Arauco tiene una pena - Pedro Cayuqueo - E-Book

Arauco tiene una pena E-Book

Pedro Cayuqueo

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Beschreibung

En esta nueva entrega de sus crónicas mapuche, Pedro Cayuqueo nos conduce en un viaje vertiginoso a través del alma vibrante y compleja de Chile. Las crónicas, columnas y entrevistas que integran el libro configuran un testimonio íntimo y apasionante de los turbulentos años que se inician a mediados de 2021 hasta septiembre de 2023. Desde la efusión por la Convención y la consagración histórica de los derechos indígenas hasta el desolador triunfo del Rechazo, el autor nos sumerge en una montaña rusa emocional, llevándonos de la esperanza y la alegría a la decepción más profunda. La narrativa, tejida con maestría, aborda la complejidad de la sociedad chilena, revelando las contradicciones y paradojas que caracterizan este periodo. En medio de la surrealista realidad chilena, enfrenta el desafío de escribir sin caer en el pesimismo brutal o el escepticismo devastador. La escritura se convierte en una herramienta de educación, una invitación a comprender la historia del pueblo mapuche y sus anhelos postergados. Pero el libro va más allá y explora temas culturales, literarios e históricos, ofreciendo un grato respiro con reseñas de películas, series y documentales. Arauco tiene una pena no solo informa, sino que educa y desafía prejuicios arraigados. Este libro es un llamado a la acción, una búsqueda de reparación y una esperanza para un futuro mejor.

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CAYUQUEO, PEDRO

Arauco tiene una penaY otras crónicas mapuche

Santiago de Chile: Catalonia, 2023

192 p. 15 x 23 cm

ISBN: 978-956-415-064-2

GRUPOS RACIALES, ÉTNICOS, NACIONALES

305.8

Diseño e imagen de portada: Amankay Cayuqueo

Corrección de textos: Genaro Hayden

Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco

Composición: Salgó Ltda.

Editorial Catalonia apoya la protección del derecho de autor y el copyright, ya que estimulan la creación y la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, y son una manifestación de la libertad de expresión. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar el derecho de autor y copyright, al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo ayuda a los autores y permite que se continúen publicando los libros de su interés. Todos los derechos reservados para esta publicación que no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información. Si necesita hacerlo, tome contacto con Editorial Catalonia o con SADEL (Sociedad de Derechos de las Letras de Chile, http://www.sadel.cl)

Primera edición: noviembre de 2023

ISBN: 978-956-415-064-2

ISBN digital: 978-956-415-065-9

RPI: trámite 3bcktg (8/11/2023)

© Pedro Cayuqueo, 2023

© Catalonia Ltda., 2023

Santa Isabel 1235, Providencia

Santiago de Chile

www.catalonia.cl - @catalonialibros

Diagramación digital: ebooks [email protected]

En memoria de Gustavo Quilaqueo Bustos

(1966-2022)

Come out come out

No use in hiding

Come now come now

Can you not see?

There’s no place here

What were you expecting

Not room for both

Just room for me

So you will lay your arms down

Yes I will call this home

Away away

You have been banished

Your land is gone

And given to me

“Don’t Drink The Water”

DAVE MATTHEWS BAND

Índice

Prólogo

Civilización o barbarie

Las joyas del cacique Huenul

“Se requiere avanzar hacia un proceso de paz en Wallmapu”

Volver al origen

Usar la cabeza

CAM, liberar una nación

El Pichi Rey en Wallmapu

Negacionismo

Fentren newén

Con la esperanza intacta

1883

“El pluralismo jurídico no es ningún atentado contra la igualdad ante la ley”

El Cautinazo

Piñera y la Macrozona Sur

El momento indígena

Dos maneras de ingresar a Temucuicui

El Wallmapu de mar a mar

Más de lo mismo

“El Poder Judicial no es un actor imparcial en el conflicto entre el Estado y los mapuche”

¿Constitución indigenista?

Educar para el Apruebo

Cautiverio feliz

“El reconocimiento a las naciones indígenas es un acto de reparación histórica y decencia democrática”

El “veto indígena”

El Chile mestizo

Héctor Llaitul

“El proceso constituyente ha tenido la virtud de permitir mirarnos al espejo como sociedad chilena”

Reflexiones mapuche posplebiscito

La necesidad de un partido

Como en los tiempos de Roca

“Hay una necesidad tremenda en mi obra de insistir con la pedagogía de la sociedad chilena”

Trigos no muy limpios

Trizano, el infame

Más vale tarde que nunca

Mi lugar en este mundo

Convención 2.0

Fin de año winka

El maestro del gaucho

“Me parece un acierto que el bicentenario del Tratado de Tapihue sea el horizonte de la Comisión”

Cuestión de vida o muerte

Un genuino “araucano”

El primer obispo mapuche

“Hoy continúa el desencuentro entre la sociedad no indígena con el pueblo mapuche”

