Perdido en el olvido - Linda Conrad - E-Book

Perdido en el olvido E-Book

Linda Conrad

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Beschreibung

Había pasado más de un año desde que el compañero de la agente del FBI Carly Mills había desaparecido sin dejar huella. Pero cuando había perdido la esperanza de volver a verlo, lo encontró trabajando de cowboy en un rancho de Texas. Lo más increíble era que él no recordaba nada de su antigua vida... ni de la pasión arrolladora que había habido entre ellos... Carly se moría de ganas de abrazarlo y contarle quién era realmente y lo que ella siempre había sentido por él. Pero, ¿qué pasaría si jamás conseguía recordar el deseo que solía surgir entre ellos con solo mirarse? ¿Y qué haría cuando se enterara de que su amor había dado lugar a una preciosa niña?

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Seitenzahl: 125

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Linda Lucas Sankpill

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Perdido en el olvido, n.º 1175 - noviembre 2017

Título original: The Cowboy’s Baby Surprise

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

 

I.S.B.N.: 978-84-9170-494-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

–¿Quieres que me lleve a la niña en una operación de vigilancia? –preguntó Carley Mills, mientras se levantaba para enfrentarse a su jefe–. ¿Es que te has vuelto completamente loco?

–No es una operación de vigilancia, por Dios. Haz el favor de oír la propuesta antes de llegar a conclusiones apresuradas –declaró Reid Sorrels.

Reid era el ayudante del jefe de operaciones del departamento del FBI en Houston y el agente a cargo de la operación Rock a Bye. Clavó su mirada en ella, se sentó en una de las butacas y añadió:

–Además, sabes que no haría nada que pusiera en peligro a mi ahijada.

La mujer lo miró y pensó que había llegado muy lejos en el último año y medio. Cuando desapareció Witt Davidson, su amante y socio, habría sido incapaz de enfrentarse a una mosca y, mucho menos, a un hombre tan decidido como su jefe.

Witt se desvaneció en el aire. Carley siempre se había considerado una mujer muy fuerte, la típica persona que siempre ayudaba a los demás con sus problemas. Pero la tensión de no saber lo que le había sucedido al padre de su hija había sido excesiva para ella.

Carecía de importancia que nunca le hubiera declarado su amor y que jamás hubiera mostrado entusiasmo alguno por formar una familia. Además, él ni siquiera lo sabía. Carley no le había dado la oportunidad de saberlo. Había retrasado el momento de contárselo hasta que pudieran apartarse un poco de sus trabajos y estar a solas.

Pero una noche de agosto, en mitad de una gran operación en el lago Houston, Witt desapareció. No podía olvidar lo sucedido. La había mirado con una sonrisa antes de dirigirse hacia una furgoneta de aspecto sospechoso, y después no volvió a verlo. Desapareció sin dejar rastro.

A pesar de todo, Carley sabía que más tarde o más temprano habría admitido su amor por ella. No podía creer que hubiera huido, aunque le asaltaran las dudas día y noche.

–¿Estás aquí, Carley? –preguntó Witt.

La mujer hizo un esfuerzo por volver a la realidad. Se acercó a su jefe, un hombre de unos treinta y tres años, algo mayor que ella, y sonrió.

–Ya sé que no pondrías en peligro a Cami de forma intencionada. Pero llevármela a un lugar remoto del oeste no parece que sea lo más apropiado para ella.

–No has oído lo que he dicho. Esa parte de la frontera entre Texas y México es muy tranquila –declaró, mientras se pasaba una mano por el pelo–. El rancho solo está a cincuenta kilómetros de la población de McAllen y a menos de un día en coche de aquí.

–Ya, magnífico. Pero, ¿qué voy a hacer yo en un rancho? No he estado nunca en uno.

–Maldita sea, Carley, te he pedido que escuches. Ese lugar es sobre todo una institución, una especie de orfanato aunque ya no los llamen así. Tú tienes formación como psicóloga infantil y ellos necesitan un psicólogo infantil. Ni siquiera notarás que estás en un rancho.

