¿Por qué le importa a Dios con quién me acuesto? - Sam Allberry - E-Book

¿Por qué le importa a Dios con quién me acuesto? E-Book

Sam Allberry

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Sam Allberry, autor de muchos libros, entre ellos Is God Anti-Gay?, expone el buen diseño de Dios para la expresión de la sexualidad humana, mostrando que Dios mismo es amor y que sólo él puede satisfacer nuestros deseos más profundos. Una perspectiva bíblica de lo que el sexo está diseñado para ser, significar y hacer por nosotros. Los cristianos son cada vez más vistos como anticuados, restrictivos y prejuiciosos cuando se trata de sexo antes del matrimonio, la cohabitación, la homosexualidad, la identidad de género o los derechos de los transexuales. De hecho, para muchas personas, este tema es una de las mayores barreras para considerar el cristianismo. Sam Allberry, autor de muchos libros, entre ellos Is God Anti-Gay?, expone el buen diseño de Dios para la expresión de la sexualidad humana, mostrando que Dios mismo es amor y que solo él puede satisfacer nuestros deseos más profundos. Es un gran recordatorio del plan positivo de la Biblia para el amor, el sexo y el matrimonio, e ideal para regalar a las personas que pueden ver esto como un obstáculo para la creencia.

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¿Por quéle importaa Dioscon quiénme acuesto?

Sam Allberry

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

Publicado originalmente en inglés por The Good Book Company, bajo el título Why does God care who I sleep with?

© Sam Allberry, 2020.

Traducido y publicado con permiso de The Good Book Company.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Utilizado con permiso.

© 2021 por Editorial CLIE

¿POR QUÉ LE IMPORTA A DIOS CON QUIÉN ME ACUESTO?

ISBN: 978-84-18204-42-5

eISBN: 978-84-18204-43-2

Estudios de sexualidad y género

REL105000

Acerca del autor

Sam Allberry da conferencias por todo el mundo sobre cuestiones relativas a la sexualidad y a la identidad y, además, trabaja como líder de iglesia y pastor. Estudió teología en Wycliffe Hall, Universidad de Oxford, antes de dedicarse a trabajar en varias iglesias de Oxford y Maidenhead, en el Reino Unido.

Ahora Sam es conferenciante y autor de numerosos libros, incluyendo 7 Myths About Singleness, Why Bother with Church? y el éxito de ventas Is God Anti-gay? Ha sido ordenado en la Iglesia de Inglaterra y ha formado parte de su organismo rector, el General Synod.

En su tiempo libre a Sam le gusta hacer senderismo, leer historia de Estados Unidos y perfeccionar poco a poco su receta de curry verde tailandés.

Cuando toca hablar de sexo, la gente cree saber a qué se oponen los cristianos; pero ¿qué es lo que defienden? Dentro de una cultura que considera que el cristianismo es fuente de vergüenza y de opresión, hace falta tener una mente abierta para tomar este libro y leerlo. Pero a quienes estén dispuestos a nadar contra corriente, la nueva mirada que aplica Sam Allberry a lo que nos dice la Biblia sobre el sexo les inducirá a poner en tela de juicio sus conceptos erróneos. Puede que incluso te cambie la vida.

Glynn Harrison, MD

Ex profesor de psiquiatría y psiquiatra consultor, autor de A Better Story: God, Sex and Human Flourishing

Mi generación ha crecido dentro de una cultura que nos dice que el concepto cristiano de la expresión sexual no solo es aburrido y extravagante, sino también ofensivo y represivo. El libro de Sam es un recordatorio refrescante y esclarecedor de que esa crítica ha sido exagerada. Con cariño y claridad, y usando muchísimas ilustraciones interesantes, Sam analiza algunas de las tensiones sin resolver que hemos heredado de la revolución sexual, y demuestra que la vida, la muerte y la enseñanza de Jesús no solo dotan de sentido a nuestros anhelos, sino que satisfacen nuestras necesidades más profundas.

Rachel Jones

Autora de Is This It?

