Patrología didáctica - José Alberto Hernández Ibáñez - E-Book

Patrología didáctica E-Book

José Alberto Hernández Ibáñez

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Beschreibung

La patrología es la ciencia de la antigüedad cristiana. En ella se encuentran las bases del desarrollo de la fe y de las tradiciones que forjaron la inteligencia explicativa de la Revelación bíblica en el contexto de la cultura grecorromana. Los Padres de la Iglesia, además de sabios y eruditos, fueron elocuentes comunicadores de un mensaje que transformó la cultura de su época; son maestros que continúan siendo fuente de la renovación para la vida cristiana. Su principal labor fue instruir al hombre en los misterios divinos y en las verdades humanas, ilustrando las mentes con la fuerza del Espíritu y el talento de la razón. A esa instrucción se le llamó didajé; es decir, enseñanza, didáctica de la salvación. Este manual es una guía para adentrarse, de manera sencilla, al estudio de la doctrina y espiritualidad de los Padres.

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Seitenzahl: 494

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Proemio

El presente volumen ha sido pensado como un instrumento didáctico para la enseñanza de la asignatura de Patrología fundamental, integrante del plan de estudios del ciclo básico de la teología, y su propósito es poner las bases del conocimiento interdisciplinar y sistemático referente a los temas de la antigüedad cristiana, mejor conocida como época patrística. Este recurso hace énfasis en el estudio de los Padres de la Iglesia y de los autores eclesiásticos que desarrollaron la teología cristiana, con el propósito de que la comprensión del dogma tenga un marco contextual adecuado. Desde luego, no trata la totalidad de los autores del período patrístico sino de la selección de los representantes más sobresalientes, de modo que el estudiante pueda identificar los principales temas del desarrollo cristiano y relacionarlos con las diferentes áreas de la formación teológica.

Los temas aquí presentados cumplen con el requisito de un programa académico; sin embargo, se proponen como una Didajé, en el más modesto de los casos, es decir, una instrucción, una enseñanza para capacitar a los futuros maestros en la fe. El objetivo de este manual es motivar el gusto por el estudio de la literatura de aquellos que son los testigos privilegiados de la Tradición, a través de la lectura directa de los autores aquí presentados, por eso se agregan breves lecturas para una mejor e inmediata aproximación a sus obras. También se sugieren actividades complementarias de aprendizaje, de modo que el estudiante pueda profundizar y afirmar los conocimientos que están fuera de este esquema.

Para cualquier otro lector interesado en el tema de la patrología, este libro ofrece un panorama general donde se puede constatar el desarrollo del cristianismo, pero, sobre todo, para descubrir una portentosa inteligencia, erudita, integradora, capaz de definir el anuncio del mensaje de Jesucristo en categorías universales para el hombre de todas las épocas.

Cuando se pretende acudir a las fuentes del cristianismo, el estudio de los Padres de la Iglesia es la referencia complementaria del análisis de la Sagrada Escritura; por consiguiente, el tema patrístico se convierte en una herramienta fundamental para la teología, pero también para la comprensión del proceso de conformación de la cultura occidental. De hecho, la base de la cultura europea y americana está compuesta por categorías griegas, helénicas, romanas, semíticas y, en conjunción con estas formas de pensamiento, se integra la reflexión cristiana. En medio de esta interacción surgió la propuesta de la fe como un modo de vivir la verdad humana y la verdad revelada; es ahí donde los Padres de la Iglesia y muchos otros autores de la época son los protagonistas y operadores de la sistematización de esas categorías transmitidas por Jesucristo a sus apóstoles y, estos, a sus sucesores.

La reflexión patrística es vigente hasta nuestros días; es por ello que bien amerita un estudio conveniente del tema a través de la lectura directa de sus obras y detenerse, de vez en cuando, en cada uno de los tópicos doctrinales de cada autor para gozar de la profundidad de tan gran patrimonio cultural que conserva la fe cristiana. Es necesario, también, hacer una adaptación del tema patrístico a las propias realidades eclesiales. Desde la promulgación del Concilio Vaticano II se ha hecho énfasis en la vuelta a los orígenes cristianos para refrescar la práctica pastoral y espiritual de la fe; esto requiere una lectura analítica de la génesis de la teología y de las tradiciones, de los contextos y de la cultura que propició el surgimiento del cristianismo. No siempre se adaptará el pensamiento de una época a otra, pero es bien sabido que los Padres desafiaron el mundo en el cual vivieron con un discurso que no subestimó la inteligencia de los otros, sino que la cautivó y provocó en ella la fe, la conversión y la visión de una nueva sociedad cargada de esperanza en Dios.

La patrología

«La patrología es aquella parte de la historia de la literatura cristiana que trata de los autores de la antigüedad que escribieron sobre temas de teología»1. Esta definición nos hace ver tres elementos básicos sobre los cuales se debe hacer hincapié: la patrología trata, por tanto, del fenómeno literario, de su contenido teológico y de su adjetivación cristiana. Los enfoques contemporáneos del estudio de los Padres hacen ver estas cualidades en una amplificación interdisciplinar donde la historia de la literatura exige la historia en sí, la historia del texto, sus contextos, la transmisión del codex, los fenómenos de traducción, los giros lingüísticos, y en vinculación con muchísimos desarrollos que se han realizado a través del tiempo. Este estudio comprende todos los escritores cristianos de la antigüedad, ortodoxos y heterodoxos, tanto los Padres de Occidente hasta Gregorio Magno († 604) o Isidoro de Sevilla († 636), como los de Oriente hasta Juan Damasceno († 749).

Los primeros intentos de recopilación de esta historia se dieron con san Jerónimo en su obra De viris ilustribus, redactada en Belén hacia el 392. Genadio de Marsella e Isidoro de Sevilla redactaron también su propio elenco de escritores con el mismo título, el primero en el 480, y el segundo entre los años 615-618. Ildefonso de Toledo hizo una continuación parecida de carácter local nacional. Sigeberto de Gembloux, en Bélgica, reunió otra obra, De viris ilustribus, siguiendo de cerca a Jerónimo y a Genadio, y añadió escasos datos de teólogos latinos contemporáneos suyos, antes de su muerte ocurrida en el año 1112. Focio, patriarca de Constantinopla, compuso el Myriobiblon o Biblioteca, antes del 858, donde están reunidas unas doscientas ocho noticias de obras paganas y cristianas. El Diccionario de Suidas de Constantinopla, escrito hacia el año 1000, nos muestra importantes datos sobre un gran número de obras patrísticas. En el ambiente de la lengua siriaca tenemos el Catálogo de autores eclesiásticos, compuesto hacia el 1317-1318 por Ebed-Jesu bar Berika, el último escritor nestoriano; este escrito contiene noticias muy importantes sobre la literatura cristiana primitiva. Finalmente, el humanismo europeo del siglo XVI renovó el interés por la literatura cristiana antigua, y entre los más interesados se puede mencionar al cardenal Belarmino, a quien le siguieron obras francesas de gran importancia, y los estudiosos de las escuelas de Viena y Berlín, ya en siglos posteriores. Debe ser tomada en cuenta la labor de los humanistas holandeses, encabezados por Erasmo de Róterdam, quienes reeditaron las obras patrísticas en medio del debate modernista y reformador; de igual forma fue notable la difusión promovida desde Italia por Lorenzo Valla y en España por Luis Vives.