El tercio de Arauco

Los puntos sobre las íes

Vota papeleta verde, vota indígena

Quién es Pedro Cayuqueo, el escritor mapuche que se presentará en la Feria del Libro

Mi Buenos Aires querido

Cine con memoria

Prólogo

Parto con una confesión: no fue fácil la elección de las crónicas, columnas y entrevistas que componen este libro, colaboraciones en algunos casos quincenales para diferentes medios de prensa nacional. Y no lo fue por una razón muy sencilla. El período que abarca, desde mediados de 2021 a septiembre de 2023, es tal vez el más vertiginoso y paradojal del que se tenga memoria en Chile. En pocos meses pasamos de la euforia por el trabajo de la Convención y la consagración, por primera vez en la historia, de los derechos indígenas, al inapelable triunfo del Rechazo; de la esperanzadora elección del presidente Boric y la posibilidad cierta de una nueva relación con el pueblo mapuche, al triste récord de más de treinta prórrogas del estado de excepción constitucional en el sur, es decir, de fuerzas militares patrullando, fusil en ristre, el territorio que heredamos de nuestros abuelos. Me refiero al Wallmapu, el país mapuche, otro concepto caído en desgracia en 2022.

De la esperanza y la alegría a la decepción y la más profunda pena; del carnaval y la fiesta a la peor de las resacas del día siguiente. Sí, hablamos de una verdadera montaña rusa de acontecimientos y contradictorios estados de ánimo colectivos: del Apruebo al Rechazo, de Wallmapu a la Macrozona Sur. Así de bipolar todo.

¿Cómo dar cuenta de este loco período de nuestra historia reciente, de manera coherente y sin caer además en el pesimismo más brutal o en el escepticismo más devastador? Créanme, tarea nada fácil para un analista.

Escribir de la actualidad tiene esos bemoles, lo saben todos los periodistas que han abrazado el bello género de la crónica. Y ello, en una sociedad nacional tan paradojal y a ratos surrealista como la chilena, vaya si tiene sus costos. Emocionales y de los otros. El periodismo narrativo, a diferencia del simplismo que caracteriza el informativo, implica para los cronistas un involucramiento profundo y personal con los hechos, con aquella realidad que se busca retratar. Y también tiempo, quizás demasiado para la era de la inmediatez en que vivimos. Es tiempo para reportear en terreno, documentarse, consultar archivos históricos, leer libros, pero también para procesar todo de la manera más honesta y sensata posible. Y, muchas veces, para sanar también de lo escrito.

El desafío es aún mayor cuando dicha realidad es porfiada, contradictoria, compleja, cuando no intratable. Dar orden y sentido a los acontecimientos, tarea ineludible de la buena crónica periodística, se vuelve entonces una quimera. Y para el cronista una verdadera tortura. Es lo que me ha pasado con la realidad chilena estos últimos dos años de reporteo y escritura en los medios. De allí la principal dificultad que tuve para seleccionar los textos de la presente antología: dar con el tono adecuado para facilitar la comprensión de los acontecimientos narrados y también su abordaje a los lectores. O dicho de un modo más simple, para aclarar y no oscurecer.

Para tranquilidad suya, querido lector, querida lectora, creo se logró dicho objetivo. Los textos que componen Arauco tiene una pena permiten hacerse un panorama bastante claro del acontecer nacional, en especial aquel referido al pueblo mapuche y sus postergados anhelos de justicia y reparación, leitmotiv de mi obra desde la publicación de Solo por ser indios hace ya más de una década. El libro que tienen en sus manos lo componen más de medio centenar de textos periodísticos, entre crónicas de actualidad y columnas de opinión, que abarcan variadas temáticas de interés: coyunturas político-electorales, procesos constituyentes, políticas públicas indígenas y, por supuesto, el inacabable conflicto territorial vigente en Chile y Argentina. Pero no solo eso. También podrán leer sobre temas culturales, literarios, históricos e incluso reseñas de películas, series y documentales disponibles en plataformas como Netflix, HBO Max y otras, esto último a modo de sensato respiro para mí a la hora de escribir y también para ustedes a la hora de leer. Imposible de otra forma.

Se incluye además una decena de entrevistas que en los últimos años he brindado a diversos medios nacionales y extranjeros. Al abordar en ellas muchos de los temas tratados en mis textos periodísticos, permiten profundizar en el análisis de la contingencia haciendo más certero y digerible el entendimiento de temas de por sí nada fáciles. Es algo que olvidan con demasiada frecuencia los académicos que escriben sobre temáticas indígenas y el pueblo mapuche en particular: hacerlo en un lenguaje llano y comprensible para una mayoría de lectores y no solo para los eruditos o especialistas. Escribir para educar, escribir para hacer pedagogía intercultural, he allí tal vez la principal deuda de diversos campos de las ciencias sociales con su habitual objeto/sujeto de estudio.

