Sumisión - 5 relatos eróticos subidos de tono - Elena Lund - E-Book

Sumisión - 5 relatos eróticos subidos de tono E-Book

Elena Lund

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2021
Beschreibung

«Tess se agacha frente a mí y me pone una mano en la rodilla. Al acariciar mi muslo nota que está sudoroso. Está más caliente que la propia cera. El calor pasa por mis caderas y por mi estómago para acabar palpitando entre mis piernas. Mirándome profundamente a los ojos, separa suavemente mis piernas».Cuando eran niñas, la amistad unía a Tess y a Julia. Ahora, ya adultas, es la rivalidad lo que las une. Ambas compiten por los papeles más codiciados y el de Lucía no es una excepción. ¿Quién se llevará el papel? ¿Quién se lo merece más? ¿Cómo averiguarlo?Esta colección contiene:Sumisión La jinete Deseo PeligrosoBienvenidos a KittyOrgasmos en línea -

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Elena Lund

La becaria - 7 relatos eróticos subidos de tono

LUST

La becaria - 7 relatos eróticos subidos de tono

Original title:

La becaria - 7 hot erotic stories

 

Translated by Cymbeline Núñez, Javier Orozco, Adrián Vico Vazquez, Begoña Romero

Copyright © 2019 Elena Lund, 2020 LUST, Copenhagen.

All rights reserved ISBN 9788726965216

 

1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Lucía

 

Hace tiempo, Tess me gustaba. Hace muchos, muchos años, solíamos jugar al escondite en la calle, cerca de nuestros apartamentos en Aspudden. Íbamos a la misma escuela y nos saludábamos en la cafetería. Yo era blanca de piel y no tenía paletas. Ella era morena de piel y llevaba una camiseta de un oso de dibujos animados. Estocolmo es una gran ciudad, así que te sueles encontrar con gente que va y viene del trabajo, principalmente. Pero, a pesar de todo, Tess ha seguido en mi vida como si fuera una fuerza constante de mal augurio, para apartarme del camino tan pronto como las cosas van bien.

Todo el mundo sabe que el papel de Lucía en la Ópera Real de Estocolmo está entre Tess y yo. Además, se televisa en directo. Si esto hubiera sido una película, tal vez terminaría sin que ninguna de las dos obtuviera el papel, superando nuestras diferencias al perseguirlo. Sin embargo, la vida no es una película, es mucho más simple. Hemos competido por muchas cosas, tanto en privado como en público: solos, subvenciones, Patrik (con quien todavía no sé si quería acostarme por atracción o como venganza porque a Tess le dieron el solo en la Competición Europea de Coros hace tres años), pero esta es la más importante y la peor.

Estamos en diciembre. Caen copos de nieve grandes pero ligeros sobre Estocolmo esta noche. Me encuentro de pie junto a la ventana de mi cocina, encendiendo una cerilla tras otra. Detrás de mí, escucho el susurro de Jakob desempacando estrellas y telas navideñas. Cuando has ensayado tantas canciones navideñas como nosotros, la sensación de la Navidad no está tan presente. Hoy es primero de Adviento, lo que significa que Lucía está un día más cerca. Y, hasta hoy, todavía no han elegido entre Tess y yo. Enciendo otra cerilla mientras el aroma del vino caliente espesa el aire. Lentamente, tan lentamente como puedo y evitando alejarme instintivamente, muevo mi dedo sobre la llama. Mi piel se ennegrece y la parte quemada palpita. Si Tess obtiene este papel, no sé qué haré. Es lo primero que tengo en la mente cuando me despierto y lo último que pienso antes de quedarme dormida. Un bulto espeso y ardiente llena mi pecho, constantemente presente, eclipsando todo lo demás. He dedicado mucho de mi tiempo a esta compañía y si Tess lo consigue, todo habrá sido en vano. Al final, sé que no importa. Si no consigo el papel de Lucía de Suecia, sobreviviré. Pero solo la idea de ver su cara, con esa sonrisa, es insoportable. Ojalá tuviéramos cinco años y volviéramos a ser vecinas. Entonces le tiraría del pelo, la empujaría del columpio y todo solucionado. Pero ahora somos adultas y tendré que felicitarla. La palabra tiene un sabor amargo en mi lengua, puedo sentirla físicamente como un trozo de masa empapada en mi garganta. «Enhorabuena». No seré capaz de decirlo.

