Rivales en las sombras - Katherine Garbera - E-Book
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Rivales en las sombras E-Book

Katherine Garbera

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Beschreibung

Cari Chandler no había olvidado a Declan Montrose; su bebé era un continuo recordatorio. El multimillonario, enemigo acérrimo de la familia de Cari, había salido de su vida a la mañana siguiente de acostarse con ella, pero ahora había vuelto con ganas de venganza. El último paso para salir vencedor de la larga contienda entre sus familias era hacerse con la empresa de Cari. Pero para Dec, ella era más que un daño colateral: deseaba seducirla una y otra vez. Hasta que descubrió que lo que ocultaba era mucho más valioso que su empresa, era el hijo que había tenido con él. Dec estaba dispuesto a arrebatárselo sin importarle a qué precio.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2013 Katherine Garbera

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Rivales en las sombras, n.º 155 - julio 2018

Título original: His Instant Heir

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-9188-693-8

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Cari Chandler se detuvo bajo el umbral de la puerta de la sala de conferencias. En la pared del fondo había un retrato de su abuelo, de joven, con expresión decidida. Ahora se daba cuenta de que apenas sonreía. En aquel momento no estaría muy contento, puesto que el nieto de su enemigo más odiado estaba en sus dominios.

Desde finales de los años setenta, los Chandler y los Montrose habían estado enfrentados, tratando de sacarse mutuamente del mercado de los videojuegos. Su abuelo había ganado aquella trifulca hacía mucho tiempo, llegando a un acuerdo con una compañía japonesa y dejando fuera a Thomas Montrose. Pero nada de eso importaba ya, puesto que los herederos Montrose y su empresa Playtone Games habían dado el golpe de gracia con la adquisición hostil de Infinity Games. A Cari y sus hermanas, Emma y Jessi, solo les quedaba recoger los restos e intentar alcanzar algún tipo de acuerdo para salvar sus trabajos y su legado.

Cari, en su calidad de directora de gestión, había sido la elegida para tratar con Declan Montrose. Tenía sentido, puesto que se encargaba de las negociaciones, pero el secreto que llevaba tanto tiempo ocultando de repente se le hacía asfixiante. Si se lo hubiera confiado a sus hermanas, no tendría que lidiar con Dec en aquel momento.

La larga mesa de juntas era de madera oscura y las sillas que la rodeaban de cuero. Se concentró en los detalles de la sala en vez de en el hombre que estaba de pie junto a la ventana. Apenas había cambiado en el año y medio que hacía que no lo veía.

Por detrás, reparó en que llevaba su pelo castaño rojizo más largo, pero seguía ondulándose al llegar al cuello de la camisa. Ancho de hombros y esbelto de cintura, seguía teniendo el cuerpo imponente que recordaba entrelazado al suyo. Un escalofrío la recorrió.

«No, no pienses en eso. Concéntrate en la adquisición. Cada cosa a su tiempo», se dijo.

–Dec, no pensé que volvería a verte.

Había pronunciado su nombre. Su voz había sonado decidida, lo que le agradó a pesar de que estaba temblando por dentro.

–Espero que sea una agradable sorpresa –replicó él, y sonrió con ironía.

Luego, se apartó de la ventana y se acercó a ella hasta quedarse a apenas a un palmo de distancia.

El aroma familiar de su loción para el afeitado la envolvió y cerró los ojos al recordar la intensidad de aquel olor en la base de su cuello. Se obligó a recuperar la compostura, se cruzó de brazos y se recordó que estaba allí por negocios. Unos golpes en la puerta le sirvieron de distracción.

–Adelante –dijo ella.

Ally, su secretaria, apareció con dos tazas con el logotipo de Infinity Games, y le dio una a cada uno. Cari rodeó la mesa hasta la cabecera. Se sentía más segura sentándose al otro lado de él. Ally le preguntó a Dec cómo le gustaba el café y le contestó que lo tomaba solo. Luego, se fue.

–Por favor, toma asiento.

–No te recordaba tan formal –replicó él, apartando una silla para sentarse.