Carley suspiró. Tenía la impresión de que su vida iba a sufrir otro cambio drástico. Pocos meses antes de que naciera Cami, el FBI se había negado a utilizar sus servicios en operaciones encubiertas. Desde entonces, se había dedicado a realizar el papeleo de la última operación para que los niños mexicanos que habían encontrado fueran devueltos a sus familias. Y ahora, de repente, el departamento la enviaba a una misión de observación en la frontera, con su propia hija. Aquello no tenía sentido.

–El centro de acogida depende del ayuntamiento, pero esos sitios nunca tienen dinero suficiente. Los niños que deben cuidar generan gastos superiores a la financiación que obtienen, así que organizaron un rancho de ganado y una plantación de cítricos para conseguir fondos extraordinarios.

–¿Y qué esperas que haga allí?

–Lo que mejor haces, trabajar con niños. Los mayores son adolescentes que están allí para rehabilitarse o que sufren algún tipo de discapacidad. Y como puedes imaginar, todos tienen problemas emocionales.

–¿Pero qué tiene eso que ver con la operación?

Reid sonrió.

–La frontera está muy cerca. Ya sabes que las pistas sobre el entramado de la venta internacional de niños nos han llevado a la zona de McAllen. Solo tienes que estar atenta a lo que pueda ocurrir –declaró–. Ya tenemos un agente en la zona, Manny Sánchez, que se hace pasar por ayudante del veterinario. De ese modo puede viajar por todo Río Grande y hablar con los granjeros. Gracias a él hemos detenido a docenas de implicados.

Reid se inclinó hacia delante y continuó hablando.

–Manny ha oído el rumor de que algunos de los niños del rancho no proceden de las agencias estatales de adopción, sino del otro lado de la frontera.

–¿Y cómo voy a conseguir el empleo?

–El empleo ya es tuyo. Uno de los funcionarios del ayuntamiento es amigo mío. La persona que ocupaba el cargo se ha marchado de repente por «problemas familiares», así que el administrador del rancho os espera a Cami y a ti. Él no conoce tu verdadera identidad, solo sabe que eres madre soltera y que necesitas el trabajo. Además, su supervisor te ha recomendado.

–Fantástico. Y cuándo…

–Espera un momento. Antes de que te pongas a hacer preguntas, hay algo importante que debes saber.

–¿Y bien?

–Manny Sánchez trabajó con Witt en una operación secreta en El Paso, hace cinco años. Fue una misión corta y solo se vieron durante unos minutos, pero…

El corazón de Carley estuvo a punto de detenerse.

–¿Esto está relacionado con Witt? ¿Han averiguado algo nuevo sobre su desaparición? Cuéntamelo…

–Relájate, agente especial Charleston Mills. Sabes muy bien que el departamento seguirá investigando hasta que averigüemos lo sucedido con Davidson. Nosotros no perdemos a nuestros agentes –respondió, tomándola de las manos–. Pues bien, Manny nos comentó que uno de los hombres que trabaja en el rancho se parecía mucho a Witt.

–Pero…

Reid la notó tan alterada que preguntó:

–¿Quieres un vaso de agua?

–No.

–Gracias a sus huellas dactilares hemos descubierto que es Davidson en persona. Pero no está utilizando su verdadero nombre y, aparentemente, no reconoció a Manny.

–¿Por qué no lo habéis traído a casa? ¿Es que está allí contra su voluntad?

Reid se encogió de hombros.

–¿Crees que Davidson estaría dieciocho meses en un sitio contra su voluntad? No lo creo. Además, Manny dice que entra y sale cuando quiere y que dirige el rancho.

–Entonces, ¿qué está ocurriendo? Si es Witt, ¿por qué no ha vuelto?

Carley no entendía nada. No comprendía cómo podía estar haciendo algo así al FBI. Y sobre todo, a ella.

Reid se levantó, dio unos pasos por la sala y la miró. Parecía incómodo.

