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Klaus Berger

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Se suele afirmar que el cristianismo es una religión de la palabra. Así, abordar el silencio y la quietud significa ser consciente de la tensión entre el habla y el silencio. Berger es coherente cuando se pregunta: ¿Realmente habla Dios cuando «habla»? ¿Cómo de comprensible es su discurso? ¿Habla también en el silencio? Para responder a estas preguntas, Berger hace un recorrido exhaustivo por el silencio: desde el silencio de los grandes testigos de la Biblia, de los cristianos de todos los tiempos, del silencio y la quietud en la liturgia y el culto, en la creación, en el cielo, hasta en el sabbat y el Sábado Santo. A partir de todo ello, Berger obtiene una teología del silencio: Dios se revela en el silencio cuando las personas se dejan alcanzar por el silencio de Dios, cuando lo representan y lo comprenden, cuando se asemejan a Dios en su propio silencio, se dirigen a Dios en él y sienten así su voluntad, y no menos cuando aman en silencio.

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Klaus Berger

Callar

Una teología del silencio

Dedicado a los hermanos dispersos del último monasterio trapense alemán de Mariawald, Eifel

1

Introducción

1.1. Fenomenología del silencio

Premisa metodológica. Con la carmelita Edith Stein, sigo el método modificado de la fenomenología de Edmund Husserl, a saber, exponerse a un objeto como si fuera el único en el mundo, lo que en todo momento da un vuelco a las categorías y experiencias que llevo conmigo.

Encuentroy «comunicación». El silencio es como un encuentro, una contemplación y un contacto con la fuente. Porque si uno se expone a ella el tiempo suficiente, se encuentra con la vida, la más viva, que es indestructible. Entiendo «fuente» aquí en el sentido de Juan Taulero como centro de la existencia.

Estructuraescatológica. Entre los seres humanos finitos, todo silencio se dirige hacia un fin, por lo que exhibe a escala reducida una estructura escatológica. Así como todo silencio tiene un final, así ocurrirá con la historia del mundo en su conjunto. Si el pasado ya carece de relevancia, con mayor razón lo que se mueve hacia el futuro.

Anulacióndelrecuento. En sí mismo y a través de sí mismo, el tiempo se detiene en el silencio. No se trata de un olvido superficial de los medidores de tiempo, ni de un desprecio por la división y la estructuración de los acontecimientos, sino más bien de no dejarse ya distraer por los números con los que se cuentan los minutos y las horas. Los números son y siguen siendo superficiales. Más bien, se puede entrar en la profundidad del acontecer. Es decir: podemos captar cómo crece y florece, de dónde nace, qué tormentas lo sacuden, qué tempestades lo amenazan.

ExperienciadeDios. En el silencio se capta la ocultación y la presencia del invisible e incomprensible «Yo soy». Se percibe (con la «musicalidad» existente en este sentido) a través de una luz vislumbrada o parpadeante en su propia oscuridad.

¿Quéestáenfrente? De entrada, me abstengo de determinar si lo que estoy mirando es persona o cosa, amigo o enemigo, ángel o ser humano.

Renunciaalaautoproyección. En el silencio estoy dispuesto a escuchar y recibir. No quiero convertirme en una molestia para la otra persona señalando mis supuestas cualidades (humildad) o demostrando mi poder. Porque cualquier pasado, especialmente el «meritorio», se desvanece aquí.

Sensualidadypercepción/razón. Solo soy completamente ojo o completamente oído o completamente mano que siente y toca. Por lo tanto, se trata primero de los sentidos y luego de un intento cauteloso de interconectar lo que se percibe. En sentido figurado, se aplica lo formulado en el himno Venicreatorspiritus: Accendelumensensibus (Enciende con tu luz nuestros sentidos). Así que existe una conexión entre el silencio y la sensualidad sensible.

Locontrario. La quietud, según la experiencia actual, se refiere a la ausencia de ruido de cualquier origen, mientras que callarse se refiere principalmente a las palabras. Así que podemos decir que la quietud es lo contrario al ruido, y el silencio lo es con respecto a las palabras.

1.2. La palabra de Dios y el silencio humano

Nota preliminar de tipo personal. Hay o hubo dos monasterios cristianos masculinos donde se vivía en silencio en Alemania, el de Mariawald en Eifel (desde 1486) y el monasterio evangélico de Getsemaní en Riechenberg, Goslar (fundado en 1117). He estado relacionado con ambos durante mucho tiempo. Desde 1956 visitaba la cripta románica de Riechenberg más o menos cada dos semanas; décadas más tarde se convirtió en el corazón del monasterio protestante «Getsemaní» (llamado así por el famoso monasterio trapense del mismo nombre en Kentucky, Estados Unidos). En el monasterio trapense de Mariawald en Eifel enseñé exégesis a los novicios durante casi una década hasta su cierre en 2018. Mientras tanto, el monasterio cisterciense de Heiligenkreuz, cerca de Viena, se había convertido en mi «monasterio de referencia». Cualquiera que quiera enseñar exégesis bíblica hoy en día, al menos en lo que a mí respecta, anhela positivamente llevar una vida contemplativa.

