diferencias entre ricos y pobres aumentaban. Pero también la población tomaba conciencia de la situación. La misma Iglesia trabajaba con mayor ahínco cada día el tema de la justicia social y contribuía a que es misma conciencia se extendiera. En ese contexto el gobierno militar comienza a hacer fraude en las elecciones para perpetuarse en el poder. Y se inicia un proceso de represión muy fuerte contra toda persona que denuncie la situación.{9}{10}
Aunque surgen en ese contexto grupos revolucionarios de tendencia marxista, el problema principal no es ideológico, sino sobre todo político y social. Aunque a la violencia represiva comienza a seguirle la violencia subversiva. Mons. Romero, como hombre bondadoso que era, trata de evitar toda violencia y aportar soluciones por las vías pacíficas. Primero hablando en privado. Posteriormente, cuando la situación se vuelve insostenible y el asesinato a través del poder del Estado una costumbre, nuestro obispo empieza a denunciar la opresión económica, política e ideológico-organizacional. Su voz empieza a tomar el carácter profético con el que se hizo universal. Pero su doctrina no se aleja del pensamiento cristiano y de la Doctrina Social de la Iglesia. Al contrario, se convierte en un extraordinario comunicador del pensamiento eclesial aplicado a la realidad. En su cuarta carta pastoral denuncia con energía las idolatrías de la riqueza, del poder y de la organización, en la medida en que cada una de ellas sacrifica vidas humanas. No solo trata con su palabra de insistir ahora, en medio del grave conflicto social, en el destino universal de los bienes, sino de recordar con voz profética que es mejor compartir el anillo que quedarse sin dedo. Romero repite insistentemente las frases de Juan Pablo II sobre la propiedad privada, insistiendo en el tema de la hipoteca social que hay siempre tras la misma. Las citas de Pablo VI, hablando en sentido parecido, son también frecuentes. Y aunque Romero trata siempre de equilibrar su mensaje recordando que es imprescindible la conversión del corazón y la construcción del hombre nuevo, para que la transformación de las estructuras sea eficaz, su análisis social molesta demasiado a quienes quisieran ver en las protestas un tinte exclusivamente político.{11}
Pero es que cuando las contradicciones alcanzan el nivel del pecado estructural,la profecía y la persecución caminan juntas. América Latina tiene una enorme presencia del cristianismo como religión de las grandes mayorías. Pero al mismo tiempo muestra los mayores desequilibrios e inequidad entre ricos y pobres. Mientras en los países desarrollados, y en buena parte de los países en vías de desarrollo la diferencia en el ingreso entre el 20% más rico y el 20% más pobre oscila en una proporción de cinco o, cuando más, diez a uno, en nuestras tierras americanas son frecuentes las desproporciones de veinte a uno y más. En esta situación, la doctrina social de la Iglesia, correctamente aplicada y anunciada, se vuelve mucho más agresiva que en regiones con menor disparidad y desigualdad social. Y si además esta doctrina se predica adaptándola a la realidad nacional, explicándola en un leguaje inteligible, aclarándola con ejemplos de la vida diaria, no es raro que surjan las acusaciones de comunismo, subversión, etc. Especialmente en los tiempos de Romero, en el que las guerrillas, mayoritariamente de inspiración marxista, trataban de tomar el poder por la vía violenta. De nada servían las aclaraciones de nuestro obispo mártir, su evidente pacifismo, su lenguaje abierto a la comprensión de las personas, su actitud sistemática de condena de todo tipo de violencia.{12}
Y es que la violencia era excesiva. Cuando después de la guerra civil, en 1993, la Comisión de la Verdad empezó a funcionar en El Salvador como un mecanismo de reconciliación, y abrió sus oficinas a denuncias de violaciones de Derechos Humanos, llegó a conclusiones que aclaran la postura profética de Mons. Romero y el por qué de su asesinato. De 20.000 denuncias de graves violaciones de los Derechos Humanos, presentadas durante los pocos meses que la Comisión operó en El Salvador, el 85% eran atribuidas “a los agentes del Estado, a grupos paramilitares aliados de éstos y a los escuadrones de la muerte“. El 5% eran, por el contrario, atribuidas a la guerrilla. La Comisión de la Verdad aclara que este número de 22.000 denuncias fueron las seleccionadas en un período de 11 años (1980-1991), que hubo muchas otras, contadas por miles, y que “estas denuncias no representan la totalidad de los hechos de violencia“. Violencia represiva contra un pueblo que no hacía sino pedir justicia.{13}
El tiempo de Mons. Romero era semejante. Era el preludio de la locura que siguió a su muerte. La violencia estaba, al igual que después, prioritariamente concentrada en los sectores gubernamentales. Por eso no extraña, que al ser fiel a la realidad, fuera la parte oficial la más criticada en sus homilías, y que fuera este sector, dueños del poder, de la riqueza y de los medios de comunicación, los que lo atacaran y trataran de denigrarle con mayor energía.
