¿Qué es el diseño? - Isabel Campi i Valls - E-Book

¿Qué es el diseño? E-Book

Isabel Campi i Valls

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Casi todo lo que usamos y leemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos ha sido diseñado. En nuestro mundo industrializado y digital, prácticamente todo aquello artificial ha sido proyectado previamente y, por lo tanto, diseñado. ¿Pero sabemos exactamente qué es el diseño? Este libro arroja luz sobre una de las actividades más omnipresentes y al mismo tiempo ignoradas de nuestra sociedad. Isabel Campi, una de las mayores expertas en teoría e historia del diseño, nos introduce de forma divulgativa a todo lo que rodea al universo del diseño: desde su significado y ámbitos de actuación hasta su historia, sus diferencias geográficas y culturales, la realidad de la profesión de diseñador y las cuestiones más candentes en la actualidad. El resultado es un texto ameno, sencillo y clarificador que interesará a periodistas culturales, a amantes de la cultura visual y, por supuesto, a todos aquellos jóvenes que estén pensando en hacer de la creatividad su profesión.

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Título original: Què és el disseny?

Publicado originalmente en 2012 por Educaula62

La primera versión de este libro se publicó en 1992, en catalán, en Columna Edicions, con el título de Què és el disseny? Desde entonces, la autora ha revisado íntegramente el texto de este best-seller en 4 ocasiones, poniendo al día todo aquello que tiene que ver con las técnicas y los cambios socioculturales y profesionales del diseño pero manteniendo lo que considera su esencia. Esta primera edición en castellano también ha sido revisada y actualizada por la autora.

Traducción: Unai Velasco

Diseño de la cubierta: Toni Cabré/Editorial Gustavo Gili

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

La Editorial no se pronuncia ni expresa ni implícitamente respecto a la exactitud de la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de responsabilidad en caso de error u omisión.

© de la traducción: Unai Velasco

© del texto: Isabel Campi Valls, 2020

para la edición castellana:

© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2020

ISBN: 978-84-252-3295-4 (epub)

www.ggili.com

Producción del ebook: booqlab.com

 

 

Editorial Gustavo Gili, SL

Via Laietana, 47, 2º, 08003 Barcelona, España. Tel. (+34) 933228161

Valle de Bravo 21, 53050 Naucalpan, México. Tel. (+52) 5555606011

¿Qué es el diseño?

Isabel Campi

ÍNDICE

Prólogo a la edición en español

Introducción. Un poco de gramática

EL ÁMBITO DEL DISEÑO

Definiciones de diseño

El diseño en un mundo cambiante

El diseño, entre el arte y la tecnología

De la artesanía a la producción industrial

El diseño y la metodología

El trabajo interdisciplinar

Teoría vs. práctica

Las aptitudes del diseñador

Tipos de diseñadores

Las especialidades

Diseñadores y diseñadoras

UN POCO DE HISTORIA

El diseño en las sociedades preindustriales

La Revolución industrial y su impacto cultural

La reforma de las artes decorativas

La era de los artefactos y la mecanización de la vida cotidiana

Cultura e industria: un dilema para un siglo nuevo

La aportación de la vanguardia artística

La Bauhaus y la reforma pedagógica

El diseño en Estados Unidos

El sistema de la moda moderna

El diseño en los países socialistas

EL DISEÑO, HOY

El diseño angloamericano

El diseño nórdico y centroeuropeo

El diseño mediterráneo

El diseño en los países asiáticos

El diseño en los países periféricos

EL PAPEL DEL DISEÑO EN LASOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

Diseño y cultura visual

El papel del diseño en la sociedad de consumo

Diseño, tecnología y cultura

El futuro del diseño en la sociedad de la información

LAS INSTITUCIONES

LA FORMACIÓN DEL DISEÑADOR

Etapas en la formación de los diseñadores

Formación y mercado de trabajo

Bibliografía y recursos online

PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

Escribí este libro en 1991, en catalán, con la intención de proporcionar a los jóvenes un manual de introducción al diseño. Sin embargo, con los años ha llegado a un público mucho más amplio de lo que yo esperaba. Lo he visto en manos de periodistas, políticos e incluso de algún realizador de televisión que tenía que llevar a cabo un programa monográfico sobre el tema. Sin embargo, su lugar más indicado es la enseñanza del diseño, a la que me he dedicado durante cuarenta años.

