Las Pasiones del Alma - René Descartes - E-Book

Las Pasiones del Alma E-Book

Rene Descartes

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Beschreibung

"Las Pasiones del Alma" es una de las últimas obras de Descartes y su principal tratado sobre filosofía moral y psicología. Fue publicada en 1649 y dedicada a la princesa Isabel de Bohemia, con quien Descartes mantuvo una profunda correspondencia filosófica. En este texto, Descartes se dedica a explorar las emociones humanas (o pasiones), intentando explicarlas desde una perspectiva racional y filosófica.

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Seitenzahl: 177

Veröffentlichungsjahr: 2025

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RENÉ DESCARTES

LAS PASIONES DEL ALMA

Título: Las Pasiones del Alma

Autor: René Descartes

Título Original: Les Passions de l’Âme

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2025 AMA Audiolibros

AMA Audiolibros forma parte de TAM-TAM Media, S.L.U.

c/ Miquel Tort, 18

08750 Molins de Rei

Barcelona

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Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

ÍNDICE

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE: De las pasiones en general y accidentalmente de toda la naturaleza del hombre.

SEGUNDA PARTE: Del número y del orden de las pasiones y explicación de las seis primarias

TERCERA PARTE: De las pasiones particulares

FIN

INTRODUCCIÓN

René Descartes (1596-1650) fue un filósofo, matemático y científico francés, considerado uno de los padres de la filosofía moderna y una figura clave en el desarrollo del pensamiento occidental. Descartes es conocido principalmente por su método filosófico basado en la duda metódica, que lo condujo a su famosa proposición "Pienso, luego existo". Este principio fue central en su búsqueda de un conocimiento cierto e indudable. También hizo importantes contribuciones a la geometría, desarrollando el sistema de coordenadas cartesianas, que sentó las bases de la geometría analítica y tuvo un impacto duradero en las matemáticas y la física.

Descartes fue una figura clave en la Revolución Científica, ya que promovió una visión mecanicista del universo, en la que los fenómenos naturales podían explicarse a través de leyes matemáticas y mecánicas. Sin embargo, siempre mantuvo un interés por la metafísica y la naturaleza del alma humana, temas que abordó con profundidad en sus escritos filosóficos.

"Las Pasiones del Alma" es una de las últimas obras de Descartes y su principal tratado sobre filosofía moral y psicología. Fue publicada en 1649 y dedicada a la princesa Isabel de Bohemia, con quien Descartes mantuvo una profunda correspondencia filosófica. En este texto, Descartes se dedica a explorar las emociones humanas (o pasiones), intentando explicarlas desde una perspectiva racional y filosófica.

La obra se estructura en tres partes:

En la primera parte: "Sobre las pasiones en general y sobre el alma", Descartes comienza definiendo las pasiones como percepciones o emociones que el alma experimenta debido a su interacción con el cuerpo. Describe la naturaleza dual del ser humano, compuesto de cuerpo y alma, siguiendo su concepción del dualismo cartesiano, donde el alma es una sustancia pensante e inmaterial, mientras que el cuerpo es una sustancia material y mecánica. Aquí, Descartes expone que las pasiones son provocadas por los movimientos de los espíritus animales (fluidos nerviosos) en el cuerpo.

En la segunda parte: "Sobre las seis pasiones fundamentales", Descartes identifica seis pasiones básicas de las cuales derivan todas las demás: admiración, amor, odio, deseo, alegría y tristeza. Según él, estas emociones básicas son innatas y naturales en el ser humano, y tienen un papel fundamental en la auto conservación y el comportamiento. Sin embargo, también son modulables mediante el uso de la razón.

En la tercera parte: "Sobre las pasiones particulares", Descartes analiza las pasiones en mayor detalle y ofrece consejos sobre cómo gestionarlas. Considera que, aunque las pasiones son necesarias para la vida, pueden ser peligrosas si no son controladas por la razón. Para Descartes, la clave de la felicidad y la virtud es el control racional de las pasiones, de modo que estas contribuyan al bienestar del individuo, en lugar de dominarlo.