Ante la brutalidad sólo cabía la resistencia y la verdad. Romero no dudó sobre su misión. Le animaban el amor a los pobres, el respeto por la dignidad de la persona humana, la presencia en la oración y en la vida de Jesús crucificado y solidario con la humanidad, el ejemplo de tantos cristianos, verdaderos mártires, que ofrendaban generosamente la vida. Cuando Juan Pablo II pidió a las conferencias episcopales que recogieran los testimonios martiriales del siglo XX en sus regiones y países, Romero encabezaba la lista de los salvadoreños. No sólo porque con sus sacrificio se había convertido en paradigma de muchos otros mártires en el propio país, sino porque su propio martirio se había ido forjando desde la solidaridad con los que habían dado su vida por los demás. “El hecho es que cuando quisieron apagar la voz del P. Grande para que los curas tuvieran miedo y no siguieran hablando, han despertado el sentido profético de nuestra Iglesia“.{14}
Un mártir para nuestros días
El martirio de Mons. Romero se gestó en solidaridad con su pueblo. Podemos decir hoy que fueron los pobres, los sencillos y los humildes los que fueron evangelizando a Mons Romero, alimentando su fuerza profética y dándole paz en una entrega generosa y cruenta de la vida que se veía cada vez más cercana. Con Rutilio Grande habían muerto un anciano y un niño, por el simple delito de acompañarle a celebrar Misa. Pocos días después de su asesinato, la Guardia Nacional de El Salvador había rodeado de madrugada la casa cural de Aguilares, con el deseo de detener a los otros sacerdotes que trabajaban con él. Un joven sacristán se percató de ello, despertó a los sacerdotes, y los invitó a subirse a la torre de la Iglesia para estar más protegidos, mientras él tocaba las campanas para despertar al pueblo y evitar que la Guardia detuviera y secuestrara a los religiosos. La muerte de Rutilio hacía presagiar más muerte y el joven sacristán quería evitarla. Mientras tocaba las campanas para despertar al pueblo, la Guardia disparó. Juan cayó muerto entre los sacerdotes. A éstos los detuvieron y los deportaron hacia Guatemala. Pero el pueblo se despertó, se dio cuenta de que era la Guardia Nacional la que los llevaba detenidos, y se posibilitó de ese modo que la desaparición de los sacerdotes, que duró 4 días, no fuera definitiva.
El caso de Juan no era único, y continuamente le llegaban noticias a Mons. Romero de casos como el que hemos contado. Su solidaridad, su apertura y sensibilidad frente al dolor de su pueblo, su fe honda y su apasionado amor a Jesucristo, le preparaba para la entrega consciente de su vida.. Aunque la cita sea extensa, merece la pena leer las propias palabras con las que Mons. Romero, en una entrevista, sintetizaba el sentido de su martirio, previsto y aceptado como lo previó y aceptó el Señor.
“He sido frecuentemente amenazado d muerte. Debo decirle que como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad. Como pastor estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención y resurrección de El Salvador. El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Puede Ud. decir, si llegan a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá así se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás“.{15}
Cuando 25 años después nos preguntamos por la vigencia del martirio de Mons. Romero, lo hacemos desde un mundo que sigue produciendo víctimas a una escala escandalosa. Sin las tensiones de aquella época pero con la misma frialdad. Las noticias nos presentan la muerte de los pobres y de los más débiles con mayor evidencia y en nuestra reacción se unen con frecuencia el horror y la impotencia. Incluso a veces podemos refugiarnos en la indiferencia, en el no querer saber, en la defensa incluso de nuestro propio hábitat, que no queremos que se infecte con las plagas que vienen de fuera.