–Hemos hecho algunas comprobaciones con sus compañeros de trabajo y la conclusión es evidente: Davidson padece amnesia y no recuerda quién es. Pero antes de traerlo de vuelta y someterlo a algún tratamiento, creo que eres la persona más adecuada para ayudarlo a recuperar la memoria. A fin de cuentas, eres psicóloga y estuviste enamorada de él.

Carley no sabía qué decir. El fuerte y peligroso Witt Davidson la necesitaba.

–La operación se va a desplazar a las cercanías del rancho y no puedo darte mucho tiempo. Pero haz lo que puedas para devolvernos a Witt, mantente en contacto con nosotros y, si necesitas algo, dímelo.

 

 

Veinticuatro horas más tarde, Carley se presentó al administrador del rancho: Gabe Díaz, un hombre con gafas, de unos sesenta años y pelo canoso. El hombre le dio la bienvenida y le enseñó la casa.

Carley había pasado seis horas conduciendo hasta aquel lugar. A pesar de las indicaciones marcadas en amarillo de un mapa, durante el viaje había tenido varias veces la impresión de que se había perdido. No podía creer que alguien pudiera vivir tan lejos y en un sitio tan inhóspito.

Pasó la mayor parte del tiempo pensando en la última vez que había visto a Witt. Su cabello rubio y su impresionante aspecto de chico bueno lo hacían un agente perfecto para operaciones encubiertas. Los delincuentes nunca sospechaban que era un hombre muy peligroso, aunque también poseía un lado sensible que ella conocía bien. Mientras recordaba sus seductoras caricias y besos, estuvo a punto de salirse de la carretera.

Con Cami firmemente asegurada en el asiento de atrás, avanzaron durante varias horas sin encontrar ni siquiera una gasolinera. Cada dos horas, Carley detenía el vehículo para dar de beber a la pequeña o cambiarle los pañales. Y al final llegaron a una elevación desde la que se veía una localidad.

McAllen estaba situada en la frontera de México con Estados Unidos, en un recodo de Río Grande. Había tiendas, escuelas, empresas; era un lugar próspero que se extendía hacia el norte. Pero por desgracia, el rancho al que se dirigía estaba al oeste, lejos de la ciudad.

Siguió la carretera que bordeaba el río hasta que encontró la desviación, que resultó ser un camino de tierra. Durante muchos kilómetros no vio nada, salvo cactus y vacas.

Al final de la carretera pudo ver varias construcciones para el trabajo en el campo y, al fondo, un magnífico edificio de dos plantas, rodeado de árboles. En la entrada al recinto se podía leer el nombre del rancho: Casa del valle.

En aquel momento, Gabe habló y la devolvió a la realidad:

–Tengo que hablar con uno de los consejeros. Puedes dar una vuelta y dejar a Cami con los niños; están acostumbrados a cuidar de los bebés y son muy buenos con ellos. Te sorprenderán.

Carley dejó a Cami en manos de una encantadora jovencita y llevó su equipaje a la habitación que le habían asignado. No se molestó en cambiarse de ropa. Quería encontrar tan pronto como fuera posible al hombre que podía ser Witt, aunque no sabía dónde buscarlo.

Al principio, la idea de que tuviera amnesia la había sorprendido mucho. Pero lo asumió con rapidez y estaba preparada para enfrentarse a cualquier cosa. Además, había ampliado los conocimientos que ya tenía al respecto para ayudarlo. Localizó textos e incluso habló con uno de sus antiguos profesores. Sin embargo, había algo que no le gustaba nada. La mayoría de las víctimas de procesos de amnesia recobraba la memoria en cuestión de semanas o meses, o no la recuperaba nunca. La idea de encontrar a Witt y perderlo para siempre no la agradaba en absoluto.

–Puede que recobre la memoria al verte –le había dicho su antiguo profesor–. Pero, de todas formas, dale tiempo. Perder todos los recuerdos de una vida es una situación muy dura.

