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Suwarna, una chica sencilla de la India, ni rica ni pobre, vive una vida corriente en la India. Ama a la vida y a sus amigos. Después de un acontecimiento crucial a la corta edad de diez y nueve años se va a Alemania con su madre, donde vive una vida despreocupada y se encuentra muy a gusto. A continuación va a Austria, donde conoce a su futuro marido. Ella tampoco renuncia después de experiencias fatales, sigue su camino y consigue al final una posición muy buena en su profesión. Por razones profesionales unos años más tarde la familia se muda a Yakarta. Por desgracia tanta suerte y muchas vivencias positivas también conllevan cosas negativas – ante todo atraen la envidia. Un grupo de mujeres se junta por razones distintas y con la ayuda de algunas personas toman como blanco la red social de Suwarna especialmente sus páginas más populares privadas y profesionales. Después de la primera historia inventada no quieren echarse atrás y siguen difamando. El resultado son reproches construidos, testigos ficticios, una penetración masiva en la esfera privada, intentos de calumnia con historias manipuladas y de esto resulta un destrozo y una divulgación de su esfera privada, la traición de sus propios amigos y parientes, y el destrozo de cualquier confianza. Así por desgracia llega a conocer este lado oscuro de la naturaleza humana. Una de los objetivos más importantes: ¡Las redes sociales! La historia de Suwarna es una novela autobiográfica que alterna entre pasado y presente moviéndose sutilmente entre los géneros de la novela negra y historia psicológico y conspirativo.
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Amigos que noson amigos
ACTIVIDADES EN LA REDCONSPIRACIÓNTRAICIÓN
Suman Lederer
© 2020 Suman Lederer
Autora: Suman Lederer
Traductor: Translations Fritz
Email: [email protected]
Diseño de tapa e ilustración: tredition GmbH
Editorial e impresión: tredition GmbH, Halenreie 40-44, 22359 Hamburg
ISBN: 978-3-347-19170-9 (libro de bolsillo)
ISBN: 978-3-347-19171-6 (Tapa dura)
ISBN: 978-3-347-19172-3 (libro electrónico)
El libro incluyendo todas sus partes está protegido por el copyright (derechos del autor). Cualquier utilización sin el consentimiento de la editorial y de la autora no está permitida, especialmente la copia, traducción y divualgación pública.
Información bibliográfica de la Biblioteca National Alemana:
Esta publicación está registrada en la Biblioteca National Alemana; datos detallados están disponibles en Internet en http://dnb.d-nb.de.
»Cogito, ergo sum«»Pienso, por lo tanto existo«René Descartes (1596-1650)
Agradecimientos
Agradezco a mi madre y a mis suegros haber cuidado de mi marido y mi hijo tan bien que he podido irme de viaje sin preocupaciones.
Agradezco a nuestro hijo que discute conmigo todo lo posible teniendo tan sólo siete años consiguiendo que células cerebrales permanezcan despiertas y alertas.
Ante todo agradezco a mi esposo, a quien quiero yo más que nada, que me quiere a mi más que nada y todo me lo hizo posible. Sin él ni siquiera hubiera surgido la idea para escribir este libro.
Contenido
Prólogo
1. Suvarna
2. Alemania, India
3. Nueva Delhi
4. Bengaluru
5. Nueva Delhi
6. Mumbai
7. Nueva Delhi
8. Bengaluru
9. Nueva Delhi
10. Mumbai
11. Yakarta
12. Alemania
13. Viena
14. Bengaluru – Mumbai – Bengaluru
15. Austria
16. Maguncia
17. Berlín
18. Austria
19. Yakarta
20. Karlsruhe, Mannheim
21. Karlsruhe
22. Karlsruhe
23. Yakarta
24. Austria
25. Viena
26. Austria
27. Viena
28. París
29. Roma
30. París
31. Bali
32. Neulengbach
33. Mongolia
34. Yakarta y el mundo
35. Yakarta, el comienzo
36. Neulengbach
37. Yakarta
38. Viena
39. Yakarta
40. Yakarta
41. Neulengbach
42. París
43. Yakarta
Epílogo
Prólogo
Abril 2020
»Sepa que donde sea que estés en la vida en este momento, es transitorio y a la vez es exactamente donde debes estar. Has llegado a este momento para aprender lo que has de aprender así que puedas llegar a ser la persona que tienes que ser y para lograr la vida que realmente quieres. Aunque la vida sea difícil y desafiante – especialmente si la vida es difícil y desafiante – el presente para nosotros siempre es una oportunidad de aprender, de crecer y de llegar a ser mejores que jamás hemos sido.«
- Hal Elrod en Miracle Morning
Suvarna escribió estas lineas en su cuaderno y volvió a leerlas una y otra vez. Tengo que asimilar estas lineas de algún modo en mi interior, pensaba ella. Pronunció las lineas en voz alta – varias veces. Tenía sentido, pero era tan difícil, adoptarlas, aceptarlas y de verdad asimilarlas. A lo mejor debería mandarlas a Maximilián. Así podría presionarme a mi mismo un poco para aceptarlas. Pues escribió una nota a Max en WhatsApp con el texto y añadió:
»Por favor, lea estas lineas. Parecen tener sentido; voy a intentar memorizarlas.
Después volvió a leer las lineas unas cuantas veces en voz alta. Alguna vez tenía que salir bien!