En este contexto tan distinto el obispo salvadoreño sigue teniendo una enorme vigencia. Simplemente se dejó impactar por la realidad y se dedicó en primer lugar a consolar, a estar donde estaba el dolor. A escuchar a las víctimas y a acercarse a ellas, a identificarse con sus sufrimientos y con sus esperanzas, a percibir cómo desde el dolor se testimoniaba un amor y una resistencia que iba más allá de toda esperanza humana. A redescubrir el Evangelio en el dolor de los pobres, a repetir que “el hombre es Dios... un pobre Dios crucificado como Tu“. En un mundo donde el dolor de los débiles y las agresiones de los fuertes siguen marcando una tónica desesperante, Mons. Romero nos abre a la esperanza. Fue un hombre de fe cuya palabra sigue viva entre su pueblo. Fue una persona solidaria, que se dejó deconstruir y reconstruir por un Evangelio redactado hace dos mil años y contemplado, orado y revivido en la cruz concreta de la humanidad de su época. Fue un testigo de los que hacen hoy creíble la resurrección. En él recordamos no solo la Pasión del Señor, sino cómo la fidelidad de Dios permanece en la historia a través de esa locura de la cruz que es más eficaz que cualquier tipo de sabiduría o religión.{16}
Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, el 15 de agosto de 1917, día de la Asunción de la Virgen María. Su familia era humilde y con un tipo modesto de vida. Desde pequeño, Oscar fue conocido por su carácter tímido y reservado, su amor a lo sencillo y su interés por las comunicaciones. A muy temprana edad sufrió una grave enfermedad que le afectó notablemente en su salud.
En el transcurso de su infancia, en ocasión de una ordenación sacerdotal a la que asistió, Oscar habló con el padre que acompañaba al recién ordenado y le manifestó sus grandes deseos de hacerse sacerdote. Su deseo se convirtió en una realidad, ingresó al Seminario Menor de San Miguel y a pesar de las desaveniencias económicas que pasaba la familia para mantenerlo en el seminario, Oscar avanzó en su idea de entregar su vida al servicio de Dios y del pueblo. Estudió con los padres Claretianos en el Seminario Menor de San Miguel desde 1931 y posteriormente con los padres Jesuitas en el Seminario San José de la Montaña hasta 1937. En el tiempo que estalló la II Guerra Mundial, fue elegido para ir a estudiar a Roma y completar su formación sacerdotal y seguramente su elección se debió a la integridad espiritual e inteligencia académica manifestada en el seminario.
Sacerdote
Fue ordenado sacerdote a la edad de 25 años en Roma, el 4 de abril de 1942. Continuó estudiando en Roma para completar su tesis de Teología sobre los temas de ascética y mística, pero debido a la guerra, tuvo que regresar a El Salvador y abandonar la tesis que estaba a punto de concluir. Regresó al país en agosto de 1943. Su primera parroquia fue Anamorós en el departamento de La Unión. Pero poco tiempo después fue llamado a San Miguel donde realizó su labor pastoral durante aproximadamente veinte años.
El padre Romero era un sacerdote sumamente caritativo y entregado. No aceptaba obsequios que no necesitara para su vida personal. Ejemplo de ello fue la cómoda cama que un grupo de señoras le regaló en una ocasión, la cual regaló y continuó ocupando la sencilla cama que tenía. Dada su amplia labor sacerdotal fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y ocupó el mismo cargo en el Secretariado Episcopal de América Central.
Obispo
El 25 de abril de 1970, la Iglesia lo llamó a proseguir su camino pastoral elevándolo al ministerio episcopal como Obispo Auxiliar de San Salvador, que tenía al ilustre Mons. Luis Chávez y González como Arzobispo y como Auxiliar a Mons. Arturo Rivera Damas. Con ellos compartiría su desafío pastoral y en el día de su ordenación episcopal dejaba claro el lema de toda su vida: “Sentir con la Iglesia”.
Esos años como Auxiliar fueron muy difíciles para Monseñor Romero. No se adaptaba a algunas líneas pastorales que se impulsaban en la Arquidiócesis y además lo aturdía el difícil ambiente que se respiraba en la capital. También fue nombrado director del semanario Orientación,
y le dio al periódico un giro notablemente clerical. Este “giro” le fue muy criticado por algunos sectores dentro de la misma Iglesia, considerándolo un “periódico sin opinión”.
En El Salvador la situación de violencia avanzaba, con ello la Iglesia se edificaba en contra de esa situación de dolor, por tal motivo la persecución a la Iglesia en todos sus sentidos comenzó a cobrar vida. Luego de muchos conflictos en la Arquidiócesis, la sede vacante de la Diócesis de Santiago de María fue su nuevo camino. El 15 de octubre de 1974 fue nombrado obispo de esa Diócesis y el 14 de diciembre tomó posesión de la misma. Monseñor Romero se hizo cargo de la Diócesis más joven de El Salvador en ese tiempo.