Enciendo otra cerilla, colocando la llama a unos centímetros debajo de mi dedo y respirando profundamente. El olor a humo y canela llena mis pulmones. Let it Snow suena desde el altavoz mientras Jakob la tararea. Saco la cerilla y enciendo la vela que tengo delante con lo que queda de llama. Primer domingo de Adviento. Quedan doce días.

 

**

 

De pie frente a la oficina de mi profesor de canto, junto a una gran puerta de madera en la Ópera, el sonido de su voz me hace saltar.

—No podrías —dice—. No te ofendas, pero eres tan… frágil.

—¿Qué se supone que significa eso?

Suspiro y me doy la vuelta. La veo apoyada contra la pared más abajo con los brazos cruzados sobre el pecho. Su pelo largo y negro está atrapado bajo uno de los brazos. Tengo que resistirme para no inclinarme y sacarlo de ahí.

—El concierto dura dos horas y media, Julia. Todo el mundo sabe que es muy exigente físicamente. Todo el mundo lo entendería si te negaras a hacerlo.

—¿Negarme? Eso significa que eres consciente de que me lo ofrecerán a mí, ¿no?

Mi respuesta provoca que Tess resople como un perro y, entonces, su cabello se libera de sus brazos. Tiene el pelo muy largo con una pinza en forma de clave de sol al final.

—Solo digo que yo podría hacerlo sin ningún problema y que existe la posibilidad de que tú no puedas. Sería una situación muy incómoda si te desmayaras.

Quiero actuar como la adulta, la más madura y, aún así, me oigo decir:

—No tienes ninguna posibilidad.

Tess se lame los labios, lentamente. Primero el labio inferior y luego el superior. ¿Es un movimiento consciente? Parece estúpida.

—¿Nos apostamos algo?

—¿Sobre qué?

—El papel, evidentemente.

—No depende de nosotras.

—¿Eso significa que no te atreves?

—Disculpa, pero ¿cuántos años tienes? ¿Doce?

—¿A qué hora sales de clase?

—Ocho y media.

—Nos vemos aquí después.

Cuando pasa junto a mí, nuestros hombros se rozan y estoy tan irritada que no puedo ni mirarla. Mi cuerpo tiembla por el exceso de energía, lo que hace que la clase de canto sea un fracaso. No puedo concentrarme, me irrita lo mal que lo estoy haciendo, pero no puedo pensar en otra cosa que no sea la conversación surrealista que acabo de tener con Tess. ¿Qué va a pasar a las ocho y media? ¿Vamos a pelearnos mientras los otros miembros del coro forman un círculo a nuestro alrededor? ¿Lo vamos a arreglar entre nosotras dos a solas como si fuéramos hombres?

Cuando termina la lección, la encuentro todavía apoyada contra la pared, mirando al suelo. No se escucha nada. Escucho a Marie detrás de la puerta que acabo de cerrar detrás de mí, empacando cosas o con las partituras. Cuando me acerco a Tess, levanta la mirada y compartimos un momento, a la vez tranquilo y tenso, antes de que asienta con la cabeza hacia un lado. Nos adentramos más en el edificio. Lleva puesta una mochila y su cabello cae sobre ella como una cascada de color negro azabache. Nuestros tacones resuenan en los pasillos vacíos hasta que abre una puerta que da a una de las salas de baile más pequeñas.