Distinción entre patrología y patrística

La patrología es una ciencia interdisciplinar que aborda la obra de un autor en diferentes contextos: histórico, biográfico, prosopográfico2, literario, lingüístico, arqueológico, teológico, filosófico, etc. En la actualidad, la patrología es una ciencia de la investigación literaria de la antigüedad cristiana. La historia y la teología emergen naturalmente de este análisis; sin embargo, la patrología ha llevado a término un énfasis preponderante en la contextualización de las mismas haciendo un esfuerzo arqueológico, tomando como base los elementos literarios, retóricos y lingüísticos propios de la cultura clásica donde se desarrolló un cristianismo culto.

La patrología se ha destacado siempre desde las preferencias religiosas cristianas a través de la lectio patrum litúrgica y desde la historia del dogma cristiano; por otro lado, el empeño de la traditio para el sostenimiento de las afirmaciones teológicas fundamentales ha postulado a estos doctores en el más alto grado de veneración, quienes aparecen como portadores de doctrinas incidentes en su propio campo. No obstante, también fueron vistos desde su época respectiva como auctores inscritos en el catálogo del clasicismo3.

Los títulos de otros elencos como: Opus veterum theologorum, Apostolicae Sedis definitiones veteres, Corpus decisionum dogmaticorum, Collectio Iudiciorum, Summae, Enchiridium patristicum, Fontium Historiae Ecclesiasticae Antiquae, nos permiten extender los alcances epistemológicos de la actual patrología como ciencia, a diferencia del término patrística que se ha tomado como adjetivo o como tratamiento doctrinal de la obra o del autor. Sobresale en estas denominaciones el elemento teológico, dogmático y jurídico; luego entonces la patrología ha de entenderse como el estudio de un autor cristiano antiguo y de su obra que concurre hacia la mejor intelección del contenido teológico. Patrología es un término creado por el luterano Johannes Gerhard, cuyo libro lleva el título de Patrologia sive de primitivae ecclesiae cristianae Doctorum vita ac lucubrationibus opusculum (Jena 1653). De este título sobresale el término lucubrationibus, el cual apunta a la actitud sapiencial de estos filósofos y místicos cuyos pensamientos están en el contexto de la oscuridad del cristianismo primitivo. La patrología sería entonces una especie de crítica arqueológica y una hermenéutica de la doctrina a partir del texto existente.

El término patrística se refiere fundamentalmente al tratamiento del perfil doctrinal de cada uno de los Padres y en su contexto cultural, es decir, aborda solo el estudio del pensamiento del autor. Tradicionalmente se lee a los Padres con el propósito de tomar de ellos líneas espirituales o reforzamientos dogmáticos. Más aún, algunos manuales de la historia del pensamiento colocan a los Padres en su propio momento como pensadores de la «época patrística», sobresaliendo exclusivamente el factor doctrinal. En la presente exposición se intenta hacer un análisis patrológico como parte de la metodología teológica, a través de la contextualización de cada autor y del análisis metódico de algunos de sus textos. Desde luego es importante tener un acercamiento al texto para concretar el análisis no solo de manera teórica, sino realizado desde la fuente directa si se tiene la posibilidad de leer griego y/o latín.

Quién es un Padre de la Iglesia

La palabra padre está referida a una condición biológica generativa. Es padre quien engendra un nuevo ser. Desde el punto de vista místico-religioso, un Padre de la Iglesia es aquel que ha engendrado a un nuevo creyente con la elocuencia de su enseñanza y testimonio. En la paideia antigua, el filósofo maestro se convertía en padre del discípulo, y a su vez el discípulo tenía la obligación de mantener la descendencia dentro de la escuela. De la misma forma el cristianismo asimiló la costumbre clásica de instruir a los individuos y a los grupos, solo que, en lugar de escuelas, los Padres formaron comunidades eclesiales, convirtiéndose en procreadores de nuevos hijos e hijas en la fe de Jesucristo. Su personalidad pasó a formar parte de la tradición de cada comunidad y su enseñanza en patrimonio del ecumene cristiano. Un Padre de la Iglesia es definido como un escritor de la antigüedad clásica que trató sobre temas de teología cristiana. Desde luego nos referimos a una larga lista de autores que vivieron entre los siglos I al VIII. Este período está considerado como el centro de la actividad definitoria del dogma cristiano; por tanto, es evidente que también durante este se dieron las principales controversias, polémicas y herejías generadas por la misma reflexión. Luego entonces no todos los autores de esta época deben ser considerados Padres. Así pues, para que un autor sea merecedor de este título es necesario que cumpla con las siguientes características:

Rectitud de doctrina

En la antigüedad no había una clara distinción entre ortodoxia y heterodoxia, no había un Magisterio constituido y una doctrina común que rigiera la veracidad en materia de dogma; sin embargo, todos debían sujetarse a dos principios básicos: la Sagrada Escritura como Regula veritatis, y la Tradición Apostólica como Regula fidei. En aquel entonces casi todos los autores estaban seguros de estos dos componentes; no obstante, se tuvieron que verificar algunos problemas a propósito de la interpretación de la Escritura y su relación con la filosofía del momento. En realidad, pocos atentaron contra la autoridad apostólica; más bien se llegaban a exagerar ciertas posturas de pensamiento. Así pues, un Padre ortodoxo es quien interpreta la Sagrada Escritura bajo la autoridad de los apóstoles.

Santidad de vida

Desde luego, en el caso de los Padres de la Iglesia no se habla de procesos de canonización. En la antigüedad, el testimonio de un cristiano estaba cifrado bajo dos aspectos fundamentales: la piedad y el martirio. Los Padres agregaron otros elementos, por ejemplo, la piedad bíblica; algunos de ellos vivieron en la época de la inspiración y formación del Nuevo Testamento; más aún, a ellos les tocó formar el canon definitivo de la Sagrada Escritura; además, vivieron de la Biblia, la memorizaban y la hacían oración como el más alto nivel de contemplación. Analizar la Palabra era situarse en las mismas latitudes místicas de la inspiración y de la convivencia con el Espíritu Santo. Este perfil de santidad no se quedó en el simple esfuerzo intelectual, sino que también los Padres brillaron por sus dotes pastorales, por su caridad y su amor hacia la Iglesia.

Aceptación por parte de la comunidad

Es claro que la fama propia autentifica a la persona. Algunos grandes maestros brillaron por su sabiduría en vida y fulguraron aún más después de su partida. En el caso de los Padres, su fama era mundialmente conocida, su influencia se irradiaba a través de todo el Imperio romano. Sin embargo, las comunidades a las que pertenecían gozaban del privilegio de tener en su seno a un personaje que los representara, de modo que la misma comunidad certificó la importancia de sus guías y pastores. También se dieron casos desafortunados donde los líderes eclesiásticos e intelectuales fueron depuestos de sus sedes o exiliados ganándose el desprecio y el desprestigio. Un santo Padre de la Iglesia fue constituido como tal por su comunidad, la cual se esmeró en conservar su tradición sin alteraciones ni disminución.

Antigüedad

A diecinueve siglos de distancia, desde la formación de las primeras comunidades cristianas, el período patrístico representa una referencia de antigüedad; no obstante, es necesario

precisarlo porque no es parte de la época apostólica ni del Medievo. Muy a propósito está marcado por la sucesión de los apóstoles, a partir del año 100 y con el ingreso en la antigüedad tardía a finales del siglo VIII.

