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"Rápidamente coloca las esposas alrededor de las muñecas de Bahram y las fija a un asa en el borde de la cama. Bahram jadea mientras yo me pongo a horcajadas encima de él".El personaje principal y su novio han estado juntos durante siete años cuando oyen hablar de esto por primera vez a través de unos amigos. El club de sexo. En alguna parte en una zona industrial a las afueras de la ciudad, hay gente que se reúne para hacer realidad sus fantasías. Y una noche la pareja decide ir allí. Entran en un mundo oscuro y bello lleno de libertad, lujuria y sumisión, donde alternan entre dominar y ser dominados.Sumisión es un relato corto sobre atreverse a superar límites, dejar la timidez y explorar deseos que nunca han tenido la ocasión de florecer.-
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Seitenzahl: 32
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Elena Lund
LUST
Sumisión
Original title:
Underkastelsen
Translated by Cymbeline Núñez
Copyright © 2019 Elena Lund, 2020 LUST
All rights reserved ISBN 9788726317299
1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0
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El apartamento cercano a Vasaplatsen es oscuro y cálido y Felicia tiene en la mano el pequeño controlador del equipo de música como si fuese una piedra caldeada por la luz del sol, acariciando los sensores de manera casi erótica.
—Puedo cambiar la intensidad del bajo con todo detalle. ¿Lo oyes?
Muevo la cabeza afirmativamente, pero no noto ninguna diferencia en el sonido de la música.
—Felicia —dice Kasper—, me parece que no les interesa mucho.
—A mí sí me interesa —no es absolutamente cierto, pero la cena y el vino han hecho que mi cuerpo esté abotargado y lento, y de alguna manera es tranquilizador ver a Felicia alardear de su compra tecnológica más reciente.
Bahram coloca su mano sobre mi hombro. Un tacto suave y pesado.
—Me gustaría saber cuánto te ha costado, pero yo nunca lo compraría —dice él.
—Mil quinientos dólares —dice Felicia. Su risa es sonora y clara—. A veces tienes que darte un capricho.
—Como sabes, a Felicia no le importa hablar de lo que no se debe —continúa Kasper.
— ¡Ey! —exclama ella— Si pagué mil quinientos dólares, creo que parte del precio es poder alardear de haber pagado mil quinientos dólares.
—Estoy impresionada —digo yo, porque lo estoy verdaderamente.
—¿Te sientes incómodo? —pregunta ella. La pregunta va dirigida a Bahram, de pie detrás de mí.
—He tenido tiempo para acostumbrarme a ello.
—Dinero y sexo —dice Kasper, mientras le sirve más vino a Felicia, que ha dejado el pequeño controlador encima de la mesa del comedor—. Los dos temas prohibidos favoritos de Felicia.
—¡Son dos temas importantes! —dice ella, lanzando un trozo de chocolate a Kasper.
—¿No habéis celebrado este fin de semana siete años juntos? —pregunta ella.
Me mira con los ojos brillantes de curiosidad, o quizá solo sean las velas en la mesa.
—No sé si lo celebramos —digo yo.
—Ya sabes lo que se dice de la crisis de los siete años.
—¡Felicia! —de repente, es como que Kasper no está acostumbrado a la falta de censura de Felicia.
—¿Qué? No estoy diciendo que vosotros… —hace un gesto hacia mí y Bahram— Tenéis la crisis de los siete años. Solo estoy diciendo que es algo común. Nosotros tuvimos una breve crisis de los siete años —dice mientras mira desafiante a su novio.
—Pensé que era algo como la crisis de los cuarenta —continuó ella—. O aceptas que la vida se ha aparcado y que has conseguido un buen lugar en el parking o te compras una moto y haces un viaje por carretera.
—No le hagáis caso a ella ni a sus metáforas horribles —dice Kasper, pero su voz es cálida y acogedora.
—¿Entonces qué hiciste? —pregunto yo—. ¿Te compraste una motocicleta?
Hay un silencio, la clase de silencio que llena una habitación confiadamente mientras que esperas el remate. La expresión de Felicia es de presunción. Tiene la misma mirada que hace ocho años, cuando su falta de límites era algo nuevo e impredecible.
—Fuimos a un club de sexo.
Creo que nunca he visto a mi novio poner una cara de tanta estupefacción. Estoy algo decepcionada, pero también agradecida de que no tuviera vino tinto en la boca, porque seguramente nos habría regados a todos de una manera bastante dramática.
—¿Que fuisteis adónde? —pregunta él.
—Hemos vuelto desde entonces. Es divertido —continúa Felicia.