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"Rápidamente volteé y la vi parada detrás de la ventana del medio en la sala de estar, mirándome fijamente. Salió poco después, todavía vestida con su kimono de flamencos. Me dio un vaso de agua helada. Me llevé el vaso a la boca e imaginé su cuerpo desnudo".Henry es empleado de una plataforma de perforación en el Mar del Norte. Trabaja 12 horas consecutivas al día, todos los días, durante 14 días. Tras dos semanas, regresa al continente para tomar un descanso y pasar tiempo con sus amigos y colegas solteros. Pasa las noches con mujeres, complaciéndolas y dando rienda suelta a sus emociones. Por la mañana, les dice adiós. Tiene una regla simple: una nueva mujer cada noche. Solo hace una excepción. Se llama Clara.Este relato corto se publica en colaboración con la productora fílmica sueca, Erika Lust. Su intención es representar la naturaleza y diversidad humana a través de historias de pasión, intimidad, seducción y amor, en una fusión de historias poderosas con erótica. -
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Seitenzahl: 27
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Original title:
Handyman Copyright © 2018, 2019. Copyright © 2018, 2019 Marianne Sophia Wise and LUST, an imprint of SAGA Egmont, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726213393
1. E-book edition, 2019 Format: EPUB 2.0
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Manitas
Literatura erótica
Estaba trabajando en una plataforma petrolífera en el Mar del Norte. Tenía un título universitario a medio terminar y varios trabajos como mano de obra no calificada a mis espaldas, pero aquí es donde quería estar. Cerca del movimiento perpetuo del océano, de su olor, de su sonido y de su fuerza. Cerca del peligro asociado al trabajo, de la tenacidad y la precaución que había que demostrar tanto dentro como fuera del horario laboral. Cerca del muy decente salario que ofrecían.
Trabajábamos turnos de 12 horas todos los días, por dos semanas, y luego volábamos a la costa para unas vacaciones de tres semanas. No tenía familia en aquel entonces, así que en cuanto tocaba la orilla me volvía loco. Con mis amigos y compañeros de trabajo solteros, hablaba, gritaba, reía, bebía y hacía estragos. Tenía algunas amigas a las que también visitaba. Nos reuníamos por la noche, ocasión en que los lenguajes de nuestros cuerpos, nuestras palabras y nuestros sentimientos se volvían uno, llevándonos a través de mundos de desenfreno y ternura. Al amanecer, cada uno se iba por su lado. Ese era yo en aquel entonces. Cada noche, una mujer diferente. Sin complicaciones. Pero a pesar de la brevedad de estos encuentros, nunca me abandonaban del todo. Permanecían dentro de mí y volvían a mi memoria cuando regresaba a la plataforma petrolífera. Atesoraba esos momentos. Después de unas cortas vacaciones, solía tener ganas de ver algunos paisajes. Bosques, campos, praderas, arroyos, valles y colinas. Luego de pasar dos semanas tan cerca de mis compañeros de trabajo, necesitaba espacio a mi alrededor y me fascinaba la idea de que la persona más cercana estuviera a kilómetros de mí. Conducía por la zona rural en busca de espacios abiertos. Me daba una sensación de libertad vertiginosa y me recordaba al abismo de agua que existe bajo una plataforma petrolífera.
Un día, mientras conducía, algo dentro de mí estalló y el tiempo desapareció. El carro se tragó los kilómetros y me arrastró cada vez más al sur. Árboles, ríos, amapolas, campos y nubes flotando.