Era el primer día que se había levantado más pronto que de costumbre y había bajado para hacer footing. De vez en cuando en su vida anterior había tenido fases de empezar a hacer jogging – no durante mucho tiempo - quizás media o tres cuartos de hora. Esto lo mantenía algún tiempo, hasta que lo interrumpió por una u otra razón. Entonces lo dejó. Año y medio más tarde volvió a hacer footing.
De noche había llovido y las calles aún estaban mojadas. En Yakarta, las aceras casi siempre eran muy resbaladizas cuando estaban mojadas. Por eso tenía que tener cuidado, esto lo sabía. Por tanto no era correr de verdad, más bien un lento trotar, luego andar un rato y otra vez correr un poco. Pues no estaba mal – para empezar.
La noche anterior había pensado, que ir a hacer footing la mañana siguiente le ayudaría a empezar una nueva vida y pasar de todo y de todos. Sólo para poder escribir en las redes sociales habían simplemente pasado de la amistad o de la relación con ella – sea lo que sea. Pues que escriban lo que quieran en la red y con tanta gente como sea y que sean felices el uno con el otro – ¡pero sin ella!
Correr, andar y volver a correr durante media hora le venía bien. La brisa fresca de la mañana, los árboles, las plantas mojadas y entretanto la hierba verde con bonitas flores de colores – todo parecía fresco y hermoso – y también le hacía bien.
Mucho sudor, un pulso elevado, moverse algo y espero pensar pronto en otras cosas y ¡no en todos ellos! Bien hecho, pensaba dándose palmaditas en sus propios hombros.
1.
Suvarna
2020
Suvarna tenía cuarenta y cuatro años, medía un metro sesenta y cuatro, tenía ojos de color marrón oscuro, pelo negro largo, una tez morena – ni demasiado oscura ni clara – y medidas corporales habituales. Más bien parecía tener treinta y cinco años – en todo caso menos de cuarenta. Bueno, aparecer más joven tenía sus ventajas, pero también desventajas. Era consciente de ello, ya que siempre había parecido más joven. A veces pensaba que podría afectarla negativamente en su trabajo – que a lo mejor no la tomarían en serio – pero por suerte a lo largo del tiempo no había sido el caso.
Desde pequeña su padre le había enseñado la importancia de la disciplina en todos los ámbitos de la vida. Después de haberse alejado un tiempo de su vida corriente, se volvió a su orígenes – a su vida disciplinada aprendida. Su madre nunca le había impedido hacer lo que le gustaba – tenis de mesa, bádminton, jogging, pintar, dar clases de
baile o clases privadas de tutoría. Suvarna podía decidir libremente lo que le gustaba y a continuación discutirlo con su madre. Su madre le dejaba participar en todo lo que quería. A su madre le importaba mucho que Suvarna terminara sus estudios y consiguiera un trabajo, para ser económicamente independiente.
Había trabajado en el sector privado, en grandes empresas internacionales así como de profesora en universidades técnicas. Entretanto tuvo incluso una vez la oportunidad de trabajar para las Naciones Unidas. Ahora llevaba ya algunos años trabajando independientemente para una gran empresa internacional. Trabajaba desde su casa. En realidad podía trabajar en todas partes – desde la playa, una cafetería, en una estación, un aeropuerto o desde un avión – cosa que hizo a veces.
Suvarna sabía disfrutar todo lo que hizo. Si estaba de vacaciones, gozaba a tope de sus vacaciones, si estaba trabajando, disfrutaba de la vida del trabajo, cuando estaba con sus amigos, gozaba de lleno del tiempo que pasaba con ellos. Y cuando holgazaneaba, disfrutaba con ello, ya que a veces había de dedicarse al ocio. Pues así era Suvarna.
Solía hablar en voz baja y suave – casi nunca levantaba la voz. Por supuesto ocurrió un par de veces o tres que levantaba la voz, pero entonces la gente debía haberse esforzado mucho para que ella reaccionara de esta manera. Siempre era amable y cortés con todo el mundo sin importarle el estado social, económico o jerárquico de la gente.
Era aplicada y muy organizada – casi parecía como si hubiera nacido con el talento de la excelente gestión del tiempo. Su manera de pensar estaba bien estructurada, a veces diplomática y a veces muy directa, solidaria y servicial. Todo el mundo puede ayudar a su manera, pues ella era dispuesta a ayudar escuchando atentamente y dando buenos consejos. Le gustaba escuchar a la gente – esto lo sabía hacer muy bien y daba consejos, si se lo pedían.
Era deseosa de aprender – leía libros de distintos ámbitos de la vida y del trabajo. Sin embargo no tenía ningún hobby en especial – a veces hacía deporte, le encantaba viajar a otros países – y ¿a quien no? – le gustaba encontrarse con la gente y disfrutaba hablando por teléfono con sus amigos en todas partes del mundo – al menos antes era así; total – era un ser humano alegre.
Sus conocimientos del Alemán era excelentes. Hablando por teléfono la mayoría de la gente pensaba que el Alemán era su lengua materna. Luego, cuando la veían por primera vez, se sorprendían. Después de sus muchos años en Alemania hablaba a veces con un tono algo dura que no todo el mundo notaba, pero a veces les daba una mala impresión.
Precisamente por todas estas características y habilidades y además por las grandes expectativas de la gente respeto a ella, tenía a veces y sin querer problemas con la gente – no con toda la gente ni con la mayoría, pero de vez en cuando.
