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En 2015, el papa Francisco dirigió al mundo una exhortación de gran valor espiritual, ético y político, la encíclica Laudato si', una 'reflexión al mismo tiempo alegre y dramática' sobre el grave deterioro ambiental de nuestro planeta, sobre el despilfarro de recursos naturales y humanos provocado por sistemas económicos y políticos escandalosamente injustos e irresponsables. Asimismo, la encíclica era una invitación franciscana a 'reconectarnos' con todos los seres vivos y con la Tierra que todos habitamos. En este libro, Carlo Petrini, fundador de la asociación internacional Slow Food y experto en ciencias gastronómicas, recopila una serie de conversaciones que mantuvo con el papa Francisco a propósito de su encíclica. Concebidas como etapas de un diálogo único y coherente, las tres charlas comienzan en la ecología, pero avanzan sobre cuestiones como los cada vez más exagerados desequilibrios económicos, la violencia que representan las injusticias sociales, la brecha cultural... Los escritos originales de Petrini se alternan con pasajes de documentos papales, como la intensa Exhortación apostólica Querida Amazonia, la profunda intervención '(Re)Thinking Europe' y las afectuosas exhortaciones a las comunidades Laudato si', sugiriendo nuevas formas de planificar la economía y la política, y de abrir horizontes fraternos al enfrentamiento entre laicos y religiosos y entre las diferentes culturas del mundo.
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Seitenzahl: 255
CARLO PETRINI
Terrafutura
Diálogos con el papa Francisco
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Colección Espiritualidad y Vida interior
TERRAFUTURA
Carlo Petrini
1.ª edición en versión digital: mayo de 2021
Título original: Heart
Traducción: Manuel Manzano
Maquetación: Juan Bejarano
Corrección: TsEdi, Teleservicios Editoriales, S. L.
Diseño de cubierta: Isabel Estrada sobre una fotografía de: © Servizio Fotografico-Vatican Media © 2020 Giunti Editore S.p.A., Firenze-Milano, www.giunti.it © 2020 Slow Food Editore S.r.l. Via Audisio, 5 - 12042 Bra (Cn) - Italia www.slowfoodeditore.it Por los textos del papa Francisco publicados en los tres diálogos y en la segunda parte del libro: © 2020 Libreria Editrice Vaticana
Maquetación ebook: leerendigital.com
© 2021, Sandeep Jauhar
(Reservados todos los derechos)
© 2021, Ediciones Obelisco, S.L.
(Reservados los derechos para la presente edición)
Edita: Ediciones Obelisco S.L.
Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida
08191 Rubí - Barcelona - España
Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23
E-mail: [email protected]
ISBN EPUB: 978-84-9111-739-1
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.
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Índice
Portada
Terrafutura
Créditos
Prólogo: Diálogos por la Tierra, Domenico Pompili
PRIMERA PARTE - TRES DIÁLOGOS
Introducción, Carlo Petrini
Diálogo del 30 de mayo de 2018
Diálogo del 2 de julio de 2019
Diálogo del 9 de julio de 2020
SEGUNDA PARTE - CINCO TEMAS
Biodiversidad
Biodiversidad, Carlo Petrini
De la Exhortación Apostólica Postsinodal, papa Francisco. Querida Amazonia (2020), papa Francisco
CAPÍTULO II. UN SUEÑO CULTURAL
CAPÍTULO IV. UN SUEÑO ECLESIAL
Economía
Economía, Carlo Petrini
De la Exhortación Apostólica. Evangelii Gaudium (2013), papa Francisco
ALGUNOS DESAFÍOS DEL MUNDO ACTUAL
Carta del santo padre Francisco a los movimientos populares (12 de abril de 2020)
Migraciones
Migraciones, Carlo Petrini
No se trata sólo de migrantes (29 de septiembre de 2019), papa Francisco
Educación
Educación, Carlo Petrini
Encuentro con los estudiantes y el mundo académico (1 de octubre de 2017), papa Francisco
Mensaje del santo padre para el lanzamiento del Pacto Educativo (12 de septiembre de 2019), papa Francisco
Comunidad
Comunidad, Carlo Petrini
(Re)Thinking Europe, COMECE (28 de octubre de 2017), papa Francisco
Mensaje del papa Francisco en el II Foro de las Comunidades Laudato si’ (6 de julio de 2019)
Agradecimientos
PRÓLOGO
DIÁLOGOS POR LA TIERRA
Domenico Pompili
La crisis ecológica de la Tierra es la crisis misma de la civilización técnicocientífica y constituye el cargo de acusación fundamental de uno de los mitos de nuestro tiempo: el progreso. En particular, está en crisis el modelo demagógico que ha tenido como resultado no sólo la acentuación de la brecha entre el norte y el sur del mundo, sino más radicalmente la descalificación de la vida humana. La cuestión ecológica se convierte así en la «figura» del malestar al que se enfrenta la humanidad.