Con la implantación en España del bachillerato artístico y de los grados universitarios, este librito se ha convertido en un manual de referencia para cientos de estudiantes en su primer año. En honor a ellos he creído conveniente ir haciendo continuas revisiones del texto hasta llegar a esta cuarta edición. Ahora, además, gracias a la Editorial Gustavo Gili y a esta traducción al español espero poder llegar a todo el mundo hispanoparlante a uno y otro lado del Atlántico.

Además de los cambios técnicos y estructurales que se han vivido desde que escribí la primera versión de este libro dirigida a estudiantes catalanoparlantes, también he tenido esta vez en cuenta a un público mucho más amplio, no por fuerza circunscrito solamente al Estado español. Aunque las menciones al contexto europeo son inevitables, espero que los lectores latinoamericanos se sientan igualmente identificados con mis planteamientos.

A lo largo de los 28 años que han transcurrido desde la primera redacción, la práctica del diseño ha cambiado mucho debido al fabuloso desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). En aquel entonces los programas informáticos de dibujo estaban poco desarrollados, los ordenadores eran caros y se mantenían apasionadas discusiones sobre si era mejor trabajar con sistemas analógicos o digitales. Ahora, esta discusión ya no tiene sentido, puesto que los ordenadores son baratos y los programas informáticos excelentes. Durante este tiempo han desaparecido las diversas técnicas auxiliares que eran imprescindibles en el desarrollo habitual de un proyecto como el dibujo técnico a tinta, las copias heliográficas, la fotocomposición de texto y la fotografía analógica. La popularización de los soportes digitales permite seguir todo el proceso de tratamiento de la imagen con un único sistema de manera que el papel solo entra en juego al final, o, sencillamente, no aparece si el resultado debe visualizarse a través de un soporte digital como son las pantallas de un smartphone, una tablet o un ordenador.

La comunicación a través de internet ha supuesto una revolución todavía más grande. Ahora ya no es preciso acarrear planos y dibujos por el mundo, independientemente de que diseñadores, clientes y proveedores se encuentren en sitios muy distantes entre sí. La comunicación online ha facilitado mucho la globalización de los servicios de diseño y ha permitido que los diseñadores hoy trabajen alejados de la sede productiva. Ahora las empresas envían los proyectos de sus productos a talleres o fábricas que se encuentran en otro continente y, una vez fabricados, se distribuyen por centros logísticos de todo el mundo para después ser comercializados.

Por descontado ahora ya no hay empresas que no tengan su catálogo de productos disponible en la red, ni diseñadores profesionales que no tengan su página web con su currículo profesional, su lista de clientes, sus productos más conocidos y su oferta de servicios. De este modo todo el mundo lo puede consultar.

Hace veinte años la globalización era un fenómeno incipiente, pero ahora es una realidad incuestionable que ha llegado al diseño como a muchos otros sectores. Y con ello me refiero tanto a la actividad de diseñar como a los productos acabados. Ahora en cualquier tienda podemos adquirir, sin saberlo, un producto diseñado por un equipo holandés, fabricado en China y distribuido por una cadena francesa.

Esta revolución en la práctica profesional del diseño genera muchos debates, pero, como veremos en este librito, el diseño es una disciplina creativa y por lo tanto “mental”, y, aunque los instrumentos la modifican, sin embargo, no alteran su esencia.

De todas formas, es indiscutible que los problemas a los que se enfrenta la humanidad, como es el caso de la desigualdad económica, el agotamiento de las energías fósiles, la contaminación medioambiental o el calentamiento de la atmósfera, forzarán un cambio de la cultura material y, por lo tanto, de la cultura del proyecto. Sería iluso pensar que estos grandes retos no van a modificar la metodología del diseño y su práctica profesional. El futuro, creo, está en manos de los jóvenes que van a leer este libro.

Isabel Campi

Barcelona, 2 de noviembre de 2019

INTRODUCCIÓN.UN POCO DE GRAMÁTICA

Casi todo lo que usamos y leemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos ha sido diseñado. En nuestro mundo industrializado y digital, casi todo aquello que es artificial, esto es, que no ha sido producido por la naturaleza, ha sido proyectado previamente y, por lo tanto, diseñado. Esta omnipresencia del fenómeno del diseño no se corresponde, en cambio, con su cabal comprensión, y de ahí que nos encontremos con que los medios de comunicación utilizan a menudo la palabra diseño de maneras extrañas. En la actualidad se habla de drogas “de diseño”, se dice que hay políticos “de diseño” que pronuncian discursos “de diseño”, igual que hay casas “de diseño” o dentistas cuyo trabajo consiste en “diseñar” sonrisas.