¿Por qué le importa a Dios con quién me acuesto? es una obra clara, sabia, pastoral y en ocasiones muy divertida que ofrece una excelente respuesta a una de las preguntas más acuciantes de nuestra generación. Si es una pregunta que te has hecho, en la que has pensado o incluso que has oído formular a otros, este breve y reflexivo libro de Sam Allberry te será de gran ayuda.

Andrew Wilson

Pastor, escritor y comunicador

Sam Allberry escribe con claridad y empatía sobre uno de los temas más importantes de nuestros tiempos. Su honestidad y su sentido del humor derriban los estereotipos y los tópicos sobre las relaciones sexuales que ya nos hemos acostumbrado a escuchar. Aquí tenemos una voz contracultural que nos desafía a plantearnos de nuevo la fe cristiana y, en última instancia, una relación con Dios en medio del cambiante paisaje cultural en el que nos encontramos.

Dra. Amy Orr-Ewing

Directora de The Oxford Centre for Christian Apologetics

Dadas todas las controversias y retos en torno al sexo, me encanta dar la bienvenida a este tratamiento valiente, sabio y sensible de los temas en juego. Este es un libro capaz de alterar opiniones, cosmovisiones y, en última instancia, de rescatar vidas. ¡Gracias, Sam Allberry!

J. John

Pastor, escritor y comunicador

En este libro enriquecedor y provocativo, Sam Allberry analiza cómo los anhelos de nuestros corazones, los instintos de nuestros cuerpos y los complejos deseos de nuestras mentes nos dicen que queremos algo más que sexo. Lo puedes leer en una tarde, pero sus efectos pueden durar toda una vida.

Dra. Rebecca McLaughlin

Autora de Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World’s Largest Religion

En este libro claro, meticuloso, compasivo y ameno, Sam hace un análisis de la cultura sexual y de por qué le importa a Dios que es un mensaje para todos los seres humanos. Compra por lo menos dos ejemplares. Los necesitarás, porque te aseguro que no querrás prestarle a nadie el tuyo.

Adrian Reynolds

Escritor y pastor

¿Por qué le importa a Dios con quién me acuesto?

Sam Allberry

Índice

Introducción: El problema ineludible del cristianismo

1.¿Por qué nos importa con quién nos acostamos?

2.¿Qué valor tiene una niña pequeña?

3.¿Para qué sirve el sexo?

4.¿De verdad el sexo solo es para casados?

5.¿Por qué era un tema problemático en el pasado?

6.¿Por qué es un tema tan problemático hoy?

7.¿Y si realmente me he equivocado?

8.¿Es que no necesitamos realizarnos sexualmente para ser quienes somos?

9.¿No basta con el amor?

10.En serio, ¿por qué le importa esto a Dios? La historia de fondo

11.En serio, ¿por qué le importa esto a Dios? Una historia mejor

Agradecimientos

Para Logan Gates y Ben Dyson, con gratitud porvuestra fiel amistad.

Introducción: Elproblema ineludibledel cristianismo

A quel fue probablemente el momento más incómodo de mi vida.

Me encontraba impartiendo clases de inglés en el centro de Tailandia y me habían invitado a contribuir a una jornada de formación regional para profesores de inglés de secundaria. Como yo era hablante “nativo” de inglés, acudí para ayudarles con aspectos como la pronunciación y el inglés conversacional. O eso pensaba yo.

La primera señal de que la cosa no iba a ir como yo esperaba fue cuando me invitaron a subir al escenario nada más empezar la jornada. Después de presentarme a los asistentes, dijeron que empezaríamos el día cantando la canción que se había elegido como tema para esa jornada. Bueno, en realidad quien lo haría iba a ser su invitado, el hablante nativo de inglés.

La mala noticia es que soy un cantante pésimo, sobre todo delante de otras personas. La buena noticia era que la canción estaba en inglés. La otra mala noticia era el equipo de karaoke del que disponía aquella gente. Ya de por sí era extraño que fuera primera hora de la mañana de un sábado, que yo estuviera en un país que desconocía, que hubiera aceptado acudir para hacerles ese favor de última hora a mis anfitriones tailandeses, y que ahora fuese a cantar un solo delante de varios centenares de profesores.