Cuando Carley salió de la casa, echó un vistazo a su alrededor. No se veía a nadie por ninguna parte y pensó que tal vez estaban echando la siesta. Pero entonces apareció un vaquero.

–¿Estás buscando a alguien?

–Sí.

–¿A quién? No tienes aspecto de ser de esta zona, si me permites decirlo.

Carey se miró. Aún llevaba el traje y los zapatos de tacón corto con los que había viajado. Desde luego, no parecía un atuendo muy adecuado para un rancho.

Pensó que tal vez debería haberse cambiado de ropa, pero antes debía encontrar a Witt. El problema era que no recordaba el nombre que utilizaba.

–¿Conoces a Manny, el ayudante del veterinario?

–Sí, está en los establos. ¿Quieres que lo llame?

–Bueno, yo…

–¿Qué ocurre, amigo? ¿Sucede algo?

Carley se giró en redondo al oír aquella voz, muy familiar. Pensaba que estaba preparada para todo, pero no fue así. La impresión de volver a ver al hombre de sus sueños fue demasiado fuerte. Sintió que sus rodillas se doblaban y en cuestión de segundos se encontró entre sus brazos.

Durante los últimos meses había perdido la esperanza de volver a sentir su contacto, pero todo había cambiado de repente. Por desgracia, le bastó una mirada a sus ojos para saber que no la había reconocido.

–¿Te encuentras bien? –preguntó–. Salir al sol sin un sombrero no es buena idea en esta zona. ¿Quieres que te lleve a la casa o que te traiga un vaso de agua?

Carley había perdido su capacidad de reacción. Le asaltaron multitud de imágenes eróticas. Recordó sus besos, su deseo, la forma de acariciarla.

–¿Quieres que te ayude, Houston? –preguntó el otro vaquero.

–No, vuelve al trabajo. Creo que puedo encargarme de ella, ¿verdad? –preguntó a Carley.

Durante un momento, la agente se preguntó si la amnesia de Witt sería real. Pero no había duda. Lo era.

–Sí, seguro que sí –respondió.

Él la llevó a la cocina de la mansión y, para entonces, Carley ya había conseguido recobrarse un poco. Pero lo primero era lo primero. Tenía que acostumbrarse a llamarlo por el nombre que estaba utilizando para no confundirse.

Cuando le dio el vaso de agua, declaró:

–Me llamo Carley Mills. ¿Y tú?

–Me conocen como Houston Smith y se supone que dirijo el rancho. ¿Sabes algo de reses y caballos?

Houston se comportaba con simpatía, pero también con la distancia de un desconocido.

–No mucho.

–¿Y qué trae a una flor tan delicada a esta parte tan alejada de Texas, Carley?

–No se puede decir que sea precisamente delicada, Houston –respondió, aunque en aquel momento se sentía muy débil–. He venido para ocupar el puesto de psicóloga infantil.

–¿Eres médico?

–Sí, soy psicóloga.

–¿Quieres que te llame doctora Carley?

–Hay quien me llama doctora a secas, pero prefiero que me llamen por mi nombre.

–Comprendo. Pero, ¿qué estabas haciendo ahí afuera?

En aquel momento apareció una joven que los interrumpió. Llevaba a Cami en brazos.

–Ah, estás ahí… He intentado conseguir que se durmiera, pero no lo he conseguido. Después empezó a llorar y no he logrado que pare.

–No te preocupes, Rosie. Está nerviosa porque todo esto es nuevo para ella, pero estoy segura de que se acostumbrará en unos días. Hasta entonces, no dudes en traérmela si te da problemas.

–De acuerdo. Ahora tengo que marcharme… ¿quieres que me quede con ella? –preguntó la joven.

–No, gracias. Me quedaré con ella de momento.

Rosie se despidió y se alejó con evidente alivio.

Entonces Carley comenzó a mecer a la pequeña y a susurrar, hasta que consiguió que se tranquilizara. En ese momento, levantó la vista y observó que Houston la miraba de un modo muy extraño.

–¿Ocurre algo?