Uno de los temas centrales de "Las Pasiones del Alma" es la interacción entre el cuerpo y el alma, que para Descartes ocurre en la glándula pineal, que él consideraba el punto de unión entre ambas entidades. Aunque esta idea es incorrecta desde el punto de vista de la ciencia moderna, reflejaba el esfuerzo de Descartes por explicar científicamente fenómenos psicológicos y emocionales, algo que era pionero en su época.

"Las Pasiones del Alma" es un texto fundamental para entender la psicología temprana y el pensamiento ético de Descartes. Aunque se basa en premisas metafísicas que luego fueron superadas por avances científicos, sigue siendo una obra influyente en la historia de la filosofía, especialmente en el estudio de la moral y la naturaleza humana. Descartes fue uno de los primeros filósofos en intentar una explicación mecanicista de las emociones, integrando su visión científica del mundo con su interés por el comportamiento humano.

Este tratado marca también un intento de Descartes por reconciliar su enfoque mecanicista de la naturaleza con una visión más rica y matizada de la experiencia humana, y su legado en la historia de la psicología y la filosofía moral es notable.

PRIMERA PARTE:De las pasiones en general y accidentalmente de toda la naturaleza del hombre.

Artículo 1Lo que es la pasión respecto a un sujeto es siempre acción en algún otro aspecto.

Nada pone tan bien de manifiesto cuán defectuosas son las ciencias que recibimos de los antiguos como lo que éstos han escrito de las pasiones; pues, por más que se trate de una materia que siempre se puso gran empeño en conocer y que no parece ser de las más difíciles, ya que, sintiéndolas cada cual en sí mismo, no es menester recurrir a ninguna observación ajena para descubrir su naturaleza, lo que los antiguos han enseñado de ellas es tan poco, y tan poco creíble en general, que sólo alejándome de los caminos seguidos por ellos puedo abrigar alguna esperanza de aproximarme a la verdad. Por esta razón me veré obligado a escribir aquí como si se tratara de una materia que nadie, antes que yo, hubiera tocado; y para comenzar, considero que todo lo que se hace u ocurre de nuevo es generalmente llamado por los filósofos una pasión respecto al sujeto a quien ello ocurre, y una acción respecto a aquel que hace que ocurra; de suerte que, aunque el agente y el paciente sean con frecuencia muy diferentes, la acción y la pasión no dejan de ser siempre una misma cosa que tiene estos dos nombres, por causa de los dos diversos sujetos a los cuales puede referirse.

Artículo 2.Para conocer las pasiones del alma es preciso distinguir sus funciones de las del cuerpo.

Considero, además, que no reparamos en que ningún sujeto obra más inmediatamente contra nuestra alma que el cuerpo al que está unida, y que por consiguiente debemos censar que lo que en ella es una pasión es generalmente en él una acción; de suerte que no hay mejor camino para llegar al conocimiento de nuestras pasiones que examinar la diferencia existente entre el alma y el cuerpo, a fin de conocer a cuál de los dos se debe atribuir cada una de las funciones que hay en nosotros.

Artículo 3Qué regla se debe seguir para este fin.

Lo cual no resulta muy difícil si se tiene en cuenta que todo aquello cuya existencia experimentamos en nosotros y que vemos que puede también existir en cuerpos completamente inanimados, no debe ser atribuido más que a nuestro cuerpo; y, por el contrario, todo lo que hay en nosotros y que no concebimos en modo alguno pueda pertenecer a un cuerpo, debe ser atribuido a nuestra alma.

Artículo 4El calor y el movimiento de los miembros proceden del cuerpo; los pensamientos, del alma.

Así pues, como no concebimos que el cuerpo piense de ninguna manera, debemos creer que toda suerte de pensamientos que existen en nosotros pertenecen al alma; y como no dudamos que hay cuerpos inanimados que pueden moverse de tantas o más diversas maneras que los nuestros, y que tienen tanto o más calor (lo que la experiencia muestra en la llama, que tiene en sí misma mucho más calor y movimiento que ninguno de nuestros miembros), debemos creer que todo el calor y todos los movimientos que hay en nosotros, en tanto no dependen del pensamiento, no pertenecen sino al cuerpo.

Artículo 5Es erróneo creer que el alma da movimiento y calor al cuerpo.