Cari ignoró su comentario. ¿Qué podía decir? Desde la primera vez que lo había visto, se había sentido atraída por él. Incluso después de enterarse de que era un Montrose y, por ende, enemigo de su familia, había seguido deseándolo.

–Asumo que estás aquí para analizar los activos de mi compañía.

Él asintió.

–Me dedicaré las próximas seis semanas a evaluar los activos de la compañía sobre el terreno. Tengo entendido que tenéis tres divisiones de juego diferentes.

Debería habérselo imaginado. Había dejado a un lado las emociones para dedicarse a los negocios. Le gustaría poder hacer lo mismo, pero no se le daba bien ocultar sus sentimientos. Cíborg, había oído que lo llamaban, un apodo le hacía justicia.

La miró y en aquel instante se dio cuenta de que se había quedado estudiándolo fijamente. Aquello no iba a funcionar. En cuanto se fuera, llamaría a Emma, su hermana mayor y directora general de Infinity, y le pediría que ella o Jessi trataran con Dec.

–¿Cari?

–Lo siento. Sí, tenemos juegos para consola, móvil y en línea. Superviso las tres áreas.

–Necesito reunirme con todos los empleados y evaluarlos a cada uno. Luego redactaré un informe para la junta directiva con mis recomendaciones.

–Claro, sin problemas. Emma ya me había avisado de que querrías conocer a los empleados. ¿Qué vendrás, uno o dos días por semana? –preguntó, cruzando los dedos.

–No, quiero tener un despacho aquí para poder estar en el meollo –dijo echándose hacia delante–. ¿Acaso va a ser un problema?

–En absoluto –replicó Cari con la mejor sonrisa que pudo esbozar.

Al verlo reír, supo que su sonrisa había quedado demasiado forzada.

–Nunca se te ha dado bien ocultar tus sentimientos –observó él.

Cari sacudió la cabeza. Habían tenido una aventura de una noche, no una relación.

–No digas eso. No me conoces. Lo único que tuvimos fue una cita y una noche juntos.

–Creo que me hice una idea de cómo eres.

–¿De veras? –dijo ella–. Entonces, ¿por qué me dejaste sola en aquella habitación de hotel?

Dec se recostó en su asiento y dio un largo sorbo a su café antes de levantarse y acercarse hasta ella. Luego se apoyó en la mesa y se quedó mirándola desde arriba. Cari se sintió tentada a levantarse, pero no quería que creyera que la intimidaba.

–No soy hombre de compromisos –dijo por fin–. Y, aunque creas que no te conozco, Cari Chandler, tendría que estar ciego para no darme cuenta de que las cosas te afectan demasiado.

Quería negarlo, pero lo cierto era que tenía un corazón generoso, como el resto de la familia Chandler. Trabajaba como voluntaria en varias causas, donando su tiempo y su dinero, y en más de una ocasión se había sentido conmovida por alguna historia en el trabajo. Al principio Emma se había enfadado, hasta que se había dado cuenta de que así se ganaba la lealtad de los empleados porque sentían que los directivos se preocupaban.

–No esperarías que me aferrara a ti y te profesara amor eterno, Dec.

Apenas lo conocía a pesar de que habían compartido una noche de sexo. Tal vez le habría gustado volver a verlo y conocerlo mejor, pero había descubierto todo lo que necesitaba saber después de que se fuera.

–Fue solo una noche –añadió.

–Una noche fabulosa, Cari –dijo, y tomando el respaldo de la silla, la hizo girar para que lo mirara–. Quizá debería recordarte lo bien que lo pasamos juntos.

Ella empujó la silla hacia atrás y se levantó. Había llegado el momento de tomar el control de aquella reunión.

–No es necesario. Aunque me acuerde de los detalles de aquella noche, lo que se me quedó grabado fue la mañana de después.

–Por eso me marché. No se me da bien lidiar con las secuelas.

–¿Las secuelas?

–Ya sabes, las mujeres os ponéis muy sentimentales y decís cosas empalagosas.

Cari sacudió la cabeza. Estaba claro que para Dec no era más que una aventura pasajera. Con su secreto en mente, sabía que debía comentar algo de la noche que habían compartido, pero de momento no iba a hacerlo. Se concentraría en los negocios y en encontrar la manera de salvar el legado de su familia sin que fuera desmantelado y destruido.