Recuerdo bien la revolución que supuso para el protestantismo anglosajón encontrarse con una fuente vigorosamente burbujeante de espiritualidad trapense en la figura de Thomas Merton, OCSO, en el monasterio de Kentucky (fundado en 1848). La uniformidad protestante anglosajona se había roto en un punto importante.

Un dicho no registrado en el Nuevo Testamento (ágrafon) atribuido a Jesús dice: «El que trata con Dios necesita diez cosas: una parte de soledad y nueve de silencio». El telón de fondo es el mundo de los primeros cristianos árabes, en el que principalmente los padres y las madres del desierto, figuras solitarias en un paisaje árido, eran los portadores del cristianismo. Según esto, el silencio es al menos aquí nueve veces más importante que la soledad. Una frase muy sorprendente en la religión judeocristiana de la palabra profética, en la que se predica constantemente «la palabra de Dios» (profundizaremos sobre esto en 2.5). En esta religión muchos piensan que lo que es agradable a Dios es ante todo una palabra amable para el prójimo, casi la mitad del amor. Pero es evidente que esto no es del todo correcto. Todavía oiremos en los labios de la Cordelia de Shakespeare: callayama(ElreyLear). Es necesario romper el predominio de la palabra que a veces se desborda en los servicios litúrgicos de la iglesia. Incluso si las «misas silenciosas» no fueran exactamente el ideal, «tenían algo» que a menudo «empapaba» la instrucción continua posterior. Pero como no quiero decidirme entre la «palabra» y el «amor silencioso», quizá haya uno u otro punto de vista en la extensa playa de arena de la mística que ayude aquí.

En general se puede decir que en la esfera cultural occidental se valora por encima de todo la palabra para poder confiar en otra persona. En cambio, en el ámbito oriental, y esto ya comienza con algunos países musulmanes, el silencio es muy valorado, y lo es desde tiempos inmemoriales. En el ámbito de la religión, hay que reconocer que esta impresión requiere una diferenciación.

Hablar del silencio en el contexto de una religión de la palabra significa desde el principio moverse en la tensión entre el habla y el silencio. Por lo tanto, hay que preguntarse inmediatamente: ¿Habla Dios realmente cuando «habla»? ¿Cómo de inteligible es su discurso? ¿O habla en silencio? ¿O es necesaria una hermenéutica especial para escuchar a Dios hablar en el silencio? ¿Habla Dios «en el trueno» o existe –al igual que en la encarnación– una conexión finalmente indisoluble entre la naturaleza divina y la humana en los profetas, «por medio de los cuales habla Dios» (Heb 1,1)? La forma exterior de esta última es perceptible como en la encarnación humana. ¿Se produce siempre, entonces, la revelación como en la encarnación, y la encarnación es una especie de suprema inspiración (lo que explica la función del Espíritu Santo en ella)?

1.3. Objetivos teológicos

Una de las grandes sorpresas para mí al final de trabajar sobre este tema y en este libro es la constatación de que el «silencio» en el cristianismo es una forma y un modo de revelación de Dios. Esto es especialmente cierto cuando las personas son alcanzadas por el silencio de Dios, cuando lo representan y lo comprenden, cuando se envuelven como Dios en su propio silencio, se dirigen a él en silencio, y así llegan a sentir su voluntad. Y también lo es cuando aman en silencio.

Sin embargo, el descubrimiento del papel del silencio al hablar de Dios concierne especialmente a las piedras angulares de la historia de la salvación, a saber:

– Creación: Las tinieblas y el silencio (pagano y en parte judío) del principio son sustituidos por la palabra (de Dios) y la luz.

– Cruz y muerte de Jesús: La configuración de la declaración sobre el silencio de Dios está totalmente en manos de la liturgia.

– Cuestión de teodicea: ¿Cuándo y cómo cambia Dios o rompe su silencio?

– Estructura sabática del fin del mundo: Al final, el silencio del sábado se convierte en una gran celebración.

– Reino de los cielos: El silencio garantiza la estabilidad y la ausencia de amenazas y temores.

Si ahora añadimos al conocimiento dogmático habitual sobre estos puntos clave todo lo que sabemos sobre el silencio como revelación, estos tratados tienen que ser reescritos en parte (por no decir nuevamente escritos).

Cabe preguntarse qué sustancia teológica tiene el discurso sobre el callarse en los documentos que aquí se comentan, a lo que puede responderse:

(1) Las afirmaciones despliegan su explosividad no en la descripción de lo que es callarse (a saber, el silencio y la ausencia de sonido), sino en la «topografía dogmática»: ¿En qué lugar del esquema general de la acción de Dios se encuentra el silencio de Dios y del hombre? El silencio depende en su significado del lugar que ocupa en la composición del conjunto. Algo parecido sabemos de la exégesis y la liturgia: el significado de un pasaje no está determinado en primer lugar por su redacción léxica, sino que depende decisivamente de su lugar en la composición del conjunto. Esto se aplica, por ejemplo, a las especificaciones paganas sobre el papel del silencio en la cosmogonía. Los momentos de silencio también tienen un gran significado en las piezas musicales (véase 2.7).

(2) El silencio del Viernes Santo (en el duelo por la muerte del Hijo de Dios) es diferente del silencio del Sábado de Pentecostés (en la espera de la autorrevelación de Dios llenando al pueblo con su Espíritu).