Esto explica la relevancia del pensamiento del papa Francisco que indaga en «lo que le está pasando a nuestra casa».[01] Su análisis parte de causas profundas de carácter antropológico y ético, que están en la raíz del malestar. De esta manera, intenta arrojar luz sobre las matrices culturales que subyacen al actual proceso de crecimiento, con sus evidentes contradicciones. El dato que emerge es que el lugar de la perversidad de ciertos mecanismos en acción está constituido por la concepción meramente económica o economicista del desarrollo, concebida ingenua e irresponsablemente como un proceso directo, casi automático y en sí mismo ilimitado. Y no es así.
Y la pandemia en curso nos ha ofrecido más pruebas. Es una crisis que es ética, pero si se reflexiona más en profundidad, también es una crisis de naturaleza espiritual porque se cuestiona en qué han depositado su confianza los hombres del mundo occidental. De hecho, la relación vital que se establece entre una sociedad humana y su entorno natural no es simplemente el resultado de técnicas, sino que corresponde a un proceso metabólico que, en última instancia, depende de las elecciones de valor realizadas por el hombre. De hecho, la tecnología en sí es ciencia aplicada, ya que todas las adquisiciones científicas se utilizan tarde o temprano en el campo técnico para extraer el máximo de bienes y recursos de la naturaleza. De ahí la creencia de que las tecnologías y las ciencias naturales, según Jürgen Habermas,[02] siempre ocultan intereses humanos precisos y nunca ignoran ciertos valores. Estos intereses se regulan en base a los valores y convicciones fundamentales que inspiran a una empresa y, en todo caso, a la orientación cultural imperante. De ello se desprende que la crisis ecológica no se puede interpretar como un hecho exclusivamente técnico, sino que se refiere a una crisis más profunda, porque la muerte de los bosques «que nos rodean» se complementa con las neurosis psíquicas y espirituales que hay «en nuestro interior», y a la contaminación de las aguas corresponde la actitud nihilista ante la vida.
¿Cuál es la raíz de la loca carrera por un progreso tan deshumanizador? Sólo hay una respuesta: una voluntad desmesurada de dominar. Todas las adquisiciones de ciencia y tecnología se convierten inmediatamente en voluntad política para extender y consolidar el poder. De ahí una concepción del crecimiento entendida exclusivamente en términos cuantitativos, sin tener en cuenta el límite de los recursos y desatendiendo por completo las exigencias de carácter cualitativo derivadas de su fin: el auténtico desarrollo humano. Muy diferente es la cultura que está detrás de otras experiencias, quizá más arcaicas, donde el elemento rector no es simplemente el crecimiento, sino el equilibrio, y donde la relación entre el hombre y la naturaleza es bastante diferente. Serán las civilizaciones occidentales las que crearán una especie de concepción dicotómica entre cultura y naturaleza, entre conciencia y vida. Esta dicotomía conduce a una visión completamente instrumental de la naturaleza, considerada como un objeto externo sobre el que el hombre puede ejercer indiscriminadamente su dominio, y no más bien como un hábitat o ecosistema dentro del cual se desarrolla la vida humana, sino como una dimensión constitutiva del propio ser y de su propio devenir.