Los Padres de la Iglesia reúnen estas características y otras más; basta con que se verifiquen estas cuatro para declararlos como tales. Al faltarles alguna de estas notas se los considera escritores eclesiásticos. Estos escritores eclesiásticos también son materia de estudio de la patrología y sus obras contribuyen a la comprensión y definición del dogma cristiano.

División metodológica de los autores

Aceptando que la patrología como ciencia es algo más que un catálogo de autores y obras, aprehendemos necesariamente su estatuto de interdisciplinariedad que comparte con su ascendente dentro del método teológico4, por lo que a la base literaria hay que añadir el análisis lingüístico y la exégesis contextual. Por otra parte, la pretensión omnisciente está fuera de discusión, ya que las mismas distinciones de método obligan a especializar cada aspecto sin sacrificar la integración de las diferentes áreas de análisis. Ciertamente se exige un cierto grado de erudición, de contextualización, de capacidad lingüística, pero sobre todo de una delicada referencialidad teológica que se respete.

Lingüística

La división tradicional de los Padres de la Iglesia está basada en la lengua en la cual escribieron, siendo predominante el griego y el latín, también por motivos geográficos y políticos. Se conocen otras lenguas patrísticas con una menor producción, sobre todo porque se trata de versiones o de traducciones de otras obras latinas o griegas. La aportación de estas lenguas consiste en el rescate de obras originales que actualmente se encuentran perdidas o totalmente desaparecidas. Así pues, existen escritos de Padres griegos y latinos, y de ulteriores tradiciones de los mismos en lengua siriaca, copta, árabe, armenia, gótica, etiópica e ibérica. Posiblemente en lengua celta y púnica, pero de estas no se tienen testimonios.

Cronológica

Dentro del período patrístico (siglos II-VIII) se puede establecer una subdivisión cronológica que contribuye al desarrollo de la labor teológica, de tal modo que se pueden catalogar los autores en los siguientes apartados: 1. Padres prenicenos: considerado el período postapostólico hasta el año 325 con la celebración del Concilio de Nicea; 2. Padres postnicenos: desde el año 325 hasta el 451; 3. Padres postcalcedonienses: posteriores al Concilio de Calcedonia (451), en este mismo período se localiza el esplendor patrístico; 4. Últimos Padres: situados hacia finales del siglo VII, principios del VIII. Esta división está puesta en función del desarrollo del dogma trinitario y cristológico5. Los estudios patrísticos actuales han alargado el período histórico incluyendo el siglo IX, ya que se ha avanzado en la localización de autores y obras de esta época, sobre todo en el campo del cristianismo bizantino. A este último segmento se le puede considerar la época de la recepción patrística. La tendencia actual es alargar el período patrístico hasta los siglos IX-X, integrándolo en la misma antigüedad tardía.

Temática

Aunque los padres escribieron sobre el único tema del misterio de Dios y no tuvieron una especialización técnica como en la ciencia contemporánea, otra posible división está definida por los temas abordados por los autores. Por ejemplo, los Padres apostólicos, quienes continuaron con la enseñanza y el estilo de los apóstoles; Padres apologistas, defensores del cristianismo en diálogo con la cultura pagana; Padres heresiólogos, principales opositores del error doctrinal en el interior de la Iglesia, poniendo en alerta a la comunidad de la confusión de la herejía; Padres catequistas, como Clemente de Alejandría, Cirilo de Jerusalén, Juan Crisóstomo, pioneros en la formación de los cristianos; Padres exégetas, como Ambrosio, Jerónimo, Crisóstomo; historiadores como Eusebio de Cesarea, Sócrates, Zozomeno; biógrafos, teólogos, filósofos, poetas, etc. Por último, cada uno de estos escritores abordó un sinnúmero de temas, los cuales se encuentran dispersos en la totalidad de sus escritos.

Regional

La localización geográfica determinaba el estilo de cada autor. En la antigüedad patrística son importantes las zonas de procedencia de los escritores por su influjo cultural; así pues encontramos: Padres palestinos como Justino, Eusebio de Cesarea, Juan de Jerusalén; Padres sirios, todos los escritores antioqueños y aquellos provenientes de la zona del Éufrates; Padres del Asia Menor, los Capadocios como ejemplo emblemático; Padres asiáticos, procedentes de la zona occidental de Anatolia (actual Turquía), destacándose las ciudades de Constantinopla, Éfeso, Esmirna, Laodicea, Hierápolis, Sardes, etc.; Padres romanos, propiamente de la península Itálica: Jerónimo, Ambrosio; Padres africanos, latinos de origen proconsular como Tertuliano, Cipriano, Agustín; Padres galos (Francia actual), como Hilario de Poitiers, Euquerio de Lyon; hispánicos, como Osio de Córdoba, Isidoro de Sevilla, Ildefonso de Toledo; británicos, como Patricio, Beda. La división geográfica general es aquella que distingue entre Padres Orientales Griegos y Padres Occidentales Latinos, por razón de la lengua6.

Escuelas

También los Padres responden a una agrupación ideológica según los estilos exegéticos y teológicos. Hasta el momento se pueden detectar algunas escuelas predominantes: la Escuela de Alejandría y la Escuela de Antioquía (antagónicas entre sí), la romana, la asiática, la africana… Estas destacarán por los teólogos principales, por la secuela de sus discípulos y el estilo de la comunidad; sin embargo, se trata de un alargamiento conceptual, ya que nunca hubo una intención pedagógica como tal; ha sido la misma transmisión de la fe la que ha generado las relaciones entre autores e ideas.

Importancia según la Tradición

Las sedes eclesiásticas privilegiaron el patronato de los apóstoles. Por ejemplo, Roma bajo la protección de san Pedro, Constantinopla bajo la protección de san Andrés, Alejandría se consideraba fundada por Marcos evangelista. Hubo otras sedes que se hicieron famosas por sus personajes y mantuvieron la Tradición. La iglesia de Cesarea de Capadocia exaltó la figura de Basilio el Grande, quedando marcada por el estilo pastoral del campeón de la caridad. Todo el Oriente asumió la fuerza doctrinal y el testimonio de Juan Crisóstomo, de modo que, hasta la fecha, la espiritualidad, la doctrina y la liturgia que se practica en dichas iglesias es atribuida a la aportación del Doctor de la elocuencia. En Milán se mantiene la tradición de san Ambrosio y en Irlanda la de san Patricio. Las más sobresalientes a nivel teológico son la tradición oriental origeniana y la occidental agustiniana, así como otras tradiciones particulares.

Contextos del desarrollo patrístico

El pensamiento de un autor brilla por sí solo. Dentro del rico campo de la cultura clásica antigua nada respondía a una invención casual, toda creación se colocaba dentro de un entramado de condiciones y de leyes humanas. Los Padres de la Iglesia debieron asimilarse a estas condiciones para aparecer en el escenario cultural pagano; por tanto, ellos también son receptores del impacto de su ambiente intelectual, histórico, social y filosófico. Por eso es de vital importancia comprender el contexto de cada autor y de cada una de sus obras. Este constituye el estatuto metodológico propio de la patrología; la concurrencia crítica de los datos y la aproximación científico-técnica de cada una de las áreas del contexto permiten aclarar la personalidad, el pensamiento, los motivos históricos, los estilos literarios, las repercusiones eclesiales y sociales de la actividad de cada autor cristiano.