(3) El silencio se configura en un programa integral de paz si el silencio en el cielo según Ap 8,1-4 se entiende como «paz en la Iglesia». Tal es el caso de muchos autores a lo largo de toda una cadena de tradición.

(1) Cuando, finalmente, el Cordero rompió el séptimo sello, se hizo en el cielo un silencio como de media hora. (2) Vi entonces cómo se entregaban siete trompetas a los siete ángeles que estaban en pie delante de Dios, (3) mientras otro ángel se colocaba junto al altar con un incensario de oro. Recibió perfumes en abundancia para ofrecerlos, junto con las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que se levanta delante del trono de Dios. (4) Y el aroma de los perfumes, junto con las oraciones de los santos, subió de la mano del ángel hasta la presencia de Dios (Ap 8,1-4).

(4) De forma impresionante, Juan Taulero describe el silencio de Ap 8,1-4 como el nacimiento de la libertad y la creatividad en el hombre.

(5) Interpretada como silencio sabático y quietud sabática, la expresión en la apocalíptica medieval explica el «estado mental y de salud» que solo podía describirse en Ap 8,1 con la ayuda de citas de los profetas. Así, una vez más, se establece una relación entre la actividad exorcista y la mesiánico-política.

(6) En los silencios impuestos a los demonios y a las tormentas no solo estas dos magnitudes se vuelven transparentes entre sí, sino que Jesús también aparece como el «Señor de los espíritus». La paz o la calma que establece así es parte e imagen de la paz universal.

(7) Tampoco es posible explicar aquí exhaustivamente lo que el carácter del cristianismo como religión del silencio ha provocado en la liturgia en su conjunto. Con esto nos referimos especialmente al papel de la theologianegativa en las afirmaciones sobre Dios y en las palabras dirigidas a él.

(8) Ricardo de San Víctor (ÜberdieGewaltderLiebe [Sobre la fuerza del amor], trad. M. Schmidt, Múnich 1969, § 38) ofrece una interpretación peculiar de Ap 8,1. Habla de personas que pierden la conciencia de sí mismas y entran completamente en Dios: «Incluso los incrédulos habitan en el Señor Dios». En este estado, la multitud de deseos carnales son frenados permanentemente y caen en un sueño profundo. «Y se produce un silencio en el cielo como de media hora». Todo el sufrimiento que estaba presente es absorbido en la gloria. El espíritu es arrebatado (rapitur) al tesoro (arcanum) y revestido de la sensación de Dios.

Comentario: En esta, por lo que veo, singular interpretación, el silentium se interpreta como ser arrebatado, pero al «cielo», como estar lleno de la gloria divina. Por supuesto, se presupone la interpretación del cielo como la gloria de Dios (la carne frente al Espíritu Santo). El silencio se convierte en el silencio del contemplativo, con la palabra clave cielo indicando su arrebato. Así, el conjunto se convierte en una experiencia mística, de lo que no se trata precisamente en Ap 8,1.

Imitación de Dios

Todas las actividades radicales o los comportamientos llamativos y persistentes de los cristianos se consideran imitación de Dios, «perturban» la vida o los hábitos cotidianos y suscitan la atención. A menudo se consideran expresiones especiales de libertad. No tanto por la acumulación de citas bíblicas, sino por su estilo de vida, que consideran una imitación intencionada de Dios, los eremitas cristianos de los primeros siglos proclaman al Dios de la Biblia y al Padre de Jesucristo:

– El silencio como forma de vida recuerda al Dios casi continuamente silencioso.

– El celibato como forma de vida representa que el Dios de Israel no tiene pareja.

– La existencia de los padres y madres del desierto en condiciones de vida duras y brutales refleja la soledad de Dios. El silencio es una de las formas de vida del desierto.

– La limosna como forma de vida imita la generosidad del Creador.

– El amor a los enemigos como acción radical emula al Dios que hace salir su sol sobre todos (Mt 5,48), sobre buenos y malos.

– La paciencia es imitar a Dios de una manera especial, porque está estrechamente relacionada con la cuestión de la teodicea.

– El martirio por la fe significa seguir a Jesús.

– Hacer los cambios con suavidad es imitar a Dios, que no se encuentra en la tormenta sino en el viento susurrante (1 Re 19,1-8).

Todas estas formas de imitar a Dios parecen plausibles en el contexto de la formación. Practicarlas está en cada caso lleno de la esperanza de que Dios pueda soportar la compañía de los hombres (haciendo posible una comunidad de vida). Se espera que la imitación también establezca la capacidad de empatía mutua. La imitación es una forma muy especial de contacto con Dios. En muchas otras religiones se desconoce precisamente este tipo de comportamiento, por ejemplo, cuando el contacto con Dios o los dioses procede según la regla del doutdes en el sentido de un trato. Porque en este contacto no se trata entonces de cosas de la misma clase, sino de cosas de diferentes clases que se «intercambian».

El silencio como forma de vida también irrumpe una y otra vez en la vida cotidiana, en la que las palabras y las réplicas, el sufrimiento y la protesta, la pena y el lamento parecen ir de la mano como algo natural. La experiencia enseña que el silencio significa muy a menudo liberarse del automatismo de lo secuencial. Frente a la automaticidad de la sucesión de siempre lo mismo, la renuncia radical es una forma de gran libertad.

