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Según una tradición antigua, después de la Ascensión del Señor, la Virgen María volvía diariamente a las estaciones de la Pasión, reviviendo en su corazón lo que Cristo sufrió por los hombres y el inmenso amor con que los amó. Siguiendo el ejemplo de María, la devoción del Vía Crucis se ha desarrollado en la Iglesia. Durante siglos, los cristianos han seguido en su corazón el calvario de su Señor y han intentado estar cerca de él. Las breves, pero conmovedoras meditaciones de Georg Gänswein sobre cada una de las estaciones de la Pasión, siguiendo los pasajes evangélicos que las ilustran, nos permiten superar los límites del espacio y del tiempo en virtud de nuestra fe para encontrarnos con Jesús, el Dios que se hizo hombre, murió y resucitó por amor. Contemplando su Cruz, cada persona puede aprender a llevar la suya.
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Seitenzahl: 27
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GEORG GÄNSWEIN
VÍA CRUCIS
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2020 by Fe-Medienverlags GmbH
© 2022 de la edición española de GLORIA ESTEBAN
by EDICIONES RIALP, S.A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
(www.rialp.com)
Imágenes del Vía Crucis de la parroquia de Santa Soledad
Torres Acosta (Madrid), obra de Alberto Guerrero
(www.albertoguerrero.es). © Alberto Guerrero.
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Maquetación y realización eBook: produccioneditorial.com
ISBN (edición impresa): 978-84-321-6064-6
ISBN (edición digital): 978-84-321-6065-3
Índice
Portada
Portada interior
Créditos
Prólogo
I. Condenan a muerte a Jesús
II. Jesús carga con la Cruz
III. Bajo el peso de la Cruz, cae Jesús por primera vez
IV. Jesús se encuentra con su Madre
V. Simón ayuda a Jesús a llevar la Cruz
VI. Verónica enjuga el rostro de Jesús
VII. Bajo el peso de la Cruz, cae Jesús por segunda vez
VIII. Jesús consuela a las mujeres
IX. Bajo el peso de la Cruz, cae Jesús por tercera vez
X. Despojan a Jesús de sus vestiduras
XI. Clavan a Jesús en la Cruz
XII. Jesús muere en la Cruz
XIII. Descienden de la Cruz a Jesús
XIV. Jesús es sepultado
Apéndice
Prólogo
Los últimos pasos de Jesús en Tierra Santa
ACOMPAÑAR A UN MORIBUNDO al final de su camino es una de las obras de misericordia cristianas más nobles. El ser humano nunca está tan solo como en sus últimas horas de vida, porque el umbral de la muerte tenemos que cruzarlo sin nadie a nuestro lado. Aunque no seamos capaces de ahorrarle a otro ese tránsito hacia la oscuridad, sí podemos acompañar amorosamente al moribundo hasta las puertas de la muerte con la firme esperanza de que Dios misericordioso lo acoja en el más allá.
Con Jesús fue diferente. Porque en su caso el camino no lo condujo únicamente a una muerte cruel en la Cruz —que ya es mucho—, sino hasta los abismos más tenebrosos del infierno. Y no solo eso: al final de su camino todos lo abandonaron, incluidos aquellos en quienes más confiaba. Únicamente su Madre, unas cuantas mujeres que lo habían seguido desde Galilea y uno solo de sus doce apóstoles, Juan, permanecieron a sus pies en sus últimas horas y vieron apagarse su mirada. El Hijo de Dios llegó a sentir incluso el abandono de su Padre al cargar sobre sí el inmenso desamparo del pecador para, con su muerte, volver a admitirnos en la comunión con el Padre. Nadie, ni siquiera el más pecador, tendrá que volver a soportar nunca un desamparo igual a la hora de la muerte.
¿Alguna vez te has preguntado dónde habrías estado tú durante esas horas? ¿No es verdad que todos deseamos secretamente haber tenido el valor de aquellas mujeres cuyo amor las llevó al pie de la Cruz, o el amor de Juan, fiel al Amigo «que le amaba» incluso en medio de la oscura noche de la muerte?