La canción era I Just Called to Say I Love You, de Stevie Wonder, que sin duda es una gran canción pero no lo que uno relacionaría inmediatamente con la enseñanza del idioma de Shakespeare. Yo ya estaba bastante alejado de mi zona de confort, pero eso no fue lo peor. El vídeo de fondo en la pantalla del karaoke era bastante cutre: una procesión de cuerpos que se contoneaban en diversas fases de desnudez. Me las tuve que arreglar para seguir la letra sin fijarme en las incongruentes imágenes que la acompañaban, mientras además intentaba no ponerme del color de un tomate maduro.

Todo esto sirve para decir que es imposible esquivar el tema del sexo. Si aparece dentro de un entorno tan inocente como el de aquella mañana en Tailandia, hay muy pocas esperanzas de poder eludirlo en cualquiera de las áreas de esta vida.

Y si soy sincero, con la excepción de repetir mi experiencia en el karaoke de aquella mañana, escribir un libro sobre el sexo es lo más incómodo que me puedo imaginar haciendo justo en este momento. Pero, como digo, es algo imposible de evitar, por lo mucho que significa el sexo para todos nosotros.

Durante los últimos años he trabajado para una organización benéfica cuya misión principal consiste en responder a las preguntas más urgentes que tiene la gente acerca de la fe cristiana. Otros libros de esta serie te darán una idea de cuáles son esas preguntas, pero en lo alto de la lista, para la mayoría de personas, invariablemente siempre figura alguna pregunta sobre qué piensan y creen los cristianos sobre el sexo.

No es difícil entender por qué. Sabemos que nuestra sexualidad, el sexo y las relaciones que forjamos son una parte realmente importante de la vida. No es nada intrascendente. Soy muy consciente de que todos y cada uno de nosotros poseemos una amplia gama de intensas emociones que entran en juego cuando hablamos del sexo y de la sexualidad, pensamos en ellos y reaccionamos a ellos en nuestras vidas y en nuestras culturas. Todos tenemos recuerdos (tanto buenos como malos) que dan forma a nuestra manera de pensar y a nuestra conducta. Algunos de nosotros tendrán recuerdos y experiencias dolorosos que siguen acosándoles. Otros estarán inquietos, buscando algún tipo de satisfacción más profunda que la que están experimentando ahora mismo. Algunos otros estarán confusos debido a diversas experiencias que hayan tenido. Y otros estarán totalmente satisfechos con su vida sexual tal como está, y quizá se pregunten el porqué de tanto revuelo.

Esto significa que a lo mejor te resultará difícil leer este libro. Tanto si eres cristiano como si no, es posible que en ocasiones descubras que te gustaría quejarte entre dientes o incluso lanzar el libro lo más lejos posible, porque lo que te sugiera entrará en un profundo conflicto con tu propio punto de vista y tu experiencia.

Pero en lugar de ceder al impulso de hacer lanzamiento de libro, te invito encarecidamente a que reflexiones cuidadosamente, y con la mayor objetividad posible, mientras intento explicar por qué el sexo es tan importante para todos nosotros. Escribo esto como alguien soltero que tiene la expectativa de seguir siéndolo en el futuro. Como cristiano, eso significa que me he comprometido a mantenerme célibe, a no tener relaciones sexuales a menos que sea con alguien con quien me haya casado. Este asunto tiene tanta importancia para mí como la tiene para todos nosotros.

GENTE PELIGROSA

Cuando los cristianos hablan de sexo, se enfrentan a peligros importantes. Cada vez más, el mundo considera que la libertad sexual es uno de los mayores beneficios de la sociedad occidental. Han cambiado muchas cosas durante los últimos diez años, aproximadamente. Hace tan solo quince años, a los cristianos como yo, que seguimos las enseñanzas de la Biblia, los habrían considerado retrógrados por atenerse al concepto cristiano tradicional del sexo como algo exclusivo del entorno matrimonial.

Pero ahora, cada vez más, se piensa que somos peligrosos para la sociedad. Así de importantes se han vuelto nuestras opiniones sobre el sexo. La decisión de con quién acostarse se entiende como un derecho humano supremo. Todo lo que parezca limitar nuestra capacidad de decisión en esta área se considera, de alguna manera, una amenaza existencial.

