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Se coló en la boda del año y acabó enamorada de un hombre prohibido. El senador Darien Bisset tenía lo que la activista Melody Conner buscaba: información. Infiltrarse en la exclusiva boda de un miembro de la familia Bisset en Nantucket parecía el plan perfecto para que Melody consiguiera lo que quería. Pero cuando el encuentro se volvió inesperadamente íntimo, no pudo resistirse a la sofisticación de Dare ni a su magnetismo. No podía renunciar a él ni aun sabiendo que, si la noticia de su relación salía a la luz, la carrera de ambos estaría acabada.
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Seitenzahl: 226
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
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28036 Madrid
© 2022 Katherine Garbera
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Secretos de una boda, n.º 204 - septiembre 2022
Título original: Secrets of a Wedding Crasher
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1105-871-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
–Pillada.
Melody Conner arqueó una ceja a aquel hombre alto, moreno y atractivo que le había puesto una mano en el brazo y que le bloqueaba la vista de la recepción del enlace entre un Williams y una Osborn.
El pinchadiscos estaba haciendo su trabajo y entretenía a los invitados mientras los invitados esperaban a que los novios llegaran.
–Me ha pillado, pero ¿qué piensa que he hecho? –preguntó.
–Se ha colado en la boda. ¿Trabaja para la prensa sensacionalista?
–No.
–¿Es periodista?
–De nuevo, no. ¿Y ahora qué?
Se había colado en el banquete con la esperanza de encontrarse con aquel hombre, Dare Bisset, el primogénito de August Bisset y primo de la novia. También era el senador que presidía la comisión que estaba redactando un proyecto de ley para hacer asequibles las recetas médicas a todos los ciudadanos.
Por eso estaba Melody allí, en aquella boda tan exclusiva en Nantucket. La acababa de contratar como asistente de investigación Johnny Rosemond, un destacado abogado que solía trabajar para el lobby farmacéutico y que estaba tratando de impedir que saliera adelante un proyecto de ley que estaba desarrollando una subcomisión presidida por el senador Bisset. Johnny le había encargado que dirigiera un equipo de pasantes para investigar y preparar argumentos para presentar ante la comisión, y a ella le había parecido una buena idea reunirse con su presidente y averiguar qué era lo que motivaba a Darien Bisset.
Había estado de vacaciones con sus padres y su hermano gemelo en su casa de Martha´s Vineyard, y había sido un golpe de suerte del destino que aquella boda se celebrara tan cerca. Pero el senador la había visto nada más entrar en el salón donde se celebraba el banquete.
–Depende de a lo que haya venido. ¿Seguro que no trabaja para la prensa?
–Claro que no.
Él rio.
–Un punto a su favor. ¿Es fan de Toby Osborn?
–¿Acaso me echa cincuenta años? –bromeó.
Su madre era una gran fan de Toby Osborn y había sido quien le había avisado de que la boda iba a celebrarse cerca.
–Desde luego que no.
–¿Entonces?
–Entonces, ¿qué?
No estaba segura de que si ya sabía quién iba a darle la réplica en Washington o si solo pretendía sonsacarle algo. Ella estaba allí para conseguir información y no iba a seguirle el juego.
–Deje de tomarme el pelo. ¿Por qué está aquí? –preguntó–. Adler y Nick ya han tenido bastantes sorpresas este fin de semana. Por fin se han casado y no voy a permitir que nadie les estropee la celebración.
Ya conocía la noticia sobre el novio, Nick Williams. Gracias a la boda se había sabido que era hijo ilegítimo de August Bisset, algo que resultaba irónico porque Nick había sido criado por el mayor rival empresarial de August. Por si eso no fuera suficiente, resultaba que Logan, el hermano de Dare, era el gemelo secreto de Nick. Por tanto, había lazos de sangre entre los dos enemigos. Se imaginaba el disgusto que se habría llevado Adler Osborn, la novia de la boda del año.
–Sentía curiosidad. Estoy pasando unos días en el hotel. Mi novio me ha dejado plantada y estaba sola en la habitación. Oí música, y decidí colarme y pasármelo bien –mintió–. Solo quería aprovechar mi fin de semana en Nantucket.
Se quedó mirándola y sus ojos se encontraron. Melody supuso que estaba intentando adivinar si mentía, pero había participado en el grupo de debate de la universidad. Acababa de terminar la carrera de Derecho y siempre le había gustado fanfarronear. Tenía veintiséis años, pero aparentaba más.