¿Cómo se llegó a esta situación? Contrariamente a la opinión común, según la cual fue la religión judeocristiana la que ofreció la base para una subyugación de la naturaleza por parte del hombre,[03] el pensamiento social de la Iglesia permite que emerja un hecho: es la escasa comprensión del dato bíblico lo que ha perjudicado, en particular la censura en torno a la categoría de creación. Existe una suerte de contraprueba histórica: el precepto divino «Sed fecundos y multiplicaos» tiene al menos tres mil años, mientras que la cultura expansionista de Europa, que comenzó con el descubrimiento de América, surgió hace apenas cuatrocientos años. Por tanto, las causas desencadenantes de esta devastación de la naturaleza deben buscarse en otro lugar y precisamente, como sostiene J. Moltmann, en la llamada religión de la modernidad, o en la idea que se ha hecho de Dios el hombre moderno. De hecho, el comienzo del mundo moderno también marca el comienzo del «fin de la naturaleza» y, por razones económicas y técnicas, también de la imagen de Dios que se ha impuesto desde el Renacimiento en adelante. Es una concepción centrada unilateralmente en la omnipotencia divina, a la que pertenece el mundo, de la que, sin embargo, se desprende claramente por qué el Todopoderoso está atrapado en su trascendencia inaccesible. Y así, ante un «Dios» pensado «sin el mundo», se destaca «un mundo» concebido «sin Dios», y, por tanto, desprovisto de su misterio y ahora presa de su «desencanto».[04] De esta imagen distorsionada de lo divino soberanamente «sólo», acabamos por analogía en la igualmente problemática del hombre que se concibe a sí mismo como «señor» y «amo» de la Tierra. El hombre dispone de la Tierra por el conocimiento que posee, porque «el conocimiento es poder» (F. Bacon).[05] De hecho, es la ciencia y la tecnología las que hacen a los hombres dueños y poseedores de la naturaleza, como afirma Descartes en su teoría de la ciencia.[06] No cabe duda de que las corrientes filosóficas que se asentaron en los siglos XVI y XVII en conjunción con los grandes trastornos de los sistemas socioeconómicos europeos, proporcionaron una base racional para la escisión entre el cosmos y el hombre, habiendo perdido ahora el auténtico horizonte bíblico y habiéndose contraído la imagen de lo trascendente en un sentido rígidamente monoteísta.[07]
La pregunta que se impone ante la catástrofe ecológica es la siguiente: ¿somos dueños de la naturaleza o somos más bien parte de la gran familia de la naturaleza que hay que respetar? Las selvas tropicales realmente nos pertenecen y, por lo tanto, ¿podemos decidir deforestarlas y quemarlas?, ¿o representan el hogar de innumerables plantas y animales, una porción de esa Tierra a la que nosotros también pertenecemos? ¿Es la Tierra «nuestro» medioambiente, nuestro «hogar» planetario, o no somos más que invitados, los últimos que llegamos a esta realidad que nos tolera con tanta paciencia y generosidad? Laudato si’ responde claramente a estas preguntas en el capítulo cuarto, titulado «Una ecología integral» (núms. 137-162). «Cuando hablamos de “medioambiente”, también nos referimos a una relación particular: la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide considerar la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos compenetrados con ella… No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una única y compleja crisis socioambiental» (LS 139). Ya que el hombre es constitutivamente un «ser-en-el-mundo», su desarrollo también depende de la correcta relación que establece con la naturaleza, a la que es inherente un orden intrínseco, basado en la estructura de las diversas categorías de seres que la componen y en la conexión mutua que existe entre ellos. La invitación es volver a la armonía con la Tierra, teniendo en cuenta el contexto postindustrial en el que nos encontramos, ahora con fuerte tracción digital, sin incurrir en una «nostalgia bucólica» indebida, pero también sin caer en desastres ambientales irresponsables. La dimensión global de la ecología integral requiere un nuevo enfoque de estos problemas y una nueva forma de pensamiento: una nueva episteme, un tipo de conocimiento riguroso y comprensivo.