Presencia del Espíritu Santo

El «carácter» del Espíritu Santo puede discernirse a partir de la forma en que actúa éticamente (véase la sección 6.5 de la entrada «Espíritu Santo» en Theologische Realenzyklopädie [TRE] 12, 1984): cuando los comportamientos que le corresponden son la suavidad, la paciencia, la dulzura y la alegría, en contraste con la ira, la venganza, etc., se puede adivinar fácilmente por qué el «Espíritu Santo» se encuentra en bastantes textos relacionados con el descanso, el silencio o la quietud.

Joaquín de Fiore (Expositio, ed. 1527, f. 48): proprietas spiritus sancti silentium magis expectat quam sermonem et nequaquam vociferando ingerat [La peculiaridad del Espíritu Santo es más el silencio que el habla, y de ninguna manera se acerca con clamor]; cf. f. 49a: strepitus y lingua [ruido y voz]. Joaquín se basa en que el Nuevo Testamento no proporciona ninguna palabra del Espíritu Santo por sí mismo (solo en Ap 22,17 la esposa y el Espíritu Santo hablan entre sí); el Credo confiesa: Qui locutus est per prophetas [que habló a través de los profetas], es decir, que el Espíritu Santo habla precisamente a través de mediadores. Evidentemente, Joaquín está pensando en la oración silenciosa, que, dado que la Iglesia atribuye toda oración al Espíritu Santo, la sitúa así como un don de Dios. En el himno Veni sancte spiritus (ca. 1200) se dice del Espíritu Santo: In labore requies [en el trabajo (tú eres) el descanso; es decir, «descanso» y «silencio» son a menudo sinónimos; labor se refiere aquí a las fatigas de una minoría sobre la que se habla mal, por ejemplo].

Al contrario de lo que parece en Ap 19,13, según Heb 4,12, el Logos no libra una guerra de conquista, sino que participa en el modo suave del Espíritu. Comparativamente, hay una tendencia en los primeros apócrifos cristianos a ver el silencio como la madre (celestial) del Logos-Jesús mediante la intervención del Espíritu Santo, por así decirlo (EvangeliodelosEbionitas 2). En efecto, en varios paralelos el «silencio» aparece como la madre del Logos. En los textos anteriores también encontramos esta conexión entre el Espíritu Santo y el silencio. En lugar de «Ven, oh Espíritu de santidad» (Venisanctespiritus), podría decirse «Ven, oh Espíritu del silencio».

Aprendemos algo sobre el carácter y la práctica de las autoridades eclesiásticas cuando se les atribuye la mentalidad del Espíritu Santo, por así decirlo, como su descanso, como el silencio. De este modo, la Iglesia habla del descanso del Espíritu Santo (en las autoridades apostólicas) en sus oraciones. Es posible que aquí el descanso se derive del vuelo y el descanso de la paloma, que, según su especie, descansa ampliamente tras un vuelo relativamente corto. Además, existe el enfoque efesio-(egipcio) del silencio del obispo (véase el punto 3.3), que a este respecto es el polo de descanso de todo servicio divino. El Corpusorationum6544 también incide en esto: quiantemundiconstitutionemapostoloseligisinquibusabstedatusrequiescitspiritussanctus [Elegiste a los apóstoles antes de la fundación del mundo, en quienes descansa el Espíritu Santo, dado por ti]. Como el Espíritu Santo es una magnitud totalmente celestial, su presencia en un punto significa su «descanso»; como es «representante del descanso del cielo», no puede ser de otra manera. A la literatura analizada en este libro le gusta representar la autoridad, el cargo o la consagración como algo que «descansa» en el portador en cuestión. Por un lado, se trata de una continuación de la metáfora en la que el Espíritu Santo entra volando como una paloma y luego se posa visiblemente. Por otro lado, esto también explica que los obispos, según Ignacio de Antioquía, ya guardaran silencio. Porque lo que reposa en ellos (aquí: el Espíritu Santo) transmite su propio silencio a toda la persona del ministro. Un obispo cristiano no necesita gritar. Especialmente a través de su silencio proclama al Dios bíblico, que también tiende a ser silencioso.

Conclusión: el silencio, la no violencia, los tonos suaves, el descanso y la paciencia, están estrechamente relacionados.

2

El silencio humano

2.1. El silencio en el culto

Tanto en Israel como en las religiones circundantes, según la arqueología, desde tiempos inmemoriales (precisamente desde que existen los templos) se ha seguido el mismo esquema de planta: lo santo o «santo de los santos» está separado de un espacio mayor. Y según los antiguos registros de las religiones, la habitación separada, más pequeña, es el lugar de descanso o del silencio. (Solo una vez al año, en el «festival principal», cambia esta situación. Entonces también esta sala se llena de ruido sagrado [la música del templo]). Se trata de una parte de la historia de la religión que sigue viva hoy en día: En el espacio sagrado, se honra al Dios «presente» allí callándose. Que uno se convierta en alguien como él, es parte de la lógica de este comportamiento (Lv 19,2: «Sed santos como yo soy santo»). Porque donde uno se apropia del silencio sagrado es como ponerse la vestidura sagrada.