En junio de 1975 se produjo el suceso de “Las Tres Calles”, donde un grupo de campesinos que regresaban de un acto litúrgico fue asesinado sin compasión alguna, incluso a criaturas inocentes. El informe oficial hablaba de supuestos subversivos que estaban armados; las ‘armas’ no eran más que las biblias que los campesinos portaban bajos sus brazos. En ese momento, los sacerdotes de la Diócesis, sobre todos los jóvenes, pidieron a Monseñor Romero que hiciera una denuncia pública sobre el hecho y que acusara a las autoridades militares del siniestro, Mons. Romero no había comprendido que detrás de las autoridades civiles y militares, detrás del mismo Presidente de la República, Arturo Armando Molina que era su amigo personal, había una estructura de terror, que eliminaba de su paso a todo lo que pareciera atentar los intereses de “la patria” que no eran más que los intereses de los sectores pudientes de la nación. Mons. Romero creía ilusamente en el Gobierno, éste era su grave error. Poco a poco comenzó a enfrentarse a la dura realidad de la injusticia social.
Los amigos ricos que tenía eran los mismos que negaban un salario justo a los campesinos; esto le empezó a incomodar, la situación de miseria estaba llegando muy lejos como para quedarse esperando a una solución de los demás. La situación se agudizó y las relaciones entre el pueblo y el gobierno se fueron agrietando.
Arzobispo de San Salvador
En medio de ese ambiente de injusticia, violencia y temor, Mons. Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977 y tomó posesión el 22 del mismo mes, en una ceremonia muy sencilla. Tenía 59 años de edad y su nombramiento fue para muchos una gran sorpresa, el seguro candidato a la Arquidiócesis era el auxiliar por más de dieciocho años en la misma, Mons. Arturo Rivera Damas: “la lógica de Dios desconcierta a los hombres”.
El 12 de marzo de 1977, se dio la triste noticia del asesinato del padre Rutilio Grande, un sacerdote amplio, consciente, activo y sobre todo comprometido con la fe de su pueblo. La muerte de un amigo duele, Rutilio fue un buen amigo para Monseñor Romero y su muerte le dolió mucho: “un mártir dio vida a otro mártir”.
Su opción comenzó a dar frutos en la Arquidiócesis, el clero se unió en torno al Arzobispo, los fieles sintieron el llamado y la protección de una Iglesia que les pertenecía, la “fe” de los hombres se volvió en el arma que desafiaría las cobardes armas del terror. La situación se complicó cada vez más. Un nuevo fraude electoral impuso al general Carlos Humberto Romero para la Presidencia. Una protesta generalizada se dejó escuchar en todo el ambiente.
En el transcurso de su ministerio Arzobispal, Mons. Romero se convirtió en un implacable protector de la dignidad de los seres humanos, sobre todo de los más desposeídos; esto lo llevaba a emprender una actitud de denuncia contra la violencia, y sobre todo a enfrentar cara a cara a los regímenes del mal.
Sus homilías se convirtieron en una cita obligatoria de todo el país cada domingo. Desde el púlpito iluminaba a la luz del Evangelio los acontecimientos del país y ofrecía rayos de esperanza para cambiar esa estructura de terror.
Los primeros conflictos de Monseñor Romero surgieron a raíz de las marcadas oposiciones que su pastoral encontraba en los sectores económicamente poderosos del país y unido a ellos, toda la estructura gubernamental que alimentaba esa institucionalidad de la violencia en la sociedad salvadoreña, sumado a ello, el descontento de las nacientes organizaciones político-militares de izquierda, quienes fueron duramente criticados por Mons. Romero en varias ocasiones por sus actitudes de idolatrar y su empeño en conducir al país hacia una revolución.
A raíz de su actitud de denuncia, Mons. Romero comenzó a sufrir una campaña extremadamente agobiante contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma, cotidianamente eran publicados en los periódicos más importantes, editoriales, campos pagados, anónimos, etc., donde se insultaba, calumniaba, y más seriamente se amenazaba la integridad física de Mons. Romero. La “Iglesia perseguida en El Salvador” se convirtió en signo de vida y martirio en el pueblo de Dios.