Viéndola se tenía ciertas expectativas – automáticamente y sin pensarlo mucho – ya que automáticamente metemos la gente en ciertos cajones – pero su comportamiento no correspondía en absoluto a la imagen que presentaba. Lo que se veía, era una pequeña mujer india con facciones suaves, ojos oscuros, tez morena y pelo oscuro. Cuando hablaba, casi parecía una alemana – más tarde incluso se había adaptado al alemán austriaco. Su imagen era incompatible con esto y encima este tono duro, estas exigencias, estas soluciones que ofrecía y incluso sabía de inmediato, esta manera de actuar de manera estructurada – todo esto no encajaba con su imagen. Alguna gente tenía problemas con esto. Algunos no entendían su comportamiento. Les confundía y a veces incluso se volvían
agresivos con ella, sin entender realmente porque.
Suvarna sabía esto y Max también lo sabía, pero nunca han podido cambiar estas expectativas referente a ella. Suerte que no pasaba a menudo. Por desgracia no pudieron prever la enorme extensión que iba a tomar lo que les venía encima. Estas expectativas, que tenían con ella, eran una importante razón por los problemas que ella iba a tener con el grupo de mujeres en la red.
2.
Alemania, India
Años 60 y 70
El matrimonio de sus padres era algo insólito, ya que los dos eran de totalmente diferentes partes de la India y pertenecieron a distintas religiones – en el momento de su casamiento una relación muy inusual. Su padre era de la religión Hindú-Jain del estado federal Bihar en el norte de la India y su madre era una católica de Kerala en el sur de la India.
Los Jain pertenecían a la antigua religión del Jainismo y creían en el universo, en la no violencia, y la renunciación. Los Jain creían que todos los seres vivos tenían un alma, incluidos las plantas y los insectos. De hecho se podía reconocer los Jain hasta en una foto, pues andando por la calle la barrían primero, para quitar las hormigas para no matarlas al pasar. En toda regla, los Jain eran vegetarianos estrictos.
Por eso Suvarna fue educada como vegetariana desde su nacimiento. Había probado la carne mucho más tarde en su vida, pero no le gustaba ya que no le era familiar. Su madre no había sido vegetariana, pero después de casarse con Suren se había vuelto vegetariana, ya que le importaba mucho a él y a su familia.
Su padre Suren era de la pequeña ciudad Arrah en el norte de la India. Había sido criado junto a dos hermanas y había estudiado física nuclear. El centro estatal de investigación nuclear (Atomic Energy Research Centre) de renombre, que entonces disponía de ocho centros en la India, había anunciado un puesto como físico nuclear en su universidad. Suren solicito el trabajo, consiguió el puesto y se mudó a Mumbai para vivir y trabajar allí. Después de un tiempo su jefe le preguntó, si no tuviera ganas de ir a Alemania por dos años, para participar en un programa de intercambio internacional de investigación. Y así llegó a Karlsruhe en Alemania.
Su madre Madita era de un pequeño pueblo en Kerala. Allí la mayoría de la gente se ganaron la vida con la pesca. Un día el cura de su iglesia le preguntó a su padre, si alguna de su hijas no debería hacerse enfermera, para ir al extranjero y ayudar a los enfermos. Sus padres tenían en total ocho hijos vivos y se eligió a ella que con sus 17 años aún era joven, no obstante bastante mayor
para aprender una profesión y ayudar a a gente. Vino a Karlsruhe en Alemania en un grupo de 20 chicas, para aprender la profesión de enfermera, para luego trabajar en un hospital y ayudar a la gente.
En Octubre la sociedad alemana-india en Karlsruhe había invitado a la festividad del Diwali.
Diwali, la fiesta de la luz, es la mayor fiesta de la India que celebra cada año el regreso del príncipe heredero Rama después de 14 años en el exilio. Se celebraba en toda la India con grandes fuegos artificiales.
Los Indios en el extranjero tampoco dejaban de celebrar el Diwali. Las chicas guapas de Kerala eran muy felices de conocer a otra gente de la India. Aunque no sabían hablar Hindi y no podrían charlar con nadie, les daba igual. Les bastaba encontrarse con gente de la India y festejar el Diwali.
Y allí se conocieron los dos. Luego siguieron varios encuentros en la ciudad para hacer caminatas y visitas turísticas. Hablando no podían entenderse, a no ser con manos y pies, pero a veces en las cosas del amor tampoco es necesario. En Bihar, de donde era Suren, se hablaba Hindú y Bojpuri, pero en Kerala, de
donde era Madita, la lengua era el Malayalam. Como es sabido, en la India se hablan 22 idiomas que son todos bien distintos, con sus propias letras, su propia escritura y su propia gramática.
Cuando llegó el momento para Suren de regresar a la India, Madita también se decidió a regresar pues los dos querían casarse. A continuación vino la oposición de ambos familias, discusiones y disputas, ya que el idioma, las tradiciones, la comida – simplemente todo era diferente. A pesar de todo los dos se juntaron y se casaron. ¡El amor había vencido! Tuvieron dos hijos, un chico, Sandip y una chica, Suvarna.
3.
Nueva Delhi
Julio 2019
Por razones de trabajo, Suvarna estaba en la India, en la capital Nueva Delhi. Una semana en Nueva Delhi, después casi una semana en Mumbai y luego vuelta a Yakarta – esto era su plan de viaje. Toda la semana tenía conferencias – de mañana a noche. Se había encontrado con varios personas preestablecidas en su plan de viaje. En cada reunión tenía que concentrarse pues más tarde debía incluir el contenido de las conferencias en su informe. A pesar del día agotador para no omitir nada y para agregar el contenido de las conferencias, normalmente trabajaba en su informe por la noche durante dos horas en la habitación del hotel. Después de eso solía dormir bien. Pero no esta noche.