El hecho de que hasta hoy se hable silenciosamente o no se hable en absoluto en los espacios más sagrados de los santuarios o las catedrales obedece, por tanto, a la antigua regla de asemejarse a Dios en el lugar de su presencia. Porque Dios es silencioso y es el silencio. Esto lo «exige» su majestad. Por eso, una y otra vez, en la Iglesia más antigua se ora o se adora en silencio. Pero si el silencio es divino, los pocos momentos en los que Dios habla o da una señal se vuelven aún más importantes.

La posición extrema del ádyton (santo de los santos) en la planta del templo corresponde a la posición extrema de la efusión del Espíritu en el año litúrgico (el domingo de Pentecostés representa el fin de los tiempos; la nueva creación surge cuando el Espíritu creador transforma la vieja creación; sobre la novena de Pentecostés véase más adelante 2.5).

El silencio existe, por ejemplo, en el desierto incluso sin gente. Llamamos al callarse una acción de las personas. También se puede decir que es más bien una omisión, es decir, no hablar. Pero no se trata simplemente de guardar silencio, sino que va acompañado de una especie de concentración serena.

2.2.El silencio en el Antiguo Egipto

El guardar silencio entre las personas se valora positivamente en los testimonios que se conservan del antiguo Egipto. De hecho, el grado en que una persona demuestra su autocontrol a través del hecho de callar, establece esencialmente su rango social.

De varias épocas del Antiguo Egipto se han conservado colecciones de dichos sapienciales (por ejemplo, las EnseñanzasdeAmenemope), y, además, el libro bíblico de los Proverbios también tiene pasajes de carácter egipcio, y lo mismo ocurre con algunos Salmos. En cualquier caso, dado que el callarse es muy valorado en el antiguo Egipto, hay que remitirse a él para entender su presencia en la Biblia.

Reproduzco aquí las ideas más importantes de la contribución de Jan Assmann «Die soziale Konstruktion des Schweigens am Beispiel altägyptischer Texte» (véase bibliografía): Hablar y callar representan el paradigma de la acción social en general:

«Pon el buen discurso en tu lengua, ya que el mal está escondido en tu cuerpo» (Amenemope).

«La construcción social del silencio puede entenderse en este contexto como un espacio de buen comportamiento comunicativo» (ibíd.).

«En el juicio de los muertos, los pecados de la lengua juegan un papel inusualmente grande» (ibíd.).

«El ideal es el que calla, el que oculta su corazón. El callar delata el autocontrol y la discreción, la sinceridad, la humildad, la modestia, la entrega y la confianza en Dios» (ibíd.).

«El que es capaz de callar es capaz de unirse a las voces de los ancestros y los descendientes. Inscripción de Antef (siglo xix-xviii a.C.)».

«Fui uno de los que guardaron silencio frente a los furiosos» (ibíd.).

«Callarse es estar cerca del prójimo. Dios ama más a los que se callan que a los parlanchines. “El verdadero silencioso que se mantiene al margen es como un árbol que crece en el campo”. El dios Thot... está abierto a los que se callan» (ibíd.).

Sobre Amón: «Responde al que calla, da un cargo a su amado. Inscripción autobiográfica: “Callé de verdad, agradando así a mi dios”» (ibíd.).

«El silencio debe reinar donde uno debe aprender a escuchar» (ibíd.).

«[El callarse como] quizás el ideal más elevado de todos en el mundo egipcio» (ibíd.).

Comentario: El libro ofrece una buena visión general de algunos textos importantes sobre el silencio en el Antiguo Egipto. El ascenso social del funcionario individual es el objetivo principal. El punto de vista antropológico se queda corto (relación de la lengua con otras facultades del hombre). No se da un desarrollo histórico de la estimación del silencio. Ni siquiera se vislumbra el monacato primitivo inmediatamente posterior y su alta estima del silencio.

Al investigar el tema me di cuenta de que siempre se habla solo del silencio del individuo. La ética del silencio tiene por tanto el carácter de una ética individual. Precisamente porque el callarse es un indicador de la aspiración social, todos los consejos que lo recomiendan se refieren siempre al éxito del individuo en sus acciones éticas.

El hecho de que las personas guarden silencio juntas, por ejemplo, durante el duelo, de que vayan del brazo en silencio, de que se abracen en silencio, se debe quizá a una de las innovaciones del potencial antropológico del presente reciente. Se ha abandonado así la larga línea dominante de la ética individual del silencio.

2.3.Ejemplos de la sabiduría copta

Los libros populares coptos y las colecciones de refranes son los herederos de la antigua sabiduría egipcia. Esto se refiere, por supuesto y especialmente, a la función del callarse con respecto a su efecto positivo. Así se descubre en Koptische Poesie des 10. Jahrhunderts 1911, pp. 93-97, de H. Junker:

«Hijo mío, cuando vayas a la asamblea, ten cuidado y (no) chismorrees. Porque un tesoro sellado es guardar silencio, dice el rey Salomón».

«Cuando estés en gran alegría, y no en medio de la tentación, que tus palabras sean pocas, dice Salomón el sabio... Bueno es callar y la sabiduría, la humildad, es valiosa y gloriosa».

«Ten paciencia, hijo mío, dice el sabio Salomón. No confíes todo a la carne. No cuentes tu secreto a muchos».