De pie, en el centro de la habitación, Tess extiende su mano con la palma hacia arriba. No reacciono, así que agarra mi mano con un movimiento rápido. Al principio, trato de alejarme de su caricia cálida y repentina. Pero por fin estamos frente a frente, con mi mano abierta sobre la de ella. Las farolas de la calle proyectan un poco de luz en su rostro. Tess traza su dedo sobre las líneas de vida en mi palma y, luego, continúa sobre mi dedo quemado.

—¿Te has adelantado? —susurra.

—¿Adelantarme a qué?

Su mirada parece un cuchillo afilado entre sus largas pestañas.

—La prueba para Lucía.

Parece tan seria que solo quiero reírme y alejarme de ella, pero no puedo moverme. No puedo salir de la oscuridad y el silencio. Estoy encerrada en esta habitación.

—Cierra los ojos y no muevas la mano —dice soltándola.

Me muerdo la lengua para evitar gritar su nombre. No abro los ojos. Aunque siento como si Tess fuera a regresar en cualquier momento con un mazo para golpearme en la parte de atrás de mi cabeza. Escucho un crujido y luego siento un olor familiar. Se enciende un fuego. Puedo sentir el olor distintivo del humo. El suelo cruje mientras Tess se mueve por la habitación. Hace más calor y el olor se vuelve más intenso. Antes de que pueda escucharla, la siento parada frente a mí de nuevo, como si su aura estuviera en llamas.

Fuera de la Ópera, los vientos invernales gimen. La habitación está fría y la nieve cae. Las gélidas circunstancias hacen que la repentina e intensa sensación en mi mano sea fuerte. Jadeo, abriendo mis ojos. Sin pensarlo, intento mover la mano, pero Tess me agarra la muñeca con firmeza. La habitación está llena de velas encendidas. Estamos paradas en un círculo iluminado por velas y las llamas arrojan una luz fantasmal e ilusoria sobre el escenario. Junto a mí, Tess sostiene una vela blanca encendida sobre mi mano, haciendo que la cera gotee sobre mi palma. Es un dolor intenso que se concentra en las yemas de mis dedos. A diferencia de cuando yo, hace apenas unos días, jugué con aquellas cerillas. Este dolor es poderoso y puro.

—Será peor cuando gotee por tu cuello —dice Tess. Su voz parece tranquila y firme. No me atrevo a decir nada, ya que temo quedarme sin voz—. ¿No aguantas?

La pregunta me hace concentrarme. ¿Cómo se atreve?

—¿Tú qué crees?

La llama de la vela parpadea cuando se acerca a mí. Lenta pero precisa, inclina la vela para que una gota blanca y espesa caiga sobre la fina piel de mi muñeca. La sensación de ardor se siente como un golpe preciso y certero. Tess deja que las gotas formen una línea. Duele cuando aterrizan y dura un poco más de tiempo. Pero una vez que la cera se solidifica, no está tan mal. Su agarre alrededor de mi muñeca se ha suavizado y se convierte en una caricia que sigue el camino de la vela por mi brazo hasta que sus dedos aterrizan en mi codo, haciéndome cosquillas. Siento cómo la cera me quema la piel en el pliegue de mi brazo. Tess huele a café y jazmín. Su aroma cálido yace como un chal a mi alrededor. Su cabello negro enmarca su rostro y la luz de la vela le da un aspecto demoníaco. Parece una especie de ritual, como si fuera un sacrificio y la bruja fuera Tess.

Una vez que levanta la cabeza y me mira, sus ojos grandes y oscuros brillan. Me he distraído tanto con ella que no he notado mi brazo hasta ahora. Parte de la cera se ha corrido y algunas gotas se han solidificado en círculos perfectos.

Mi piel está enrojecida e hinchada alrededor de la cera blanca. Siento mi pulso alrededor de cada gota coagulada. Mi corazón late en varios lugares a la vez.

—Me toca —digo, sorprendiéndola con mi determinación.