Entendido de ese modo, el diseño sería entonces una especie de moda, algo sofisticado, artificioso y caro; el estilo de aquellos que viven obsesionados por ofrecer una imagen ultramoderna de su hogar, de su coche y de su indumentaria. No es raro que algo así suceda en una sociedad obsesionada con el culto al cuerpo y a la imagen. Pero el objetivo de este libro es ir un poco más allá de las apariencias y contar que el diseño, en realidad, es una profesión muy seria, cuya actividad ha generado una cultura visual innovadora y diferenciada de lo artístico.

Un pequeño escollo que debemos salvar si queremos comprender bien el diseño tiene que ver con que, gramaticalmente, empleamos el término indistintamente como verbo y como sustantivo. El verbo diseñar denomina a una actividad, la de proyectar, que es previa a la producción de las cosas y que en tiempos modernos se ha convertido en una disciplina y en una profesión que se aprende y se ejerce. En cambio, el sustantivo diseño hace referencia al resultado de dicha actividad, es decir, a la forma final de las cosas una vez han sido producidas y terminadas. Solemos decir que nos gusta el diseño de algo cuando, en realidad, queremos decir que nos gusta su configuración. Mientras la mayor parte de la gente ve diseños o productos acabados, con entidad física o digital, los teóricos del diseño nos obcecamos en hacer entender el significado del verbo diseñar, algo que en realidad constituye una actividad creativa de tipo intelectual y, por tanto, abstracta.

Los arquitectos, por ejemplo, también llevan a cabo una actividad basada en la proyección y la creación de sus edificios, pero no por ello han inventado el verbo arquitecturar. Cuando hablamos de la arquitectura de un edificio, nos referimos a su forma o a su configuración. Y, si bien sabemos que la arquitectura es una disciplina y una profesión, no decimos que un arquitecto está arquitecturando un edificio. Decimos, sencillamente, que lo está proyectando. Podríamos decir perfectamente que el diseño es la arquitectura de los objetos que nos rodean, de los libros y periódicos que leemos, de los anuncios que vemos en la calle o de la ropa que llevamos.

No en todos los idiomas existe un término equivalente a nuestro ‘diseño’ para referirse a este campo. En alemán se dice Gestaltung (configuración) en francés dessin (dibujo) y en italiano disegno (dibujo), así que dichas lenguas han acabado incorporando a regañadientes la palabra inglesa design. Afortunadamente, nosotros tenemos la palabra diseño, que desde el siglo XVIII se usa en castellano y en inglés (design) para hacer referencia a la revitalización de las artes industriales en asociación con la idea de proyecto. En España, curiosamente, la palabra cae en desuso durante aproximadamente un siglo y medio, hasta que, en la década de 1950, reaparece con fuerza y con un carácter más metodológico y vinculado a la idea de configuración, alejado de su uso en francés, asociado a la “estética industrial” y de tipo más superficial. Sucede, sin embargo, que fuera de los círculos académicos y profesionales, el significado de la palabra diseño no siempre queda claro, y de ahí que en los medios de comunicación se haya usado más bien como adjetivo. La poderosa naturaleza de estos medios tal vez nos termine llevando a aceptar que la expresión “de diseño” es una forma calificativa de origen popular muy recurrida —por lo menos en España—, cuando se trata de hablar de un estilo moderno o de criticar excesos de artificio o sofisticación.

No obstante, dicho esto, si entendemos en qué consiste el trabajo y la responsabilidad de los diseñadores, siempre será más correcto, al referirnos a su actividad, decir que diseñan bien, con ingenio, o que, por el contrario, diseñan mal. Y si lo que queremos es valorar un resultado, es decir, un diseño, será más correcto recurrir —según el caso— a adjetivos como bonito, práctico, acertado, funcional, racional, cuidado, moderno, austero, elegante, comprensible, legible, etcétera, o, por el contrario, feo, incómodo, desacertado, poco funcional, anticuado, barroco, artificioso, incomprensible o ilegible.