La historia antigua

La base de la comprensión patrística es la historia. El carácter científico-histórico del cristianismo no surgió hasta el siglo IV con Eusebio de Cesarea. No fue una preocupación para la primitiva comunidad cristiana catalogar los acontecimientos en torno a sí misma; sin embargo, en la sensibilidad de los creyentes se construyó una gesta histórica portentosa que se hace doblemente interesante porque se fue construyendo a través de la búsqueda de la verdad. La antigüedad clásica irradia por su propia fuerza un resplandor de enigma y de verdad. El cristianismo antiguo está inmerso en ese halo espléndido de la historia; el cristianismo se hizo historia con la práctica de la caridad y con el testimonio, con la predicación y con las ideas. La Iglesia se constituyó como institución en conjunción con la vida del Imperio. Los protagonistas cristianos vivían en un triple mundo cultural judaico-griego-eclesial y fueron renombrados representantes de los cambios políticos y religiosos de una sociedad pagana que se hizo sacra. Los Padres de la Iglesia vivieron esa historia, la escribieron y la interpretaron. En este campo conviene consultar los manuales de historia de la Iglesia conocidos y otras obras especializadas7.

Las lenguas clásicas y la literatura

La cultura antigua no era tecnológica como la de nuestros días, sino que fue una cultura eminentemente literaria. En el origen del pensamiento estaba la lengua hablada y escrita, conocida hasta su esencia como necesidad para demostrar la verdad con elocuencia. En un mundo regido por los argumentos de la filosofía y de las leyes, el empeño lingüístico fue la guía de la educación y de la producción de las ideas. La gramática, la métrica, la retórica eran expresiones de este esfuerzo metódico por fijar la cultura, enraizarla para darle validez. Todo dependía de la paideia antigua y de los sistemas de asimilación de las sentencias de los sabios, filósofos y poetas. El proceso se iniciaba en la infancia, desde el magister ludi, pasando por la schola grammaticae, hasta llegar al retor. La capacidad de cada individuo para dominar el lenguaje y generar la persuasio lo hacía destacar dentro del arte de la exégesis y la glosa (es decir, de la interpretación y del comentario). Los Padres estaban enraizados en este ambiente cultural y se supieron colocar en el nivel de persuadir y cambiar el debate filosófico de la cultura clásica por la profundidad del Evangelio. La literatura patrística está catalogada al nivel de la poesía y la retórica de los grandes, como Homero, Platón, Cicerón, Quintiliano y otros. Los nombres de Tertuliano, Ambrosio, Agustín, Gregorio Nacianzeno o Crisóstomo representan una estrella más dentro de la pléyade de intelectuales clásicos. Por tanto, el factor lingüístico grecolatino es otro de los contextos importantes para el estudio de los Padres. En este rubro es muy importante una revisión de las técnicas de traducción y las tendencias actuales de la patrología en materia filológica y de géneros literarios. Muy de la mano con los principales autores van otros fenómenos literarios propiamente cristianos como la hagiografía, la biografía, la hermética, toda la tradición monástica, las colecciones de cánones, la literatura litúrgica, espuria y perdida, catenae, florilegios y comentarios. Resaltan otras tendencias, cada vez más necesarias, como las ediciones críticas, las bibliografías8 y las traducciones en lenguas vernáculas.

Las culturas presentes en el Imperio romano

El cristianismo surgió en el seno del judaísmo y se propagó en el campo de los gentiles, es decir, de los extraños al mensaje de la salvación. Y aunque el orbe estaba permeado por el helenismo, las relaciones institucionales del Imperio romano permitieron que la fe en Cristo se introdujera en las estructuras de la cultura latina. Otras culturas estaban presentes. Los pueblos africanos del norte, los góticos, armenios, siriacos, germánicos, hispánicos, gálicos recibieron el mensaje y lo hicieron propio con el paso del tiempo. La cultura de cada pueblo interpretó y asimiló a sus tradiciones la expresión del Evangelio. El cristianismo primitivo floreció en la base de la cultura de los pueblos. Para descubrir el mundo grecorromano se debe incursionar desde diferentes fuentes: la misma historia del Imperio y otras antigüedades9.

La herejía

La religión cristiana debió pasar por un proceso de purificación y definición ante otras tendencias que amenazaban con desvirtuar el verdadero mensaje de la fe. Durante los primeros años no se tenía una definición entre ortodoxia y heterodoxia; de hecho, todos los autores antiguos arriesgaban fuertemente con el error doctrinal. Más aún, la idea de Magisterio o de Derecho canónico no aparecía en la práctica. Los Padres descubrieron estos errores como verdaderos sistemas filosóficos integrados en el ejercicio de la fe. Muchos de estos se convirtieron en tendencias invisibles y otros en manifestaciones más organizadas. Herejía es sinónimo de opinión alternativa con un alto contenido soteriológico y esotérico, es una respuesta mítica o filosófica al problema del mal, a la realidad antropológica, a la divinidad y a la salvación humana. Los creadores de estas corrientes fueron geniales fundadores de satisfactores espirituales para una sociedad acostumbrada a la novedad religiosa. Los griegos y romanos practicaban religiones mistéricas, iniciaciones y misterios, emanados de sus teogonías y artes adivinatorias; por este motivo, la herejía alcanzaba un alto grado de aceptación ante el público pagano, ofreciéndose como una versión atractiva de la nueva religión. Al darse cuenta del error conceptual sobre la Trinidad, los Padres combatieron frontalmente la herejía haciendo surgir la claridad de la verdad teológica, la cual se transformaría en formulación dogmática. Herejías como el docetismo, gnosticismo, maniqueísmo, arrianismo, monarquianismo, montanismo y un centenar más, son elementos necesarios dentro del análisis patrológico.

La historia de la teología

La historia de la Iglesia no solo se compone de la cronología de acontecimientos y de las gestas de los personajes, más bien se mueve por las ideas. Ante la nueva doctrina de Jesucristo predicada por un grupúsculo de seguidores surgió una línea de pensamiento que transformó la historia. La teología surgió por esta necesidad de definir el dogma desde su más originaria formulación y a partir de sus repercusiones en la vida de la Iglesia. Un debate invitaba a otro generando la composición eclesial y la recomposición social. Por eso la teología se hizo historia para demostrar la importancia del dogma como intervención del Espíritu Santo en el tiempo, como hito de la revelación al hombre de todos los tiempos. Los Padres de la Iglesia son testigos de esta tradición y principales protagonistas de la formulación del dogma en el devenir del cristianismo desde la antigüedad. Cuando se habla de historia eclesial se debe hablar de concilios ecuménicos, corrientes de pensamiento, escuelas, controversias y representantes ideológicos de cada una de ellas.

Recursos patrológicos10

A continuación, presentamos un esquema de los instrumentos con los cuales se puede ingresar en la patrología de manera sistemática y especializada. Para el trabajo teológico es importante saber cómo citar correctamente a los Padres y acudir a los materiales más adecuados para la investigación.

Diccionarios y manuales

A pesar de que los diccionarios tienen la finalidad didáctica de sacar del apuro, para la patrología son el instrumento de primera fuente, ya que no pretenden subsanar la laguna momentánea sino iniciar al investigador en la información de primer nivel. Así pues, se cuenta con el Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana y su índice temático que remite a otras voces11. Por otro lado son conocidos los manuales o guías patrísticas clásicas como el Quasten, Altaner 12, etc., que tienen como objetivo ser obras monográficas para la consulta específica y sintética de cada autor. El papa Benedicto XVI ha ofrecido una síntesis patrística muy útil en sus catequesis, las cuales ya están publicadas como una patrología mínima13.