Por lo tanto, la afirmación cristiana de que el sexo pertenece a un contexto muy concreto es más una ofensa que una curiosidad. ¿Por qué tiene que importarle a Dios con quién me acuesto? es quizá menos una pregunta y más una objeción permanente que, en realidad, no exige respuesta.

Sin embargo, existe una respuesta. Los cristianos seguimos creyendo lo que creemos sobre el sexo, y es una creencia que no piensa desaparecer por mucho que se nos critique hoy en día. Además, es una creencia para la que existen motivos de peso. Me encantaría que entendieras esos motivos y los sopesaras adecuadamente antes de decidir qué hacer con ellos.

A Dios le importa con quién nos acostamos porque le interesan profundamente las personas involucradas en la actividad. Le importa porque el sexo fue idea suya, no nuestra. Le importa porque el mal uso del sexo puede provocar heridas profundas y graves perjuicios. Le importa porque nos considera merecedores de su cuidado. Y, de hecho, ese cuidado no solo se aprecia en su enseñanza de cómo deberíamos usar el sexo, sino también en el modo en que pone el perdón y la sanación a nuestra disposición cuando nos equivocamos.

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¿Por qué nos importacon quién nosacostamos?

No es habitual que un solo tuit se propague tanto que se convierta en un movimiento.

A finales de 2017, Hollywood era noticia candente por una serie de acusaciones contra uno de sus productores más celebrados, Harvey Weinstein. Una serie de mujeres le acusaban de conducta depredadora, y el asunto se estaba siguiendo en todo el mundo. El 15 de octubre, una actriz, Alyssa Milano, tuiteó el siguiente mensaje:

Si te han acosado o agredido sexualmente escribe “yo también” como respuesta a este tuit.

El hashtag #MeToo (“yo también”) pronto se hizo viral. El tuit original se colgó en torno al mediodía, y cuando acabó el día la frase “yo también” se había usado en Twitter más de 200.000 veces. Al cabo de un año se había usado 19 millones de veces, más de 55.000 veces por día.1

También hubo muchas celebridades que contaron sus historias, lo cual elevó aún más el perfil del hashtag. Hollywood se hundió. Le siguieron otros sectores de la industria del entretenimiento. Las historias de acoso y de agresión sexual se extendieron rápidamente a los ámbitos de la política, los medios de comunicación, el entorno académico y el religioso. Cuando los y las supervivientes de agresiones sexuales en iglesias o por parte de líderes eclesiales compartieron sus experiencias, empezó a aparecer un hashtag paralelo, #ChurchToo (“la iglesia también”).

Aunque el tuit de Milano pareció dar el pistoletazo de salida, ella no fue la primera persona en usar la frase “yo también” en este contexto (algo que luego admitió ella misma). El verdadero origen del hashtag hay que situarlo diez años antes. La activista Tarana Burke “andaba buscando una manera sucinta de mostrar empatía”, según dijo en una entrevista publicada en el Huffington Post. “«Yo también» es potente porque alguien me lo había dicho, y el hecho de haberlo oído alteró la trayectoria de mi proceso de curación”. Poco después de que el tuit de Milano se hiciera viral, la propia Burke escribió: “El objetivo del trabajo que hemos estado haciendo durante la última década con el movimiento «yo también» es hacer que las mujeres, sobre todo las jóvenes de color, sepan que no están solas”.2

La adopción tan extendida del hashtag ha tenido sin duda ese efecto. Es posible que Burke se interesara sobre todo por las jóvenes afroamericanas, pero el hashtag también permitió que muchas otras personas compartieran sus experiencias: mujeres con distintos trasfondos y edades, e incluso algunos hombres.