Y en Juan Estobeo, Anthologien I (ed. O. Hense), 1974, Libro III, cap. XXXIII, leemos:

«Sobre el callarse» (pp. 678-682);

«Sobre la palabra adecuada en el momento adecuado» (pp. 682-687);

«Callarse o decir algo mejor [Pitágoras]» (p. 681);

Pseudo Homero: «Guarda silencio sobre algo, tenlo presente y no lo digas. Este es el juicio de los dioses del Olimpo».

2.4.El silencio y la recepción de la revelación

Si la Palabra de Dios está en el centro de la religión, el requisito previo a cualquier contacto con el cielo es que el hombre guarde silencio de antemano. Así como en tiempos anteriores un mandamiento de sobriedad precedía a la comunión eucarística, aquí se trata del callarse antes de la revelación. Esta es aproximadamente la función del guardar silencio en los días de la Semana Santa como preparación para la Pascua.

Al principio queda abierto cómo se entiende el hablar o la palabra de Dios. ¿Habla Dios como los hombres? En el pasaje 1,9-20 que precede a las visiones del Apocalipsis no hay en ningún caso una sola palabra del vidente Juan. Solo «oye».

En el tratado gnóstico Alógenes (NHC, Lüdemann/Janßen, 582s.586) se dice que guardar silencio es una especie de llave para el autoconocimiento. Sucede en el repliegue hacia uno mismo, pero eso significa hacia la fuente de la vida.

Alógenes 60,15: «Hubo una calma de silencio dentro de mí, y oí la bendición por la que me conocí a mí mismo. Y me retiré de vuelta a la vitalidad, buscándome a mí mismo (o: a ella)...». Cf. también Alógenes 68, 32: «Pero al principio las recibí (estas cosas, el mensaje) en gran silencio, y me quedé a solas, preparándome... Estas son las cosas que me han sido reveladas...».Comentario: El silencio tiene aquí un efecto terapéutico, ya que permite al ser humano replegarse de una manera especial, a saber, hacia sí mismo y hacia lo que aquí se llama vitalidad y que también se podría llamar fuente.

En cualquier caso, se trata de conservar fielmente lo que se ha recibido. Según la opinión de muchos, lo más seguro es que esto ocurra guardando silencio, porque así se protege de hablar demasiado. De este tipo de religión nos informa Lucas con respecto a María (Lc 2,19). Según Juan y otras revelaciones dirigidas a individuos, el Espíritu Santo (Paráclito) hace que las personas sean capaces de conservar la revelación que les fue dada.

Conservar es también el tema en Alógenes 51,21 (Lüdemann/Janßen, p. 578): «Puesto que tu instrucción se ha perfeccionado y has llegado a conocer el bien que hay en ti, escucha a través del Triple poder las cosas que has de conservar con gran silencio y misterio, pues no se hablan a nadie excepto a los que son dignos, (a) los que son capaces de oír. Tampoco es adecuado hablar a una generación no instruida sobre el Todopoderoso, que es más que perfecto». Comentario: La conservación deseada consiste en transmitir lo conocido solo a los dignos y no a los ignorantes. Conservar también significa proteger herméticamente de la falsificación y «sellarlo». Este muro protector se llama «guardar silencio».

2.5.Una religión del silencio

Cuando las personas configuran su estilo de vida guardando silencio no solo una vez, sino a largo plazo de forma reiterada, esto se convierte a menudo en un divisor de tiempo. Al menos crea una especie de frontera. No se trata de la frontera entre santos y pecadores, porque pecadores somos todos. Una y otra vez en los documentos, se asigna al callarse un «espacio» dentro del cual se aplica esta forma de vida. Se habla por tanto también en este sentido del espacio vital del guardar silencio. Se basa en la separación/división, en el sentido en el que los pueblos del mundo antiguo distinguían entre lo sagrado y lo profano. El paso al espacio del guardar silencio se sitúa, especialmente en los primeros siglos del cristianismo, en el lugar de la conversión al Evangelio.

«Aquí los afortunados dijeron y dicen que experimentan la gracia ... en la noche santa o en la luz bendita, en el vacío silenciosamente lleno de Dios, y ... no pueden dudar de que experimentan la cercanía no mediada del Dios que se autocomunica ... en la profundidad de su existencia ...» (K. Rahner, en C. Schütz [ed.], PraktischesLexikonderSpiritualität, p. 607). Dios, entonces, llena silenciosamente el vacío de la criatura. Lo llena con su silencio, es decir, con su mera presencia. El vacío se enfrenta al silencio. El vacío es lo que ofrece la criatura. Dios, en cambio, es la plenitud pura, henchida y vital. En el silencio desaparecen el desvío a través de la palabra y también todos los problemas de malinterpretación de la palabra («malentendidos»). Así es como debería ser con el abrir y cerrar de ojos, solo que más concentrado o como con el tzim-tzum(ver 7.3 más abajo).

En vista de la abundancia de testimonios, es casi necesario hablar de una religión cristiana regular del silencio para el hermetismo cristiano. Está orientada hacia Jesús (todavía no hacia la Biblia, los sacramentos o una iglesia desarrollada) y consiste en una «existencia en el desierto» en silencio y soledad. Al igual que el cristianismo más antiguo, esta expresión del cristianismo sitúa la conversión o el alejamiento del «mundo» en el centro de la fe.

