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UN GRITO QUE LLAMA A LA CONCIENCIA COLECTIVA DE TODOS LOS EUROPEOS. «Grecia, que fue la primera democracia europea, está llamada ahora a regenerar el sistema para que sea la gente la que esté en el poder». Manolis Glezos
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Seitenzahl: 52
© Manolis Glezos, 2015.
© de la entrevista y la redacción: Belén Domínguez Cebrián, 2015.
© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2015. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
www.rbalibros.com
REF.: OEBO832
ISBN: 9788490566145
Composición digital: Newcomlab, S.L.L.
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.
Índice
DEDICATORIA
1. QUE NADIE HABLE POR MÍ
2. CÓMO RESISTIR
3. EL PAPEL DE LA IZQUIERDA
4. EL DESPERTAR GRIEGO
5. LAS DEUDAS, AYUDAS QUE SE CONVIERTEN EN ATADURAS
6. EL MUNDO QUE BUSCO
MANOLIS GLEZOS, EL ÚLTIMO RESISTENTE por Belén Domínguez Cebrián
NOTAS
TODOS LOS BENEFICIOS DEL AUTOR
SE DESTINARÁN A LA BIBLIOTECA EN MEMORIA
DE MI HERMANO NIKOS GLEZOS,
EJECUTADO POR LOS NAZIS EL 10 DE MAYO DE 1944.
NO TE PUEDES IMAGINAR LO LIBRE QUE SE SIENTE
UNO CUANDO LE DAS DERECHOS.
Desde hace un tiempo, muchas personas se dirigen a mí para quejarse y todas vienen a decirme lo mismo: no quieren que nadie decida por ellas.
¿De verdad los ciudadanos no quieren nada más? No creo que se trate solo de eso. «No es que no quiera que decidan por mí, sino que quiero participar en la toma de decisiones», me contestó en una ocasión una persona cuando profundicé en el motivo de sus quejas. Comprendí que algo empieza a moverse dentro de la ciudadanía, pero aún es tímido y el camino, largo. ¡Hay que despertar!
En todas las Constituciones del mundo, en absolutamente todas —lo mismo da si pertenecen a democracias o a dictaduras—, aparece siempre el mismo principio: «El poder viene del Pueblo y se pone en práctica en nombre del Pueblo a través de la Ley». En mi opinión esta máxima es errónea, pues la Ley anula el poder de la gente.
En otras palabras: desde hace décadas se está legalizando el poder de los que nos mandan. No podemos permitirlo. El poder viene de la Gente, pertenece a la Gente y es ejecutado por la Gente. Esta es la realidad última a la que debemos llegar. La pura democracia directa. Muchos pueden pensar que se trata de una utopía o que resulta inalcanzable, pero se puede conseguir. Hay que resistir. Es la única manera de recuperar la autonomía del Pueblo frente a las fuerzas extranjeras que buscan controlar a los ciudadanos.
Mi experiencia me demuestra que sí se puede.
Antes de proseguir, quiero aclarar que cuando hablo de recuperar la democracia directa no me refiero a esta tal y como se practicaba en la Antigua Grecia. Se trata de recuperar el sentido de la palabra «Democracia», que de por sí, de manera implícita, ya es directa. Desde sus orígenes, la Democracia viene del Pueblo y le pertenece. Mis antepasados griegos lo dejaron escrito en muchos de sus textos. Homero, probablemente el autor más popular de la Antigüedad, nos cuenta en su Canto III de la Odisea que, tras la guerra de Troya,1 Telémaco quiso saber qué había sido de su padre, el rey Ulises, y para ello ordenó la convocatoria de una asamblea en el ágora de la ciudad de Pilos. Cuando el Pueblo se hubo reunido, el ciudadano más viejo preguntó: «¿Por qué estamos aquí y quién nos ha llamado?».
Por supuesto, la historia sigue, pero la gran enseñanza de este fragmento radica en el hecho de que los ciudadanos, sin saber quién los había convocado, acudieron. Eso es lo que verdaderamente importa: que el Pueblo respondió a la llamada de un ciudadano anónimo sin dudarlo.
Por desgracia, es impensable que hoy en día un ciudadano cualquiera —hombre, mujer, niño, rey, extranjero…— tenga éxito al convocar una asamblea. Debe superar innumerables trámites, ya sea en el Ayuntamiento o en instituciones e instancias superiores, y lo más probable es que la solicitud sea rechazada. Esto no ocurría hace tres mil años. Entonces no importaba quién era el convocante, sino la convocatoria. El Pueblo iba porque se le llamaba, porque participar formaba parte de su propia naturaleza.
A eso tendríamos que aspirar. Debemos hablar y procurar conseguir la capacidad de expresarnos y hacernos oír para poder dirigir nuestro propio destino. De lo contrario, tal y como estamos viendo en la Unión Europea por culpa de potencias como Alemania, serán los de arriba quienes nos impongan las políticas que debemos implantar y acatar. Una imposición que resulta muy peligrosa porque repercute en una pérdida de legitimidad del Estado.
El gran interrogante aquí y ahora es: ¿Qué papel tiene la gente en la vida pública? ¿Participamos de la toma de decisiones? ¿Nos reunimos para discutir sobre lo que verdaderamente queremos? ¿Organizamos propuestas para intentar mejorar nuestra calidad de vida? ¿Se nos escucha?
Grecia ha cobrado conciencia de que nada de esto está ocurriendo y está empezando a despertar en este sentido, pero ¿qué sucede con los ciudadanos de otros países? Parece que existen indicios de que Podemos, en España, supone también una reacción a este fenómeno.
Ahora debo insistir en la necesidad de olvidarnos de diferenciar entre el sector público y el privado, si me refiero a un ayuntamiento, a un gobierno o incluso a una comunidad de vecinos. Se trate del ámbito del que se trate, lo primordial es que solo el Pueblo debe decidir y, en consecuencia, debe oponer resistencia a quienes se empeñan en tomar decisiones en su nombre.
Los que mandan están para ejecutar lo que les pide la Gente; no son más que gestores. Es fundamental que a partir de ahora este principio quede claro para que podamos entender el mensaje: las decisiones han de salir de la mayoría del Pueblo, y quienes ostentan el poder están para ejecutarlas.
Este es el único modo en que puede funcionar el sistema si queremos que sus beneficiarios seamos las personas y no los monopolios o una minoría poderosa.
Por este motivo rechazo también cualquier tipo de acuerdo con lo que ahora se llaman «Las Instituciones» —lo que no es, por cierto, sino un modo más amable de denominar a la Troika—2 que vaya más allá de la voluntad de mi pueblo. Son los ciudadanos griegos quienes deben tener el poder de decidir, y al Gobierno no le cabe más que ejecutar lo que el Pueblo ha considerado correcto por mayoría.