Hay una de esas historias sobre la que merece especialmente la pena reflexionar. En un artículo que escribió en The Atlantic, Caitlin Flanagan habló de un momento, cuando asistía al instituto, en el que un joven intentó violarla en su coche, en un aparcamiento desierto junto a una playa. Después de un forcejeo, él desistió y la llevó a su casa. Ella nunca lo comentó con nadie, y en el artículo explica por qué no lo hizo:

No se lo conté a nadie. Según pensaba yo, no era un ejemplo de agresión masculina contra una chica para tener sexo con ella. Era un ejemplo de lo poco deseable que era yo. Fue la prueba de que yo no era el tipo de chica que llevas a las fiestas, o el tipo de chica que quieres conocer mejor. Yo era el tipo de chica que te llevas a un aparcamiento desierto para intentar obligarla a que tenga sexo contigo. Decírselo a alguien no revelaría lo que había hecho él; sería una revelación de lo mucho que yo merecía que me tratasen así.3

El movimiento #MeToo ha arrojado luz sobre la prevalencia de las agresiones sexuales. Actualmente se calcula que entre el 20 y el 30 por ciento de mujeres estadounidenses han sido agredidas sexualmente en algún momento de sus vidas. Es difícil obtener cifras exactas; a la gente le cuesta muchísimo compartir estas historias por muchos motivos, tal como subraya la historia de Flanagan. Pero ha habido muchos que han logrado sincerarse por primera vez, y cada vez obtenemos una apreciación más exacta de la prevalencia de estas brutalidades. Los hombres también se muestran más abiertos a hablar de sus experiencias de agresión y acoso sexual. Además, algunos hombres están admitiendo errores en su propia conducta pasada con las mujeres. A todos los niveles, desde el individual hasta el institucional, el mundo occidental parece estar reevaluando a fondo sus valores sexuales colectivos.

Si el #MeToo nos ha enseñado algo es que nuestra sexualidad tiene una gran importancia. Su violación provoca un perjuicio emocional y psicológico muy profundo, sin hablar de las cicatrices físicas que deja. La propia experiencia de Flanagan es un ejemplo claro. Lo que aquel joven intentó hacerle le dijo algo sobre sí misma y sobre su valor como persona, un concepto que quedó enquistado en su pensamiento durante muchos años.

JESÚS HABLA SOBRE EL MALTRATO

A estas alturas podríamos preguntarnos qué relación tiene todo esto con el cristianismo. En todo caso, parece ser que el cristianismo es una parte del problema tanto como lo es cualquier otro movimiento, y puede que incluso más. A medida que se van demostrando cada vez más acusaciones históricas y contemporáneas, queda muy claro que ha habido muchas instituciones cristianas en las que se han producido espantosos maltratos. Dentro de cualquier contexto, estos hechos serían escandalosos, pero el contexto cristiano los vuelve aún más reprensibles. Todos sabemos que la agresión sexual está mal; no hay ningún grupo ni religión que tenga el monopolio de esta convicción. Pero los cristianos tienen más motivos que quizá cualquier otra persona para saber esto.

Jesús de Nazaret, el fundador del cristianismo, fue famoso por cuidar a los marginados, a los ignorados y a los vulnerables. De él se dijo que “no quebrará la caña cascada” (Mt. 12:10); fue alguien que por naturaleza mostraba ternura hacia los heridos y los sufrientes. Por consiguiente, resulta una incongruencia destacable que aquellos que afirman seguir a Jesús contradigan su enseñanza y su ejemplo en este ámbito.

Pero también cabe destacar que el propio Jesús fue víctima de un maltrato inimaginable. No hace falta que seamos cristianos que creen en la Biblia para conocer los hechos básicos sobre cómo acabó la vida de este hombre. El registro histórico nos demuestra que fue ejecutado públicamente por las autoridades romanas siguiendo las órdenes de Poncio Pilato.4 Sabemos que fue ejecutado mediante crucifixión. También sabemos que este fue el desenlace de un proceso horripilante de humillación y de tortura. Los relatos del Nuevo Testamento inciden sorprendentemente poco sobre los detalles más sangrientos, pero nos dicen que a Jesús lo desnudaron, lo azotaron, lo golpearon y se burlaron de él. Lo pusieron desnudo frente al público, maltrataron su cuerpo y lo ridiculizaron en diversas ocasiones. Sus propios compañeros de traicionaron, le negaron o le abandonaron. No podemos cuantificar fácilmente ese sufrimiento emocional, psicológico y físico. Y todo esto sucedió antes siquiera de llegar al momento de la crucifixión.