Para ilustrar cómo el cristianismo practicado puede consistir en un «silencio colmado», elijo dos ejemplos con unos mil años de diferencia en el tiempo: (1) un ágrafon árabe del siglo iv, y (2) una palabra del filósofo y cardenal Nicolás de Cusa (siglo xv). En el centro está el Maestro Eckhart, que también es importante aquí. En vista de esta impresionante continuidad en la religión cristiana del silencio, la repentina ruptura en el siglo xvi y luego de nuevo en el siglo xxi parece extraña y descorazonadora (exceptuando el monte Atos). Ejemplos del cristianismo como religión del silencio son los ágrafa. Su biotopo es la existencia del desierto.

En el ágrafon 187 ya citado anteriormente, el comportamiento requerido hacia Dios no consiste en amar a Dios y/o al prójimo, seguir a Cristo o cumplir los mandamientos, sino solo en la soledad y sobre todo en el silencio. Así surgen los contornos de un cristianismo que conocemos principalmente por el testimonio de los primeros cristianos árabes. Muestran este cristianismo como una religión del silencio.

Ágrafon n. 187 (en Berger/Nord, Das Neue Testament, p. 1146): «Jesús dijo: “Ser piadoso con Dios consta de diez partes: nueve partes de silencio y una parte de estar solo”» (cf. M. Asín Palacios, n. 26). –Comentario: «Estar solo» también se puede traducir por «soledad». La piedad, por tanto, consiste en apartarse del «mundo» o de la sociedad de los hombres. Pero dentro de la piedad, se vuelve a distinguir entre estar solo (soledad) y el silencio. De ellos, el silencio parece ser el más importante y valioso. Es «lo principal». Pues al silencio corresponde en el lado «positivo» también la «palabra». – A partir de este ágrafon se comprende por qué el cristianismo es una religión de silencio, no tanto de aislamiento o soledad. Porque en esta palabra, que persigue una dirección totalmente crítica, el silencio es nueve veces más importante.

Aprendemos cosas importantes sobre la conexión entre el silencio y la soledad del Maestro Eckhart (Sermón 1, traducido por Ilse M. de Brugger, 1977): «Pues bien, mirad, ahora me refiero a la palabrita: Jesús entró y se puso a decir: “¡Quitad esto!” y ellos lo sacaron. Mirad, entonces ya no hubo nadie más que Jesús, y él comenzó a hablar en el templo. Mirad, debéis tenerlo por cierto: si alguna otra persona, fuera de Jesús solo, quiere hablar en el templo, o sea, en el alma, Jesús se calla como si no estuviera en casa y tampoco está en su casa en el alma porque ella tiene visitas extrañas con las que conversa. Pero si Jesús ha de hablar en el alma, ella tiene que estar a solas y se debe callar ella misma si es que ha de escuchar a Jesús».

Las siguientes reflexiones están extraídas de la mística judía y cristiana. Dado que las fuentes de esta parte no comienzan a surgir hasta el siglo iv d.C., se corre el peligro de un diagnóstico erróneo anacrónico. El historiador bien puede decir de la clasificación que ahora se hace del ágrafon de las diez partes del camino hacia Dios que es «perfectamente posible».

La suma es el diez, el símbolo pitagórico de la perfección del mundo interior. Pero incorporado en él, y mencionado expresamente en nuestro ágrafon, está el número nueve. Junto con el siete, es el número más sagrado: elKyrie se canta nueve veces en la misa, hay nueve cielos de ángeles (número de capillas en San Miguel de Hildesheim; véase la capilla real en Viena), y nueve meses es el número sagrado del origen de la vida. La novena de Pentecostés se refiere a los nueve días anteriores a Pentecostés, que es el verdadero símbolo del comienzo de la nueva creación.

Probablemente, la soledad solo se refiere a la soledad terrenal, al espacio físico de la stabilitasloci. Sin embargo, el silencio, como está profusamente atestiguado, es la cualidad más exquisita del santuario celestial. Al igual que la soledad es una descripción local, las nueve jerarquías de los ángeles (tronos, querubines, serafines, potestates, principatus, dominationes,angeli, archangeli,virtutes) son estaciones en los salones celestiales (en hebreo: hekhalot) que hay que pasar en el camino por el cielo (fuentes: Dionisio Areopagita, Gregorio Magno, Isidoro de Sevilla). Así se puede decir: con el espacio terrenal en el monasterio se ha ganado una primera parte. Pero entonces comienza el camino realmente importante a través de las estaciones celestiales. Así que el ágrafon de las nueve partes y la parte única trata de la relación de lo terrenal con el espacio espiritual-celestial. El espacio terrenal de la soledad fue, por así decirlo, solo un pequeño e insignificante comienzo. El silencio, en cambio, como comunicación celestial, abre muchos más espacios, en sentido figurado: nueve veces más.

Por la ponderación del silencio en este ágrafon, también se puede reconocer la importancia del silencio en la religión de la Palabra.