De esta forma necesaria de conocimiento, los diálogos que siguen entre el papa Francisco y Carlo Petrini muestran el «parámetro interior»[08] esencial, una especie de instancia última, capaz de garantizar la humanización de los procesos históricos en curso. Por tanto, es necesario desarrollar una forma de conocimiento (¿queremos llamarlo «sabiduría»?) que se convierta cada vez más en patrimonio de la sociedad y que nos haga soñar[09] con un mundo diferente al que hemos construido hasta ahora. Sólo así podrá el proceso de globalización, más que inmediatamente fatalista, regirse bajo el signo de la ética, es decir, de la sabiduría.
La dimensión ética, en cambio, no puede basarse simplemente en buenos sentimientos o en auténticas convicciones personales que son también premisa necesaria, sino que está llamada a expresar una mirada realista sobre el hecho histórico, consciente de los continuos riesgos y sorpresas que surgen del impredecible entrelazamiento de las relaciones humanas. Además, la razón ética sólo podrá jugar un papel mediador y unificador si viene a definir de manera operativa los valores y las normas morales, tratando de sacar a la luz los factores, las leyes, los mecanismos que las ciencias pueden y deben estudiar. La instancia ética debe ser capaz de crear una verdadera comparación interdisciplinar para que cada rama científica pueda ofrecer su punto de vista, identificando su campo gravitacional en la dimensión personal y social del individuo humano. Finalmente, este intenso debate debe verificarse en el sentido de captar la formación o no de un consenso adecuado de todos los operadores científicos, con la esperanza de ampliar las adquisiciones teóricas y prácticas a la misma opinión pública. En este sentido, la creación de las Comunidades Laudato si’, ahora generalizadas en varias regiones de Italia, es un signo concreto y una posibilidad real.
Sin reunir a todas las personas de buena voluntad y todas las habilidades, será difícil introducir cambios decisivos para transformar la experiencia humana. Esta perspectiva de abajo hacia arriba y singularmente pragmática está en el origen del encuentro entre el papa Francisco y Carlo Petrini. Ambos están interesados en la Tierra y su futuro. De ahí su enfrentamiento que conjuga inmediatez y profundidad, permitiendo que surjan caminos para una ecología que deja de ser bandera y se convierte en elección. Por la vida de la Tierra.
[01]. Véase Francisco, Laudato si’, capítulo I, 2015.
[02]. Véase J. Habermas, Conoscenza e interesse, Laterza, Bari, 1973, p. 280. A este autor se debe también lingüísticamente el concepto de «interés guía del conocimiento».
[03]. Entre los diversos autores que cuestionan la teología en relación con el discurso ecológico, está J. W. Forrester, que afirma categóricamente: «El cristianismo es la religión del crecimiento exponencial» (cf. ID., World Dynamics, Cambridge 1971), y sobre todo Carl Amery, en un libro cuyo título es provocador: End of Providence. Le disgraziate conseguenze del cristianesimo. Según Amery, la catástrofe que nos amenaza se formaría a la sombra de la idea judeocristiana del dominio ilimitado del hombre sobre el mundo: ese «dominar la tierra» del Génesis 1:28 habría dado paso a una dinámica imparable, cuyos resultados son el constantinismo con la creciente injerencia de la Iglesia en los asuntos temporales, el control de las rentas agrícolas por parte de los dominios eclesiásticos medievales, la ética calvinista del lucro y, finalmente, la moral de producción y consumo vigente hoy en día. Últimamente las acusaciones se han vuelto más matizadas. Esto también se debe al gran desarrollo de la doctrina social de los papas en la segunda mitad del siglo XX: desde Juan XXIII con Pacem in terris (1963) hasta Pablo VI con Populorum Progressio (1967), desde Juan Pablo II con Sollicitudo rei socialis (1987), Benedicto XVI con Caritas in veritate (2009) hasta Francisco con Laudato si’ (2015).
[04]. Véase M. Weber, L’etica protestante e lo spirito del capitalismo, Florencia, Sansoni 1970.