Con lo cual evitaremos un error muy considerable en el que han caído algunos, de suerte que, a mi juicio, es ésta la primera causa de que no se hayan podido hasta ahora explicar bien las pasiones y las demás cosas pertenecientes al alma. Ello consiste en que, viendo que todos los cuerpos muertos quedan privados de calor y luego de movimientos, se ha imaginado que era la ausencia del alma lo que hacía cesar esos movimientos y ese calor; y, en consecuencia, se ha creído sin razón que nuestro calor natural y todos los movimientos de nuestros cuerpos dependen del alma, mientras que se debía pensar, al contrario, que el alma se ausenta, cuando el individuo muere, a causa de que cesa ese calor y de que se corrompen los órganos que sirven para mover el cuerpo.

Artículo 6Qué diferencia existe entre un cuerpo vivo y un cuerpo muerto.

Consideremos, pues, para evitar este error, que la muerte no ocurre nunca por ausencia del alma, sino porque alguna de las principales partes del cuerpo se corrompe; y pensemos que el cuerpo de un hombre vivo difiere del de un hombre muerto como difiere un reloj u otro autómata (es decir, otra máquina que se mueve por sí misma), cuando está montado y tiene en sí el principio corporal de los movimientos para los cuales fue creado, con todo lo necesario para su funcionamiento, del mismo reloj, u otra máquina, cuando se ha roto y deja de actuar el principio de su movimiento.

Artículo 7Breve explicación de las partes del cuerpo y de alguna de sus funciones.

Para hacer esto más inteligible, explicaré aquí en pocas palabras la manera como está compuesta la máquina de nuestro cuerpo. No hay nadie ya que no sepa que hay en nosotros un corazón, un cerebro, un estómago, músculos, nervios, arterias, venas y cosas semejantes; se sabe también que los alimentos que comemos descienden al estómago y a las tripas, donde su jugo, yendo al hígado y a todas las venas, se mezcla con la sangre que éstas contienen, aumentando así la cantidad de la misma. Los que han oído hablar de medicina, por poco que sea, saben además cómo está constituido el corazón y cómo toda la sangre de las venas puede fácilmente circular de la vena cava al lado derecho del corazón, y de aquí pasar al pulmón por el vaso que se llama vena arterial, tornar luego del pulmón al lado izquierdo del corazón por el vaso llamado arteria venosa, y pasar finalmente de aquí a la gran arteria, cuyas ramificaciones se extienden por todo el cuerpo. Y todos los que no están enteramente ciegos por la autoridad de los antiguos y que han querido abrir los ojos para examinar la opinión de Hervaeus sobre la circulación de la sangre, están convencidos de que todas las venas y las arterias del cuerpo son como arroyos por donde corre la sangre continua y rápidamente, saliendo de la cavidad derecha del corazón por la vena arterial, cuyas ramificaciones se distribuyen por todo el pulmón y se unen a las de la arteria venosa, por la cual pasa del pulmón al lado izquierdo del corazón; de aquí va luego a la gran arteria, cuyas ramificaciones, esparcidas por todo el resto del cuerpo, se unen a las ramificaciones de la vena que llevan la misma sangre a la cavidad derecha del corazón; de suerte que estas dos cavidades son como esclusas por cada una de las cuales pasa toda la sangre a cada vuelta que ésta da en el cuerpo. Se sabe también que todos los movimientos de los miembros dependen de los músculos, y que éstos músculos están opuestos unos a otros, de tal suerte que cuando uno de ellos se contrae, tira hacia sí la parte del cuerpo a que va unido, lo cual hace distenderse al mismo tiempo el músculo opuesto; luego, si este último se contrae, hace que el otro se distienda y atraiga hacia sí la parte a que ambos están unidos. Se sabe, asimismo, que todos estos movimientos de los músculos, lo mismo que todos los sentidos, dependen de los nervios, que son como unas cuerdecitas o como unos tubitos que salen, todos, del cerebro, y contienen, como éste, cierto aire o viento muy sutil que se llama los espíritus animales.

Artículo 8Cuál es el principio de todas estas funciones.