Diseño de mala calidad hay mucho, y no debemos refrenarnos a la hora de exigir que todo aquello que empleamos esté bien diseñado y satisfaga nuestras necesidades como consumidores y como ciudadanos. La calidad de vida de muchos países y de muchas ciudades se puede advertir en el buen o mal uso del diseño que llevan a cabo sus empresas y su administración pública. El diseño no es algo que solo se adquiere en unas tiendas sofisticadas y de lujo a las que acude exclusivamente una minoría de consumidores. El buen diseño debe estar presente en casa, en la escuela, en el despacho, en la consulta del médico y en el hospital, cuando salimos a la calle y vamos en transporte público, en coche o en bicicleta. Debemos ser selectivos a la hora de escoger periódicos, revistas, libros, ropa, productos de alimentación y de farmacia, y todos ellos deben cumplir perfectamente su función, igual que debemos exigir que la electrónica nos facilite la vida cotidiana, en lugar de complicárnosla. A menudo hay aplicaciones o páginas web que no entendemos simplemente porque se han diseñado mal, o bien no seguimos la advertencia de una señal que nos avisa de un peligro o nos informa de una prohibición porque la tipografía empleada en ella, su medida o su ubicación no son las correctas.

Ejemplos de este tipo existen a montones, pero quizá ya se haya empezado a entender que la tarea del diseñador es ciertamente importante y que va más allá de las excentricidades a las que nos tienen acostumbrados algunos reportajes de la prensa dominical.

Este libro tiene el cometido de contar qué es el diseño, especialmente desde un punto de vista profesional y cultural. También desea informar a los jóvenes que pretenden formarse en dicha profesión y hacerles ver que, aunque pueda parecer que se encuentran ante una disciplina bastante reciente, no lo es tanto. Porque una cosa es la actividad que implica configurar, dar forma o diseñar, y otra distinta su práctica moderna, su institucionalización, y su reconocimiento profesional y académico.

En el mundo preindustrial, los responsables de la configuración de las ciudades y los edificios eran los constructores, mientras que los responsables de la configuración de los objetos de la vida cotidiana eran los artesanos, y los de la comunicación escrita, los escribientes. Pero en la actualidad, en pleno siglo XXI, las ciudades crecen desmesuradamente, los objetos se producen a escala industrial y las comunicaciones progresan a una velocidad vertiginosa. Para hacer frente a tanta complejidad, ha hecho falta dividir sumamente el trabajo, lo que ha provocado la aparición de especialistas en la proyección: estos son, entre otros, los arquitectos, los ingenieros y los diseñadores.

EL ÁMBITO DEL DISEÑO

Si a mucha gente le cuesta entender qué es el diseño es porque ignora el complicado proceso de gestación que se encuentra detrás de cualquier objeto de nuestra vida cotidiana. ¿Sabemos que para crear un nuevo modelo de automóvil se necesitan tres años de investigación, enormes inversiones y el trabajo de una gran cantidad de personas, entre ellas los diseñadores? ¿Somos conscientes de que para que un nuevo periódico aparezca cada día, aunque el precio del ejemplar tan solo nos cueste un euro y medio, antes de llegar a nuestras manos ha de pasar por las de todo un gran equipo de especialistas —entre ellos, diseñadores— que han trabajado para conseguir un producto altamente comunicativo? ¿Alguna vez nos hemos parado a pensar a través de qué procesos se materializan nuestros adorados smartphones y se han diseñado sus aplicaciones? ¿O, por ejemplo, que las páginas web por las que navegamos de forma tan intuitiva han sido planificadas de forma compleja y minuciosa?

El concepto de diseño tal como lo entendemos hoy se encuentra estrechamente relacionado con el fenómeno de la industrialización y el modelo de civilización al que esta ha dado pie. Al mecanizar la producción, se vuelve posible la fabricación de todo tipo de objetos en grandes cantidades, ya se trate de bienes utilitarios (vehículos, ropa, utensilios…) o de bienes de comunicación (libros, periódicos, carteles…), en un corto periodo y con la posibilidad de hacerlos accesibles a un público muy amplio. Tanto la industria como el comercio necesitan determinados profesionales capaces de definir la configuración y la imagen de dichos productos, de tal modo que estos resulten tanto utilizables como culturalmente inteligibles para sus usuarios. Eso significa que al diseñador no solamente se le asigna la tarea de dar a los objetos una forma útil, sino también la de dotarlos de cualidades visuales que conecten con la estética y el pensamiento de cada época. Recordemos que, gracias a ellos, la sociedad del siglo XX fue capaz de incorporar a la vida cotidiana y digerir sin problemas la avalancha de nuevos artefactos (coches, motos, radios, teléfonos, televisores, ordenadores, vídeos, etcétera) que la ingeniería y la electrónica iban poniendo a su alcance sin cesar. También gracias a los diseñadores el público ha podido ir desarrollando una comprensión de nuevos lenguajes gráficos, como pueden ser el cómic, el cartel, la valla publicitaria, los menús informáticos del ordenador, el teléfono móvil, las páginas web o las aplicaciones digitales.