Tess me brinda una sonrisa mística antes de darme la vela y darse la vuelta. Con un movimiento suave y elegante, tira de su espeso cabello hacia un lado y desliza su camisa de algodón hacia abajo sobre su hombro para quedarse con el cuello completamente expuesto. Hay partes del omóplato que puedo observar con bastante detalle e incluso podría sentir la primera vértebra de su columna si pasara mi dedo por ahí. Su piel brilla en el cuarto oscuro. Me gustaría morderla. Como un vampiro, le chuparía toda la sangre. El impulso de poner mis labios contra su garganta, de sentir el sabor de su piel, es tan fuerte que me pica la piel. Entonces, recuerdo que es Tess. Sí, Tess. La persona más engreída, malcriada y sobrevalorada del mundo. Con anhelo y odio, inclino la vela y veo caer tres grandes gotas de cera sobre su piel. Tomando aire entre dientes, me doy cuenta de que Tess no estaba preparada para este comienzo tan animado. Sin embargo, no dice nada. Dejo caer cuatro gotas más, las cuales caen como gotas de agua sobre su piel, una de ellas rodando hacia su clavícula antes de enfriarse.

Afuera, el viento hace vibrar las ventanas, pero la habitación está caliente gracias a todas las velas y a la sangre hirviendo corriendo por todo mi cuerpo mientras coloco mis dedos en la cabeza de Tess. La empujo hacia adelante, exponiendo todo su cuello y colocando mis dedos en la primera vértebra para tirar de su camisa hacia abajo y hacer que la mayor parte de su espalda quede desnuda. Es una espalda preciosa, elegante y femenina. Acerco la vela.

—Cuidado con el pelo.

—Cállate.

Este ángulo hace que la cera corra más. Por su postura, parece que se tensa cuando la cera caliente quema su columna.

Cuando se da la vuelta y me quita la vela, se moja los labios de esa manera lánguida y molesta que tiene, haciéndome apartar la mirada. Estoy tan excitada y ella está tan cerca… Me pregunto si me besará y si la alejaría en caso de que lo hiciera. Sería lo más razonable. Pero en este ritual de fuego, la razón ha desaparecido. Solo está Tess con la vela diciendo:

—Acuéstate.

Por un momento, me pregunto si nos están grabando, si esto se emitirá frente a todo el grupo y no solo perderé el papel de Lucía, sino que también seré ridiculizada. Pero cuando la miro a los ojos, me doy cuenta de que no es una broma. Esto es solo entre nosotras dos.

Es la prueba para Lucía.

Entonces, me acuesto en el frío suelo de madera, en medio del círculo de velas encendidas. Parece una auténtica ceremonia de ofrenda.

—Quítate los pantalones.

—¿Cómo?

—No voy a arruinar nada. Tienes novio, ¿verdad?

Correcto. Jakob, que probablemente estará en casa preparando dulces de azúcar y mantequilla, preguntándose dónde estoy. No he pensado en él ni una vez. No hemos hecho algo tan excitante como esto en mucho tiempo. ¿Cómo voy a explicarle que tengo marcas de cera y quemaduras por todo el cuerpo?

Me quito los pantalones y los doblo a mi lado. Luego me apoyo sobre mis codos, lo que definitivamente me provocará algunos moretones, aunque el dolor sea insignificante.

Tess se agacha frente a mí y me pone una mano en la rodilla. Al acariciar mi muslo nota que está sudoroso. Está más caliente que la propia cera. El calor pasa por mis caderas y por mi estómago para acabar palpitando entre mis piernas. Mirándome profundamente a los ojos, separa suavemente mis piernas.

—Esto te va a doler más.

Me encojo de hombros. Estoy deseando que llegue ese momento. Llega el dolor. Necesito pensar en otra cosa. Necesito distraerme y dejar de pensar en que Tess está entre mis piernas. No había pensado en ella de esta manera antes, pero ahora es imposible ver nada más. Me la imagino quitándome la ropa interior y colocando su lengua sobre mi vagina. No puedo pensar en otra cosa. «Para ya», trato de decirme a mí misma. «Estás aquí para ganar».