Por mi parte no lo oculto. Mi objetivo como periodista es informar, pero también educar a la sociedad chileno-argentina en un tema que sigue siendo desconocido para muchos. Peligrosamente desconocido, agregaría. Y donde viejos prejuicios, propios de una herencia racista y colonial de triste recuerdo, siguen estando a la orden del día. El racismo cultural, no lo vamos a descubrir hoy, sigue gozando de buena salud en ambas repúblicas del Cono Sur y ello pese al refrescante cambio cultural posible de observar en las nuevas generaciones. Varios de los textos que leerán a continuación tratan de ello, de lo atrevida que sigue siendo la ignorancia en nuestra sociedad. ¿Qué hacer frente a esta situación? Educar y seguir educando. No hay atajos al respecto.

Arauco tiene una pena / que no la puedo callar / son injusticias de siglos / que todos ven aplicar / nadie le ha puesto remedio / pudiéndolo remediar / levántate, Huenchullán, cantaba, a modo de denuncia, la gran Violeta Parra en la década de 1960. Para la compositora y figura principal de la música chilena y latinoamericana del siglo XX, la deuda del Estado y de la sociedad chilena con su principal pueblo originario era una herida abierta en el alma nacional, una de sus grandes vergüenzas silenciadas por la historia. Lo sigue siendo, qué duda cabe. Violeta, hija de la zona central de Chile, no llegó a tal convencimiento de manera solo teórica, lo hizo tras recorrer en tren y con su grabadora a cuestas diversas zonas de Wallmapu, ello entre los años 1957 y 1958. Fue una tarea de recopilación e investigación de la cual se sabía poco y nada hasta 2014 cuando viejas grabaciones salieron a la luz. Tres años más tarde, en 2017, las académicas Paula Miranda, Allison Ramay y Elisa Loncon las dieron a conocer en el bello libro Violeta Parra en el Wallmapu. Su encuentro con el canto mapuche (Pehuén Editores).

Fueron cerca de cuarenta los cantos que Violeta registró en sus viajes al sur, cantos dedicados a la tierra y a los espíritus de ella, otros a la familia, el trabajo y el amor, cantos para dormir a los niños, curar enfermedades y también para lamentar engaños. Buscando cantos y melodías tradicionales Violeta se encontró con los mapuche, con sus alegrías y sus anhelos, pero también con un dolor y una angustia centenaria. Es lo que poetiza en su ya clásico Arauco tiene una pena, la necesidad urgente de los chilenos de reparar el daño causado al mapuche para tal vez sanar así su propia alma nacional. Es aquel amor de Violeta por los suyos y los nuestros lo que busca homenajear el título de este libro. Y también recordar, una vez más, la gigantesca deuda pendiente.

Pero el conflicto es también una herida abierta en el alma del pueblo mapuche. Tal vez el mayor crimen de los winkas y su codicia, de las autoridades y su displicencia, me subrayó un lonko de Cautín hace unos años, sea el haber transformado a una nación pacífica y culta, generosa y amable, bendecida además por una historia heroica, en los manifestantes callejeros del Chile actual, en los protagonistas cotidianos de la crónica roja y los noticieros. Y a sus luchadores o weichafe, concepto relacionado con el servicio y la entrega de cada mapuche con su pueblo, en sinónimo de violentistas, cuando no de terroristas. Las verdaderas víctimas del despojo de sus tierras y de un racismo cultural apenas disimulado, acusadas hoy de ser los victimarios. Y es que las hipérboles o exageraciones, como leerán en las páginas de este libro, han dado para todo.

Que esa pena centenaria de la cual nos cantaba Violeta hace más de medio siglo, la misma que de niño noté en la mirada a ratos triste del abuelo, dé paso a la esperanza de un mejor porvenir para todos y todas. He allí la única pretensión de estas letras.

San Ignacio, octubre de2023

Civilización o barbarie

Austral de Temuco, 20/Junio/2021

“Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos”. La frase del mandatario trasandino Alberto Fernández frente a su par español Pedro Sánchez desató hace unos días un escándalo de proporciones. También se volvió motivo de burla. En tiempos de reinado absoluto de las redes sociales, rápidamente aparecieron los memes y los hashtags. Alverso Fernández lo llegaron a bautizar en Twitter por su célebre incontinencia verbal, mezcla de porteño canchero y sabihondo de café.

La frase, mal atribuida a Octavio Paz, encierra una creencia bastante común y extendida en Argentina: que ellos descienden de los barcos y no del mestizaje con los pueblos originarios. Italianos, vascos, ingleses y polacos... los europeos de Sudamérica. ¿Piensan que exagero? La próxima vez que crucen la cordillera pongan oído en cualquier sobremesa o viaje en taxi: nuestros vecinos así lo creen y a pie juntillas. Es tan común el mito que Fernández ni siquiera es el primer mandatario en declararlo en público.