Nicolás de Cusa, La visión de Dios, cap. VII: «Más todavía, ¿cómo te darás a mí, a menos que tú no me des a mí a mí mismo? Y cuando descanso así en el silencio de la contemplación, tú, Señor, me respondes diciendo en lo más íntimo de mi corazón: Sé tú mismo y yo seré tuyo». – Comentario: Esta secuencia puede reformularse aquí diciendo: Ora –in silentio contemplationis– la respuesta de Dios: sé tú mismo y yo seré tuyo. Del lado del hombre están la oración, el silencio y la contemplación. Sin embargo, no es lo que se resalta en este pasaje. Más bien, su peculiaridad reside en la reciprocidad de la promesa de posesión («yo soy tuyo, tú eres mío», en la poesía amorosa medieval).

Lareligiónsilenciosaeslareligiónmonástica. Que el cristianismo sea una religión del silencio tiene su consecuencia sociológica en que es una religión monástica. Intentos alentadores de los Países Bajos mostraron ya en la década de 1980 que solo los monasterios de estricta observancia son adecuados como centro de nuevas comunidades «en torno al monasterio», porque lo que se pide no es principalmente la perfección y el orden de las finanzas, sino la orientación espiritual a largo plazo y una rutina diaria regular. Al respecto, Thomas Merton, OCSO, esboza la siguiente imagen del futuro de la Iglesia: «El monje es consciente de que el hombre está de alguna manera abrazado por un profundo misterio de silencio e incomprensibilidad, por la voluntad de Dios y el amor de Dios, y siente que está personalmente llamado a vivir en una comunión más estrecha con ese misterio» (DerMönschzwischengesternundmorgen, Fráncfort del Meno 21958, 18s).

2.6.El silencio como centro del monacato ascético

«Los monjes se retiran al silencio. En su reclusión se dedican a la ascesis para acallar su inquietud interior. Buscan el silencio para poder escuchar a Dios y darle una respuesta. Los hombres y las mujeres se retiran, se convierten en monjes y monjas, porque quieren encontrar la libertad y también el apoyo sin el cual no pueden alcanzar una unión perfecta con Dios. Han sentido que esta es su forma de vida» (B. Pennington, «Die Zisterzienser», en Geschichte der christlichen Spiritualität I, Wurzburgo 1993, 221s).

El silencio puede significar efectivamente tranquilidad. Pero el texto siguiente está lleno de verbos de movimiento (acercar, alejarse, conducir hacia). Incluso el objetivo es sorprendentemente claro: un fruto, algo que nace.

En este sentido, Isaac el Sirio (ca. 700) dice: «Más que nada, ama el silencio, pues te acerca a un fruto que la lengua es incapaz de expresar. Pero primero nos obligamos a guardar silencio. Y entonces, a través de la vida de aislamiento, nace en nosotros algo que nos lleva a ese silencio».

El siguiente fragmento retrata el final del habla como si llevara a la tumba (véase la muerte en la conversión según Rom 6,3s). El nuevo culto, la nueva religión, se expresa en el hecho de que el converso hace una ofrenda de los labios, similar a lo que se dice en los salmos del Antiguo Testamento. Llama la atención que el propio texto esté formulado como una oración, pero que la invocación real se haga «en silencio».Explicación: la invocación tendría que mencionar el nombre. Pero esto no es posible, ni con el Dios bíblico ni con el filosófico de este tiempo. El texto describe la conversión con una terminología muy conocida (del sueño a la sobriedad; de la ceguera a ver de verdad):

Corpus hermeticum (s. III a.C.) I § 30ss: «Y fui feliz, ... porque el sueño del cuerpo se había convertido en sobriedad del alma, y el cierre de los ojos en verdadera visión, y mi silencio llevaba el bien, y el llevar a la tumba el habla se convirtió en sacar a la luz el bien. Acepta los sacrificios ofrecidos con palabras santas de mi alma y mi corazón que se dirige a ti, tú inefable, indecible, llamado en silencio».

Comentario: En el hombre el habla se extingue, invoca a Dios en silencio y así también le ofrece sacrificios. También aquí encontramos la concepción, conocida desde el Nuevo Testamento, de la conversión como nuevo nacimiento (además del proceso de muerte, que se refiere a la forma habitual de hablar).

El siguiente texto da instrucciones litúrgicas específicas al respecto:

Corpus hermeticum XIII 2: «(El vientre), hijo mío, es la sabiduría espiritual que está en el silencio, y la semilla es lo que es verdaderamente bueno». – 8: «Pero ahora calla, hijo mío, y no peques con palabras impías, y la misericordia que Dios ejerce sobre nosotros no cesará». – 16: «Descansa, hijo mío, y escucha ahora... el himno de la regeneración... para recitarlo solo a ti al final del todo tan fácilmente, así lo he decidido. Porque esto (todo) no es una cuestión de instrucción doctrinal, sino que se oculta en el silencio. Ponte entonces, hijo mío, en un lugar bajo el cielo abierto, mirando hacia el sur a la puesta del sol que se hunde, y arrodíllate en oración. Actúa de la misma manera cuando salga el sol, mirando hacia el este. Con verdadero silencio, hijo mío». – 22: «Habiendo aprendido todo esto de mí, promete silencio sobre el milagro divino, hijo mío, y no des a conocer a nadie la tradición del renacimiento, no sea que nos consideren traidores. Porque cada uno de nosotros ha hecho un esfuerzo suficiente, yo como orador, tú como oyente. En el Espíritu te has conocido a ti mismo y a nuestro Padre».

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