Colecciones y traducciones

No siempre son accesibles las patrologías en sentido estricto por tratarse de fuentes en lengua original; sin embargo, las traducciones son el primer recurso de acercamiento al estudio. Las más conocidas son las colecciones de Sources Chretienne (SChr) en lengua francesa, Corona Patrum (CP) en italiano, Obras completas de San Agustín etc., con la ventaja, todas estas, de ser ediciones bilingües. En inglés se tiene la colección de Ancient Christian Writers (ACW), en español Fuentes patrísticas y Biblioteca patrística, y así otras colecciones traducidas a otros idiomas.

Patrologías

Son las colecciones enciclopédicas o críticas que nos reportan los textos en lengua original como la Parologiae Cursus Completus de J. P. Migne (PG, PL), el Corpus Christianorum Series Graeca. Series Latina de Brepols (CCG, CCL), y Die Griechischen Christlichen Schriftsteller der Ersten drei Jahrhunderte (GCS), estas dos últimas como ediciones críticas.

Recursos bíblicos

La mayor actividad de los Santos Padres estuvo inmersa en la discusión con la polémica heterodoxa y en el gran ejercicio de la exégesis bíblica. Como resultado de cada experiencia intelectual y literaria de los autores se daba la reinterpretación de la comunidad, y esta a menudo presentaba variaciones. Con base en la fe de la comunidad se daban también las soluciones al respecto de cada situación teológica o eclesiológica (es decir, con la Tradición apostólica). En este campo sabemos que el intento de traducción de la Biblia hebrea a la lengua griega trajo consigo un problema conceptual delicado, precisamente por el problema conceptual de la lengua y después por el problema de la interpretación. La Biblia de los LXX como realización de este proyecto de fusión de culturas fue la base de la revelación bíblica para judíos y cristianos en el mundo mediterráneo helenista y romano.

Por otro lado, la adopción del latín como lengua literaria trajo consigo una literatura latina oral a propósito de las traducciones públicas y de los comentarios homiléticos de obispos y catequistas, lo cual supone una Biblia oral. La Vetus Latina fue el primer complejo de las traducciones hechas con anterioridad. Localizar el origen de la Vetus supone la historia de la teología, de las instituciones, de las ideas y palabras del cristianismo. San Jerónimo revisó también dichas versiones y el producto de ello es lo que se conoce como la Vulgata, de la cual nos ha llegado la versión crítica más antigua de 1587, y que está reunida en doce volúmenes. J. P. Migne, en los últimos libros de las patrologías dedicados a los índices, registra los elencos de los libros de la Biblia más comentados por los Padres. Otro acercamiento es ver el índice bíblico de cada obra en particular en la actual Biblia Patrística, publicada en siete volúmenes, pero que solo abarca a los Padres de los tres primeros siglos14.

Recursos exegéticos y hermenéuticos

La patrología es una ciencia literaria interdisciplinar que requiere de un estatuto metodológico apoyado por todas las áreas antes mencionadas y otras más. Los Padres fueron intérpretes de la Sagrada Escritura, desarrollaron una exégesis fundante que fue la plataforma para la definición del dogma cristiano15. Al ser los Padres los productores de una nueva literatura se convierten a su vez en sujetos de interpretación. Con todo lo que implica la crítica textual de una producción literaria monumental de más de ocho siglos, en torno a los Padres se requieren nuevas técnicas de análisis y una contextualización cada vez más precisa de la investigación histórica, teológica y prosopográfica de cada autor. Afortunadamente, las ciencias patrísticas han evolucionado sobre este particular y ya existen propuestas técnicas convenientes para el estudio.

TRES ESQUEMAS CRONOLÓGICOSDEL PERÍODO PATRÍSTICO

ESQUEMA TEMÁTICO

Padres apostólicos y postapostólicos. Primer y segundo siglo hasta el año 150, aproximadamente.

Padres apologistas. Segundo siglo hasta el final de las persecuciones, año 311.

Padres heresiólogos. Con particular énfasis en los siglos II,III y IV.

Principales teólogos. A partir del 180 hasta el Concilio de Calcedonia (451).

Últimos escritores. Del 451 hasta el 735 con la muerte de Beda.

Escritores de la antigüedad tardía. Siglo VIII en adelante.

ESQUEMA DEL DESARROLLO DOGMÁTICO

Padres prenicenos. Desde la predicación apostólica hasta el 325. Período de expansión del cristianismo, formación de las primeras comunidades eclesiales.

Padres nicenos. Desde el 325 hasta el 451, pasando por los concilios de Constantinopla (381) y Éfeso (431). Ataque contra el arrianismo y contra los intentos de repaganización del Imperio romano.

Padres postcalcedonienses. Posteriores al 451. Fin de las principales controversias cristológicas.

Recepción patrística. Autores posteriores al siglo VIII.

ESQUEMA CRONOLÓGICO

Padres del segundo siglo: san Ignacio de Antioquía, Clemente de Roma, Policarpo.

Padres del tercer siglo: Ireneo de Lyon, Hipólito de Roma, Clemente de Alejandría, Orígenes.

Padres del cuarto siglo: Atanasio, los Capadocios, Jerónimo, Ambrosio.

Padres del quinto siglo: Agustín, Cirilo de Alejandría, Hilario de Poitiers, León Magno.

Padres del sexto al octavo siglo...

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS

1. Leer la Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal, Congregación para la Educación Católica, 1989, y elaborar un informe de lectura, respondiendo a la pregunta: ¿por qué es importante el estudio de los Padres de la Iglesia?

Los Padres apostólicos

Introducción

Los Padres apostólicos son los herederos del mandato evangélico de «anunciar y bautizar» dado a los apóstoles; son otras fuentes autorizadas del kerygma, gente inquieta que continuó la labor de los apóstoles de Cristo. Lo más importante de esto es que la tradición capturada de los Padres, recibida de los apóstoles, proviene de forma oral, llamada por Clemente de Roma como la gloriosa y venerada norma de la tradición viviente en la Iglesia (1 Clem 7,2); son los protagonistas de la formación del canon de la Escritura y los testigos de la vida de la Iglesia naciente. La denominación Padres apostólicos proviene de Giovanni Battista Cotelier, quien en 1672 publicó la primera edición de estos escritores; apelativo brindado a aquellos que florecieron en el tiempo de los apóstoles, es decir, Bernabé, Clemente Romano, Hermas, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna. En 1765 Gallandi volvió a publicar el Cotelier en Venecia, agregando a Papías de Hierápolis y el discurso A Diogneto. En 1883 Filoteo Bryennios publicó y agregó la Didajé. La relación directa de los Padres con los apóstoles viene de la siguiente manera: Clemente Romano, tercer sucesor de Pedro en el pontificado romano (92-100/101); Ignacio, obispo de Antioquía en Siria en el año 70 y martirizado en Roma probablemente en el 107; Policarpo, obispo de Esmirna, visto hacia el 69-155, etc.