Este calvario que recorría la Iglesia ya había dejado rasgos en la misma, luego del asesinato del padre Rutilio Grande, se sucedieron otros asesinatos más. Fueron asesinados los sacerdotes Alfonso Navarro y su amiguito Luisito Torres, luego fue asesinado el padre Ernesto Barrera, posteriormente fue asesinado, en un centro de retiros, el padre Octavio Ortiz y cuatro jóvenes más. Por último fueron asesinados los padres Rafael Palacios y Alirio Napoleón Macías. La Iglesia sintió en carne propia el odio irascible de la violencia que se había desatado en el país.
Resultaba difícil entender en el ambiente salvadoreño que un hombre tan sencillo y tan tímido como Mons. Romero se convirtiera en un “implacable” defensor de la dignidad humana y que su imagen traspasara las fronteras nacionales por el hecho de ser: “voz de los sin voz”. Muchas de los sectores poderosos y algunos obispos y sacerdotes se encargaron de manchar su nombre, incluso llegando hasta los oídos de las autoridades de Roma. Mons. Romero sufrió mucho esta situación, le dolía la indiferencia o la traición de alguna persona en contra de él. Ya a finales de 1979 Monseñor Romero sabía el inminente peligro que acechaba contra su vida y en muchas ocasiones hizo referencia de ello consciente del temor humano, pero más consciente del temor a Dios a no obedecer la voz que suplicaba interceder por aquellos que no tenían nada más que su fe en Dios: los pobres.
Uno de los hechos que comprobó el inminente peligro que acechaba sobre la vida de Mons. Romero fue el frustrado atentado dinamitero en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en febrero de 1980, el cual hubiera acabado con la vida de Monseñor Romero y de muchos fieles que se encontraban en el recinto de dicha Basílica.
El domingo 23 de marzo de 1980 Mons. Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada por algunos como su sentencia de muerte debido a la dureza de su denuncia: “en nombre de Dios y de este pueblo sufrido... les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión”.
Asesinado en el Altar
Ese 24 de marzo de 1980 monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez fue asesinado de un certero disparo, aproximadamente a las 6:25 p.m. mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia, exactamente al momento de preparar el altar para recibir el Cuerpo de Jesús. Fue enterrado el 30 de marzo y sus funerales fueron una manifestación popular de compañía, sus queridos campesinos, las viejecitas de los cantones, los obreros de la ciudad, algunas familias adineradas que también lo querían, estaban frente a la Catedral para darle el último adiós, prometiéndole que nunca lo iban a olvidar. Raramente el pueblo se reúne para darle el adiós a alguien, pero él era su padre, quien los cuidaba, quien los quería, todos querían verlo por última vez.
Tres años de fructífera labor arzobispal habían terminado, pero una eternidad de fe, fortaleza y confianza en un hombre bueno como lo fue Mons. Romero habían comenzado, el símbolo de la unidad de los pobres y la defensa de la vida en medio de una situación de dolor había nacido.
Excelentísimo representante de su Santidad, el Papa, queridos hermanos obispos, sacerdotes y fieles.
Pocas veces, como en esta mañana, me parece la Catedral el signo de la Iglesia universal. Es aquí la convergencia de toda la rica pastoral de una Iglesia particular que engarza con la pastoral de todas las diócesis y de todo el mundo, y sentimos entonces que la presencia no sólo de los vivos, sino de de estos tres muertos, le dan a esta figura de la Iglesia su perspectiva abierta al Absoluto, al Infinito, al más allá: Iglesia universal, Iglesia más allá de la historia, Iglesia más allá de la vida humana.
EL MENSAJE DE LA IGLESIA
Si fuera un funeral sencillo hablaría aqui -queridos hermanos- de unas relaciones humanas y personales con el Padre Rutilio Grande, a quien siento como un hermano. En momentos muy culminantes de mi vida él estuvo muy cerca de mí y esos gestos jamás se olvidan; pero el momento no es para pensar en lo personal, sino para recoger de ese cadáver un mensaje para todos nosotros que seguimos peregrinando.
El mensaje quiero tomarlo de las palabras mismas del Papa, presente aquí en su representante, el señor nuncio, a quien agradezco porque le dá a nuestra figura de Iglesia ese sentido de unidad que ahora lo estoy sintiendo en la Arquidiócesis, en estas horas trágicas; ese sentido de unidad, como un florecimiento rápido de estos sacrificios que la Iglesia está ofreciendo.