Pero Tess acaricia mi pierna, dejando que sus dedos aterricen en el hueco de mi rodilla y empuja hacia arriba para que la parte inferior de mi muslo quede expuesta. Un rubor se extiende por mi rostro. Mis bragas delatan lo excitada que estoy. Está tan cerca de mi vagina… No hay forma de convencerme a mí misma, ni a ella, de que no estoy excitada. Mi vagina pide atención a gritos. Nuestros ojos están bloqueados mientras deja caer la primera gota en la parte trasera de mi muslo. Tenía razón. Duele más. Me pica como si me hubiera penetrado la piel con una aguja gruesa. El dolor me tensa el cuerpo y vibra sobre mi piel, lo que hace que me avergüence por mi reacción. Tess vuelca unas gotas un poco más cerca de mi ingle. La sensación de calor golpea mi vagina con mucha fuerza, estimulándome y haciendo que el dolor desaparezca. Suelto un pequeño gemido, un gemido involuntario. Cuando la miro a los ojos, con su cabeza entre mis rodillas, sonríe como si hubiera ganado.

—Así que te gusta gritar, ¿no?

—No he gritado.

Entonces, Tess empuja la vela contra mi vagina. Unas gotas de cera caen en mi pubis, traspasando mis bragas negras de encaje. La parte redonda y caliente frota mis labios vaginales y mi clítoris a través de la tela. Lo que provoca que grite y coloque mi cabeza hacia atrás. Un gemido suave y animal. Es un contacto duro y directo, lo que provoca que por impulso, mis piernas caigan a los lados. Debe de parecer que estoy desesperada y que soy una golfa.

—Joder, Julia.

Parece satisfecha por mi reacción. Como si fuera caramelo, la cera se sigue deslizando sobre mi cuerpo. Me siento pegajosa y también siento que la vela sigue presionada contra mi vagina. Siento que podría correrme en cualquier momento, lo cual es absurdo y no está nada bien. Pero cuando dice mi nombre así, como lleva haciendo toda la noche, pienso en suplicarle que lo haga de nuevo y que quite la mano al mismo tiempo. Vuelve a presionar la vela y siento el suave placer contra mi clítoris. Quiero llorar de placer. Mi vagina está ardiendo. Necesito todo mi autocontrol, lo poco que me queda, mientras estoy tumbada de espaldas con las piernas abiertas, para no empujar hacia la vela. En lugar de eso, me levanto, agarro su mano y observo sus ojos marrones oscuros.

—¿Seguro que tú no gritarías? —digo, sorprendida por la fuerza de mi propia voz.

—Seguro.

Le arranco la vela de su mano y me agacho frente a ella colocando mis rodillas a centímetros de las suyas. Tan cerca que puedo sentir su respiración. Su dulce aliento es tentador, pero no la beso. Usando solo las yemas de mis dedos le bajo una vez más la camisa por detrás del hombro. Su piel está hinchada por la cera, la cual permanece en su piel suave. Entonces dejo que mis labios caigan. Usando la punta de mi lengua, lamo las marcas de las quemaduras. Tiene que doler, pero me tomo mi tiempo. Coloco mis dientes contra su cuello expuesto y muerdo. Tess jadea y siento cómo sus hombros y su pecho se elevan silenciosamente. Experimentando con mis movimientos, trato de averiguar qué quiere, qué la haría gemir. Acaricio la parte exterior de su camisa y paso por su cintura hasta llegar a su pecho. Su sostén es fino, lo que me permite sentir sus pezones duros bajo la palma de mi mano. Su respiración se detiene cuando comienzo a tocar sus pezones.

—Quítatelo —digo.

Me mira parpadeando.

