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Charles Péguy

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Beschreibung

Con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Charles Péguy (1873-1914), se publica por primera vez en castellano la antología concebida en 1953 por Hans Urs von Balthasar, que recopila treinta de los más inspiradores textos en prosa del escritor francés. Péguy se muestra con toda su pasión y energía, siempre buscando estar en el «eje», en el equilibrio justo y, por lo tanto, discerniendo constantemente los desafíos a los que el cristiano de hoy en día debe enfrentarse.

Para Péguy, nunca ha habido una época tan hermosa como la nuestra, tan alejada del cristianismo, ya que nunca antes todos los cristianos han tenido, como hoy, que decidirse sí o sí por Cristo. Sin embargo, esta decisión no se limita solo a acercarse a Dios y alejarse de los ídolos, como el poderoso ídolo del dinero. 

Hoy, más que nunca, el cristiano debe defender todo lo humano que los propios hombres amenazan, y, en primer lugar, las maravillosas y tan olvidadas culturas antiguas, la griega, la latina y la judía.

Hay muchos frentes, desde lo social hasta lo intelectual, pero hay una única arma central en todas las batallas, y no es la del razonamiento: es la del amor. Cuando el amor deja de brillar, ni la Iglesia ni el simple cristiano pueden convencer a nadie.

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Veröffentlichungsjahr: 2024

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Charles Péguy

Todos estamos en el frente

Textos de la obra en prosa escogidos por H.U. von Balthasar

© Saint John Publications (an imprint of The Community of St. John, Inc.), 2023

Edición original de la antología por Hans Urs von Balthasar: Wir stehen alle an der Front, 1952 (© Johannes Verlag Einsiedeln)Para el original francés de los textos véase la referencia bibliográfica al final del volumenTraducción de Nicolas FaguerISBN 978-1-63674-035-5https://doi.org/10.56154/vpLa publicación se distribuye gratuitamente y puede ser compartida libremente sin ánimo de lucro (detalles en el aviso legal de la página balthasarspeyr.org)

Contenido

Todos estamos en el frente

Nota previa

Introducción

I. Lucha

Hoy todo cristiano es un soldado

Juana de Arco

Las reservas se agotan

La revolución como nacimiento

Una gran filosofía

Remontar la corriente

El segundo coraje

Vigny

Vanidad

II. Cultura

La franja estrecha

Eydtkuhnen

El equilibrio de las culturas

Un comunismo interior

La totalidad como elección

La pérdida de la medida y de la finitud

El declive del humanismo

Lo

ya hecho

La época de la jubilación

Infierno y esperanza

Rigidez y flexibilidad

III. Historia

Los acontecimientos elegidos

Los coronamientos perpetuamente inacabados

Osar elegir

Así dijo la historia

El alma pagana

El suplicante representa

El

affaire

Jesús

Dos modos de considerar la encarnación

La venida del Hijo de Dios

Mística y política

Referencia bibliográfica

Title Page

Cover

Table of Contents

Todos estamos en el frente

Nota previa

En este volumen, el lector encontrará la primera antología de obras en prosa de Charles Péguy (1873-1914) concebida y publicada en un país de habla alemana, Suiza.

La selección y disposición de los textos se debe a uno de los mayores teólogos del siglo XX, Hans Urs von Balthasar (1905-1988). El público lo conoce especialmente por su estética teológica titulada Gloria, cuyo segundo tomo, publicado en alemán en 1962, contiene justamente un capítulo dedicado a la figura de Péguy. Pero quizá no es tan conocido lo mucho que él contribuyó a dar a conocer al escritor francés a los lectores de lengua alemana: aparte de esta antología, fue también el primero en traducir El pórtico del misterio de la segunda virtud (Das Tor zum Geheimnis der Hoffnung, 1943; 2ª edición revisada en 1980).

Von Balthasar descubrió la obra de Péguy en el tiempo de sus estudios de teología en Lyon-Fourvière durante los años treinta, y desde entonces no dejó de referirse a ella. En cierto modo, Péguy vino siempre a iluminar las cuestiones que el teólogo se planteaba. La traducción del Pórtico le permitió ahondar en el misterio de la esperanza universal de salvación; la monografía dedicada al escritor en Gloria lo llevó a desentrañar la belleza originaria de la Revelación y su centro incandescente, es decir el corazón paterno de Dios, acerca del cual habló el poeta en sus Misterios y en sus Tapicerías.