Mauricio Macri, su antecesor, lo hizo el año 2018 en el Foro Económico de Davos, Suiza, buscando congraciarse con sus interlocutores de la Unión Europea. “Todos los sudamericanos somos descendientes de europeos”, dijo en esa oportunidad y sin siquiera ruborizarse. Lo propio hizo Cristina Fernández de Kirchner el año 2015. “Somos hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes. Esto es la Argentina”, señaló orgullosa la mandataria. Hablamos nada menos que de sus tres últimos jefes de Estado, dos de izquierda y uno de derecha.

¿De qué trata todo esto? ¿Solo frases desafortunadas?

El tema es profundo, hunde sus raíces en la consolidación del Estado argentino en la segunda mitad del siglo XIX. Y también en su expansión territorial hacia el Chaco y la llamada Tierra Adentro, las Pampas y Patagonia de los pueblos mapuche y tehuelche, respectivamente. Fue Domingo Faustino Sarmiento, político, pedagogo e intelectual argentino de renombre, el primero en resaltar la inmigración europea —anglosajones, sus favoritos— despreciando a las culturas indígenas locales.

“¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”, llegaría a escribir Sarmiento en su periódico El Nacional.

No solo eso. A renglón seguido: “Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes por quienes sentimos, sin poderlo remediar, una invencible repugnancia, y para nosotros Colo Colo, Lautaro y Caupolicán, no obstante, los ropajes civilizados y nobles de que los revistiera Ercilla no son más que unos indios asquerosos, a quienes habríamos hecho colgar y colgaríamos ahora si reaparecieran en una guerra de los araucanos contra Chile, que nada tiene que ver con esa canalla”. No extraña entonces que su lema fuera “civilización o barbarie”, tal como expone en Facundo (1845), su gran obra escrita y publicada durante su permanencia como exiliado en Chile. Sus influyentes ideas fueron el abono para el posterior relato de la sociedad argentina “blanca, inmigrante y sin indios”. Allí nace, para mí, el famoso mito de los barcos.

Pero fácil es ver la paja en el ojo ajeno ignorando la viga en el propio. Siendo justos lo mismo pasó en nuestras tierras. El Chile “blanco, europeo y sin indios” fue también el sueño de gran parte de las élites criollas de mediados del siglo XIX. Y la culpa, en parte, fue del propio Sarmiento. Refugiado en Chile en dos ocasiones por su papel en los entreveros políticos de su país, sus ideas racistas encontraron importante eco en la élite política y económica local. Es sabido que influyó enormemente en personajes de la talla de Benjamín Vicuña Mackenna y el propio Diego Barros Arana. En varias de sus obras el padre de la historiografía chilena trata a los mapuche de lo peor. “Salvajes” y “brutos”, “holgazanes” y “miserables” son algunos de sus dichos. “Indios malos en tierras buenas” o una “vergonzosa barbarie cuya amenaza aún pesa sobre Chile” como escribió en 1850. Sus ideas —calco y copia de Sarmiento— fueron el perfecto marco teórico para las posteriores campañas de Cornelio Saavedra. Esto, como ya sabemos, tendría nefastas consecuencias para los habitantes de Wallmapu.

Fue lo que también aconteció en Argentina.

Reemplazar indios por vacas era el gran sueño de los estancieros y hacendados bonaerenses hacia la década de 1870 y tras las expediciones de Roca así lo hicieron, regla en mano. Se trató de un puñado de familias trenzadas con el poder político y militar. Llenar el Wallmapu con inmigrantes era por su parte el sueño del abogado y jurista Juan Bautista Alberdi, el también llamado “padre constitucional de Argentina”. Su frase “gobernar es poblar” se volvió célebre en aquella época. Poblar de europeos, claro, no de “indios” indeseables.

“Europa nos ha traído la ciencia de la libertad, el arte de la riqueza. Europa, pues, nos ha traído la patria. No conozco persona distinguida de nuestras sociedades que lleve apellido pehuenche o araucano. ¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucanía, y no mil veces con un zapatero inglés?”, escribió Alberdi en sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852). Cuesta creer que sigan pegados en lo mismo.

Las joyas del cacique Huenul

Austral de Temuco, 4/Julio/2021

Hace poco fue lanzado el catálogo virtual de la Colección de Platería Mapuche del médico Raúl Morris von Bennewitz, iniciativa del Municipio de Los Ángeles en la Región del Biobío. Se trata de una de las mayores colecciones existentes en Chile e incluye piezas empleadas con fines estéticos y ceremoniales que dan cuenta de nuestra cosmovisión, cultura y también de nuestra estructura social.