Había llegado el Lunes y debía seguir su viaje a Mumbai el Martes una semana más tarde.
Entretanto le quedaba un fin de semana que pensaba pasar en Nueva Delhi. El Viernes estaba pensando como iba a pasar el fin de semana allí, bueno … que iba a hacer? Pues,levantarse tarde, desayunar muy despacito y tomar dos o tres tazas de Masala indio – un té indio con leche y especias – luego trabajar en la presentación, que había de entregar el Lunes. Luego la comida de mediodía, más trabajo y después como recompensa ir al Spa del hotel, es decir al masaje ya que el lado izquierdo de su cuello le volvía a doler bastante. Cena – quizás sí, quizás no, telefonear a casa y a dormir, pensaba. Y el domingo otra vez el mismo curso de los acontecimientos. Esto era el plan para el fin de semana. Hasta que llamó a Prabhakar.
Como siempre hablaban un poco del trabajo, de sus respectivos hijos, de sus planes para las próximas vacaciones, cuando serán y si serán cortas o de duración normal, cuando se podría hacer unas vacaciones de un fin de semana, y sus planes generales para el fin de semana. Suvarna le contó que se encontraba en Nueva Delhi por el trabajo y que pensaba pasar un fin de semana tranquilo: Un poco de trabajo, relajarse un poco y, si fuera posible, poca comida.
De repente preguntó a Suvarna: »¿Por qué no vas a ver a Harshwardhan? No vive en Nueva Delhi con su familia? Sería genial, si podrías visitarlo a él y a su familia.«
Suvarna aún no había pensado en esto. Hace unos meses que le había enviado un mensaje y él le había escrito que él y su familia se habían mudado a Nueva Delhi y que ahora vivían allí. Sí, podría hacerlo, pero de que iban a hablar que no se habían visto en veintidós años y se habían escrito pocas veces, aunque ahora ya no era tan difícil – con las redes sociales. Ella ni siquiera conocía a su mujer y a sus hijos. Por otro lado no tenia nada planeado. Bueno, podría escribirle un mensaje que yo estaba en la ciudad y que tenía tiempo. Si concertaran una cita – bien – de todas formas había planeado un día relajado. Pues le escribió. ¡Qué casualidad! El sábado a partir del mediodía tenía tiempo.
»Nos encantaría mucho saludarte en nuestra casa. ¡Quién hubiera pensado que nos encontraríamos aquí en Nueva Delhi! Voy a venir mañana con los niños a recogerte alrededor del mediodía. Estate preparada.«
Asombrosamente todo el mundo estaba despreocupado y amable. Su mujer, Mandina, era muy simpática, relajada y locuaz. Al principio, sus hijos de catorce y doce años estaban algo reservados, pero con cada minuto que Suvarna estaba con ellos, se volvieron más habladores. En un momento que Suvarna estaba a solas con el hijo en la sala, él la preguntó si antes en la universidad su padre Harsh había tenido una novia y si había tenido algún lío. A ella le parecía todo muy simpático; le gustaba su familia y pensó en seguida que sería bonito, venir con Max y Mausi en las vacaciones a Nueva Delhi y volver a encontrarse con todos ellos, para que Mausi pudiera conocer a los dos hijos de Harsh. Suvarna era así; en seguida le gustaba la gente y de inmediato pensaba en como quedar en contacto con ellos para reforzar aún más su amistad.
Por la tarde Harsh, Mandira y Suvarna se fueron a un bar popular. La temperatura en el exterior era agradable. Decidieron quedarse en la terraza del tejado. después de dos cócteles que no eran muy fuertes, el ambiente se puso algo más alegre. Mandira y Suvarna se pusieron de acuerdo y empezaron a burlarse de Harsh – por minucias – como que nunca encontraba aparcamiento, que siempre intentaba tener un aspecto genial, si otras mujeres estaban cerca, y todo lo que Suvarna podría contar de antes, pero lo que no hizo. Y las dos se rieron y rieron y rieron de sus propios chistes.
Harsh le dijo a Mandira que no se pase con la bebida; a eso dijo Mandira:
»Mira, todo está en orden, aún no he revelado nada.«
Suvarna acaba d volver del lavabo, cuando escucho esto. Harsh dijo aún: »Sí, todos nosotros sabemos todo esto; sabemos lo de la adopción, la historia de los inquilinos, de sus historias de relaciones, de la crisis matrimonial, pero ella no sabe que nosotros lo sabemos, y así la vamos a dejar. No tiene sentido, ahora empezar de nuevo. Lo estamos pasando bien y esto está bien. ¡De manera que contrólate!«
En este momento Suvarna llegó en la mesa. No dijo nada, pues en este momento pensó, si lo quisieran contar, ellos mismos ya lo habrían contado. ¿Por qué iba a avergonzarlos con preguntas? Era una noche tan bonita, pues dejó ahí el asunto.
»Mandira y yo estamos en este momento en un restaurante con ella. Sí, ya ha tomado algo, pero Mandira también«, escribió Harsh con su teléfono móvil.
»Para nosotros es interesante que Suvarna haya bebido.«
»Es sábado noche, nos volvemos a vemos después de veintidós años y las dos mujeres disfrutan de la noche, no hay nada malo en ello.«
»Tú no la tienes que proteger. Ya os contamos a todo el mundo, como están las cosas. Tú sigues observando, haces fotos e nos informas«, escribió Deborah.
