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Lira Póstuma es una colección de poemas del autor nicaragüense Rubén Darío. En ella se tocan temas como la búsqueda de la belleza, el cromatismo, el mundo interior, la unidad, la mitología, el erotismo o el exotismo, temas estrellas del poeta. -
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Seitenzahl: 37
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Rubén Darío
Saga
Lira póstumaCover image: Shutterstock Copyright © 1906, 2020 Rubén Darío and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726551150
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
En sangre y en llanto está la tierra antigua.
La Muerte cautelosa, o abrasante o ambigua
pasa sobre las huellas
del Cristo de pies sonrosados
que regó lágrimas y estrellas.
La humanidad, inquieta,
ve la muerte de un papa y el nacer de un cometa
como en el año mil.
Y ve una nueva torre de Babel
desmoronarse en hoguera cruel
al estampido del cañón y del fusil.
«¡Matribus detestata!» Madre negra
a quien el ronco ruido alegra
de los leones: Palas,
odiosa a las dulces mejillas,
puesto que das las flechas y las balas;
abominada seas
por los corrientes siglos y fugaces edades,
porque a pesar de todo, tus fuertes potestades
sucumbirán al trueno de oro de las ideas.
Amontonad bibliotecas,
poblad las pinacotecas
con los prodigios del pincel
y del buril y del cincel.
Hace la evocación de Homero, Vinci, Dante
para que vean el
espectáculo cruel
desde el principio hasta el fin:
¡La quijada del rumiante
en la mano de Caín
sobre la frente de Abel!...
****
Se grita: ¡Guerra Santa!
acercando el puñal a la garganta,
o sacando la espada de la vaina;
y en el nombre de Dios,
casas de Dios en Reims y Lovaina
¡las derrumba el obús 42!...
¡No, Reyes! Que la guerra es infernal es cierto;
cierto que duerme un lobo
en el alma fatal del adanida;
mas también Jesucristo no está muerto.
¡Y contra el homicidio, el odio, el robo,
el es la Luz, el Camino y la Vida!...
****
¡Emperadores! ¡Reyes! ¡Presidentes! la hora
llegará de la Aurora.
Pasarán las visiones de Durero;
pasarán de Callot los lansquenetes,
los horrores de Goya, el visionario,
en la memoria amarga de la tierra.
Pasará de la guerra el tigre fiero,
se olvidarán obuses y mosquetes,
y ante la sacra sangre del Calvario
se acabarán las sangres de la guerra.
Pájaros de las islas, ¡oh pájaros marinos!
vuestros revuelos, con
ser dicha de mis ojos, son problemas divinos
de mi meditación.
Pájaros de las islas, en vuestra concurrencia
hay una voluntad,
hay un arte secreto y una divina ciencia,
gracia de eternidad.
Vuestras evoluciones, academia expresiva,
signos sobre el azur,
riegan a Oriente ensueño, a Occidente ansia viva,
paz a Norte y a Sur.
La gloria de las rosas y el candor de los lirios
a vuestros ojos son,
y a vuestras alas líricas son las brisas de Ulises,
los vientos de Jasón.
Almas dulces y herméticas que al eterno problema
sois en cifra veloz
lo mismo que la roca, el huracán, la gema,
el iris y la voz.
Pájaros de las islas, ¡oh pájaros marinos!
vuestros revuelos, con
ser dicha de mis ojos, son problemas divinos
de mi meditación.
Y con las alas puras de mi deseo abiertas
hacia la inmensidad,
imito vuestros giros en busca de las puertas
de la única Verdad.
Sabe: más de una amorosa
Rosa
ante tu frente risueña
sueña.
Dando su amable doctrina
trina
el ruiseñor ante ti,
y
el que se acerca a tu llama
ama.
Quién nos brinda la urna henchida?
¿Quién nos da la estrella escondida?
¿Quién le da sangre al Panida?
La Vida.
¿Quién la copa fragante vierte?
¿Quién detiene el paso a la suerte?
¿Quién a la Esperanza pervierte?
La Muerte.
Ayer el pavimento sonoro de Florida
sintió trotar el tronco de potros de Inglaterra
que arrastran la victoria donde al amor convida
la faz de la morocha más linda de esta tierra.
El coche se perdía camino de Palermo,
cuando miré a mi lado, sentada en su cupé,
a una divina rubia que, como un niño enfermo,
tenía triste y pálida su faz de rosa te.
De esta visión porteña quedó en mi mente escrita
la página vibrante que es hoy una canción
a tus azules ojos, celeste Margarita,