Cuando se habla de apostolicidad en este grupo de escritores no se refiere al hecho de la sucesión directa de los apóstoles como se entiende en la actualidad; si bien ellos fueron quienes iniciaron la definición de esta característica de confirmación histórica y teológica, ellos son considerados apostólicos en razón de su actividad de transmisión de la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo según el testimonio de los apóstoles. Otra cosa es que ellos también se convirtieron en personalidades que generaron una tradición comunitaria, por lo cual se ganaron el reconocimiento histórico en el desarrollo de la vida de la Iglesia. Son apóstoles en el sentido de que desempeñaron una labor episcopal o magisterial y dejaron una huella particular en la experiencia de fe en las comunidades a las que pertenecieron. La aportación fundamental de estos se encuentra en la transmisión de las verdades esenciales de la fe tal como las predicaron los discípulos del Maestro, y así fueron conservadas. De esta actividad se definen los dos grandes parámetros de la enseñanza cristiana: la fidelidad al dato revelado Regula veritatis (Sagrada Escritura) y Regula fidei (Tradición apostólica). Han sido los Padres del primer y segundo siglo quienes confirmaron en la fe a la naciente Iglesia, gracias al impulso carismático de la autoridad apostólica y de su celo por propagar el mensaje de Jesucristo a todas las naciones.

La Didajé o enseñanza de los doce apóstoles

Esta obra fue de gran notoriedad cristiana en la antigüedad; fue citada y reproducida en algunos escritos de los Padres de la época, por ejemplo, en la Epístola de Bernabé, en el Pastor deHermas; fue también usada por Clemente de Alejandría y por Orígenes, quienes la tienen por Escritura Sagrada. En el siglo III sus primeros cuatro capítulos fueron introducidos a los Cánones eclesiásticos de los santos Apóstoles(Constitución apostólica egipcia). En la segunda mitad del siglo IV o principios del V fue incorporada a las Constituciones Apostólicas. En 1873 el metropolitano de Nicomedia, Filoteo Bryennios, descubrió en Constantinopla un códice griego escrito en 1056, el cual contenía la Didajé, las dos Cartas de Clemente Romano y la Epístola de Bernabé. En 1875 publicó el texto completo de la Carta de Clemente y en 1883 la Editio Princeps de la Didajé, llamada de modo completo Doctrina del Señor a las naciones por medio de los apóstoles.

La Didajé está valorada, como dice Jean-Paul Audet: «Un recuento de instrucciones y usanzas de la Iglesia primitiva, hecha por uno de los ministros itinerantes del evangelio, del cual se habla en la Didajé misma». Para algunos la época de su composición es casi simultánea a la composición de los evangelios y las cartas de san Pablo hacia el 50-70. Otros estudiosos antes que Audet ponían diversamente la composición de la Didajé entre el 50-150. Hoy generalmente se sitúa hacia los últimos decenios del primer siglo, concretamente el año 90 (Quasten). El lugar de composición parece ser Siria, y más precisamente Antioquía. El autor es un cristiano que proviene del judaísmo. Esta obra viene a ser un magnífico cuadro de la vida cristiana del siglo II. Es el Código de Derecho Canónico, el Catecismo y el prontuario litúrgico más antiguo de la Iglesia.

Su contenido está esquematizado en una primera sección moral, relativa a la moral de las dos vías, una segunda parte litúrgica, fundamentalmente explicativa del bautismo, el ayuno, la plegaria del Pater y la eucaristía, y una tercera parte de instrucciones disciplinarias y ascéticas. La conclusión es una exhortación escatológica que invita a la vigilancia ante la parusía del Señor, cuyo estilo refleja el sentimiento cristiano que se vivía, sobre todo en aquellas comunidades postapostólicas cercanas al año 100; por eso se detecta la fecha de su composición anterior al siglo II.

ANÁLISIS DE TEXTO|DidajéI, 1-5

Instrucción moral

Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos. El camino de la vida es este: Amarás en primer lugar a Dios que te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo. Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas tú a otro. Tal es la enseñanza de este discurso: Bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen.

Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigo. Apártate de los deseos carnales. Si alguno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele la izquierda, y serás perfecto. Si alguien te fuerza a ir con él durante una milla, acompáñale dos. Si alguien te quita el manto, dale también la túnica. Si alguien te quita lo tuyo, no se lo reclames, pues tampoco puedes. A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el que da conforme a este mandamiento, pues este es inocente. ¡Ay del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente; pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para qué: puesto en prisión, se le examinará sobre lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último cuadrante.

El bautismo

En lo que se refiere al bautismo, tenéis que bautizar así: Habiendo dicho todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y el Espíritu Santo, en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes con agua fría, hazlo con caliente. Si no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del Bautismo, ayunen el bautizante y el bautizando y algunos otros que puedan. Pero al bautizando le ordenarás que ayune uno o dos días antes.

Fórmulas para la cena eucarística

En lo que toca a la acción de gracias, la haréis de esta manera: Primero sobre el cáliz: Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David tu siervo, la que nos diste a conocer a nosotros por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos. Luego sobre el trozo (de pan): Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento, que nos diste a conocer por medio de Jesús tu siervo. A ti la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes, y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, por los siglos. Que nadie coma ni beba de vuestra comida de acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor: No deis lo santo a los perros. Después de saciaros, daréis gracias así: Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos. Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre, y diste a los hombres alimento y bebida para su disfrute, para que te dieran gracias. Pero a nosotros nos hiciste el don de un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna por medio de tu siervo. Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti la gloria por los siglos. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu caridad, y congrégala desde los cuatro vientos, santificada, en tu reino que le has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

Instrucción sobre los apóstoles y profetas

Al que viniendo a vosotros os enseñare todo lo dicho, aceptadle. Pero si el mismo maestro, extraviado, os enseña otra doctrina para vuestra disgregación, no le prestéis oído; si, en cambio, os enseña para aumentar vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibidle como al mismo Señor. Con los apóstoles y profetas, obrad de la siguiente manera, de acuerdo con la enseñanza evangélica: todo apóstol que venga a vosotros sea recibido como el Señor. No se detendrá sino un solo día, y, si fuere necesario, otro más. Si se queda tres días, es un falso profeta. Cuando el apóstol se vaya no tome nada consigo si no es pan hasta su nuevo alojamiento. Si pide dinero, es un falso profeta.

ORIENTACIONES PARA LA LECTURA DEL TEXTO

1. Observar el estilo de redacción, sobre todo el recurso a la Sagrada Escritura.

2.¿Qué tipo de moral propone la obra?

3.Explicar el significado de los diversos tipos de agua y la manera de administrar el sacramento del bautismo.

4.Comentar el desarrollo de la liturgia eucarística.

5.Hacer otros comentarios.

Clemente de Roma

Este autor se distinguió muy rápidamente en la tradición episcopal y literaria. Varias líneas biográficas envuelven a este personaje en la imprecisión histórica. Algunos como Ireneo (Adv. Haer. 3,3,3), Eusebio de Cesarea (H.E. 3,15,34) y Orígenes (Comm. in Io. 6,36) lo ligan a la tradición apostólica y a su protagonismo pontifical en Roma como tercer sucesor de san Pedro. La segunda línea lo emparenta a la familia imperial de los Flavios; sin embargo, esta noticia es tardía y resulta inverosímil dada su procedencia de los ambientes heterodoxos, específicamente transmitida por las Pseudo Clementinas. La tercera postura lo declara como el cónsul Tito Flavio Clemente, de la familia imperial, quien fue martirizado en el año 95-96 por profesar la fe en Cristo (Dión Casio, Hist. Rom. 67,14). Como sea, el nombre de Clemente es venerado en la Iglesia desde los albores del cristianismo y ha quedado perfectamente integrado a la tradición litúrgica, hagiográfica y magisterial. Su obra fue totalmente apreciada, tanto que fue uno de los primeros autores cristianos que sufrió el fenómeno de la pseudonimia16, ya que, siendo autor de la Primera Carta a los Corintios, las demás obras a él atribuidas seguramente son desarrollos doctrinales de una o de varias escuelas amparadas bajo el nombre de Clemente.