–Todavía no sé si me está diciendo la verdad.
–¿Qué hace falta para convencerlo? –preguntó ella, dispuesta a marcharse una vez agotara todas sus opciones.
–¿Qué le parece si nos tomamos una copa mientras esperamos a los novios? –le propuso.
–No tengo claro que sus intenciones sean honestas.
–No lo son. Todavía no estoy seguro de creerla –admitió él con una sonrisa que le provocó un estremecimiento.
–Así que va a vigilarme.
–Por supuesto. Me rijo por el principio de mantener a los amigos cerca y a los enemigos aún más cerca.
–¿Tantos enemigos tiene? –preguntó ella.
–Más de los que me gustaría –replicó guiándola hasta la barra–. ¿Quiere probar el cóctel que lleva el nombre de los novios?
–¿Qué es?
Dirigió la mirada hacia la pizarra detrás de la barra en la que se detallaban las bebidas que se ofrecían.
El cóctel Osborn-Williams era un combinado de licor y un brebaje de moras. Sonaba interesante, pero el licor se le subía directamente a la cabeza como pasaba con el tequila. Teniendo en cuenta que estaba trabajando, andar coqueteando no parecía una buena idea.
–Creo que tomaré champán.
–Buena idea. Que sean dos –le dijo Dare al camarero que estaba detrás de la barra.
Una vez les sirvieron sus copas, se quedó pensativo.
–Supongo que no tiene un asiento asignado, ¿no?
–No, iba a quedarme rezagada en un rincón hasta ver si había sitios libres.
–Venga y siéntese en la mesa de mi familia para que pueda vigilarla. Iba a venir con una acompañante, pero en el último momento canceló la cita.
–Lo mismo que me ha pasado a mí –dijo, interpretando el papel que se había asignado un rato antes.
–Sí, pero Cami no es mi novia. Suele ser mi acompañante cuando estoy entre…
Melody rio. Sabía que aquel senador de treinta y ocho años era un playboy que sentía especial atracción por mujeres inteligentes y con curvas. Sus relaciones duraban una media de tres meses. Había estado estudiándolo, tratando de crear un perfil para que su equipo lo conociera mejor.
En persona era más enérgico de lo que parecía en foto. Sabía que tenía el pelo oscuro y los ojos azul claro, aunque al natural eran casi del color del mercurio, alternando entre azul y gris dependiendo de la luz. Su sonrisa amplia y fresca hizo que sus latidos se aceleraran.
Contuvo la atracción que sentía hacia él. No iba a dejarse llevar por las hormonas y echar a perder el esfuerzo de su trabajo. Era joven y tenía toda una carrera por delante, y él era simplemente un hombre. Un hombre atractivo y sexy al que tenía que conocer mejor si quería vencerlo cuando volvieran a Washington.
No podía olvidarlo.
–Por los que se cuelan en las bodas –dijo él alzando su copa en un brindis.
–Por los que se cuelan en las bodas –repitió ella.
Dare echó la cabeza hacia atrás y rio, lo que le provocó mariposas en el estómago.
–Y dígame: ¿cómo se llama?
Aquella mujer le gustaba. Era divertida y no parecía haber ido allí para causar problemas, aunque no estaba dispuesto a correr riesgos. Cada uno de los días que llevaban en Nantucket había traído una desagradable sorpresa, y quería que su prima por parte de madre disfrutara al menos de un día.
–Melody –contestó.
–Muy bien. Yo soy Dare.
–¿Solo Dare?
–Ya sabe quién soy. Y usted, ¿no tiene apellido?
–Supongo que no me conoce, ¿verdad? Eso me da un aire misterioso.
–Así es –replicó, sin querer intimar demasiado con ella–. Pero también me hace sospechar. Mi familia no necesita más líos este fin de semana. Así que voy a preguntárselo de nuevo: ¿por qué está aquí?
Esa noche estaba con ánimo de bajar la guardia y divertirse. La única amenaza que veía en aquel momento era Melody. El nombre le sentaba bien. Era guapa, divertida y atractiva.
–No tengo manera de demostrárselo, así que va a tener que creerme. Estaba en mi habitación compadeciéndome de mí misma y de mi mal juicio con los hombres. Oí la música y pensé que estaría bien tomar una copa y bailar, y así olvidarme de la vida un rato.