Pero no es corriente saber de qué manera contribuyen estos espíritus animales y estos nervios a los movimientos y a los sentidos; por eso, aunque ya me he referido un poco a esta cuestión en otros escritos he de decir aquí sucintamente que, mientras vivimos, hay un calor continuo en nuestro corazón, que es una especie de fuego mantenido en él por la sangre de las venas, y que este fuego es el principio corporal de todos los movimientos de nuestros miembros.

Artículo 9Cómo se produce el movimiento del corazón.

Su primer efecto es que dilata la sangre de que están llenas las cavidades del corazón, y esto determina que, impelida por la necesidad de buscar mayor espacio, pase con impetuosidad de la cavidad derecha a la vena arterial, y de la izquierda a la gran arteria; luego, al cesar esa dilatación, entra inmediatamente nueva sangre de la vena cava, a la cavidad derecha del corazón, y de la arteria venosa a la izquierda; pues hay a la entrada de estos cuatro vasos unas membranitas dispuestas de tal modo que la sangre no puede entrar en el corazón sino por las dos últimas, ni salir más que por las otras dos. La sangre nueva entra en el corazón y se rarifica inmediatamente, de la misma manera que la precedente; y sólo en esto consiste el pulso o latido del corazón y de las arterias; de suerte que este latido se reitera tantas veces como entra sangre nueva en el corazón. Ésta es también la única causa que da a la sangre su movimiento y hace que circule sin cesar muy rápidamente por todas las arterias y las venas, llevando así el calor que adquiere en el corazón a todas las demás partes del cuerpo, y les sirve de alimento.

Artículo 10Cómo se producen en el cerebro los espíritus animales.

Pero lo más considerable que hay en esto es que todas las partes más vivas y más sutiles de la sangre que el calor ha rarificado en el corazón entran continuamente en gran cantidad a las cavidades del cerebro. Y la razón por la cual van a parar a él antes que a ningún otro lugar es que toda la sangre que sale del corazón por la gran arteria se dirige en línea recta hacia el cerebro, y que, no pudiendo entrar toda en él, debido a que no hay más que unos pasos muy estrechos, entran sólo las partes más agitadas y más sutiles, mientras que el resto va a todos los demás lugares del cuerpo. Ahora bien, estas partes muy sutiles de la sangre componen los espíritus animales, y para ello no necesitan recibir ningún otro cambio en el cerebro, sino que en él quedan separadas de las demás partes de la sangre menos sutiles; pues lo que aquí llamo espíritu no son sino cuerpos, y no tienen otra propiedad que la de ser cuerpos muy pequeños y que se mueven muy rápidamente, como las partes de la llama que sale de una antorcha; de suerte que no se detienen en ningún sitio y, a medida que algunos de ellos entran en la cavidad del cerebro, salen también algunos otros por los poros que hay en su sustancia, los cuales los conducen a los nervios, y de aquí a los músculos, lo que les permite mover el cuerpo de todas las diversas maneras como puede ser movido.

Artículo 11Cómo se producen los movimientos de los músculos.

Pues la única causa de todos los movimientos de los miembros es que algunos músculos se contraen y que sus opuestos se dilatan, como hemos dicho ya; y la única causa que hace que un músculo se contraiga antes que su opuesto es que van hacia el primero más espíritus del cerebro que hacia el otro. No es que los espíritus que proceden inmediatamente del cerebro basten para mover ellos solos estos músculos, sino que determinan a los otros espíritus que están ya en los músculos a salir con gran rapidez de uno de ellos y a pasar al otro, con lo cual aquel de donde salen se estira y se afloja, y aquel otro en el que entran, rápidamente inflado por ellos, se contrae y tira del miembro al que va unido. Lo cual es fácil de concebir, con tal de saber que hay muy pocos espíritus animales que vayan continuamente del cerebro a cada músculo, pero que hay siempre otros muchos encerrados en el mismo músculo que se mueven en él muy rápidamente, a veces girando sólo en el lugar donde están, a saber, cuando no encuentran pasos abiertos para salir, y a veces pasando al músculo opuesto, pues en cada uno de estos músculos hay pequeños orificios por donde los espíritus pueden pasar de uno a otro, y están dispuestos de tal modo que, cuando los espíritus que van del cerebro hacia uno de esos músculos tienen más fuerza que los que van al otro, por pequeña que sea la diferencia, abren todas las entradas por donde los espíritus del otro músculo pueden pasar a éste, y cierran al mismo tiempo todas aquellas por donde los espíritus de éste pueden pasar al otro; mediante lo cual, todos los espíritus antes contenidos en estos dos músculos se juntan en uno de ellos muy rápidamente, y de este modo lo inflan y lo contraen mientras que el otro se estira y se afloja.