La colección fue donada al municipio local por el destacado investigador de la cultura mapuche, autor además del libro Los plateros de la Frontera y la platería araucana, un acabado estudio publicado el año 1997 en la ciudad de Temuco. La obra de Morris —que relato en extenso en mi libro Historia secreta mapuche— descansa sobre un insólito proceso judicial que tuvo lugar en la vieja Frontera el año 1856. El 8 de diciembre de aquel año, un asalto perpetrado en las cercanías de Los Ángeles por un grupo de bandidos chilenos alertó a las autoridades. Las víctimas eran el lonko Huenul, su esposa y su suegra, ambas asesinadas en el violento atraco perpetrado en el sector de Picoltue, entre San Carlos de Purén y Mulchén. El botín: más de dos mil ochocientos pesos en plata, una verdadera fortuna en aquellos años.

“Huenul fue un cabal exponente de su tiempo. Hombre poderoso en la zona del Biobío, logró reunir una interesante fortuna que transformó en objetos de plata que conservaba con prolijo conocimiento. Manos hacendosas habían labrado para él los bienes que despertaron la ambición de unos cuantos ladrones que se los arrebataron en diciembre de 1856”, señala el historiador Jorge Pinto en el prólogo de la obra.

La denuncia del lonko, que llegó a los tribunales, dio origen a un proceso judicial que 132 años más tarde llegó a manos de Morris. En el expediente el investigador angelino encontró un verdadero tesoro. Allí no solo estaba la declaración detallada del lonko y su hijo Curín del asalto, sino también una nómina ordenada con los nombres de cada una de las piezas de plata, sus nombres, significados, tasación comercial y, por si no bastara, dibujos de cada una de las joyas robadas en su propiedad.

Morris, un enamorado del pueblo mapuche, adquirió con los años una importante colección, más de mil piezas de plata, que luego donó al municipio con el compromiso de su resguardo. Parte de ella figura en el catálogo virtual recién publicado y cuya curatoría correspondió al destacado rütrafe (orfebre) de Temuco, Juan Antonio Painecura, con la asesoría de Juana Paillalef, directora del Museo Mapuche de Cañete.

La colección corresponde al último período de la independencia del Wallmapu, época del máximo apogeo de la orfebrería mapuche en ambos lados de la cordillera. Un periodo de transición, cuando los adornos de chaquiras y otras piedras preciosas dan paso a las exquisitas alhajas de plata y también a la rica platería ecuestre de nuestros ancestros. A juicio de Morris, “el dinero y prendas preciosas robadas a Huenul pone en evidencia, una vez más, la práctica habitual de los caciques mapuche de atesorar bienes y monedas de plata en sus rucas o en casas construidas ex profeso para esta función”.

Tal realidad era un hecho conocido en la Frontera y no pasó desaper­cibido para los bandidos. Tampoco para los viajeros que se internaron en territorio mapuche, tal como lo acreditan sus diarios de viaje. El Dr. Aquinas Ried y César Maas, dos viajeros que visitaron la tierra de Lorenzo Colipi en la primera mitad del siglo XIX, destacan la riqueza de este célebre jefe mapuche. “Nos mostró con mucho orgullo 12 pares de espuelas de plata, estribos y otros adornos, todo ello de bruñida plata... trajeron una gran jarra de plata llena y escanciaron el codiciado líquido en tiestos de plata… cada cual recibió una cuchara y un tenedor de plata, las cucharas ostentaban las iniciales L.C. Nos preguntó entonces qué significaban, nuestra contestación Lorenzo Colipi fue de su agrado. Nos dijo que les habían sido regaladas, eran trabajos en plata primorosos hechos por los indígenas”, relatan.

El Dr. Ried en su libro de viajes también hace una relación sobre los objetos de plata utilizados “en la abundante y bien preparada comida” con que fueron honrados por el lonko y además entrega una relación de como engalanaban su atuendo las catorce mujeres que, por entonces, tenía Colipi en sus dominios. “Se adornan con una plancha de plata de tamaño extraordinario que, colgando de las orejas, algunas veces les tapa la nariz. Para sujetar la vestidura emplean un alfiler o prendedor de plata de enorme tamaño o una plancha de plata en forma esférica cuyo alfiler mide de 6 a 7 pulgadas de largo. El cuello lo envuelven innumerables veces con sartas de chaquiras rojas o azules y en cada sarta cuelgan chiches de plata que campanillean con los movimientos del andar”, relata.

Pero volvamos a la historia del lonko Huenul y el robo de sus joyas. ¿Qué pasó finalmente con el caso judicial? Absolutamente nada. El chileno Cayetano Arias, catalogado como el principal inculpado del violento robo es detenido, pero muy luego se fuga de la cárcel y continúa su vida de asaltos y asesinatos en la Frontera. El curso de sus tropelías se puede seguir en el manuscrito y en otros archivos judiciales de la época donde nuevamente aparece comprometido ante la ley. El jefe mapuche, por su parte, nunca llegaría a recuperar su fortuna. Peor aún, tras participar aliado del ñizol lonko Mañilwenu de ataques en la Frontera durante la Guerra Civil de 1859, terminó muerto a sablazos por militares chilenos en la batalla de Picul, actual comuna de Laja. En palabras de Jorge Pinto, “la muerte lo sorprendió luchando por lo que siempre le había pertenecido”.