Se quedó estudiándola, buscando cualquier gesto que pudiera delatarla. Estaba acostumbrado a tratar con su padre, de carácter fuerte y reservado. Quería creerla porque le parecía sincera, pero después de los últimos días, no se sentía muy inclinado a confiar en nada ni en nadie. No la perdería de vista para evitar que pudiera hacer daño a su familia, y tal vez aprovechara para divertirse con ella.
–De acuerdo, me lo creo. De momento.
–Ja. Supongo que lo que se dice de que es un duro negociador es verdad.
–Últimamente estoy pasando momentos muy duros por el seguimiento que la prensa está haciendo de mi trabajo.
No había sido el senador al que habían encomendado presidir la subcomisión encargada de un importante proyecto de ley de ordenación farmacéutica, pero después de que el designado en un primer momento se viera implicado en un caso de malversación de fondos, había tenido que hacerse cargo. Aunque aquello era lo último en lo que quería pensar esa noche.
–Dejémonos de formalidades y tuteémonos. ¿A qué te dedicas?
–Trabajo para un comité de expertos en Washington. Lo cierto es que es mi primer trabajo después de salir de la facultad.
–¿Tu primer trabajo? ¿Para un comité de expertos? Impresionante. Mi primer trabajo fue como becario en Industrias Bisset.
–¿Es tan difícil trabajar con tu padre como se comenta? –preguntó ella.
–Sí, Dare, ¿es tan difícil?
Dare se dio la vuelta y se encontró con sus padres. Su padre era una versión madura de él mismo, con el pelo gris. Su madre era una mujer hermosa que envejecía con elegancia y aparentaba diez años menos. Aunque era la tía de la novia, a todos los efectos era como su madre puesto que se había ocupado de Adler cuando no estaba con su padre. La única hermana de su madre había muerto cuando Adler era todavía un bebé.
–Sí, lo es –contestó Dare, volviéndose para besar a su madre en la mejilla–. Pero no le importa tener esa fama. Mamá, papá, ella es Melody. Melody, ellos son mis padres, August y Juliette Bisset.
–Encantada de conocerlos –dijo Melody, tendiendo la mano.
Después de saludarse, Juliette tomó la palabra.
–¿Eres amiga de Nick o de Adler?
Dare miró a Melody, que parecía dudar qué contestar, y entonces le puso la mano en la espalda.
–Es amiga mía, mamá. Es de Washington.
–Vaya, no lo sabía. Me alegro de conocerte.
Siguió charlando y le preguntó a Melody si le había gustado la ceremonia. Dare observó a su madre en su papel de anfitriona de la fiesta. Tenía un gran don de gentes y era toda una profesional cuando quería aparentar que todo iba bien. Para todos los que estaban en la fiesta, sus padres parecían la pareja ideal que siempre habían sido, como si las mentiras y los secretos de hacía treinta años que se habían conocido ese fin de semana no hubieran abierto una brecha entre ellos. Admiraba su aplomo en aquel momento.
–Acabo de ver a mi hermano llegar. Necesito hablar con él de algunos cambios en el consejo –dijo August y le dio un beso a Juliette en la mejilla antes de encontrarse con la mirada de Dare–. Discúlpame, hijo. Melody, ha sido un placer conocerte. Espero que volvamos a vernos.
Su padre los dejó y, poco después, a su madre la llamaron para ocuparse de un imprevisto con la empresa del catering. Dare se volvió hacia Melody. Sus ojos marrones estaban pendientes de los invitados, que habían empezado a llegar al banquete.
Su larga melena rubia contrastaba con su piel bronceada. Tenía el rostro en forma de corazón y los labios gruesos. Sabía que no debía fijarse en su boca, pero le era imposible. Siempre era cuidadoso en sus relaciones personales, pero en los últimos días, viendo a sus hermanos perseguir lo que querían y saltarse las reglas que siempre habían seguido, se estaba olvidando de toda prudencia. Melody lo tentaba y una parte de él deseaba saber qué se sentiría al besar aquellos labios tan tentadores.
–Vaya, a tus padres se les da muy bien… socializar –dijo después de una pausa.
–¿Qué quieres decir?
–Te dije que leo todo lo que se publica de tu familia. Si mis padres estuvieran en su lugar, mi madre estaría ignorando a mi padre y si la besara o simplemente la rozara, se llevaría un buen codazo en las costillas.
Dare no pudo evitar reírse.
–Ahora sé de dónde te viene ese descaro.