Tenía que admitir que oír a Dec la ponía triste porque quería algo mejor para ella. Le habría gustado que le dijera que no había querido irse y que había pensado en ella cada día. Probablemente, aquellos eran los comentarios que él consideraba empalagosos.

–¿Decepcionada?

–Supongo que es por eso por lo que un codiciado multimillonario como tú sigue soltero.

Trató de disimular lo desencantada que se sentía porque fuera exactamente como había pensado que era. Había tenido esperanzas de haberlo conocido en un mal día.

–Quizá es que no he encontrado a la mujer adecuada que me haga cambiar –comentó con una medio sonrisa pretenciosa.

–No pareces un hombre al que se pueda hacer cambiar.

–Touché. Estoy contento con mi vida, pero eso no significa que no sepa valorar a una mujer como tú cuando se cruza en mi camino.

Quería seguir enfadada con él, pero estaba siendo sincero y no podía culparlo. Aunque le habría gustado tener algo más con Dec, había sabido desde el momento en que habían salido a cenar que lo único que buscaba era una aventura.

–Creo que tendría más suerte encontrando una aguja en un pajar.

–Cena conmigo y averígualo.

–¿Estarías dispuesto a considerar que Playtone Games sea socio sin voto en Infinity?

Dec rio.

–Imposible.

–Entonces no hay cena.

Necesitaba poner distancia y pensar antes de cometer alguna estupidez con él.

–Tenemos que trabajar codo con codo y no creo que pasar tiempo juntos fuera de la oficina sea apropiado –dijo ella por fin.

Antes era más impulsiva, pero después de la noche que había pasado con aquel hombre había aprendido que actuar sin pensar traía consecuencias.

–La Cari que conozco no toma decisiones solo con la cabeza.

–He cambiado –afirmó con rotundidad.

–Eso me gusta.

Cari era consciente de que tenía que asumir que el hombre con el que había tenía una aventura de una noche había vuelto. Cada vez tenía más claro que la compra de la compañía era el menor de sus problemas. Iba a tener que hablarle de su hijo, del hijo de ambos.

Pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.

 

 

Cari había cambiado. Era evidente incluso para alguien como él, que solo había pasado una noche con ella. Dec sabía que las cosas entre ellos siempre serían complicadas, y mucho más en aquel momento. Sus familias eran enemigas y su primo, Keller Montrose, el presidente de Playtone Games, no iba a estar contento hasta que no quedara nada de Infinity y del legado de Gregory Chandler.

Aquella preciosa rubia que tenía ante él no iba a ser más que otro daño colateral.

Dec nunca la había considerado una enemiga. Desde el primer momento en que la había visto, había deseado conocerla mejor y no con el fin de usar esa información para arrebatarle su compañía.

Al ser adoptado, nunca se había sentido un verdadero Montrose, y siempre se había tenido que esforzarse en demostrar que era tan leal como Kell y su otro primo, Allan McKinney.

De vuelta en California y teniendo por oponente a Cari, era la ocasión de demostrar su valía ante la familia Montrose, además de volver a encontrarse con la mujer a la que no había olvidado. Con su cabello rubio cayendo en suaves ondas por sus hombros y sus bonitos ojos azules, lo había hechizado. No había podido olvidar su mirada mientras la había tenido entre sus brazos.

Fijándose con más atención, se daba cuenta de que el año y medio que había transcurrido desde que se separaron le había aportado una mayor confianza en sí misma. Fue subiendo la mirada desde sus zapatos marrones de cinco centímetros de tacón. Seguía teniendo los tobillos finos, pero sus gemelos parecían más musculosos. Aunque la falda le impedía ver mejor sus piernas, parecía haber ensanchado de caderas. La chaqueta evidenciaba que su cintura seguía siendo estrecha, pero sus pechos… Vaya, sus pechos eran bastante más generosos.

–Mírame aquí –dijo ella, señalándose los ojos azules.

Él se encogió de hombros y sonrió.

–Veo que has cambiado mucho en el último año. Has ganado curvas y eso me gusta.