Ese es el hombre al que los cristianos siguen y adoran. Y lo que esto nos dice es que los cristianos deberían tener una sensibilidad innata hacia las víctimas del sufrimiento. Dado que el propio Jesús encarnó y experimentó algunas de las formas más intensas de victimización y rechazo, una parte integral del cristianismo es la sensibilidad ante el sufrimiento y la brutalidad. Los cristianos deberían ser los últimos habitantes de este mundo que se mostrasen indiferentes ante el maltrato, y no hablemos ya de facilitarlo o perpetrarlo en el sentido que sea. Esto queda reforzado por la propia enseñanza de Jesús sobre la sexualidad humana.

JESÚS HABLA SOBRE EL SEXO

Una de las secciones más conocidas de la enseñanza de Jesús es el llamado sermón del Monte. Muchas de sus frases se han incorporado a la cultura occidental. Es posible que te resulte más familiar de lo que imaginas. En el sermón Jesús aborda muy pronto el tema de la ética sexual:

Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

MATEO 5:27-28

Jesús sabe que a sus oyentes les habían inculcado los Diez Mandamientos que figuran en el Antiguo Testamento, incluyendo el séptimo mandamiento contra el adulterio (que él cita aquí). El adulterio consiste en cualquier relación sexual entre una persona casada y alguien que no sea su cónyuge. Jesús reitera este mandamiento y le añade su propio corolario. Sus palabras no suponen un contraste con el contenido del mandamiento, sino que nos proporcionan una visión renovada de cómo se supone que hay que aplicarlo.

No nos equivoquemos: lo que Jesús enseña aquí es revolucionario tanto para la época en la que hablaba Jesús como para nosotros hoy.

Pensemos en cómo debieron escuchar estas palabras sus oyentes originarios. Jesús era un judío del siglo primero que hablaba a un público de compatriotas judíos, y los Diez Mandamientos eran fundamentales para el pensamiento ético de esta etnia. Los consideraban un resumen ejecutivo de toda la ley de Dios en el Antiguo Testamento. En nuestros tiempos siguen teniendo una tremenda influencia cultural como fundamento de la moral.

Jesús cita el séptimo mandamiento contra el adulterio. Este constituía la base de la ética sexual compartida de aquella época. Podemos imaginarnos a un varón judío que escuchase a Jesús. Quizá llevaba muchos años fielmente casado y se sentía orgulloso de la manera en que se había comportado. A lo mejor era uno de los primeros que desaprobaban el adulterio cada vez que se enteraba de que alguien había caído en él. Es posible que nunca se le hubiera pasado por la cabeza meterse en una situación en la que podría acabar teniendo relaciones íntimas con otra mujer. Sus manos jamás habían tocado a otra mujer que no fuera su esposa. Ese hombre sería un ejemplo típico de otros muchos, comprometidos a ese mandamiento y confiados en que lo habían obedecido plenamente.

De modo que cuando Jesús dice en la primera parte de su enseñanza “habéis oído que fue dicho «No cometerás adulterio»”, los hombres como ese habrían asentido con entusiasmo. Sí, eso es lo que siempre nos han enseñado. Eso es lo que siempre hemos defendido. Es posible que otros aspectos de la enseñanza de Jesús les plantearan un reto o los indujeran al autoexamen (resulta difícil leer el sermón del Monte sin experimentar algo así), pero sobre este punto podían estar tranquilos: seguro que contaban con la aprobación plena del maestro.

Pero entonces viene la segunda parte de lo que dice Jesús:

Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

Piensa en esto. Jesús no contradice la manera en que habían interpretado el mandamiento los judíos; lo que hace es ampliar su significado y su aplicación. Ellos habían dado por hecho que hablaba solo del adulterio físico. Pero el adulterio físico no es el único tipo de adulterio; Jesús dice que el adulterio puede producirse en el corazón aunque nunca tenga lugar en una cama. Puede producirse solo con mirar, sin tocar: cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella. No se trata sencillamente de lo que haces con tus genitales, sino con tus ojos y con tu mente; cómo miras a otra persona y piensas en ella.

A Jesús le preocupa la intención