–Tienes razón, me parezco mucho a mi madre. Detesto esa clase de subterfugio.
–¿Hay alguna clase que te guste? –preguntó él.
–Bueno, a veces hay que comportarse de cierta forma para obtener resultados. Probablemente sepas más de eso que la mayoría de la gente. Como mi madre, que no soporta que mi hermano y yo compitamos entre nosotros, así que tenemos que ser sutiles.
–¿Eres muy competitiva?
–Sí –contestó–. Si mi familia tuviera un lema sería: solo hay sitio para un vencedor, el segundo puesto es para perdedores.
–Eso es cruel.
–Es realista. Mi padre siempre dice que lo mejor es tener claras las expectativas al comienzo de una relación. Me gusta ganar y no tengo por qué andar disculpándome por ello.
Al parecer, August era muy parecido a su padre, y por eso Dare había elegido dedicarse a la política en vez de a los negocios familiares. Podría decirse que era el camino más fácil para no seguir las reglas de August ni vivir bajo su sombra. A Dare nunca le había gustado eso.
–Estoy de acuerdo.
El pinchadiscos pidió a todos que buscaran sus mesas y a Dare no le sorprendió ver el nombre de Melody en la tarjeta del asiento de al lado. Su madre era muy meticulosa en los detalles, y tenía sentido que estuviera a su lado, aunque era algo que no debería importarle.
–¿Y cómo conociste a mi hermano?
–¿Cuál de los Bisset eres?
El hombre rio y meneó la cabeza.
–Zac, el capital del equipo de la Copa de América. El acompañante de Iris Collins, la dama de honor.
Tenía aspecto de pasar mucho tiempo al aire libre y era guapo, aunque no tanto como Dare.
–Contestando a tu pregunta, conocí a tu hermano en este hotel –dijo mirando a su izquierda a Dare y guiñándole un ojo–. En el instante en que me vio, no pudo resistirse.
–Eso me suena sospechoso –dijo, tratando de pinchar a Dare.
Tenía que admitir que resultaba divertido estar con Dare en la mesa, junto a su familia. Hacía tiempo que no se divertía tanto.
Se estaba esforzando mucho por llegar a lo más alto en un campo muy competitivo, y una parte de ella le decía que no bajara la guardia. Pero según avanzaba la noche, no parecía haber peligro.
–No he tenido que sobornarla, Zac, si eso es lo que estás intentando averiguar –dijo Dare–. Aquí a Zac, le pagaron para…
–Eso ya está aclarado –le cortó Zac–. No creo que Iris quiera que se vuelva a mencionar el tema y estoy dispuesto a lo que haga falta para hacerla feliz.
Había leído todos los cotilleos sobre Zac e Iris Collins. Iris era una influencer con su propio programa de televisión. Al parecer, su novio la había dejado pocos días antes de la boda de Adler e Iris había contratado a Zac para hacerse pasar por su novio. Por lo visto, se habían enamorado.
Dare levantó la mano.
–Tranquilo, muchacho. No pretendía nada, tan solo dejar claro que no hay nada extraño entre Melody y yo.
–Cuéntame más acerca de lo que haces, Zac –le pidió ella, cambiando de tema.
Tenía la sensación de que los hermanos no estaban dispuestos a dejarlo correr.
–Como decía, soy capitán de un equipo de la Copa América. De hecho, estoy aprovechando mi estancia aquí en Nueva Inglaterra para recaudar fondos y formar mi propio equipo.
–¡Qué interesante!
–Quieres decir aburrido, ¿verdad? –comentó él.
–No, es solo que no sé mucho de eso –admitió–. En la universidad estuve saliendo con un chico que formaba parte del equipo de remo.
–¿Ah, sí? ¿Dónde estudiaste? Yo también pertenecí al equipo de remo –dijo Zac.
–En Georgetown.
–Esa universidad tiene un equipo muy bueno –afirmó Zac.
Parecía que fuera a preguntarle algo más sobre remo, pero una atractiva dama de honor rubia se acercó, posó su mano en el centro de su espalda y se inclinó para susurrarle algo al oído.
–¿Iris? –le preguntó a Dare.
–Sí, es demasiado buena para mi hermano –contestó él después de que Iris volviera a su mesa.
Zac le lanzó una mirada asesina y se levantó.
–Tengo que ir a bailar con Iris.