Caminó hacia ella con pasos largos y lánguidos, y Cari fue retrocediendo hasta que no tuvo dónde meterse. Levantó el brazo para detenerlo, manteniéndolo apartado. Él permaneció allí, mirándola a los ojos, y tuvo que admitir que había cambiado. Había algo diferente en sus ojos. Lo estaba observando con más atención de lo que nunca antes lo había hecho.

Parecía cansada, aunque era normal teniendo en cuenta que Playtone por fin se había hecho con Infinity Games, y seguramente estaría preocupada por su puesto de trabajo.

Dec se apartó de ella.

–Lo siento. No pretendía avasallarte. Estoy seguro de que perder la compañía y que quede bajo nuestro control tiene que ser muy duro.

–No exageres.

Aquel comentario le provocó una sonrisa.

–Todavía no me he acostumbrado a la diferencia horaria.

–¿Diferencia horaria? No sabía que la hubiera entre la sede de Infinity Games y las oficinas de Playtone.

Era muy ingeniosa. Dec se preguntó cómo no se había dado cuenta de esa característica de Cari año y medio antes. Claro que en aquel momento se había dejado llevar por el placer y había perdido el control.

–He pasado un año en Australia ocupado con la adquisición de Kanga Games.

–Esa compañía la habéis mantenido tal cual.

–Ellos no fastidiaban a nuestro abuelo.

–Mis hermanas y yo tampoco. Siempre os hemos tratado con respeto a ti y a tus primos.

–Me temo que eso no cuenta cuando se trata de venganzas –dijo él.

–Pero seguro que los beneficios sí.

–Claro.

Cari asintió, regresó a su silla y tomó asiento después de que lo hiciera él. Luego, entrelazó los dedos y Dec reparó en el anillo de la mano derecha que antes no llevaba. Era una sortija de platino con una fila de diamantes en el centro, el clásico regalo de un enamorado. Tal vez, mantenía una relación con alguien.

Quizá esa fuera la explicación de aquella seguridad en sí misma. Tenía un amante. Debería alegrarse por ella, aunque lo lamentaba si eso suponía no volver a besarla nunca más.

–¿Cuándo regresaste de Australia? –preguntó Cari jugueteando con el anillo.

Aquel simple gesto evidenciaba su nerviosismo.

–El sábado, pero todavía no me he acostumbrado al cambio de hora. Además, me he sorprendido al verte –admitió.

Se agachó para tomar el maletín que había dejado junto a su silla y lo puso en la mesa. Dentro tenía el ordenador y los informes que había empezado a preparar para la toma de posesión.

–¿Por qué te has sorprendido? Sabía que eras tú el que iba a venir. ¿Acaso no sabías que ibas a tener que tratar conmigo?

–Sí, Emma me lo dijo en un correo electrónico –respondió.

Lo que no iba a decirle era que no esperaba que su presencia le afectara tanto. Había pensado que después de haberse acostado con ella, la química entre ellos habría desaparecido. Pero se había equivocado.

Su cuerpo no tenía misterio para él. No había ni un solo centímetro que no recordara, aunque, teniéndola delante en carne y hueso, todos aquellos recuerdos que tenía de ella palidecían ante la mujer real.

Quería tener la oportunidad de explorar sus curvas y, no solo eso, sino de descubrir los secretos que guardaba en su interior. Si se entretenía con ella, tal vez consiguiera dejar de hacer tanta introspección.

De hecho, cuanto más pensaba en ello, más le parecía que Cari era la distracción perfecta para lo que fuera que le estaba afectando últimamente.

Necesitaba una distracción, y voilà, el destino había puesto en su camino a la única mujer a la que no había podido olvidar. Recordó que tenía seis semanas para completar la toma de posesión. Seguro que sería tiempo más que suficiente para satisfacer la curiosidad que sentía por ella, aunque aquella adquisición hostil no iba a facilitar la seducción. De hecho, si fuera prudente, lo mejor que podía hacer era olvidarse de los asuntos personales y concentrarse en los negocios. Pero se trataba de Cari, la mujer cuyo recuerdo lo había perseguido durante los últimos dieciocho meses, y tenía la oportunidad de averiguar por qué. ¿Sería porque solo había pasado una noche con ella? ¿Había algo más entre ellos?