Obras

Se conocen la Epístola a los Corintios, la Segunda Epístola a los Corintios y las dos Cartas a las Vírgenes. Las Pseudo Clementinas, divididas estas últimas en Veinte Homilías, las Recogniciones y el Martyrium Clementis, son producto de otro autor o de tradiciones posteriores, aun en ambiente gnóstico, cercanas al siglo III.

Los temas más sobresalientes de la Epístola a los Corintios son: la vida cristiana, la sucesión apostólica, la resurrección, la oración. Asimismo, la importancia que tiene para la historia de la Iglesia es capital por los testimonios que se mencionan en ella (sobre los viajes de Pedro a Roma y de Pablo a España, el martirio de los príncipes cristianos y la persecución de Nerón). Para la historia del dogma tiene una importancia notable, se le puede considerar un manifiesto de la jurisdicción eclesiástica. Hallamos en él, por primera vez, una declaración clara y explícita de la doctrina de la sucesión apostólica. Se insiste en el hecho de que los miembros de la comunidad no pueden deponer a los presbíteros, porque no son ellos los que confieren la autoridad. El derecho de gobernar deriva de los apóstoles, quienes ejercieron su poder obedeciendo a Cristo, quien, a su vez, había sido enviado por Dios.

ANÁLISIS DE TEXTO|Clemente Romano,Primera Carta a los Corintios

La situación de la iglesia de Corinto

A causa de las inesperadas y sucesivas calamidades que nos han sobrevenido... hemos tardado algo en prestar atención al asunto discutido entre vosotros, esa sedición extraña e impropia de los elegidos de Dios, detestable y sacrílega, que unos cuantos sujetos audaces y arrogantes, han encendido hasta tal punto de insensatez, que vuestro nombre honorable y celebradísimo, digno del amor de todos los hombres, ha venido a ser objeto de grave ultraje... (1,1) Surgieron la emulación y la envidia, la contienda y la sedición... se levantaron los sin honor contra los honorables, los sin gloria contra los dignos de gloria, los insensatos contra los sensatos, los jóvenes contra los ancianos... (3,2-3) A hombres establecidos por los apóstoles o por otros preclaros varones con la aprobación de la Iglesia entera, hombres que han servido irreprochablemente al rebaño de Cristo con espíritu de humildad, pacífica y desinteresadamente, que han dado buena cuenta de sí durante mucho tiempo a los ojos de todos; a tales hombres, decimos, no creemos que se pueda excluir en justicia de su ministerio. Cometemos un pecado no pequeño si destituimos de su puesto a obispos que de manera religiosa e intachable solían ofrecer los dones. Felices aquellos ancianos que ya nos han precedido en el viaje a la eternidad, que tuvieron un fin fructuoso y cumplido, pues no tienen que temer ya que nadie los eche del lugar que ocupaban. Decimos esto porque vemos que vosotros habéis depuesto de su ministerio a algunos que lo ejercían perfectamente con conducta irreprochable y honorable... (44,3-6) No será un daño cualquiera, sino más bien un grave peligro el que sufriremos si temerariamente nos entregamos a los designios de esos hombres que solo buscan disputas y sediciones, con la voluntad de apartamos del bien. Tratémonos mutuamente con bondad, según las entrañas de benevolencia y de suavidad de aquel que nos creó, pues está escrito: «Los benévolos habitarán la tierra, y los que no conocen el mal serán dejados sobre ella, mientras que los inicuos serán exterminados de ella» (Prov 2, 21; Sal 36, 9.38). (14,2-4)

¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas, partidos, escisiones y luchas? ¿Acaso no tenemos un solo Dios, un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia, el que ha sido derramado sobre nosotros, así como también una misma vocación en Cristo? ¿Por qué desgarramos y descoyuntamos los miembros de Cristo, y nos ponemos en guerra civil dentro de nuestro propio cuerpo, llegando a tal insensatez que olvidamos que somos unos miembros de los otros?... Vuestra división extravió a muchos, desalentó a muchos, hizo vacilar a muchos y nos llenó de tristeza a todos nosotros. Y, con todo, vuestra división continúa... (46,5-9) Cosa vergonzosa es, carísimos, en extremo vergonzosa e indigna de vuestra profesión cristiana, que tenga que oírse que la firmísima y antigua iglesia de Corinto está en rebelión contra sus ancianos por culpa de una o dos personas.

Es esta una noticia que no solo ha llegado hasta nosotros, sino también hasta los que no sienten como nosotros, de suerte que el nombre del Señor es blasfemado a causa de vuestra insensatez, mientras vosotros os ponéis en grave peligro. (47,6-7) Enhorabuena que uno tenga el carisma de fe, que otro sea capaz de explicar con conocimiento, que otro tenga la sabiduría del discernimiento en las palabras y otro sea puro en sus obras. Pero cuanto mejor se crea cada uno, tanto más debe humillarse y buscar, no su propio interés, sino el de la comunidad. (47,5-6)

La Iglesia fundada sobre los apóstoles

Los apóstoles nos evangelizaron de parte del Señor Jesucristo y Jesucristo fue enviado de parte de Dios. Así pues. Cristo viene de Dios, y los apóstoles de Cristo. Una y otra cosa se hizo ordenadamente por designio de Dios. Los apóstoles, después de haber sido plenamente instruidos, con la seguridad que les daba la resurrección de nuestro Señor Jesucristo y creyendo en la palabra de Dios, salieron, llenos de la certidumbre que les infundió el Espíritu Santo, a dar la alegre noticia de que el reino de Dios estaba para llegar. Y así, según que pregonaban por lugares y ciudades la buena nueva y bautizaban a los que aceptaban el designio de Dios, iban estableciendo a los que eran como primeros frutos de ellos, una vez probados en el Espíritu, como obispos y diáconos de los que habían de creer. Y esto no era cosa nueva, pues ya desde mucho tiempo atrás se había escrito acerca de los obispos y diáconos. (42,1-4)

La organización de la Iglesia es análoga a la del antiguo pueblo de Dios

¿Qué tiene de extraño que aquellos a quienes se les confió esta obra (es decir, los apóstoles) establecieran obispos y diáconos? El bienaventurado Moisés, siervo fiel en todo lo referente a su casa, consignó en los libros sagrados todo cuanto le era ordenado... Pues bien: cuando estalló la envidia acerca del sacerdocio, y disputaban las tribus acerca de cuál de ellas tenía que engalanarse con este nombre glorioso, mandó a los doce cabezas de tribu que le trajesen sendas varas. Y a la mañana siguiente hallóse que la vara de Aarón no solo había retoñado, sino que hasta llevaba fruto... Moisés obró así para que no se produjese desorden en Israel, y el nombre del único y verdadero Señor fuese glorificado... Y también nuestros apóstoles tuvieron conocimiento, por medio de nuestro Señor Jesucristo, de que habría disputas sobre este nombre y dignidad del episcopado, y por eso, con perfecto conocimiento de lo que iba a suceder, establecieron a los hombres que hemos dicho, y además proveyeron que, cuando estos murieran, les sucedieran en el ministerio otros hombres aprobados... (43,1–44,2)

