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Aquellos años tan felices: Un lamentable grupo de teatro afronta el último ensayo antes de su disolución. Tras ella, seguiremos los pasos de algunos de sus componentes.
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© de esta edición Metaforic Club de Lectura, 2016www.metaforic.es
© Fernando Lalana, 2006www.fernandolalana.com
ISBN: 9788416873432
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LO poco que sé de teatro lo aprendí leyendo a Enrique Jardiel Poncela.
De Jardiel aprendí que, aunque el destino natural de toda producción dramática sea el representarse sobre un escenario, hay que escribir teatro como si fuera a ser publicado y devorado, a renglón seguido, por el lector más exigente. Cosa que, ya sabemos, casi nunca sucede.
De Jardiel aprendí a odiar a los críticos.
Con Jardiel descubrí una forma de entender el humor que yo he intentado, constantemente, traspasar a mis obras. Sin lograrlo jamás, supongo.
Y cuando me lancé a escribir mis primeras comedias comprendí que Jardiel tenía razón al afirmar que escribir teatro es la cosa más difícil que más fácil parece. Quizá por eso orienté pronto mi carrera hacia el cuento y la novela, infinitamente más sencillos de elaborar. Como él decía: «Cuando escribes novela y tienes la idea, ya lo tienes todo. Cuando escribes teatro y tienes la idea, todavía no tienes nada».
Pero antes de mi capitulación, y armado tan sólo con el íntimo convencimiento de que el teatro como espectáculo sólo es satisfactorio cuando consigues que el público disfrute en la butaca, me lancé a mi primera y única experiencia comediográfica completa.
En 1984 escribí y dirigí «Aquellos años tan felices» tal como Jardiel contaba que lo hacía él en ocasiones: al hilo de los ensayos, modificando la obra sobre la marcha, apareciendo cada día con una carpeta bajo el brazo en la que traía las nuevas escenas recién escritas, con la tinta aún fresca. Sin conocer el final ni por asomo.
Entre el otoño del 84 y el verano del 87, la pieza (no me atrevo a llamarla comedia) se representó casi medio centenar de veces. En festivales, en pequeños pueblos, en pueblos medianos, en capitales, en colegios mayores, en teatros comerciales... Y puedo afirmar, orgullosísimo, que en todas y cada una de las funciones obtuvimos el resultado que nos habíamos propuesto: el público se divirtió, y mucho. En ocasiones, bastante más de lo que habríamos podido imaginar. Naturalmente, el agricultor de Herrera de los Navarros se reía de distintas cosas que el estudiante del Colegio Mayor Cerbuna. Pero todos, sin excepción, lo pasaban en grande.
A este estupendo resultado contribuyó de forma decisiva la interpretación del grupo de actores, amigos entrañables todos, que componían la que fue última formación del Teatro Incontrolado de Zaragoza. Desoyendo sistemáticamente mis órdenes como director, Blanca, Jesús, Miguel, Mariano, Paco, Eduardo y Luis Angel lograron llenar la obra de inesperados matices y convertir cada función en una caja de sorpresas.
Marta, mi mujer, había ya decidido no volver a pisar un escenario pero logramos convencerla para que se hiciera cargo de las luces y el sonido, cosa que hizo de forma siempre impecable; y Josemaría Almárcegui nos diseñó un precioso y espectacular decorado polivalente que sólo tenía el pequeño defecto de que no cabía en ningún teatro de España.
Fue éste el último espectáculo del T.I.Z. El grupo, fundado en 1974 por Eduardo Couto Dato – uno de los pocos auténticos hombres de teatro que he conocido – se disolvió definitivamente en 1988, tras catorce montajes y catorce años ininterrumpidos de actividad teatral no profesional. Durante ese tiempo, más de ciento cincuenta personas – más de ciento cincuenta amigos – entraron en contacto por vez primera con el mundo del teatro. Algunos siguieron – seguimos – en él. La mayoría, no, claro. Pero, estoy seguro, todos le guardan al «Incontrolado» un lugar en su memoria.
Verdaderamente, fueron aquellos unos felices años.
LA primera versión de AQUELLOS AÑOS TAN FELICES se estrenó en ARIZA (ZARAGOZA) en Septiembre de 1984.
La última versión representada se estrenó en el Palacio de los Duques del Infantado de GUADALAJARA, con motivo del VIII Certamen Nacional de Teatro «Arcipreste de Hita», donde obtuvo el premio concedido por el público a la obra con mejor acogida popular. Jesús Gómez Martín, además, obtuvo el premio al mejor actor de reparto del certamen.
La última función realizada por el TIZ se efectuó en ALAGÓN (ZARAGOZA), en octubre de 1987, aunque la obra (o parte de ella) ha sido representada posteriormente por otras compañías de forma puntual.
Durante los más de tres años que el Teatro Incontrolado de Zaragoza lo llevó en su repertorio, el espectáculo fue variando constantemente. El presente texto corresponde a una versión «póstuma» que, estrictamente, nunca ha sido presentada al público pero que sólo ofrece modificaciones apreciables sobre la «Primera parte de la primera parte».
Debido a su larga duración (superior a las dos horas y media), el TIZ no solía ofrecer la obra en su versión completa. Existen complementos del texto que permiten la supresión de la «Despedida», de la «Tercera parte», de la «Segunda parte» y del «Intermezzo» o cualquier combinación de ellas.
Existe también una versión de la «Tercera parte» que nunca nos atrevimos a estrenar, por demasiado cáustica. Y una versión aligerada de la «Primera parte de la primera parte» que reduce su duración a un tercio de la habitual.
Y muchas otras curiosidades que, de haberlas reunido todas, habrían originado un libro de la extensión aproximada de «Guerra y Paz».
Aunque los actores del T.I.Z. solían intercambiar sus personajes según les venía en gana (y generalmente sin consultar con el director), un ejemplo de reparto podía ser el siguiente:
(Basada en una pieza corta de Max Aub)