Entre la primera traducción del Pórtico y la monografía en Gloria, en 1953 salió a la luz esta antología de textos en prosa. Fue publicada en la Editorial Johannes Verlag Einsiedeln, dentro de la colección Christ heute (Cristiano hoy en día) que el mismo von Balthasar dirigía y que respondía a su deseo de iluminar la situación del cristiano en el mundo contemporáneo. Fue algo así como la segunda parte de un díptico comenzado un año antes, en 1952, con un pequeño escrito programático que dio inicio a la colección: Abatir los bastiones. En ese texto, von Balthasar mostraba cómo el cristiano no puede escapar a la confrontación con el mundo moderno que lo rodea por todas partes; todavía más, tiene que ponerse valerosamente en la brecha. En la antología, Péguy aparece como un pionero y un modelo: es el primero de los que están en la «frontera» (o, con las palabras de Papa Francisco, en la «periferia») y que, por amor a los hombres, sus hermanos, defiende el misterio del centro, que es misterio de Dios y de la Iglesia.

La defensa del centro no es una defensa meramente verbal, es ante todo existencial, porque es imitación de Cristo que une en sí mismo humanidad y divinidad, y que vive en este mundo la obediencia al Padre. Para el cristiano, se trata de entrar en esta dinámica integradora, esforzándose por reunir dentro de sí mismo las líneas que suelen considerarse incompatibles: Dios y el mundo, lo espiritual y lo carnal, el compromiso con el mundo y la profundidad contemplativa, la doble pertenencia civil y eclesial, etc. Ubicarse en este cruce de caminos es ⁠–⁠para decirlo con la bella expresión de Péguy que von Balthasar retoma en su introducción⁠–⁠ un «ponerse en el eje».

En el caso de Péguy, la gran cantidad de líneas, la variedad de aspectos de la realidad de abajo y de arriba que consigue reunir en su existencia, supone un verdadero desafío. El lector descubrirá no sin asombro todos estos aspectos, a lo largo de los treinta textos escogidos por von Balthasar y reunidos en tres secciones: «Lucha», «Cultura» e «Historia». Esta selección ofrece, además, una buena visión de conjunto de la prosa del escritor: están tomados de toda su obra, desde los textos inéditos del estudiante en la École Normale Supérieure («Vigny») hasta las páginas inacabadas de 1914 («Juana de Arco», «La época de la jubilación», «Infierno y esperanza», «La venida del Hijo de Dios»), pasando por los comentarios de actualidad como socialista comprometido («Eydtkuhnen») y los grandes escritos de la madurez cristiana («Hoy todo cristiano es un soldado» y «Mística y política»). El lector notará cuánta fuerza tienen las ideas centrales y algunas expresiones clave; se advertirán particularmente las referencias a la obra poética y, en especial, al Pórtico del misterio de la segunda virtud, la esperanza: ella es la que anima, desde dentro, la lucha de Péguy y de cada hombre, de cada cristiano. Por esta razón, es recomendable leer en paralelo esta antología y el Pórtico.

En esta antología, como en muchas otras editadas por von Balthasar, los textos escogidos se organizan según un criterio temático, subrayado por los títulos de las tres secciones principales. Por ejemplo, «Hoy todo cristiano es un soldado», primer texto de la sección «Lucha», habla de la lucha hacia fuera, hacia los enemigos, mientras que el segundo, «Juana de Arco», menciona la lucha hacia dentro, contra los propios hermanos. Desde luego, este criterio temático no siempre coincide con el orden cronológico interno de la obra de Péguy. Hay que advertir otra peculiaridad de la edición alemana desde el punto de vista formal: von Balthasar algunas veces ha hecho amplios cortes dentro de las páginas escogidas sin indicarlo tipográficamente; en otros casos, ha reordenado en nuevos párrafos trozos escogidos con una unidad de sentido. Ahora bien, esta edición en castellano toma como referencia la edición francesa de la antología (Nous sommes tous à la frontière, Éditions Johannes Verlag, 2014) en la que no fue posible, por razones de derechos de autor, reproducir esta particularidad: fue necesario indicar expresamente los cortes y respetar estrictamente las divisiones de los párrafos del original francés. Esta limitación llevó a modificar ligeramente algunos extractos respecto a la edición alemana, sobre todo allí donde lo exigía el ritmo de la frase o el hilo del pensamiento. En todo caso, se ha puesto el mayor cuidado en no introducir más cambios de contenido que los pocos que surgen necesariamente de un nuevo cotejo con la selección hecha por Balthasar. En este esfuerzo de fidelidad a las intenciones del teólogo, en muchas ocasiones nos hemos inspirado en su traducción (a menudo muy perspicaz) del francés al alemán. Agradecemos también a la Hna. Belén Sarmiento, a Don Javier Montero Casado de Amezúa y al padre Ignacio Díaz por sus atentas relecturas del manuscrito y por sus preciosas correcciones y sugerencias. Si se quisiera leer los textos originales en su integridad, deben consultarse las obras completas, cuyas referencias se encuentran al final del libro. Por último, las notas explicativas que acompañan al texto se inspiran, en parte, en las de la edición de La Pléiade; se indicará expresamente el único caso de anotación por el propio von Balthasar, en la n. 3 en el texto «La franja estrecha».