El mensaje de Paulo VI, cuando nos habla de la evangelización, nos dá la pauta para comprender a Rutilio Grande. “¿Qué aporta la Iglesia a esta lucha universal por la liberación de tanta miseria?“. Y el Papa recuerda que en el Sínodo de 1974 las voces de los obispos de todo el mundo, representadas principalmente en aquellos obispos del tercer mundo, clamaban: “La angustia de estos pueblos con hambre, en miseria, marginados“. Y la Iglesia no puede estar ausente en esa lucha de liberación; pero su presencia en esa lucha por levantar, por dignificar al hombre, tiene que ser un mensaje, una presencia muy original, una presencia que el mundo no podrá comprender, pero que lleva el gérmen, la potencia de la victoria, del éxito. El Papa dice: “La Iglesia ofrece esta lucha liberadora del mundo, hombres liberadores, pero a los cuales les dá una inspiración de fe, una doctrina social que está a la base de su prudencia y de su existencia para traducirse en compromisos concretos y sobre todo una motivación de amor, de amor fraternal“.
UNA REUNIÓN DE FE
Esta es la liberación de la Iglesia. Por eso dice el Papa: “No puede confundirse con otros movimientos liberadores sin horizontes ultraterrenos, sin horizontes espirituales“. Ante todo, una inspiración de fe, y ésto es el Padre Rutilio Grande: un sacerdote, un cristiano que en su bautismo y en su ordenación sacerdotal ha hecho una profesión de fe: “Creo en Dios Padre revelado por Cristo su Hijo, que nos ama y que nos invita al amor. Creo en una Iglesia que es signo de esa presencia del amor de Dios en el mundo, donde los hombres se dan la mano y se encuentran como hermanos. Una iluminación de fe que hace distinguir cualquier liberación de tipo político, económico, terrenal que no pasa más allá de ideologías, de intereses y de cosas que se quedan en la tierra“.
Jamás, hermanos, a ninguno de los aquí presentes se le vaya a ocurrir que esta concentración en torno del Padre Grande tiene un sabor político, un sabor sociológico o económico; de ninguna manera, es una reunión de fe. Una fe que a través de su cadáver muerto en la esperanza, se abre a horizontes eternos.
LA LUCHA LIBERADORA DE LA IGLESIA
La liberación que el Padre Grande predicaba, es inspirada por la fe, una fe que nos habla de una vida eterna, una fe que ahora él con su rostro levantado al cielo, acompañado de dos campesinos, la ofrece en su totalidad, en su perfección: la liberación que termina en la felicidad en Dios; la liberación que arranca del arrepentimiento del pecado, la liberación que apoya en Cristo, la única fuerza salvadora; esta, es la liberación que Rutilio Grande ha predicado, y por eso ha vivido el mensaje de la Iglesia. Nos dá hombres liberadores con una inspiración de fe, y junto a esa inspiración de fe. En segundo lugar, hombres que ponen a la base de su prudencia y de su existencia, una doctrina: La doctrina social de la Iglesia; la doctrina social de la Iglesia que les dice a los hombres que la religión cristiana no es un sentido solamente horizontal, espiritualista, olvidándose de la miseria que lo rodea. Es un mirar a Dios, y desde Dios mirar al prójimo como hermano y sentir que “todo lo que hiciéreis a uno de éstos a mí lo hicísteis“. Una doctrina social que ojalá la conocieran los movimientos sensibilizados en cuestión social. No se expondrían a fracasos, o miopismo, a una miopía que no hace ver más que las cosas temporales, estructuras del tiempo. Y mientras no se viva una conversión en el corazón, una doctrina que se ilumina por la fe para organizar la vida según el corazón de Dios, todo será endeble, revolucionario, pasajero, violento. Ninguna de esas cosas son cristianas, sino lo que se anima es la verdadera doctrina que la Iglesia propone a los hombres. ¡Qué iluminado estaría el mundo si todos pusieran a la base de su acción social, a la base de su existencia, de sus compromisos concretos, en sus mismas atracciones políticas, en sus mismos quehaceres comerciales, la doctrina social de la Iglesia! Era eso lo que predicó el Padre Rutilio Grande; y porque muchas veces es incomprendida hasta el asesinato, por eso murió el Padre Rutilio Grande. Una doctrina social de la Iglesia que se le confundió con una doctrina política que estorba al mundo: Una doctrina social de la Iglesia, que se le quiere calumniar, como subversión, como otras cosas que están muy lejos de la prudencia que la doctrina de la Iglesia pone a la base de la existencia.
UNIDAD DEL CLERO CON SU OBISPO