[05]. «A partir de Francis Bacon y Descartes, conocer significa dominar: quieres conocer la naturaleza que está fuera para dominarla. Y quieres dominarla para apropiarte de ella y hacer lo que quieras con ella. Es pensar con la mano que agarra: comprender (Begreifen) - obtener un concepto o haber entendido (Begriff) - sostener en la mano (im Griff). La razón de la llamada civilización “técnicocientífica” ya no se entiende como un órgano perceptor, sino como un instrumento de poder. Según Immanuel Kant, quien expresó la visión de Newton del mundo en conceptos filosóficos, la razón de las ciencias naturales del mundo moderno “ve sólo lo que produce según su propio diseño” y pretende “obligar a la naturaleza a responder a sus preguntas”. La razón humana se enfrenta a la naturaleza como juez en el interrogatorio de testigos contradictorios. Para Francis Bacon, “el experimento es la tortura que sufre la naturaleza para que pueda responder a las preguntas que le hacemos y así revelarnos sus misterios”». Véase J. Moltmann, Dio nel progetto del mondo moderno, Queriniana, Brescia, 1999, p. 136.
[06]. R. Descartes, Discorso sul metodo, Laterza, Bari, 1965, p. 169.
[07]. Véase A. Autiero, «Esiste un’etica ambientale?», en M. Mascia, R. Pegoraro, Da Basilea a Graz. Il movimento ecumenico e la salvaguardia del creato, Gregoriana Libreria Editrice, Padua, 1998, pp. 3-30.
[08]. «Si el desarrollo tiene una dimensión económica necesaria, ya que debe proporcionar al mayor número posible de habitantes del mundo la disponibilidad de bienes esenciales para “ser”, no termina en esta dimensión. Si se limita a esto, se vuelve en contra de aquellos a quienes le gustaría favorecer. Las características de un desarrollo pleno “más humano”, que –sin negar las necesidades económicas– es capaz de seguir el ritmo de la auténtica vocación del hombre y de la mujer, fueron descritas por Pablo VI […] Un desarrollo que no es sólo económico se mide y orienta según esta realidad y vocación del hombre entendido, es decir, según un parámetro interior» (Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, pp. 28-29).
[09]. Dar voz a una nueva imaginación de lo real es lo que propone la Exhortación Apostólica postsinodal Querida Amazonia, que lleva la fecha del 2 de febrero de 2020, cuando el virus ya comenzaba a extenderse por nuestro hermoso país. Para los observadores, la elección del Sínodo Panamazónico (Roma, 6 al 27 de octubre de 2019) y luego la Exhortación a centrarse en el bioma de la Amazonia parecían no tener relevancia global. En realidad, detrás de esto se encuentra la apuesta más importante. Estamos en una fase aún de plena pandemia global en la que es más fácil entender que «todo está conectado» (LS 16; 91; 117; 138; 240) y que el ser humano no es un individuo aislado, sino una persona en relación. Un punto de inflexión social y cultural que preludia una «transición ecológica» (Gael Giraud) también podría reorientar incluso el propio servicio eclesial, en la dirección de cada ser humano y de todos los seres humanos.