El título de la antología está sacado de una cita de Un nouveau théologien. M. Fernand Laudet: «Nous sommes tous à la frontière» (cf. el primer texto). El título alemán, Wir stehen alle an der Front, introdujo un pequeño cambio en la traducción de la frase: «frontera» pasó a «frente». Titulando así su antología, «Estamos todos en el frente», von Balthasar consiguió crear un efecto inesperado y genial, pues con esta mínima modificación logró expresar con una única fórmula tanto la lucha de orden esencialmente espiritual a la que Péguy nos invita, como igualmente el destino al que él fue llamado, muriendo en el frente el 5 de septiembre de 1914 en Villeroy, a unos 50 kilómetros de París. Ojalá esta antología, que ahora se publica en castellano con ocasión del 150 aniversario del nacimiento de Péguy, pueda ayudar a mantener su figura cercana y viva para nosotros.

Nicolas Faguer7 de enero de 2023

Introducción

He aquí un primer intento de dar a conocer la inmensa obra en prosa de Péguy ⁠–⁠que incluso para los mismos franceses es una selva virgen⁠–⁠ a los lectores de lengua alemana. Mucho de ella, incluso algo de lo más hermoso, quedará para siempre intraducible. Hay partes que son matorrales y no merecen una traducción. Muchas otras son discusiones y polémicas apasionadas sobre cuestiones políticas, y presuponen, para ser entendidas, un estudio histórico previo. Pero de todo este conjunto, brillan con luz imperecedera los grandes pasajes centrales, sus tesis y conclusiones inolvidables, en la prosa única que Péguy ha inventado y que nadie copia, con su mezcla de forma latina y de abstracción, de humor popular, pleno, francés, y de entusiasmo lírico de amplio espectro. Para poder dar una primera idea de todo esto, fueron inevitables duros sacrificios: cortes radicales allí donde Péguy (que, pluma en mano, no tiene conciencia del tiempo) despliega sus espirales sobre cientos de páginas, y reducir aún más en los mismos pasajes escogidos. Hay, además, cierta extensión que es difícil de soportar en el vigoroso texto original, y que hubiera sido del todo inoportuna en la pálida traducción.

Por tanto, lo que se ha quedado atrapado en la red, que fue echada en profundidades fecundas e inagotables, permanece, desde distintos puntos de vista, como algo casual y poco satisfactorio, especialmente para el conocedor. Pero el aficionado disfrutará de ello; podrá intuir, más que todo, el genio del creador, y a partir del parentesco irrefutable de todos estos textos, podrá representarse el contenido fundamental de sus escritos, tendrá sed de más, querrá ir a los originales: para el traductor, no hay mayor recompensa.

