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"Su mirada alternaba entre mirarla a los ojos, al hueco que se formaba en el nudo de la toalla y la mano oculta bajo la toalla de rizo."Hanna, una exitosa mujer de negocios, ha dejado Estocolmo y se ha ido a sus raíces en Ångermanland para escapar, entre otras cosas, de todas las relaciones superficiales que emergen en la capital. Suele conocer a muchos hombres de negocios altos y morenos, pero su vecino y concertista Evald, conocido por su fastuosa vida sexual, no tarda en captar su interés – pero ha decidido que los hombres tendrán que tomar iniciativa con ella. La prima de Hanna, Malin, vive cerca con su pareja, Jonas, que estudia el comportamiento sexual. Ha tomado prestados viejos diarios de un pariente de Hanna y las historias que allí se cuentan inspiran a Malin...-
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Seitenzahl: 37
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Sara Olsson
Translated by Carolina Gandia
Lust
19 de diciembre: Roviken - un calendario erótico de Navidad
Translated by Carolina Gandia
Original title: Roviken
Original language: Swedish
Copyright © 2028, 2021 Sara Olsson and LUST
All rights reserved
ISBN: 9788726742251
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
A través de la ventana podía ver cómo la nieve yacía en silencio. El mar, más allá, estaba calmado, oscuro como el invierno y sin hielo. Hanna bostezó mientras despertaba en un lugar completamente nuevo para ella: un pequeño pueblo del norte, lejos de Estocolmo. El amanecer del Norte lejano le acarició los sentidos con su cielo naranjo, azul y rosado.
Lo que ella quería era una vida completamente nueva. ¿Qué podía ofrecerle?
El paisaje blanco de la zona al menos ofrecía un silencio especial y armonioso. No había ni un solo motor andando afuera. Estaba sola en la habitación. Las escenas de la noche persistían aun en su mente. Pero ahora solo eran sueños o, en algunos casos, objetivos.
Su móvil vibró en la mesita de noche, lo cogió.
¿No has cambiado de opinión? Te estás perdiendo la fiesta de Navidad.
Un mensaje de Lisa. Hanna no tenía ni la energía para responderlo. Eso era exactamente por lo que estaba allí. Quería alejarse de la fiesta de Navidad, del trabajo, de todo y de todos. Estaba justo donde tenía que estar. Como para demostrar que estaba de acuerdo, un abeto afuera de la ventana dejó caer una gran carga de nieve.
Deslizó los dedos por la pantalla para abrir la aplicación de notas. Allí tenía su diario, de día y de noche. Nada se escapaba al smartphone. Bueno, había algo que Hanna no pudo describir y el tiempo, pero los diarios que había colocado en el alféizar de la ventana lo decían todo. Tal como también describían el paisaje de allí.
Uno de ellos ya lo había ojeado la noche anterior. Era deuna pariente que había escrito tanto que podía llenar cajas, hacía cien años. “No creo que nadie deba leer los libros, los he escondido todos estos años y no los he leído, pero no puedo deshacerme de ellos. Me sentiría mejor si te hicieras cargo de ellos, mis hijos probablemente no los quieran”, le había dicho su abuela.
Le había dado una caja a Jonas, la pareja de su prima Malin. Los había descubierto ayer mientras ayudaba a Hanna con el camión de la mudanza. Dijo que le gustarían como regalo de graduación.
“Nunca se sabe lo que se puede encontrar”, le había dicho Jonas. Hanna no había leído mucho de ellos todavía, pero no podía creer que encontraría algo de interés dado su campo de investigación: el comportamiento sexual, como él decía. Hanna se rió. Jonas parecía tener curiosidad por la vida en general. Y ella sentía curiosidad por él.
Era una de esas personas cuya mirada era un mar abierto.
Hanna no podía entender por qué no se juntaba con Malin y Jonas más a menudo. Y solo en Estocolmo, nunca allí. Siempre en reuniones familiares, con demasiada compañía y sin la oportunidad de hablar libremente.
Las escaleras crujieron al bajar a la diminuta cocina, que era solo un poco más grande que el salón. No había mucho más en la planta baja, salvo un pequeño aseo con un lavamanos. No era para nada espaciosa como su apartamento en la capital. La casa le había pertenecido a su tatara-tatara abuelo, y luego había sido utilizada como casa de veraneo por su familia por generaciones. Era muy antigua y necesitaba de una profunda renovación. ¿O quizás no? Su padre se había preocupado ante la idea de que se mudara a esa casa de campo en forma de nido de cuervo, pero aún más ante la idea de que se trasladara tan lejos al Norte y abandonara su puesto en la empresa.
“Es solo por un tiempo”, había dicho Hanna, sin creérselo realmente.