PRIMERA PARTE
TRES DIÁLOGOS
INTRODUCCIÓN
Carlo Petrini
El 13 de septiembre de 2013, estaba en París por asuntos de trabajo cuando sonó el teléfono. Número desconocido, recitaba el teléfono móvil. «Soy el papa Francisco», atacó mi interlocutor y, entre incrédulo y emocionado, iniciamos una conversación que terminó con un abrazo virtual. Una semana antes le había escrito una carta tras su primer viaje pastoral a Lampedusa como muestra de solidaridad con los migrantes de la ruta del Mediterráneo; pero nunca imaginé que escucharía su voz al otro lado del teléfono. Hablamos de tierra, de ecología, de alimentación y de religión. Hablamos de nuestras abuelas y de la sabiduría campesina piamontesa. Nos reímos y prometimos vernos pronto. Después de esa primera llamada telefónica, siguieron varios intercambios de correspondencia hasta que, junto con mi amigo el monseñor Domenico Pompili, obispo de Rieti, lanzamos la idea de las Comunidades Laudato si’.[10] Grupos espontáneos y heterogéneos de personas de los más variados orígenes, unidos por el deseo de dar pie al concepto de «ecología integral», tema central de la encíclica Laudato si’ del papa Bergoglio. La ocasión era propicia y los tiempos eran los apropiados; fuimos a presentar personalmente el proyecto al santo padre. La armonía fue inmediata. Somos dos personas con antecedentes y experiencias extremadamente diferentes, pero nos reconocimos rápidamente. Un agnóstico y un papa, un excomunista y un católico, un italiano y un argentino, un gastrónomo y un teólogo. De ese primer encuentro nació la idea de unos diálogos que pudieran convertirse en libro. Las siguientes páginas son el fruto de este intercambio, que se ha desarrollado en tres reuniones diferentes a lo largo de tres años. Hemos optado por no actualizarlos y dejarlos como estaban para que mantengan su posición histórica y sean hijos del momento en que se llevaron a cabo. Tres charlas para intentar investigar algunos de los grandes temas de nuestro tiempo con ligereza, pero sin superficialidad, con seriedad, pero sin circunspección. Tras los diálogos, en cambio, encontrarás información en profundidad sobre temas individuales, fruto de reflexiones individuales pero coherentes y paralelas. Buena lectura.
[10]. En Amatrice, una tierra herida varias veces por los terremotos, las Comunidades Laudato si’ se han propuesto crear un centro de estudios internacional dedicado a la ecología integral, llamado «Casa Futuro - Centro Studi Laudato si’». La recaudación del libro se destinará a este proyecto, con el propósito específico de rehabilitar un edificio dañado por el terremoto, que se convierte en el lugar donde jóvenes y mayores pueden reunirse para iniciar caminos de reflexión e intercambio, participar en eventos educativos y seguir cursos de formación innovadores. (N. del E.)
DIÁLOGO DEL 30 DE MAYO DE 2018
CARLO PETRINI:Esto es para usted, un libro que escribí con José «Pepe» Mujica y con Luis Sepúlveda. Se llama Vivere per qualcosa.
PAPA FRANCISCO: Lo leeré de buena gana.
C: Somos tres personas un tanto particulares, cada una con sus peculiaridades, pero enseguida nos llevamos bien. Tenemos un gran respeto unos por otros. También siento una enorme admiración por Pepe y Luis porque son personas extraordinarias, que han dedicado su vida al activismo y a la lucha por un mundo mejor. Lucharon sin dejarse doblegar por los acontecimientos y siempre manteniendo la espalda recta.
F: Pepe es bueno, es muy bueno, es alguien que ha pasado por el servicio público sin ensuciarse. ¡Continuó siendo campesino!
C: Es un fenómeno. Y Luis Sepúlveda también es una gran persona. Nos preguntaron por qué vale la pena vivir y nosotros tratamos de responder a la pregunta. Y coincidimos en que por lo que vale la pena vivir es por el compromiso con una causa justa. Por muy agotador que sea, ésta es la verdadera fuente de felicidad.
F: Muy bien, se lo agradezco. Sigamos con los presentes que le he traído yo: este libro es una entrevista que me hizo Dominique Wolton, en francés; ésta es la traducción italiana.
C: ¡Gracias, la edición italiana es preciosa! Leí la versión francesa y me llamó la atención el contenido, realmente muy interesante.
F: No he leído la versión italiana. Leí la francesa antes de que se imprimiera.
C: Yo leí todo el libro en francés y encontré algunas cosas hermosas en él. Cuando habla del humor me llamó la atención en particular.
F: ¡El humor es importante!
C: Habla a menudo de la importancia de no tomarnos demasiado en serio y de saber reírnos de nosotros mismos, de nuestras debilidades. Hay un pasaje en particular en el libro de Wolton en el que usted dice que el sentido del humor es lo que, a nivel humano, se acerca más…
F: A la gracia. Para mí está en el límite con la gracia de Dios. Para mí es el estado más alto de la persona, en el umbral de Dios. Sólo una persona de cierto nivel puede tener sentido del humor. Éste es un pequeño recordatorio de mi quinto año de pontificado, esperando que no sea el último.