Consta en las 168 páginas del proceso judicial que el violento asalto nunca se investigó debidamente, tampoco el crimen de sus familiares, menos aún las graves lesiones sufridas por el lonko aquella noche. A poco andar el caso fue irremediablemente archivado. Por más de un siglo acumuló polvo hasta que Morris recibió una fotocopia del expediente a modo de regalo. Es el libro que años más tarde publicó la Universidad de La Frontera.

Se trata de una obra que merece una nueva y actualizada edición. Búsquenla, está disponible en formato digital en el sitio web www.memoriachilena.cl y es una verdadera joya. Como el botín robado a Huenul por aquellos violentos asaltantes chilenos.

“Se requiere avanzar hacia un proceso de paz en Wallmapu”

Diario El Centro, 15/Julio/2021

—Pedro, ¿en qué momento surgió el conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado chileno?

Lo he documentado en varios de mis libros y en especial en los dos tomos de la saga Historia secreta mapuche: surge cuando violando tratados existentes entre ambas repúblicas y las jefaturas mapuche, chilenos y argentinos inician campañas militares conjuntas de invasión del Wallmapu, el país de nuestros ancestros. Allí parte todo. Olvidemos a los españoles por un rato, ellos nada tienen que ver con el conflicto actual en las regiones del sur, esto es entera responsabilidad de las repúblicas y sucesivos gobiernos que han sido sordos, ciegos y mudos ante un reclamo histórico legítimo.

—¿Comparte que la solución al conflicto es política?

Absolutamente; a conflictos políticos, soluciones políticas. Entregar a las fiscalías y Carabineros la posible solución a este tipo de controversias es no entender nada de su trasfondo histórico, político y cultural. Ha sido el error recurrente en los últimos treinta años: pretender que sean los tribunales de justicia quienes resuelvan este asunto. Es una estrategia que solo ha incrementado la violencia y agudizado el problema, validando lógicas de confrontación étnica que ningún habitante de la zona sur desea. Lo han advertido incluso ministros de la Corte de Apelaciones de Temuco: la solución debe ser negociada, dialogada y ello demanda responsabilidad de los actores políticos involucrados, partiendo por el propio gobierno.

—¿Qué podemos aprender de lo ocurrido en países como Nueva Zelanda y su trato a los pueblos originarios?

Podemos aprender que el camino es reconocer el problema, establecer medidas de reparación y abrir espacios reales de inclusión y reconocimiento de nuestras primeras naciones. En Nueva Zelanda el primer paso fue revisar el cumplimiento del Tratado de Waitangi de 1840, el último acuerdo diplomático entre la Corona y los maoríes. Lo mismo podríamos hacer en Chile con el Tratado de Tapihue de 1825, revisar su cumplimiento y desde ahí evaluar medidas de reparación histórica si es el caso. Es lo que nos enseña la experiencia neozelandesa.

—¿Tiene confianza que en el proceso constituyente que vive Chile se pueda establecer una nueva relación entre el pueblo mapuche y el Estado chileno?

Soy optimista, me tocó abogar y ser parte de la tramitación legislativa de los escaños reservados, para mí el principal triunfo de las naciones originarias desde el retorno de la democracia. Ello más la presidencia histórica de la Convención Constitucional por parte de la académica Elisa Loncon son garantía de que nuestros anhelos serán atendidos en la nueva carta fundamental. Para mí es como un retorno a los viejos parlamentos entre mapuche y españoles, no dejo de emocionarme cada vez que caigo en cuenta de lo que estamos viviendo.

—¿En qué sentido este largo conflicto puede ser también una oportunidad para la sociedad chilena?

El conflicto, mal llamado mapuche, es ante todo un conflicto chileno: de Chile con su identidad, de Chile con su memoria, de Chile y los chilenos con el espejo. Los mapuche tenemos bastante clara nuestra identidad, cultivamos la memoria y desde ahí nos proyectamos al futuro, al siglo XXI. Es Chile quien pareciera no tener claro de dónde viene y hacia dónde va. He allí entonces la oportunidad que implica el conflicto. Hablamos de la posibilidad de reencontrarse los chilenos con sus raíces culturales, identitarias, inclusive genéticas como demuestran diversos estudios científicos sobre mestizaje.

—¿Y las forestales que son parte del problema?