Si nuestra indumentaria —cómoda, informal y práctica— no tiene nada que ver con la ropa rígida, exclusiva y apolillada que vestían nuestros bisabuelos y bisabuelas es porque a lo largo del siglo XX han existido una serie de diseñadores capaces de proponer con éxito una moda más adecuada a las necesidades de la vida moderna.

Este punto nos permite empezar a ver ya cuán amplio es el espectro de la tarea de los diseñadores, puesto que todo nuestro entorno artificialmente creado es susceptible de haberse proyectado previamente. Los ingenieros proyectan teniendo en cuenta variables controladas y datos matemáticos, de modo que su actividad se asienta en lo técnico-científico. Los diseñadores, en cambio, igual que los arquitectos, deben integrar en sus proyectos tanto las variables de tipo tecnológico como las de tipo estético y cultural. De ahí que la actividad del diseñador se lleve a cabo en un territorio fronterizo entre la cultura y la tecnología. Mejor dicho, en un espacio que las integra a ambas. Es por esta razón que los teóricos han dedicado grandes esfuerzos a definir qué cosa es el diseño, ya que no se trata de una noción de fácil comprensión a partir de los esquemas tradicionales que existen en nuestra organización académica, la cual tiende a separar las disciplinas del campo artístico, o humanístico, de las de tipo científico o tecnológico. Como más adelante tendremos ocasión de ver, el diseño es una de las pocas disciplinas del mundo actual que tiende un puente entre ambas áreas del conocimiento.

Definiciones de ‘diseño’

Una de las definiciones de diseño tradicionalmente aceptadas es la que da Tomás Maldonado: “El diseño industrial es la actividad proyectiva que consiste en determinar las propiedades formales de los objetos susceptibles de ser reproducidos industrialmente en serie. Propiedades formales no son solamente las características exteriores, sino, sobre todo, las relaciones funcionales y estructurales que hacen de un objeto una unidad coherente, tanto desde el punto de vista del productor como del usuario”. Esta definición viene a decirnos que el trabajo de los diseñadores consiste en definir la forma o configuración de los productos que fabrica el sector industrial, entendiendo por forma un concepto que va más allá de la pura apariencia externa. Aunque la definición de Maldonado ha hecho fortuna, debemos tener en cuenta que esta se dio a conocer hace muchos años en el marco de un congreso de profesionales del diseño industrial, en una época en la que se pretendía desvincular completamente el diseño del área de lo artístico o lo artesanal. Tal vez por ello esta definición sea insuficiente a la hora de aclarar las preguntas que se han planteado diversos diseñadores: ¿podemos hablar realmente de diseño cuando nos referimos a objetos fabricados en pequeñas cantidades y mediante procesos cuasiartesanales? ¿A los interioristas, que no fabrican tiendas ni producen despachos en serie, se los puede considerar diseñadores? ¿En qué medida está llevando a cabo un diseño un pintor que realiza estampados textiles? ¿Acaso no esta mejor preparado un ingeniero que un diseñador para desarrollar el proyecto de una nueva motocicleta? Y un peluquero que se inventa un nuevo tipo de peinado ¿es o no un diseñador?

Veamos una segunda definición, perteneciente a Norberto Chaves: “El diseño es la disciplina que se encarga de dotar de explícito valor simbólico al proceso industrial; es la cultura de la industria. Para el diseño, cualquier condicionamiento utilitario o tecnológico constituye la base significante de una propuesta simbólica”. Aunque pueda parecer abstracta, esta frase viene a decir lo mismo, pero con otras palabras; es decir, que el diseño consiste en la materialización de propuestas simbólicas a partir de datos funcionales y tecnológicos. En consecuencia: 1) elaborar propuestas simbólicas significa crear formas que tienen un contenido estético, cosa que supone que el trabajo del diseñador se produce en el ámbito de la creación y, por lo tanto, de la cultura; 2) los diseñadores no llevan a cabo sus propuestas en el vacío, sino que parten de la función o uso práctico que tendrá su diseño, y de la tecnología que se empleará para su construcción.

Veamos algunos ejemplos de esto: a partir del encargo de diseñar una cafetera, un diseñador tendrá en cuenta, por un lado, el sistema necesario para la elaboración del café y el uso del aparato; y, por el otro, cuáles son los materiales y los sistemas de fabricación más apropiados para su nueva herramienta, teniendo en cuenta, además, el precio previsto de mercado. Sobre la base de estos datos tratará de realizar una propuesta formalmente ambiciosa, teniendo en cuenta el público al que va destinada.