Los dos llevaron Suvarna de vuelta al hotel. En el camino Mandira y Suvarna se rieron entre dientes como colegialas. Se rieron de todo y de nada, y se lo pasaron bomba. Cuando llegaron al hotel, dijeron Mandira y Harsh, si tuvieran tiempo, también podrían salir a cenar la próxima noche.
»Sí, esto sería fantástico« , dijo Suvarna de inmediato y enseguida le dio una gran alegría.
Era ya después de medianoche. Preguntó en la recepción del hotel, hasta qué hora había desayuno, ya que tenía intención de dormir hasta el último minute sin perderse el desayuno. Bueno, habrá bastante tiempo para dormir.
Cuando ya estaba metida en la cama, le escribió un mensaje a Max.
»Estoy otra vez de vuelta en el hotel. Era un día precioso con toda la familia y una noche muy bonita con los dos. Podemos telefonear mañana, vaya, quiero decir hoy, dentro de unas horas. Es un poco tarde, ahora me voy a dormir. Pero ha sido muy divertido. ¡Qué duermas bien! Buenas noches.«
Luego llamó a Prabhakar en los Estados Unidos. No tenía tiempo y sólo dijo que estaba conduciendo y no podía hablar. Por tanto simplemente le mandó unas cuantas fotos de la tarde.
El contestó escribiendo: »¡Bonito!«
Bueno, ¿solo bonito? pensó ella. ¡Pues, vaya día que habrá tenido! Pero entonces se acordó que él estaba en camino – probablemente era por eso. Ella no podía saber que esto había sido su penúltimo intercambio y que el último contacto dentro de dos meses sería igual de breve. Tampoco podía saber que su encuentro en Singapur en Noviembre, que habían acordado, no tendría lugar.
La red y el grupo de mujeres le habían contactado y esta gente ya había envenenado su relación con Suvarna con éxito. Más tarde Suvarna se asombraría, por qué dejaría que una amistad de veintiséis años se arruine – bueno, una amistad con una interrupción de diecinueve años – sin embargo hacía tres años que volvían a tener contacto regularmente. Y todo eso por historias manipuladas de gente que tan sólo conocía unos pocos meses por las redes sociales. Y eso después de decirle que se alegraba mucho volver a tener contacto con ella después de diecinueve años, y que no quisiera perder su amistad de ningún modo. Bueno – todo esto no podía saber y nunca se lo hubiera imaginado.
La mañana siguiente no se despertó hasta poco antes de las diez. Después del desayuno se metió con su trabajo que debía presentar el lunes. Su trabajo se tomaba muy en serio. Es que le gustaba mucho su área de trabajo. Pues no era nada fácil conseguir en tan poco tiempo, es decir en tan sólo una semana, una completa visión de un proyecto de varios años de duración, entender todo el contenido, analizarlo y a cabo de una semana presentar los resultados. Pero en su trabajo era buena. Max estaba orgulloso de ella y siempre la motivaba seguir trabajando, porque había visto que su trabajo le encantaba.
»Suvarna, tú haces tu trabajo muy bien. Has de pensar siempre: No se trata de ser el o la mejor en el trabajo, o poder serlo. Lo importante es dar lo mejor de sí. A ti te interesa, te comprometes, te encanta y lo haces muy bien. ¡Sigue así!«
Al mediodía sólo quería comer poco ya que había concertado una cita para un masaje a media tarde. En el lado izquierdo del cuello sentía un endurecimiento. Lo tocaba y lo presionaba con los dedos esperando que mejore, pero no mejoró. Es que no mejoraba nunca, por eso el masaje le haría bien. Después de la comida del mediodía y de escribir un rato, se fue al masaje. Era el mismo masajista que ya había tenido hace dos días. Le había dicho lo de su cuello. Después de un masaje de una hora le mostró unos ejercicios, que podría y debería hace para tensar y reforzar su musculatura del cuello.
Harsh había escrito que Mandira y él la recogerían a las ocho de la tarde para poder ir a cenar en un lugar bonito. Llegaron poco después de las ocho sin los niños y fueron a un restaurante del norte de la India que estaba cerca. Al encargar la cena, Suvarna no pidió vino porque imaginaba que después de la cena aún tendría que trabajar, ya que tenía la presentación el día siguiente y aún la tenía que terminar.
»Mandira y yo estamos ahora cenando con ella. Un par de veces le ofrecimos vino y otras bebidas alcohólicas, pero no quiso tomar nada.«
»Sí, sí, ya está bien. Escríbeme si dice o pregunta algo« , escribió Deborah contestando.
Todos tenían una bonita noche charlando mucho. Las dos mujeres volvían a hacer sus críticas chistosas de Harsh, riéndose mucho y luego la llevaron a Suvarna de vuelta al hotel. De algún modo le daba pena desperdise. Todos los recuerdos a Bangalore le habían vuelto, había sido tan divertido en esta época – igual que esta noche, pensaba. Le gustaba entenderse tan bien con Mandira. Le parecía conocerlos mucho tiempo. ¡Esperaba realmente quedarse en contacto con ellos!
»El no le ha revelado nada a ella« , escribió Lungi.
»Muy bien, eso conviene. Ya ves que es bueno, si nos enteramos antes de sus planes. Recuerda: Debemos no, tenemos que saberlo todo antes, entonces podemos planearlo todo adecuadamente, ir preparando cierta gente, y nosotros mismos podríamos informar a otros de la forma como queremos. Aún más importante es, posicionarnos y actuar correspondientemente – esto vale mucho«, venía la respuesta de México.