–Entonces, ¿cuál es el problema? –preguntó ella con una medio sonrisa, y se echó hacia delante.

–No hay ningún problema.

Ella se levantó y puso los brazos en jarras. Aquella postura tensó la chaqueta sobre sus pechos generosos. Parecía estar flirteando y eso le gustaba, aunque presentía que era algo forzado.

–¿Estás seguro? ¿No será porque nuestras familias son enemigos acérrimos?

Le habría gustado responder que sí, pero sospechaba que el problema estaba en él. Apenas había dejado de viajar desde la última vez que la había visto y echaba de menos estar en casa. Nunca había tenido un sitio que considerara su hogar, ni el yate que tenía amarrado en el puerto de Marina del Rey y que había bautizado como Big Spender, en el que vivía, ni tampoco la mansión de Beverly Hills que había heredado de sus padres.

El deseo de tener algo permanente le había asaltado tres meses antes, y sabía que tenía que superarlo. Eso no iba con él. Había sido maravilloso ser adoptado por la familia Montrose, pero después de que sus padres lo usaran como títere en su divorcio, había descubierto que prefería estar solo. Más tarde, a la edad de veinticinco, había perdido a su padre en un trágico accidente de esquí, y dos años más tarde, a su madre le había fallado el hígado después de todo el alcohol que había ingerido para sobrellevar su vida.

Apartó aquellos pensamientos de su cabeza para contestar a la pregunta de Cari. ¿Le molestaba aquel enfrentamiento? Era algo con lo que había crecido, algo que formaba parte de su familia, y no podía ignorarlo.

–Tal vez –contestó.

Aunque iba a ser imparcial en su informe, sabía que Kell pretendía despedir a las tres hermanas Chandler en venganza por lo que su familia le había hecho a su abuelo en el pasado.

Era una tontería mantener una relación con Cari en aquel momento, y él no era un estúpido. Iba a tener que esforzarse en recordarlo porque, tal y como le estaba sonriendo en aquel momento, empezaba a creer que la relación funcionaría.

–Quiero tener la oportunidad de demostrarte que Infinity debería mantenerse íntegramente –dijo ella.

Estaba siendo sincera. Maldijo porque aquella afirmación le daba la excusa para volver a invitarla a salir. Claro que siempre podía convencerse de que iba a salir con ella por negocios y no porque estuviera deseando volver a besarla.

–Cena conmigo esta noche –le dijo.

Cari palideció, se mordió el labio inferior y apartó la mirada.

–No creo que eso sea una buena idea. Las próximas semanas van a ser muy complicadas.

No era precisamente un no, pensó Dec.

–Cierto, pero eso no es motivo para que no podamos ser civilizados. No estoy diciendo que nos vayamos a mi casa después de cenar…

–Ni hablar. Ahora soy mucho más prudente.

–¿Ves? Eso es lo que quiero que me expliques. Vamos a estar muy ocupados en el trabajo.

Quería saber más de ella. No había tenido suficiente con el tiempo que habían compartido hacía año y medio. Aquel podía ser un buen momento, mientras analizaba su empresa, para conocerla mejor.

–Estoy de acuerdo –dijo ella con una sonrisa traviesa que le hizo desear acercarse y besarla.

–Estupendo. ¿A qué hora te recojo?

–Me refería a que estaba de acuerdo con tu comentario.

Cari suspiró, apartó la silla de la mesa y se quedó mirándolo como si buscara algo. Después, pareció haber tomado una decisión y asintió.

–Dime dónde y me reuniré contigo a las siete. Ahora voy a pedirle a Ally que te busque un despacho y, hasta en tanto haya uno disponible, puedes trabajar en esta sala de juntas.

Dec dejó que se sintiera al mando de la situación y la observó caminar hasta la puerta, balanceando las caderas. La siguió unos pasos. Era su manera de despedirlo y, para Dec, eso era inaceptable.

A pesar de lo que Cari creyera, era él el que estaba al mando de aquella situación, tanto en la vertiente empresarial como personal. Lo había despedido como a un sirviente, algo que no toleraba de ninguna manera y menos aún estando aturdido por la diferencia horaria.