C: Y luego está la mención de la poesía de Tomás Moro, donde reza pidiendo a Dios que lo ayude a no tomarse demasiado en serio y a saber siempre reírse de sí mismo. Lo encontré extremadamente moderno y profundo, tanto que, como agnóstico, lo hice mío.
* * *
C: Bueno, Francisco, escuche: la idea de esta entrevista nació de la reunión que tuvimos hace unos meses y hoy le agradezco esta valiosa disponibilidad. Si de esta charla surgiera un pequeño libro, integrándolo con algunos de sus discursos más significativos de los últimos años, podría ser una bonita forma de celebrar los tres años desde la publicación de su Encíclica Laudato si’ y de dar fuerza a las comunidades que, en nombre de los principios que propone, están naciendo y creciendo en Italia y en el mundo. Las Comunidades Laudato si’ son grupos espontáneos que se reconocen en la ecología integral y en un compromiso concreto con el cuidado de nuestra casa común. Es una manera de pedir a todos que se sientan involucrados en la protección del patrimonio común y en la lucha contra las injusticias sociales. Me gustaría que esta entrevista fuera una herramienta más para ellos también, porque creo que nunca antes fue tan necesario reconstruir espacios de participación activa y de agregación. Debemos volver a reunirnos, a trabajar juntos para intentar cambiar a nuestro pequeño ritmo, para que se genere la transformación global que se necesita.
F: Sí, sí, absolutamente.
C: Entonces empezaría por la encíclica Laudato si’. Un documento que ha cambiado el escenario del discurso ecológico y social y ha llevado el pensamiento de la Iglesia católica a terrenos hasta ahora no explorados a fondo, al menos en el nivel más alto. Tres años después de la publicación de este texto, ¿qué impresión tiene del impacto que ha generado a todos los niveles, incluso entre los no creyentes? Quizá todavía no todos hayan comprendido el alcance de su contenido, pero no hay duda de que es un punto sin retorno desde una perspectiva intelectual y moral. Es un documento de extraordinaria fuerza, que verdaderamente puede constituir el punto de partida para inspirar conciencias y acciones.
F: Hablando de la génesis de este texto y de su impacto, pienso que se dio en un momento decisivo y que sirve para explicar lo que pasó después. Antes que nada, debo decir que yo no escribí toda la Encíclica. Llamé a científicos y a académicos que trabajaron mucho en los problemas y me ayudaron enormemente a aclararlos. Junto a ellos había teólogos y algunos filósofos, también de absoluto valor. Con todo este material trabajé en la composición final del texto y en su organización. Pero Laudato si’ es fruto del trabajo de muchas personas.
Un tiempo antes de terminar este recorrido, fui a Estrasburgo y allí estaba Ségolène Royal, entonces ministra de Medio Ambiente del Gobierno francés. El presidente Hollande la había enviado para representarlo. Y la ministra, tanto a la llegada como a la salida, mostró mucho interés por este trabajo, que se sabía que aún se estaba elaborando, pero del que no había avances salvo alguna referencia a los temas de la casa común y de la justicia social. «¿Entonces, está escribiendo sobre estos temas?», me preguntó, y agregó: «Esto es muy importante, será un texto de gran impacto, muchos lo están esperando». Fue en ese momento cuando por primera vez me di cuenta de la centralidad de este texto y su importancia para los temas que tocaba. Hasta entonces no sabía que causaría tanto revuelo, pero ese día me di cuenta de que las expectativas iban en aumento y que se esperaba una voz fuerte en esa dirección. Luego salió bien: tras su publicación, vi que la mayoría de la gente, aquellos que se preocupan por el bien de la humanidad, la leen y la aprecian, la utilizan, la comentan, la citan. Creo que ha sido aceptada casi universalmente.