»Esta claro. De todas formas procuramos conseguir, que la gente nos informe muy a tiempo, si posible incluso antes de haber hablado con ella.«
»Muy bien. Nos volvemos a poner en contacto.«
»Todo va según el plan. Nadie ha notado nada«, salió el mensaje de Méjico.
»Muy bien. Total, ¿cómo iban a saberlo… Hahahaha!« vino la respuesta de Rusia.
»Está bien que ya llevamos unos meses en contacto con su amigos. Ellos hacen todo el trabajo para nosotros.«
»Pues así es como debe ser … hahahaha … hasta mañana.«
4.
Bengaluru
1993 – 1995
Suvarna estaba estudiando en la universidad de Bengaluru, que en esta época aún se llamaba Bangalore. Estaba matriculada en ingeniería civil. En su clase había unos cincuenta chicos y chicas. No conocía a nadie aparte de Pardhan, a quien le había conocido, cuando los dos hacían cola para inscribirse para estudiar en alguna universidad. Hablaban, y así se enteraron que ambos iban a estudiar a la misma universidad.
Como es normal en situaciones así, al principio todo y todos parecían extraños. Había todo tipo de estudiantes – algunos probablemente eran tímidos y no se atrevían a levantar la mirada. Algunos se sentían visiblemente a gusto y querían mostrar que eran emprendedores, y algunos sólo conversaban con sus vecinos. Luego entraron dos chicos en la clase que parecían muy simpáticos.
Cuando pasaron por su sitio, sonreían, pero no era ningún intento de ligar – era simplemente una sonrisa amable.
Después de tres largas lecciones ella tenía la pausa del mediodía y los muchos chicas y chicos ya empezaron a sentirse mejor y aprovecharon el tiempo para presentarse el uno al otro. Entonces uno de los dos chicos simpáticos la abordó y se presentó – se llamaba Prabhakar.
Entonces gritó al otro chico: »Harsh, ésta es Suvarna. ¡Es de Mumbai!«
También conoció una chica que se llamaba Shehnaz. Poco a poco se estaba sintiendo mejor, y se notaba que a los otros estudiantes les pasaba lo mismo.
Prabhakar era de Bengaluru. Siempre era muy amable, tenía una cara agradable, siempre preguntaba por el bienestar de las otras personas y siempre estaba dispuesto a ayudar.
Pardhan venía de otra parte de la India y se había mudado a Begaluru para estudiar. No hablaba mucho, pero estaba siempre muy atento. A veces los otros le preguntaban cosas de improviso para saber si de verdad les había escuchado y resultaba que sí que les había prestado atención. Su cara solía expresar seriedad. No obstante solía ser muy amable, aunque no llevaba siempre la cara sonriente. Cuando le preguntaban algo en concreto, siempre se ofrecía para ayudar.
Harshwardan, en breve Harsh, como todo el mundo le llamaba, era gracioso a su manera. A veces incluso en situaciones graciosas puso una cara muy seria. Suvarna nunca estaba del todo segura, si él había entendido la gracia de la situación o si el chiste estaba debajo de su imaginado nivel.
Y entonces también había Shehnaz. Era de Bengaluru y vivía con sus padres, su hermano casado, su cuñada y su sobrina de año y medio de edad. En el fondo era muy locuaz, pero sólo con gente, con quienes le gustaba hablar. Ella sabía reírse muchísimo y muy afectuosamente. Unos años más tarde después de la boda de Shehnaz, Suvarna perdería el contacto con ella. La buscaría durante años en las redes sociales, pero por desgracia nunca la pudo encontrar.
Como Suvarna tampoco era de Bengaluru, vivía en una pensión cerca de la universidad. Así fue que Suvarna, Prabhakar, Pardhan, Harshwardhan y Shehnaz llegaron a ser una pandilla. Pasaban las pausas del mediodía juntos, iban juntos a una de las dos cafeterías fuera del campus universitario para desayunar, cuando las lecciones empezaron más tarde o lo más tarde se veían al mediodía. Como es normal para la gente joven, siempre tenían algún tema para charlar y para enojarse – casi siempre hablaban de los profesores o de algún tema para criticar etc. Todos eran muy locuaces – aparte de Pardhan. Él siempre escuchaba y contestaba – no con demasiadas palabras, pero sin embargo siempre interesado. No asistía muy activamente, pero esto no molestaba a nadie – ellos seguían charlando igual y gesticulando vivamente. Durante la semana pasaban mucho tiempo juntos – iban a comer juntos, charlaban mucho, a veces iban al cine – todos los cinco se divertían mucho y juntos lo pasaban bomba.
Suvarna era de la gran ciudad Mumbai y la educaron para ser autónoma e independiente. Nunca había entendido muy bien las reglas de la sociedad, que eran tan importantes en la India, y no le gustaban demasiado. Ella no entendía, porque no podía hablar mucho con los chicos, porque no podía estar todo el día con ellos y porque no debía salir con ellos.
Tan sólo había dos chicas de Mumbai en la universidad y como Suvarna era una de las dos, muy pronto se hizo conocida. Con su pelo largo y negro, su cara sonriente y su charla encantadora era siempre una interlocutora bien vista por los jóvenes señoritos. Todos querían conocerla y charlar con ella. Muchos la esperaban para abordarla, la esperaban en el camino de su pensión a la universidad, para encontrarse ‘por casualidad’ con ella. Además recibía, como es normal a su edad – tenía dieciocho años – casi a diario ofertas de los más diversos chicos para salir con ellos. Disfrutaba de la gran atención que recibía.