Charles Péguy nació en 1873 en Orléans. Es hijo de un carpintero difunto prematuramente y de una tejedora de sillas que le ha sobrevivido. Desde el inicio, une lo que parece incompatible: aprende con el mismo entusiasmo el catecismo y las enseñanzas de sus maestros laicistas y anticlericales; permanece toda su vida como el representante del pueblo pobre, de la raza anónima, pero en la École Normale llega a ser un humanista y un hombre de cultura; tomará una postura cada vez más fuerte contra la descomposición del intelectualismo moderno, ya sea del intelectualismo de izquierda (Jaurès) o de derecha (Maurras), o bien del intelectualismo esencialmente politizado de los señores de la Sorbona. El drama central de su vida sigue siendo aquel salto decidido, con veinte años, desde la Iglesia hacia un socialismo de clanes, al cual consagra (en sus «Cahiers») lo mejor de sus fuerzas vitales. Con una decepción, e incluso una amargura creciente, se distancia de este socialismo alienado, de rasgos parlamentarios y demagógicos, para seguir en solitario unas sendas interiores que lo llevarán a reencontrar la fe católica, en torno a los treinta y cinco años. Reza, peregrina a Nuestra Señora de Chartres, se siente interiormente católico, no quiere oír hablar de conversión, sino solo de una profundización consecuente de la solidaridad socialista terrena, hacia la mucho más radical solidaridad católica y representación vicaria recíproca de todos los cristianos y de todos los hombres en su eterno destino celestial delante de Dios: la comunión de los santos. Sin embargo, como cristiano, no es practicante, y rechaza obstinadamente todos los intentos de sus amigos para que lo sea. Es que no quiere abandonar a su mujer aún no creyente y a sus hijos (a los que no quiere bautizar sin el consentimiento de su esposa). Su concepción de la solidaridad le impone, en su conciencia, este sacrificio doloroso, que sobrepasa sus fuerzas. Apóstata del partido socialista, tampoco se convierte en miembro indiscutido y protegido de la comunidad cristiana: en el más solitario de los puestos fronterizos, defiende el misterio del centro. Péguy cae en 1914, uno de los primeros, en esa guerra que siempre ha presentido, temido, acechado.

La palabra «eje» aparece continuamente. Se trata de ponerse en el eje justo, en el único punto justo en el que se toman las decisiones, donde las líneas se cruzan. Y ahí, lacerado, desgarrado por la cruz espiritual, testimoniar la unidad ⁠–⁠recomponiéndola por medio de su propia existencia⁠–⁠ de lo que el mundo entero considera irreconciliable. Primero, el punto de encuentro entre el socialismo radical y el cristianismo radical; la abolición de la aparente oposición entre izquierda y derecha. Es precisamente la antigua Francia de los reyes la que era social en sus entrañas. El rey Luis, Juana de Arco, Corneille. Luego, el punto de encuentro entre soledad radical (en Francia fue Péguy quien vivió y representó de manera más expuesta que nadie, al «solitario» de Kierkegaard) y comunidad radical. En fin, el punto de encuentro entre una perfecta calidad artesanal (en los maravillosos «Cahiers») y un cierto alejamiento y extrañamiento místico en el mundo; punto en el que triunfa allí donde George1 fracasó. En Péguy reluce lo que falta en el ámbito alemán de manera tan manifiesta: un cristiano que se haya mantenido firme en el ámbito en el que Nietzsche y George han desplegado su misión. Una vez más, como tantas otras, Francia ha dado en el blanco, y el éxito lo demuestra: en los últimos veinte años, Péguy ha tenido un impacto incalculable, solo comparable con el de Teresita. Pero mientras Teresita obra en el ámbito más interior, Péguy brilla ampliamente hacia afuera. Entre los miles de estudiantes que todos los años siguen sus huellas peregrinando hacia Chartres, se pueden encontrar también a judíos y a paganos. Tampoco nosotros llegaremos a la meta sin la ayuda de este hombre.

Hans Urs von BalthasarPentecostés del 1953

1. Stefan George (1868-1933), poeta alemán, animador de un círculo literario y fundador de la revista Blätter für die Kunst.

I. Lucha

Hoy todo cristiano es un soldado

Cuando hablamos de las edades de la fe, si queremos decir que durante siglos, que eran siglos de cristiandad, siglos de la ley de amor, siglos del reino de la gracia, anni Domini, anni gratiae Domini, la fe, la creencia era común, era como quien dice literalmente pública, corría en la sangre y en las venas comunes, vivía en el pueblo, era algo natural, era como quien dice de derecho común, recibía no solo un asentimiento sino una celebración pública, solemne, oficial, y que hoy ya no es lo mismo ⁠–⁠entonces, tenemos razón⁠–⁠. Tenemos históricamente razón. No hacemos más que constatar, que registrar un hecho histórico.