Las forestales son parte del problema de la misma forma que lo son todas aquellas industrias extractivas en Wallmapu. Y existe consenso en la actualidad que aquel es un modelo de desarrollo agotado, que no garantiza buen vivir a nadie en los territorios. La gran industria forestal deberá tarde o temprano retirarse de Wallmapu, aquel es un mandato que la propia Ñuke Mapu nos hace a todos sus hijos e hijas. ¿Por qué no apostar en Wallmapu por un modelo de desarrollo distinto, amigable con el medio ambiente y con los seres (naturales y no naturales) que habitan este bello territorio? He allí un desafío tremendo.

—¿Cómo se debe manejar la situación de las posturas más radicales de sectores del pueblo mapuche?

Con diálogo y negociación política. La radicalización del conflicto y de ciertos sectores mapuche obedece a la natural agudización de la confrontación fuerza pública/comunidades existente en diversas zonas. Gran parte de los grupos radicales nacieron como grupos de autodefensa ante arremetidas patronales o policiales, y de allí han dado el paso a estructuras de choque y propaganda armada más o menos sofisticadas en el tiempo. Es una evolución de manual.

—¿Qué daño han causado estas posturas?

Es relativo, el movimiento mapuche en su amplia diversidad de posturas es consciente del rol que el mundo radical ha jugado para que el tema se posicione en la agenda pública y gubernamental. Esa es una realidad indesmentible y también dolorosa. La violencia política no nace por generación espontánea, surge en un escenario de violencias que van desde la represión estatal al racismo vernáculo de la sociedad winka sureña. Allí se encuentra su caldo de cultivo. Lo negativo es el drama humano asociado a su ejercicio y la estigmatización —por parte de los medios de siempre— de todo un pueblo como violento y/o terrorista.

—Ha mencionado que una reconciliación regional en la Araucanía ayudaría a un reencuentro.

Se requiere avanzar hacia un proceso de paz en Wallmapu, es el camino que debemos transitar como sociedad pluriétnica en Biobío y la Araucanía. No puede ser la confrontación fratricida nuestra herencia a las nuevas generaciones, esta espiral de violencia debe terminar y no existe fuerza más poderosa para ello que el diálogo, la conversación, el parlamento a la usanza de nuestros ancestros. Hay quienes piensan, anhelan que esto se resuelva a los tiros, con intervención militar y ante ellos debemos rebelarnos quienes creemos en la resolución pacífica de conflictos.

—¿Se inclina por la autonomía o por la plurinacionalidad?

Caminan de la mano: la plurinacionalidad es un nuevo rayado de cancha constitucional que abre la puerta a las autonomías, al autogobierno, al traspaso de competencias que es en definitiva el ejercicio de nuestro derecho a la autodeterminación interna. No es lo uno o lo otro.

—¿Qué pasos se deben dar para que Chile pase a un moderno e inclusivo Estado plurinacional?

Se debe avanzar en reconocimiento, reparación y políticas de inclusión respetuosa, pero quizás el mayor desafío sea el urgente cambio cultural de la sociedad chilena. Dejar de mirar hacia afuera y encontrar en su propio suelo aquella identidad extraviada que la caracteriza. Ese encuentro de la chilenidad con su morenidad indígena aún está pendiente, pero es un proceso en marcha, en desarrollo, lo prueba la alta sintonía e identificación de las nuevas generaciones con la justa causa de las naciones indígenas. Ellos son el futuro.

Volver al origen

Austral de Temuco, 17/Julio/2021

“Pedro, escribo sobre la relación de O’Higgins y los mapuche. ¿Es verdad que incluso hablaba vuestra lengua?”, me consulta un colega de Las Últimas Noticias. ¿Y de dónde surge este renovado interés por las raíces de Chile?, me pregunté en silencio. El milagro lo obró la Convención Constitucional y la elección de la destacada académica mapuche Elisa Loncon como presidenta. Quizás ella todavía no lo sabe. Lamngen, le cuento: tiene a todos los medios nacionales investigando sobre las culturas y lenguas originarias de Chile. Enhorabuena.

Conversamos larga y animadamente con el colega. Es un tema que desarrollo en extenso en la saga Historia secreta mapuche, le digo. Allí una reseña de don Ambrosio, el principal arquitecto de los últimos tratados coloniales entre los españoles y los mapuche; allí también la vida de Bernardo, testigo directo del respeto de nuestros ancestros por su padre; allí los esfuerzos del prócer por sumar nuestras lanzas a la causa independentista... allí ¡sus hijas adoptivas mapuche! las mismas que conoció la viajera inglesa Maria Graham en su paso por Chile, etc.

Todo al colega le sorprende.

“¿Y está documentado?”, me pregunta, intrigado.

Lo cierto es que antecedentes sobran. Es curioso; la historia oficial siempre ha destacado la formación de O’Higgins en Richmond, Inglaterra, donde su padre —no olvidemos el Gobernador de Chile y más tarde Virrey del Perú— lo envió de joven para educarse con la élite europea de su tiempo. Sin embargo, se omite con demasiada frecuencia que siendo un niño cursó también estudios en el Real Seminario de Nobles Araucanos de Chillán, el también llamado Colegio de Naturales.