Hasta los quince años de edad había tenido casi un aspecto de un chico, había jugado con los chicos de su vecindad, tenía amistad con los chicos de su escuela y desde su punto de vista en la escuela la trataron como un chico. Tanto más disfrutaba de la atención que recibía como joven mujer. Le parecía genial. Si los chicos la piropeaban por su buen aspecto, no le daba vergüenza sino se reía afectuosamente y le gustaba flirtear con ellos. En la universidad de día le gustaba salir con sus amigos y amigas, pero por la noche a menudo salía con algún chico u otro. Sus amigos le decían a menudo que debería tener cuidado con estos otros chicos, pero ella no les tenía miedo. ¡La vida era fantástica!
En la universidad conoció a Mahinder. Se citaron para tomar café y luego decidieron volver a encontrarse. Se dieron cuenta que les gustaba pasar tiempo juntos y empezaron verse regularmente, casi cada dos días. Hacían las cosas corrientes que gustan a los adolescentes: Tomar el té, darse una vuelta en la moto, a veces incluso fuera de la ciudad, ir a comer, ir al cine y cosas parecidas.
Una tarde la llevaba a su piso compartido, donde hacía algún tiempo se había mudado de la pensión. Ya se paraban una calle antes de llegar y se quedaron allí para charlar un rato. De reojo, Suvarna vio unos hombres que estaban corriendo hacia ellos, pero pensaba en nada malo ya que los chicos tenían la costumbre de bromear y correr juntos por la calle. Cuando se acercaron, se preguntó por un momento si pasaba algo, pero a continuación volvía a escuchar las palabras de Mahinder. Cuando los hombres se acercaban aún más, sonaba la alarma brevemente en su cerebro. Todo pasaba tan de prisa – por un lado una parte de su cerebro gritaba que algo pasaba y por el otro veía algo amenazador en sus manos – lo percibía, pero no lo tenía muy claro, mientras aún estaba escuchando a Mahinder.
De repente los hombres estaban con ellos. Eran cinco y llevaban un machete, una guadaña y cuchillos en las manos. Dos agarraron a Mahinder, dos la sujetaron a ella y el quinto vaciaba los bolsillos de Mahinder y le dio un golpe en la barriga. No le dejaban decir ni pío – de otro modo le matarían. Ella ya había empezado a chillar, cuando los hombres empezaron a sujetarla. Acto seguido uno de los hombres le mostró un cuchillo y le echó la bronca para que deje de chillar. Suvarna obedeció. Cuando el quinto hombre quería volver a pegar a Mahinder, intentó incluso en esta situación hablar razonablemente con el matón. Le dijó que podía tener todo el dinero que llevaba encima y también sus joyas de oro, pero que deje de pegar a Mahinder. Para que pegarle, si podía obtener, lo que quería. El matón incluso reaccionó mostrando comprensión. Luego uno de los dos matones, que la sujetaron, quería pegarla. Otra vez le miraba directamente a los ojos al quinto matón y le exigía acabar con todas las tonterías y golpes porque ya tenían el dinero y el oro. Si era el valor que mostró en esta situación, lo que al hombre le habrá sorprendía, no lo sabía. Pero realmente no importaba. De nuevo el hombre transigía y le dijo al otro matón que lo dejara. Al final sin embargo aún le dieron a Mahinder unos golpes, les amenazaron a Suvarna y a él con el cuchillo y el machete y desaparecieron en la noche. Todo eso había durado cinco o seis minutos, pero a Suvarna le parecía una eternidad.
Suvarna no podía moverse. No podía comprender lo que acaba de pasar. ¿De verdad acababan de atracarlos? Llevaba más dinero encima que de costumbre, ya que tenían que pagar una cuota de curso el día siguiente. Pero esto no importaba tanto, al menos no ahora, pensó ella. Sus joyas de oro habían desaparecido – como podía explicar esto a su madre y sus parientes? Pero en este momento tampoco era lo más importante. Acaban de atracarlos. Podía haber terminado mucho peor. Habían tenido suerte, ¡muchísima suerte! Mahinder estuvo como paralizado. Estaba como en estado de un ligero shock, a punto de llorar. Ella no pudo entenderlo. Pues él es el hombre. Él debería consolarla, pensaba.
Se fue tres pasos hacia él y cogió su mano. »Ven, que vamos a mi piso.«
Fueron andando los 150 Metros hasta el piso de Suvarna.
Las dos hermanas con las cuales compartía el piso, estaban en casa. Suvarna les contó lo que había sucedido y también ellas se quedaron sin habla. Sólo sacudían las cabezas y no podían creer que algo así pasara en su barrio. Una de las dos compañeras de piso bajó para contárselo todo al propietario de la casa y a continuación telefoneó a los compañeros de piso de Mahinder.
Veinte minutos más tarde llegaron dos de sus compañeros y todos hablaban él uno con el otro. Estaban desconcertados por lo ocurrido, pero ya había pasado y no se podía retroceder en el tiempo. Sus compañeros se llevaron a Mahinder y dijeron algo de la policía – pero el día siguiente.
Suvarna y sus compañeras de piso se sentaron un rato en la gran terraza de su pequeño piso y miraban fijamente a la noche oscura. El cielo estaba sin estrellas – característico para lo que acababa de pasar. De hecho se contaba en todas partes una y otra vez que estas cosas pasaban, pero nadie hubiera pensado que una cosa así podría pasar a una de ellas. ¡Pero que podrían hacer ahora!