Zac los dejó y Melody reparó en que muchos de los de su mesa se estaban levantando, incluida Juliette.
–Vosotros también. Después del primer baile, Adler quiere que baile toda la familia.
–Allí estaremos –dijo Dare.
Melody tragó saliva ante la idea de que la hubieran incluido en aquello. Tenía la sensación de que no le perdonaría el engaño. Por un momento se preguntó si debería disculparse, salir del salón y alejarse de Dare.
–Había preparado un baile tipo John Travolta en Fiebre del sábado noche –bromeó–, pero ahora que estás aquí… Supongo que ya no voy a bailar solo.
No podía irse. Había algo en su voz que lo hacía más… humano. Ya no era solo alguien en quien apoyarse para avanzar en su carrera.
Juliette se dirigió a la pista de baile mientras Toby Osborn tomaba el relevo del pinchadiscos. Iban a tocar en directo. A su madre le encantaría escuchar aquello.
–¿Crees que podría grabarlo y mandárselo a mi madre? –le preguntó a Dare al ver que se levantaba y le retiraba la silla.
–Claro que sí. Venga, acerquémonos. Tengo entendido que va a interpretar una canción que ha compuesto especialmente para Adler.
Así fue. Se trataba de una balada desgarradora que provocó que todos se emocionaran. Incluso Dare tuvo que parpadear varias veces para contener las lágrimas. Nick y Adler bailaron mientras Toby cantaba acerca de su pequeña haciéndose mayor y el orgullo que sentía por la mujer en que se había convertido. Resultaba tan íntimo que Melody casi se arrepintió de haberlo grabado, pero no tanto como para borrar el vídeo.
Todo el mundo rompió en un fuerte aplauso cuando terminó. Toby se acercó a Adler y le dio un beso. Fue un momento tan dulce que Melody sintió remordimientos ante la idea de estar allí con un falso pretexto. Se sentía mal por estar tratando de conseguir información de Dare.
–Es hora de que baile la familia –dijo el pinchadiscos desde el estrado y empezó a sonar We Are Family, de Sister Sledge.
–¿Quieres enviar el vídeo antes de que nos pongamos a bailar? –le preguntó Dare señalando su móvil.
–Ni hablar. Estoy deseando ver cómo te mueves –respondió.
Lo tomó de la mano y tiró de él hacia la pista de baile, hasta donde estaban Zac e Iris. Zac le dedicó una sonrisa y se pusieron a bailar en círculo. Enseguida se les unieron el resto de hermanos, así como los Williams. Le resultaba curioso verlos mezclarse puesto que conocía la rivalidad que había entre las familias Williams y Bisset.
August y Juliette también estaban en el grupo, junto con el novio y la novia y los padres de Nick. Los dos hombres parecían incómodos, como si estuvieran compitiendo por ver quién se movía con mayor soltura.
–Madre mía –dijo Dare–. Papá se ha picado con Tad para ver quién baila mejor.
–Y creo que va ganando –comentó una mujer muy atractiva que bailaba con la familia del novio–. Por cierto, soy Olivia Williams, la hermana de Nick. Nuestro padre parece un pato mareado.
–Como el nuestro –comentó Zac–. Creo que deberíamos ir a rescatarlos.
–Estoy de acuerdo –dijo Iris.
Los hermanos de la novia y el novio avanzaron hacia sus padres, y Melody observó cómo todos se esforzaban por mostrarse como un grupo bien avenido. Era evidente que no solo sus padres competían por bailar mejor que el otro. Los hijos también, lo que le hizo sentirse mejor acerca de sus motivos para estar con Dare.
Provenía de una familia muy competitiva que no iba a permitir que sus rivales los superasen aunque fuera en algo tan nimio como un baile. Según fue avanzando la noche y siguió divirtiéndose junto a Dare, se dio cuenta de que era el líder del grupo.
No pudo evitarlo: se sentía atraída por él. Cuanto más champán bebía, menos razones tenía para evitar intimar con él. Enseguida tuvo claro que la manera lógica de terminar aquella noche sería acostándose con él.
–¿Quieres salir a tomar aire fresco? –preguntó Dare a Melody después de que los novios se fueran.
La fiesta había sido divertida y había sido una estupenda compañía, pero empezaba a sentirse inquieto y necesitaba un cigarrillo, a pesar de que hacía más de una década que había dejado de fumar. El hecho de que Melody le hiciera reír no tenía por qué significar nada. Tenía diez años más que ella y, aunque por primera vez en días sentía que podía respirar, aquello no podía durar más que esa noche.