Construido por los jesuitas en 1697 pero regido por los franciscanos desde 1786, allí asistían los hijos de la élite española fronteriza y también los hijos de importantes lonkos de Wallmapu. Los colegios naturales eran seminarios y los alumnos permanecían allí internados por largos períodos durante el año. Con ellos el futuro Padre de la Patria estudió, convivió y cultivó duraderas relaciones de amistad. Pasó con la familia Coñuepán de Cholchol, viejos conocidos e interlocutores de su padre en juntas y parlamentos coloniales.

Consta que además de aprender nuestra lengua —el mapuzugun era en la Frontera la lengua franca del comercio y la diplomacia— lo propio hizo con los sucesos de la Guerra de Arauco. Su estudio en aula era usual en aquella época y no solo en Chile. No es casual que, años más tarde, la principal logia independentista sudamericana rindiera honores con su nombre al gran toqui Lautaro, “esos guerreros, émulos de los antiguos espartanos” que con “proezas brillantes inmortalizaron ante el mundo su fama”, como escribió el propio O’Higgins.

Esta cercanía la profundizó al administrar la hacienda familiar de Las Canteras en Los Ángeles. Una década vivió allí. Se cuenta que con frecuencia lo visitaban jefaturas mapuche a quienes sentaba en su mesa, trataba con respeto y deferencia, charlando con ellos tardes enteras, incluso con frases en su idioma. Esta faceta desconocida de su vida habría sido determinante para que, siendo ya Director Supremo, enviase a lonkos y caciques del sur una carta donde los invitaba a integrar la naciente república, garantizando el respeto a sus linajes y territorios.

“Araucanos, ya no os habla un presidente siervo del rey de España; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados”, les escribirá en marzo de 1819. Más tarde, al caer en desgracia política, célebre es la carta donde el lonko Venancio Coñuepán ofrece a su amigo Bernardo asilo en el “Estado araucano” mientras este esperaba, angustiado en Valparaíso, poder embarcarse cuanto antes rumbo al Perú o ser sometido a juicio de residencia.

“Siempre hemos amado esa línea sanguínea [los O’Higgins] que es la que siempre ha tratado de mirar a los indígenas como su propia especie; bien al tanto está el Estado Araucano, tanto por las operaciones del finado su padre don Ambrosio, cuanto por su caro hijo, en el que han conocido aquellos habitantes unos sentimientos nada equívocos, solamente movidos a hacer felices a sus semejantes. Mientras la sangre exista de tu par Venancio y demás seres araucanos, será poco el derramarla por un genio digno de ser elevado... Sólo te diré que por ningún evento decaigas de ánimo y cuando no tengas otro asilo cuenta con tus araucanos”, le escribe. Coñuepán siempre se mantuvo fiel al prócer y lo siguió en todas las vicisitudes de su vida pública.

Sería el sucesor de O’Higgins en el gobierno, el general Ramón Freire, quien propició en 1825 el Tratado de Tapihue. Sus tratativas tomaron dos años y el propio Freire se involucró en su diseño y búsqueda de respaldo político en el Congreso Nacional, poder del Estado que luego respaldó todo lo acordado. Allí el acto público y solemne que O’Higgins soñó posible, una visión sobre el Estado que no fue ciega a su diversidad interna, a la pluralidad de “naciones” que habitaban la recién liberada república. No fue el único. También abogaron por el respeto de esa diversidad los hermanos Carrera y el propio José de San Martín en Argentina.

Hoy Chile comenzó a dialogar un nuevo pacto social, la gran carta de nuestra alianza, y esta vez junto a las naciones originarias tal como el propio Bernardo O’Higgins anheló desde un comienzo. Las circunstancias bélicas y la codicia desmedida del winka boicotearon esa posibilidad, lo sabemos. Pero hoy, dos siglos más tarde, el sueño de los padres fundadores (y las madres fundadoras como doña Javiera Carrera) pareciera cada día más cercano y posible. Volver al origen, he allí la oportunidad histórica que nos ofrece la Convención.

Usar la cabeza

Austral de Temuco, 1/Agosto/2021

Hay un texto muy viralizado en estos días en grupos de Whatsapp y otras redes sociales de uso masivo. Lo firma el historiador “Pompeyo Prieto”, seudónimo del profesor Francisco Urzúa Prieto según he podido averiguar. En dicho texto habla de los mapuche, negando nuestra condición de pueblo originario y tildándonos de invasores que llegamos a Chile poco antes que los españoles. El texto, la verdad sea dicha, está plagado de inexactitudes de principio a fin. Por ejemplo, se cita un libro de un supuesto autor mapuche: Comanches, Apaches y Mapuches: El origen de los pueblos Che