Tess debe de pensar que le estoy tomando el pelo, ya que es algo que suelo hacer. Pero esta vez no. Así que me saco la camisa por la cabeza, me desabrocho el sujetador negro y me siento frente a ella. Solo llevo puestas las bragas, pero me las quito también. Estoy completamente desnuda frente a ella bajo la luz tenue. Ella hace lo mismo. Se desnuda y se acuesta de espaldas. Está preciosa. Sus pechos redondos caen hacia un lado. Observo sus caderas, grandes y voluptuosas, para después fijar mi mirada en el triángulo negro de pelo rizado y espeso. Coloco mi mano sobre uno de sus pechos redondos para volver a sentir su pezón contra mis dedos. Lo pellizco y observo cómo abre la boca. Su estómago muestra que su respiración ha aumentado.

El suelo cruje cuando alcanzo otra vela. La sostengo sobre su cuerpo, acariciando la suave parte inferior de su seno hacia su estómago. Con la punta de mis dedos, acaricio su suave y difuso vello púbico, goteando cera sobre él, como si fuera hierba cubierta de rocío. Tess empuja sus caderas hacia arriba, saltando por el dolor. Pero reconozco ese movimiento. Su cuerpo quiere que lo toquen. Y yo también lo deseo. Mis dedos están ansiosos por sentirla, por fuera y por dentro. Quiero sentir su vagina caliente y húmeda alrededor de mis dedos. Y más que eso, quiero escucharla. Su muslo vibra cuando le echo una gota de cera junto a sus labios vaginales, lo que provoca que se balancee. Pero las velas fueron idea de Tess, por lo que sé que está excitada. Está a punto de explotar. Una gota más y lo hará. Estoy deseando que lo haga.

—Cierra los ojos —le digo.

Hace lo que le digo e inclina la cabeza hacia atrás, lo que provoca que su cabello negro se extienda por el suelo.

Dejo que mi mirada vague hacia su vagina y observo sus labios oscuros cayendo a ambos lados, cada vez más húmedos debido a la proximidad con la abertura. Su clítoris marrón está hinchado. Vierto peligrosamente una gota de cera grande y espesa cerca de su clítoris. Aterriza justo donde termina su pubis y comienzan las partes sensibles. Su trasero se levanta del suelo en respuesta y sus dientes se clavan en su labio inferior. Sus dedos están blancos por el esfuerzo de presionarlos contra el suelo. Cuando veo que pasa la primera ola de dolor y comienza a relajarse, coloco mi pulgar contra su clítoris suave y húmedo y lo masajeo, rápidamente, un par de veces. Tess se pone la mano entre los dientes y muerde, pero se la aparto.

—No hagas trampas.

Me mira con los ojos brillantes y observo cómo una gota de sudor corre entre sus pechos hacia su estómago.

—No puedes hacerlo —continúo.

Pone los ojos en blanco en respuesta. La típica cara de Tess, indiferente y engreída. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a poner los ojos en blanco cuando es ella la que está de espaldas, con las piernas abiertas, lo suficientemente húmeda como para que pueda ver su vagina brillando mientras la luz de las velas acaricia su cuerpo desnudo? Tiro la vela y, mientras Tess la ve caer, rápidamente coloco un dedo en sus genitales húmedos. Con un movimiento rápido y preciso, la penetro con un dedo, presionando contra su punto G. Está caliente y mojada. Gimo por la sensación, como si me hubiera quitado un peso de encima. Finalmente, lo he conseguido. Pero mi gemido no es el más fuerte. El cuerpo de Tess se tensa debajo de mí y su vagina se contrae alrededor de mi dedo. No puede evitar gemir de placer. Un resonante y maravilloso gemido, ligero y vibrante a la vez. Y justo después de eso:

—Joder.

Con las mejillas tensas por mi gran sonrisa, empujo mi dedo hacia dentro de nuevo con fuerza, lo que provoca que Tess diga de nuevo:

—Joder.