Así que aquel respiro tenía que acabar con un hasta luego. Lo sabía muy bien, pero cuando lo miraba con aquellos enormes ojos, sentía una corriente de deseo. No habían dejado de rozarse mientras bailaban.
–Me encantaría. Necesito descansar de tanto bailar –dijo ella.
La tomó de la cintura y la condujo fuera de la pista de baile y del ruido hasta la terraza que daba a los jardines de la parte trasera del hotel. Buscó un banco cerca de la fuente para sentarse.
–Bueno, después de colarte en la fiesta, ¿ha sido la noche como esperabas? –le preguntó con ironía.
Aquella atracción que sentía por ella podía ser peligrosa. Se consideraba lo suficientemente inteligente como para aprender de los errores que había visto cometer a su padre. En los últimos días se había abierto la caja de Pandora y no tenía intención de que la misma situación se repitiera en su vida. La atracción era peligrosa. Como Bisset y como senador, era más consciente de eso que la mayoría de la gente. Aun así, mentiría si dijera que no la deseaba más de lo que debería.
Mientras habían estado bailando, había sacado una goma del bolso y se había recogido el pelo en una coleta. Unos cuantos mechones caían alrededor de su rostro, dándole una imagen más dulce. En aquel momento, parecía demasiado ingenua como para que estuviera tramando algo. Pero la edad no era garantía de inocencia. De hecho, sabía que no se habría acercado a Melody si le hubiera parecido así de inocente en un primer momento.
Le había dicho que formaba parte de un equipo de investigación. Eso podía significar algo.
–He conseguido olvidar completamente a ese como se llame que me dejó plantada –dijo con una sonrisa.
–Pero ¿cómo puede alguien haberte plantado? –preguntó, tratando de asegurarse de que no hubiera alguna laguna en su historia que se le hubiese escapado–. Ese tipo debe de ser un idiota.
Ella sonrió y sacudió la cabeza.
–Gracias, pero no lo es. Solo pensaba que era demasiado pronto para irnos juntos de fin de semana. Supongo que tenía razón.
–¿Acaso es un gran paso para ti? –preguntó Dare.
Porque para él no lo sería. Aunque no tenía mucho en común con su padre, Dare se había dado cuenta de que las pocas cualidades que compartían no hacían presagiar nada bueno sobre las relaciones a largo plazo. Prueba de ello era que se había casado con veinte años y su matrimonio apenas había durado seis meses. No quería poner a prueba su convencimiento de que apenas se parecía a su padre. Lo último que quería en la vida era acabar tratando a una mujer como su padre había tratado a su madre.
–Lo cierto es que no. Pero irse de viaje un fin de semana puede ser divertido –respondió con la mirada perdida en la distancia.
Dare tuvo la sensación de que había algo que no le estaba contando. Tal vez el hombre que le había dado plantón significaba para ella más de lo que estaba dispuesta a admitir. El amor podía ser algo extraño. Dare nunca había sentido aquel sentimiento en sus relaciones. ¿Cómo una persona podía enamorarse perdidamente mientras su pareja apenas sentía afecto?
–Lo entiendo, a mí me pasa lo mismo. A veces a uno le apetece una aventura en la playa –comentó.
–Exacto. ¿Qué me dices de tu acompañante?
–¿Cami? Suele acompañarme a las reuniones familiares cuando necesito una cita. Lo cierto es que soy un adicto al trabajo. Me crie viendo a mi madre ocuparse de la familia mientras mi padre siempre estaba trabajando, lo que me dio una idea de lo difícil que puede resultar para una pareja –dijo Dare–. Una mujer que me importara de verdad… Bueno, no me gustaría que pasara por la misma situación.
–Eso es muy considerado. La mayoría de los hombres solo buscan sexo.
–Bueno, eso también.
Aquella conversación estaba entrando en un terreno peligroso. Básicamente eran unos desconocidos. Había sentido aquella atracción mientras bailaban y sabía que era mutua. Varias veces lo había mirado como si quisiera más. Pero ¿solo divertirse? Después del fin de semana que había tenido, lo único que quería era dejarse llevar y divertirse, disfrutar de algo que no acabara siendo un escándalo. Estaba empezando a pensar que si alguien podía poner a prueba su autocontrol era esa mujer.
–¿Y…? –preguntó ella.