Deber nuestro es hacer ordenadamente cuanto el Señor ordenó que hiciéramos, en los tiempos ordenados. Porque él ordenó que las ofrendas y ministerios se hicieran perfectamente, no al acaso y sin orden alguno, sino en determinados tiempos y de manera oportuna. Él determinó en qué lugares y por qué ministros habían de ser ejecutados, según su soberana voluntad, a fin de que, haciéndose todo santamente, sea con benevolencia aceptado por su voluntad. Por tanto, los que hacen sus ofrendas en los tiempos ordenados son aceptados y bienaventurados, y siguiendo las ordenaciones del Señor no cometen pecado. Porque el sumo sacerdote tiene sus peculiares funciones asignadas a él; los levitas tienen encomendados sus propios servicios, mientras que el simple laico está sometido a los preceptos del laico. Hermanos, procuremos agradar a Dios, cada uno en su propio puesto, manteniéndonos en buena conciencia, sin traspasar las normas establecidas de su liturgia, con toda reverencia. Porque no en todas partes se ofrecen sacrificios perpetuos, votivos o propiciatorios por los pecados, sino solo en Jerusalén, y aun allí, tampoco se ofrecen en cualquier parte, sino en el santuario y junto al altar, una vez que la víctima ha sido examinada en sus tachas por el sumo sacerdote y los ministros mencionados. Los que hacen algo contrario a la voluntad de Dios, tienen señalada pena de muerte. Considerad, pues, hermanos, que cuanto mayor es el conocimiento que el Señor se ha dignado concedernos, tanto mayor es el peligro a que estamos expuestos... (40, 42,4)17.

ORIENTACIONES PARA LA LECTURA DEL TEXTO

1. ¿Cuál es la problemática que se verifica en el texto sobre la situación de la iglesia de Corinto? Mostrar los argumentos de solución que presenta el autor.

2.¿Cómo expone Clemente la doctrina de la apostolicidad de la Iglesia?

3. Explicar los diferentes ministerios y roles eclesiales según la Epístola.

4. Hacer otros comentarios.

Ignacio de Antioquía

Ignacio es referido en la Historia Eclesiástica y en el Chronicon de Eusebio como el tercer obispo de Antioquía, después de san Pedro y Evodio, precisando que su episcopado se inició en el primer año de Vespasiano (70 d.C.); esto demuestra que es clara la relación de Ignacio con los apóstoles, como lo afirma también Juan Crisóstomo en su Homilía sobre Ignacio, y Jerónimo en la traducción del Chronicon de Eusebio. Fue condenado al martirio en el año décimo de Trajano, es decir, en 107. Durante su traslado a Roma para sufrir allí el martirio compuso siete epístolas, seis de estas cartas fueron dirigidas a las comunidades cristianas de Roma, Éfeso, Magnesia, Tralia, Filadelfia y Esmirna. Otra carta iba dirigida a Policarpo, obispo de Esmirna. La Epístola a los Romanos se considera la más importante por su valor estilístico y espiritual. Las cartas dirigidas a Éfeso, Magnesia, Tralia y Roma fueron escritas en Esmirna (primera etapa). En Troade escribió otras tres cartas; la de Filadelfia, la de Esmirna y a Policarpo (segunda etapa). Eusebio sitúa el episcopado de Ignacio hacia el 107, año de su martirio. El Martyrium Antiochenum precisa el día 20 de diciembre, la Iglesia propone el dies natalis de Ignacio el 17 de octubre.

El valor testimonial de sus cartas es encomiable, tanto por su calidad moral y espiritual como por su profunda enseñanza doctrinal. En ellas agradece a las comunidades las muchas muestras de simpatía que le han estimulado en la prueba, les exhorta a la obediencia hacia sus superiores eclesiásticos y les advierte contra las doctrinas heréticas (sobre todo, el docetismo, por lo cual desarrolla una clara cristología). A través de ellas pidió que no se diera ningún paso que pudiera defraudar su más ardiente deseo: morir por Cristo, porque para él no era sino el comienzo de la verdadera vida. Con esta actitud Ignacio es el precursor del misticismo cristiano inspirado por la perfecta imitación de Cristo, y, por tanto, la unión con él. Todas las cartas instan encarecidamente a la unidad de la fe y al sacrificio redentor de Cristo y de los fieles a través del martirio, y apremian a sus lectores cristianos a estrechar los lazos con el obispo nombrado para guiarles.

ANÁLISIS DE TEXTO|De las cartas de Ignacio

El obispo, principio de unidad

Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de ancianos (presbyteroi) como a los apóstoles. En cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. Que nadie sin el obispo haga nada de lo que atañe a la Iglesia. Solo aquella eucaristía ha de ser tenida por válida que se hace por el obispo o por quien tiene autorización de él. Dondequiera que aparece el obispo, acuda allí el pueblo, así como dondequiera que esté Cristo, allí está la Iglesia universal (katholiké). No es lícito celebrar el bautismo o la eucaristía sin el obispo. Lo que él aprobare, eso es también lo agradable a Dios, a fin de que todo cuanto hagáis sea firme y válido. El que honra al obispo, es honrado de Dios. El que hace algo a ocultas del obispo, rinde culto al diablo. Que todo, pues, redunde en gracia para vosotros. (Carta a los de Esmirna, 8–9)

Os conviene concurrir con el sentir de vuestro obispo, como ya lo hacéis, porque, en efecto, vuestro colegio de ancianos, digno de este nombre y digno de Dios, está con vuestro obispo en una armonía comparable a la de las cuerdas en la cítara: vuestra concordia y vuestra unísona caridad levantan así un himno a Cristo. También los particulares tenéis que formar como un coro, de suerte que, unísonos en vuestra concordia, y tomando unánimemente el tono de Dios, cantéis a una voz al Padre por medio de Jesucristo, y así os escuche y os reconozca por vuestras buenas obras como melodía de su propio Hijo. Os conviene, pues, manteneros en unidad irreprochable, a fin de estar en todo momento en comunión con Dios.

Yo en poco tiempo he podido llegar a una gran intimidad con vuestro obispo –intimidad no humana, sino espiritual–, ¿cuánto más os he de llamar dichosos a vosotros, que estáis compenetrados con él, como la Iglesia con Jesucristo, y como Jesucristo con el Padre, a fin de que todo resuene armoniosamente en la unidad? Que nadie se engañe: si uno no está dentro del ámbito del altar, se priva del pan de Dios. Porque si la oración de uno o dos tiene tanta fuerza, mucha mayor será la del obispo con toda la Iglesia. El que no acude a la reunión común, ese es ya un soberbio y se condena a sí mismo, pues está escrito: «Dios resiste a los soberbios». Pongamos, pues, empeño en no enfrentarnos con el obispo, de suerte que así estemos sometidos a Dios. Cuanto uno vea más callado a su obispo, más ha de respetarle. Porque a todo el que envía el padre de familias para gobernar su casa hemos de recibirle como al mismo que lo envía. Es, pues, evidente, que hemos de mirar al obispo como al mismo Señor. (Carta a los Efesios, 4–6)

Os exhorto a que pongáis empeño en hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que tiene el lugar de Dios, y de los presbíteros que tienen el lugar del colegio de los apóstoles, y de los diáconos, para mí dulcísimos, que tienen confiado el servicio de Jesucristo, quien estaba con el Padre desde antes de los siglos, y se manifestó al fin de los tiempos. Así pues, conformaos todos con el proceder de Dios, respetaos mutuamente, y nadie mire a su prójimo según la carne, sino amaos en todo momento los unos a los otros en Jesucristo. Nada haya en vosotros que pueda dividiros, sino formad todos una unidad con el obispo y con los que os presiden a imagen y siguiendo la enseñanza