Después de que Suvarna había contado todo el hecho al menos veinte veces y sus compañeras habían escuchado a pesar de todo cada vez muy atentamente, preguntando siempre las mismas cosas y expresando su desconcierto, todas se decidieron ir a dormir y ver el día siguiente lo que se podría hacer. Esta noche traerá cambios, pero en este momento Suvarna aún no lo sabía y tampoco sabía que estos cambios ni siquiera serían tan malos para ella.
En algún momento Suvarna se durmió. Durante la noche soñaba una y otra vez con lo que le había pasado. A veces se puso inquieta durante el sueño y de vez en cuando se despertó. En algún momento amanecía en el exterior.
Oh no, ¿tan pronto?No quiero ni que llegue el día. No quiero levantarme y salir a fuera und hacer como si todo fuera normal. No quiero ir a la policía. ¡No quiero!
Bastante pronto a media mañana se levantó; sus dos compañeras de piso ya se habían despertado y estaban desayunando, cuando Suvarna entraba en la sala.
»Buenos días. ¿Has podido dormir bien de alguna manera? Nos vamos preparando, que esta tarde nos iremos por una semana a ver a nuestros padres en su casa. Hace tiempo que hemos quedado con ellos y no queremos decepcionarlos. Pero ya te lo habíamos contado, ¿verdad?« dijo primero una, y luego la otra compañera.
El próximo golpe para ella. Vaya, ¡se van! ¡Ahora! ¿Después de lo que ha pasado? ¿Y la dejarían sóla? Suvarna no dijo nada.
Mentalmente aún no estaba muy presente. Pensativa se terminó su desayuno de alguna manera y se cambio de ropa. Entonces escucharon motocicletas. Mahinder y tres de sus amigos habían llegado. Después de saludar a todo el mundo y volver a pasar los hechos, decidieron ir a la próxima comisaría de policía.
En la comisaría los policías escuchaban toda la historia con muy pocas ganas. En realidad ¿por qué razón se habían quedado parados Suvarna y Mahinder allí? Por la noche había poca gente en las calles y esta calle en particular estaba especialmente vacía. En estos lugares estos matones no tenían escrúpulos de cometer un crimen así, por eso los dos no debían haberse parado allí. ¡Por lo tanto la culpa era de ellos!
Suvarna no entendía muy bien, si la policía ahora había aceptado la denuncia o no. Estaba muy furiosa y también bastante segura que la policía incluso sabía, quienes eran estos matones. Simplemente no querían hacer nada, porque la cosa no era lo bastante grave. Además, aparte de llevarse dinero y joyas y ‘un par de golpes‘ no había pasado nada. Entonces ¿para qué todo este esfuerzo?
Suvarna primero llamó a su prima y le contó cualquier historia por qué habían desaparecido el dinero y las joyas. Su prima escuchaba, pero no comprendía su historia. Volvía a preguntar, qué había pasado y porque el dinero y las joyas habían desaparecido. Suvarna volvía a contar su cuento china y añadió: »Por si llama mi madre, no le digas nada aún. Sólo se preocupará sin necesidad; tú ya la conoces.« Luego dijo que aún tenía que hacer una cosa y que en este momento no podía hablar. Le dijo que su prima se lo diga a sus padres, el tío y la tía de Suvarna y colgó el teléfono.
Después llamó a sus amigos, uno tras otro: A Pardhan, Harsh, Prabhakar y Shehnaz. Y también a Anant. Todos estaban desconcertados. Y todos expresaban casi las mismas palabras de incredulidad. Le preguntaron, qué tal estaba y decían que les comunique si necesitaba alguna cosa.
Hace un año que Anant y Suvarna se vieron por primera vez en casa de unos conocidos. Desde entonces se habían visto de vez en cuando – eran amigos. Él la preguntó si quería, que él pasara a verla. No, decía ella, no es necesario. Notaba que ella estaba llena de rabia y le dijo que intente meditar. Esto le ayudaría. Entonces le subía la rabia de dentro de ella, que desde el atraco tenía metida en su interior de alguna forma indefinida. Cómo le podría ayudar la meditación? Si la policía cogiera los matones y recuperara sus cosas, le ayudaría, pero no meditar. Pues bien, al parecer no iba a recuperar nada.
Para la comida al mediodía sus compañeras habían cocinado algo para ella – al menos esto pensaban. Poco entusiasmada se lo comió. Ya sabía lo que le estaban esperando. Las hermanas ya habían hecho sus maletas y se despidieron por la tarde:
»¡Cuídate! Si hay algún problema, ¡llamanos! de todos modos, tus amigos están en la ciudad, ¿verdad?«
¡Fantástico! ¿Y ahora qué?
Estaba sentada un rato en la sala mirando al vacío. Luego se fue al dormitorio, se acostó haciendo lo mismo: mirar al vacío. Entonces se fue a la terraza; ya anochecía. Oía los pájaros gorjear – de qué servía todo esto – estos supuestos sonidos de la felicidad . Todo esto no tiene importancia, ¡no servía para nada!
Oscurecía poco a poco, se empezaba a oír sonidos y ella se sentía extraño como si la oscuridad la apretara – no era un sentimiento agradable. Entró a la sala, cerró la puerta detrás de sí y volvía a comprobar varias veces, si de verdad estaba cerrada. Cada minuto le parecía durar horas; miraba el reloj una y otra vez, como si ya sería por la mañana. Pero no era por la mañana – todo lo contrario – a fuera se puso cada vez más oscuro y más tranquilo. No sabía como podía aguantar hasta la mañana siguiente.