Cari se volvió y jadeó al ver lo cerca que estaba de ella. Luego se chupó los labios y Dec se percató de que era su manera de recuperar la compostura.

No había podido olvidar su sabor ni la sensación de sus labios junto a los suyos y, en aquel momento, lo que más deseaba era unir sus bocas. Siempre había conseguido todo lo que había querido y, hasta que no la había visto aparecer en la sala de juntas tan serena y segura de sí misma, no se había dado cuenta de lo mucho que la deseaba.

–¿Querías algo más?

–Solo esto –contestó él.

Luego bajó la cabeza y le robó el beso que tanto había deseado desde que la vio entrar en aquella sala, arrepintiéndose por haberla dejado tantos meses atrás.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Cari no tenía planeado aquello. En absoluto. No esperaba sentir sus labios junto a los suyos ni deleitarse con su sabor tan familiar. Cuánto había echado de menos aquello. Entonces, se corrigió. No, no había echado de menos nada. Dec solo había sido la aventura de una noche. Aunque le habría gustado que fuera algo más, a él solo le había interesado de ella el sexo.

No quería mostrarse apasionada entre sus brazos, pero llevaba tiempo sintiéndose sola, más preocupada por su instinto maternal que femenino. Dec estaba despertando algo en ella que pensaba que había desaparecido. Una oleada de deseo la recorrió. La sangre parecía hervirle en las venas.

Lo rodeó con los brazos por los hombros, estaba decidida a disfrutar de cada segundo. Ladeó la cabeza, acopló su boca a la suya y lamió su lengua. Él gimió y, por primera vez desde que había vuelto a aparecer en su vida, sintió cierto control.

Pero ese control fue efímero. Cuando la tomó de las caderas y la atrajo hacia él para que sintiera su erección, sus pechos reaccionaron.

Sorprendida y temiendo que se diera cuenta, Cari alzó la cabeza y lo miró a la cara. Tenía los ojos cerrados y había un rubor de deseo en su piel.

Era un hombre impetuoso, pero sus labios siempre se habían movido con suavidad sobre los suyos. Subió la mano y le acarició el labio inferior con el pulgar. Se detuvo un momento, confiando en poder resolver el conflicto que se debatía en su interior. Pero entonces, Dec se aferró a sus caderas y supo que aquello solo le traería más complicaciones.

Dejó caer los brazos y se cerró la chaqueta para asegurarse de que no viera la humedad y adivinara que tenía un bebé.

Suspiró. No estaba preparada para que Dec volviera a su vida. Se había creado una rutina con su trabajo y su hijo, y de pronto Playtone Games y Dec lo estaban poniendo todo patas arriba. Deseó tomar a DJ y esconderse en el sótano hasta que aquello hubiera pasado, pero no podía salir huyendo. Estaba al cargo de la gestión del día a día y ella era la persona más indicada para informar a Dec del personal. Tenía que persuadirlo para que mantuviera al mayor número de empleados posible.

Él rio.

–¿Tan malo ha sido mi beso?

–Todo lo contrario, ha estado bien –dijo ella, decidida a ser sincera.

Nunca se le había dado bien mentir, algo de lo que se habían dado cuenta sus hermanas desde el primer momento en que se había negado a darles el nombre del padre de DJ. Pero se había empeñado en mantener el secreto dada la mala relación entre la familia de Dec y la suya.

–Entonces, ¿por qué suspiras? –preguntó atrayéndola hacia él.

Cari colocó la mano entre ellos para mantener la distancia y la sensación de control, porque era evidente que no había estado al mando de nada desde el momento en que había entrado en la sala de juntas. Retrocedió un paso y se topó con la puerta.

Él fue a agarrarla, pero Cari sacudió la cabeza.

–No puedo hacer esto, Dec. Tenemos que hablar y hay cosas que…

–No estoy haciendo esto por venganza.

–¿Cómo?

Ni siquiera se le había pasado por la cabeza, pero al oírselo mencionar, no le sorprendió la idea de que uno de los nietos de Thomas Montrose pretendiera vengarse sexualmente de la nieta de su enemigo.