C: Entonces dice que, incluso a nivel personal, esta atención a los problemas ambientales ha madurado con el tiempo. Recuerdo que el 1 de octubre de 2013, me escribió una carta después de la llamada telefónica que tuvimos la semana anterior. Me escribió que Terra Madre, nuestra red de agricultores, pescadores, artesanos, cocineros, investigadores, indígenas y pastores que aglutina a 6000 comunidades de 170 países alrededor del mundo, estaba muy en línea con el tema del cultivo y de la custodia de la creación. Y cuando, casi dos años después, salió la Encíclica, pensé que quizá en 2013 ya tenía la idea de interpretarlo así, estaba convencido.
F: En realidad, en 2013 todavía no. O, mejor dicho, fue un largo viaje que ciertamente ya había comenzado en 2013. Cuando, en 2007, fui como obispo de Buenos Aires a la V Conferencia de Obispos de América Latina y del Caribe en Aparecida, Brasil, recuerdo la fuerza con la que los obispos brasileños hablaron de los grandes problemas de la Amazonia. A cada oportunidad planteaban el tema, invirtiendo ríos de palabras sobre las implicaciones ambientales y sociales de los temas en juego. Recuerdo bien haberme sentido molesto por esa actitud y haber comentado también: «¡Estos brasileños nos vuelven locos con sus discursos!». En ese momento no entendía por qué nuestra asamblea de obispos debía estar dedicada al tema de la Amazonia; para mí, la salud del pulmón verde del mundo no era una preocupación, ¡o al menos no entendía qué tenía que ver con mi papel de obispo! Sin embargo, a medida que pasaban las horas, el equipo de redacción del documento final continuó recibiendo solicitudes sobre este frente, incluso de colombianos y ecuatorianos. Insistí en dejarlas de lado, diciéndome que no entendía esa urgencia e insistencia. Ha pasado mucho tiempo desde 2007 y he cambiado por completo la percepción del problema medioambiental. Entonces no lo entendí y siete años después escribí la Encíclica.
C: ¡Es una hermosa historia! ¿Y cree que es también por eso por lo que una parte de la Iglesia ha tardado en introyectar el contenido de la Laudato si’? ¿O sólo es mi impresión?
F: Estoy de acuerdo, eso es cierto. Y como he dicho, al principio, ni siquiera entendía estos temas. Luego, cuando comencé a estudiarlos, me di cuenta, me quité la venda de los ojos. Creo que es correcto dar tiempo a todo el mundo para que comprendan. Al mismo tiempo, sin embargo, también debemos apresurarnos a cambiar nuestros paradigmas si queremos tener un futuro.
C: Ahora quería preguntarle algo más. Sabe que soy agnóstico…
F: Agnóstico piadoso. Usted siente piedad por la naturaleza y ésa es una actitud noble.
C: (Se ríe). «Agnóstico piadoso» es una buena definición, me faltaba. Al leer lo que escribió en sus años de pontificado y escuchar sus intervenciones, he visto cuánto ha puesto el acento en la petición de que los agnósticos, y más generalmente los no creyentes, respeten lo trascendente. Lo entiendo y sólo puedo estar de acuerdo. Sin embargo, tengo la impresión de que estos dos mundos, el creyente y el secular, siguen marchando paralelos y les cuesta un gran esfuerzo contaminarse y dialogar seriamente. No existe el hábito de la confrontación y la acción común entre creyentes y no creyentes, incluso en un momento en que los grandes desafíos sociales y ambientales a los que nos enfrentamos requerirían un compromiso y esfuerzo compartido por parte de todos los hombres de buena voluntad. No es posible lograr esta unión de intenciones. Quizá también sea un problema de lenguaje y palabras. Permítame dar un ejemplo que me parece particularmente significativo de la dificultad de la interacción: el Año de la Misericordia, que usted proclamó en 2016. El mundo de los no creyentes vivió este evento de una manera muy marginal, a pesar de que el tema es crucial y aunque todos estamos llamados a practicarlo. Sin embargo, la palabra «misericordia» se ha dejado completamente en manos del mundo católico, y los no creyentes no entendemos el potencial cultural y político de este mensaje, lo experimentamos como algo que no nos concierne en absoluto.
F: