Tierras sin palabras - Virginia Woolf - E-Book

Tierras sin palabras E-Book

Virginia Woolf

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Beschreibung

Los ensayos que Virginia Woolf dedicó a la estética y a las artes plásticas y visuales son inferiores en número, y quizás en incidencia, a sus ensayos sobre literatura o a aquellos acerca de tópicos sociales y culturales, mucho más conocidos. Pese a lo anterior, los trabajos dedicados a la pintura, al dibujo, a la caricatura, al cine, a la representación y a las relaciones entre arte, política y sociedad ocupan un lugar importante en su obra. Aparecidos de manera ocasional en publicaciones periódicas y, por ende, dispersos hasta la compilación realizada años después por su esposo Leonard, sus textos sobre arte trazan un panorama que ayuda a enriquecer la visión que tenemos de las ideas artísticas de la escritora y, en general, del grupo de Bloomsbury. De acuerdo con Virginia Woolf, la pintura es una "tierra sin palabras", pero aun así sus ensayos de crítica, algunos compilados aquí, son una celebración del lenguaje.

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Seitenzahl: 197

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Woolf, Virginia, 1882-1941

Tierras sin palabras: ensayos sobre arte, pintura y cine / Virginia Woolf; traducción, notas y prólogo de Efrén Giraldo, Juanita Vélez Olivera. – Medellín: Editorial EAFIT, 2024.

194 p.; 21 cm. – (Letra x letra. Traducción)

ISBN: 978-958-720-889-4

ISBN: 978-958-720-890-0 (versión EPUB)

ISBN: 978-958-720-921-1 (versión PDF)

1. Ensayos ingleses – Siglo XIX. 2. Woolf, Virginia, 1882-1941 - Ensayos, conferencias, etc. 3. Arte inglés – Ensayos, conferencias, etc. 4. Arte y literatura. 5. Cine – Ensayos, conferencias, etc. 6. Cine y literatura. I. Giraldo, Efrén, trad. II. Vélez Olivera, Juanita, trad. III. Tít. IV. Serie.

824.8 cd 23 ed.

W913

Universidad Eafit - Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas

Tierras sin palabrasEnsayos sobre arte, pintura y cine

Primera edición: agosto de 2024

© Virginia Woolf

© De la traducción:

Efrén Giraldo y Juanita Vélez Olivera

© Editorial EAFIT

Carrera 49 No. 7 Sur - 50

http://www.eafit.edu.co/editorial

Correo electrónico: [email protected]

ISBN: 978-958-720-889-4

ISBN: 978-958-720-890-0 (versión EPUB)

ISBN: 978-958-720-921-1 (versión PDF)

Diseño y diagramación: Margarita Rosa Ochoa Gaviria

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial.

Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia. Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158, emitida el 13 de febrero de 2018.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Contenido

Prólogo

De The Essays of Virginia Woolf. Vol. I (1904-1912)

Retratos de lugares

Arte y vida

De The Essays of Virginia Woolf. Vol. III (1920)

Imágenes y retratos

De The Essays of Virginia Woolf. Vol. IV (1925-1928)

El cine

Imágenes

¿Es la ficción un arte?

El estrecho puente del arte

De The Essays of Virginia Woolf. Vol. VI (1933-1941)

Prefacio al Catálogo de pinturas recientes de Vanessa Bell

Por qué el arte sigue a la política hoy

De The London Scene (1975)

Abadías y catedrales

Ensayos no reunidos en libros

Walter Sickert, una conversación

El artista y la política

Roger Fry: una serie de impresiones

Textos críticos

El arte de la literatura y la literatura del arte: reflexiones sobre los límites de la representación

Tipos, tinta, papel: Virginia Woolf, editora

Notas al pie

Prólogo

La pregunta por las relaciones entre la literatura y la pintura constituye uno de los capítulos más interesantes del pensamiento estético y artístico moderno. Los límites, cruces, vecindades y colaboraciones aparecen de manera reiterativa como objeto de reflexión en la obra de críticos, teóricos, artistas y escritores de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En primera instancia, domina la inquietud, muy propia del modernismo, sobre qué define el área específica de competencia de cada disciplina artística junto con la pregunta por el tipo de problemas particulares que deberían ocupar a artistas plásticos y escritores. Tales intereses se vuelven más útiles para la revisión de la historia de las ideas cuando se abordan obras en las que los creadores parecen haberse visto sometidos al influjo profundo de ambas artes. Se trata de una suerte de conciencia separatista de la creación, pero amparada en un espíritu de reconocimiento de la unidad que subyace a las diferentes formas de creación.

Los ensayos que Virginia Woolf (1882-1941) dedicó a la revisión de problemas estéticos “generales” y los vinculados específicamente con las artes plásticas y visuales son inferiores en número, y quizás en influencia, a sus ensayos sobre literatura o a aquellos acerca de tópicos sociales y culturales, mucho más conocidos. Y ni qué decir sobre la comparación con el legado narrativo expresado en sus novelas y cuentos, que hacen parte de la gran renovación del arte de narrar que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX. Aun así, como ha sido reconocido por los estudiosos de su obra, la actividad ensayística de Virginia Woolf integra con derecho propio uno de los corpus más importantes de la literatura en lengua inglesa de la primera mitad del siglo XX y constituye una especie de punto de mira ideal para observar las diferentes ideas y realizaciones estéticas que animaron a artistas y a creadores de distintos ámbitos. En este contexto del ensayo es donde los trabajos dedicados a la pintura, al dibujo, a la caricatura, al cine, a la representación y a las relaciones entre arte y política o entre arte y sociedad ocupan un lugar preponderante. Aparecidos de manera ocasional en publicaciones periódicas y, por ende, dispersos hasta la compilación realizada años después por su esposo Leonard, los textos ensayísticos de Virginia Woolf sobre arte trazan un panorama que ayuda a enriquecer la visión que tenemos de las ideas artísticas de la escritora y, en general, del grupo de Bloomsbury.

De los textos aquí reunidos, diez fueron compilados en colecciones y tres no fueron recogidos en libros. Hay en esta selección textos que se ocupan de obras artísticas o de trayectorias determinadas. Esto ocurre, por ejemplo, con la reseña que Virginia Woolf dedicó a una exposición de su hermana, la pintora Vanessa Bell (1879-1961), quizás la artista más representativa de vanguardia de Inglaterra, con el ensayo sobre el retratista y caricaturista Edmond Xavier Kapp (1890-1978) y especialmente con el diálogo ensayístico, al estilo de los ensayos dramatizados de Diderot y Wilde, sobre el pintor impresionista Walter Sickert (1860-1942). En el texto acerca de Sickert, Woolf despliega posiblemente la habilidad retórica más característica de la crítica de artes plásticas hecha por escritores y escritoras: la que permite sugerir lo visible a través de la descripción poética de la pintura, esta vez bajo el marco de una animada conversación entre diletantes.

Hay también textos que discuten, con un pie en la literatura y otro en las artes visuales, problemas a los que podríamos definir como “transversales”, si pensamos en la amplitud de las preguntas que se hacían los creadores de dicha época. En ensayos como los que Woolf dedicó a la ficción en tanto arte, a la representación literaria del espacio y a la relación del arte con la política, emergen preguntas sobre qué define a la literatura y cuál es su diferencia con respecto a otras expresiones artísticas, especialmente las que tienen a la imagen por medio específico. Esta diferencia, según puede extraerse de los ensayos de Woolf, subyace principalmente en el medio de cada una de las dos formas expresivas, pero también en los efectos y posibilidades recreativas. En estos casos, Woolf puede partir de ejemplos concretos (el extrañamiento del norteamericano Henry James frente a lo que para los ingleses pasa desapercibido, un texto crítico de Vernon Lee o un estudio de E. M. Forster), pero también dedicarse a la reflexión general acerca de los límites entre las artes, sobre el sentido de la vista o sobre el porvenir que tiene el arte narrativo en las nuevas circunstancias agenciadas por los cambios sociales y tecnológicos. En este contexto, un lugar especial tiene el ensayo “Imágenes” (“Pictures”), donde la autora reflexiona sobre las implicaciones de aceptar lo visual como un dominio para la creación literaria. Si bien Woolf parece aceptar una especie de teoría general de las artes, se nota en sus reflexiones que el punto de partida tiene por modelo a la literatura.

Esto lleva a considerar también otro de los textos importantes de la autora, “The Cinema”, que dedicó a reflexionar sobre el cine y la relación que este lenguaje, nuevo para la época, tenía con el arte de la novela. Allí, parece extender sus consideraciones acerca de las relaciones entre palabra e imagen que emergen en sus textos sobre pintura y literatura, para preguntarse, luego de hablar de la impresión que le produjo ver el estreno de El gabinete del doctor Caligari, por aquello que diferenciaría una narración de Tolstoi de su posible adaptación cinematográfica. Que el texto discuta una obra sin versión cinematográfica hasta el momento tiene todo el interés, pues pone de presente la vocación especulativa del ensayo.

Encontramos también en la presente selección un texto que, si bien no se ocupa del arte, resulta valioso porque presenta el perfil de uno de los más activos miembros del grupo de Bloomsbury: el artista, curador e historiador del arte Roger Fry (1866-1934), alrededor de cuyas ideas y actividades discurrió en buena medida la relación del famoso grupo inglés con la plástica, la artesanía y la decoración. Fry no solo fue un historiador, conferencista y crítico muy influyente (a él le debemos, por ejemplo, la adopción del concepto de posimpresionismo para referirse a la obra de los artistas de la generación de Cézanne, Van Gogh y Gauguin), sino que también fue un artista de renombre, que descolló en géneros tan disímiles como el paisaje y el retrato. El texto de Virginia Woolf sobre el amigo y maestro tiene un interés adicional: que no ha sido incluido hasta ahora en compilación alguna, pues fue descubierto en tiempos recientes entre los archivos de los Woolf. Hasta ahora, esta podría ser la compilación más exhaustiva de los ensayos de Virginia Woolf dedicados a la estética, las artes plásticas y visuales.

La importancia de la crítica de arte y la reflexión estética dentro del grupo de Bloomsbury se puede evidenciar en la notoriedad adquirida por las ideas de Clive Bell (1881-1964), esposo de Vanessa, y entre las cuales la más importante podría ser la de la “forma significante” (“significant form”), un concepto usado por primera vez en 1914 y aplicado no solo al arte moderno, sino a toda forma de arte precedente. Dentro de los miembros del grupo, no podríamos dejar de mencionar al pintor Duncan Grant (1885-1978), al biógrafo Lytton Strachey (1880-1932), a la pintora Dora Carrington (1893-1932) y al economista John Maynard Keynes (1883-1946). De hecho, debe recordarse que el círculo de intelectuales tomó el nombre de Bloomsbury en 1912, luego de que en Londres se abriera al público la influyente Segunda Exposición Posimpresionista, comisariada precisamente por Fry, la cual es hasta el momento la exhibición más grande dedicada en Inglaterra a esta generación de artistas franceses.

Vale la pena señalar en este punto que las artes visuales desempeñaron un papel muy importante en el grupo de Bloomsbury y, muy específicamente, en la vida y obra del matrimonio Woolf. Artistas, críticos y eruditos orbitaron alrededor de la creación y puesta en circulación de obras artísticas. De ahí que su preocupación por el acontecer artístico se viera reflejada en los comentarios, reseñas y críticas sobre artistas y exposiciones. En los críticos de esta generación se puede advertir cierta cercanía estética con las inquietudes de sus colegas de la plástica, y las consideraciones sobre expresión, representación y medio se notan en diferentes dominios creativos. De hecho, los problemas asociados a la gran transformación del lenguaje pictórico y a la mímesis de lo visual que encontramos en el expresionismo, el fauvismo y, sobre todo, en el cubismo influyeron de manera profunda en las preguntas sobre cómo narrar, una inquietud que Virginia Woolf contribuyó a responder con obras como Orlando, El cuarto de Jacob o Miss Dalloway. La cercanía con lo que hacían los artistas era no solo intelectual o social: la decoración y el comercio de arte hicieron parte de los emprendimientos del grupo de Bloomsbury, como la empresa Omega Workshops, fundada por Fry, que se cuenta entre las incursiones más importantes del grupo en los negocios, junto con la editorial Hogarth Press, fundada por el matrimonio Woolf en 1917.

Virginia Woolf publicó cerca de quinientos ensayos, también diarios, biografías, cartas, novelas y cuentos. Las primeras traducciones al español de dos de sus obras fueron publicadas en Argentina en 1936 (Un cuarto propio) y 1937 (Orlando: una biografía), respectivamente, bajo la editorial Sur y comisionadas por Silvina y Victoria Ocampo a Jorge Luis Borges. Estas traducciones y sus reediciones, así como las versiones de otras de sus obras que les siguieron, han privilegiado especialmente el cuento, la novela y la biografía y más recientemente su correspondencia. Tres guineas y Un cuarto propio y algunos textos de The Common Reader han sido las piezas ensayísticas más frecuentemente traducidas. Sin embargo, gran parte de su amplia obra crítica ha quedado fuera de las antologías y compilaciones que se han publicado en las últimas dos décadas en Hispanoamérica, por lo que esta selección pretende contribuir a la difusión de otras perspectivas y reflexiones de una de las figuras más importantes del modernismo literario.

Los textos seleccionados para esta traducción han sido recuperados de diferentes compilaciones, cuyas fuentes de origen se indican antes de cada texto. Como varios de estos no han sido incluidos en compilaciones ni han sido traducidos al español, nos pareció importante dar la mayoría de datos posible. En ese sentido, se han mantenido las notas de las ediciones originales en lengua inglesa; además, se encuentran las notas aclaratorias y filológicas que están en las ediciones consultadas para la presente traducción (que se identifican bajo la nomenclatura: “N de las E.”), con el objetivo de ser fieles a las últimas versiones de los textos de Virginia Woolf publicados en inglés; y se han añadido algunas, debidamente diferenciadas, con aclaraciones de contexto (bajo la nomenclatura: “N. de los T.”), que pretenden ayudar a comprender de mejor manera la versión en inglés. Cuando se consideró conveniente, se hicieron aclaraciones sobre la traducción y más frecuentemente sobre lugares, nombres y hechos no muy conocidos para la comunidad contemporánea de lectores de habla hispana (también con la nomenclatura: “N de los T.”).

Efrén Giraldo, Juanita Vélez OliveraMedellín-Umeå, 2023

Publicación de Hogarth Press, Walter Sickert: A conversation, de Virginia Woolf, diseño de cubierta de Vanessa Bell.

De The Essays of Virginia Woolf.Vol. I (1904-1912)

Retratos de lugares1

Al parecer, nada debería ser tan fácil como pintar el retrato de un lugar. La niñera se reclina perpetuamente en una actitud de reposo completo fuera de las ventanas del salón. Está allí cuando se quiera, se somete a cualquier cantidad de escrutinio y análisis; y, además, no hay necesidad de preocuparse por su alma. Presionamos el punto demasiado, en efecto, cuando le sugerimos que tenga un sexo. Tal representación de los deberes de un paisajista, por supuesto, debe ser completamente insuficiente porque, actuando en consecuencia, los escritores no han producido resultados prometedores. De hecho, es seguro decir que, si se desea conocer el aspecto de alguna ciudad en Cornwall, Gales o Norfolk, el mejor plan será obtener un mapa y estudiar su retrato allí. Por alguna razón, hay más del carácter de un lugar en esta hoja de papel de colores, con sus colinas sombreadas de chocolate, sus mares de azul inmaculado y sus aldeas de puntos y pinchazos, que en todas las palabras de un vocabulario ordinario, arréglense como deseen. El enjambre de nombres, el borde irregular de la línea costera, las curvas que los barcos aran alrededor del mundo son granos románticos preparados desde el corazón de la tierra, y la mente que se negara a trabajar con herramientas como esta debe ser perezosa. Y la razón es, tal vez, que, después de todo, la región es un lugar muy sólido y antiguo, y una página estampada con palabras impresas remueve apenas una rebanada delgada de su superficie. El retrato más rápido realizado por el ojo tiene una gran cantidad de elementos diferentes en su composición, aunque el cerebro nunca puede separarlos o llamarlos por sus nombres correctos. Hay asociaciones, cosas que se han leído o imaginado, o que han llegado, que se mezclan con todos los azules y verdes del césped y el cielo; escasamente hay un campo en Inglaterra que no sea, como entiende Henry James, “ricamente sugerente”2 y que no sea fácil de exponer. De hecho, la psicología de la tierra se vuelve tan crecientemente compleja que, si se piensa en ello, el asombro es que cualquier imagen escrita debería hacer más que poner un velo débil e ineficaz sobre la superficie. El primer toque de la cosa real, un nombre con espadas cruzadas sobre él, una cabaña con una fecha en la puerta, será suficiente para romper la tela en pedazos.

¿Quién, entonces, entre los escritores vivos, puede presentar en su página un espectáculo tan tremendo, con tales recuerdos, emociones y experiencias, hirviendo y mezclándose bajo la plácida faz que tan bien conocemos? Si alguien es apto para la tarea, debe ser el mismo escritor que ha hecho descubrimientos tan asombrosos debajo de otras superficies tranquilas. De hecho, es posible leer al Sr. Henry James sobre varios aspectos de la campiña inglesa no solo con placer y posiblemente con provecho, sino también con diversión. Olvidando por el momento el propósito con el que nos dimos a la tarea de encontrar una imagen que haga justicia a nuestra propia tierra, es realmente entretenido descubrir que nosotros mismos somos parte del espectáculo. Se puede decir que somos su flor. Y como claramente esta flor solo debe ser arrancada por manos que vengan de afuera, James comienza con una ventaja inicial sobre el cronista nativo. Nos ve como el resultado natural y más significativo de todo lo que ha sucedido antes, y nuestras acciones y actitudes apuntan a la moral y dibujan imágenes que son imperceptibles para el ojo miope de una persona inmediatamente concernida. Quizás esta deficiencia es la que hace que nuestras propias declaraciones del mismo tipo se vean tan desnudas. Y, como extranjero americano, disfruta de otra ventaja, ya que llega a la mayoría de nuestros lugares de interés e instituciones con un ojo que no está limitado por la costumbre. Agrega a esto sus dones individuales de percepción y descripción y tiene todo el derecho de esperar una imagen a la vez agradable y perspicaz. De hecho, aquello que resulta agradable en los escritos de James es que nunca es más sereno y persuasivo que cuando se trata de países que no son el suyo. Su actitud es la de un invitado irresponsable que puede considerar a toda Europa como un entretenimiento conservado, mucho después de que su uso original ha desaparecido, para su propia diversión. Todo su deber con su anfitrión consiste en mantener un ojo abierto a las actitudes e impresiones pintorescas, y sería realmente perjudicial para el tacto y la discriminación de su gusto si estuviera sesgado por algún prejuicio racial o político. Además, aconsejar no es asunto suyo. El espectáculo de un amateur profesional que deambula por el mundo con su cerebro expuesto como una película fotográfica muy sensible a los aspectos externos de las cosas tiene un encanto singular, y no poco valor, a su seria edad. El proceso parece tan simple y tan poco fatigante. Simplemente, se necesita reposar en una imagen o divagar al antojo sobre la iglesia, o pasear por la ciudad, y mientras tanto todo tipo de imágenes se depositan en su cerebro para ser suavizadas en una hoja de papel cuando se presenta la ocasión. Es lo que todos podríamos hacer, diríamos, si eligiésemos mantener nuestros ojos en el foco adecuado; pero, desafortunadamente, si se es nativo, siempre hay algo que alarma en el desapego apropiado. Solo un americano puede ser realmente imparcial en lo que respecta a lugares de interés antiguo. Solo un americano podría haber escrito sobre Warwickshire de manera tan amplia, tierna y humorística como lo hizo el Sr. James, porque ningún inglés podría olvidar tan felizmente que Shakespeare nació allí. El señor James, es cierto, no ignora por completo el hecho, pero se las arregla para sugerir que eso era, después de todo, lo que podría esperarse del paisaje. Ciertamente, y eso es lo importante, está convencido de que estaba “a punto de entrar en una de las cervecerías para pedirle a la Sra. Quickly una taza de jerez3”.4 Y él pasa de manera bastante natural y decorosa, como si ofreciera una sugerencia sobre los sonetos, a hablar sobre el temperamento y la apariencia de ciertas jóvenes inglesas que juegan al tenis en el jardín de la vicaría.5 Poseen, según él –¡ningún británico podría haberlo dicho!– “algo que él puede describir mejor como una salubridad íntima”.6

La cara de esta bella criatura tenía un óvalo puro, y su ojo claro y marrón tenía un calor callado… El joven estaba de pie frente a ella rascándose lentamente el muslo y moviéndose de un pie al otro. Tenía ojos azules honestos, estúpidos, y una sonrisa simple que mostraba sus hermosos dientes. Estaba muy bien vestido. ‘Supongo que es bastante grande’, dijo la hermosa joven. ‘Sí; es bastante grande’, dijo el apuesto joven. ‘Es más agradable cuando son grandes’, dijo su interlocutora, y durante algún tiempo no se hicieron más comentarios.7

Ningún escritor inglés hubiera pensado que valía la pena grabar esa escena, ni ningún erudito en Shakespeare hubiera creído que se arrojara alguna luz sobre su texto. Pero la manera en que el Sr. James lo dice ilumina todo tipo de cosas. Porque no es descendiente de siglos de tales conversaciones en jardines ingleses y castillos ingleses; y no se decían las mismas cosas en tiempos de Shakespeare.

¿Y no era Shakespeare el mismo eslabón en la misma cadena interminable? Es un poco sorprendente, debe decirse, descubrir en las páginas del Sr. James lo espectaculares que somos; y si no fuera por la gracia y la urbanidad con la que se exhibe el espectáculo, podría resentirnos la posición en la que nos ubica. Somos, según él, enormemente viejos; estamos llenos de manierismo antiguo y frases anticuadas; hemos acumulado sobre nosotros tal depósito de tradición y herencia que apenas se puede descubrir la sustancia original. En cualquier caso, está tan profundamente inmerso en asociaciones de todo tipo que el puñado más común de la tierra inglesa, como el joven o la mujer más común en una fiesta de té en el país, es algo venerable y sutil, y probablemente más que un poco pintoresco. Quizás no éramos conscientes de la extrema riqueza y complejidad –para usar dos adjetivos favoritos– de nuestros temperamentos, y no es del todo agradable ser tratado con tanto respeto por los jóvenes. Pero podemos consolarnos, si es necesario, haciendo una adición al título del libro y leyendo “o el retrato de un americano” después de “Retratos de lugares”, porque ambos están allí. Aun así, no tenemos motivos para quejarnos si, exigiendo una imagen de nosotros mismos, vemos una buena parte de América reflejada en nuestra propia cara, cuando ese retrato es, después de todo, tan encantador y verdadero.

Arte y vida8

Hay en todo lo que Vernon Lee9 escribe una calidad emocional que hace particularmente difícil criticar su obra. Nuevamente, en el presente libro,10 sentimos su entusiasmo; y esa sensación algo vaga es quizás lo más definitivo que le quitamos a su escritura. En esta ocasión, desea enfatizar en tres “coincidencias”, como las llama, “aquella entre el desarrollo de las facultades estéticas y el desarrollo de los instintos altruistas; aquella entre el desarrollo de un sentido de las armonías superiores de la vida universal y, antes que nada, la coincidencia entre la preferencia por los placeres estéticos y el crecimiento más noble del individuo”.11