Artículo 12Cómo actúan los objetos exteriores sobre los órganos de los sentidos.

Falta saber aquí las causas por las cuales los espíritus no siempre van del cerebro a los músculos de la misma manera y van a veces más hacia unos que hacia otros. Pues, además de la acción del alma, que es verdaderamente en nosotros una de esas causas, como explicaré luego, hay además otras dos que dependen sólo del cuerpo, causas que es necesario señalar. La primera consiste en la diversidad de los movimientos que son provocados en los órganos de los sentidos por sus objetos, causa que ya he explicado con bastante amplitud en la Dióptrica; más para que los que lean este escrito no tengan necesidad de haber leído otros, repetiré aquí que en los nervios hay que considerar tres cosas, a saber: su médula, o sustancia interior, que se extiende en forma de hilitos desde el cerebro, donde nace, hasta los extremos de los otros miembros a que están unidos esos hilos; luego las membranas que los rodean y que, siendo contiguas a las que envuelven el cerebro, forman unos tubitos dentro de los cuales están esos hilitos; por último, los espíritus animales, que, conducidos por esos mismos tubos desde el cerebro hasta los músculos, hacen que esos hilos permanezcan en ellos enteramente libres y extendidos de tal suerte que la menor cosa que mueva la parte del cuerpo a la que va unido el extremo de alguno de ellos hace mover por el mismo medio la parte del cerebro de donde procede, de igual manera que cuando se tira de uno de los cabos de una cuerda se mueve el otro.

Artículo 13Esta acción de los objetos exteriores puede conducir en diversa manera los espíritus a los músculos.

Ya he explicado en la Dióptrica cómo todos los objetos de la vista no se comunican a nosotros de otro modo que moviendo localmente, por medio de los cuerpos transparentes que hay entre ellos y nuestros ojos, y luego los lugares del cerebro donde nacen esos nervios; que los mueven, digo, de tantas maneras diferentes como diversidades en las cosas nos hacen ver, y que no son los movimientos que se producen en el ojo, sino los que se producen en el cerebro los que representan al alma esos objetos. Por este ejemplo es fácil concebir que los sonidos, los olores, los sabores, el calor, el dolor, el hambre, la sed y en general todos los objetos, tanto de nuestros otros sentidos exteriores como de nuestros apetitos interiores, provocan también en nuestros nervios algún movimiento, que pasa por este medio al cerebro; y estos diversos movimientos del cerebro, además de hacer ver a nuestra alma diversos sentimientos, pueden también hacer sin ella que los espíritus se dirijan a ciertos músculos más bien que a otros, y que muevan así nuestros miembros, lo que probaré aquí solamente con un ejemplo. Si alguien dispara rápidamente su mano contra nuestros ojos, como para pegarnos, aunque sepamos que es nuestro amigo, que sólo hace eso en broma y que se guardará muy bien de causarnos mal alguno, nos es sin embargo muy difícil no cerrarlos; lo que demuestra que no se cierran por intervención de nuestra alma, puesto que ello ocurre contra nuestra voluntad, la cual es su única o al menos su principal acción; sino que se cierran porque la máquina de nuestro cuerpo está constituida de tal modo que el movimiento de esa mano hacia nuestros ojos provoca otro movimiento en nuestro cerebro, que conduce los espíritus animales a los músculos que hacen bajar los párpados.

Artículo 14La diversidad que existe entre los espíritus puede también diversificar su curso.

La otra causa por la que los espíritus animales siguen diferente curso en los músculos es la desigual agitación de estos espíritus y la diversidad de sus partes. Pues cuando algunas de sus partes son más grandes y más movibles que las otras, pasan antes en línea recta a las cavidades y a los poros del cerebro, y por este medio son conducidas a otros músculos adonde no lo serían si tuvieran menos fuerza.

Artículo 15Cuáles son las causas de su diversidad.